EL CURA ALFONSO IBAR DIRECTOR GENERAL DE POLICÍAS Y CÁRCEL DURANTE LA GUERRA DEL CHACO


Por: Guillermo Mejillones Quispe. // Foto: Oficiales y soldados del Reg. Lanza en el cañadon del Tigre (Defensa de Alihuata).

En Bolivia durante el conflicto bélico del Chaco, la crisis interna había impuesto reducir el servicio de la Policía a un grado mínimo, muchos marcharon al frente, los que quedaron tenían que lidiar con el marcado crecimiento de la delincuencia. El país se había convertido en una especie de refugio seguro para cuanto delincuente extranjero que era perseguido u hostigado en su país. Y sobre todo se había convertido en un escenario apto para germinar ideas comunistas y/o izquierdistas. Pero, el problema de la delincuencia se venía agudizando con más fuerza. Una nota de la época reflejaba así ese contexto: “En el curso de los últimos meses ha podido comprobarse un aumento alarmante de la criminalidad y de la delincuencia. Resulta irrisorio, por ejemplo, que la primera Policía de la República no disponga de los medios de movilidad que exige la persecución de los criminales y maleantes” (Ultima Hora, 29 de enero de 1933). En esa repartición policial se llegó al extremo de no dotarles de recursos aun en gastos mínimos como un pasaje de tranvía para cumplir las comisiones de pesquisas en zonas extremas de la población. Ante eso, las instancias superiores pedían eficacia en sus labores.

En ese contexto la Policía en la ciudad de La Paz se había visto reducida y saturada de tareas. En consecuencia, el año 1933 el gobierno decide acudir a la mano dura del Padre Alfonso Ibar para que asuma las altas funciones de Director General de Policías y Cárcel de la República. El gobierno se había desecho agresivamente de sus opositores políticos, exiliados y confinados, fue implacable con ellos. Personeros de reparticiones como la Policía no fueron la excepción. En ese contexto, se puso al Padre Alfonso Ibar como jefe de ese ramo, puesto que, este era un hombre de confianza de Salamanca. El ministro Dr. Joaquín Espada, señala que se tuvo que apelar a este sacerdote extranjero para que ejerciera autoridad porque había corrupción. Si no hubiese sido la mano dura del padre Ibar Bolivia hubiera sufrido un desgarramiento interno.

