Imagen de la santa cruz de antaño, cuando aún era una villa
rural. / Tomado de: http://www.soysantacruz.com.bo/Imagenes/ImgWeb-WEBP/SoySC-WEBP-0004-TE.jpg
(*) El destacado polígrafo Dr. Julio Salmón escribió en el
diario El Tiempo. (Santa Cruz, 1937, mayo, 21) un trabajo con el título de
«Cien años de vida cruceña» en el que daba cuenta de las actividades de las
principales personas que habían residido en esa ciudad desplegando una labor de
importancia.
CIEN AÑOS DE VIDA CRUCEÑA (*)
Con los medios deficientes de información de que disponemos
aquí, hemos podido hacer una lista de los cruceños que algo han hecho por el
progreso y el prestigio de su tierra. Se ha conseguido hasta donde ha sido
posible.
Han cooperado al desarrollo de nuestra vida económica y
cultural, los extranjeros que han venido a vivir a este suelo o por cualquier
motivo han pasado por aquí, dejando un grato recuerdo, salvo uno que otro, que
se olvidó que desde la época de los antiguos griegos, cuando no se puede hablar
bien de la hospitalidad, uno se calla.
Seguramente, han habido omisiones involuntarias de nombres;
ruego cortesmente que la presente lista, se complemente por otra persona más
afortunada que yo, así al historiador de mañana podremos presentarle un cuadro
completo con sus diversos colores y fallas. Y este trabajo de síntesis, urgía
hacerlo, antes de que se pierdan los últimos vestigios; cualquier rectificación
en este sentido, será útil.
Los extranjeros sabrán excusar cualquier error de escritura,
que si su benevolencia es grande, aceptaremos con gusto toda corrección en
provecho de la verdad.
No incluimos a los españoles y a los sur americanos, porque
para nosotros no son extranjeros, sino que todos somos de la misma familia.
En la lista, sólo hay cinco personas vivientes, todas del
Siglo XIX, porque era indispensable hacerlo así, para exhibir un cuadro de
conjunto; por otra parte, muy justificado, pues, seguro estoy, que por este
motivo, nadie pondrá en duda, la imparcialidad y corrección del autor del
presente artículo.
Demás es recordar al lector que separado estudiosos
quisieran saber o estudiar la vida o la obra de alguno de los cruceños del
pasado, siquiera le servirá de guía esta sencilla enumeración; las otras
ampliaciones, las encontrará en la bibliografía si tiene la dicha de hallar en
que informarse.
Es de esperar y desear, que en el futuro centenario, se haya
afinado mejorando el espíritu cruceño, por el desarrollo del hábito de la
asociación (para el comercio, la industria, la cultura y la política), la
disciplina y un poco más temperancia en las costumbres, para que podamos decir
con hechos y no con palabras solamente, que somos de verdad un pueblo digno de
realizar los ideales que tenga. De otra manera, seremos unos pobres diablos,
que no hemos podido ni siquiera igualar y menos pasar a los cruceños que se
fueron, porque ellos y sólo ellos, crearon lo poco que tenemos y no el poder
central. El poco haber que tenemos, es obra nuestra, exclusivamente nuestra:
ORADORES.
Mamerto Oyola, Zacarías Salmón López y Pablo E. Roca.
FILÓSOFOS.
José María Bozo, Angel Menacho, Manuel María Caballero y
Mamerto Oyola.
NATURALISTAS.
Esteban Rosas, Rafael Peña, Ignacio Terán, José Benjamín
Burda y Manuel María Vaca Ayardes.
FÍSICOS.
Jaime E. Román.
MÉDICOS.
Doctor Castro, Antonio Vaca Díez, Julián E. Justiniano,
Agustín Landívar, Federico de la Peña, Guillermo Velasco, Manuel Saucedo, Jaime
E. Román, Nicolás Ortiz, Bailón Mercado, Felipe Baldivieso, Pontieno Rojas,
Luciano Justiniano, Demetrio Soruco, Delfín Parada, José F. Camacho, Pedro
Rodríguez, Rómulo Arano Peredo, Rómulo Herrera, Adolfo Flores Velasco, Moisés
Terrazas, Alejandro Ramirez y Juan Antonio Gutiérrez J.
DENTISTAS.
Miguel H. Velasco.
MÚSICOS.
Mateo Flores, Juan da Costa, Manuel Arano, Juan Franco
Román, Ignacio Egüez y señora Josefa Soruco de Caro.
PERIODISTAS.
Tristán Roca, Aquino Rodríguez, Francisco Heredia, Rafael
Peña hijo, Juan Francisco Velarde, Zoilo Flores, Zacarías Salmón, Aurelio
Jimenez, Antonio Pérez, Gumersindo Jimenez, Domingo Leigue, Ricardo Arias,
Benigno Lara, Serafín Castedo y Mariano Saucedo Sevilla.
CRÍTICOS LITERARIOS.
Gabriel René-Moreno, José Peredo Antelo, Florencio Landívar,
Angel Vázquez G. y Antonio Pérez.
ESCRITORES HUMORISTAS.
José Manuel Aponte, Pedro Arias, Neptalí Sandóval, Adrián
Justiniano y José Benjamín Burela.
POLÍTICOS.
Miguel Rivas, Tristán Roca, Melquiades Barbery, Andrés
Ibañez, Demetrio Roca, Augusto Toledo, Gil Antonio Peña, Miguel Suárez Arana,
Jerónimo Otazo, Zoilo Flores, Zacarías Salmón López, Aurelio Jiménez, Saúl
Serrate, Rómulo Saldaña León, Mariano E. Saucedo Sevilla y Guillermo Añez.
CABALLEROS DE INTENSA VIDA SOCIAL.
