Imagen: Gral. José Ballivián //
Fuente: Campaña de 40 días: hecha por el ejército
boliviano al mando de S. E. el General Ballivián, contra el ejército
invasor del Perú a las órdenes del Generalísimo de sus armas D. Agustín
Gamarra. / M. Rivadeneyra, 1842 – Bolivia.
Transcribo a continuación dos de los boletines del Ejército
boliviano que informaban de las acciones del enemigo y las acciones tomadas por
nuestras fuerzas (bolivianas).
“…S. E. el general Ballivián cumplió con escrupulosidad este
importante deber; lo anuncio al Perú de una manera franca y explicita, según la
autógrafa, los decretos y las comunicaciones diplomáticas que corren impresas,
e hizo conocer al general Gamarra, que habían desaparecido los motivos que se
alegaban para la guerra, que habían muerto para siempre las esperanzas de los
partidarios de Santa Cruz y que debían cesar también los aparatos hostiles que
se notaban en el norte del Desaguadero.
Pero el general Gamarra violando los entornos principales de
la justicia, repulsado amigables inteligencias, y de un modo sin ejemplo en la
historia de la guerra, ha pisado nuestro territorio, ha hollado nuestros
derechos y ha amagado nuestra libertas e independencia, atropellando las formas
establecidas por el derecho de gentes, y reconocidas en el siglo aun por los
pueblos menos cultos. Este hombre que ni en su misma patria sabe respetar las
leyes, que ha atacado allí mismo el santuario de ellas, dispersando a bayoneta
calada a los miembros de la representación nacional; ha creído encontrar a
Bolivia en la debilidad y en la división del año 28, en que vino a ponerse
entre el asesino y la víctima. Ha dicho ahora que viene a colocarse entre la
nación y el poder precario de los caudillos del ejército, no obstante de haber
desaparecido ya el muro de bronce ue la insurrección había puesto entre el querer
nacional y el poder de esos caudillos. En Bolivia sabemos todos lo que importan
los comedimientos de este carcomido enemigo de nuestro reposo, así como sabían
los romanos lo que valía la libertad en boca de Catilina.
Bolivia protesta a la faz del cielo y de la tierra, y ante
las secciones americanas, contra el autor de una guerra que detesta, pero que
acepta desde luego, forzada por la perentoria necesidad de defender sus más
sagrados derechos.
El 2 de presente mes faltando el general Gamarra a la
autorización que le dio el consejo de estado para hacer la guerra al general
Santa Cruz, dio principio a la que en su ánimo tenia decretada contra Bolivia,
y sus tropas pisaron el territorio de la patria. S. E. cerciorado de ello,
nombro una comisión compuesta por los Sres. Bilbao y Cardón, cerca del general
Gamarra, para presentarle una protesta contra la ocupación violenta de nuestro
territorio, si despreciando los medios de conciliación insistía en su bárbaro
designio: dicto las providencias convenientes para disponerse a rechazar al invasor,
y el 5 salió de La Paz para Laja. El ejército se reunió el 6 en Pucarani; se le
declaro en campaña por la orden general del día, y se destacaron partidas de
observación sobre el enemigo que se hallaba en Ancoraimes. El alférez Gonsales
del ejército enemigo que fue tomado en Huarina, revelo en su declaración el
secreto de la invasión y el verdadero objeto de ella, y los bolivianos todos se
han desengañado de lo que pueden esperar del diligente actor de Yungay y
enemigo eterno de Bolivia. El 7 ocupo Achacachi un escuadrón enemigo que había entrado en aquel pueblo la tarde
del 6, y que lo abandonó en la noche, porque el general San Román supo que en
Huarina se encontraba el teniente coronel Irigoyen, y no quiso correr los
riesgos de Sicuani en la campaña de Yanacocha.
Nuestro ejército descampo de Pucarani a las 5 de la mañana; emprendió
su movimiento sobre Huarina y se situó en Cuyaguani a vanguardia de aquel
pueblo. Aquí se reunieron el coronel Bilbao y el coronel Martin Cardón, sin
otro resultado de su comisión, que la noticia de que el ejército enemigo
ocuparía en ese día a Achacachi. Con ellos regreso el teniente coronel Rodríguez,
remitido por S.E. Con comunicaciones al
general Gamarra, y detenido por este en su campo con la misma buena fe con que
detuvo al mayor Urbina el año 35 en Andaguallillas.