EL CURA ALFONSO IBAR

Alfonso Ibar, nació en 1887 en Jalisco México. Su familia estaba compuesta por sus padres y sus cuatro hermanos varones y la abuela materna. Los padres tenían una pequeña pero prospera panadería. En secuencia trágica fallecen los padres. Primero su papá y a los dos años la madre. Quedan a cargo de la abuela, quien con mermados recursos los mantiene. Alfonso Ibar, era el segundo de los hijos, el tío paterno costea sus estudios e ingresa al Internado Domingo Sabio donde se formaban los futuros sacerdotes. Alfonso termina su noviciado y a la edad de 16 años egresa como bachiller. El Superior de la Orden le anuncia entonces su viaje a Lima a fin de que culmine su carrera de sacerdote. En su permanencia en Perú fue considerado como “novicio rebelde” por su carácter. Concluye sus estudios y juraría con el solemne juramento de “Voto y Castidad y Pobreza”. Ibar retornó a México. Con los años se define su temperamento. Había apoyado plenamente en su país la dictadura de Porfirio Díaz, para Alfonso, el régimen era para su “paladar” y lo colaboro con pasión. Derrocado ese gobierno decidió alejarse de su país. Había trabajado en varias estados de México en reparticiones de la Policía. Tras su salida, llegó a Venezuela y también trabajo en un órgano de policía, luego retornaría a Lima a trabajar en un ramo policial y otras actividades, llegando a trabajar incluso en la policía secreta de ese país, muchas veces hacía de gendarme y carabinero. Alfonso Gosalvez Sologuren, Alfonso Ibar El Cura Quijote, La Paz, Empresa Editora Khana Cruz S.R.L., 2001, pp. 7, 19 y23. “La actuación de un Cura Policía, Preocupa a los diputados ayer”, La Razón, 19 de septiembre de 1933.
Ibar llega a Bolivia en 1931, como cura y se desenvolvió en Quillacollo del departamento de Cochabamba, y en esos trajines conoció al Sr. Daniel Salamanca logrando hacer lazos de amistad y confianza. A su acenso a la primera magistratura, Salamanca recomienda al cura Ibar como Jefe de Policía y Cárcel de Cochabamba. “A partir del mes de junio de 1933 ascendió a las altas funciones de Inspector General de Policías y Cárcel de la República en merito a sus condiciones de honradez, honestidad y energía” (Historia de la Policía Nacional, Tomo I, La Paz, Policía Nacional, 1990. pp. 294-295).
El Padre Ibar tardó menos de quince días para componer dos batallones de carabineros, cada uno de ellos de aproximadamente 400 hombres; sus flamantes huestes eran voluntarios paceños, a cuya cabeza se colocó personalmente con dos revólveres al cinto y marchó sobre las zonas convulsionadas de Achacachi, Laja y Pucarani. La ferocidad del sacerdote Ibar, ahora investido como Inspector General de Policía, se desencadenó a consecuencia del asesinato del Juez de esa población (Gerardo Irusta Medrano, Espionaje y Servicios Secretos en Bolivia 1930-1980, Operación Cóndor en Acción, 1995. p. 45.). La Policía y una fracción del ejército en la población de Pucarani fueron donde cometieron los mayores excesos por miembros de esa repartición.
El Diario del 14 de enero de 1934, en nota de título “Las consecuencias de la Sublevación Indigenal”, relatan lo acontecido: Se ha comentado en el público la actitud asumida por el señor Alfonso Ibar, a raíz de algunos movimientos en altiplano al haber intervenido y detenido conduciendo a la ciudad de La Paz a algunos vecinos del pueblo de Pucarani. Se censuraba la actitud del referido funcionario por haber procedido violentamente. Sin embargo, estableció el orden por dispersión de los indios, algunos vecinos del pueblo, se dedicaron a la tarea de incendiar las casas de los sublevados. El Inspector de Policía trato de impedir en forma persuasiva las violencias y abusos que se cometían y se vio obligado a detener a quienes desobedecían sus órdenes y mandarlos a esta ciudad. A raíz de las sublevaciones indígena se sometió al juzgamiento en los Tribunales de Justicia Militar por instigación y levantamiento.
Con respecto al accionar del cura Ibar se encuentra dos tendencias bien claras respecto a su desempeño, unos sostienen que era necesario actuar con fuerza y violencia sobre los diferentes hechos y problemas que se habían generado con la delincuencia y los levantamientos indígenas en el altiplano en plena guerra. La segunda posición respecto al accionar del cura Ibar señala que este cometió abusos y excesos arbitrariamente al margen de la Ley y sin consultar a sus superiores.
Los excesos del padre Ibar provocaron diversos reclamos por parte de la población civil. Llegando el tema a tratarse en esferas del parlamento. Las denuncias formuladas contra Ibar expresaban: “por delito contra la vida y la propiedad”. En septiembre de 1933, varios representantes nacionales en la Cámara de Diputados trataron el tema del cura Ibar, tras investigaciones y recolección de indicios. Uno de los primeros asuntos en cuestión fue qué ninguna base legal lo facultaba a obrar con la fuerza como lo había hecho. El otro tema fue de índole administrativo y se indicó que no podía ser inspector de Policía y al mismo tiempo de Cárcel. No existía ningún sustento legal para ese cargo. En suma se había advertido que ese ramo carecía en absoluto de leyes que regularan su desempeño. La policía había sido catalogada como un órgano meramente técnico.
El diputado Lanza con documentación en mano ampliaba los cargos contra el cura Ibar, este representante hizo lectura de los documentos expedido por la Asistencia Pública, en el que se evidenciaba que el ciudadano Simón Gutiérrez presentó huellas de flagelación y tortura, detenido por la Policía a órdenes de Ibar, criticó duramente el sistema que aplicaba. En intervención el diputado Lanza cito nombres de testigos que respaldaban su denuncia, el peticionario de informe se refirió además a declaraciones que había obtenido de algunas personas que presentaron flagelaciones y tortura dentro del local de la Policía. Una de las victimas falleció a consecuencia del castigo habiendo sido enterrada mediante un certificado médico que atribuía la muerte a una bronconeumonía (La Razón, 19 de septiembre de 1933, “La actuación de un Cura Policía, Preocupa a los diputados ayer”).
En defensa del cura Alfonso Ibar, manifestó el Ministro de Gobierno, refiriéndose a la excelente actuación del padre Ibar en Cochabamba y pidió su opinión al representante de esa región: “El H. Quiroga manifestó que habiendo sido magnifica la actuación del padre Ibar en la cárcel de Cochabamba, actuación por la que obtuvo el elogio de la Corte Superior no era posible creer que la noche a la mañana se hubiese convertido en un pícaro”. Que los motivos de la campaña contra el estaban en el peligro que los conspiradores veían en Ibar, quien no les dejaba desenvolverse a sus anchas. Añadió que el director del periódico ‘La Nación’ que atacaba a Ibar en Cochabamba había sido huésped de la cárcel por varios delitos. Se estaba implicando al cura “con el robo de 4.000 $ al Almacén de los Dos Leones, robo dirigido por Ernesto La Plante” perpetrado en Cochabamba.
‘La Cámara de Diputados oída la información del Ministro de Gobierno y Justicia, y estimó por conveniente la separación del cargo de Inspector General de Policías de la República al Fray Alfonso Ibar a mérito de pesar en contra su persona graves denuncias por delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones y su inmediata entrega a la justicia ordinaria para su juzgamiento penal respectivo’. Bajo esos cargos se detiene al padre Alfonso Ibar mientras realizaban las investigaciones de Ley. Este extranjero fue catalogado por tener “facilidades dictatoriales” y procedía con dureza a fin de mantener el orden interno.
El periódico Ultima Hora, del 10 de noviembre de 1933 en nota respectiva decía: “el Padre Ibar, aquel frenético director general de Policías y Cárceles de la República” en tan poco tiempo se ha hecho de un deplorable prestigio “como hombre violento, intemperante y despiadado para con los que están bajo su dependencia, continúa desde su prisión gobernando y mandando en el organismo policiario”. “Un personaje propio mas bien de una época de terror y de sangre”. No obstante, tras su detención preventiva en el Convento de la Recoleta. Siguió dictando órdenes como Jefe de ese ramo. El convento de la Recoleta era visitado minuto a minuto, durante todas las horas del día y gran parte de la noche por agentes y empleados subalternos de la Policía.
El cura “Ibar había logrado supeditar hasta al prefecto de La Paz”. Administraba los delitos y culpas con su justa propia. “no cumple con la protección a los indígenas y otras personas desvalidas cuando castiga sobrepasa las penalidades máximas”. Al margen de los graves cargos que había en su contra, a raíz de los excesos cometidos contra particulares y el sofocamiento de levantamientos indígenas, el detonante principal para que se apartara de esa dependencia policial fue el fusilamiento que realizó a un presunto espía de nacionalidad Argentina de nombre Juna Laurentino Chamorro que había sido absuelto por el Tribunal de Justicia Militar.

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