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Simón I. Patiño dueño de Llallagua- |
Por: José Antonio Loayza Portocarrero. 14 de julio de 2020.
No sé si por una intención encubridora la historia no nos
muestra a este precursor como al primero de la montaña. ¡Porque fue el primero,
el descubridor de Llallagua en 1887! (El segundo en llegar a la montaña fue
Minchín en 1890, y Patiño en 1895). .Juan Pastor Demetrio Amadeo Sainz, fue
bautizado en la Capilla de la Virgen de Guadalupe, y pese a no ser el primer
hijo, fue tan querido como el último de los seis hermanos. Fueron sus padres
don José Mariano Sainz y doña Narcisa Cossío, y sus hermanos legítimos Josefa,
Emiliano y Luis, Néstor era hijo del general y héroe de Ingavi José Ballivián,
y Cornelia Aguirre era hija de Nataniel Aguirre.
Ingresó a la Universidad de San Xavier de Chuquisaca, en
1872 egresó de abogado, fue elegido diputado, eso fue poco antes de casarse con
doña Josefa Guzmán. Luchó contra el gobierno de Melgarejo, que cansado por las
denuncias y los gritos de ramera a su amante, saltó de su monta carnal y montó
a la galopada para desbaratar la insurrección en las barricadas. Fue por esas
largas luchas contra los desmanes de los gobiernos mandones, que fue diputado
en el Congreso, 2º Jefe de los “Colorados de Bolivia”, y senador en el primer
gobierno de Ismael Montes.
En el tiempo, Sainz tuvo otras visiones, hasta cuatro,
además de ser general, senador, o abogado litigante, el destino lo llevó a ser
minero. Por un azar tomó en su despacho el caso legal de Rufina Martínez, dueña
de varias propiedades mineras en el cerro Chayaqueña, adjunto al cerro Espíritu
Santo, y por la amistad y un juicio bien ganado, la Martínez le pidió que
requería de sus mañas de abogado y que además sea su socio; le dijo: Una acción
para usted y dos para mí, para que yo siga siendo la mandona. Formaron la
sociedad Sainz-Martínez, y firmaron una escritura el 26 de agosto de 1887:
El objeto de la sociedad es consolidar la propiedad y
trabajar y explotar las minas de Guadalupe, Blanca, Victoria, Quimsachata,
Mercedes, Manto del Carmen, que posee por justo título dona Rufina Martínez”.
Cuando Sainz viajó a Llallagua y subió a la montaña no
encontró ningún destino. A media mañana llegó a un caserío llamado Cancañiri,
la montaña convulsa de Juan del Valle, donde trabajó Antonio Llano, el minero
de Chayanta, quien con la fe de un iluminado adquirió una posesión que quedó a
su muerte con su viuda Rufina Martínez. Sainz se instaló en Llallagua, descargó
su equipaje en una casita que le dio la Martínez, al sur del rio seco (Casa de
las monjas, calle Ballivián y Bolívar).
Al día siguiente entró a la mina, era tierra húmeda de musgo
y greda. Avanzó con el mechero, se apoyó en la pared lamosa y se mantuvo
agachado para no golpear su cabeza en las rocas puntosas. El peón le mostró una
piedra igual que otras y le dijo que era una veta de estaño. En el tiempo,
Sainz se acostumbró a la tarea aburrida y diaria, pero en 1893, ante la
impaciencia de la viuda que insistía que allá había suficiente riqueza, Sainz
movió ligeramente la cabeza, y con su mejor gesto de convicción, le dijo muy
tranquilo:
—Hay dos cosas que puede hacer mi estimada señora, trabajar
directamente la mina para producir los miles de quintales que dice puede sacar,
o vender la mina y dedicarse a recibir un monto fijo cada mes sin que le
importe un carajo cómo va la mina; usted dirá.
—La Martínez pensó y respondió−. Para que no me importe un
carajo. Se la vendó en £ 4.400; usted dirá.
