Simón I. Patiño y su familia. |
Por: José Antonio Loayza Portocarrero / Publicado el 15 de
septiembre de 2019 / Disponible en: https://www.facebook.com/photo/?fbid=10214212650886795&set=a.1482413296884
Blog dedicado a la compilación, revalorización y difusión de la historia y cultura de Bolivia. Sitio cultural sin fines de lucro.
Simón I. Patiño y su familia. |
Por: José Antonio Loayza Portocarrero / Publicado el 15 de
septiembre de 2019 / Disponible en: https://www.facebook.com/photo/?fbid=10214212650886795&set=a.1482413296884
Danzarín en el carnaval de Oruro, el año de 1939. |
Por: Danitza Pamela Montaño / 8 de febrero de 2021. / El País de Tarija.
Disponible en: https://elpais.bo/reportajes/20210802_oruro-el-ferrocarril-y-los-recuerdos-del-hermoso-carnaval-de-antano.html
Cuenta la tradición oral de antaño que Oruro era la ciudad
con la mayor cantidad de bancos que por su cuenta imprimían los billetes y
monedas, para satisfacer las necesidades y las expectativas de los grandes
empresarios mineros que se hicieron millonarios, gracias a las vetas de plata y
estaño, especialmente de Llallagua y Huanuni.
Pero antes de esto, en los primeros recuerdos de Oruro de
antaño escritos por Rómulo Elío Calvo Orozco se da cuenta de una ciudad de
calles estrechas, la mayoría de ellas carecían de aceras aún en los puntos más
céntricos, muchas ni siquiera tenían empedrado y en tiempos de lluvia se
convertían en arroyos que se formaban con las aguas fluviales que corrían
convirtiendo el piso en lodazales.
Escribe que tampoco se conocían los servicios de alumbrado
eléctrico, alcantarillado ni agua potable. El agua era casi un artículo de
lujo, pues la traían desde muy lejos y había que comprarla por cántaros. La
mayoría de las casas eran solo de planta baja y pocas habían de dos pisos, los
techos eran comúnmente de paja y las paredes de adobe desmesuradamente gruesas,
servían para preservar el interior del frío intenso.
“Con una población escasa de 12 mil habitantes, (…) la gente
solo vivía en la labor jornalera acumulando poco a poco bienes que después
gozaban con mesura y parquedad ya que el medio no era propicio para un gran
derroche”.
El vivir del orureño, según el escritor, era lento,
monótono, regular. De día trabajaban en las oficinas de los ingenios o el
interior de la tierra extrayendo metales, en la tarde se reunían en las
cantinas o en algún círculo herméticamente cerrado para evitar el polvo que el
viento siempre violento y continuo levantaba de la arenosa llanura y lo
arrojaba al caserío de la modesta ciudad.
Ya en la noche se daba el andar y los paseos, quizás la
charla con amigos íntimos en un salón sin hogar y sin lumbre. Pero esta rutina
diaria cambiaría el 15 de mayo de 1892.
Aquel día hubo fiesta en Oruro. La ciudad despertó con las
dianas militares desde el amanecer, se preparaban los desfiles, los escolares
correteaban ansiosamente y se alistaban fiestas pomposas con la asistencia de
miles de personas que se reunieron en la plaza principal para recibir el
ferrocarril, una moderna tecnología que tenía capacidad para transportar
centenares de pasajeros y decenas de toneladas de carga, en un solo viaje. Era
el vehículo más moderno de la época, después del barco a vapor.
La ceremonia de inauguración estaba organizada con una
solemnidad igual de pomposa, típica de los gobernantes criollos que gustan de
mostrar sus obras de esta forma. El palacio de gobierno en la plaza principal
de Oruro estaba profusamente adornado y embanderado para la circunstancia.
