EL GOBIERNO DE BELZU FUE POPULAR, PERO NO REVOLUCIONARIO


El gobierno de Isidoro Belzu ha sido, indiscutiblemente, popular; pero, este rasgo no implica que se hubiese identificado con las fuerzas progresistas. Estas pasaban, desgraciadamente, por el campo enemigo y, más tarde, se plasmaron políticamente en el partido rojo. Del estudio de los acontecimientos se desprende que el caudillo no tuvo más remedio que defender, a veces hasta con medidas contraproducentes, la producción basada en la técnica colonial, esto porque así creaba y defendía su popularidad. Su fortaleza momentánea le obligaba a identificarse con las fuerzas reaccionarias y anticapitalistas. El régimen popular fue obligado a luchar por el mantenimiento del atraso del país y por la continuación indefinida de su aislamiento.
La derrota de la “democracia” basada en el apoyo del artesanado y de los campesinos estaba decretada. Los gremios, los siervos y los comunarios no tenían la posibilidad de luchar indefinidamente contra el capitalismo y menos de aplastarlo. Esta era una verdad para 1850 y lo es para ahora también. La poderosa presión del capitalismo encontró a sus portavoces, por necesidad, en los conspiradores antibelcistas. Puede ser que éstos no hubiesen llegado, inclusive en su paroxismo opositor, al democratismo puro de un Casimiro Corral; pero, y esto es incontrovertible, estaban expresando la necesidad de que el capitalismo revolucionase la minería, por ejemplo. Por este canal, cierto que tortuoso, lleno de entreguismo, de violencia y de sangre, ingresó Bolivia a la economía mundial, a vivir sus contradicciones y su decadencia.
Deseamos plantear la cuestión de la manera más clara que sea posible. No puede haber la menor duda de que la integración del país dentro de la cadena capitalista mundial, pese a todos los rasgos negativos y odiosos de este proceso, constituía en ese entonces un paso hacia adelante, al precio de la perpetuación de la miseria y del atraso en gran parte del territorio.

Mantener al país dentro de los límites de la pequeña producción era y es una medida reaccionaria. Si esto es evidente, y creemos que nadie puede sostener lo contrario, se tiene que concluir que un movimiento político, aunque arrastre a la mayoría nacional, basado en tal premisa de ninguna manera puede ser considerado revolucionario. ¿En qué época el artesanado encarnó el crecimiento de las fuerzas productivas, fue capaz de transformar la sociedad y remodelarla a su imagen? Únicamente durante el feudalismo. La manufactura, primera etapa del capitalismo, fue ya una negación del taller artesanal.
Hasta el momento los historiadores y los críticos se han ajustado a un esquema único: como Belzu contó con el respaldo entusiasta de las masas de ser considerado como revolucionario y como precursor de todos los movimientos progresistas que han aparecido después.

Para los otros, es decir, para los sirvientes de la burguesía, el vencedor de Yamparaez debe ser catalogado entre los criminales y demagogos. Esta posición esquemática y subjetivista no solamente es falsa, sino que a veces se la plantea de mala fe (24).
Uno de los ejemplos de mayor relieve de la primera posición es la de Carlos Montenegro (25). En “Nacionalismo y Coloniaje” opone, equivocadamente, la posición de Belzu a la proyección colonial. Para sintetizar nuestro criterio diremos que el proteccionismo en ese período fue inconfundiblemente reaccionario, pues buscaba perpetuar al artesanado. Sumarse a las posiciones que en su tiempo adoptó Isidoro Belzu es nada menos que sumarse al colonialismo. Una posición revolucionaria moderna, incluso la del nacionalismo belicoso, no puede limitarse a ser la continuación del belcismo y esto porque debe partir de la existencia física y política del proletariado. El nacionalismo que propugne, de manera velada o no, el retorno a la economía colonialista es, sencillamente, contrarrevolucionario. No es del todo lógico que Carlos Montenegro, precursor del Movimiento Nacionalista Revolucionario, pretenda reivindicar a Belzu, si tomamos en cuenta dónde ha acabado el Movimiento Nacionalista Revolucionario.

El análisis de Carlos Montenegro se ve enturbiado por su afán de alinear en la misma trinchera a todos los hombres representativos, originando así una tremenda confusión: “Aunque fue enemigo mortal de Ballivián, y adversario personal de Santa Cruz, lo cierto es que Belzu resulta el continuador de ambos por su obra de afirmación nacionalista”.

Añade que cuanto hicieron en tal sentido los dos primeros con las armas, “el vencedor de Yamparaez lo hizo en el campo de las luchas civiles. Exaltó la bolivianidad, no la chusma, porque la bolivianidad auténtica se encarnaba en las clases populares antes que en la capa letrada...” No hay por qué alarmarse de que los historiadores llamen chusma al pueblo.
Los párrafos que siguen forman parte de lo esencial del pensamiento del más conspicuo teórico del Movimiento Nacionalista Revolucionario: “De su histórica certeza responde el hecho de que entonces, igual que en nuestros días, la bolivianidad lucha contra una casta voraz e insaciable que explota la Patria sujetándola a servir extraños intereses. Fácil es, en efecto, para la conciencia pública de hoy día identificar las posiciones del belicismo frente a las de la oligarquía europeista, como las posiciones que conservan ahora las fuerzas políticas nacionales frente a la política servicial para con el extranjero. La propia historia escrita de Bolivia que anatematiza a Belzu, puede homologar sus términos con los de la prensa contemporánea que execra todo intento de emancipación económica de la Patria. El sentido bolivianista y anti-extranjero del belcismo, hizo en su tiempo lo que podría hacer en el nuestro una administración que desconociera los fueros de la plutocracia imperante sobre el país”.

Se tiene que rechazar por absurda la especie de que Belzu fue marxista o siquiera precursor del “Manifiesto Comunista” o de la “Comuna de París” y tal posición no merecer ser discutida (26). Lo que queda en claro es que Belzu fue empujado materialmente a los brazos del pueblo por la élite pensante del país, que tercamente se negó a cooperar con el nuevo Presidente y, más bien, tomó para sí la tarea de hacer estallar motines todos los días. Citamos con preferencia el testimonio de Luis Mariano Guzmán porque fue actor de la historia de esa época.

Sostiene que Belzu no sospechaba ni remotamente los peligros que encubría la victoria de Yamparaez. “Quebrantóse el poder del gobierno del vencedor de Ingavi, que había reclutado sus partidarios en todo lo que había de notable en talentos, ciencias, virtudes, fortuna... Belzu, pues, subía al poder sin partido político alguno que le aconsejase, que crease la política que convenía sustentar y colaborar, sin un consejero experto que le señalase en su camino, los escollos de que estaba cubierto a cada paso” (27).

Belzu buscó con persistencia el apoyo de la élite y fue rechazado, Arguedas añade los siguientes datos:
“En Oruro, y con fecha 10 de febrero (1849), lanzó un Decreto haciendo conocer su primer gabinete formado con personajes de mérito, sin distinción de partidos políticos y atendiendo únicamente a la labor que podrían realizar por su menor resistencia en los pueblos. Nombró como Ministro de Relaciones y del Interior a don Manuel José Asín; de Hacienda a don Tomás Frías, ex-ministro y secretario general de Ballivián; de Guerra al general de brigada don José Gabriel Téllez y de Instrucción Pública al doctor Lucas Mendoza de la Tapia, que desempeñaba desde hacía poco las funciones de Secretario General.
En la invitación dirigida a Frías decía el Presidente:
“Exijo de usted el sacrificio de su sosiego a nombre de la República, de la civilización y de la amistad; y le protesta no escuchar renuncia ni disculpa alguna. Su decidido amigo...”
Frías respondió el 15 de febrero dando razones por las que no le era posible aceptar ese alto cargo, entre otras, las consabidas de su “salud deteriorada” pero, privadamente, y en carta dirigida al caudillo, revelaba con hombría e integridad las razones políticas por las que se negaba a colaborar en su gobierno:
“Por mis antecedentes y comprometimiento, siendo en esta parte esencialmente diversos de los de usted y demás personas que componen el Gobierno, yo sería en él heterogéneo; sería en suma lo mismo que usted caracteriza muy bien en su carta con la expresión de aquellos hombres aciagos. Y aun suponiendo que yo fuera tan favorecido por el público que me indicase para su ministerio, yo perdería este favor desde que me divorciase con mis antecedentes, aquellos mismos antecedentes que usted me cita en términos tan lisonjeros, y por consiguiente deserviría lejos de servir de algo a su administración” (28).

Gutiérrez especula sobre lo que entonces pudo ocurrir en el ánimo del vencedor de Yamparaez:
“Probablemente, el impetuoso caudillo que fue lsidoro Belzu, se recogió a sola con su propia conciencia y le interrogó sobre los recursos posibles para mantenerse en el poder, sin el concurso de la opinión valedera de ese tiempo y en medio de los riesgos de la deslealtad del militarismo, corrompido ya hasta la médula en tan pocos aunque fecundos años de intrigas y sublevaciones. En ese coloquio misterioso del caudillo, debieron responderle su instinto plebeyo y sus inclinaciones aventureras y caudillistas.
“Echaos en brazos del populacho.
“Y la plebe de ese tiempo, que se había educado en las contiendas de la independencia, no conocía el miedo a la otra casta congénere, la casta militar salida de sus propias entrañas.

“Tal consejo no fue obra de la sabiduría, sino brote espontáneo del instinto. Esto no importa desconocer los grados de inteligencia que Belzu poseía y que le ayudaron a mantenerse en el poder en condiciones tales de firmeza que solo el hastío y el cansancio debían determinarle a alejarse de él...”
Belzu, aunque caudillo de muchos quilates, no era el ideólogo de las masas y filosóficamente no estaba a la vanguardia de los hombres de su tiempo. Son múltiples las muestras de su leal adhesión al catolicismo y una de las pruebas se tiene en que no permitió que los privilegios de la clerecía en el campo de la enseñanza fuesen tocados. El hombre de avanzada de ese tiempo no podía menos que ser un materialista y ateo consecuente. Sus propios antecedentes confirman lo que venimos diciendo: las especulaciones de Alfredo Sanjinés sobre su marxismo carecen de fundamento. Ascarrunz nos proporciona los siguientes datos de su biografía:
El general Belzu, de humilde cuna, nació en La Paz el 14 de abril de 1808 (habiendo muerto el 27 de marzo de 1865). Niño aún se acogió como lego o muchacho del Convento Franciscano de esta ciudad, y allá los frailes le enseñaron las primeras letras. Apenas de 13 años se escapó un día y fuese a dar de alta al ejército de los patriotas en vísperas de la batalla de Zepita. En seguida se le ve sirviendo en un batallón colombiano y luego en el ejército peruano, donde le tocó ser ayudante del general Agustín Gamarra... y muy pronto le hallamos incorporado al Batallón 1º de Bolivia gracias a la influencia de Ballivián (su encarnizado enemigo más tarde) fue destinado al Batallón 3° que se hallaba en Tarija. En esa ciudad conoció a doña Juana Manuela Gorriti, distinguida señorita argentina, culta y talentosa, con quien contrajo matrimonio y del que tuvo sus dos hijas doña Edelmira y doña Mercedes.