Sainz decidió comprar a su socia las tierras, el socavón de
Cancañiri, el ingenio y la posesión colindante que le perteneció a Ramón
Salinas, otro minero de muchas posesiones mineras con el crédito del 1% anual
que recibió de F. A. Aramayo, y la garantía de entregas extras de 50 qq. por
mes. Más tarde compró a crédito la Realenga, San José y mejoró La Providencia.
Invirtió tanto que, Oporto y Minchín sabían que Sainz desde 1894, requería más
obreros porque producía 10 veces más y se preguntaban calladamente por donde
vagabundeaba su veta de estaño para interceptarla, y empezaron a alinear sus
coordenadas.
Un año antes, en 1893, sus oscuros cielos empezaron a
derramar auroras cuando la mina le reveló que la veta La Blanca tenía 15 vetas
de buen estaño de un metro de ancho y 33% de ley, todas dispersas como un árbol
de estaño bajo la tierra de cuya raíz provenía la carga que salía en los carros
metaleros por el socavón principal de 370 metros de largo para ser echada en la
canchamina, donde esperaban los pesados quimbaletes para molerla y la recua la
lleve al Ingenio de Catavi para salir en la caravana de 4 días hasta
Challapata, donde los rescatadores (Casa Fricke, Aramayo y Cía., o Martins), le
paguen sin chistar, Bs. 10 el quintal de 65% de ley.
El año de 1905, fue el tiempo triunfal de la Compañía
Llallagua y del gran sucrense Pastor Sainz, quien con modestia divina decidió
hacer de su vida lo más llevadera posible, y lo logró, consiguió que su empresa
se cotice en la astronómica suma de £ 350.000, pero antes de la venta de
Llallagua, llegó la primavera de 1906, luego el verano, y un buen día arribaron
con una fisonomía de empresarios universales y una filosofía de superioridad
cósmica, los chilenos Eleazar Lazaeta y Daniel Felieú, con una carpeta de
propuestas para la compra de la mina.
El 14 de marzo de ese año, a nombre de varios capitalistas
chilenos, se finiquitó la venta de toda la propiedad minera por £ 350.000.
($us, 1.700.000 de 1973) Y la compañía de Sainz se convirtió en la Compañía
Estañífera Llallagua, con un capital de £ 425.000. Así terminó la historia de
18 años de Sainz en las montañas de Llallagua (1887-1906), y empezó la Compañía
Estañífera de Llallagua, administrada por manos chilenas que aprovechó el caos
político para darse una fortuna pomposa por otros largos 18 años (1906-1924).
La venta se celebró en Oruro, entre viandas y licores. Sainz
regaló cientos de libras al personal de la notaria, y esa noche hubo cena y
vals en el Club Social para agasajar a los financistas chilenos y a treinta
personalidades orureñas. Pero ese año no fue todo, antes del viaje anhelado
para conocer al santo Papa, murió doña Josefa Guzmán de Sainz, y al año, sin
mirar atrás, y con la voluntad irrevocable de no volver jamás, murió don Pastor
Sainz, el “Benefactor de Sucre”.
Pastor Sainz, quien fue nombrado en 1907, Prefecto del
Departamento de Chuquisaca. Realizó importantes donaciones para diferentes
instituciones públicas, tanto en la ciudad como en las provincias, donó con su
propio peculio material quirúrgico para el hospital Santa Bárbara y Bs. 25.000
para la refacción de la Iglesia Catedral. Hoy sus restos descansan en una urna
en la Capilla de la Virgen de Guadalupe; y en justo homenaje, la Honorable
Alcaldía Municipal le declaró “Benefactor de Sucre”.
En Llallagua, no existe una plaza o un monumento que lleve
su nombre. Su presencia en las montañas fue ignorada pese a que fue el
descubridor y precursor de su existencia, y quien dio el primer paso para que
Llallagua sea noticia mundial.
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