Hasta la una de la tarde estaban ya instaladas
provisionalmente las rieles desde la estación para permitir la llegada de las
máquinas hasta la calle Gobierno (hoy Presidente Montes), los últimos tramos
habían sido incluso asegurados con clavos de oro. Una hora después, a las dos
de la tarde del 15 de mayo de 1892, entraron bajo la portada triunfal en
puertas de palacio las locomotoras bautizadas con los nombres de “Arce”,
“Oruro” y “Cochabamba” cargando tras de sí diversos carros y bodegas
lujosamente adornadas de banderas y flores. Antes de martillar simbólicamente
el último clavo de oro sobre el último riel, el presidente Aniceto Arce
profundamente emocionado y casi al borde de las lágrimas pronunció el siguiente
significativo discurso a su auditorio:
¡Señores: que el día de hoy sea el principio de nuestra
regeneración! Dejemos que Bolivia se levante por la industria que se vigoriza
por el trabajo que ennoblece y por el orden y la paz que hacen grande y fuerte
a los pueblos. Y ahora si quieren… pueden matarme”.
Dicho esto y entre algunas risas, aplausos, silbidos, vivas
y gritos eufóricos, el presidente Arce se arrodilló y golpeó remachando el
último clavo de oro al mismo tiempo que sonaba el choque de percusión seguido
de la diana de la banda junto con las cual resonaron como un sollozo estas
palabras suyas: “Si hice bien, fue solamente por cumplir con mi deber, y si
hice mal aquí me tenéis… mátenme pero llenada está mi tarea”
“Así de esta forma se inauguró en Oruro el servicio
ferroviario en el país, así de esta forma Aniceto Arce Ruíz pasó a la página
más gloriosa y verdaderamente revolucionaria de la historia boliviana
efectuando el proceso de cambio más importante para el país en uno de los
peores momentos por los que atravesaba Bolivia en los cuales imperaba una
mayúscula crisis económica y política a pocos años de librada la Guerra del
Pacífico en 1879. Desde entonces Arce y tren son prácticamente un sinónimo”.
Después de aquel 15 de mayo de 1892, el ferrocarril cumplió
un rol importante en la creación de actividades de apoyo y asistencia en las
comunidades por donde pasaban las rieles donde en algunos casos el tren hacía
paradas obligadas, permitiendo de a poco el crecimiento de las poblaciones en
la ruta y vinculando al país y a sus productos con el mundo.
“Sin duda fue la mayor contribución de la minería de la
plata al desarrollo de Bolivia, la construcción del ferrocarril Antofagasta –
Oruro que abarató los costos de transporte al Pacífico contribuyendo de esta forma
al desarrollo de la minería boliviana”.
El carnaval de Oruro
Pero si algo más debemos recordar de Oruro de antaño es la
consolidación de su hermoso Carnaval. Todos o quienes se encargan de hacer
estudios sobre el Carnaval de Oruro, Obra Maestra del Patrimonio Oral e
Intangible de la Humanidad, siempre hacen referencia a su origen, en relación a
leyendas y mitos, los principales y conocidos son: La Mitología del Carnaval de
Oruro, El Nina Nina y El Chiru Chiru.
El término de las tres historias desembocan en que los
mineros y el pueblo Uru, determinan vestirse de diablos, para escenificar el
sometimiento de mal al bien, o en retribución al milagro de vida dado por la
Ñusta al pueblo de los Urus, por haberlos salvado de las cuatro plagas enviadas
por Huari, el semidios andino.
Es que a partir de ese momento, los sentimientos de los
habitantes de esta región hacen que confluyan en un solo fin, la devoción a la
madre de los mineros, la Patrona de los orureños, la Virgen del Socavón.
El Carnaval de Oruro tiene un origen social humilde y por
ese factor es “grandioso” y “majestuoso”. Son los mineros y los gremios quienes
se encargan de recrear a través de la danza su tránsito por la historia y la
cultura.
“Los gremios de matarifes, veleros, cocanis y otros núcleos
populares, a partir de la devoción hacia la Virgen del Socavón, cumplen la
peregrinación en una entrada al Santuario desde las minas (San José e Itos) y
pueblos aledaños como Machacamarca; este acto festivo devocional, es lo que se
conoce como la “Entrada del Socavón”. Una fiesta popular colmada de fe”, dice
el escritor Edwin Guzmán Ortiz.
Sin embargo, a un principio las denominadas personas de la
alta alcurnia, rechazaban esta manifestación cultural, prueba más clara de
ello, son las publicaciones que aparecen en periódicos de la época, en la que
se niega el ingreso de la Entrada por la Plaza 10 de Febrero, por una ordenanza
municipal de los años 20 del pasado siglo. Por el contrario, en los medios
impresos se criticaba el desorden y el paganismo de los “indios”.
