Por: Grecia A. Gonzales / Pagina Siete, 7 de agosto de 2021.
Cuando ya habían dejado de rugir los cañones en el Chaco,
Bolivia sufrió una crisis general. Una catarsis política sobrevino. El naciente
nacionalismo se enfrentó al viejo liberalismo. En medio de las dos fuerzas
surgió el Partido de Centro (PC) de Carlos Víctor Aramayo. En teoría fue
“independiente”, pero en la práctica representó al poder de la élite minera,
industrial e intelectual.
La Bolivia atrasada y colonizada de los años 30 fue
subyugada al dominio de los barones del estaño: Simón Iturri Patiño, Mauricio
Hochschild y Aramayo. Ellos eran los pilares que conservaban al país bajo una
economía de extrema dependencia.
De acuerdo a Guillermo Lora, en ¿Por qué la clase obrera no
tomó el poder en 1952?, Bolivia fue “una especie de hacienda de la gran minería”.
Polarización
En ese contexto, los efectos del crack (1929) y la Guerra
del Chaco (1932-1935) sumieron al país en una profunda crisis. El desenlace no
fue fatal. De las cenizas del conflicto se levantó un fortalecido movimiento
obrero, campesino y popular. Por su parte, los partidos políticos dieron un
viraje radical.
Liberales y nacionalistas, en esa coyuntura, no pudieron
compartir el mismo pedazo de cielo.
Dentro de ese proceso, se estructuraron al menos cinco
fórmulas políticas: el Partido Socialista (PS), el Partido Obrero
Revolucionario (POR), el Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR), la Falange
Socialista Boliviana (FSB) y el Partido Socialista Oriental (PSO).
Centralistas
Empero, la rosca minero-feudal –que, según Herbert Klein,
era “el grupo de políticos y abogados que administraban el Estado a favor de
los mineros y hacendados” y que representaba a los partidos tradicionales–
continuó acechando el poder.
No todo fue blanco y negro en el tablero de la política
boliviana. En mayo de 1936 surgió el Partido de Centro, organizado por una
élite política y dirigido por el empresario minero, exdiputado, exministro y
accionista mayoritario de La Razón, Carlos Víctor Aramayo (1889-1981), el
exdiplomático y “Rey de la Coca” José María Gamarra, y el exdiputado,
exministro, exdirector y periodista de El Diario Federico Gutiérrez Granier.
Sus principales adherentes fueron Carlos Diez de Medina,
Manuel Carrasco, Carlos Gustavo Otero, Arturo Pinto Escalier, Armando J. de
Urioste, Carlos Navarro, Emilio Villanueva, Ernesto Araníbar, Raúl Gutiérrez
Granier, Santiago Sologurem, Enrique Ackermann, Mariano Peró, César Grillo,
Luis Zalles, Guillermo Gutiérrez, Juan Luis Gutiérrez Granier, Carlos Larrieu,
Carlos Herrera y Carlos Larraburre, informó La Razón, el 8 de mayo de 1936.
Manifiesto
“Alejados de los partidos políticos militantes, extraños a
la lucha enconada de los grupos que se disputan el poder como suprema
aspiración individual y colectiva; sin vinculaciones ni compromisos interesados
con nadie; con el orgullo de haber llevado una vida de trabajo honrado e
independiente, nos hemos agrupado para dirigirnos a los hombres de buena
voluntad, a aquellos que anhelan y buscan nada más que el bienestar y la
prosperidad de la Patria (…)”, afirmó el Manifiesto del PC, publicado de forma
íntegra por La Razón.
“(…) No vivimos apegados al pasado, ni a las viejas
doctrinas; pero tampoco creemos que sea menester romper los antiguos moldes
para labrar la prosperidad de la Nación”, puntualizó.
En su plan de acción se trazaron al menos seis objetivos: 1)
Mejorar las condiciones de vida del obrero con la elevación de salarios; 2)
Regular el capital y el trabajo, en el marco de las leyes sociales impulsadas
por la Oficina Internacional del Trabajo (OIT); 3) Sanear la moneda nacional;
4) Culminar la obra de ferrocarriles y construir una red de carreteras; 5)
Impulsar la instrucción pública, y 6) Revisar el régimen impositivo.
Capitalismo
Carlos Diez de Medina, en entrevista con Última Hora,
detalló los fines últimos de esa organización: “Nos guía, pues, la tendencia
hacia una nueva política económica, dentro de la cual el dinero tenga una
función social en beneficio de la comunidad boliviana. Rompiendo los moldes
estratificados del individualismo (…) Un nuevo capitalismo, que lejos de
contribuir sólo a la formación de fortunas particulares, dará lugar,
simultáneamente, al desarrollo progresivo de la riqueza pública, fortaleciendo
al Estado y tendiendo a su total autonomía económica”.
