Por Marco Antonio Flores N. // "Varias decenas de prisioneros paraguayos tomados en
Campo Jordán" (Revista Semana Gráfica, enero 1933). Todos ellos visten
uniforme boliviano feldgrau de montaña. (Paño, fieltro) / Créditos: Foto de Jesus
Elias publicada en MEMORIAS
DE LA GUERRA DEL CHACO.
Una de las batallas victoriosas para el Ejército de Bolivia durante la Guerra
del Chaco (1932-1935), fue aquella en la que se tomó Campo Jordán. Ese día los
soldados bolivianos demostraron su gran valor y coraje al lanzarse al asalto
con sus bayonetas sobre las trincheras que ocupaban los enemigos, muchos
cayeron heridos y otros murieron, pero se logró el objetivo final.
Las escenas de ese episodio quedaron en los recuerdos del oficial Israel Vargas
Deheza, hombre valiente que narró sus historias y hasta hoy permanecieron
ocultas en viejos libros de historia. Es necesario recuperar estas narraciones
para que Bolivia sepa lo que sus hijos hicieron por ella.
No sabemos dónde y cuándo murió Israel Vargas Deheza, tampoco contamos con una
fotografía suya, pero nos dejó su vivencia en la guerra. Un mensaje de este
combatiente que luchó y sobrevivió a la muerte en el infierno verde.
TESTIMONIO
Mi hermano que había pasado en el “50 de infantería”, había combatido ya en
Murguía y, victorioso y herido, me encontró en Muñoz. No puedo expresar la
alegría que me causó el verlo ya evacuado. Me incorporé a la línea.
El entonces mayor Zabala me llevó al comando de la Cuarta División y estuve
allí seis días.
Mientras tanto había pasado en contraataque del diez de noviembre y el ejército
enemigo sufrió el primer contraste, preparaba una ofensiva con todos sus
elementos disponibles; la incertidumbre del ataque se dejaba sentir; pero la
moral de las tropas combatientes había sufrido un cambio precioso y favorable;
alentados por el triunfo, los soldados se sentían con fuerzas suficientes para
defender sus posiciones y esperaban ansiosos el ataque enemigo.
A los pocos días, me incorporé llamado por el finado Teniente Coronel Germán
Jordán al regimiento “Campero”, que entonces se encontraba ocupando el ala
izquierda.
El regimiento 14, 16, 6, 46 y el Pérez ya se habían desecho y formando
destacamentos, estaban en retaguardia trabajando picadas. Muchos de los
soldados de los regimientos que hicieron la retirada, estaban en el
Destacamento Montán, que defendió junto con el “Campero” Campo Jordán y seguían
en la línea con mayor fervor.
Ya descansando y con el espíritu alegre y optimista seguí el curso de los
sucesos, incorporado en la Segunda Compañía del Regimiento Campero, que estaba
comandada por el Subteniente Valenzuela; militar abnegado y patriota que dio y está
dando ejemplos de valor y patriotismo
Comenzó el ataque enemigo a nuestras posiciones de Campo Jordán, éste se
desarrolló en forma violenta sobre el ala derecha e izquierda del sector.
En los esfuerzos desesperados que hacía el enemigo para quebrantar la
resistencia, hubieron instantes de milagrosa salvación, pues en el ala
izquierda que cubría el Regimiento “Campero”, de reciente formación, hubo un
momento, cuando una compañía de reserva del ala comandada por el teniente
Desiderio Rocha, contuvo a los “pilas” y los certeros tiros de nuestra
artillería los acabaron de desordenar y de rechazar. Es conocida esta acción de
armas por lo cual no insistiré mayormente sobre ella.
El ataque en el ala derecha se realizaba por parte del enemigo con una
violencia extrema, amenazando los paraguayos con ir a almorzar en Saavedra y
comer en Muñoz; derrochando municiones, pero, la tenaz resistencia de nuestros
soldados quebrantó la audaz ofensiva de los “pilas”.
El ataque por el centro de la línea, era violento, especialmente sobre las
posiciones de mi regimiento, el que resistió tenazmente el asedio, hasta
quebrantar la ofensiva paraguaya. El día que se había iniciado el ataque salí a
reconocer el campo, pues se notó algo raro en el puesto de nuestra escuadra
adelantada; ésta no había salido todavía y para convencerme de la efectividad
del avance enemigo, fui a disparar a un montecillo de tuscales, que se
encontraba frente a mi sección y compañía y no recibí contestación de disparos.
Habiéndome aproximado cerca del monte no noté absolutamente nada, por lo cual
la escuadra, que debía cubrir nuestro puesto, avanzó hasta el campo, fue de
infantería el momento en el que iba a pagar el monte; murió un soldado, que
quedó en el campo y desde ese momento el ataque por nuestro sector se
intensificó violentamente.