Lo que se puede recuperar de esa época son fotografías que
muestran cómo eran los trajes de los danzarines de antaño, que pese a la
pobreza reinante, sus hábiles talentos en la confección de los trajes, dignificaban
su devoción a la Patrona de los mineros.
“Sin bandas (de música), al son de aerófonos andinos hacían
su peregrinación hacia la Virgen del Socavón, mientras en otros escenarios, los
`havillés´ y las noches venecianas del carnaval de la oligarquía se desbordaba
en medio de champagne, coupletistas, vestidas de madame Adrianne y aedas
perfumados en los salones del Edén y el Palais Concert. Obreros, mutualistas,
artesanos, cholos libertarios y unas cuantas mujeres, jamás pudieron imaginar
que su fervor al cabo de unos años, sería conocido en todo el mundo”, afirmó
Guzmán.
Años más tarde de forma ya organizada, se forman varias
instituciones folklóricas desde 1904, no cabe duda que una de ellas, sea la
Gran Tradicional Auténtica Diablada Oruro (25 de noviembre de 1904).
Cuando esta manifestación ya era aceptada por la burguesía y
clases dominantes, la entrada de antaño era corta y recorría sólo algunas
calles antes de ingresar al Santuario de la Virgen del Socavón.
Paz relata: “Los danzarines no uniformaban los pasos,
después del domingo un diablo bailaba acompañado de una China, la cueca
“Chaupinpi Misq´iyoj” (cueca mezclada con diablada); primero la cueca al pasar
la primera de ésta, se introducía la diablada y luego se bailaba la “segundita”
de la cueca hasta terminar)”.
Al retorno de la casa del pasante se bailaba en la
Prefectura, allí se hacía una demostración de la coreografía de la diablada,
como el ovillo, el relato y la estrella. Luego el prefecto invitaba a los
danzantes, salteñas con cerveza. Luego los diablos bajaban bailando por la
calle Bolívar, se iban a la casa del pasante, donde eran bien atendidos.
Más tarde, la Entrada del Sábado de Peregrinación fue
creciendo y se desarrolló ya por la Avenida 6 de Octubre, como prueba de ello
existe la letra de una diablada que dice “Por la 6 de Octubre, por la calle
principal, todos a bailar, todos a cantar…”.
Para una mejor organización se derivó a la calle Pagador y con el paso del tiempo y después de varios experimentos, al fin se estableció el ingreso por la Avenida del Folklore, conocida también como la Avenida 6 de Agosto.
En febrero de 1879 capitalismo anglo-chileno ya nada tenía
que esperar; con notable habilidad había logrado soldar sus intereses en todo
el litoral boliviano logrando penetrar pacíficamente en la explotación del
salitre y el guano, al asociarse socaire de los gobiernos de turno.
El 14 de febrero de 1879 el ejército chileno con todo su
poderío ocupó Antofagasta sin cumplir el requisito de la declaratoria de guerra.
Todo fue perfectamente coordinado, pues el mismo día de la ocupación, en La Paz
el delegado chileno seguía discutiendo los reclamos planteados a raíz de la
situación creada con el impuesto de los 10 centavos.
El mismo día de la ocupación fue distribuido en todo el
secreto necesario, entre los oficiales del ejército chileno, un pequeño libro
elaborado en la Oficina Hidrográfica de Chile. Se trataba de un minucioso
estudio tipográfico, climatérico e hidrográfico de toda la región. Se
acompañaba al pequeño vademécum de la ocupación, un mapa que hoy mismo asombra
por los detalles y la meticulosidad con la que fue elaborado. Naturalmente, era
el último mapa dónde aparecía la soberanía boliviana en esos territorios. El
libro llevaba por título “Jeografía Náutica de Bolivia” y estaba firmada por el
capitán de fragata Ramón Vidal Gormaz.
Fuente: Historia Secreta de la Guerra del Pacifico de Edgar
Oblitas.
