A pesar de su brutal derrocamiento, el Dr. Daniel Salamanca siguió de cerca la
ultima parte de la guerra desde su retiro en Cochabamba. Cuando se firmo el
protocolo de Buenos Aires, escribió a su exministro José Antonio Quiroga,
expresando su decepción porque su partido no se hubiera opuesto al arreglo que
en su opinión sellaba la derrota boliviana y la pérdida definitiva del Chaco.
Luego el expresidente se volvió más silenciosos y taciturno, encerrándose en sí
mismo. Consciente de que le quedaba poco tiempo, se quejo a un amigo diciendo
“ni siquiera tengo el consuelo de morir frente al enemigo”. El 8 de julio, día
de su cumpleaños numero 67, lo paso sumido en la tristeza en su fundo de
Tiquipaya, en compañía de sus hijas. Nueve días mas tarde, el 17 de julio,
pasadas las 3 de la tarde, Salamanca se sintió indispuesto. Mientras su médico
preparaba una inyección, su hija Raquel de Gumucio trataba de reconfortarlo. De
pronto, se apoyo sobre su brazo, emitió un leve quejido y la vida se le fue.
Su sepelio fue extraordinario; el pueblo de Cochabamba lloro su perdida. Pero
hubo voces civiles que le condenaron aun en esa hora suprema. Los militares
tuvieron la decencia de no emitir juicios. El gobierno decreto duelo. La
reunión de la Conferencia de Paz en Buenos Aires, el 18 de julio, guardo un
minuto de silencio.
Tras la paz, el hombre símbolo se había marchado junto a la guerra.
// La Historia del Siglo XX en Bolivia. (Fotografía: Daniel Salamanca en el
entierro de su hijo. / Crédito: Memorias de la Guerra del Chaco)
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