Foto: Dibujo de Pedro Ignacio Muiba. / Por: Rodolfo Pinto Parada / Este ariculo fue publicado en la
revista digital Pueblo de Leyenda – Trinidad, Beni, Bolivia - Noviembre de 2009
/ No 3 Edición Especial.
Cuando Gabriel René Moreno, el Príncipe de las Letras
Bolivianas publicó su “Catálogo del Archivo de Mojos y Chiquitos” dejó algunos
capítulos de la historia nacional guardados e inéditos. El Dr. Ruber Carvalho
Urey, que trabajaba en el Archivo Nacional ubicado en Sucre, encontró los
manuscritos donde se menciona al líder de la rebelión indígena ocurrida en
Trinidad en el período 1810 – 1811, y entregó las fotocopias a su hermano
Antonio para que las publique con el nombre de “Pedro Ignacio Muiba, el Héroe”.
Posteriormente el Dr. Jose Luis Roca amplió la información siempre en base a
los mencionados documentos históricos y los publicó con el nombre de “Mojos en
los albores de la independencia boliviana (1810- 1811)”.Este trabajo es un
resumen de la referida publicación con algunas observaciones propias. Antes de
hablar del Gran Cacique Canichana Juan Maraza hay que mostrar un poco el
panorama que se vivía en los primeros años del siglo XIX. En reemplazo de Don
Lázaro de Ribera, el Gobernador de Mojos era Don Miguel Zamora y Triviño
(1792-1802), que llegó a Mojos acompañado de su esposa la Condesa de Argelejo.
En esa época Mojos, al igual que Chiquitos, era una Gobernación independiente
de las Intendencias del Virreinato de Buenos Aires, creada según las ordenanzas
de 1782 y que dependía de la Real Audiencia de Charcas.
Hay que mencionar que la nación canichana era una de las más
importantes, razón por la cual los jesuitas eligieron al pueblo de San Pedro,
fundado en base a esta etnia, como Capital de las Misiones. Varias fueron las
razones para esta elección:
- Su ubicación geográfica a orillas del principal río
mojeño, el caudaloso Mamoré.
- La cercanía a la desembocadura de los ríos Tijamuchí,
Apere y Yacumapara navegar hacia las otras misiones ubicadas en la margen
izquierda del río Mamoré.
- El arroyo Yuatre (antes río San Salvador), afluente del
Machupo, que nace en las cercanías de San Pedro y mantenía la vinculación con
la nación de los Baures que junto a la nación Canichana, formaba el grupo de
élite en la organización indígena de esa época. Este arroyo, unido a una serie
de canales artificiales, permitía la navegación hasta el río San Simón y servía
para transportar metales preciosos: oro, plata, estaño y cobre desde las
Misiones asentadas sobre las márgenes de ese río,para usarlos en la fundición
instalada en San Pedro, para la fabricación de campanas y cañones. La bravura y
ferocidad de los canichanas les había dado fama de indómitos guerreros durante
la época jesuítica, al frenar las frecuentes incursiones de los lusitanos,
utilizando los cañones preparados en la fundición y marcando los límites de
España y Portugal en el río Iténez después de derrotar a los invasores
portugueses en la batalla de "Carayanao".
Después de la expulsión de los jesuitas, Antonio de
Aymerich, primer gobernador civil de Mojos, concedió a los canichanas la
prerrogativa de organizar, según relató José Chávez Suárez “dos compañías de a
cincuenta flecheros cada una, con un capitán canichana a la cabeza, compañías
que serían vestidas con uniforme de desfilar todos los domingos en San Pedro
después de la procesión”. Es presumible que ese derecho de poseer su propia
fuerza armada fue conservado por los canichanas hasta los primeros años del
siglo XIX.
Cuando llegó a Mojos el nuevo Gobernador Zamora, el cacique
canichana Juan Maraza ya tenía un prestigio bien ganado entre su gente, como
verdadero guía de su pueblo, lo que permitía la cohesión social, amenazada
después de la expulsión de los jesuitas.