Tomó parte en las campañas de la Confederación, habiéndose portado con tanta valentía en Yungay, que el mismo Santa Cruz lo llamó bravo entre los bravos. Con Ballivián eran amigos muy íntimos y a éste cooperó en Ingavi con el más brillante comportamiento, pues selló el triunfo con su batallón que estaba de reserva; Ballivián lo ascendió por este hecho a coronel... Belzu logró internarse al país, y fue recibido en La Paz en medio de ovaciones, fue proclamado General por el pueblo de su nacimiento; peleó con las tropas que comandaba, se puso al servicio del general Velasco, quien lo nombró Ministro de la Guerra. Estos dos hombres que juntos combatían a Ballivián, llegaron a ponerse bien pronto el uno contra el otro.

Tomado de: Historia del Movimiento Obrero Boliviano, de Gillermo Lora / capítulo III.
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// Historias de Bolivia.

SIMÓN I. PATIÑO, ENTRE LAS COORDENADAS DEL ESTAÑO MUNDIAL


Por: José Antonio Loayza. / Este artículo fue publicado originalmente en Siglo y Cuarto, Documentos Históricos; el 3 de agosto de 2018. 

¡Nadie, definitivamente nadie!... Cuándo Patiño halló la veta en La Salvadora, nadie se salvó de ser ubicuo u oblicuo, sólo Patiño. Y así como uno quisiera imaginar, nadie sabe qué sintió aquel hombre ante el encuentro de la veta fantástica. ¿Qué sintió al hallarla, o al vender la barrilla y recibir su primera fortuna? ¿Será que apreció el escalofrío de la luna cuando se vio cara a cara con su sol? ¡No más problemas, ni penurias, sólo ganancias!

Hay versiones bastante distintas de quienes estuvieron presentes y rescataron sus palabras, sus gestos, su sorpresa. Unos dicen que corría de un lado a otro, y decía: ¡Yo no soy, yo no soy, yo no puedo ser el dueño de todo esto! Otros dicen, que se tomó el corazón con la mano y le rogó a Dios que no quería morir (seguramente lo pidió). Lo cierto es que ambas cosas pasaron, y al salir de la mina dio vueltas como una fiera expresando palabras vacías, burlándose de sí mismo, y mostrando en sus ojos un color ambarino que no tenía sentido, ni doble ni triple sentido, hasta que uno dijo que eran los ojos de la desgracia, que Patiño no debía jactarse por esos pedruscos de plata, al final los ojos ambarinos era por ellos, que no debían quejarse porque aquello era estaño, pero no para ellos ni para su generación, pues los hombres no elegidos deben meditar que pese a exaltar la gloria y suficiencia de Dios, o no son oídos, o siendo oídos no son los elegidos; y los cuatro peones que estuvieron con él en el momento del hallazgo, Mariano Muruchi, Daniel Gonzales, Ceciliano Miranda y Julián Frías, no eran los elegidos, y lo confirmaron sus pobres tumbas arrasadas por el tiempo y sus cruces caídas por las lluvias añosas; y Patiño presumía:

“Cuando fui a vender mi primera producción, las casas habilitadoras como la Martins, Fricke y Aramayo ¡no tenían dinero! ¿Debían pagarme?: ¡83.000 libras esterlinas! (…) El Presidente de la República ganaba 30.000 al año, o sea, 2.000 libras esterlinas, o 167 libras por mes, ¡y yo gané 500 sueldos más que él en mis primeras entregas! En un año ya tenía 1.000.000 de libras esterlinas, o sea: Bs. 15.000.000, es decir: dos veces más que el Presupuesto General de la Nación, que entonces era de Bs. 7.331.400.”

En ese tiempo el Gobierno era pobre, hacía uso de todas sus oraciones para enmendar la caída del Presupuesto Nacional por la caída de la cotización de la plata que era lo último que le quedaba para no tener un trágico final. El país había perdido el oro, la goma, el guano y para colmo las minas colmadas de plata que se quedaron en el zaguán de los subterráneos. De pronto en medio de los ahogos, como si el espíritu del amado Señor bajara a la tierra, se dio la noticia del alza del estaño en la bolsa de Londres, y los empresarios apostaron por el industrialismo.

Muchos de los no convidados a la gran mesa, como los obreros, no sonrieron siquiera cuando conocieron la cotización, porque la patria para ellos estaba lejos de los felices suspiros del patrón. Para entonces un obrero ganaba 2 pesos de jornal (£ 4 al mes), y gastaba 1.40 y le restaba 0,60 para malcomer, a ello se incluía su vejez prematura y su esputo de sangre. Eso fue cuando Patiño ganaba algo más de £ 85.000 al mes, cuando surgieron las costillas del hambre y la militancia socialista quiso que todo el espíritu social coma el guisó desabrido con su sazón de teoría marxiana que no aromaba nada. Aun así, los obreros se adhirieron a la causa revolucionaria y todo adquirió una tremenda agrura; lo raro era que cuanto más demagogia se echaba a la olla, más espumarajo colérico salía.

Lo cierto es que el capitalismo también pudrió todo y se hizo incomible. Los empresarios perturbados por las leyes del capitalismo, acudieron al Estado para que evite el anarquismo y proteja la producción, y el Gobierno por congraciarse creó un sistema económico en favor del capital, achicó al individuo, lo unió al mecanismo económico, y creó un sentimiento de resentimiento social, pero se encogió de hombros, y con una mueca de amor por lo foráneo, apoyó a la oligarquía y a su gran verdad: “Que conste: Los amigos son los amigos y los intereses los intereses”. De ese incidente surgió el capitalismo de Estado, cuyo mejor cliente fue la industria y el comercio burgués; ese fue el principio de la igualdad imposible.

Se notará que más franca y sincera que la estadística es la franqueza de la historia, que no se ofusca ni con los números ni las palabras, y muchas veces evita una mala chambonada. La fortuna de Patiño, fue en principio intuición y lógica. Él intuyó que si brillaba el estaño en el lado norte de la mina de Sainz, era lógico que al otro lado, en La Salvadora y sus 4 Ha., estaba la veta añorada; y fue así, o tenía que ser así. Luego fue la suerte universal la que empezó con la caída de la plata y el ascenso del estaño, más tarde se sumaron las circunstancias y un encadenamiento de hechos: La 1a Guerra Mundial, el crecimiento industrial, el crack financiero de Estados Unidos, la 2a Guerra Mundial, y otras generosidades extrañas como los hechos euroasiáticos, africanos, y los movimientos de liberación nacional de los pueblos de aciagas pobrezas que le sirvió a Patiño para cumplir el agüero: “¿Señor, será verdad que Patiño produjo el estaño del mundo?, y el Señor todo contraído respondió: ¡No, cuando el mundo necesito del estaño lo produjo a Patiño!”

Patiño aplicó con buen criterio la rentabilidad de la tierra, el capital y el trabajo, justo en el punto de la tierra donde hace siglos una fascinante combinación geológica hizo que el vómito negro del tronco rhiolítico de estaño, suba ardiendo desde el centro de la tierra y salga por el volcán eructando una gran lava y no se solidifique en ningún otro lugar del mundo que no sea en sus 4 Ha. ¡No en las 306 Ha. de Pastor Sainz, ni en las 150 Ha. de Minchín! De este magma ya frío y secular el pobre-rico arrancó varias muestras de mineral, las cargó en su capacho y viajó temprano al laboratorio de la firma británica Penny & Duncan en Huanuni, y confirmó por la cara de opa del técnico que hizo el ensaye, ¡que era la veta más rica del mundo: 58%, 56% y 47%! (cuando se nacionalizaron las minas la ley era el 1.1%) Si con Oporto fue feliz produciendo 49 quintales en el mes de mayor gracia, ¡cómo gozaría cuando produjo 591 toneladas!, y no había cientos de carretas ni miles de llamas, y las casas habilitadoras Martins, Fricke o Aramayo, no tenían efectivo para pagar.

¿Pero quién era aquel mozalbete con tal abundancia de bienes a quien le fue fácil ascender al puesto más alto del país y ocupar el privilegio de ser el ciudadano más admirado cuando sólo contaba con 40 años? ¿Quién era ese hombre que carecía de opiniones económicas, políticas y era ajeno a los principios generales? Parece que acerca de leer no leyó nada, y se dice que jamás se ocupó del porvenir ajeno, ni de los hechos fundamentales, pero los hombres del país, piadosos e impiadosos, y los que regían la sociedad o estaban en asuntos de Estado, se estremecían al verlo y hasta pedían su apoyo pese a lo mal que los trataba, y cuando simplemente dijo que requería gente para su empresa, los pueblos se vaciaron.

Dicen que el Tío le habló ¡Abre tus labios, abre tus ojos, esto es Llallagua! ¡No ves acaso que éste es el plan que siempre perseguiste! ¡Ahora, ahora mismo, digo que tu realidad no es la de un triste varón! ¡Eres en esta hora del alba un triunfante minero! ¡Eh ahí las almenas de tu castillo, manéjalo!... La montaña está ahí, tendida y terrosa con sus pechos de mujer y debes empezar a enamorarla, a amarla, es tuya, húndete en el fresco de su carne pétrea, entra por sus socavones y remueve sus espasmos, no basta que la admires, enjuga en ella tu simiente, poséela, es dócil para ti ¡Entretanto métete en su lecho, embrújala, sedúcela!"...

