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SORPRESA DE TAMBO NUEVO O MÁS CONOCIDA COMO HAZAÑA DE LOS TRES SARGENTOS EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

 


Después de Vilcapugio, y a pesar de su victoria, las fuerzas realistas carecían de abastecimientos y medios de transporte como para marchar en persecución de las tropas de Belgrano. Este supo sacar partido de tales circunstancias y procuró hostilizar constantemente a sus enemigos por medio de partidas aisladas que los atacaban por sorpresa.
La Sorpresa de Tambo Nuevo, conocida como "Hazaña de los Tres Sargentos" fue una exitosa acción de caballería llevada a cabo por una partida de Dragones del Ejército del Norte (Ejército Auxiliador de las Provincias Interiores) entre el 23 y el 25 de octubre de 1813, en el curso de la Segunda expedición auxiliadora al Alto Perú durante la guerra de la Independencia argentina. Los jinetes incursionaron en primer lugar el cuartel general del coronel realista Saturnino Castro en Yocalla (actualmente en Potosí, Bolivia), para luego atacar el puesto avanzado de Tambo Nuevo.
Después de la derrota del general Manuel Belgrano en Vilcapugio (Oruro, Bolivia), el 1 de octubre de 1813, el grueso del Ejército del Norte se retiró hacia el este, acampando tras varios días de marchas forzadas en Macha. Las pérdidas en hombres y material habían sido considerables, sobre todo en lo que hace a la artillería. No obstante, Belgrano comenzó a reforzar sus desmoralizadas y exhaustas tropas con el apoyo de patriotas locales que se sumaron a sus filas y le proveyeron vituallas.
Pese a su reciente victoria, la situación de los realistas distaba de ser mejor. El general Joaquín de la Pezuela había perdido más de 200 hombres en Vilcapugio, junto con un buen número de mulas y caballos, único medio de transporte viable en el terreno escarpado del altiplano. Una parte del ejército de Belgrano se retiró a la villa de Potosí, bajo el mando del general Eustoquio Díaz Vélez. A mediados de octubre, Potosí se hallaba asediada desde el norte por un escuadrón realista, comandado por el coronel Saturnino Castro, quien se había apoderado del pueblo de Yocalla. El camino entre las fuerzas de Díaz Vélez y las de Belgrano estaba controlado por el enemigo.
Lamadrid sabía que Castro, cuyos informantes locales lo tenían al tanto de los movimientos de su partida, había dispuesto que una compañía le preparase una emboscada en la posta de Tambo Nuevo, un puerto de montaña ubicado a unos 25 km al norte de Yocalla. En la noche del 24, La Madrid y sus hombres escalaron una cuesta detrás de la posta. A la cabeza iban tres soldados como exploración avanzada. Ellos fueron los primeros en llegar a la posición realista. Allí se toparon con un rancho de adobe donde pastaban 50 caballos, mientras que otro rancho estaba custodiado por un centinela. Entre los tres dominaron al custodio y penetraron en el edificio, donde sorprendieron a otros diez hombres durmiendo. Los once fueron tomados prisioneros, aunque más tarde uno de ellos -un sargento- logró escabullirse y dar la alarma. El resto de la sorprendida compañía, pensando que estaban siendo atacados por fuerzas superiores, permanecieron dentro de su refugio, a la vez que intercambiaban disparos con los atacantes.
En sus "Memorias", Gregorio Aráoz de Lamadrid lo relata de la siguiente forma:
“Llega la hora señalada y se me presentan los bomberos (espías) con la noticia de haber dejado (los realistas) en Tambo Nuevo una compañía como de 40 a 50 infantes…. En el acto de recibir esta noticia mandé montar a caballo a mis 14 hombres, incluso el baqueano Reynaga, y… me dirigí a sorprender la compañía, pues ésta venía seguramente (como lo afirmaron después los prisioneros) a tomarme la espalda por la quebrada…. Emprendí mi marcha, en efecto, en esta dirección, mandando por delante a Gómez, Albarracín y Salazar, con los indios que acababan de llegar con la noticia, en clase de descubridores. Seguía mi marcha en este orden, con mi baqueano Reynaga a mi lado, y habían pasado ya algunas horas, cuando se me presenta Albarracín avisándome de parte de Mariano Gómez, que encabezaba la descubierta, que venía en marcha conduciendo prisionera a la guardia (realista). Gustosamente sorprendido con esta noticia pregunté… ¿Cómo han obrado ustedes ese prodigio? Continuando mi marcha, me refiere Albarracín que, al asomar los tres hombres el portezuelo de Tambo Nuevo, habiendo señalado el baqueano el rancho en que estaba colocada la guardia….. aproximándose Gómez al momento, le propuso a sus dos compañeros si se animaban a echarse con él sobre aquella guardia que dormía, y cuyos fusiles se descubrían arrimados a la pared con la luz de la lámpara: habiéndole contestado ellos que sí, se precipitan los tres con los dos indios que los guiaban, sobre la puerta del rancho, y que desmontado Gómez en la puerta con sable en mano, dio el grito de “ninguno se mueva”, a cuyo tiempo, abrazándose de los 11 fusiles que estaban arrimados, se los alcanzó a los dos indios; que enseguida hizo salir y formar afuera a los 11 hombres y los echó por delante, habiéndose colocado el exponente a la cabeza, Salazar al centro y Gómez ocupó la retaguardia, suponiéndose oficial y haciendo marchar a los dos indios con los fusiles por delante. Mientras Albarracín me informaba de todo esto, presentóseme Gómez con sus diez prisioneros (ocho soldados y dos cabos), diciéndome que el sargento que mandaba esta guardia, se le había escapado tirándose cerro abajo al descender por un desfiladero, y que no había querido perseguirlo por temor de exponerse a que pudiesen fugar los demás…”.
Al amanecer, La Madrid inició el regreso a Macha con los 10 prisioneros y las armas capturadas. Los tres soldados fueron ascendidos a sargentos por Belgrano, con el título honorífico de Sargentos de Tambo Nuevo.
La incursión tuvo el efecto inesperado de obligar a los realistas a levantar su asedio a Potosí. Castro, convencido de que su escuadrón estaba siendo acechado por una fuerza combinada de 200 soldados, decidió retirarse a Condo, cuartel general de Pezuela. Su retirada permitió a las tropas del general Díaz Vélez reunirse con el ejército de Belgrano en Macha. La caballería de La Madrid, una vez despejado el camino de enemigos, alcanzó el sitio donde había tenido lugar la Batalla de Vilcapugio, donde halló los cuerpos sin vida de varios camaradas, a los que dió cristiana sepultura. En ese lugar erigió dos picas, donde clavó las cabezas de los realistas ejecutados por Belgrano. Un cartel fue colocado en las picas con la leyenda por perjuros.
Fuentes:
Mitre, Bartolomé. Historia de Belgrano.
Lamadrid, Gregorio Aráoz de. Memorias
La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

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