Los excesos autoritarios del gobernador Zamora se sumaban
cada día y fueron denunciados no solamente por los curas seculares sino que
hasta por el gobernador de Santa Cruz, Don Francisco de Viedma, durante una
visita a Mojos informó sobre las muertes y otros graves daños que sufrieron
aquellos desgraciados indios cuando el Gobernador los obligó a conducir en
hombros, a su mujer y su hijo, a una distancia de más de 50 leguas.
Igualmente denunció que el Gobernador de Mojos aplicaba
crueles castigos a los nativos y los mantenía en las cárceles por muy leves
motivos.
Zamora mantuvo también un comercio ilícito con los
portugueses de la Fortaleza Príncipe da Beira, en el río Iténez, para lo cual
obligaba a los indios, con riesgo inminente de sus vidas, a salir a cazar
tigres para vender sus pieles.
Todas estas arbitrariedades y abusos colmaron la paciencia
del cacique canichana Juan Maraza que, llegado el momento, levantó al pueblo de
San Pedro pidiendo que el Gobernador abandone la región o si no lo haría a la
fuerza. Maraza, enarbolando la autoridad que le había conferido su pueblo,
cortó de raíz los abusos del Gobernador y con un grupo de sus partidarios hizo
conducir los 50 baules que formaban el equipaje del Gobernador hasta el pueblo
de San Javier. Esto sucedía en octubre de1801.
La Audiencia de Charcas destituyó a Zamora y con carácter
interino fue nombrado como Gobernador, Don Rafael Alvarez Sotomayor que estuvo
solamente algunos meses y fue remplazado por el Gobernador titular Don Pedro
Pablo de Urquijo.
Cuando el nuevo Gobernador llegó a Mojos, en todo el
territorio mojeño sólo se hablaba del cacique Juan Maraza, quien había
restaurado nuevamente el autogobierno que tenían los jesuitas o sea que el
cacique indígena formaba parte esencial del gobierno con el título de
Corregidor, cuyo mando se extendía a todos los indios. Como jefe inmediato
estaba el Regidor y ambos tenían sus suplentes con el titulo de Teniente y
Alférez respectivamente. Los pueblos estaban gobernados por los Alcaldes,
primero y segundo, quienes a su vez ejercían las funciones de policía. La
administración de justicia se hacía de acuerdo a sus costumbres ancestrales a
cargo de tres jueces: el Justicia Mayor, el Juez de Varas y el Sargento Mayor.
El conjunto de estos jefes, funcionarios y magistrados constituía el Cabildo
que controlaba todo el trabajo y la vida de los mojeños.
Cuando el Rey Carlos III tomó la decisión de expulsar a la
Compañía de Jesús, los curas seculares que los reemplazaron, abolieron todo el
poder del Cabildo y comenzó una etapa de excesos, castigos y abusos sexuales
contra los indígenas. Esta situación se mantuvo durante la época de los
Gobernadores aunque uno de ellos, Don Lázaro de Ribera hubiera tratado de
cambiar las cosas. Urquijo tomó posesión de su cargo en Loreto, el 8 de Octubre
de 1805 ylo primero que hizo, cuando llegó a la Capital de las Misiones fue
tratar de ganarse la buena voluntad de Maraza por lo que tramitó ante la
Audienciade Charcas el nombramiento de Cacique.
En su petición a la Audiencia de Charcas decía que
“solicitaba ese título debido a que Juan Maraza era el "Timebund
gentes" de la provincia”, reconociendo el mando que tenía entre las demás
etnias de Mojos. Como el trámite tardó mucho tiempo, el gobernador Urquijo
costeó de su bolsillo la medalla correspondiente y lo nombró “Cacique
Vitalicio”, distinción que fue recibida con desagrado por los trinitarios,
cuyos caciques se creían también con derecho a similar tratamiento.
PEDRO IGNACIO MUIBA, CACIQUE TRINITARIO
Cuando Ruber Carvalho revisó el Archivo de Mojos que dejó
catalogado Gabriel René Moreno, se desempolvó de los vetustos anaqueles de la
capital de la República la rebelión indígena de Pedro Ignacio Muiba, de
Gregorio González,su hermano por parte de madre,de José Bopi cacique de Loreto
y de los trinitarios de la época que se negaron a remar en las embarcaciones
destinadas al transporte de la familia y del equipaje del Gobernador Pedro
Pablo de Urquijo. En toda la documentación recuperada aparece Muiba desafiando
a las autoridades españolas y ganando prestigio entre los indígenas ya que, al
igual que Maraza, pretendía instalar un gobierno indígena. Antes de la
rebelión, Muiba había efectuado varios viajes hacia Santa Cruz y allí se había
relacionado con grupos subversivos, que pretendían conseguir la independencia
de Bolivia.
