Este artículo fue extraído de: http://www.magicasruinas.com.ar/revistero/internacional/el-diario-del-che-guevara.htm
Nunca pensaron los dueños del laboratorio Carl Klippel, de
Francfort, que una de las agendas repartidas para fin de año, en 1966, podía
caer en manos de Ernesto Che Guevara, Ni imaginaron que, después de un año, esa
libreta con tapas de polietileno, color borravino, garabateada con las
digresiones de un solitario, se cotizaría en más de 200.000 dólares. La semana
pasada, en Cuba, apareció el Diario del Che, con prólogo de Fidel Castro.
Los visitadores médicos de Klippel desparramaron entre los facultativos
bolivianos becados en la República Federal un lote de calendarios con la fecha
1967 grabada en bajorrelieve. Eran los mismos profesionales que, junto con
dirigentes comunistas de Bolivia, entusiasmaron al Che para que irrumpiera en
el Altiplano con un contingente guerrillero. Se estima que seis o siete de
ellos se desangraron en la selva; en cambio, algunos de los jefes comunistas
aún están de vacaciones.
En aquellas charlas históricas, es posible que el doctor Gustavo Rodríguez le
haya regalado la agenda al Che. También se podría evocar la presencia, en
ellas, de un periodista peruano, el 'Chino' Chan: tenía los mismos sueños que
su jefe y cayó con él en la Quebrada del Yura, el 8 de octubre.
Fidel Castro y las autoridades bolivianas se proclamaron propietarios de las
auténticas memorias del Che. Ambas partes reciben jugosos dividendos políticos
y económicos. Los verdaderos derecho-habientes, la familia Guevara, quizá no
cobrarán un centavo.
En noviembre de 1967, el Ejército boliviano se negaba a vender los apuntes.
"Son un orgullo nacional", dijo. Cuando comenzó a zumbar el frufrú de
los dólares, los militares cambiaron de idea y estuvieron por aceptar una
oferta de la editorial Magnus: 200.000 dólares. Tal vez McGraw Hill, de Nueva
York, haya ofrecido algo más. Finalmente, habría obtenido el manuscrito por
intermedio del periodista norteamericano Andrew Saint George. Otra firma. Stein
and Day, anuncia que también compró los derechos y que entablará juicio.
Desde que el coronel Joaquín Zenteno Anaya, la mañana del 10 de Octubre de
1967, exhibió ante los corresponsales de prensa la libreta guinda, además de
una carpeta con cubierta de plástico marrón, y la leyenda "Elba
66509", los dos Gobiernos se trenzaron en una lucha de agravios. Sólo la
interrumpían para abordar el posible trueque de Regis Débray por Hubert Mattos
y de cien o mil prisioneros cubanos por el mutilado cadáver de Ernesto Guevara.
Pero ningún alarde verbal de Barrientos o Castro interesó tanto como la disputa
que empezaba la semana pasada, cuando La Habana y La Paz se adjudicaron la
autenticidad del "verdadero" Diario. Fidel se mostró generoso al
autorizar la reproducción, gratuitamente, a la revista Ramparts, de USA. Por lo
demás, hizo obsequiar en toda la isla ediciones de bolsillo.
En su prólogo, Castro relata el momento culminante: "Cuando éste (el
suboficial Mario Terán), completamente embriagado, penetró en el recinto, Che
—que había escuchado los disparos que acabaron de ultimar a un guerrillero
boliviano y otro peruano—, viendo que el verdugo vacilaba, le dijo con
entereza: «Dispare. No tenga miedo». Este se retiró, y de nuevo fue necesario
que sus superiores, Ayoroa y Selnich, le repitieran la orden, que procedió a
cumplir disparándole de la cintura hacia abajo una ráfaga de metralleta. Ya
había sido dada la versión de que el Che había muerto varias horas después del
combate, y por eso los ejecutores tenían instrucciones de no disparar sobre el
pecho ni la cabeza, para no producir heridas fulminantes. Esto prolongó
cruelmente la agonía del Che, hasta que un sargento —también ebrio— con un
disparo de pistola en el costado izquierdo, lo remató".
Fidel no aporta pruebas, no cita fuentes. La misma insuficiencia de otros
exegetas, que también discrepan entre si.
El volumen tiene 346 páginas, once documentos fotocopiados y diez fotografías
tomadas durante la campaña guerrillera. Los bolivianos, que niegan la
autenticidad del Diario, han recibido la respuesta de Castro: "Podemos
facilitar las fotocopias que tenemos en Cuba, para que las comparen con el
original que tiene el Gobierno boliviano". Luego, en un rapto de humor
deslizó: "El Gobierno de La Paz dejó sacar varias copias; hay, incluso, un
proceso contra los coroneles Roque Terán y Zenteno Anaya, por haber vendido
documentos sobre la guerrilla" ¿Es él quién las compró?
Por su parte, Andrew Saint George alega: "Castro se anticipó con su
edición para desacreditar la de McGraw Hill". Habría sido adulterada:
"El Diario —que se publicará en Londres y Nueva York simultáneamente—
contiene severas críticas contra él". Es posible. Pero, ¿cómo demuestra
que no se haya desnaturalizado también la otra? Las autoridades bolivianas no
pecan de discretas: si el Che hubiese dejado acusaciones contra Fidel, hace
tiempo que las habrían publicitado.
Castro asegura tener 36 copias de otros documentos. —partes de guerra,
mensajes, manifiestos—, e ironiza sobre la caja de hierro con tres candados que
protegía el manuscrito, en La Paz. Ante la insistencia de Saint George
("Nadie ha tomado fotocopias"). Castro contesta: "El señor
González, de la CIA [Agencia Central de Inteligencia], tomó copias de todo para
sus jefes de Washington". El Presidente de Bolivia, René Barrientos, de
paso en Lima, se indignó: "Es una nueva calumnia, una nueva afrenta".
Pero elude la discusión.
Quizá las dos publicaciones no se contradigan demasiado, quizá no aparezca
mucha más información de la conocida (ver Nº 251). El Che insiste sobre la
apatía y el cinismo de los campesinos: "Esos indios, impenetrables como
las piedras..." No es descubrimiento: las mismas palabras usó Francisco
Pizarro en el siglo XVII.
Se vuelve a las reuniones con los dirigentes comunistas en la selva boliviana;
a las exigencias de Mario Monje. Secretario del Partido, y a las despectivas
observaciones de Guevara sobre la capacidad revolucionaria de esa gente.
También se desliza algún dardo respecto de una posible delación comunista. La
verdad, aunque tal vez no toda la verdad, se conocerá cuando se descubra el
paradero de Guido Inta Peredo; él puede tener la clave de la historia.
Entretanto, las dos versiones del Diario y la discusión acerca de su
autenticidad, que promete ser interminable, seguirán alimentando el mito de
Guevara, que desvela a jóvenes de todo el mundo, menos a los de su país.
9 de julio de 1968 PRIMERA PLANA
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