Convencido S. E. de que ningún avenimiento tendría lugar con el general invasor
que había ocupado Achacachi, se preparó a la defensa, dio las ordenes
necesarias a retaguardia, y el 8 marcho para el campo enemigo un parlamento
declarado rotas las hostilidades. El general Gamarra detentador de todo derecho
ha violado el de la guerra, declarándolo prisionero. De este modo quiere
obstruir aun el vehículo de comunicación que se conoce entre fuerzas
beligerantes. Mañana violara otro principio, y de este modo llegábamos, a
despecho del siglo, a una guerra tan bárbara como la invasión que ha ejecutado.
El ejército puesto a la defensiva, levanto su campo de
Cuyaguani y lo sentó en Pucarani, donde recibió S. E. comunicaciones privadas
del general enemigo, solicitando un ministro boliviano, que con el nombrado por
el gobierno del Peri, diera principio a negociaciones de paz.
El 9 fue revisado el ejército por S. E., y se reunió a
nosotros el Sr. General José María Pérez de Urdininea, cuya presencia éxito las
más tiernas emociones de afecto hacia un viejo soldado de la independencia y
tan digno compañero de armas. Se emprendió un movimiento a retaguardia, y el ejército
vivaqueo en Ancocagua. En la mañana de este día tomaron prisioneros nuestras avanzadas
al coronel Mendoza y al capitán Cosío, a presencia del ejército enemigo, del que
se separaron una corta distancia para reconocer el pueblo de Huarina que ocupo
el invasor.
El 10 emprendió el ejército su movimiento sobre S. Roque,
donde se ha situado. El enemigo ha ocupado Pucarani y sentado su campo en
Guairoconde. Pequeña en la distancia que separa a ambos ejércitos, y el nuestro
no desdeñara la batalla en el momento que el enemigo quiera presentarla,
dejando el paso regular con que parece viene marchando.
Esta campaña que
anunciamos de poca duración, nos presentara dignos de la libertas e
independencia que hemos conquistado con mil hechos heroicos hará que se
respeten nuestros fueros, y afianzara la gloria del nombre boliviano.
Cuartel general en S. Roque a 10 de octubre de 1841.
Manuel Sagarnaga…”
Boletín No 2 del Estado Mayor General Boliviano
“…Habiendo determinado S. E. conservar la defensiva hasta que
algunos arreglos a retaguardia y el cumplimiento de otras órdenes importantes,
pusieran al ejército en disposición de buscar al enemigo, y sabiéndose que este
se había movido sobre Pucarani, el ejército marcho el 11 a la Ventilla donde
vivaqueo. El 12 un nuevo enviado del general Gamarra condujo comunicaciones
oficiales de su secretaria general, instando por la presencia de un ministro
boliviano, que con el del Perú, diese principio
a las negociaciones de paz; y como por la anterior invitación del
general enemigo se hallase instruido el
Dr. Andrés quintela para tan importante comisión, se dirigió a Laja que era el
lugar determinando para la reunión de ambos Plenipotenciarios.
El ejército se puso en marcha a las doce de este día y campo
en Inapaya, encontrándose el enemigo en Tacachira a las inmediaciones de S. Roque,
donde se había situado después de saquear los templos de Huarina y Pucarani, y
de haber asolado aquellos pueblos. El 13 se movió nuestro ejército sobre
Calamarca, donde descanso el 14. En este día se situó el enemigo en
Chonchocoro, y su vanguardia compuesta de dos escuadrones se avanzó para
verificar un ligero reconocimiento sobre el camino de Calamarca, en el que por
un exceso de bravura de nuestro Jefe de observaciones el comandante José María Aguilar, alcanzaron los
escuadrones enemigos a este Jefe que tenía a sus órdenes doce oficiales y ocho soldados de artillería
y dragones: el enemigo emprendió con empeño y con toda la fuerza de los dos escuadrones a las órdenes del coronel
Lersundi, la persecución de estos oficiales,
que a pesar de su corto numero contuvieron tres veces la carga de dos
mitades de caballería enemiga, que tiroteaban, y que habrían detenido
enteramente, si sus caballos rendidos ya, no les hubieran forzado a dispersarse
y buscar su reunión al ejército, dejando en poder del enemigo al mayor
Guilarte, capitán Talavera, teniente Irigoyen, alférez Larrea y cuatro
individuos de tropa, cuyos caballos rodaron unos, y otros no pudieron dar un
paso más por cansados. Son dignos de recomendación el intrépido comandante
Aguilar, al sargento mayor Aguirre, los capitanes Rivero y Blanco, los
tenientes Castro y Vega, y los alféreces León e Irigoyen, cuya comportacion y
bravura ha visto S. E. con el aprecio que merecen.