También, como dice el Gobernador Alvarez en su informe: “y
que Pedro Ignacio escribió al mismo cacique de San Pedro (Maraza) luego que
llegó del Perú”.
Los movimientos sociales andinos como el de Tupac Amaru, se
estructuraron en torno a una coalición de criollos, mestizos e indígenas, pero
como en Mojos no existían los dos primeros, la lucha se polarizó entre
indígenas y españoles. El Gobernador Urquijo, con mucha estrategia derivó ese
antagonismo hacia el cruel enfrentamiento entre las propias etnias mojeñas.
Antes del enfrentamiento entre canichanas y trinitarios,
Muiba estuvo junto a Maraza en el motín que culminó con la destitución del
Gobernador Zamora en Octubre de 1801 y por esta razón el Gobernador Don Antonio
Alvarez lo mantuvo preso en la cárcel de San Pedro con intención de remitirlo a
la ciudad de La Plata para ser juzgado allí. Nuevamente Maraza entra en acción
y, con estrépito de cajas y clarines, libera a Muiba de lacárcel.
Este cacique trinitario, autor de varias cartas dirigidas al
Taita Juan Maraza, Cacique de los Pueblos, como él lo llama, revela en ellas el
espíritu insurreccional de los trinitarios a raíz de los graves acontecimientos
políticos que ocurrieron en España a partir de 1908. En todos los documentos
aparece como una persona entendida en política y en negocios públicos pero
sobre todo muy preocupado por el bienestar de su pueblo. Su correspondencia con
Maraza muestra sus intentos para evitar el enfrentamiento entre trinitarios y
canichanas.
Revela también su deseo de autodeterminación para los
pueblos mojeños, a raíz del vacío que dejó en España la invasión francesa de
Napoleón. Por último, su muerte junto a Muiba, en enero de 1811, lo sitúa como
a uno de los próceres de nuestra emancipación. su primera carta, del 1 de
octubre de 1810, dirigida al Taita Juan Maraza,Cacique de los Pueblos, al
comunicar a su taita que “los portugueses quieren venir a esta capital de San
Pedro para guerra” y ofrecer la ayuda de los trinitarios y de los loretanos en
caso de que se repita, nuevamente, la invasión de los portugueses, nos muestra
que los indígenas mojeños disponían de una eficiente movilización de correos
tanto con Santa Cruz de la Sierra como con la Fortaleza Príncipe da Beira, sin
que los Gobernadores de Mojos tengan conocimiento de este eficiente sistema
decomunicación.