Como primicia, Última Hora, el día 9, transcribió parte del
discurso que Federico Gutiérrez Granier, secretario general del PC, presentaría
en la estatal Radio Illimani:
“Los industriales, los comerciantes, los banqueros, los
intelectuales, los obreros, que se han colocado al margen de la política, que
constituyen fuerzas vivas, cívicamente inmovilizadas, es necesario y justo que
entren en juego, incorporándose y respaldando el movimiento político-económico
iniciado en esta ciudad y que cuenta ya con poderoso apoyo de la opinión
popular en todos los centros de la República”.
Reformista
Andrey Schelchkov, en Socialistas-militares: El laberinto
boliviano de la experimentación social (1936-1939), calificó al PC como “el
último reducto de las fuerzas conservadoras tradicionales”, que “representaba
el ala moderada de la oligarquía, dispuesta a emprender algunas reformas
políticas y sociales destinadas a preservar su poder total en el país”.
“La meta de los centristas era obligar a los partidos
tradicionales a olvidar sus viejas rencillas, uniéndose en un grupo partidario
de una coherente coalición de clase. Este sería el propósito de la élite minera
de 1936 a 1952, al tratar de reconstruir la antigua estabilidad por medio de
maniobras legales o extralegales”, añadió Herbert Klein en Historia General de
Bolivia. Mientras el Partido de Centro nacía a la vida pública, sobrevino una
rebelión popular que, al final, le benefició.
Rebelión
El 1 de mayo, El Diario informó que los empleados judiciales
de Cochabamba, organizados en sindicato, declararon huelga por falta de pago de
haberes.
Nueve días después, el Sindicato Gráfico anunció
movilizaciones. Su pliego de peticiones presentado ante el Ejecutivo no fue
considerado. Sumado a ello, los periódicos cerraron sus puertas del 9 al 19 de
mayo.
Como una suerte de dominó, diversos sectores apoyaron la
protesta de los gráficos. A ellos se unieron la Federación Obrera del Trabajo
(FOT), la Federación Obrera Local (FOL), el Partido Socialista, el Partido
Republicano Socialista y un bloque de militares nacionalistas.
Nacionalismo
A causa del levantamiento, el 17 de mayo, el presidente
liberal José Luis Tejada Sorzano renunció. Tres días después, el coronel David
Toro Ruilova asumió el poder representando a una Junta Civil-Militar. Pese a
las medidas progresistas que implementó Toro, la sombra del liberalismo no
abandonó Palacio de Gobierno.
De acuerdo al escritor y político José Fellman, en Historia de
la cultura boliviana: Fundamentos socio-políticos, “en pocos meses, después de
haberse ceñido la banda presidencial, el derrotado de Picuiba (Toro) desterró a
Bautista Saavedra, se deshizo de los poristas y de los socialistas (…) y
desembarcó a los republicanos de su gabinete a tiempo que decretaba la
disolución de todos los partidos políticos”.
Quimera
De ese modo, pronto el socialismo se convirtió en simple
quimera. El PC hizo coalición con el gobierno. Después de la ruptura con la
izquierda, con un claro viraje hacia la derecha, a fines de 1936, los
centralistas se constituyeron en el apoyo civil al régimen. Toro designó como
Ministro de Hacienda al secretario general del PC, Fernando Gutiérrez Granier,
“forzando la dimisión del socialista Fernando Campero”, subrayó Andrey
Schelchkov.
Pero eso no fue todo. Augusto Céspedes, en El dictador
suicida, reveló que, en abril de 1937, “Toro favoreció a Aramayo (líder del PC)
con una fabulosa concesión aurífera de 300.000 hectáreas en el departamento de
La Paz, donde Tipuani y Guanay poseen riquezas legendarias desde los tiempos
incásicos y coloniales, pasando por encima de todas las leyes y reglamentos de
la minería”.
Así, el Partido de Centro fue el último intento para
mantener en vigencia el liberalismo. Ese ensayo fue frustrado con el ascenso al
poder de Germán Busch. Dos años después, esa élite constituyó una coalición La
Concordancia. Esa alianza también fracasó, pues la historia marchaba en otra
dirección: la flecha incendiaria de Busch y de Gualberto Villarroel iba a herir
de muerte a esas iniciativas. Ellos, con su sangre, iban a marcar el proceso de
la revolución de abril de 1952.
Foto: Aramayo fue un gran empresario minero.
Fotos: Los Aramayo de Chichas, de Alfonso Crespo.
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