Por: Roger L. Mamani Siñani / Introducción al libro Diario
de un comandante de la Guerra de la Independencia 1814-1825 - Biblioteca del
Bicentenario de Bolivia, 2016.
José Santos Vargas, hijo de don Blas Mariano Vargas y de
doña María Guadalupe Medrano, nació el 28 de octubre de 1796 en la villa de San
Felipe de Austria, Oruro. Tenía un hermano llamado Andrés Vargas, cura
presbítero de la doctrina de Cavari. Asimismo tenía un pariente, del cual no se
especifica su relación, llamado Miguel Vargas, que al igual que su hermano era
cura presbítero y vivía en Caracollo. Se casó con Juana Rodrigo y con seguridad
tuvo un hijo llamado Gabino. No tenemos más detalles sobre estos personajes. La
fecha de la muerte de José Santos es desconocida.
Su padre, después de los sucesos de febrero de 1781 en
Oruro,(1) fue nombrado escribano de guerra por la junta de guerra de Oruro y
alcanzó el grado de capitán de milicias. Sin embargo, cuatro años más tarde, en
asociación con el Protector de Indígenas de Oruro, Fermín Aguirre, Blas Mariano
habría convocado a los pobladores de Yaco, Leque, Mohoza e Ichoca para “alzarse
otra vuelta”.4 Por esta denuncia, Blas Mariano tuvo que escapar a Chuquisaca
para evitar el arresto; el caso no llegó a mayores por disposición del
Intendente de Cochabamba Francisco Viedma, quien pensaba que las denuncias eran
exageradas. Ya de retorno en la Villa de San Felipe de Austria, alejado de las
obligaciones militares, Blas Mariano Vargas ocupó el puesto de escribano del cabildo
(Demélas, 2007: 43-44).(3) También se dedicó al oficio de minero, pues fue
dueño de una mina de cobre, aunque esto no significó un cambio en el estatus
social de su familia.
Desafortunadamente, Blas Mariano Vargas murió el 22 de marzo
de 1804, es decir, cuando José Santos tenía poco más de siete años. Dos años
antes, el 14 de agosto de 1802, su madre había desaparecido de este mundo. Al
verse huérfano de padre y madre, fue acogido por su tía abuela doña Gregoria
Díaz de Alda, más conocida como la Condo Goya, que cuidó de José Santos “con el
amor maternal a que estaba acostumbrado”. Sin embargo, el 4 de octubre de 1810,
la Condo Goya también exhalaba su último suspiro. Vargas se vio nuevamente
huérfano a la edad de 14 años, lo cual no significaba que se quedara en la
calle, pues fue nombrado el único heredero de las posesiones de su tía abuela:
“una casa situada en Oruro que servía de tambo al público” (pág. 125).
Luego de este suceso, lo más lógico era que el joven José
Santos Vargas pasara al cuidado ya sea de su hermano Andrés o de su otro
pariente, Miguel. Esto no ocurre, pues pasa a la vigilancia de su albacea, don
José Jacinto Quevedo. Gunnar Mendoza piensa que Andrés Vargas es hermano de
José Santos solo por parte de padre. Andrés debió ser mayor por una diferencia
de por lo menos 10 años, según los cálculos de estudio y de ejercicio de la profesión
realizados por Mendoza.(4)
Andrés Vargas fue capturado por las tropas del rey el 3 de
abril de 1816 en Cavari, cuando andaba confesando a la gente pues se vivía el
tiempo de la cuaresma. Luego fue llevado a la cárcel de Oruro. La última
noticia que tiene nuestro cronista de su hermano es que fue muerto en 1819,
siendo muy escueto en los detalles de su deceso. Por el contrario, Miguel
Vargas sobrevivió a la guerra, fue gobernador y provisor eclesiástico del
departamento de Cochabamba y cura rector más antiguo de la catedral (Demélas,
2007: 49).
Retornando a la historia del joven José Santos Vargas, este
quedó al cuidado de José Jacinto Quevedo, su maestro de primeras letras, quien
lo trataba “con la aspereza de un verdadero escolero antiguo” (pág. 125). No
obstante, educó bien a Vargas y se ocupó de su destino: lo acomodó en la Real
Caja, pues tenía “regular letra” (pág. 117) y esto era suficiente al parecer
para conseguir tal empleo.