La segunda carta o “la carta subversiva” como la denomina el
historiador José Luis Roca, tiene mucha mayor trascendencia política, lo que
hace ver que el Cacique González era un hombre bien informado y que deseaba la
unidad entre trinitarios y canichanas. Para comprender mejor la situación del
movimiento indígena de esa época es necesario transcribir y luego analizar el
contenido de esta carta:
“Octubre 6 de 1810. Mi cacique, don Juan Maraza, mi taita te
avisaré ahora, y luego nuestro rey ya murió en francia, ya mataro y boina parte
está en palacio donde estaba nuestro rey y espania ya está perdido, ya todo de
los franceses ya hace tres meses no viene correo de Espania y están engañando a
nosotros que ya está buenos y mentir a todos, el virrey de Buenos Aires, ya
echaro para fuera y otro virrey de Lima también está preso echaron también y
Chuquisaca la Audiencia nuevo presidente Nieto está preso con grillo, con que
ahora no hay Audiencia, todos están con guerra, está muy malo, así también en
Santa Cruz don Pedro Toledo subdelegado también ya quitaron los cruceños y por
eso te aviso taita que todos los que vinieron de Espania, ya sacaron todos y
aquí no quieren a visar la verdad engañando a nosotros debalde correo siempre
mentira ahora ya sabemos bien ese caballero don José Manuel Basquez,
administrador de Baures, que lleva carta de la señora, es para avisar al señor
gobernador, y así taita no lo crea ahora, por eso te aviso taita para que lo
sepa todo, pensarlo bien todo, a visar todos los juecess y capitanes y
tenientes y alféres, nosotros ya sabemos aquí todos los Jueces y Capitanes, y así
no lo crea taita cuando diga, el rey ya no hay, ya murió, estamos pobres y así
taita ya estamos malo, mucho engaña los españoles, parece aquí taita hay guerra
con nosotros, pero nosotros estamos pronto con tus hijos trinitarios como
hermanos y así no triste taita, avisa a mis hijos canicianas para que sepan
todos ellos mis hijos canicianas, aquí miraron los padres la iglesia con don
Manuel Delgadillo, hoy sábado y por eso te aviso para que sepa y no avisar esta
carta al señor Gobernador, anadies, ni al padre, solo usted, te aviso taita
cuidad la iglesia avisar al sacristán mayor cuando quera conocer todo la plata
de la iglesia que no abra la puerta Muchas memorias a todos los jueces taita,
ya te aviso todo soy tu compañero, te quiero mucho y te estimo. Gregorio
González.”
Aunque la carta transcrita se refiere a hechos que habían
sucedido dos años antes en la península, lo referente a la revolución de Buenos
Aires y la adhesión a ella de la intendencia de Santa Cruz, eran noticias
totalmente frescas. En efecto, el cambio del subdelegado Pedro Toledo Pimentel
por una junta patrióticaa en Santa Cruz de la Sierra, había tenido lugar el 24
de Septiembre del mismo año de la carta, o sea menos de dos semanasantes de que
ésta fuera escrita. De ahí puede colegirse que los revolucionarios cruceños se
empeñaron en que la noticia llegara de inmediato a Mojos para lo cual debieron
usar un sistema de comunicación por la vía terrestre de Chiquitos mediante un
jinete con sus respectivos relevos que en doce días cubriera las
aproximadamente cien leguas que separan Santa Cruz de Trinidad.
En cuanto a lo referente a que el Presidente de la
Audiencia, Vicente Nieto, estuviera preso en la fecha de la carta, es un dato
apócrifo pues la prisión y consiguiente fusilamiento de Nieto ocurrió sólo a
comienzos de 1811, después de la acción de Suipacha. Lo mismo con el dato del
derrocamiento del Virrey de Lima. Es presumible que tales informaciones falsas
fueran dadas desde Santa Cruz con el ánimo de insuflar ese espíritu patriótico
y antiespañol de los mojeños que se refleja en la carta.
Otro aspecto destacable es el referente a la confianza total
que Maraza le inspiraba a González como para escribirle una carta tan peligrosa
y explosiva como la transcrita. Si bien se nota la confianza entre los Caciques
no sucede lo mismo con los curas doctrineros de quienes González desconfiaba y
por eso le recomienda con vehemencia a Manaza “no avisar esta carta al señor
gobernador, a nadies, ni al padre”. De otra parte, González expresa una
manifiesta sumisión ante Manaza a quien llama reiteradamente de “mi taita”.
También es digno de comentario el hecho de que González
recomendase a Maraza el cuidado de la iglesia con la insistencia de que
comisionara al Sacristán Mayor a enterarse de la platería que había dentro de
ella. Eso hace presumir que el Cacique trinitario temía alguna invasión o
requisa violenta al cabo de la cual los indígenas sabían por propia experiencia
que se producía un saqueo de los ornamentos y tesoros de metal precioso que
decoraban las iglesias desde la época jesuítica. No se puede negar el valor
histórico e ideológico de la carta de González y aunque la idea principal era
la insurrección contra la corona española no se podía ser más explícito porque
había el temor de ser descubierto. Sin embargo, el taita Maraza tenía otros
problemas porque creía que los Caciques trinitarios estaban sobrepasando a su
autoridad y eso lo impulsó a colaborar con el Gobernador Urquijo a poner orden
en la rebelión que se estaba preparando, sin saber que tanto Muiba como
González estaban bien informados sobre los movimientos libertarios que estaban
estallando en todo el Alto Perú. De todos modos al hacer conocer el contenido
de la carta de González tanto al Gobernador como al saldo del pueblo mojeño
contribuyó a difundir los ideales de los revolucionarios.