DE LA VENGANZA POLÍTICA A LA DESAPARICIÓN FORZADA, BOLIVIA EN EL SIGLO XX


Por: Ricardo C. Asebey Claure y Roger L. Mamani Siñani.

En la historia de Bolivia la violencia, en sus diferentes manifestaciones, ha sido continua. Así, por ejemplo, se puede ver la violencia ritual-interétnica presente en el mundo prehispánico; el sistema unas veces de explotación, otras de coacción y castigó durante el periodo colonial; la parábola progresiva de atrocidad y sadismo del proceso de independencia, y la venganza política tras instaurada la República. Formas de violencia que marcaron el proceso histórico y que en más de una ocasión cambiaron el rumbó del mismo. Y que están presentes en cada uno de los tomos de la colección Bolivia, su historia del cual se desprende este trabajó.

 SIGLO XX

En este periodo histórico irrumpen nuevas formas de violencia: de la simple venganza se pasó a los campos de concentración. En el vocabulario político se introduce la palabra genocidio. Con cada incidente las formas de violencia y tortura se fueron refinando incluso en sentido tecnológico; el enemigo "es excluido de la comunidad humana y calificado como peligroso, y entonces pasa a ser lícito el liquidarle" (Bilder, 2011: 3-4).

Del concepto de matar en acción guerra, se pasó al de suprimir indiscriminadamente al "enemigo" sin importar si es combatiente o no. Así, durante el siglo XX los Estados latinoamericanos pasaron a tener el pleno monopolio de la coacción (violencia, dominio territorial, justicia y tributación) como forma de mantener el orden y la estabilidad nacional (Trejós, 2013), además de haber servido -en el caso de Bolivia- para impulsar el proceso hacia la inclusión e institucionalización democrática (Cajías, 2015a: 21).

Si bien el republicanismo encarnado en Bautista Saavedra buscó incorporar a sectores populares a la vida política, esto no impidió que en 1923 la protesta de mineros de Uncía, por cuestiones de reivindicación salarial y de trabajó, fuera violentamente reprimida. En 1927 el gobierno de Hernando Siles Reyes tuvo que enfrentar un levantamiento indígena en Chayanta (norte de Potosi), en el cual convergieron una serie de motivaciones como la lucha legal por parte de las comunidades en contra del avance de las haciendas y el juego político entre la naciente izquierda y la vieja política conservadora que se aplicaba en el país. Al final, el levantamiento de Chayanta fue duramente reprimido por el ejército (Platt, 1982), aunque luego el gobierno de Siles Reyes indultó a todos los implicados en la revuelta.

En la Guerra del Chaco (1932-1935), los actos de violencia criminal se justificaron a partir de la "venganza patriótica" y el honor. El cerco de Boquerón (septiembre de 1932) significó el inicio de la guerra. Durante 29 días un contingente de 500 soldados bolivianos combatieron en contra de 9.000 paraguayos. Este suceso mostró la crueldad y los extremos de la resistencia de los combatientes: la sed, el hambre y el cansancio marcaron cada una de las jornadas de combate. Para el 10 de septiembre: "hay por lo menos unos mil quinientos cadáveres [paraguayos] que cubren [...] las proximidades de las trincheras bolivianas" (Arzabe, 1961: 30). Experiencias de este tipo y otras marcaron a los combatientes, a tal punto que cuando retornaron a sus hogares, el recuerdo de lo vivido, sumado a las heridas físicas y los traumas psíquicos ocasionaron otro tipo de violencia: la familiar en contra de hijos y esposas, además de una elevada tasa de suicidios, alcoholismo y criminalidad.

En 1942, otro momento de las luchas sociales se produjo en filas mineras, cuando a consecuencia de reivindicaciones salariales, estalló una huelga general en la empresa minera Catavi-Siglo XX. De inmediato el gobierno de Enrique Peñaranda decidió militarizar las minas. El conflicto se prolongó hasta el 21 de diciembre, cuando las tropas militares dispararon contra un grupo de mujeres que buscaban abastecerse en Catavi (Seoane, 2015: 106-107), dando paso a una escalada de persecuciones contra los dirigentes mineros, dirigentes políticos disidentes como los del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), quienes junto a la logia "Razón de Patria" aprovecharon las repercusiones de la masacre en Catavi para deslegitimar el gobierno de Peñaranda y tomar el poder a la cabeza de Gualberto Villarroel.

Si bien este nuevo gobierno se caracterizó por ser de corte "popular" no se libró de ejercer violencia en contra de sus adversarios políticos. Un ejemplo de esto fue la famosa masacre de Chuspipata (1944) en los Yungas de La Paz, donde luego de un fallido golpe de Estado y tras haber sido arrestados varios disidentes políticos, estos fueron conducidos hacia el camino de los Yungas, donde los fusilaron y lanzaron al barranco.

Fueron estos hechos los que sumados aprovecharon los rivales políticos del régimen, para provocar el derrocamiento y muerte de Gualberto Villarroel el 21 dejulio de 1946, quien fue ultimado a balazos en el propio Palacio de Gobierno, arrojado por una ventana a la calle donde la multitud encolerizada lo esperaba para ultrajar y vejar su cuerpo, como le había sucedido a Yañez en 1861. Acto seguido Villarroel fue arrastrado y colgado en uno de los faroles de la plaza Murillo junto a sus colaboradores Uría, Ballivián e Hinojosa (Alcázar, 1956: 190-191).

Durante el denominado sexenio (1946-1952), la persecución política, la tortura y el confinamiento en contra del enemigo político se mantuvo. A la violencia estatal, el MNR apeló a la acción armada materializada en la "guerra civil" de 1949, insurrección que tardó tres meses en ser sofocada. Un nuevo intentó, pero esta vez victorioso, fue la Revolución del 9 de abril de 1952, la cual "al derrotar al ejército abrió un momento de clara disponibilidad del poder" (Cajías, 2015b: 27), que aprovechó el MNR -entre 1952 y 1964- para gobernar el país, tiempo en el que implemento una política de violencia estatal no solo en contra de sus virtuales enemigos sino también en contra de aquellos que habían iniciado luchas internas. Entre los opositores políticos más fuertes del MNR durante estos años se encontró Falange Socialista Boliviana, cuyos miembros fueron perseguidos, apresados y enviados a campos de concentración, y sufrieron humillaciones, torturas y en algunos casos la muerte (Cajías, 2015b: 37, 75).

La espiral de violencia estatal se acentuó con la Doctrina de Seguridad Nacional practicada por los gobiernos de facto que sucedió entre 1964 y 1982, actuando contra la izquierda y el movimiento sindical radicalizado. Así, se dio origen a un periodo de dura represión que recurrió a la desaparición forzada a partir de la muerte por tortura ó porque a los detenidos en los campos de confinamiento se les aplicó la "ley de fuga", como modo de deshacerse de los "indeseables" para el gobierno.

Cómo forma de contrarrestar los regímenes de facto, durante estos años surgieron dos intentos guerrilleros en el país. El primero en el sudeste de Bolivia, en la región fronteriza entre Santa Cruz y Chuquisaca, mismo que fue comandado por Ernesto "Che" Guevara y que durante 1967 y bajó el nombre de Ejército de Liberación Nacional (ELN) combatió en contra del Ejército boliviano, siendo desactivada momentáneamente con la captura y ejecución de su comandante, en octubre de ese mismo año. Posteriormente, en 1970, durante el gobierno de Alfredo Ovando Candia, el ELN reorganizado implemento un nuevo episodio guerrillero esta vez en el sector de los Yungas paceños, en la región de Teoponte, misma que careció de estrategia y fue mal concebida militar y políticamente, hecho que hizo fracasar el movimiento, siendo apresados sus integrantes y ejecutados sumariamente por el Ejército boliviano (Rodríguez, 2006).

Finalmente, durante el gobierno de Hugo Banzer Suarez, el capituló de la violencia estatal se internacionalizó con el denominado Plan Cóndor, estructurado para unir a las fuerzas represoras de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile y Bolivia, con el objetivo de borrar la disidencia, el vestigio del poder y las simpatías que los movimientos guerrilleros sudamericanos habían alcanzado. La represión fue indiscriminada: hombres, mujeres y niños fueron torturados, exiliados, asesinados y desaparecidos sistemáticamente. Sin embargo, los niveles de violencia que se aplicaron en Bolivia no alcanzaron los del resto del continente y dejaron hondas huellas que están presentes hoy, sobre todo por la impunidad en que quedaron muchos de los crímenes cometidos por los Estados represores.

Foto: La Paz , aprox. Mediados de la segunda década del siglo XX.
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// Historias de Bolivia.

LOS FRANCO TIRADORES, LOS VENGADORES DE ANTOFAGASTA


Por: Gustavo Rodríguez Ostria.

Cuando Chile tomó los puertos bolivianos de Antofagasta, Mejillones, Tocopilla y Cobija y luego Calama, gran parte de la población boliviana escapó y buscó refugio en Arica, Tacna e incluso Potosí.  A principios de mayo de 1879, el mando boliviano decidió organizar en Tacna el “Escuadrón Franco Tiradores Vanguardia de Antofagasta”, integrado en su mayor parte por funcionarios, profesionales y habitantes del litoral ocupado.  Miguel Birbuet España, que vivía en Cobija y perteneció a esta unidad, escribió en sus “Recuerdos de la campaña de 1879, que estaba integrado de voluntarios ”abogados esclarecidos, jóvenes inteligentes, jefe y oficiales sueltos”, organizados en dos compañías, al mando del coronel  Napoleón Tejada, oriundo de Cochabamba y hasta febrero de 1879 presidente de la Junta Municipal de Mejillones. Tejada será padre de Luis Tejada Sorzano, presidente de Bolivia entre diciembre de 1934 y mayo de 1936.

Luego de los ejercicios de rigor, en verdad marchas, el Escuadrón, quizá un centenar de hombres, fue embarcado el 23 de mayo en la nave peruana “Chalaco”. Antes de partir les entregaron fusiles Martini y Spencer, ambos usaban cartuchos, lo que era una novedad frente a los antiguos que se cargaban por el caño. Fueron las primeras armas que tuvieron en sus manos. Tras dos días de viaje, llegaron a Iquique, cercado por la marina chilena y bombardeada esporádicamente por ella. Tratándose de tropa con orígenes sociales en la clase alta y media criolla fueron bien recibidos por la sociedad del puerto. Participaban por tanto en primera fila de sus fiestas mundanas y celebraciones patrióticas. A principios de junio se les unió la tercera compañía, entre 15 y 25 hombres, procedentes de Potosí, y voluntarios tras combatir en Calama.