Se organizaron las guerrillas y montoneras de los llanos
orientales cuando Santa Cruz de la Sierra era aún un pintoresco conjunto de
granjerías y alquerías, con una población no mayor a 12.000 habitantes.
A Cañoto no le fue fácil
destacarse en un escenario dominado por los líderes porteños Warnes, Arenales o
Mercado. No obstante, haciendo gala de la misma facilidad de movimiento que adquirió
como jinete de la verde llanería cruceña avanzó hasta convertirse en una
leyenda de las guerrillas independentistas.
El 24 de septiembre de 1810, la tranquila población cruceña
se vió envuelta en una insurrección, al constituirse una Junta Revolucionaría
presidida por Antonio Vicente Seoane.
Corría el año 1813 y a la llegada de los porteños a Santa Cruz,
a la cabeza de Ignacio Warnes se reavivaron las consignas iniciadas en el año diez.
A sus tropas se incorporó el caudillo popular Cañoto.
La situación en los llanos se modificó a raíz de la muerte
de Wames en la batalla de Parí (22 de noviembre de 1826). Cañoto se convirtió en
el líder de una fracción de la guerrilla oriental para salir a combate abierto
y hacer "sonar" a los "tablas".
En 1819 los patriotas en veloz incursión toman toda la ciudad.
Entrado el año 20 Aguilera retorna a Santa Cruz v rompiendo monte los patriotas
toman la retirada hacia el río grande. La fracción de Cañoto se dispersa y con
el grado de oficial se incorpora a las filas de Güemes.
Cañoto es licenciado de las milicias salteñas y se incorpora
con grado de Capitán a las tropas del Coronel Mercado que sigue firme en la
Chiriguanía.
En los primeros meses de 1825 se conoce que los realistas
han sido derrotados. El pueblo ganó las calles y por doquier explotaban las
ansias patriotas reprimidas. Pocos días después, el 14 de febrero, la guarnición
realista de Santa Cruz, dejada por Aguilera se pronuncia por la patria. A
Cañoto, en diciembre de 1825, lo nombran administrador de San José de Chiquitos.
Pilar Gamarra T. / Cuadernos de historia, La Razón.
Por primera vez en las ciudades bolivianas, la gente
tarareaba melodías que transportaban hasta la exótica selva amazónica,
escenario de combates, enfermedades, salvajes y fieras. Se puso de moda el vals
“Selvas del Beni” y el chotis “Ríosiño” del compositor Francisco Suárez. Pero
el éxito musical de los primeros años del siglo fue la pieza “Suspiros” de don
Teófilo Vargas, una marcusa grabada en discos gigantescos en Buenos Aires y que
los pocos dueños de vitrolas podían reproducir en sus casas.
Olvidando que solo meses atrás pudieron haber sido víctimas
de la Indiada a la que la gente de la ciudad despreciaba y mantenía sojuzgada
en el nuevo ciclo las fincas en obrajes Calacoto y Achumani continuaba viéndose
con pongos incluidos.
Pero el mal tiempo quedaba atrás y la ciudad mostraba una
fisonomía burguesa agradable se respiraba romanticismo en el aire, los
caballeros se paseaban vistiendo tongos y levitas y las damas acentuaban con
rímel sus pestañas en sus paseos de mediodía por la calle Comercio.
Las jovencitas suspiraban repitiendo los versos de Jaimes
Freire (Peregrina paloma imaginaria/ que enardece los últimos amores / alma de
luz de música y de flores / peregrina paloma imaginaria).
Don Jorge Sáenz Cardón, un hombre de negocios comprende que
la ciudad está en crecimiento ofrece magníficas oportunidades para los bienes
raíces y la construcción. En un momento en que el cemento y el hormigón armado
no existen, Sáenz diseña una empresa de dimensiones titánicas: la exportación
de grandes partidas de listones de madera de pino y oregón , mediante barcos
veleros desde las costas de California y su traslado a La Paz desde el puerto
peruano de Mollendo.
Esa madera iniciará la primera revolución urbanística de La
Paz, que a partir de entonces dejará de ser una inhóspita aldea altiplánica
para convertirse en una ciudad cosmopolita.
Funcionaban en La Paz hasta entonces 3 hospitales fundados
en la colonia, el Landaeta, el lazareto y en Loayza, que era el más concurrido.
