Por: Guillermo Mejillones Quispe - La Paz (Bolivia), marzo
de 2017.
Para la década del treinta, en el tema bélico en Sudamérica
las potencias militares eran Brasil y Argentina. En relación a las
contribuciones de Esteban Leiton de Carvallo, en la cuestión del armamento en
la América del Sur refiere: “(…) el ejército argentino fue dotado de material
de toda suerte: parques de ingeniería, material sanitario y de comunicaciones;
abundante material de aviación; armas automáticas para un ejército numeroso. Y
una artillería que por su número y variedad, donde figuran cañones de campaña de
grueso calibre, será durante mucho tiempo el mayor poder bélico jamás reunido
en la América del Sur. (…) se dio principios a la instalación de fábricas de
pólvoras y explosivos”. En cuanto a los medios de comunicación se destaca en la
región, este país poseía una de las mejores dotaciones tecnológicas en radios
transmisores y receptores de comunicaciones de la época.
Con ese poderío bélico, la cúpula Argentina tenia fuertes
interés en el Paraguay por ello “La ayuda secreta de Argentina al Paraguay la acordó
el gobierno argentino en un consejo de gabinete, meses antes de que se
iniciasen las hostilidades”95. Bolivia había hecho sus representaciones
reclamándole a la Argentina de su pretendida neutralidad con el Paraguay. Se
pensó incluso de una complicación de hostilidades que tuviese por resultado
inmediato la ruptura de nuestras relaciones diplomáticas con la Argentina. Y
ponía de inmediato en inminente peligro nuestra integridad territorial en las
fronteras con este país. Argentina con su vieja aspiración retoma la
posibilidad de recuperar el Departamento de Tarija a su soberanía, pero,
también vio oportunas las ambiciones geopolíticas y puso sus ojos en el
Departamento de Santa Cruz, fomentando el separatismo su ingente cantidad de
recurso fue motivo de ambición del gobierno del Plata.
Los descubrimientos de petróleo en los años veinte en
Sanandita y Bermejo, fueron motivo de intereses tras suscribir un contrato con
la trasnacional Standard Oil y el Estado boliviano en 1922, para la
exploración, explotación y comercialización de petróleo. Esta empresa durante
la guerra hizo contrabando clandestinamente del crudo por Bermejo hacia
Argentina que llegó finalmente al Paraguay. Durante los tres años de guerra,
abasteció con combustible a la Marina y el Ejército paraguayo. La “Standard
Oíl” observó a Bolivia con una conducta inconveniente en su conflicto bélico
con la República del Paraguay; un cartógrafo paraguayo, empleado suyo, entregó
copias de los mapas de la “compañía” para provecho del Ejercito enemigo; su
representante en Tartagal, – 1935 – recibió en larga conferencia a dos
ingenieros enviados por el Paraguay en estudio de los parajes petroleros de la
región. La “Compañía” estando el país en guerra dispuso la traslación de las
instalaciones de Camiri a Tartagal.
Las autoridades de Buenos Aires aportaron al gobierno
paraguayo durante los tres años de guerra con inteligencia militar,
información, medicinas, armas y asistencia militar y financiera. Según Rogelio
Ayala Moreira, en su libro Por qué no ganamos la guerra del Chaco, el gobierno
argentino envió préstamos al Paraguay por un monto de 6.000.000 de pesos. Era
claro el rechazo de las autoridades de Buenos Aires a permitir que Bolivia
tuviera dominio fluvial sobre la cuenca. La inclinación Argentina hacia
Paraguay habría estado determinada además por poderosos intereses económicos y
sobre todo este país se negaba en que Bolivia tuviera presencia en el rio
Paraguay. El gobierno argentino envió ininterrumpidamente armas a Asunción a
través del río Paraguay, mientras bloqueó la venta de productos a Bolivia a
través del río Pilcomayo.
Roberto Querejazu refiere que: “En lo económico, según
testimonio de origen paraguayo, ‘la fuerza expansiva del trabajo y el capital
argentino, había creado una situación tal en el Paraguay que sus industrias
madres eran tributarias de la Argentina. El transporte estaba monopolizado por
buques de cabotaje argentino, en su mayor parte de la compañía Argentina de
navegación Mihanovich Ltd. El ochenta por ciento del comercio importador y
exportador se hacía en barco de esa compañía (…). El comercio exterior
paraguayo liquidaba el ochenta por ciento de sus operaciones en el marcado
argentino’”97. El gobierno de la Casa Rosada, en unanimidad se decreta el
cierre de frontera parcial, por eso se clausuraron los puertos sobre el
Pilcomayo por los cuales Bolivia se abastecía. Argentina explicó que en el
Chaco no había población civil boliviana; entonces, todas las mercaderías eran
consideradas como contrabando. Esto creo un problema para Bolivia, que
necesitaba del territorio argentino para el tránsito de sus mercaderías. La Paz
protestó, ya que el Paraguay usaba el puerto de Buenos Aires y hasta los
ferrocarriles argentinos. Reclamó derechos de libre tránsito.