Al finalizar el mes de julio, dentro de la estrategia de establecer tropas bolivians en territorio peruano para contener una posible ofensiva chilena, medio centenar de soldados y oficiales del Escuadrón fueron desplazados a la quebrada de Huatacondo. Del quechua “donde el cóndor tiene su nido”, a unos 230 kilómetros del sudeste de Iquique, era un desolado y pequeñísimo pueblo de unas 30 casas, entonces peruano y hoy chileno. El 12 de agosto partió el resto. Primero en tren y luego caminado por el inclemente desierto de Tarapacá, ardiente en el día y frígido en la noche, arribaron a las 18 horas de día 17. Huatacondo era(es) un oasis en medio de la arena, con cultivos de perales, membrillos e higueras, trigo y maíz, con una buena dotación de agua. Al principio subsistieron con sus frutos y a base de carne flaca de llama, pero luego recibieron el socorro de arroz y bueyes. Lo sorprendente del caso, es que arribaron unos “aventureros” italianos y españoles que instalaron un pequeño hotel y dos tiendas de mercancías y víveres, donde se podía adquirir vino, cerveza extrajera y pisco. En octubre la abúlica pero tensa vida de “sepultados en estas tristes soledades” se rompió con una pequeña escaramuza con los chilenos cerca del volcán Miño. Las bajas chilenas no pudieron ser establecidas pero los “Franco Tiradores” perdieron al cabo Isaías Badani, luego enterrado en la iglesia del poblado. Se sumaría así a la larga lista de integrantes del Ejército de Bolivia, que morirían en suelo peruano. La toma de Pisagua el 2 de noviembre y la certeza que Chile iniciaría su ataque en el territorio de Tarapacá, hizo que el Escuadrón recibiera la orden de trasladarse para unirse a las tropas bolivianas y peruanas que buscaban concentrarse. Cruzando el desierto en sus cabalgaduras, el 19 de ese mes, estuvieron en el extraño desenlace de la escaramuza de San Francisco y luego se retiraron dispersos junto a la tropa boliviana, la gran mayoría hacia su país. Tras múltiples peripecias y varios días de viaje, Birbuet llegó a Tacna, cuartel del ejército boliviano. Allí se encontró con varios de sus compañeros de armas, que se integraron a otros cuerpos y batallones. Los “Franco Tiradores” fueron disueltos. Birbuet, aduciendo que desconfiaba de los jefes de la campaña decidió irse a La Paz, donde llegó el 30 de diciembre de 1879.

(Dibujo de Manuel E. Huatuco C.)

IGNACIA ZEBALLOS TABORGA LA VOLUNTAD AL SERVICIO DE LA NACIÓN “MADRE DEL SOLDADO BOLIVIANO”


Por Oscar Córdova Sánchez / Nota tomada de https://curiosidadesdebolivia.blogspot.com/

Pasaron once años desde la fundación de la República, 1836, todavía quedaban muchos problemas por resolver; aún no había la conexión de Oriente y Occidente. Andrés de Santa Cruz empezaba un proyecto que uniría dos naciones, Bolivia con el Perú. Las ambiciones personales se hacían frecuentes y los motines e insurrecciones se paralizaban por la lucha que el Mariscal de Zepita dio tanto dentro del país como fuera. 
En ese año, en el mes de junio, doña Antonia Taborga esperaba una hija de su esposo Pedro Zeballos. Tanto fue la expectativa de Pedro que fuera varón, pues siendo varón tendría más privilegios ciudadanos; pero el destino hizo mejor las cosas para la pareja, naciendo un 27 de junio, una bella niña que dieron el nombre de Ignacia, hermana de Daniel y Matilde. El lugar donde nació era la Enconada, un lugar dedicado al trabajo agrícola. 
Este era un pequeño pueblo en el oriente boliviano, se dice que en realidad se llamaba la Rinconada, pero la pronunciación constante de retirar las dos letras y cambiarlas por la vocal "e", hicieron que tome el nombre de Enconada. En 1919 se cambió el nombre a Warnes, en honor a Ignacio Warnes quien fue gobernador de la Republiqueta de Santa Cruz de la Sierra.

Ignacia Zeballos Taborga en su etapa de niñez fue formando su carácter cada vez más aventurero, apasionado y sagaz. Fue una persona convencida de que su país debía progresar y recibir un apoyo de su gente para su desarrollo. Pero el amor le atrapó con total entrega de sus sentimientos a su futuro esposo. La vida no fue buena con ella, no supo dominar la depresión en la que cayó después de que su amado esposo falleció. Las lágrimas y llantos en nada servían. Nuevamente las amarguras de la vida le acompañaron estando en la ciudad de La Paz, cuando perdió a su segundo esposo: teniente Blanco.
La gran autoestima que generó para salir del abismo en el que estaba sumida y elevar su confianza en sí misma, hizo que emprendiera a nuevos retos, era los años posteriores a Melgarejo y su desastre como gobernante nos dejaba una herencia anárquica; Ignacia sabía de la situación que se vivía en el país, así que fusionó su valor patriótico con su valor civil y viajó a la ciudad de La Paz, dejando a sus padres y hermanos en la pacífica y tranquila comunidad de la Enconada. 
Al llegar al valle de Chuquiago no vio más que una masa de gente anárquica y llena de envidia llena de un cúmulo de ambiciones personales por el poder del país. Ella no tenía parientes en la ciudad, entonces buscó un trabajo urgente para subsistir y encontró el oficio de costurera. Observar constantemente las luchas civiles y motines militares le pareció muy raro, ya que en tierra de dónde venía todo era paz y tranquilidad. A ella se unió una causa patriótica primero y un acto revolucionario después. Fue entonces que se unió a las fuerzas que intentaron derrocar al gobierno de Tomás Frías en marzo de 1875. El objetivo: la quema del Palacio de Gobierno. Dicho y hecho, fue que al mando de Resini atacaron con un grupo de personas lanzando piedras, palos y antorchas hacia el palacio de Gobierno, resguardado sólo por un grupo liderado por Mariano Baptista Caserta. Ignacia fue parte de una primera insurrección popular, esto fue un cambio en su percepción del país, viendo que su sustento económico no era suficiente después de algunos meses regresó a la Enconada.
Pasado algunos años, Ignacia desarrolló una capacidad de independencia soberbia y dinámica. Trasladándose a diferentes lugares para conocer y seguir el cauce del destino de la patria, incluso llegando a tener su propia pulpería en el departamento del Litoral. Estando de vuelta en Santa Cruz, se enteró del conflicto que se hacía inminente con Chile, a partir de un comunicado del Ministerio de Gobierno con fecha del 3 de marzo de 1879. 
Ella se dirigió a las letras mayúsculas que había en dicho comunicado y al leer la palabra "Urgente" sabía que su país estaba en peligro. Habían pasado más de dos semanas desde que tropas chilenas habían invadido el puerto de Antofagasta, llegando en pocos días a los poblados de Mejillones y Caracoles. El departamento del Litoral estaba en peligro de ser anexado a Chile. 
Tardando en llegar 14 días el comunicado al oriente boliviano, el mandado de urgencia incluía y pedía el acopio de armamento y municiones. Ignacia con una lágrima cayendo de su ojo derecho y empuñando su mano derecha prometió ayudar a su país con valentía y voluntad; se despidió de su familia y marchándose a lomo de un caballo se unió a los "Rifleros del Oriente", que se dirigían a la ciudad de La Paz, haciendo caso omiso al llamado que mencionaba que NO participen en el conflicto ciudadanos cruceños y benianos, esto por el transporte hasta las cumbres del sudoeste del país y por el gasto que se realizaría tan largo viaje de miles de kilómetros.
Llegando de vuelta a la ciudad de La Paz, se acordó de su difunto esposo paceño, teniente Blanco, que había conocido y vivido algunos años con él. Le trajo algunas memorias y melancólicos momentos vividos con su esposo. Esto fue muy importante en la decisión de continuar a tierras desconocidas, ya que se enlisto en el Batallón "Colorados", pero llevando el uniforme de su difunto esposo. Con el Batallón partieron rumbo a Tacna. La muchedumbre paceña al despedirlos gritó el nombre de Ignacia y aplaudieron el gesto humanitario de esta mujer valiente unida a la causa patriótica. 
La convicción que le llevó a este viaje fue de incertidumbre por lo que iba a pasar, saliendo el 16 de abril de La Paz y llegando el 30 de abril de 1879. Llegando a tierras peruanas se incorporaba al ejército boliviano, Ignacia fue parte del servicio de enfermería en las "ambulancias" del Ejército Boliviano, que a principios de mayo de ese año el general Hilarión Daza ordenó la creación de "ambulancias" en todo el país. El director de la Ambulancia Boliviana fue el médico Zenón Dalence que prestó sus servicios en la Guerra del Pacífico como Cirujano Mayor del Ejército. Es entonces que Ignacia participa en las excursiones a Ite y Moquegua en el sur de Perú. 
El 26 de mayo de 1880, en la Batalla del Alto de la Alianza fue devastador para Ignacia, viendo muertos y heridos tendidos en el suelo, y recordando esos sucesos mencionaba su experiencia del drama que se vivió aquel momento: "Al día siguiente me dirigí al lugar donde fue la batalla, llevando carne, pan y cuatro cargas de agua, acompañada de dos sanitarios; al pasar por ese lugar y al ver mortandad tan inmensa se partió mi corazón y lloró sangre...". Era una derrota personal, nacional y moral.
Pasada la retirada de Camarones y retrocediendo hasta Arica, se tiene en conocimiento el informe de la enfermera Ignacia Zeballos portando un brazalete de la Cruz Roja, la primera boliviana en portar dicho brazalete, y prestando servicios en las ambulancias del Ejército Boliviano. En relación a quien fue la primera enfermera boliviana en la guerra, es importante señalar que algunos documentos indican que Andrea Bilbao Rioja fue la primera enfermera voluntaria. Esto se debe a que su padre se adhirió al Ejército, tanto fue el amor de la hija al padre, que Andrea marchó con él, a sus 15 años.