Antonio Vaca Diez, Augusto Toledo, César Ruíz, Carlos
Barbery, Antonio Franco, Antonio Antelo, Angel Chávez Franco, José Parada
Egüez, Juan Manuel Costas, Félix Arano, Antonio Velasco, Roberto Tellez, Abel
Maldonado, los hermanos José Julio y Luis Ibañez; Germán Landívar y Germán
Antelo Araúz.
DIPLOMÁTICOS.
Los hermanos Joaquín y Miguel María Aguirre, los hermanos
Arístides y Gabriel René-Moreno, Santiago Vaca Guzmán, Antonio Moreno, Zoilo
Flores, Juan Francisco Velarde y Adolfo Flores Velasco.
MINISTROS DE ESTADO.
José M. de Velasco, Miguel María Aguirre, Manuel Ignacio
Salvatierra, Juan Francisco Velardo, Juan Antonio Rojas, Horacio Ríos,
Guillermo Añez, Adolfo Flores Velasco, Pablo E. Roca y Germán Antelo Araúz.
VOCALES DE LA EXCELENTISIMA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA
NACIÓN.
Gabriel J. Moreno, Angel María Aguirre, Basilio de Cuéllar,
Rafael Peña.
FISCALES GENERALES DE LA REPUBLICA.
Manuel Ignacio Salvatierra y Rafael Peña.
JURISCONSULTOS.
Gabriel J. Moreno, Basilio de Cuéllar, Angel María Aguirre,
Rafael Peña, Manuel Ignacio Salvatierra, Horacio Ríos, Zacarías Salmón López,
Zoilo Rivera y Antonio Marcó.
ORADORES, PARLAMENTARIOS Y POLEMISTAS.
Miguel Rivas, Miguel Suárez Arana, Zacarías Salmón López,
Leoncio Oyola, Domingo Leigue, Mariano E. Saucedo Sevilla y Pablo E. Roca.
POETAS.
Leonor Ribera, Rafael Peña hijo, Emilio Finot Franco y
Rómulo Gómez hijo.
BIBLIÓFILOS.
Federico Rocha y Angel Vázquez G.
EXPLORADORES Y COLONIZADORES.
José Santos Mercado, Ignacio Araúz, Antonio Chávez, Antenor
Vázquez, Antonio Vaca Díez, los hermanos Francisco, Nicolás y Rómulo Suárez,
Nicanor Gonzalo Salvatierra, Miguel Suárez Arana, Saturnino Saucedo Ortiz,
Cristian Suárez Arana.
INDUSTRIALES Y COMERCIANTES.
Angel Candia, Angel Costas, Pedro Rodríguez, Cosme
Gutiérrez, Mariano Parada, Felipe Sensano, Pastor Ibañez, Francisco Ibañez,
Francisco Velasco, Carlos Santistevan, Augusto Toledo, Augusto Roca, Udalrico
Gutiérrez, Viador Moreno, Froilán Paz; los hermanos Casiano, Juan Antonio y
Vicente Gutiérrez; los hermanos Ignacio y Froilán Arana, Ricardo Chávez, los
hermanos Nicolás y Rómulo Suárez, Emilio Peña, Agustín Landívar hijo, José
Froilan Parada, Fidel Oliva, Manuel Peña, Gumersindo Landívar, Peregrín Ortiz,
Saturnino Saucedo Ortiz, Miguel H. Velasco, Lucas Saucedo, Andrés Sansuste; los
hermanos Udalrico y Zoilo Zambrana, Ildefonso Jordán, Ruperto Morales,
Francisco y Gregorio Moreno, Antonio Franco, Isaac Calzadilla, Valentín
Arteaga, Juan Manuel Costas, Jesús Castedo, Carmelo Rodríguez, Carlos
Melquiades Barbery, Ricardo Landivar, Justo Flores, Antonio Antelo, Leoncio
Rivero, Manuel Marcó, Pablo Chávez Bazán, Avelino Egüez, Alenjandro Chávez,
Lino Oliva, José Soria, Belisario Sequeira, Próspero Gil. Señoritas: Petronila
y Rosaura Landivar, Teresa Ríos y Manuela Terceros Mendivil.
ECONOMISTAS Y HACENDISTAS.
Ovidio Suárez, Avelino Pinto, Antonio Moreno, Pedro Maria
Salvatierra, Belisario Jiménez.
PRELADOS Y SACERDOTES ILUSTRES.
Francisco del Granado, José Belisario Santistevan y Manuel
José Peña, Monseñor Salvatierra, Cura Joaquín Velasco, Cura Manuel J. Lara,
Prebendado Federico Rodríguez, Prebendado David Egüez, Cura Leoncio Michilin,
Deán Nicanor Landivar.
HISTORIADORES.
José M. Durán Canelas, José Manuel Aponte, Gustavo Parada.
DRAMATURGOS.
José Mariano Durán Canelas, Emilio Finot Franco.
FILÁNTROPOS.
José Mercado Aguado y sus hijos Nemesio, Segunda y Eusebio
del propio apellido, Juan de la Cruz Montero.
PEDAGOGOS Y EDUCACIONISTAS.
Nicomedes Antelo, Angel Chávez Gutiérrez, José Belisario
Santistevan, Neptalí Sandóval, Manuel J. Peña, Manuel Jesús Lara, Pedro
Arístides Sejas.
PINTORES Y DIBUJANTES.
Froilán C. Jordán.
ARTISTAS DE TEATRO.
Manuel Lazcano.
GEÓGRAFOS Y CARTÓGRAFOS.
Justo Leigue Moreno.
INGENIEROS.
Ernesto Limpias A.
MILITARES.