Temeroso de lo que pudiera ocurrir en Mojos, el Gobernador
Urquijo ordenó a Diego Crespo, administrador de Trinidad, que el día 24 hiciera
situar en el puerto de Loreto seis canoas tripuladas con la mejor gente y
buenos Capitanes para transportar a su señora y sus hijos con rumbo a San
Carlos de Yapacaní. Los remeros trinitarios se sublevaron y no aceptaron la
orden indicando que como ya no había rey en España no reconocían la autoridad
del Gobernador. Urquijo trató de enviar a su familia usando dos canoas
javerianas al mando del cayubaba Casimiro Abarau y del Alférez Real Cipriano
Zemo pero los loretanos y los itonamas también se sublevaron. A los nueve días
de su primera carta, González vuelve a escribir a Maraza avisándole que el
Gobernador pretendía que se tripulara una flotilla para traer soldados de Santa
Cruz, seguramente en previsión de lo que podría suceder. González suplica al
cacique canichana, no acceder a la orden de Urquijo, con el argumento implícito
de que las circunstancias así lo exigían, teniendo en cuenta el vacío de poder
que se había producido en España. Pero parece que la confianza que González
tenía en su Cacique Maraza no era recíproca porque aunque las cartas tenían un
carácter confidencial éstas figuran en el expediente que Urquijo remitió a la
Audiencia. “Octubre 10 de 1810. Cabildo Trinidad. Señor cacique me da la licencia
para ir 7 canoa para San Carlos para traer los soldados cruceños, para aquí
Mojos, pero yo no quiero despachar señor son 7 de aquí; de Loreto 8; de San
Xavier 3; de Exaltación 5 y de Baures 3, con que son 23 canoas por todos, por
eso te aviso, si quiere usted señor pero nosotros no queremos señor no hay que
dar licencia Taita Juan, como Cacique de San Pedro de Moxos y como capital y
corona de nuestro rey y así no queremos nosotros taita, escríbeme carta tu
respuesta taita, a su hijo que te quiere, su cabildo, Cacique Gregorio
González.”
Apenas cinco días después, González ya no pide autorización
a Maraza para desobedecer las órdenes de Urquijo. Se limita a informarle las
razones que tuvo para incurrir en tal desacato. “Trinidad y octubre 15 de 1810.
Señor cacique, mi taita Juan Maraza avisaré ahora: nuestros hijos otro dia
nomás que vinieron de San Carlos y Yapacani, todavía no descansaron mas que una
semana y ahora vuelta otra vez, quieren caminar para traer la señora aquí. Pero
taita, tengo mucho que trabajar, mi iglesia que todo está podrido ya está malo
quiere caer y por eso no quiero que vaya tus hijos trinitarios y por eso le
avisé al administrador para que se trabajara la iglesia y también no hay
chácara de la gente ni maíz, todo está perdido, estamos pobre porque no
chaquearon, usted bien lo sabe, porque todos tus hijos fueron con la señora, a
dejar la señora, y por eso no hay nada ahora. Pero este administrador se enojó
mucho con nosotros, con el cabildo y con la gente también, por eso dice: avisaré
al señor gobernador para que venga los canicianas para azotar a nosotros, dice
y acabarán todo, robarán caballos y vacas, así dicenuestro administrador y por
eso te avisamos para que sepa todo, porque nosotros no hacemos mal, nosotros su
cabildo te avisamos y así para que sepa esto el cabildo de San Pedro, no como
antes fue alboroto taita, pero ahora no hay nada, está claro taita Juan. Este
Casimiro Abarau nos hace nosotros mucho bravo hasta con la gente, por sus
disparates casi le dieron guasca este cayubaba, y así taita, no tenga pena de
nosotros, ni somos alzados, es cierto todavía no trabajaron sus chacras la
gente y luego dicen malo, esto es verdad taita y por eso volvimos a escribir
otra vez este su cabildo Trinitarios, como sus hijos y Dios le guarde muchos
años, tu hijo que te quiere y estima. Gregorio González” Hay que destacar la
actitud del administrador de Trinidad al amenazar a los indígenas, tratando de
enfrentarlos con sus vecinos y congéneres canichanas. El Cacique González a
toda costa trataba de evitarlo haciendo reflexiones a Maraza a fin de que éste
no se deje engañar con quienes querían enemistar a los dos pueblos.