"Puesta a órdenes del Gral. Daza me señala todos los cuarteles para que ejerza el papel de enfermera al que voluntariamente me había sometido. El Gral. Pérez (Juan José) me expresa que era necesario llevar la insignia de la Cruz Roja para ser admitida".
Durante algunas batallas siguió socorriendo con valentía y tenacidad a los soldados heridos, junto con las rabonas, madres o esposas de los soldados que acompañaban para darles comida o ropa, y que estas habían sido muy importantes en las batallas de Pisagua, San Francisco, Iquique y Tarapacá donde varios de los heridos fueron atendidos por estas mujeres valientes. 

Ignacia había enfrentado la realidad, aquella que pocos la conocen y que nadie desearía estar allí, su carácter cambió rotundamente y aumentó su simpatía y humanismo por ayudar a los demás.
Posteriormente el Ejército de Bolivia decide retirarse del conflicto y deja al Perú sólo con una guerra que sostuvo hasta 1884. 
En el gobierno al mando del nuevo mandatario el Gral. Narciso Campero reunido en la Convención Nacional de 1880, da a conocer la condecoración a héroes y heroínas que salieron del conflicto. En la Convención Nacional Ignacia recibe la declaratoria de "Heroína Benemérita de la Patria" con el título de "Coronela de Sanidad", por sus labores heroicas al servicio de la patria durante el conflicto bélico con Chile. Ignacia miraba al cielo y agradecía a Dios por haber dado su vida por la patria. Una mujer digna de reconocimiento ganándose no sólo esos honrosos títulos, sino que se ganaba el respeto de todo un país.
Pasada esta situación Ignacia se quedó a vivir en La Paz y apoyó en acciones conjuntas con servicios humanitarios, además que pudo sobrevivir gracias a la pensión vitalicia que recibía por parte del Gobierno. 
En el siglo XX, el cambio político cambió y el liberalismo estaba en el poder como máximo representante tenía al Gral. Ismael Montes siendo presidente de la República. 
Ignacia con una lucidez admirable dice adiós a este mundo a los 73 años. Falleció el 5 de septiembre de 1904, la población no se olvidó de ella y le dio una despedida rindiendo los mejores honores que se merecía esta mujer cruceña. Siendo enterrada la Coronela Zeballos en el Panteón de los Nobles de la ciudad de La Paz. 
Pasados los años, en 1948 el presidente y médico Enrique Hertzog decreta a la Escuela Nacional de Enfermeras con el nombre de Ignacia Zeballos. 
La tierra que le vio nacer esperó hasta 1982 sus restos de la heroína boliviana, siendo trasladados en una urna a la ciudad de Warnes, antes llamada Enconada, donde el Ejército Boliviano la declaró “MADRE DEL SOLDADO BOLIVIANO”. 
Un honor para esta mujer que enfrentó a los invasores con rectitud, firmeza y lealtad. Ella descansa en el panteón de los grandes personajes de nuestra historia. 
Símbolo de inspiración y fórmula para observar que la simpatía y el humanismo priman por sobre toda ideología.

Bibliografía consultada
Estenssoro, R. y Cantuta, A. (2007). Historia de la Cruz Roja Boliviana. La Paz, Bolivia: Editorial Quatro Hnos.
Zubieta, F. (2008). Ignacia Zeballos Taborga: Madre del Soldado Boliviano. https://www.diremar.gob.bo.

EL DERROCAMIENTO DE JOSÉ GUTIÉRREZ GUERRA SE CONSOLIDÓ CON EL ASESINATO DE JUSTO PASTOR CUSICANQUI


Ricardo Sanjinés Ávila - Periodista.

Está harta la ciudadanía con los liberales, 20 años ya y se resisten a dejar el poder. Gobernaron con Pando, Montes, Villazón y de nuevo Montes, pero el régimen es un cascarón sin contenido que aguanta sólo por la decisión de Justo Pastor Cusicanqui, el Tigre, intendente de la Policía, valiente y desalmado contra la oposición republicana. El cadáver del expresidente Pando en el fondo de un barranco en el Kenko enturbia el escenario político con la versión de un asesinato.

Cada mañana, el presidente José Gutiérrez Guerra, enfundado en un chal de vicuña, va de su residencia en Obrajes al Palacio en un Overland descapotado. Lo aguardan los informes del Tigre, soluciona problemas de la gente repartiendo dinero de su bolsillo y ocupa el resto del día bebiendo whisky y leyendo el Times de Londres. Acaricia la idea de que la restitución de territorios franceses por Alemania, luego de la I Guerra Mundial, podría replicarse en la Liga de las Naciones respecto a Chile y Bolivia, pero el país vecino responde armándose,  complicando la vida del mandatario. 

El ambiente es favorable a Bautista Saavedra, quien arma un golpe, aunque sus pasos son seguidos por los agentes del Tigre. El abogado Hernando Siles secunda la conjura.

El presidente levanta la reserva para la exploración petrolera concediendo un millón de hectáreas a la firma Richmond Levering, saliendo al frente el combativo senador católico Abel Iturralde, enemigo de masones y liberales. Redoblan los ataques: “¡mueran los asesinos de Pando!”, “¡gobierno vendido a los yanquis!”. Los periódicos opositores son atacados por turbamultas, los obreros refuerzan la oposición, los militares observan a distancia. Patiño estimula a los subversivos. Saavedra se reúne con civiles y militares burlando la vigilancia policial.  

La revolución estalla el domingo 11 de julio. Santo y seña: “Rojo”. A las 9 de la noche, vestido de etiqueta, sale Saavedra de su casa (frente al Palacio de Justicia) y camina hasta el Teatro Princesa para una noche de ópera. Al mando del coronel Andrés Valle, los golpistas se reúnen en una casa de La Alameda (hoy El Prado). En Oruro, el doctor  Hernado Siles asiste a un circo chileno. 

A las 23 termina la función en el teatro y Saavedra acompañado de amigos se dirige al Club de La Paz para prolongar la noche jugando trecillo. Cuatro militares salen de La Alameda y se desplazan al 5to. de Infantería (Cuartel de Miraflores). Ingresan al patio, despiertan a la tropa y la sacan para tomar la Intendencia de Guerra, donde reparten fusiles. 

En la pampa orureña, Siles junto a civiles y militares, soporta el frío esperando la seña de que La Paz ha caído, paso previo para tomar el Regimiento Loa. El reloj del Legislativo da las 3. Los golpistas toman el cuartel policial de la calle Loayza.  

Pero, ¿dónde está Justo Pastor Cusicanqui? Una tigresa le tendió una celada y están pasando la noche en una habitación del Hotel Renania en Churubamba. 

(Golpes en la puerta) - ¿Quién es?, ruge el Tigre.

- Mensaje del ministro, contesta una voz.

Cusicanqui se despabila, su instinto le advierte que hay peligro, se pone los pantalones y coge su vieja Colt. Corre el pestillo mientras rastrilla su arma, hace un disparo, pero siete balazos impactan su abdomen y cabeza arrojándolo contra una pared ensangrentado, mientras la mujer sale del escenario sin mirar atrás. “El Tigre ha muerto”. 

La noticia llega al Club de La Paz, donde Saavedra con una copa de cognac en la mano, aguarda el desenlace. Sólo falta la ocupación del Palacio y allá se dirige, Mauser al hombro, recibiendo el abrazo de su amigo, el coronel Valle. La revolución ha triunfado en La Paz. En Oruro, Siles y los suyos tomaron el Loa, luego la Prefectura. A las 6 de la mañana se escuchan tiros, pero es el entusiasmo de los revolucionarios que beben cerveza. El presidente se envuelve en el chal de vicuña y aborda por última vez el Overland para dirigirse a la legación norteamericana (Landaeta esquina Plaza del Estudiante) donde solicita asilo.

Al medio día del 12, caravanas de revolucionarios exhiben escopetas de caza testimoniando su adhesión al caudillo del momento. Un enviado de Saavedra escoltado por militares, se encara con el embajador de EEUU en la puerta de la sede diplomática e insiste en hablar urgentemente con el asilado, pues de su renuncia depende que no corra sangre en Bolivia. El embajador Samuel Magginis cede el paso al abogado Max Bustillos, quien lleva el pliego dimisionario, epílogo del golpe. Sale Gutiérrez Guerra y con imperturbable elegancia extiende la mano a ambos. 

- Señores, ¿a qué debo el honor de esta visita?

- Señor presidente, habiendo estallado en toda la república el movimiento revolucionario, acatando la voluntad soberana del pueblo y del Ejército, en homenaje a la paz pública vengo a requerirle que firme el pliego de dimisión que se encuentra redactado ya.

El presidente lee y rechaza el texto con británico aplomo. 

- No puedo firmar este documento.

-  Señor, es imprescindible que lo firme. ¿En qué no está conforme?

- No me agrada la forma. 

- Nada más sencillo. Sírvase especificar lo que desee, sin variar el fondo. 

Sin más que oponer, el presidente realiza su última acción como tal. Acercándose al escritorio, redacta de corrido y suscribe el texto: 

“En vista del movimiento político que alteró el orden constitucional, formulo dimisión del cargo de Presidente de la Nación que me fue confiado por el pueblo. José Gutiérrez Guerra”. 

Seguido de fieles católicos y artesanos, el senador Abel Iturralde se dirige a un inmueble de la calle Castro y destruyen el mobiliario, patean calaveras, queman cortinajes, se llevan mandiles y espadas, salvándose de las llamas sólo el sillón presidencial que donó Ismael Montes para que lo ocupe el Serenísimo Gran Maestro. Las nuevas autoridades ilegalizan la Orden Masónica. 

Gutiérrez Guerra salió al exilio empobrecido al haber dilapidado su fortuna. Malvivió diez años en Chile olvidado de su esposa y de sus falsos correligionarios. Como es tradición en la política boliviana, nadie le tendió la mano.

Este artículo fue publicado en Página Siete de La Paz, el 26 de julio de 2020. / Disponible en: https://www.paginasiete.bo/ideas/2020/7/24/basto-matar-al-tigre-262241.html

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Foto: José Gutiérrez Guerra.

// Historias de Bolivia.