Generales: Francisco Javier de Aguilera, José M. de Velasco,
Agustín Saavedra, Bernardino Rojas y José Martínez; Coroneles y Tenientes
Coroneles: José M. Mercado, Sebastián Ramos, Antonio Suárez, Felix Arteaga,
Pedro Antelo, Marceliano Montero, José Manuel Vaca Guzmán, Miguel Castro Pinto,
Ignacio Castedo, Pedro Rivas, Juan Francisco Suárez, Marcelino Gutiérrez,
Antonio Velasco, Francisco Ibáñez, Antonio Moreno Suárez, Antonio Vicente Peña,
Ezequiel de la Peña, Héctor Suárez, Nicolás T. Ramos, Manuel María Franco, Juan
Antonio Rojas, Octavio Rojas, Félix Arano, Moisés Subirana, Juan Franco Román.
VIAJEROS A EUROPA Y ESTADOS UNIDOS DE NORTE AMERICA.
Benigno Gutiérrez, Antonio Marcó, los hermanos Arístides,
Gabriel René y Corina Moreno de Harriague, Ricardo Chávez, Viador Moreno,
Manuel Peña, José Santos Mercado, Ignacio Araúz, Antonio Vaca Díez, Peregrín
Ortiz, Nicolás Suárez, Juan Francisco Velarde, José Belisario Santistevan,
Angel Franco, José Parada Egüez, Juan Antonio Gutiérrez y señora, Vicente Gutiérrez,
Nicolás Ortiz, Carlos M. Barbery, Moisés Terrazas, Manuel Marcó.
EXTRANJEROS EN SANTA CRUZ.
ALEMANES.
José Reiche, Alberto Natusch, Jorge Banzer, Los hermanos
Carlos, Mateo y Teodoro Amelunge; Emilio Zeller, Guillermo Weisse, los hermanos
Fedor y Francisco Albrecht, Otto Arhens, Augusto Heiland y señora, Germán
Meschwitz, Pablo Busch, Felipe Schweitzer, los hermanos Carlos y Gebhart
Gasser, Juan Pepsel, José Steimbach, Adolfo Weibrecht, los hermanos Juan y
Enrique Elsner y señora, Wende, Kollmann, Germán Schulzer, Germán Kulke,
Augusto Deussen, Juan Gericke, Otto Rach, Ernesto Loebel, Gustavo Hoffmeister,
Juan Voss padre e hijo, Guillermo Krutzfeldt, Otto Kenning, Edmundo Numberg,
Máximo Giers, Leonardo Greiner, Guillermo Heideck, los hermanos Pablo y
Federico Hollweg, Germán Roechmann, Guillermo Brügmann, Kurt Skriewe, Máximo
Diescher, Alberto Vibus, Jorge Brown, Enrique Saack, Máximo Reiner, Augusto
Moor, Carlos Füchner, Cristián Pinckert, Carlos Kühn, Federico Shuenka, Germán
Mozer, Jorge Keller, Walter Denker, Walter Dovenau, José Montenich, Pablo
Ebner, Alfredo Pompejus, Pablo Hepner, Guillermo Wunderlich, Federico Reck y
señora, Sebastián Bachmayer, Carlos Fisher y señora, Bernardo Salomon, Ewaldo
Fisher, Jorge Reimers, Erico Busse, Federico Rickeberg, Alfredo Lindhorst y
señora, Pedro Ervin, Eckardo Haich, José Borkowsky, Otto Knorn y señora, Heinz
Knorn, Oscar Spath, Otto Beischer, Udalrico Hün, Otto Helbingen, Máximo
Rossler, Pablo Seng, Germán Doger, Adolfo Klitmann, Francisco Dittel, Oscar
Werner, Ewaldo Best. Señoritas: Margarita Seybold y Erica Bollert.
ARABES.
Zacarías Talamás, Rosa v. de Dabdoub, los hermanos Abrahán y
Alberto Dabdoub, los hermanos Elías y Pacífico Giacomán, con sus esposas; los
hermanos Salomón, Abrahán y Elías el Hage; los hermanos Julio y Miguel
Aburdene, Miguel Abularach, Francisco Yunis, Pedro Marcos, los hermanos
Alenjandro y Jacobo James, los hermanos Atilio, Carlos y Julio Chajtur; Juan
Salvador, los hermanos Mariano y Pedro Telchi, Alfredo Higazí, los hermanos
Gabriel, Juan y Miguel Razuk, Juan Torres, Juan Hadad, Fortunato Nayar, Julio
Abudine, Samuel Nayar, Félix Nieme, Behanan Nain, Miguel Nostas, Antonio y
Miguel Simon, Nasib Nasab, Teófilo Jury, Miguel J. Yazle, Abdala Assis.
AUSTRIACOS.
David Cronembold, Francisco Treu, Francisco Prevega,
Leonardo Hamembach, Francisco Hirtner, Carlos Marié, Carlos Fatingher, Alfredo
Schmidt, Ing. Juan Grether, los hermanos Antonio y José Prexl.
BELGAS.
Van Nivel, Lazarus, Meyer, Félix Middagh.
CHECO-ESLOVACOS.
José Suska, José Reiner, José Von Helly, Miguel Trechtka.
DINAMARQUESES.
Inger Lider de Skriewe, los hermanos Juan y Angel Brun,
Carlos Jensen, Carlos Thompson.
FRANCESES.
Gondart, Felipe Michelin, Eduardo de Crep, Amadeo Ferrier,
Eugenio Dussaussey, Lambertie, Carlos Chalot, Francisco Finot, Bruneau, Luis
Perrogon, Antonio Poillot, Teófilo Vigneaux, Lorenzo Morizet, Leon Mousnier,
Francisco Kempff, Conde Blemond, Juan Clouset, Gastón Guilleaux, José Sciaroni,
Alfredo Petetin, Luis Descarpontriez, Bossu, Juan Echevére, Ing. Roger
Courteville, Guido de Chazal, Carlos Charley.
HELENOS.
Pedro Maillard, Constantino Constantaco, Apostholo Merlussi,
Juan Dossopolo.
HOLANDESES.
José Drieslsman.
HÚNGAROS.