Las estadísticas mencionan un porcentaje de 350 enfermos por año. Empezó en
1906 el estudio de un nuevo hospital que se construyó en Miraflores y qué es el
mismo, con idénticas características del que aun funciona con el nombre de
Hospital de Clínicas.
Las enfermedades más temibles en esos años fueron la
coqueluche, el dengue, la difteria, la disentería, el bocio y la leishmaniasis.
El cáncer ya hacía estragos lo mismo que el chagas. Las enfermedades venéreas
en especial la sífilis sobre la que se tenían mitos espantosos, tenía
atemorizada a la población que ese persignaba cada vez que pasaba por las
cercanías del Barrio Chijini, donde formaban “casas de hetairas”. La
tuberculosis hacía también estragos, más en la imaginación que en la realidad,
exacerbada la gente por lo popular novela “La Dama de las Camelias”.
En la recién estrenada sede de gobierno y del Congreso, los
canillitas voceaban El Imparcial y El Comercio de Bolivia. Los caballeros se
reúnen en elegantes locales de la Plaza 16 de Julio para compartir el cóctel de
mediodía. Uno que otro domingo se abre el hacho, al final de la actual calle
Comercio, plaza de toros frecuentada por banderilleros de renombre y donde
alguna vez un empresario de circo enfrentó a un León africano con un toro de
Viacha, ante el espanto de la gente.
Fuente: La Historia del Siglo XX en Bolivia – Enfoques.
Foto - postal paseo del Prado en La Paz, principios de siglo
XX.
Cuando aún no se había cumplido el primer decenio del siglo,
la ciudad del Pagador, era, sin duda alguna una de las más pujantes y
progresistas de la República.
Para testificar el anterior aserto recurramos a una crónica
aparecida en El Industrial, el 10 de febrero de 1908 que refiere a aspectos
inherentes a la mencionada capital.
Como centro industrial y comercial es uno de los más
importantes de Bolivia. Las construcciones ferrocarrileras que se han
emprendido con tanto ahínco en la República anudarán en Oruro, lo que vendrá a
darle capital importancia, puesto que para dirigirse a cualquier punto de la
Nación tendrá que tocarse obligatoriamente esta ciudad. Rematan y remataran en
Oruro, las siguientes ferrovías: de Antofagasta, de Iquique, de La Paz, de Tacna,
de Cochabamba, y de Potosí, atravesando comarcas de gran importancia e inmenso
porvenir /…/
Son muchas las empresas mineras ubicadas en la capital del
Pagador, contándose entre las principales: la compañía Minera de Oruro,
(Socavón), San José, Atocha, Itos, La Tetilla, Unión Yankee, Escuelas, La
Colorada y Alacranes. Otras empresas de igual o mayor importancia tienen en
Oruro su sede, como la Compañía Estañifera de Llallagua, La Salvadora de Uncia,
la del Pulcro de Chayanta, La Huanuni Tin C, El Balcón, Chualla, Beneficiadora
de Poopó, Trinería de id., Huanchaca de Inquisivi, Comunidad de Colcha y otros
muchos que giran con gruesos capitales. /…/
Cuenta con nuevos bancos, dos agencias, luz eléctrica,
tranvías, empresas cocheras, tres carreteras y otra de automóviles, cinco
hoteles de primera clase, restaurantes y fondas, fábricas de cerveza y aguas
gaseosas, de ladrillos, lavanderías a vapor, infinidad de casas mercantiles
mayoristas y al por menor, colosales empresas mineras, una casa de correos en construcción
que será la primera de Bolivia, aduana, escuela de minas, hospital, cárcel y
mercado, también construyéndose. Posee además un teatro a la moderna, kioscos,
pilas y jardines. Un hipódromo, 2 polígonos de tiro al blanco, una cancha de
cricket, y otros establecimientos de diversiones culturas se sostienen con la
toda holgura. El Club Oruro hasta aquí es el mejor de la República, el Club
Alemán y otros centros sociales, datan de antigua fecha. /…/ Un colegio de
ilustración media, numerosos de primaria y varios particulares facilitan la
educación. Es cabeza de distrito universitario.