LA RAZÓN, 26 DE JULIO DE 1932


—Publicación del martes 26 de julio de 1932—
— “En la plaza Venezuela, cuya cantidad escapa a un cálculo exacto se llevó a efecto una misa de campaña. La ceremonia fue impresionante, el padre Luis Tapia vestido con uniforme militar celebró la misa ante la multitud de personas que se reunieron en el lugar. Todos los espíritus pidieron por la patria, por su triunfo, por su buena suerte...”

MILITAR FRUSTRA UN ASALTO Y ES CONDECORADO


El año 1967 el presidente de la República, Gral. René Barrientos Ortuño condecoró al Cap. Art. Leovigildo Orellana por haber frustrado un asalto en la ciudad de Cochabamba, se capturó al delincuente y se lo llevó al calabozo de una Unidad Militar; el delincuente fue "castigado" y permaneció 2 días en ese recinto, posteriormente se lo derivó a la policía, donde habría sido liberado 3 horas después. 
 
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LA AZAROSA VIDA DE ROBERTO HINOJOSA Y SU TRÁGICA MUERTE JUNTO A VILLARROEL

 

Por: María Teresa Zegada / artículo publicado en Página Siete de La Paz, el 10 de noviembre de 2016.

El recorrido por la vida de ciertos personajes de la historia, usualmente  borrados por los grandes acontecimientos políticos y sociales, nos remite a escenarios  insospechados que existieron en el país, protagonizados  de manera magistral por dichos actores. Nos referimos a la vida de Roberto Hinojosa, un joven intelectual revolucionario, cochabambino, que durante  las décadas de los 30 y 40 del siglo pasado tuvo una intensa actividad política dentro y fuera de Bolivia, en sus largos exilios o misiones diplomáticas forzadas, en las que siempre destacaba porque no negociaba sus ideas radicales y las instalaba sin contemplaciones en cualquier escenario político o mediático, despertando la simpatía y acercamiento de autoridades relevantes, como el presidente Lázaro Cárdenas.

 Muy joven fue miembro de la Federación  de Estudiantes de Cochabamba, de la que surgieron grandes intelectuales de la izquierda radical boliviana. Intransigente y opositor a los gobiernos liberales de turno, fundó el Partido Socialista ‘Máximo’  y no dudaba en asumir acciones extremas. Quizá la más importante  fue la planificación de un asalto al poder con un grupo de exiliados bolivianos en Argentina, con los que preparó una sublevación armada con la justificación de evitar la guerra con Paraguay, argumentando que se trataba de una contienda bélica alentada por el poder político de turno para recuperar su legitimidad. 

Así,  en junio de 1930, proclamó la República Socialista de Bolivia Obrero - Campesina, tomó  por las armas el pueblo de Villazón, desde donde marcharían a La Paz, con un extenso y profundo programa de gobierno que conducía a Bolivia directamente  al socialismo, embanderando medidas como la nacionalización de las minas, ferrocarriles e industrias, la liquidación del latifundio y la sindicalización obligatoria, entre otras. Pero no logró seguidores y su iniciativa fue calificada como una aventura pequeño burguesa.

 Su figura  era muy conocida en la intelectualidad izquierdista latinoamericana porque estuvo permanentemente vinculado con el  acontecer político internacional, particularmente con México; al punto  que creó un partido homólogo al PRI, el Partido de la Revolución Boliviana, pero que no logró ningún impacto electoral. Con un gran talento y exquisitez  para escribir, publicó en diarios nacionales e internacionales, expresando su rebeldía y crítica social, radicalmente anticlerical, antimilitarista y antimperialista. 

 Otro momento impactante en su vida, años después, fue su cercanía con el presidente Gualberto Villarroel,  a quien apoyó incondicionalmente, defendiendo al Gobierno y proclamando sus ideas en boletines públicos, en la prensa y la radio. Esta vez con un tinte más nacionalista que comunista. Participó activamente en la organización del Congreso Indigenal de 1945, uno de los hechos más importantes del gobierno de Villarroel. 

 Estos personajes pasan por la historia de pronto, en el momento o en el lugar equivocado. Creativo, intrépido e irradiando una incansable energía, terminó sus días de manera trágica, como relata el texto de Andrey Schelchkov, que reconstruye y nos comparte episodios de su vida  durante la sublevación popular contra Villarroel,  en julio de 1946, cuando, después de haber disparado una ametralladora desde el Hotel París, trató de huir por los techos vecinos y fue asesinado, y arrastrado a la plaza Murillo, donde fue colgado en un farol, junto al entonces Presidente de Bolivia. 

// La autora es socióloga.
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// Historias de Bolivia.

TCNL. RAFAEL PABON CUEVAS - HOMENAJE A LOS 117 AÑOS DE SU NACIMIENTO


(Por  Ramiro Molina Alanes) 
 
El héroe nacional y As de la Aviación boliviana en la Guerra del Chaco, nació el 23 de julio de 1903 en Irupana, provincia Sud Yungas del departamento de La Paz. Fueron sus padres Dn. Luciano Pabón y Doña Carmen Cuevas.

Al concluir sus estudios secundarios en el American Institute de la ciudad de La Paz, se trasladó a los Estados Unidos para hacer realidad uno de sus mayores sueños: ser aviador.

Sus estudios de aviación los inició como mecánico en el Ejército Americano, siguiendo luego el ansiado curso de pilotaje y acrobacia aérea. Después de realizar memorables vuelos en el gran país del norte, que le dieron justo renombre, retornó a Bolivia en 1926, siendo incorporado a la Escuela Militar de Aviación de  El Alto con el grado de Teniente. 

Debido a sus temerarias acrobacias aéreas y su notable participación en los sucesos fratricidas de junio de 1930, se convirtió en el ídolo del pueblo. El 14 de mayo de 1931, a bordo de un avión “Scout” de 450 H.P., batió el récord sudamericano de altura al alcanzar los 10.500 metros s.n.m.

Cuando se produjo la Guerra del Chaco, el Cap. Rafael Pabón fue movilizado al teatro de operaciones con la escuadrilla de caza, donde habría  de tener una descollante y heroica actuación.

Las misiones de combate que cumplió Pabón son múltiples, en arriesgados vuelos de observación, bombardeo y ametrallamiento a las posiciones fortificadas y la retaguardia enemiga, mantuvo en constante jaque al adversario atacando columnas motorizadas, destruyendo aviones en sus mismas bases y obstaculizando toda maniobra táctica del Ejército paraguayo.

Su día de gloria fue el 4 de diciembre de 1932 cuando al mando de un avión Vickers "Scout", derriba sobre kilómetro Siete la aeronave paraguaya Potez 25 No. 6, tripulada por el Tte. Trifón Benítez y el Cap. Ramón Ávalos; esta hazaña es conocida y conmemorada como el primer combate aéreo en América.

El 18 de junio de 1934 consigue su segunda victoria aérea al abatir, después de una porfiada persecución, al escurridizo Fiat 23. El 26 del mismo mes, a la vista del Comando Supremo de nuestro Ejército y una comisión femenina que visitaba el Chaco, se lanzó a un desigual combate aéreo contra tres aviones paraguayos, con los cuales se batió heroicamente hasta que apareció otra aeronave boliviana pilotada por el Tte. Chacón, poniendo en precipitada fuga a la escuadrilla enemiga.

Pero, el 12 de agosto de 1934, después de conseguir su tercera victoria aérea, cae con su avión incendiado en Fortín Florida, muriendo el héroe del aire y su metrallista Sof. Mario Calvo. Como homenaje póstumo, fue ascendido al grado de Teniente Coronel y nominado "Héroe Máximo de la Aviación Nacional".

Para el combatiente boliviano, trasladado desde la gélida altipampa andina a la tórrida e infernal región del Chaco, las hazañas aéreas de Pabón constituían un escape, tal vez  ilusorio, para eludir el constante tormento de la sed, el hambre y las vicisitudes de una guerra donde los contrastes estratégicos minaban profundamente la moral de una tropa no habituada para combatir en la inhóspita selva.

Ilustración: Prof. Carlos Silvetti Iturri.

LOS ASESINATOS Y FUSILAMIENTOS DE OPOSITORES POLÍTICOS DURANTE EL GOBIERNO DE GUALBERTO VILLARROEL


¡Que tal amigos...! Hoy les traemos un par de cortos artículos bastante interesantes. ¿Como creen ustedes que fue el periodo de tiempo que gobernó Gualberto Villarroel? ¿Creen que fue bueno o malo?.
Pues no les tenemos la respuesta, pero les traemos un par de notas bastante interesantes, el primero es de Guadalupe Peres, y el segundo de Tomas Molina. ¡Disfrutenlo!

21 DE NOVIEMBRE DE 1944 

Por: Guadalupe Peres Cajías. 

¿Cuál fue la importancia de esa jornada en la historia nacional?
Primero, es preciso contextualizar. Gualberto Villarroel ha asumido la presidencia en Bolivia. Franz Tamayo es presidente de la Asamblea Nacional. Hay tensiones políticas, fruto de una guerra con el Paraguay, una matanza en Catavi, los debates sobre los precios de los minerales y el nuevo protagonismo de la clase obrera. Las ansias de poder proliferan. Están hambrientas. Mientras, Radepa vigila celosamente a los actores políticos que no comulguen con el oficialismo. Entonces, ocurre lo inevitable, la conspiración. 
Desde Oruro, un grupo de opositores fracasa en su intento por derrocar al gobierno de turno. Se decide imponerles la pena máxima, sin juicio y sin discreción. Es la noche del 19 de noviembre y luego de un viaje en camioneta, los condenados (Brito, Paccieri, Garrón y Loaiza) son asesinados cerca del pueblo de Challacollo. En otro destino lejano, Chuspipata, otros "conspiradores” corren la misma suerte (Calvo, Capriles, Salinas, Aramayo, Terrazas y Ramos). El Gobierno anuncia el 21 de noviembre de 1944 sobre estos fusilamientos, a través de una nota firmada por el mayor Jorge Eguino. La población está conmovida y la oposición aprovechará este sentimiento. 
Como afirma Roberto Querejazu (1977), "si la matanza de Catavi fue la bandera enarbolada del MNR y la Radepa en su revuelta contra Peñaranda, los ‘crímenes de Challacollo y Chuspipata’ se convirtieron en las del PIR y los partidos tradicionales para arrastrar a la opinión pública contra Villarroel”.  
Así, la primera (y más importante) consecuencia de las jornadas de noviembre habría sido el derrocamiento del presidente, dos años después. Y la caída de Villarroel significaría el inicio del sexenio (1946-1952), la antesala de un importante hito de la historia boliviana: la revolución nacional. 
Sin embargo, también hay otra secuela de noviembre de 1944, aquélla que se impregnó en la imagen de Tamayo. Hasta entonces, el multifacético autor había sido reconocido como un pensador destacable y un crítico a la tiranía. No obstante, su cargo político -durante el aniquilamiento de los mencionados opositores- ponía en duda aquella conceptualización. En consecuencia, en 1947, en el folleto "Tamayo rinde cuentas”, el paceño alegó la importancia de su rechazada Ley Capital, donde proponía la condena al tiranicidio. 
"Tamayo (…) mantuvo la convicción de que si se hubiese aplicado su proyecto, no se habrían entronizado más dictaduras ni gobiernos autoritarios y abusivos en Bolivia”, afirma Mariano Baptista Gumucio (1988). 
Pero la historia no siempre perdona. Por lo mismo, es probable que Tamayo tenga un mayor número de críticos como representante político que como intelectual. Y no es que tuviera pocos cuestionadores a su labor literaria y a sus reflexiones pedagógicas. Pero los eventos de 1944 trascendieron su imagen de actor público. Quizás por ello, el dramaturgo Percy Jiménez y el grupo Textos que Migran hayan escogido este punto de partida para hablar del personaje de los billetes de 200, del autor de Prometheida, del interlocutor de Arguedas. Y estoy convencida que fue una decisión novedosa, interesante y, sobre todo, interpeladora. Habrá que ver qué preguntas tiene usted, señor lector, al salir de la función.

