SANTA CRUZ DE LA SIERRA; SEPARATISMO E INTEGRACIONISMO

Por: Hernán Pruden.

En Bolivia durante la Guerra del Chaco, se temió que Santa Cruz se separase debido a la concreta posibilidad de que el ejército paraguayo tomara la ciudad; temor agudizado por la existencia de una campaña de propaganda separatista organizada desde Asunción. La guerra terminó, pero los ánimos no se apaciguaron ya que los límites geográficos entre Bolivia y Paraguay no se habían establecido de manera definitiva.
La campaña de propaganda, con base en Asunción, tuvo como objetivo que Santa Cruz se automarginarce de Bolivia y eventualmente se convirtiese en un protectorado del Paraguay; en ella hubo una supuesta participación de cruceños que habían sido tomados prisioneros durante la guerra o que se habían pasado de bando al desertar de las filas bolivianas. La propaganda tuvo su expresión más acabada en tres libros portadores de la versión separatista; estos fueron contestados por otros tres escritos por cruceños de la corriente integracionista, que expresaron la necesidad de integrar efectivamente Santa Cruz a Bolivia. En esos libros entonces veremos las posturas que sostuvieron separatistas e integracionistas.
SANTA CRUZ Y EL PODER CENTRAL

La relación entre Santa Cruz y el poder central tuvo una serie de períodos críticos. La historiografía cruceña marca un hito en el año 1825. Ahí coinciden el inicio de la república y el aislamiento y olvido de Santa Cruz. El segundo hito fue la llegada del ferrocarril de Antofagasta a Oruro, en 1892. El primero marcó el comienzo del fin de una época, el segundo plasmó esos cambios en la economía más concreta. Coincidió, además, con el colapso de la economía de la plata, y con el cambio de sede del gobierno de Sucre a La Paz, de la plata del sur al estaño del norte y con eso del mercado tradicional para los productos cruceños a un mercado más proclive al intercambio con los productos provenientes, a bordo de los flamantes ferrocarriles, de los puertos del Pacífico.
Los reclamos cruceños fueron relacionados al federalismo y a la integración: Santa Cruz buscaba autonomía para resolver sus asuntos -no gustaba de ser gobernada por no-cruceños- y pedía vías de comunicación. 
En 1876 Andrés Ibañez lideró el primero de los movimientos insurgentes: el igualitario. Se levantó en armas, durante el gobierno de Hilarión Daza, contra el gobernador gral. J.J. Pérez. Sus consignas estuvieron relacionadas con el federalismo, el igualitarismo y el reclamo por vinculación. No tuvo éxito y culminó con el fusilamiento de Ibañez.
Quince años después, en 1891, dos generales se levantaron con consignas federales contra el gobernador Dr. Horacio Ríos. Tampoco alcanzaron el triunfo por las armas y terminaron huyendo a la frontera.
Al año siguiente, se habilitó el ferrocarril de Antofagasta a Oruro. El tren transportaba minerales hacia el puerto y retornaba cargado con distintos productos, entre ellos alimentos, abasteciendo a las plazas altiplánicas con productos importados, desplazando así a la producción cruceña (de elevado precio debido a los altos costos de transporte, a consecuencia de los malos caminos5). Esto coincidió con un período de alta producción de caucho que ofreció a los productos agropecuarios cruceños un mercado sustituto, aportando así capitales; aparte de las ganancias que volvieron en los bolsillos de los emprendedores cruceños que se habían embarcado en la aventura del caucho. Desde 1892, el valor por las exportación de goma elástica creció a ritmo sostenido, pero en 1900 comenzó un descenso que tuvo su punto más bajo en 1903. Seguramente esto desnudó, a los ojos de los cruceños, la debilidad de su economía por su dependencia con el caucho, y por lo tanto con los vaivenes del mercado internacional; mercado que consideraban, como observó Rodríguez (1993: 87),“frágil, artificial y coyuntural”. Como respuesta a ello y en el marco del tratamiento del proyecto de ley sobre ferrocarriles, la Sociedad Geográfica publicó un memorándum dirigido a los parlamentarios instándolos a vincular Santa Cruz con el resto de Bolivia (la ley del ferrocarril Cochabamba-Santa Cruz se aprobó en 1912 y nunca se concretó). Este memorándum contenía, con claridad programática, diagnóstico y solución a los problemas de Santa Cruz: vinculación ferroviaria con el altiplano, que permitiría integrar económicamente a las regiones complementarias, ocupar y defender el territorio.
El nivel del valor de las exportaciones de caucho repuntó en los años siguientes y recién volvió a caer tan bajo como en 1903 entre los años 1921 y 1924: los reclamos de integración se volvieron a producir, esta vez con la violencia de las armas. En 1921, el gobierno de Saavedra propuso una carretera de Cochabamba a Santa Cruz, como alternativa al ferrocarril, para calmar los ánimos cruceños, pero no fue aceptada. Se produjo una insurrección cuya consigna principal fue“ferrocarril o nada”. Se desarrolló una fuerte “conciencia cívica” regional y se creó el movimiento orientalista. Tres años después, en 1924, se produjo otra insurrección contra el gobierno central. El movimiento fue tildado de separatista.
Fueron momentos particularmente críticos de confrontación con el poder central donde los cruceños aprendieron a preferir “las campañas de prensa y de acción cívica a las violencias que suscitan otras”(Molina, 1936: 133). La violencia no era una solución viable (aún), la lección de la represión a los alzamientos había sido clara. 
En la década siguiente fue la guerra con el Paraguay, que parecía llamada a cohesionar a los bolivianos. Pero no fue así, si bien se desarrolló un sentimiento nacionalista muy fuerte, esta cohesión no se dio en toda la nación de manera uniforme.
En el transcurso de la contienda, el ejército paraguayo llegó a tomar el poblado de Charagua ubicado pocos kilómetros al sur de Santa Cruz: la invasión paraguaya a Santa Cruz estuvo cerca de ser un hecho. Mientras tanto, en periódicos de Asunción se difundió una versión según la cual el pueblo cruceño quería separarse de Bolivia y anexarse al Paraguay.
Luego cesó el fuego pero no el conflicto; los límites aún no estaban demarcados. En ese contexto, a partir de la propaganda separatista, se dio un debate en torno al separatismo e integracionismo; luego, en torno a la fundación del Partido Oriental Socialista (POS), se desató otro que giró alrededor de los mismos tópicos.