Carlos Zikerley.
INGLESES.
Dr. Enrique Comber, Eduardo Thompson, Ramsay, Campbell,
Henry E. Bloomfield, Guillermo Hotchkinson, Jorge Hamilton y señora, Carlos
Baucher, R. Robinson, Gordon R. Turner, Wilfredo Stephenson, Pedro Horne, Eric
y Robin Burnett, Mac Dugall, Mac Eve, Mac Youna.
ITALIANOS.
Juan Dacco, Simón Marchetti, Benigno Campodónico, Ing.
Allara, los hermanos Carlos, Bernardo y Francisco Cadario; José Bruno; los
hermanos Rimoldi, José Rotondaro, Nicolás Palermo, Juan Gilardi, Antonio
Pittari, Rafael Deromedis, Codutti, Dionisio Foianini, Vannucci, Antonio
Poletti, Casimiro Bossi, Arturo Merlín, los hermanos Galli, Agustín Cordano,
Domingo Startari, Bautista Dominini, Francisco Bernachi, Juan Toffolli, José
Furianetto, José Gianella, Luis Queirolo, Juan Laura, Luis Cavazolli, Francisco
Actis, Héctor Vailatti, Nicolás Caivano Russo, Juan Miserendino, Nicolás
Lagomaggiore, Panoni, Dr. Guido Doniselli, Salvador Pittari; Briamo Mellis,
César Manzoni, Carlos Quaglia.
JAPONESES.
José Oisi, Kenser Nita, Akamine, Shirasahua, Ricardo Higa,
Ricardo Kolamoto.
NORTEAMERICANOS.
Eduardo Fleming, Santiago Rossell, Juan Bowles, Juan
Robertson, Celso Linstrong, Francisco Davis, Percy Boland, Juan Finish, Hart
Mix, W.C. Mc. Kenney, Hupo, Dr. Allen Moore Walcott, N.B. Fordt, Ankerhols,
Ricardo Smith, Erneto King, Walter L. Ackerie. Señorita Catalina Olave.
POLACOS.
Guillermo Meyer, Cristóbal León Tornow, Abraham Strach, Dr.
Juan Diablonsky.
PORTUGUESES.
Francisco Barros, Francisco Coelho, Leopoldo J. Martins.
RUSOS.
Baldomero Eberlein, Guillermo Klinsky, Gritchukine.
SUECOS.
Julio Kause y señora, Gustavo Flood.
SUIZOS.
Enrique Retor, Federico Frey, Augusto Vierlin, Guillermo
Milliet, Carlos Henning, Guillermo Bauer, Ernesto Berton, Frunlich, José
Feldmann.
YUGOESLAVOS.
Rodolfo Druscovich, Miguel Milosevich, Mavrich, Cosovich,
Francisco Pavisich, Juan Knez; los hermanos Antonio, Juan y Silvio Tomelich,
Teodovich, Bartolo Zankich, Rafael Skijam, Daniel Gordich, Zrecka Miletta.
VIAJEROS ILUSTRES.
Tadeo Haenke, Alcide d'Orbigny, Conde de Castelnau, Ing.
Juan B. Minchin, Dr. Federico Saac, Erland Nordenskiöld, Eliseo Reclus, Dr.
Guido Bennatti, Dr. Logatto, Dr. José Mano, Ing. Julio Pinkas, Ing. Gustavo van
Raphelgen, Dr. Bonarelli, Príncipe de Braganza y Orleans, Conde de Guimaraez,
Dr. Herzog, Teodoro Holemberg, Ing. Shephart, Ing. Mac Olive, Coronel Fawcett,
Aviador de Pinedo, Teodoro Roosevelt, León Kochnitzky, Jorge Rouma, General
José Planchek, Coronel Kudlachek, Teniente Coronel Podlezny.
MINISTROS DIPLOMÁTICOS.
De Alemania: señores Hans Gerald Marckwaldte, Max König y
Félix Tripeloury; de Gran Bretaña: señores Gossling y Cooley Smith; de Francia:
señor Jean Arthur Guy; de España: señor Manuel Martínez Feduchy y el secretario
Sr. Ventalló; de Estados Unidos de Norte América: señores Maggins y John
Mussio; del Japón: señor Shinichi Yakoyama.
INTERNUNCIOS.
Monseñores Carolli, Trochi, Centoz y Lunardi y el Secretario
señor Camponovo.
Santa Cruz de la Sierra, 21 de mayo de 1937.
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RESPUESTA AL ARTÍCULO “CIEN AÑOS DE VIDA CRUCEÑA”
CIEN AÑOS DE VIDA CRUCEÑA
La Paz, 24 de diciembre de 1937.
Señor doctor don
JULIO SALMON,
Santa Cruz de la Sierra.
Muy distinguido amigo:
Tendrá usted que disculpar mi tardanza en responder a su
carta del 14 de agosto pasado, referente al tema de su artículo del 21 de mayo
titulado «Cien años de Vida Cruceña». Para ello, teniendo en cuenta sus altos
méritos y el gran aprecio que tengo de su vasto saber y cultura, preciso era
documentar mis conceptos y juicios, para comprobar en forma palmaria las
omisiones en que usted había incurrido.
Como quiera que tengo que vivir de mi trabajo, apenas las
muy pocas horas libres que ello me deja, podía dedicar a esta compulsa
minuciosa de referencias y datos, búsqueda de mayores informaciones y fuentes
en mi escasa biblioteca, y ejercicios de memoria sobre lo tanto oído en las
charlas de mi hogar; por ello he tardado todo este tiempo, pues no me gusta hablar
de memoria afirmando cosas que después pueden ser desmentidas rotundamente;
prefiero documentarme fundamentando mis asertos con la firmeza del
convencimiento.