Ciertamnte es poco honrosa esta insignificante función de
armas, para el enemigo que empleo la mitad de su caballería contra algunos oficiales
y ocho soldados de nuestro ejército. Nosotros no la mencionaríamos, si no nos
viésemos obligados a manifestar la verdad, y a admirar la recomendación que se
hace en favor del coronel Lersundi, que en esta vez ha demostrado más destreza
en manejar las riendas de su caballo, que valor para batirse con el comandante
Aguilar, o le teniente Castro, que le esperaron cada cual a su vez para
convidarle a un combate que no admitió.
La falta de forraje para nuestra caballería obligo a moverse
al ejercito el 15, y a situarse en Ayo Ayo, donde recibió S. E. partes del
comandante militar de Larecaja, anunciándole la organización de las guardias
nacionales de aquella provincia y la de Muñecas, con la que hostilizando al enemigo
por la retaguardia, le habían tomado prisioneros al sargento mayor Jayo, al
capitán Anavalon, a los tenientes Tabera, Escudero, Ortises, Grado, un
subteniente y al oficial 1º de la secretaria general, Urbina, con más nueve
caballos, tres mulas, cuarenta y ocho reses, gran número de fardos de
vestuario, y al traidor Nicasio Goizueta, nombrado gobernador de la provincia
de Omasuyos por el general Gamarra. Otro parte del gobernador de esta provincia Antonio Acosta, impuso a S.
E. de hallarse también en campaña las guardias nacionales de ella, y de haber
tomado al enemigo, y muy en breves días le hostilizara la nación en masa hasta
el momento en que el ejército señale el instante de su exterminio.
El 19 decampo el ejército de Ayo Ayo y se movió sobre
Topeoco, hallándose el enemigo en Collpani. El 20 recibió S. E. noticias de que
el batallón Lijeron que ocupaba la ciudad de La Paz salía sobre Mecapaca a
sorprender al prefecto y demás vecinos que existían allí en su compañía. El
coronel Basilio Herrera recibió orden de marchar inmediatamente con cuatro
compañías del batallón 5º y una mitad de Coraceros a tomar la retaguardia de
esa fuerza, cortarle su retirada y batirla según la oportunidad que se le
presentase, causándole el daño posible; debía también dispersar las compañías que
llevaba a sus órdenes, cuando las fuerzas contrarias fuesen muy superiores en número,
o el ataque no prometiese un positivo y ventajoso resultado. El coronel Herrera
supo en Amachuma que la fuerza enemiga compuesta de siete compañías de
cazadores y un escuadrón de caballería había sorprendido al prefecto en
Mecapaca; se dirigió sobre este punto a marchas forzadas, y aunque logro
sorprender una gran parte del escuadrón, un aviso que oportunamente tuvo el
enemigo de la proximidad de nuestras
fuerzas, le salvo en las inexpugnables posiciones de Aguiarcato que tomo inmediatamente.
Después de dos horas y cuatro de un fuego mortífero, y conociendo el coronel
Herrera que la superioridad de la población del enemigo no prometía un
resultado más ventajoso que el daño que le había ya causado, suspendió el ataque
y disperso su tropa conforme a las instrucciones que tenía. Por los partes
recibidos y por confesión de los dispersos enemigos que tenemos en nuestro
poder , han perdido estos entre muertos heridos, prisioneros y dispersos, más
de las tres cuartas partes de la fuerza destacada sobre Mecapaca, todas las
mochilas, caballada y la mitad de su armamento. El general San Román entro de
fuga a la Paz en su caballo en pelo, y el ejército peruano recordando a
Cangallo ha tomado esta corrida por una señal positiva de victoria. Por nuestra
parte contamos hasta hoy la falta de tres oficiales y de sesenta y ocho hombres
de tropa, que aún no se han reunido al ejército, y de los cuales sabemos que ha
tomado el enemigo veinte y un prisioneros, recogiendo nuestros heridos y
algunos soldados, que engolfados en el fuego, no obedecieron oportunamente la
orden de dispersión.