Tiros acertados de nuestra artillería, que hicimos reglar sobre las líneas
enemigas, dieron como resultado, con ayuda de nuestro fuego, la detención del
enemigo, que se parapetó en la orilla del monte, descargando sus tiros de
artillería y de infantería sobre nuestra línea que se encontraba a los 200
metros, más o menos, de la orilla del monte, llegando en algunas partes a una
distancia de 30 metros. El combate duró 25 días, desde los últimos días de
noviembre, en los que hicieron patrullajes y los primeros de diciembre en que
inclinaron su ofensiva entre Campo Jordán.
Debido a la tregua de Navidad se interrumpieron los combates, replegándose los
“pilas”, sobre Isla Grande de Campo Jordán y sobre el monte de Alihuatá;
después fuimos sorprendidos con la noticia falsa que el enemigo se había
replegado e iniciaba su retirada sobre Alihuatá.
El 26 de diciembre, en la mañana, estaba colocando, después de haber comprobado
que los “pilas” se habían replegado abandonando sus posiciones, el puesto de
clase adelantado, cuando a las doce del día recibí por medio de un estafeta la
orden de retirar el puesto y que alistara mi sección; pues la Cuarta División
había ordenado el ataque, en vista de la retirada del enemigo.
Ordené inmediatamente el retiro de la escuadra del puesto y alistándose me puse
a almorzar rápidamente, en disposición de marchar.
Todo el regimiento en columna hasta la boca de la picada y allí se nos dio la
misión de marchar como segunda línea, o sea como refuerzo inmediato de las
unidades que marchaban adelante. Estaban en primera línea los regimientos
“Pérez”, “38”, “Sucre”, “Loa” y “30”.
Nos desplegamos por secciones y marchaban sobre el campo, pasando después al
atardecer numerosas posiciones enemigas abandonadas.
Ya las patrullas adelantadas estaban combatiendo y recibíamos los proyectiles
que de vez en cuando llegaban hasta nosotros. Dormimos en la pampa, nos llovió
esa noche y al día siguiente, seguimos marchando detrás de las líneas
adelantadas.
Poco más o menos a las once de la mañana recibimos la misión de ir a reforzar
un sector, pues ya se había combatido desde las primeras horas de la mañana y
doblando hacia la isla cortada, nos encaminamos al cumplimiento de nuestra
misión.
El subteniente Néstor Valenzuela, comandante de mi compañía, muchacho heroico y
de ejemplar serenidad y valentía, me dio la misión, cuando después de ocupar
algunas islas, nos cayó un calor insoportable por el cual casi desmayo de sed,
y después un aguacero torrencial que nos puso hechos unas sopas en menos de un
minuto.
Desplegué mi sección y, después de dar mis indicaciones a los clases, me lancé
junto con mis soldados con un entusiasmo que después admiré; los soldados
gritaban en medio de la carrera frenética y temeraria, a pesar de que nos
silbaban proyectiles incesantemente “¡Viva el Regimiento Campero¡ ¡Viva
Bolivia¡ ¡Adelante¡” y en medio de la carrera cayeron los primeros heridos a
derecha e izquierda.
A pesar de ello logré pasar con mi sección 200 metros más aún que la primera
línea de los regimientos “Pérez” y “Sucre”. Llegado ahí, un tiro cruzado hirió
a mi estafeta y quedándome solo logre ordenar la línea, que era débil y
pequeña, faltando la ayuda y colaboración de los citados regimientos. Las otras
dos secciones de mi compañía lograron llegar a su objetivo, pero demasiado
tarde.
Uno de mis clases. El Cabo Víctor Ayllón, vino al lugar donde me encontraba y me
indicó que los soldados del “Pérez” no querían avanzar. Acompañado del clase
fui hasta donde se encontraban y los vi tendidos en el pajonal que no ofrecía
ninguna protección, ni siquiera de la vista del enemigo y los intimé a que
avanzaran debiendo ponerse a la altura de mis sección, no quisieron algunos y
disparé mi pistola al aire e increpándolos violentamente los hice avanzar, se
me presentaron varios clases entre ellos un oficial y un suboficial a los que
los increpe duramente, colocándose momentos después con sus secciones a mi
altura.
A poco cuando la línea se hizo continua y cuando ya tenía una buena potencia de
fuego llegó la sección del teniente Francisco Barrero del “50” de infantería
como refuerzo.
Colocada esta sección más y haciéndose cargo del sector el citado oficial,
preparamos bayonetas, pues había venido ya la orden de asalto y esperamos tan
solo la voz de mando para lanzarnos sobre el enemigo.