Al fin de tantas y tantas veladas que a tales estudios hube
de consagrar, ha salido este electuario, que lejos de ser completo, es apenas
un complemento de omisiones de que adolece su citado artículo.
Sinceramente, y modestia aparte, considero este trabajo como
una contribución positiva a conocer quienes fueron los hombres del pasado
cruceño y la actividad que les cupo en nuestra vida provinciana. Es por ello y
en vista de lo que podría valer para los historiadores de mañana, que considero
necesario el publicarlo juntamente con su artículo a fin de hacer un solo
cuerpo de Hombres y cosas del pasado cruceño.
La índole de estas adiciones se prestaba para darle forma de
ensayo, pero he preferido la redacción epistolar, por no desentonar de lo hasta
hoy acostumbrado y no interrumpir el ritmo de nuestras comunicaciones sobre
estos temas.
Antes de nada, debo declarar que a este trabajo sólo me ha
llevado la búsqueda de la verdad, tal cual usted mismo dice: «nos interesa la
verdad pura, con absoluta prescindencia de nuestras personas». Es por ello que
al comenzar, permítome invocar esa entelequia inasible, y lo hago con las
palabras de Tertuliano:
Ex surge Veritas, ex surge et quasi de patientia erumpe.
Para mayor comprensión, por método y orden, dividiré todo el
estudio en párrafos con titulación concreta. Comenzaremos por enumerar sus
omisiones en los diferentes aspectos de las actividades cruceñas, para después
agregar algunos comentarios.
EXTRANJEROS EN SANTA CRUZ.
Me pide rectificar el epíteto de «ilustres» que yo atribuía
como adjetivo en su lista de extranjeros en Santa Cruz. Permita decirle que si
bien es cierto que tal calificativo no fue puesto por usted en el hecho
material, en el moral existió por la sola circunstancia de consignar esos
nombres en un articulo del valer del suyo y según su propia intención, la cual
usted confiesa era «que sus nombres no se pierdan en el olvido definitivo».
Textual en su carta. Si la Policía y las oficinas de estadísticas hacen una
lista de extranjeros, tienen la obligación de poner allí a todos sin excepción
alguna, sean de relieve o no, pero usted, en su artículo sobre valores del
pasado cruceño, al agregar a los extranjeros, deja suponer lógicamente, que
también tuvieron alguna actuación.
La mayor parte de los extranjeros que usted cita no merecían
ni el recuerdo de escribir sus nombres en un registro como el suyo, que
significará una fuente de documentación preciosa para el investigador futuro.
Si usted los cita a título de simple información, el historiador de mañana,
ignorante de estos detalles y atenido al valer del autor del artículo,
entenderá que se encuentra, ante una lista de extranjeros «notables», aún
cuando no figure tal adjetivo. Recuerde usted, doctor Salmón, que José
Ingenieros, al hablar del nombre digno con relación a los arquetipos de la
mediocracia, dice que no los debe nombrar pues sería acaso inmortalizarlos...
(El Hombre Mediocre, Buenos Aires, s/f, 212; Vol. X de sus Obras Completas).
Podría agregar a su lista de extranjeros una enorme cantidad
que usted ha omitido, pero por la misma razón que expongo aquí, me abstengo de
ello.
VIAJEROS ILUSTRES.
Nicolás Matson. Médico y científico inglés; era capitán de
navío de la marina de su patria. Fue de aquellos extranjeros ilustres que
rodearon al General Ballivián durante su gobierno.
Tal importancia debía tener este extranjero que el vencedor
de Ingavi le encomendó, juntamente con el Ayudante General de la Prefectura de
Santa Cruz, en 1842, mayor graduado don Matías Bravo, la comisión de llevar
unos pliegos al Paraguay, por la vía de Cuyabá. Bolivia quería, de esta manera,
hacer efectiva su vinculación con el país del Sudeste.
En el párrafo 14 de las instrucciones reservadas que se le
dieron, figuraba lo siguiente, entre otras cosas: «Deben existir en los
Archivos del Paraguay tradiciones sueltas sobre los viajes de los primeros
pobladores de esta ciudad de Santa Cruz; así como las comunicaciones tanto por
la tierra como por agua entre los jesuitas de Chiquitos y los del Paraguay. La
adquisición de estos documentos es importantísima».
Grande debe haber sido la afección de este distinguido
hombre hacia Bolivia, cuando en otro de los párrafos se le dice: «El señor
Matson fuera de prestar este importante servicio a su patria adoptiva,
enriquecerá también la república literaria con sus investigaciones
científicas».
La expedición tuvo desgraciado éxito, pues el Comandante de
Fuerte Olimpo tan solo les permitió que saltasen a tierra por cuatro horas, sin
permiso para seguir a Asunción cual era el deseo de Ballivián, ni admitirles
notas ni papel de ninguna clase por estarle terminantemente prohibido. (Legajo
de documentos sobre la comisión Bravo-Matson a la República del Paraguay) copia
inédita; el original existe en el Archivo Nacional de Bolivia.
Años después residía en Santa Cruz y allí enseñaba a curtir
suela al igual que las europeas, según lo afirmaba el Ministro de Hacienda en
una exposición parlamentaria el 17 de septiembre de 1846. (Redactor de la
Cámara de Representantes del año 1846, La Paz, 1927; 318).
Mauricio Bach. Es este un viajero ilustre que estuvo en
Santa Cruz y aún repitió su visita con motivo de sus viajes al Otuquis. El
conocimiento de su persona es importante, pues su nombre y folleto son citados
por René-Moreno. (Piezas 3844 y 3845 de Primer Suplemento a la Biblioteca
Boliviana, Santiago, 1900). Además con motivo de la pasada contienda del Chaco,
el Gobierno reeditó una vez más su publicación sobre la provincia de Otuquis,
publicación que en su texto original tuve ocasión de consultar en la Biblioteca
de Hamburgo.