LA SUBLEVACIÓN DEL 10 DE NOVIEMBRE DE 1810
Ante la desobediencia de los trinitarios para tripular las
embarcaciones, Urquijo se trasladó el día 9 de noviembre a Trinidad, acompañado
del Cacique Maraza y 40 canichanas, decidido a imponer su autoridad y a hacer
cumplir sus órdenes. El tumulto de los insubordinados no permitió ninguna
solución al problema y más bien se agravó cuando al día siguiente, Pedro
Ignacio Muiba exigió la presencia del Gobernador para ahorcarlo. Ante esta
situación Urquijo optó por regresar a San Pedro con la protección de los
canichanas. Nuevamente González escribe a su cacique Maraza, manifestando pesar
por lo ocurrido, pero a la vez justificando su conducta y la de sus parciales.
“Noviembre 11 de 1810. Taita Juan, que yo sentí mucho de
haber venido a este pueblo, haciendo mil disparates con mi gente un alboroto
tan grande y sabiendo usted como mi taita y lo que no mucho para que no lo crea
los cuentos de ese cacique xaveriano con sus mentiras, que viene aquí y así lo
engañaron al señor Gobernador de balde con sus mentiras, que con los canicianas
no tenemos cuenta con ellos, sino como hermanos y asi te aviso taita, pero
ahora voy a San Javier para saber las cosas que motivo fue, que daño hemos
hecho que con toda mi gente pasaré y asi usted no se meta taita con ellos
porque siempre mienten mucho, hoy va el Teniente Gil, mi hermanito Pedro y
Simón para que le cuenten todo como fue y Dios le guarde muchos años, de su
hijo que lo quiere y estima mucho, su criado Gregorio González - Taita Juan
Manaza, Cacique de la capital.”
En esta última carta, González trata de explicar a su
Cacique que la sublevación no era de carácter étnico entre trinitarios y
canichanas pero como no conocemos las respuestas que Maraza le enviaba, nunca
se podrá saber cual era el resentimiento y la actitud de Maraza al atacar
primero a los loretanos y luego el 15 de enero de 1811 a los trinitarios
matando a palos a 65 personas, hombres, mujeres y niños, y dejando 50 heridos
graves.
Anticipándose a la invasión, Pedro Ignacio Muiba, Gregorio
González y sus principales lugartenientes abandonaron Trinidad para refugiarse
en algún lugar de la selva o de la pampa.
Según los informes del Secretario de Urquijo, Lucas José de
González, ingreso a Trinidad donde se reunió con Tomás Noe y Borja Iguare. Los
atacantes se distribuyeron por todas las entradas del pueblo a fin de
controlarlas y al grito de Viva el rey nuestro señor Fernando Séptimo, viva la
religión cristiana, convergieron hacia el centro. Al verlos, los indios
trinitarios, varones, mujeres y niños, sin jefe alguno que los orientara,
corrieron a refugiarse en la iglesia. En ese momento comenzó la cruel matanza.
Hubo efusión de sangre y muertes ejecutadas por los itonamas y movimas que no
por los canichanas y cayubabas. Nada consiguieron mis esfuerzos ni los del
Cacique Maraza para aplacar el furor y de allí saquearon lo suyo y lo ajeno, yo
discurría por todas partes pero sin poderlo evitar, lo mismo hacía el Cacique
Maraza, quien se vio precisado de usar un chicote para separarlos. Fenecido el
saqueo general, se retiraron las tropas.”
