![]() |
Por: José Antonio Loayza Portocarrero. 20 de julio de 2020.
Después de la muerte de Villarroel, hubo dos presidentes
interinos, Néstor Guillen y Tomás Monje. Ambos sacaron la cara por la Rosca,
porque a los dos meses de la muerte de Villarroel, los Sindicatos de Siglo XX y
Catavi, pidieron 60% de aumento salarial, este pedido pasó del Ministerio de
Trabajo al Tribunal Arbitral, pero el fallo no fue aceptado ni por la Patiño
Mines ni por los obreros, y la tensión hizo que la empresa amenace a los
obreros con el “Lock out”.
Se retiró a 270 obreros. La Patiño Mines dijo que no era
suficiente para sentar un precedente. El gerente de la Patiño, Ing. Witt C.
Deringer presentó al Gobierno un plan esplendorosamente práctico y frio para
justificar los despidos sin vagos idealismos, y con la misma prisa de una
amante que apaga la luz, el 6 de septiembre del 47, el Gobierno dictó una
Resolución Suprema y fijó la suma de Bs. 30 millones para el pago de beneficios
al 95% del personal.
Monje entregó el poder gubernamental a los elegidos del
PURS, a Enrique Hertzog y a Mamerto Urriolagoitia. Entretanto los obreros
pidieron que un Tribunal Arbitral dirima el caso, y cuando se revisaron las
liquidaciones, ocurrió que el monto correcto era Bs. 57 millones, ¡el doble de
lo calculado por los expertos de la empresa! Hertzog autorizó la compra de $us.
1.500.000, pero no al cambio oficial de Bs. 42, sino de Bs. 56., esto dio la
formidable suma de Bs. 84 millones, o sea que el Gobierno le regaló a Patiño
Bs. 21 millones, ¡la tercera parte de su cuenta!, pagó Bs. 27 millones, o sea
el 15% de lo que debía pagar.
Las milicias del PIR , que era la misma masa grosera y
borracha que ahorcó a Villarroel, y sacrificó sin persignarse siquiera al
edecán Ballivián, al Secretario Uría de la Oliva y a Roberto Hinojosa, Director
de Radio Illimani. Fueron los mismos que dos meses después, el 21 de
septiembre, los colgaron al mayor Jorge Eguino y al capitán José Escobar, en
los faroles aún renegridos de sangre deseca. Y no terminó ahí la vergüenza,
seis días después, fueron los mismos que lo colgaron sin mayor trámite al teniente
Luis Oblitas, por haber ido al Palacio a reclamar su reincorporación al
ejército y fue acusado de querer asesinar al Presidente Monje. No había duda,
había un fanatismo enfermo contra aquel que quiso hacer más pobres a los ricos
y más ricos a los pobres.
Hertzog pretendió crear un gobierno de unidad nacional,
invitó al PIR que decía ser un partido de izquierda, al Comité Tripartito, a
Salamanca, Guillen y Monje que eran miembros del Partido Republicano Genuino,
al Partido Republicano Socialista de Saavedra, y al Partido Socialista
Unificado que se coló al final, todos, concertaron una fuerza capitalista con
viveza socialista, y en diciembre del 46, se unieron en torno a su Declaración
de Principios y proclamaron el socialismo científico evolucionista que se llamó
PURS.
A los pocos meses los trabajadores de la empresa Patiño
Mines, plantearon sus reclamos y recurrieron a la huelga. Patiño sin acatar el
laudo ordenó el desahucio de 400 obreros. Hertzog lo hizo mejor, con el fin de
quedar bien ordenó el despido de 5.000 obreros, fue una masacre blanca. El 5 de
agosto, Hertzog se sintió feliz cuando supo que los obreros bajaron a Catavi
para pedir su liquidación: 7.165 empleados y obreros recibieron sus cartas de
despido, más la orden de desocupar la vivienda en 48 horas, y los boletos de
ferrocarril para la familia.
Curiosamente, Hertzog enfermó y lo “internaron en un
hospital” de Chulumani. El 7 de mayo pidió licencia al Congreso y fue suplido
por el vicepresidente Urriolagoitia, cuya inexperiencia era la misma de
Hertzog, después de haber estado 18 años fuera del país como secretario de la
Legación de Bolivia en Londres. El 13 de octubre viajó a Chulumani para pedirle
a Hertzog que retorne a la presidencia porque él se iba a Sucre, su tierra
natal. Hertzog le pidió que lo supla tres meses más, Urriolagoitia dijo que esperaría
72 horas y no tres meses. Hertzog resolvió no volver, envió su renuncia al
Congreso, y Urriolagoitia se resignó a gobernar los dos años que faltaban. El
22 de octubre del 49, fue nombrado Presidente Constitucional.