Su estadía en Santa Cruz consta claramente ya que de allí
partía en dirección a Chiquitos el 23 de junio de 1831 juntamente con
D’Orbigny, quien dice que el alemán Bach le acompañaba «en amateur» (Alcide
D’Orbigny. Voyage dans l’Amérique Méridionale, París, 1839-1843. Vol.
II, 579).
Hans Grether. Invocó el que figure entre los viajeros
ilustres. El Dr. Hans Grether, sobre cuya nacionalidad alemana o austríaca, no
estoy muy seguro, fue todo un sabio; en idioma alemán tiene diversos trabajos
de orden técnico. Algo más, cualquiera que fuere su valer como profesional,
para nosotros tiene uno y muy grande: su amor entrañable, morboso casi por la
obra a la cual había consagrado su vida: el Ferrocarril Cochabamba-Santa Cruz.
Estudiaba las regiones, sus productos y manera de industrializarlos y
comercializarlos, para así dar mayor valor al ferrocarril; cuando no había
fondos, estudiaba las leyes para encontrar recursos de dónde obtener mayores
garantías, etc., etc. No hay tradición de un amor y una consagración a una obra
en todo Bolivia, como la del Dr. Hans Grether. Pido para él un puesto de
distinción entre los viajeros ilustres, pues lo fue mucho más que un De Pinedo,
que estuvo horas en Santa Cruz, y que unos militares checoslovacos,
posiblemente grandes estrategas, pero de los cuales, Santa Cruz no ganó nada.
INGENIEROS.
Pedro Suárez Saravia. Ha publicado un estudio titulado
Fronteras de Bolivia en el Departamento del Beni, Santa Cruz, 1892. (Pieza 62
de las «Adiciones» de Emilio Finot en el Boletín de la Sociedad Geográfica
Sucre, Nos. 155-156 y 157). Como profesional fue empleado en los trabajos del
F.C. Cochabamba-Santa Cruz.
Ernesto Limpias. De gran competencia, aunque no llegó a
obtener el título; a punto de terminar sus estudios en Lima, las cuestiones
internacionales de 1909, motivaron su retiro. Quede esta constancia en abono de
algunos profesionales a quienes, especialmente entre los médicos, cito como
tales sin el título académico. Valga el precedente suyo en la apreciación de la
capacidad y no del diploma, como en este caso y el de don Miguel H. Velasco
como Dentista.
MILITARES.
Miguel María de Aguirre. Tenía el grado de Coronel de la
Guardia Nacional y figura como Intendente del ejército intervencionista en el
Perú, en la época de la Confederación; hizo uso público de tal grado militar,
al firmar el pacto fundamental de tal entidad política, en Tacna el 1ro. de
mayo de 1837. (José Salinas, Recopilación de tratados, convenciones y actos
diplomáticos celebrados por la República de Bolivia, La Paz, 1904, Vol. II,
79).
Juan Manuel Landívar. Era Teniente Coronel en 1839. (Adrián
Melgar Montaño. El Archivo, Nro. 8, Santa Cruz, septiembre, 1937; 355).
En los diarios de Santa Cruz de 1926 ó 27 deben haber
algunas menciones acerca de este Coronel y el «Corta Oreja» o «Corta Cabeza», a
propósito del apellido Landívar para una avenida.
En un edicto publicado en 1841 por el Prefecto y Comandante
General de Potosí, aparece como «Coronel de Ejército, condecorado con la placa
de los sostenedores del orden, benemérito de la Patria», etc. (El
Constitucional, periódico, La Paz, 1841, mayo 6, Nro. 10).
Pedro Suárez Saravia. Nacido en 1866. Graduado como
ingeniero civil en Inglaterra. A su retorno al país ingresó en el ejército
habiendo servido con distinción y ascendido a coronel. Realizó exploraciones en
la hoya amazónica de Bolivia (William Belmont Parker, Bolivians of today,
Santiago de Chile, 1920; 277).
Francisco Ibáñez. «Nombrado General de División de
Infantería por el Jefe Político de Santa Cruz el 10 de julio de 1853».
(José Vázquez-Machicado. «Notas sueltas para la Historia de
Bolivia». Inédito). El dato de don Victorino Rivero que dice: «Recibió también
el título de coronel sin ser militar», está errado en el grado concedido. (Luis
Lavadenz Reyes. Almanaque-Guía del Departamento de Santa Cruz, 1903; 81).
Napoleón Gómez. Teniente Coronel, natural de Vallegrande, y
padre del abogado y parlamentario del mismo nombre. (Pío Cáceres Bilbao. El
Senado Nacional, La Paz, 1925; 172, de la «Galería Parlamentaria»).
Malek-Adel Martínez. Coronel vallegrandino; dato
proporcionado por el señor Santiago Jordán Sandóval.
Ramón Barbery. Prefecto del Beni; tenía el grado de coronel;
dato proporcionado por el Dr. Plácido Molina Mostajo.
MÉDICOS.
Delfín Parada. A mi observación ha respondido Ud. que «como
director del Hospital en ejercicio de su profesión durante muchos años, mucho
bien debió hacer en aquellos tiempos que carecíamos de recursos, medios
científicos e higiénicos. Considero que esos modestos profesionales, son
acreedores a un recuerdo de gratitud, por todo lo que hicieron para conservar y
defender la vida de nuestra población». De acuerdo a este criterio y desde el
punto de vista del interés general o sea el bien distribuido, retiro mis
observaciones, pero pido plaza para otros, que también practicaron el altruismo
y la caridad con los escasos recursos de una ciencia médica mal aprendida, pero
que en todo caso fue puesta al servicio del pueblo pobre. Hay varios a quienes
Ud. olvidó y que me permitiré recordarle.
Rafael Alvarez Toledo. Graduado en Sucre el 11 de junio de
1864. (Número 67 de la matrícula del Dr. Valentín Abecia).