Desgraciadamente los tiros de éste habían sido muy certeros y habían casi
diezmada mi sección, que junta ya no alcanzaba el número que tuvo al entrar al
combate. En esto un estafeta de mi comandante de compañía vino a preguntarme
sobre la situación y le indiqué que necesitaba solo refuerzos y munición y que
había cumplido el objetivo indicado, situándonos en medio de los regimientos
“Pérez” y “Sucre”.
A poco vino otro estafeta y me indicó que en vista de la retirada del
Regimiento “Pérez” y del “Sucre”, me retirara cubriendo convenientemente mi
sección. En efecto, cuando esperaba lanzarme al asfalto, el Regimiento “Sucre”
había emprendido la retirada, seguramente por orden Superior y también el
“Pérez”, quedando solo y con pocos hombres en medio del inmenso pajonal.
Cubrí la retirada de mi sección con mis dos piezas livianas y ordenando el
recojo de heridos y recogiéndolos personalmente, me retiré con mi comandante de
compañía, quien en un rasgo de entusiasmo me felicitó por la decisión y firmeza
del ataque.
Es de señalar que en esta sección se distinguieron los clases Víctor Ayllón,
Alejandro Avendaño, Ernesto Tejada y Víctor Emilio Villegas, quienes, con una
decisión magnifica y dando ejemplo de valor, atacaron con denuedo formidable.
El primero de estos murió a mi lado cuando tratábamos de socorrer a un herido
de sus escuadras y su muerte me causó pena y dolor, pues perdí una ayuda de mis
hombres de combate.
El subteniente Valenzuela se distinguió, pues llegó a quedar a pocos metros de
mi sección observando todo el desarrollo del combate.
Llegado a la isla entregué los heridos a los camilleros y llevando aún dos
heridos más me encamine con rumbo a la Isla Cortada donde dejamos los heridos a
cargo de los camilleros y del comando de su regimiento.
Seguí camino y llegué a un kilómetro, más o menos de la boca de la picada donde
se encontraba el resto de mi compañía y de mi regimiento, que había ido a
reforzar diversos sectores, corriendo igual suerte.
Al día siguiente nos encaminamos a nuestras antiguas posiciones y nos colocaron
ya a la izquierda del “regimiento 50”, que había perdido muchos hombres.
Todo el ataque, en toda la línea había sido magnifico, fue un ejemplo admirable
de valor, los soldados y oficiales, desafiando a la muerte con altivez y
hombría, siguieron paso a paso, hasta alcanzar posiciones próximas al enemigo y
éste , bien parapetado lo único que hizo fue descargar su artillería y su
fusilería a distancias regladas.
Nuestra artillería colaboró mucho al ataque, junto con la aviación que hizo
gala de coraje.
Pasado este ataque vino para nosotros una época si se puede decir de descanso,
trabajan de todas las posiciones de nuestra ala llegaron hasta Puerto Montaño;
pues nos hacían regimientos que iban a otros lugares.
Pasó enero, febrero, en continuo patrullaje, sobre la isla Grande y las
diversas posiciones del enemigo.
El 20 de enero hicimos patrullaje de combate, para distraer el enemigo y
amarrarlo en sus posiciones. Nos tocó a nosotros el día 21 y solamente con dos
bajas, debido al choque brusco con los “pilas”, combatimos todo el día hasta
cumplir nuestro objetivo.
RETIRADA DEL ENEMIGO
Pasados estos meses en los cuales nos ocupamos continuamente de patrullar, vino
para nosotros la orden de atacar a los pilas sobre sus posiciones de Campo
Jordán.
El ataque debía realizase simultáneamente en Campo Jordán y en Alihuatá.
Efectivamente preparando el plan de ataque y dispuestas las ordenes el once de
marzo alcanzamos en la mañana no sin antes haber tropezado con pequeños
inconvenientes, que pudieron haber variado el curso de las operaciones; pero la
habilidad del Comando que esta vez estuvo muy acertado y la buena disposición
de los oficiales hizo que el ataque diera buenos resultados.
El regimiento sorteó las compañías que debían atacar y le tocó la suerte a la
nuestra y a la compañía de Luna Pizarro. Atacamos según las órdenes impartidas
y logramos desalojar a los pilas de sus posiciones. En esto sufrimos una
pequeña confusión y salvada esta ocupamos la orilla norte de la Isla Grande el
día once en la mañana, siendo la compañía del regimiento que cumplió
exactamente su misión.