El 28 de mayo cometió su peor pecado, y lo hizo sin “Miedo
ni temblor”, como dijo Søren Kierkegaard. Citó a una reunión conciliatoria a
los principales dirigentes mineros, pero al llegar a la reunión los delegados
Néstor Capellino, Guillermo Lora, Mario Torres, y Víctor Toranzos, fueron
lanzados como fardos a una camioneta y de ahí a un autocarril para ser llevados
a La Paz y desterrados a Chile junto a Lechin, eso provocó que los mineros
detuvieran como rehenes a varios técnicos que vivían en el campamento de Siglo
XX, los norteamericanos Wilbur Cook, Superintendente de la mina Siglo XX, Floyd
Erickson, Paul Green, John O’Connor (junto a su esposa), Joseph Besseten,
Albert Krefting, Richard D. Ellet, T. R. Woods Smith, N. Spaar, A. Heusser. Los
bolivianos Carlos de la Reza, Jefe de Almacenes; David Vargas, Jefe de
Bienestar Social; Ramón Rico Terrazas, Oficina Tiempo; Corsino Gutiérrez,
Eugenio de los Santos, Darío Palenque, y Carlos Andrade, que fueron golpeados
sin ninguna razón porque no eran la causa del abuso.
Se informó de lo sucedido a la Gerencia de Catavi, esta
ordenó que de inmediato se disponga de la fuerza para liberar a los presos
llevados al Sindicato de Siglo XX. Se agitó la manivela del teléfono, habló
Wilbur Cook con De Witt Deringer: ¡Tienen que hacer lo posible por liberarnos,
nuestras vidas están en peligro! Deringer se puso en contacto con Juan
Céspedes, Jefe del Sindicato. Céspedes tomó el teléfono y advirtió: ¡Por cada
obrero que muera morirá uno de los presos! Deringer reclamó: ¿Cuál es el motivo
del apresamiento? Céspedes respondió: ¡No se los soltará hasta que Lechin
regrese a Bolivia, y Lora, Torrez, Toranzos y Capellino, vuelvan a Llallagua!
Deringer explicó: Eso está fuera de mi control, estoy dispuesto a ceder en
cualquier cuestión que sea de mi competencia. Céspedes replicó: ¡No me interesa
saber quiénes son los autores!… ¿Hola? Nadie respondió, Se cortó la línea…
Al rato vino desde el sindicato la mala noticia Un minero
por manejar mal el fusil hirió a Heusser, luego lo pateó tratando de revivirlo,
esa fue la primera víctima. La segunda sin haber muerto fue la esposa de
O’Connor, que llegó con su esposo un mes atrás. La tercera víctima fueron
todos, no sólo por la tensión síquica sino por la impiedad de los mineros
contra los técnicos, en especial con los bolivianos que tenían las cabezas
ensangrentadas y los cuerpos moreteados. Sonaron dos disparos y cayeron muertos
Kerfting y O’Connor, los fusilaron. Más tarde murió David Vargas a causa de los
golpes que recibió.
En el momento que Paul Green, Regente de la mina, era
golpeado y luego herido por un disparo que le entró por la mejilla y le salió
por la boca envuelta con parte de la encía y dientes destrozados, el ejército
se lanzó al ataque, los mineros formaron cuadrillas de defensa y los
regimientos Colorados, Andino, Camacho, e Ingavi, 2º de infantería, 1º de
caballería, otro de artillería, más un regimiento de carabineros y 1.500
soldados, atacaron los campamentos disparando y matando a más de 80 mineros. El
29 no hubo asalto, las tropas y los mineros se agazaparon de la metralla de los
aviones que demolían los campamentos.
La batalla entre las tropas y los obreros prosiguió
furiosamente por 15 horas. A las 11 de la mañana las tropas tomaron el
sindicato. A las 4 de la tarde la situación estaba dominada y cesó el fuego. La
empresa paralizó durante 25 días por falta de empleados y por la salida de 500
obreros que fueron sacados por el Gobierno por ser considerados peligrosos,
muchos fueron muertos y heridos, incluyendo algunas mujeres y niños, víctimas
de balas perdidas y de la sensatez perdida.
Luego vino la Guerra Civil del 49…
No hay comentarios:
Publicar un comentario