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A LA VIRGEN DE LA CANDELARIA

 


Por: José Antonio Loayza Portocarrero publicado en Siglo y cuarto Documentos Históricos, el 10 de febrero de 2020.

Se los cuento, como me lo contó mi abuela Candelaria que nació el 2 de febrero, y me lo recontó mi madre que murió en la misma fecha años después. A ellas les debo este relato.

El encomendero don Lorenzo de Aldana, se enorgullecía de ser encomendero de Paria, la primera ciudad fundada en el Alto Perú. Nació en 1508, en la ciudad española de Cáceres. Era devoto de la Virgen de la Candelaria, o de la Candela, o de la Luz, a quien le juró un altar cuando se hizo a la mar de España a las Indias, porque un día de próspero viento las olas se encresparon y una cresta enorme casi los estrelló contra los farallones de coral. Los marinos se encomendaron y juraron que si escapaban de la muerte, le construirían un templo.

Aldana que participó de las riquezas despojadas de Cajamarca y en el apresamiento de Atahualpa, como hombre de mando de las filas de Francisco Pizarro, les pidió a los padres agustinos traer a Paria la imagen de la Virgen para cumplir con la promesa de construir en algún sitio su propia casa por el milagro recibido. Los padres llegaron en 1559, siete años antes de la fundación de Oruro, y mientras se erigía el templo de Paria, Aldana vio que entre los fieles que pintaban los muros con esencias tristes y alegres glorias, había uno que dibujaba hermosos rostros de deidades con llanto y fe, a él le pidió que pinte en el muro de la ermita al pie del cerro “Pie de Gallo”, el fresco de la Sagrada Imagen de la Virgen de la Candelaria, que desde 1760, se llamó Santuario de Nuestra Señora del Socavón. Dicen que el buen artista con escalera puesta pintó sobre una pared de cal y canto a la Virgen, y a los pies a Santo Domingo de Guzmán y a San Francisco de Asís, pero en el tiempo la belleza pictórica se decoloró, y sólo quedó la Virgen y el niño, que no miraban al frente ni al cielo como otras imágenes, la Virgen miraba a la derecha y el niño a la izquierda, contemplando a los dos santos.

Los padres Dominicos estuvieron presentes en Oruro desde la misma fundación de la villa española en 1606, cuando los mineros hallaron los cantos argentos de plata, cuya iglesia y su convento se levantó a dos cuadras de la Plaza principal, hoy el mercado Fermín López. Los Franciscanos también aparecieron al fundarse Oruro, su convento estaba en lo que es hoy el Colegio Bolívar. ¿Pero cuál el misterio para que la Virgen mire a la izquierda y el niño a la derecha? Cuenta la tradición, que un día que estaba Santo Domingo en Roma pidiendo al Papa que apruebe la fundación de su Orden, tuvo un éxtasis extraño, vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar un castigo sobre el mundo, pero la Virgen pidió a dos hombres, a dos santos a que intercedan ante él, uno era Santo Domingo y el otro era un fraile que llegó vestido como un pordiosero, era San Francisco de Asís, a quienes la Virgen les dijo:

—Esta es tierra de amor, donde los cuchillos no se van solos al corazón, y la noche no es espesa ni la madrugada es perversa. Lleven la luz de mi mano derecha para que ilumine la oscura ignorancia, y lleven la imagen del mundo con la fila de esperanzas que sostengo en mi mano izquierda, para que sea pensamiento y canto y baile por la alegría de la creación.

¡Ay amor! Desde entonces la Virgen habita en su templo, en su bendita casa, en la inmensa giraluna de soledad silenciosa. ¡Ay frio!, tan caliente de metales, donde el sentimiento hace tiempo bordó luceros finos, y adonde llega la devoción de los gitanos de la villa danzando con caretas de yeso y plata, con escarcha en los ojos llorosos, en enormes enjambres desde la pampa al monte para apoyarse en la barda del Socavón de la Candelaria, y mirarla empapados en llanto y sudor, para quererla como se la quiere: Virgen del Socavón ¡Bendita seas siempre!

Para mis tres candelarias, para mi abuela, para mi madre, y para mi niña Lita Candelaria, para que sean siempre, las tres candelas que me den luz y buen juicio… si acaso es posible.

 

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