SEPARATISTAS E INTEGRACIONISTAS

Al fin de la Guerra del Chaco, pesaba sobre Santa Cruz la sospecha del separatismo: la campaña separatista había tenido éxito, si bien no había convencido a los cruceños de emanciparse de Bolivia, al menos había sembrado la discordia de la cual se había hecho eco la prensa paceña.
La representación parlamentaria cruceña decidió poner fin al clima de sospecha y solicitó una sesión con el Ministro de Guerra para que explique todo lo que sabía sobre el separatismo cruceño. Para entender el grado de importancia que se le dio a este asunto hay que recalcar que este reclamo se hizo apenas dos semanas después del cese del fuego y se requirió que esta sesión fuese reservada (secreta y sin constancia en redactores parlamentarios) por tener “muchas concomitancias con la defensa nacional”. Los parlamentarios, no sólo se encontraban consternados por la acusación, sino que, al parecer, no estaban seguros de cuál sería la respuesta que iban a tener del ministro de guerra.
El ministro Dr. Enrique Baldivieso (luego vicepresidente de Busch) fue taxativo: “pese a la propaganda paraguaya no se ha logrado hacer mella en los sentimientos bolivianistas de Santa Cruz”. En las sesiones que trataron el tema, se expresó la necesidad del “nacionalismo” se hizo una revisión de la historia de Santa Cruz en clave “federalista”, se dejó claro el patriotismo del pueblo cruceño demostrado durante la Guerra del Chaco y la necesidad de ocupar el territorio vinculando a Santa Cruz con el resto de Bolivia: la marcha al oriente era ya una idea compartida por cruceños y gobernantes.
Esta respuesta oficial contestó a la campaña de propaganda organizada desde Asunción, cuyo canal inicial fue la edición dominical de El Diario de Asunción y luego más sistematizada en un libro editado en la capital paraguaya llamado Santa Cruz de la Sierra (1935), escrito por Raúl del Pozo Cano con la supuesta colaboración de “universitarios cruceños” y el asesoramiento del cruceño Carmelo Ortíz Taborga. En el libro se pueden leer artículos firmados por “prisioneros cruceños”, que habrían sido apresados en la guerra y fraternizado con el Paraguay; hasta qué punto (de haberlo hecho) lo hicieron por la libertad de Santa Cruz, a cambio de algún tipo de favor concreto de los que se pueden ofrecer a un prisionero o bien como efecto de una amenaza, es difícil de saber. De todos modos hubo una colaboración claramente voluntaria: la de Ortíz Taborga.