La postura Agentina, hábilmente aprovechada por Rivarola,
estaba determinada por poderosos intereses económicos, en especial por las
sucursales bancarias que actuaban en el Paraguay y que acaparaban el 95% de las
operaciones financieras. Además, gran parte del movimiento comercial paraguayo
se realizaba con la Argentina, y había importantes inversiones directas de este
país especialmente en la región del Chaco (haciendas, industrias forestales,
transformadoras, etc.). Otro factor importante era la reserva del gobierno
argentino sobre una eventual presencia boliviana en el Chaco. Las principales
cúpulas de poder de Argentina tenían intereses económicos muy marcados en el
Paraguay:
“El Presidente guaraní, Eusebio Ayala, era asesor de
empresas argentinas radicales en su país, como Casado y Mihanovich; el
embajador de Paraguay en Argentina, Vicente Rivarola, estaba emparentado – a
través de su esposa – con altos oficiales del ejército argentino, mientras que
el ex ministro de Guerra y Marina argentino, el almirante Manuel Domecq García,
hijo de paraguaya y amigo de la familia del mariscal José Estigarribia,
conductor de las tropas paraguayas durante la mayor parte de la guerra”
Pero, al margen de sus intereses de la cúpula, el principal
objetivo de Argentina fue sin lugar a duda que Bolivia no tenga presencia en el
río Paraguay.
“Ya se sabe que el objetivo político del gobierno argentino
en la guerra del Chaco, era impedir a Bolivia, por todos los medios a su
alcance, su presencia en el río Paraguay en un puerto soberano. Necesitaba
conservar su hegemonía comercial y estratégica en la totalidad del estuario.
(…). Asociados en esta finalidad los dos gobiernos Saavedra Lamas ofreció al
Paraguay, por intermedio de Rivarola: ‘poner en juego todo el prestigio y la autoridad
de la cancillería Argentina para que Bolivia no consiga su aspiración a obtener
una salida sobre el litoral paraguayo, de cualquier forma que sea”
Por ello la Argentina brindó pleno apoyo al Paraguay, pero,
con un discurso fuerte de neutralidad incluso de chantaje como el cierre de
fronteras para Bolivia.
“Con respecto a la Argentina, se tenía seguridad en Paraguay
de que así habría de ser. Saavedra Lamas y el Presidente Justo le prometieron
en reiteradas ocasiones que el decreto de neutralidad de su gobierno, sería un
instrumento de extorción contra Bolivia. Y el canciller argentino no tuvo
reparo alguno, en más de una oportunidad, de amenazar al plenipotenciario
boliviano en Buenos Aires con el cierre de la frontera bajo pretexto de
neutralidad. Y el cierre de esta frontera, en la parte marcada por el río
Pilcomayo fue, efectivamente, la disposición de mayor daño para Bolivia en el
decreto de neutralidad del gobierno argentino, expedido a los tres días del
decreto paraguayo. Lo suscribieron el Presidente Justo y el canciller Saavedra
Lamas. (…). No le importó al gobierno argentino privar a sus nacionales de
beneficios de este comercio lucrativo”
La política diplomática de la Argentina fue muy dañina para
Bolivia desde sus inicios hasta la finalización de la guerra.
“La diplomacia paraguaya – ávida de proveerse de armamento,
municiones y logística – trataba directamente con la cúpula militar Argentina,
y no con los canales habituales, como es el Ministerio de Relaciones
Exteriores. Cuando a mediados de 1932 se reunió el embajador paraguayo Vicente
Rivarola en Buenos Aires con Carlos Saavedra Lamas, Ministro de Relaciones
Exteriores argentino y con el Ministro de Guerra, general Rodríguez, para la
adquisición de materiales de guerra, el canciller le contesto que no podía
acceder al pedido de ayuda para no comprometer la neutralidad Argentina”
Citar al autor: “Tal vez la más violación de la detectada
neutralidad Argentina la cometieron el Ministro de Guerra y el Estado Mayor
General. Este segundo organismo se reunía en Formosa periódica y frecuente para
estudiar la situación estratégica de los ejércitos bolivianos y paraguayos en
el Chaco, con informaciones proporcionadas por el espionaje operante en Bolivia
y enviadas por el comando paraguayo, respectivamente”104. El general Ramón
Molina, Jefe del Estado Mayor argentino, y considerado como uno de los
estrategas más notables del continente, dirigía personalmente las reuniones. De
ellas se sacaban conclusiones y directivas que eran presentadas al ministro de
Guerra argentino y este las retransmitía al gobierno y comando paraguayo.
Desde que Bolivia comenzó a hacer adquisición de armamento
bélico en el exterior, los países vecinos como Chile, Argentina, Perú y
Paraguay. Se pusieron susceptibles y decidieron concentrar sus servicios de
espionaje en Bolivia para mantenerse bien informados de estos aprestos bélicos
de Bolivia, las legaciones de los demás países cruzaban sus datos
confidenciales respecto de Bolivia.
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