(Fragmento de su artículo periodístico publicado en Página Siete)
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21 DE JULIO, COLGAMIENTO DE VILLARROEL 

Por: Tomas Molina Céspedes. / 21 de julio de 2017.

 Un día como hoy, 21 de julio de 1946, fue bárbaramente colgado de un farol en la Plaza Murillo el Presidente Gualberto Villarroel, por una horda salvaje que escribió una de las páginas más negras de nuestra historia. ¿Qué pasó? ¿Cuál la causa de tan desdichado suceso? No hay efecto sin causa. En algunos párrafos del libro “UNZAGA, HOMICIDIO O SUICIDIO”, señalamos lo siguiente:
 “… Hace apenas unos pocos años, más concretamente el 20 de diciembre de 1943, luego de una de tantas asonadas fracasadas que registra nuestra triste histórica política, el gobierno militar-civil del Mayor Gualberto Villarroel, del que formaba parte del MNR, dio la orden de fusilar en Oruro a cuatro de sus adversarios. Las víctimas eran militares y civiles: Los coroneles Fernando Garrón y Eduardo Paccieri y los ingenieros Humberto Loaiza y Miguel Brito. La orden se ejecutó  a las 6.30 de la mañana, en un páramo frío y oscuro cercano a Caracollo. Los preparativos de la vil ejecución tuvieron lugar a la luz de los potentes faroles de un automóvil y un camión en los que habían sido trasladados los inmolados y sus verdugos. 
 A Hrs. 20:00 del día anterior, el Prefecto de Oruro, Mayor Inocencio Valencia Valle, había hecho conocer al Ministro de Gobierno My. Alfonso Quinteros, que la plaza estaba en su poder y que había apresado a muchos revoltosos. Una hora después el Director General de Policías, Mayor Jorge Eguino, le transmitía la orden de FUSILAR inmediatamente a cuatro de los conspiradores. Ante orden tan brutal, creyendo que apaciguados los ánimos se la dejaría sin efecto, el Prefecto no se apresuró en cumplirla, causando la impaciencia e indignación de los jefes del gobierno. A Hrs. 05.45 el My. EGUINO por el teléfono le espetó al Prefecto Valencia por “tanta ceremonia, vacilación y máxima demora, discordante con las medidas  y criterio del gobierno”. Luego señaló amenazadoramente: “Lamento exteriorizar mi franca censura por espera de toda la noche de OFICIALES aquí presentes”. Lo que significa que todos los militares de este gobierno, a la cabeza de Gualberto Villarroel, sedientos de sangre no conciliaban el sueño en espera de las noticias de la ejección.
 Durante la travesía a Caracollo, en la oscuridad de la noche, los cuatro prisioneros se mantuvieron en absoluto silencio, tal vez creyendo que el viejo Ford de la policía los trasladaba al destierro. A ninguno se le pasó por la mente que en La Paz, a esas mismas horas, había gente desesperada que reclamaba por sus muertes… Mientras este acto de barbarie ocurría en Caracollo, a unos 300 kilómetros, en un lugar de La Paz camino a los Yungas, llamado Chuspipata, se ejecutaba con la misma sangre fría a otros cinco opositores al régimen. Ellos eran los senadores Luis Calvo y Félix Capriles, el general Demetrio Ramos y los ex – Ministros Rubén Terrazas y Carlos Salinas Aramayo. Eminentes hombres públicos cuya sangre se derramó inútilmente en un profundo barranco hoy conocido como el Abismo Maldito… Eran tiempos terribles en los que se fusilaba a senadores en ejercicio… Era tanta la soberbia y la impunidad con la que actuaba el gobierno de Villarroel, que al día siguiente todas las radios y la prensa, hacían conocer un lacónico comunicado firmado por el My. Jorge Eguino, que textualmente decía: “Hasta el momento han sido fusilados, por haber sido los principales dirigentes en el movimiento sedicioso, los siguientes: Gral. Demetrio Ramos, Cnl. Fernando Garrón, Cnl. Eduardo Paccieri, Sr. Humberto Loaiza Beltrán, Sr. Rubén Terrazas y Sr. Carlos Salinas Aramayo. El Cnl. Miguel Brito se suicidó en la población de Caquena, habiendo conseguido fugar el Gral. Ovidio Quiroga. Se encuentran detenidos en Charaña, para su traslado a esta ciudad, los Sres. Tcnl. Luis Olmos, My. Armando Pinto y Sr. Héctor Diez de Medina”.
 El comunicado nada decía sobre el fusilamiento de los senadores Capriles y Calvo… Estos crímenes y muchos otros abusos cometidos por el gobierno de Villarroel prendieron los motores de la despiadada maquinaria política, que dos años después escribiría una de las páginas más vergonzosas de nuestra historia, con el colgamiento del Presidente Villarroel y varios de sus principales colaboradores…”


Fotografía: En 1947 el periódico La Razón hizo un reporte sobre las víctimas de aquellas ejecuciones. 
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// Historias de Bolivia.

JOSÉ MARÍA ACHÁ Y LOS 59 PRESOS POLÍTICOS FUSILADOS EL 23 DE OCTUBRE DE 1861


Por: Tomas Molina Céspedes.

LA PEOR MASACRE OCURRIDA EN BOLIVIA

Fue un 23 de octubre de 1861 que ocurrió la peor masacre que registra nuestra historia. En la madrugada de ese día, en el Loreto, hoy Palacio Legislativo, un verdugo llamado Plácido Yañez, que tenía el grado de coronel y fungía como Comandante Militar de La Paz,  hizo fusilar en plena plaza pública a 59 presos políticos, entre los que se encontraban el ex Presidente Jorge Córdova y Francisco de Paula Belzu, hermano del ex Presidente Manuel Isidoro Belzu. La carnicería fue total, al día siguiente los coágulos de sangre en la plaza mayor se parecían a los de un matadero en plena faena. Gobernaba el país el Gral. José María de Achá, quien se encontraba ausente y lo más probable es que luego de dejar la orden, cobardemente abandonó la ciudad, para no ser señalado como autor intelectual de la masacre, porque ningún esbirro, por más desequilibrado que sea, mata a más de 50 ciudadanos sin la autorización respectiva de su amo. Esta es la página más sangrienta de nuestra triste historia política. Un mes después, concretamente el 23 de noviembre de 1861, Yañez y sus secuaces fueron muertos por el populacho de la misma o peor manera que los muertos del Loreto. Por entonces Bolivia vivía en permanente convulsión, signo de su historia turbulenta y trágica, que nunca más debe repetirse. (Recomiendo leer el libro: “PÁGINAS DE SANGRE”, del notable historiador Moisés Alcazar)

PAZ ESTENSSORO, EL CAMBIANTE


Por: Tomas Molina Céspedes.

REVOLUCIÓN DEL NUEVE DE ABRIL. 

“La figura de Víctor Paz Estenssoro, cuatro veces Presidente de la República, representa para el pueblo boliviano tanto la Revolución como la Contrarrevolución; abril de 1952 y agosto de 1985; la nacionalización y la privatización; la ESPERANZA y la FRUSTRACIÓN.
Paz Estenssoro, en el transcurso de su larga vida política nunca sostuvo ni defendió con fidelidad una misma ideología, siendo más bien su conducta contradictoria  y acomodaticia a cada circunstancia. Bajo la etiqueta de “nacionalista revolucionario” pasó de un extremo ideológico a otro, renegando o borrando en una Presidencia lo que hizo en otra. Cambiando en el presente lo que hizo en el ayer. Pasó sin sonrojarse ni dar explicaciones del nazismo que sustentaba en 1941 al filocomunismo de abril de 1952 y de éste al anticomunismo cerrado de 1964; luego apareció vestido de filofascista a lado de Banzer en 1971, para finalmente enarbolar e inaugurar el neoliberalismo en Bolivia con el Decreto 21060 en 1985. Esta política siempre cambiante, utilitarista y dubitativa causó mucho daño al país, que en manos de Paz Estenssoro se convirtió en un conejillo de indias, con el que experimentó cruel e irresponsablemente, hasta convertir a Bolivia en el país más pobre y desorganizado de Sur América, país mendigo y uno de los más atrasados del planeta…” ” Así comienza el capítulo referente a Paz Estenssoro del libro “TRIÁNGULO LETAL”, que señala las luces y las sombras de aquella revolución y de su jefe.

PATIÑO Y SU EXTRAÑA "BUENA SUERTE" DE AGOSTO


Por: José Antonio Loayza.