La guerra hizo su irrupción con toda su fuerza en la vida de
José Santos. El 16 de noviembre de 1811 la Villa de San Felipe de Austria
sufría el ataque de las fuerzas insurgentes de Esteban Arze. El comandante de
la plaza, el coronel Ignacio Gonzales de Socasa, al mando de 300 hombres
armados, realizó la defensa casi milagrosa de la urbe, logrando echar a los
cochabambinos invasores (Paz, 1919: 170 y 171). Nuestro personaje es testigo
presencial de este acontecimiento, el cual es recordado con amargura, pues su
albacea lo había dejado solo en su casa, encerrándolo bajo llave no sin antes
llevarse a toda su familia, incluidos sus sirvientes, a refugiarse en la
iglesia.(5) José Santos se siente humillado al ser considerado por Quevedo como
más bajo que sus criados. Entonces escapa de su prisión. En esto se produce la
derrota de las fuerzas insurgentes, a las que siguió en su retirada, no sin
antes sopesar el destino que le esperaba si se quedaba, es decir, volver a los
malos tratos de su albacea. Con esto en mente tuvo la idea de irse a
Cochabamba, pero fue atrapado por un oficial del rey y puesto en custodia. En
Punata, fue puesto al servicio de José Torrico, de cuya casa escapó, por lo
cual se hallaba en aquellos lugares trabajando en lo que pudiese, pero las más
de las veces desempeñándose como amanuense, escribiendo cartas por encargo.
Durante los años de 1812 a 1814, José Santos vive
revoloteando por los pueblos de Cochabamba. A finales del último año mencionado,
Vargas decide ir en busca de su hermano Andrés, siguiendo los consejos de don
Pío Garavito.8 El encuentro con su hermano se produce el 22 de noviembre de
1814. Este fue uno de los momentos más importantes en la vida de José Santos,
pues su hermano lo influenció en dos aspectos de su vida: el primero que sea
partícipe de la “opinión de la patria”, y el segundo que tomase la decisión de
escribir un diario con todas sus vivencias, a imitación del que este estaba
realizando y que le había mostrado cuando se encontraron.
José Santos fue puesto por su hermano al mando de una
hacienda llamada Capinota, arrendada a doña Ygnacia Navarro. Esta hacienda
estaba cerca del pueblo de Machaca, en la jurisdicción del partido de Hayopaya.
Al parecer, Andrés fue un arrendatario conocido en la zona mucho antes de 1814,
por lo cual podía hacer tratos con muchos otros propietarios. Una muestra de
esto es el arriendo de Chacari, en Pocusco, donde este tenía su casa, arrendada
desde 1812. Después de la muerte de Andrés este arriendo pasó a ser de José
Santos.
Vargas, antes que ser agricultor, prefirió ser soldado. En
este punto Mendoza encuentra una seria contradicción en cuanto a su hoja de
servicios. Por un lado, en la “Lista de los señores jefes y oficiales”, al final
del Diario, Vargas nos dice que “sentó plaza en 1814 de soldado distinguido”
(pág. 64), sin embargo, el mismo Mendoza, en una nota al pie, recuerda que en
las páginas mismas del Diario José Santos indica con gran precisión cuándo es
que se presentó como soldado voluntario: el 7 de febrero de 1815, a las cuatro
de la tarde, en el pueblo de Machaca ante José Buenaventura Zárate.
Esta no sería la única imprecisión en cuanto a su hoja de
servicios y lo que dice el Diario. José Santos nos cuenta que en 1815 fue
nombrado tambor mayor, luego en agosto de 1816 fue subteniente de granaderos,
tres años después, en 1819, fue ascendido a teniente de caballería. En 1821 fue
nombrado capitán. Finalmente, en 1823, fue designado comandante del pueblo de
Mohoza. Terminó la guerra en este puesto. Los rangos que obtuvo probablemente
estuvieran confirmados por un enviado de Martín Güemes: el 20 de septiembre de
1819 llegaba a Cavari Mariano Loza, procedente de Salta, con diferentes oficios
entre ellos la confirmación de nombramientos.