Josué Ibáñez. Graduado en Sucre el 19 de julio de 1869.
(Número 107 de la matrícula del Dr. Valentín Abecia).
José María Bozo. Creo que no tuvo título académico, pero su
obra aún inédita Materia Médica de Bolivia lo habilita para figurar como tal;
he conocido los varios gruesos volúmenes infolio de ella en poder de su
descendiente el Tcnl. Jorge Vargas Bozo. Hay referencias públicas acerca de
este estudio. (José Rosendo Gutiérrez: Diógenes, La Paz; 1880, Imprenta de «La
Tribuna»). Además existe una ley del 25 de enero de 1900 ordenando su
publicación, (Anuario de 1900; 125). Se publicó un prospecto de su obra, bajo
el título de Proyecto de la Materia Médica Boliviana.
Dice que ha fundamentado su obra, además de sus
observaciones y estudios en los apuntes de Tadeo Haenke, quien le enseñé de
viva voz; además la flora peruana, la española, el Diccionario de Agricultura
de Rosier, edición francesa de 1793, la obra escrita por el Dr. D. Manuel
Martín Delgar, «y que a súplicas de algunos señores curas él la dio manuscrita,
el año 1724; la cual está sustancialmente refundida en la nuestra». La materia
médica escrita en inglés por el Dr. Pereyra e impresa el año 1840; la obra del
Dr. Bodard, profesor de Botánica y miembro de muchas sociedades científicas
francesas y extranjeras e impresa en 1810 y la de Geoffroy catedrático de
materia médica en París, etc. (Gaceta del Gobierno, La Paz, 7 de mayo de 1844,
Nro. 88).
Adrián Justiniano. Este talento múltiple, debe ser
clasificado también entre los médicos, aunque no haya tenido el título
académico. Era homeópata y muy buscado por su alto espíritu humanitario y su
raro acierto; el salvó la vida de mi hermano Severo, cuando era niño.
Juan de Dios Salvatierra. Creo que tampoco tuvo título, pero
ejerció su profesión entre la gente pobre, la menesterosa, la que más sufre,
aquella que no puede concurrir a los consultorios de lujo ni adquirir drogas
caras; precisamente el médico de esta clase tiene que adaptarse a tal situación
económica y en la mayoría de los casos acudir a la no muy variada medicina
casera, restringiendo su farmacopea. Es dentro de este concepto que pido un
sitio para Juan de Dios Salvatierra, quien ha prestado más servicios a Santa
Cruz que Juan Antonio Gutiérrez Jiménez, a quién su temprana muerte impidió el
dar pruebas de su gran talento y generoso corazón.
DENTISTAS.
Roque Méndez. Se recibió en Chile; fue Ayudante de la
Escuela Dental de Santiago, ejerció con éxito su profesión en Santa Cruz.
FÍSICOS.
Jaime E. Román. A mi observación de que el doctor Jaime E.
Román no era ningún físico, usted responde que no lo considera un Helmholtz ni
un Einstein, «pero, está jubilado y ha publicado un pequeño texto de Física», y
agrega «estos antecedentes, los habilitan para ser un mentor de la juventud de
su especialidad».
Completamente de acuerdo: «Mentor de la juventud en su
especialidad», es decir entre los educacionistas, pero nunca entre los físicos;
ser físico es muy otra cosa que enseñar esa materia.
Si fruéramos a regirnos por su criterio que el regentar una
cátedra y escribir un texto sobre esa especialidad ya dan méritos para ser
eminencias en ello, tendríamos a Adolfo Flores y Angel Vázquez como químicos,
pues enseñaron tal materia y publicaron el texto respectivo. Tal actividad los
habilita para figurar entre los educacionistas con perfecto derecho, pero no
como en este caso del doctor Román para calificarlo de Físico; reclamo para él
su sitio entre los mentores de la juventud, tal cual usted mismo lo dice.
INDUSTRIALES Y COMERCIANTES.
Manuel María Caballero y Julián Eladio Justiniano Chávez.
Con toda justicia se puede considerar a estos dos distinguidos hombres como
industriales. Formaron, con otros jóvenes de Sucre una sociedad para la
fabricación de la loza y la porcelana, «habiendo conseguido presentar muy
buenas muestras de uno y otro artículo al Gobierno, quien les concedió la
exclusiva de unos cuantos años y un subsidio pecuniario, cuya exigüedad fue la
causa principal de que fracasase la empresa». (Samuel Velasco Flor. Vidas de
bolivianas célebres, Potosí, 1871; 72). Don Manuel María Caballero fue Presidente
de la «Sociedad Industrial de Sucre».
Las muestras de loza que pertenecieron a don Julián Eladio
Justiniano Chávez, las adquirió el malogrado Emilio Finot y fueron exhibidas en
la exposición del centenario cruceño de 1910. Actualmente se hallan en la colección
del ex-canciller Enrique Finot.
La empresa aquella, nació de las reuniones que tenía la
Sociedad «Philethica», cuyas actas originales se hallaban en la Biblioteca
Angel Vázquez, hoy en poder de la Municipalidad de Santa Cruz.
Manuel José Jimenez Aponte, Agustín Saavedra, Antonio Zuro,
Tristán Roca y Pedro Rodríguez. Estos señores desde la época de la guerra de la
Triple Alianza hacían tráfico comercial con el Paraguay; Roca fue fusilado por
el tirano López. Consultar René-Moreno «Fúnebres» en Revista Sud-América,
Santiago 1873, vol. II, 121-141.
José Martínez. Trató de interesar en los minerales de oro
del Departamento de Santa Cruz, refiriéndose a tan encomiástico propósito su
folleto: Biblioteca del Trabajo. Minas de oro de Chiquitos, San Javier y Santa
Rosa Histórico (sic) e importancia de estos criaderos, Cochabamba, Imprenta del
Progreso, 1878; 80; 27 p. (Ricardo Ugarte. Datos para la bibliografía
boliviana, La Paz, 1878; 16).