SIMÓN I. PATIÑO, Y SUS AGOREROS AGOSTOS…

Juguemos a los agoreros: Dice el Horóscopo numerológico que para los nacidos como Patiño, el 1 de junio de 1860, agosto es un mes extraordinario, de dominio, de habilidad, de capacidad, de positividad, y de ser magnéticos, extrovertidos y ambiciosos. Veamos si el Horóscopo de referencia, acierta con la trayectoria de su vida numérica y propósito de vida.

Cuando el español Juan del Valle abandonó la montaña de Llallagua, y vio que los rodados que encontró no era rica plata rosicler sino un polvo parduzco y vil llamado estaño, los lugareños llamaron a la montaña: Juan del Valle, y nadie la visitó hasta 1872.

En 1872, con los ojos teñidos por el ascua de un presagio, apareció un tal Honorato Blacutt, que después de descansar sobre una piedra algo húmeda se libró de morir con el corazón explotado. Bautizó a la mina con el nombre de LA SALVADORA. En 1875 la abandonó, y se fue por el camino de Juan del Valle, desilusionado y con las bolsas vacías. Un provinciano comentó que el Tío de la mina le preguntó al desventurado cuál era su nombre, y éste le dijo Honorato Blacutt… y en ese instante un derrumbe partió en dos la piedra dura de la galería y el minero entendió que no era el elegido, y con una actitud pasiva por no decir escurridiza, huyó del lugar y escuchó tras de él una risa audible pero no visible de un cuerpo casi vivo con aliento a fuego.

El turno le tocó a Miguel Olivares, quien pidió la pertenencia de Juan del Valle, que le fue concedida por sentencia el 10 DE AGOSTO DE 1894. Se posesionó de ella y después de trabajarla catorce meses, ganó una gran joroba por su mala postura en un paraje estrecho, y al no encontrar nada, la revendió por 80 bolivianos a su ayudante Sergio Oporto, quien empezó a trabajar con muy poca posibilidad de éxito.

Cuentan los que se anuncian como esclarecedores de lo oculto, que un día Sergio Oporto viajó a caballo desde la mina La Salvadora de Uncía, hasta la Casa Alemana Jermán Fricke & Cía. de Oruro. Allá esperó, agitado y de pie, el momento oportuno para conversar a solas con el ingenuo Simón Patiño, de quien creía era el más incauto de los empleados con el fin de convertirlo en su mejor confidente, y con quien habló antes y ambos coincidieron con inusual asombro que su mina estaba casualmente, ¡en la espalda de la mina de Pastor Sainz!, el dueño de Llallagua, el ricacho de moda. ¿Justo atrás de Sainz?, preguntó el modesto empleado después de llevarlo a Oporto tras las gradas con una sonrisa ensayada de cómplice, y con la intención de pedirle en voz baja que sea prudente y vuelva pronto con los títulos de propiedad, mientras lo regocijaba con algunas palmadas.

Oporto recordó cómo tuvo que convencerlo a Patiño usando ardides, preguntándole qué desearía, si un bolsón lleno de estaño o una bolsa vacía de dinero, y guiñándole el ojo le preguntó si conocía a alguna persona, a una sola, y no a diez mil para que participe de su suerte y tengan diez mil veces más para que juntos lo multipliquen por diez mil felicidades. Después de aficionarlo sutilmente y de divagar en voz baja sobre las virtudes de la mina, Patiño, con un tono ingenuo por haber sido elegido para esa venturosa misión, le dijo que aceptaba los peligros así resultaran inútiles, y se brindó a ayudar como un obrero más pero que se quedaría a trabajar para vender el estaño y para facilitarle avíos y adelantos. De ese modo el asunto terminó en una notaría y se formó el 26 DE AGOSTO DE 1895, la sociedad legal “Sociedad Patiño–Oporto”. Muy pronto Patiño sopesó la necesidad de trabajar solo, sin depender de nadie, y le hizo a Oporto una propuesta draculiana y draconiana:

Según el Estado de Cuentas del 26 de agosto de 1895 al 1º de agosto de 1897, los socios debían Bs. 8.449. Sumando las mercaderías y restando las habilitaciones, gastos judiciales y gastos de explotación, saldaba Bs. 4.584,72, menos el aporte de Bs. 4.000 de Patiño (que nunca puso), quedaba para Oporto Bs. 584,72. Patiño en un acto “humano”, le ofreció Bs. 1.000, si le ayudaba como Procurador de causas en los trámites pendientes, y una gratificación de Bs. 200 contra la entrega de las acciones que poseía Miguel Olivares, y el 10% que tenía en su poder Fricke. Oporto no se dio cuenta del engaño, incluso ya estando viejo, encorvado y sin sentidos, aún sumaba y restaba la rendición de cuentas que antes no pudo calcular, porque se aterró cuando recibió de sopetón el plazo urgente de 8 días que le dio Patiño para que abandone y le entregue la mina, el ingenio, la pulpería y todas las existencias de la extinguida sociedad, y el pávido Sergio Oporto, aceptó.

"En la ciudad de Oruro, a horas dos y media de la tarde del día 16 DE AGOSTO DE 1897: Ante mí el ciudadano Zacarías González, Notario y Actuario de Minas del Departamento con residencia fija en la capital y testigos que al final irán nombrados y suscritos, fueron presentes los señores Sergio Oporto, mayor de edad, soltero, minero, natural de Chayanta con precaria residencia en ésta, boliviano; y Don Simón I. Patiño, mayor de edad, casado, natural de Cochabamba, comerciante, también boliviano, ambas personas hábiles y capaces para ejercer sus derechos civiles, a quienes de conocerlos y de su capacidad para este otorgamiento, doy fe y dijo el primero, Señor Sergio Oporto, que como dueño de unas acciones mineras, disuelve la sociedad que tuvieron pactada con su consocio señor Simón I. Patiño y le transfiere a su vez a este Señor el grupo minero denominado La Salvadora, inclusive las acciones que tiene en el ingenio, con todos sus útiles y enseres respectivos que se hallan situados en el asiento minero de Uncía, provincia de Charcas, Cantón Chayanta, que transfiere en venta al señor Simón I. Patiño...”.

En agosto de 1894, se descubrió “La Salvadora”.

En agosto de 1895, se formó la “Sociedad Patiño-Oporto”.

En agosto de 1897, Patiño quedó como único dueño y formó la: "Empresa Minera La Salvadora, Simón I. Patiño, Uncía".

Dice finalmente su horóscopo, que deben realizarse rituales para atraer la fortuna. Y Patiño practicaba ritos, incluso con canciones y expresiones liricas. ¿Será por eso que en el mes de agosto, los mineros en todos los sectores de Bolivia, realizan sus costumbres dedicados a la Pachamama (madre tierra), y al "Tío de la mina" (deidad minera), pidiéndole suerte y vida?

TAPADOS Y MONEDAS

 


Por: Juan José Toro / Esta nota fue publicada en Página Siete, el 7 de septiembre de 2017.

El hallazgo de un tapado de monedas de oro en Colquechaca, capital de la provincia Chayanta de Potosí, no sólo sorprendió al país sino que hizo surgir dudas respecto al pasado de Bolivia y, de paso, de Argentina.

Las dudas se justifican debido a que nadie está obligado a conocer la historia en detalle. Incluso el presidente Evo Morales se confundió al ver símbolos que hoy son considerados argentinos y, por ello, llamó "monedas argentinas” a las piezas recuperadas por la Gobernación de Potosí.

Para empezar, es preciso decir que la palabra "tapado” aparece como "tesoro enterrado” en la novena acepción de esa palabra en el Diccionario de la Real Academia Española. El detalle es que tiene ese significado sólo en tres países, Argentina, Bolivia y Perú. 

Se incluyó ese significado debido a que, durante la Guerra de la Independencia, Potosí era el principal lugar de saqueo de los ejércitos, tanto realistas como patriotas. Tropas que ingresaban a la ciudad se dedicaban a saquear las casas en busca de los tesoros de los potosinos así que estos optaron por enterrarlos en sus patios o emparedarlos tras los gruesos muros de sus viviendas.

Muchas familias optaron por huir de la Villa Imperial y, al hacerlo, enterraron sus fortunas en las afueras con la esperanza de volver después. Algunos nunca más lo hicieron y es por eso que no se descarta la existencia de tapados en las afueras de Potosí.

Las monedas de Colquechaca estaban enterradas por otras razones. Existe constancia de que los ejércitos de Manuel Belgrano y Juan José Rondeau, que llegaron hasta la Villa Imperial, mandaron a acuñar monedas de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1813 y 1815, respectivamente.

Cuando los españoles recuperaron Potosí, ordenaron que esas monedas sean entregadas para volver a fundirlas con símbolos realistas pero muchos optaron por ocultarlas, enterrarlas… taparlas… Es lógico suponer que por eso se enterró una fortuna en monedas de plata en Colquechaca.

Las monedas recuperadas tienen la leyenda "Provincias del Río de la Plata”, un sol y otros símbolos patrios de Argentina pero también llevan los sellos de la Casa de Moneda de Potosí porque allí es donde fueron acuñadas. La explicación para eso es sencilla: entre 1810 y 1816 existió un Estado denominado Provincias Unidas del Río de la Plata que abarcó a los actuales países de Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Durante ese tiempo, estos cuatro países fueron uno solo pero no se utilizó el nombre del primero.

El nombre Argentina está vinculado a Potosí. Alejo García, sobreviviente de la expedición de Juan Díaz de Solís, supo que más al norte de donde llegó existía un lugar con abundante plata y marchó hacia allá. Así arribó hasta Potosí de donde se llevó muestras del codiciado metal pero, al volver al sur, fue muerto por los indios payaguás. Los sobrevivientes contaron lo que habían visto y así surgió la leyenda de la Sierra de Plata. Por ella, el Río de la Plata recibió ese nombre y Argentina empezó a llamarse así, primero poéticamente, y oficialmente mucho después.

Cuando el Virreinato del Río de la Plata declaró su independencia, el 25 de Mayo de 1810, la primera Junta de Gobierno, presidida por el potosino Cornelio Saavedra, le dio al territorio el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1816, el Congreso de Tucumán cambió el nombre a Provincias Unidas en Sudamérica.

Aunque antiguo, el nombre de Argentina comenzó a utilizarse oficialmente recién a partir de 1860 así que es incorrecto decir que las monedas halladas en Colquechaca eran argentinas. Podemos llamarlas rioplatenses o, mejor, monedas potosinas.

 

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