Es notable que guarde silencio en el Diario mismo sobre los
ascensos que fue ganando con el paso del tiempo y la experiencia acumulada.
Pero lo más llamativo es que podemos comprobar que Vargas recibe el trato de
“tambor mayor” por lo menos hasta el fin de la comandancia de Chinchilla.
Nuestro personaje dice que poco le importaban los ascensos pues prefería
quedarse “al lado de los jefes y saber todo lo que ocurriese” (pág. 117). Es
por esto que José Santos no anota sus ascensos en el Diario, pero al pedir una
recompensa por su obra al presidente Belzu le conviene resaltar el hecho de que
fue un “oficial de la Patria” para que su solicitud tenga peso. Al final de la
guerra, si se quedaba en filas del Ejército de Bolivia, le hubiera
correspondido el grado de teniente coronel.
La última vez que lo vemos envuelto en asuntos de orden
castrense es en 1828, cuando, al producirse la invasión peruana a territorio
boliviano, Vargas es comisionado por el gobernador de Sicasica, Miguel Calderón
y Sanjinés, para que persiga y atrape a los insurrectos Juan Manuel Lira,
Nicolás Montealegre y Coronado y Rafael Copitas, quienes intentaban ganar los
valles de La Paz y Cochabamba para el partido del Perú. Vargas fue capturado y
por poco fusilado. La invasión no tuvo sentido después del tratado de Piquiza y
Vargas regresó a su terruño.
José Santos Vargas, luego de haber sido soldado, se dedicará
a la tierra hasta el último día de su vida. Él mismo nos dirá: “Triunfante que
fue mi opinión se acabaron mis afanes y luego me entré a vivir al monte en
donde actualmente vivo que son en los de Pocusco, esperando los últimos
momentos el fin de todo viviente” (pág. 118). Nuestro cronista decide quedarse
en Pocusco e “indianizarse”, pues legalmente asume el rol de indio originario
al ser registrado como tal en el padrón del “Cantón Mohosa, ayllo Vilacha;
parcialidad Urinsaya” de 1832.
Esta situación es confirmada por el Diario, cuando Vargas
dice: “yo soy contribuyente y pago 10 pesos de contribución al año por los
terrenos del Estado que ocupo” (pág. 121). Ante esta situación, Gunnar Mendoza
lanza esta hipótesis: que nuestro personaje asumió tal rol al estar casado con
Juana Rodrigo, quien hubiese sido hija de un indio originario y por esta vía
habría obtenido la posesión de aquellas tierras, apoyado por las leyes de
entonces. Marie-Danielle Demélas, al contrario que Mendoza, piensa que el
usufructo de estas tierras se debió a que Vargas se había asentado en tierras
del marquesado de Santiago, las cuales por ley de 27 de diciembre de 1826
pasaban a ser propiedad del Estado, por ser de un aristócrata realista; de esta
forma José Santos las habría obtenido por vía de ocupación, más que por
herencia (Demélas, 2007: 57 y 58).
Referencias
1) El 10 de febrero de 1781 se realizó un
levantamiento criollo que se alió con los indígenas en un primer momento. Este
fue parte del movimiento encabezado por José Gabriel Condorcanqui, Tupaj Amaru.
2) “Denuncia del indio
Felipe Vida de la hacienda de Lequepalca contra el protector de naturales
Fermín Aguirre y el escribano Blas Mariano Vargas”. En: Demélas, 2007: 44
3) El cabildo era una
institución semejante a lo que hoy es el consejo de la alcaldía
4) José Santos tenía 18
años de edad cuando se encontraron por primera vez. Andrés ya era cura
presbítero, lo que demandaba de seis a ocho años de estudios y, siendo párroco,
cuando menos había pasado por un concurso: o sea, era mayor por más de 10 años.
5) El refugiarse en la
iglesia era una medida desesperada para salvar sus vidas, pues se pensaba que,
al ser un lugar santo, las tropas enemigas no podrían hacerles nada.
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