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JUAN PASTOR DEMETRIO AMADEO SAINZ, EL NOBLE SEÑOR DE LA MONTAÑA (1845-1907)

 

Simón I. Patiño dueño de Llallagua-

Por: José Antonio Loayza Portocarrero. 14 de julio de 2020.

No sé si por una intención encubridora la historia no nos muestra a este precursor como al primero de la montaña. ¡Porque fue el primero, el descubridor de Llallagua en 1887! (El segundo en llegar a la montaña fue Minchín en 1890, y Patiño en 1895). .Juan Pastor Demetrio Amadeo Sainz, fue bautizado en la Capilla de la Virgen de Guadalupe, y pese a no ser el primer hijo, fue tan querido como el último de los seis hermanos. Fueron sus padres don José Mariano Sainz y doña Narcisa Cossío, y sus hermanos legítimos Josefa, Emiliano y Luis, Néstor era hijo del general y héroe de Ingavi José Ballivián, y Cornelia Aguirre era hija de Nataniel Aguirre.

Ingresó a la Universidad de San Xavier de Chuquisaca, en 1872 egresó de abogado, fue elegido diputado, eso fue poco antes de casarse con doña Josefa Guzmán. Luchó contra el gobierno de Melgarejo, que cansado por las denuncias y los gritos de ramera a su amante, saltó de su monta carnal y montó a la galopada para desbaratar la insurrección en las barricadas. Fue por esas largas luchas contra los desmanes de los gobiernos mandones, que fue diputado en el Congreso, 2º Jefe de los “Colorados de Bolivia”, y senador en el primer gobierno de Ismael Montes.

En el tiempo, Sainz tuvo otras visiones, hasta cuatro, además de ser general, senador, o abogado litigante, el destino lo llevó a ser minero. Por un azar tomó en su despacho el caso legal de Rufina Martínez, dueña de varias propiedades mineras en el cerro Chayaqueña, adjunto al cerro Espíritu Santo, y por la amistad y un juicio bien ganado, la Martínez le pidió que requería de sus mañas de abogado y que además sea su socio; le dijo: Una acción para usted y dos para mí, para que yo siga siendo la mandona. Formaron la sociedad Sainz-Martínez, y firmaron una escritura el 26 de agosto de 1887:

El objeto de la sociedad es consolidar la propiedad y trabajar y explotar las minas de Guadalupe, Blanca, Victoria, Quimsachata, Mercedes, Manto del Carmen, que posee por justo título dona Rufina Martínez”.

Cuando Sainz viajó a Llallagua y subió a la montaña no encontró ningún destino. A media mañana llegó a un caserío llamado Cancañiri, la montaña convulsa de Juan del Valle, donde trabajó Antonio Llano, el minero de Chayanta, quien con la fe de un iluminado adquirió una posesión que quedó a su muerte con su viuda Rufina Martínez. Sainz se instaló en Llallagua, descargó su equipaje en una casita que le dio la Martínez, al sur del rio seco (Casa de las monjas, calle Ballivián y Bolívar).

Al día siguiente entró a la mina, era tierra húmeda de musgo y greda. Avanzó con el mechero, se apoyó en la pared lamosa y se mantuvo agachado para no golpear su cabeza en las rocas puntosas. El peón le mostró una piedra igual que otras y le dijo que era una veta de estaño. En el tiempo, Sainz se acostumbró a la tarea aburrida y diaria, pero en 1893, ante la impaciencia de la viuda que insistía que allá había suficiente riqueza, Sainz movió ligeramente la cabeza, y con su mejor gesto de convicción, le dijo muy tranquilo:

—Hay dos cosas que puede hacer mi estimada señora, trabajar directamente la mina para producir los miles de quintales que dice puede sacar, o vender la mina y dedicarse a recibir un monto fijo cada mes sin que le importe un carajo cómo va la mina; usted dirá.