El 21 campo el ejército en Añaquita y el 22 en Pizacahumaña,
para aproximarse a la columna del coronel Herrera y proteger sus movimientos, o
presentar el punto dado de reunión, cualquiera que fuese el éxito de su ataque.
El enemigo ha propuesto la celebración de un armisticio por veinte y cinco
días, y aun esta suspensión de hostilidades envuelve en si la prolongación de
una campaña que deseamos terminar para evitar las exacciones y sacrificios que
necesariamente han de afligir a nuestros pueblos con la presencia de dos
ejércitos que exigen grandes recursos de subsistencia para conservarse en el
mejor estado de combatir; S. E. deseando allanar los medios de un avenimiento
razonable y justo, y de que en ningún tiempo se le acuse de haber puesto
obstáculos al restablecimiento de la paz y de las relaciones fraternales con que
naturalmente están unidos los pueblos del Perú y de Bolivia, ha accedido a él,
sin otra condición que desocupada La Paz por las tropas enemigas, quede aquella
ciudad como neutra. El ultimo hecho de sus habitantes, que por un exceso de
nacionalismo, han maltratado a algunos oficiales y tropa enferma que dejo el
enemigo; el atraso en todos los ramos gubernativos; la suspensión de la
administración de justicia por la falta de sus tribunales; la paralización del
comercio; el retrogrado de la industria, y otras sólidas razones lo exigen así.
El general Gamarra sin ningún justo motivo, y sin siquiera el pretexto de que
La Paz sea un punto militar, plaza fuerte, o quedar privado de los auxilios, que
bien puede facilitarle siendo neutra, parece empeñarse en la ocupación, no solo
de aquella capital, sino de todo el departamento, que llegando en sus confines
hasta Cochabamba y Oruro, arguye una pretensión ambiciosa y pone muy en
transparencia el deseo de humillarnos, de hostilizar a La Paz, y de agregar ese
departamento por vía de conquista a la Republica del Perú como lo ha hecho ya
con Copacabana, San Andrés y Santiago de Machaca y otros pueblos situados a la
margen occidental del Desaguadero.
Si el general Gamarra insiste en tal caprichosa y alevosa pretensión,
S. E. identificado con los intereses y el honor de su patria, no permitirá que
este se humille, ni aquellos se menoscaben, sino cuando no corra por sus venas
una sola gota de sangre, y cuando los cadáveres sangrientos de los valientes ue
le obedecen y le acompañan, hayan dado a sus compatriotas el ejemplo, de cómo
defienden los hombres libres su independencia y la dignidad nacional.
El 23 se movió el ejército sobre Ayo Ayo y el 24 a Sica
Sica, donde permanece, y donde probablemente dará una nueva dirección a sus
operaciones para concluir la campaña.
Las meditaciones del filósofo los gemidos del moralista y
los oyes de la humanidad al contemplar los desastres de esta lucha; los sacrificios
de los pueblos y las heridas que se habrán para transmitir recuerdos odiosos de
generación en generación, arrancaran de la historia la execración que merece el
general Gamarra por los mas a que va a dar origen, sin que cualquiera que sea
el resultado de esta guerra sin objeto, pueda darle otra ventaja que la que obtendría
dando lugar a la razón.
Cuartel General en Sica Sica a 25 de octubre de 1841.
El general Jefe.
Manuel Sagarnaga…”
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Para leer el tercer boletín clic acá: 18 DE NOVIEMBRE DE 1841, JOSÉ BALLIVIAN A SUS TROPAS:“SOLDADOS, A ESOS ENEMIGOS QUE TENÉIS AL FRENTE, LOS VERÉIS DESAPARECER COMO LAS NUBES CUANDO LAS BATE EL VIENTO”
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Links relacionados:
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INGAVI)
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