Ese año unos meses después apareció otro libro separatista, Historia de Santa Cruz de la Sierra. Una Nueva república en Sud América (1935), escrito por el reconocido historiador argentino Enrique de Gandía. El libro tuvo un formato más académico que el de Pozo Cano, al no ser su autor, paraguayo ni cruceño y haber sido editado en Buenos Aires, tuvo un aire más “neutral”. Contó también con la colaboración de Ortíz Taborga, especialmente en lo relativo a los conflictos entre Santa Cruz y el poder central. Aunque siempre se dijo que este libro fue pagado por el gobierno paraguayo, no he podido encontrar constancia de ello; sí en cambio del temprano interés de Gandía por la cuestión del Chaco Boreal, así como de la existencia de intereses argentinos en el Paraguay.
Los cruceños integracionistas no tardaron en reaccionar. El sentimiento bolivianista del pueblo de Santa Cruz (1936), fue el primer libro en aparecer. Escrito por Rómulo Herrera, contestó al libro de Pozo Cano. La forma en que justificó la pertenencia de Santa Cruz a Bolivia, antes que nada, como la única opción racional que les permitiría colocar sus productos en sus mercados naturales, sumado al haber sido publicado en Santa Cruz, nos hacen pensar que fue dirigido a los cruceños.
Luego apareció Observaciones y rectificaciones a la “Historia de Santa Cruz de la Sierra. Una nueva república en Sudamérica” (1936), de Plácido Molina Mostajo, erudito historiador cruceño encargado de contestar al libro de Gandía. Este libro parece dirigido a la nación entera, ya que fue publicado en La Paz e hizo hincapié en las cuestiones de límites que, como decíamos al principio de la sección, aún no habían sido solucionadas.
El tercero de los libros integracionistas, El “separatismo” de Santa Cruz (1936), fue escrito y publicado desde el exilio por Lorgio Serrate, joven cruceño que cuenta en clave autobiográfica las vicisitudes por las que pasó luego de ser acusado de separatista en el III Congreso Universitario Nacional en febrero de 1936. En su libro dejó bien clara la postura de su generación, la juventud cruceña integracionista.
Como vimos hasta aquí, la versión integracionista apareció a posteriori, como respuesta a provocaciones separatistas; sin embargo esto se revirtió con el libro de Serrate que tuvo como efecto la aparición de un libro separatista también de carácter autobiográfico y escrito por un joven dizque “cruceño” (sin apellido cruceño tradicional). Porque fui a la guerra. La independencia de Santa Cruz (1937), de Modesto Saavedra, también publicado en la capital argentina. Relata el paso de bando de un “unionista” (integracionista), decepcionado por la actitud colla hacia Santa Cruz, al separatismo. Ubico este libro como parte de la trilogía separatista, pues si bien fue escrito recién en 1937, tiene dos características fundamentales para definirlo como tal: contiene correspondencia del autor con el omnipresente Ortíz Taborga, y un prólogo de Gandía.

LOS AUTORES INTEGRACIONISTAS

Los autores integracionistas fueron Plácido Molina Mostajo (1875-1970), Rómulo Herrera (1898-1940) y Lorgio Serrate (1913-1975), representantes de distintas generaciones de la élite cruceña: 51, 38 y 23 años respectivamente en el año 1936. Los tres eran hombres de leyes, los dos primeros ejercían, el más joven era estudiante. Serrate y Herrera, hijos de profesionales (abogado y médico respectivamente). Molina ya había sido rector de la Universidad (1909-1911) y era vocal de la Corte Suprema desde 1932; Herrera sería decano de la Facultad de Derecho y rector de la Universidad unos años después (1939) y Serrate tuvo que esperar casi cuatro décadas para ser vocal de la Corte Suprema. Molina había sido uno de los fundadores de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz. Herrera se sumó a la causa integracionista en las luchas pro-ferrocarril de la década del ’20, como integrante del grupo Orientalista. Serrate comenzó sus actividades durante la Guerra del Chaco; su juventud fue balanceada por su “alcurnia”: era nieto del destacado empresario y colonizador de las tierras del caucho Dr. Antonio Vaca Diez.
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