Una vez salidos a la orillas, me tocó ocupar una de las puntas más salientes y
de la cual se dominaba todo Campo Jordán
Desplegadas las otras secciones, comandadas por los oficiales René Mercado y
Eduardo del Carpio, me dirigí por el pajonal a ocupar la punta; cuando las tres
cuartas partes de mi sección ganaron la punta los pilas que tenían seguramente
distancia medida nos hicieron llover proyectiles, uno de los cuales hirió a mi
mejor clase el sargento Alejandro Avendaño. Una vez colocada la sección hicimos
vomitar fuego a nuestras ametralladoras y fusiles y acallamos el fuego enemigo
que disminuyo de intensidad.
El teniente Valenzuela estuvo admirable y poco después llegaba la otra compañía
de nuestro regimiento la que se colocó a nuestra ala derecha para tomar
contacto con el regimiento 50.
El 26 de infantería, que vino de Pozo Algarrobo, lo hizo muy bien, desalojando
a los pilas por el flanco.
Esa noche dormimos en esas posiciones y nos llovió torrencialmente al extremo
de que nadamos en el agua de nuestras posiciones, que humedecidas nos ofrecían
un aspecto triste.
Al día siguiente hizo bastante sol y nos ordenaron seguir con el ataque. En
efecto el regimiento 26 siguió su ataque de flanco y nosotros por campo.
Logramos alcanzar las posiciones enemigas y una vez en ellas al atardecer
dormimos allí.
Al día siguiente logramos hacer conversión en el monte y abrimos fuego de
sorpresa sobre el enemigo que reaccionó sin resultado.
Seguimos así dos días más, días en los que nos llovió torrencialmente y el
quinto día de ataque flanqueamos al enemigo. Mi sección fue nombrada como
sección de dirección y llegue a chocar con el enemigo que había escalonado su
ala a los 60 metros de distancia, formé la línea según el convenio que habíamos
tenido y según la orden de mi comandante y sobre el eje de ella se escalonó la
compañía y el regimiento 26 que parchaba en el ala izquierda con
nosotros.
Llegué a quedar con la cabeza de mi sección apoyada en el campo y el ala
izquierda en dirección norte, sobre ella se escalonaba el resto de la compañía
y el 26. Los atacamos con furia y tuve que lamentar felizmente pocas bajas.
Al atardecer y cuando estábamos en pleno ataque se escucharon gritos de viva la
paz, etc., gritos que provenían de las líneas enemigas y el regimiento 26,
asustado por ser novicio y no conocer las artimañas de los pilas retrocedió,
dejándonos solos. Felizmente la energía del teniente Valenzuela y la
colaboración que le prestamos impidieron un desbande que podía costarnos muy
caro y se contuvo la confusión del 26 y se formó la línea con rumbo sur – norte
y continuamos con esas posiciones hasta que el día 18 en la mañana, después de
un violento tiroteo que hubo al día anterior debido a las incursiones del
escuadrón Busch o sea del Regimiento Lanza que logró tomar al enemigo por
sorpresa y por detrás, se produjo la retirada del enemigo.
El Loa en el ala derecha había progresado bastante, el Pérez y un destacamento
de heridos y enfermos sanos, hizo que el enemigo abandonara sus posiciones y
abandonara sobre Gondra. Esa mañana mandamos una patrullas, las que comprobaron
que el enemigo se había retirado y más que todo la equivocación de un soldado
del 26 de infantería que equivocándose de senda, por llevarse agua, fue a dar a
la línea enemiga, nos avisó que no había enemigo y que se había efectuado la
retirada de los pilas.
Llegamos a sus posiciones y encontramos cadáveres y sangre fresca, los
fragmentos de nuestras granadas de artillería y papeles en los cuales nos
insultaban.
Este triunfo vino a fortalecer nuestra moral y alegres y entusiastas nos
abrazamos de alegría; Campo Jordán ya no sería más teatro de escenas
sangrientas, Campo Jordán descansaría y en las noches claras y de luna los
espíritus de los muertos vagarían en él, buscando afanosos a sus amigos, a sus
hermanos, a sus jefes y no los encontrarían.
Campo Jordán testigo de horas épicas y hazañas de dolor y de tragedia, testigo
mudo e impasible de actos de valor y de sacrificio serás por siempre pedestal
glorioso de los héroes que regaron con su sangre tus pastos verdes, que boca al
suelo esperaron una mano piadosa que les echara un poco de tierra, que les
diera sepultura y los enterrara.
Campo Jordán de eterna memoria, mi espíritu vagara sobre ti cuando los rayos
pálidos de la luna bañen la plata tus pastos verdes, tus árboles de copa
altiva, tus islas misteriosas, tu monte milenario y en recordación lenta de sus
hechos luchará con espectros, con sombras también que esperan su puesto en el
nimbo de su gloria.
Relato fructífero, descriptivo y muy bien realizado. Al punto de conducirme a su escenario y hacerme uno con su vivencia.
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