Fuente: Oruro en 1908”, El Industrial, Oruro 10 de febrero
de 1908, año I, No,267. P.2
LOS TRANVÍAS
El ferrocarril a vapor desde Antofagasta trepó los Andes y
llegó finalmente a Oruro, a una altitud de 3.709 m, en 1892.
Oruro durante esos años era una de las principales ciudades
mineras del país.
Dos residentes de Oruro, Natalio Condarco y Fabio Espejo,
obtuvieron una franquicia para construir un ferrocarril urbano en 1905 y
posteriormente abrieron una línea el 9 de julio de 1907. Los carros recorrían
hacia el sur por la actual calle 6 de Octubre hasta la Plaza 10 de Febrero,
luego al oeste por la actual calle Murguía. (Allen Morrison)
---------
En la imagen se muestra dos carros Brill y un carro no identificado, numerado 4, en la calle Bolívar de Oruro [colección de Allen Morrison]
La cuestión del Acre estaba candente. Ya habían marchado
columnas bolivianas al Acre, al mando de dos grandes rivales políticos, el
Vicepresidente Pérez Velasco y el ministro de guerra Ismael Montes. En el
destacamento “puritano” del Vicepresidente iba el popular Martín Lanza, un
trovador aventurero y romántico que fue dado de baja, acusado de haber cometido
fechorías en Cochabamba.
Pucha, pucha Martín Lanza, cantaba el populacho.
Lanza, descendiente del héroe independentista José Miguel
Lanza, era uno de sus ejemplares de macho latinoamericano: voz de tenor,
guitarra al hombro, mirada encabronada, dientes blanquísimos y pelo en pecho.
Se hizo notar durante los días de la guerra civil (1899) militando, obviamente,
en el partido revolucionario del momento el liberal.
Sobre brioso corcel se hizo caporal de un grupo de
aventureros a los que en el imaginario popular denominó “los ligeros de Lanza”.
Asoló las villas donde campeaban los conservadores, se enfrentó a la milicia y
sedujo doncellas, convirtiéndose en el mayor dolor de cabeza de las autoridades
alonsistas cuando aparecía en las fiestas de los pueblos al grito de ¡viva
Pando¡
Cuando al fin su partido tomó el poder y se produjo la
emergencia del Acre, Lanza hombre de acción, se sumó a la columna que enrumbó
por el Chapare para pelear contra los negros (brasileños). Pero ya en la zona
del conflicto, cuando el coronel Ismael Montes imponía disciplina a las fuerzas
por la defensa, chocó contra la rebeldía de las Lanza. Lanza no le temía a
nadie y le faltó el respeto.
Degradado a cocinero, Lanza desertó volviendo a Cochabamba
para reorganizar sus ligeros y enfrentarse ahora al gobierno liberal. Atacó
haciendas y poblados y sin saberlo se convirtió en un anarquista que cruzó los
límites de la legalidad, mientras Montes volvía del acre convertido en un héroe
después de haber puesto a los brasileños en su sitio.
En uno de sus golpes más audaces lanza estuvo a punto de
tomar el regimiento Abaroa de Cochabamba sobre la calle acucho cuando una
descarga detrás del portón le perforó el pecho aunque sin matarlo. Ello
incrementó su leyenda, pero el herido fue trasladado a La Paz para su
juzgamiento.
Mira octubre de 1902 y Montes debió acudir al Parlamento
para explicar que Lanza no era un héroe sino un delincuente, pero el diputado
Mario Montaño, hermano político de lanza acusó a Montes de intentar asesinar al
rebelde. La respuesta fue terrible: “miente ese canalla”, un apóstrofe inaudito
para la augusta cámara en ese tiempo, lo que le costó la reprimenda al
ministro.
Pero igual Lanza fue llevado a juicio y condenado a muerte.
En 1905, cuando Montes ya era Presidente, una madrugada fue
ejecutada la sentencia y cuentan las crónicas que el populacho paceño que había
seguido el viacrucis del condenado, como si fuera una telenovela de ese tiempo,
asintió al fusilamiento y se llevó pedazos de tela con su sangre atribuyéndole
poderes mágicos.
Fuente: La historia del siglo XX en Bolivia / Enfoques.
Foto: Martin Lanza (CIS)
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