Los informes del Gobernador no contienen detalles sobre la
captura y muerte de Muiba pero su cadáver fue llevado hasta San Pedro y colgado
en la plaza para que sirva como escarmiento ante una nueva subversión. Después
de enviar su informe a la Real Audiencia de Charcas, el Gobernador Urquijo
envió su renuncia. De allí siguió una serie de interinatos hasta que el año
1822 fue nombrado Gobernador de Mojos Don Francisco Xavier de Velasco. El
cacique Juan Maraza aún seguía al mando de los pueblos mojeños. Un día
cualquiera, Velasco, celoso y ávido de poder, quiso despojar al canichana de su
bastón de mando. “Aquí mando yo” le dijo, pero Maraza, con orgullo racial se
negó a someterse.
El Gobernador cogió una pistola y de un certero disparo segó
para siempre la vida del Cacique.
Ni el cabildo indígena ni el hijo de Maraza se quedaron
tranquilos ante el brutal asesinato. En bullicioso gentío se encaminaron a la
Casa de Gobierno. Velasco, parapetado en ella junto a un puñado de soldados
españoles y cruceños, abrió fuego contra los enardecidos canichanas quienes
lanzaban gritos de venganza. Sacaron sebo de los depósitos, untaron los
alrededores de la casa techada con palmeras y le prendieron fuego. El incendio
se propagó veloz y ruidosamente y Velasco ardió junto a sus enseres y al
archivo que contenía más de medio siglo de historia de la vida mojeña. Era un
25 de abril de 1822.
VALORACIÓN DE LOS HECHOS
Debido a que no se conocen las cartas de contestación de
Maraza hacia González alguien puso en duda si Pedro Ignacio Muiba y Juan Maraza
eran analfabetos. Pedro Ignacio Muiba era el traductor oficial de muchos
documentos que debía conocer el pueblo mojeño y que actualmente se encuentran
en el Archivo Nacional de Sucre. En cuanto a Juan Maraza tampoco era analfabeto
porque si hubiera sido, Gregorio González no le habría enviado cartas tan
explosivas y peligrosas. La rebelión de los indios trinitarios y los enfrentamientos
con otras parcialidades mojeñas a que ella dio lugar, fue motivada por el
anhelo indígena de volver al autogobierno de que gozaron durante la época
jesuítica. Los insurrectos aprovecharon muy bien la coyuntura que les brindaba
la crisis de la monarquía española. Al igual que en otras ciudades bolivianas o
en otras regiones de América, el impedimento que tenía Fernando VII para
gobernar constituyó una razón válida para reclamar autonomía.
Durante la gobernación de Urquijo, Maraza indirectamente compartía
el poder con el Gobernador por lo que se sintió con derecho a exigir obediencia
y disciplina a todos los pueblos que dependían de la gobernación. A su juicio,
los mojeños -encarnados en él- habían alcanzado las metas por las cuales habían
luchado desde que comenzó el régimen de los gobernadores civiles. Pero la
óptica trinitaria era distinta, y sus caciques -González y Muiba- aspiraban al
poder total de la provincia. La carta del 6 de octubre de 1810 que González
dirige a Maraza, refleja muy bien esta situación cuando el trinitario le
recomienda al canichana desconfiar por igual de Gobernador y curas. Esa
diferencia de enfoque del problema (no obstante la reiterada sumisión inicial
de González a Maraza) es la que finalmente conduce al enfrentamiento interétnico
del que Urquijo sería el único vencedor.
Juan Maraza es el gran caudillo del pueblo canichana y, en
general, de Mojos. Las autoridades españolas le temían, odiaban o respetaban,
pero jamás lo fueron indiferentes. Cuando el Gobernador Urquijo decidió
compartir el poder con él, Maraza quiso aprovechar la oportunidad para
imponerse como único jefe indígena. En este empeño chocó con las aspiraciones y
rivalidades de los otros pueblos, muy especialmente de Trinidad y ese fue el
detonante que precipitó el enfrentamiento con Muiba. Los testimonios muestran,
sin embargo, que Maraza realizó esfuerzos para evitar la masacre de ese
luctuoso 15 de enero de 1811. Pero lo que reivindica históricamente su memoria,
es la muerte que padece en 1822 a manos de los explotadores de su pueblo a
quienes nunca se quiso someter.
Interesante relato y texto. Pero como que queda inconcluso o algo distorsionado como si quedarán cabos sueltos por atar.
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