—La Martínez pensó y respondió−. Para que no me importe un carajo. Se la vendó en £ 4.400; usted dirá.

Sainz decidió comprar a su socia las tierras, el socavón de Cancañiri, el ingenio y la posesión colindante que le perteneció a Ramón Salinas, otro minero de muchas posesiones mineras con el crédito del 1% anual que recibió de F. A. Aramayo, y la garantía de entregas extras de 50 qq. por mes. Más tarde compró a crédito la Realenga, San José y mejoró La Providencia. Invirtió tanto que, Oporto y Minchín sabían que Sainz desde 1894, requería más obreros porque producía 10 veces más y se preguntaban calladamente por donde vagabundeaba su veta de estaño para interceptarla, y empezaron a alinear sus coordenadas.

Un año antes, en 1893, sus oscuros cielos empezaron a derramar auroras cuando la mina le reveló que la veta La Blanca tenía 15 vetas de buen estaño de un metro de ancho y 33% de ley, todas dispersas como un árbol de estaño bajo la tierra de cuya raíz provenía la carga que salía en los carros metaleros por el socavón principal de 370 metros de largo para ser echada en la canchamina, donde esperaban los pesados quimbaletes para molerla y la recua la lleve al Ingenio de Catavi para salir en la caravana de 4 días hasta Challapata, donde los rescatadores (Casa Fricke, Aramayo y Cía., o Martins), le paguen sin chistar, Bs. 10 el quintal de 65% de ley.

El año de 1905, fue el tiempo triunfal de la Compañía Llallagua y del gran sucrense Pastor Sainz, quien con modestia divina decidió hacer de su vida lo más llevadera posible, y lo logró, consiguió que su empresa se cotice en la astronómica suma de £ 350.000, pero antes de la venta de Llallagua, llegó la primavera de 1906, luego el verano, y un buen día arribaron con una fisonomía de empresarios universales y una filosofía de superioridad cósmica, los chilenos Eleazar Lazaeta y Daniel Felieú, con una carpeta de propuestas para la compra de la mina.

El 14 de marzo de ese año, a nombre de varios capitalistas chilenos, se finiquitó la venta de toda la propiedad minera por £ 350.000. ($us, 1.700.000 de 1973) Y la compañía de Sainz se convirtió en la Compañía Estañífera Llallagua, con un capital de £ 425.000. Así terminó la historia de 18 años de Sainz en las montañas de Llallagua (1887-1906), y empezó la Compañía Estañífera de Llallagua, administrada por manos chilenas que aprovechó el caos político para darse una fortuna pomposa por otros largos 18 años (1906-1924).

La venta se celebró en Oruro, entre viandas y licores. Sainz regaló cientos de libras al personal de la notaria, y esa noche hubo cena y vals en el Club Social para agasajar a los financistas chilenos y a treinta personalidades orureñas. Pero ese año no fue todo, antes del viaje anhelado para conocer al santo Papa, murió doña Josefa Guzmán de Sainz, y al año, sin mirar atrás, y con la voluntad irrevocable de no volver jamás, murió don Pastor Sainz, el “Benefactor de Sucre”.

Pastor Sainz, quien fue nombrado en 1907, Prefecto del Departamento de Chuquisaca. Realizó importantes donaciones para diferentes instituciones públicas, tanto en la ciudad como en las provincias, donó con su propio peculio material quirúrgico para el hospital Santa Bárbara y Bs. 25.000 para la refacción de la Iglesia Catedral. Hoy sus restos descansan en una urna en la Capilla de la Virgen de Guadalupe; y en justo homenaje, la Honorable Alcaldía Municipal le declaró “Benefactor de Sucre”.

En Llallagua, no existe una plaza o un monumento que lleve su nombre. Su presencia en las montañas fue ignorada pese a que fue el descubridor y precursor de su existencia, y quien dio el primer paso para que Llallagua sea noticia mundial.

 

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