José Manuel Méndez, José Andrés Salvatierra y José Mariano
Cuéllar. «En 1832, el doctor José Manuel Méndez, canónigo honorario de la
Iglesia Catedral de Santa Cruz, José Andrés Salvatierra canónigo de la Catedral
Metropolitana de Chuquisaca y el Presbítero José Mariano Cuéllar, organizaron
una sociedad, con fondos al parecer suficientes para explotar las minas de
Quioma. La empresa llevaba camino de alcanzar gran provecho y fama, porque los
que la sustentaban, a pesar de su carácter sacerdotal, eran hombres de fuste;
pero, el capital destinado para la obra, resultó escaso, y en lo mejor ésta
tuvo que suspenderse». (Eufronio Viscarra. Casos históricos y tradiciones de la
ciudad de Mizque, Cochabamba, 1907; 57).
Adolfo González. Vallegrandino; fue edecán de Melgarejo.
Radicóse en La Paz, donde ha dejado larga familia y muy sólida fortuna, hecha
en laboriosas actividades industriales. Llegó a ser Presidente de la
Municipalidad de La Paz, habiéndolo conocido en 1926. Há pocos años que ha
muerto.
Luisa Antelo de Barriga. Era tal su talento comercial, que
fue agente de compras de su padre don Antonio Antelo, habiendo hecho con tal
objeto, varios viajes a Europa y Estados Unidos de N.A. (Dato proporcionado por
su hermano el Sr. Raúl Antelo Araúz).
Tolentino Román. Trató de establecer la navegación en la laguneta
«El Arenal» de Santa Cruz; incipiente pero loable inquietud industrial y que
dentro de la pequeñez de nuestro medio, merece el recordársela. Años después
seguía los mismos pasos Rodolfo Antelo Araúz con su The Arenal Navigation
Company Limited, y tratando de honrar a su predecesor, quería pasear por las
aguas del Arenal los restos de don Tolentino Román, parodiando a los yanquis en
el paso de las cenizas de Colón por el entonces recién abierto canal de Panamá.
Otros industriales y comerciantes. El departamento del Beni,
ha sido el campo fecundo de las actividades de nuestros hombres de empresa.
Entre tantos industriales y comerciantes que allí desplegaron su esfuerzo y
trabajo, podemos citar los siguientes: Sebastián Melgar, Ildefonso Roca, Angel Arteaga,
Calixto Roca, Manuel Vázquez, Juan de Dios Limpias, Isaías Franco, Domingo
Méndez, José Manuel Vázquez, Fabián Roca Franco, Francisco Landívar, Querubín
Vázquez, Antonio Gil, Isaías Landívar, Patricio Giles, Isidoro Roca, Nicasio
Egüez, Pablo Román, Carmelo Mercado, Abel Taborga, Manuel María Chaves,
Napoleón Suárez, Ovidio Suárez, Francisco Suárez, José Manuel Vaca, Juan Pastor
Guardia, Angel Vázquez, Joaquín Cuéllar, Angel Cortés, Manuel J. Vázquez, Jesús
Mansilla, Jesús Roca, Gonzalo Moreno, Simón Moreno, Angel Roca, Augusto Roca,
etc., etc. (Medardo Chávez Saucedo. Eldorado Boliviano, La Paz, 1926).
ECONOMISTAS Y HACENDISTAS.
Miguel María de Aguirre. Actuante de primeros papeles al
iniciarse el remedo de vida republicana que llevamos a más de un siglo; de
abolengo, de fortuna y de talento, por fuerza tuvo que destacarse sobre la masa
común que entre «alegre y confiada» veía desarrollarse en la propia carne del
cuerpo colectivo las experiencias de una nueva vida nacional. Así lo dice un
historiador chileno, al afirmar que «el nombre de Aguirre era ya conocido en
todo el país puesto que estaba ligado a la historia de sus administraciones
desde los primeros tiempos de la independencia». (Ramón Sotomayor Valdés.
Estudio Histórico de Bolivia, Santiago, 1874; 368).
Su actuación más notable fue como Ministro de Hacienda,
«Aguirre tuvo mucha participación en los negocios públicos y distinguióse
particularmente como hacendistas». (José Domingo Cortés, Diccionario biográfico
americano, París, 1875; 10). Casto Rojas lo considera como uno «de los
organizadores de la hacienda pública en Bolivia». (Historia financiera de
Bolivia; La Paz, 1917; 162), y el autor de un diccionario biográfico boliviano
afirma que «sus más valiosos esfuerzos fueron dedicados a la creación y mejoramiento
de las finanzas nacionales en el reiterado desempeño del Ministerio de
Hacienda». (Bolivia en el primer centenario de su independencia, 1925, 362). Su
primer ministerio fue bajo el Gobierno del General Sucre.
[HVM, al ocuparse de Miguel María de Aguirre en el presente
trabajo dedicó varias páginas al citado economista. Las hemos suprimido porque
un extenso estudio se publica en estas Obras Completas con el título de «Glosas
sobre la historia económica de Bolivia. El hacendista don Miguel María de Aguirre
(1798-1873)].
Manuel Ignacio Salvatierra. Fue Ministro de Hacienda del
General Daza, y su Memoria se halla publicada. (Pieza 3732 de René-Moreno.
Biblioteca Boliviana, Santiago, 1879). Para aceptar este Ministerio, así como
lo hicieron José Manuel del Carpio y Eulogio Doria Medina, Daza tuvo que
obligarles, con la amenaza de que si no le colaboraban, elevaría a los altos
cargos a sargentos de sus batallones; repetía así lo que hizo Melgarejo en
diciembre de 1864. (Alberto Gutiérrez: El Melgarejismo antes y después de
Melgarejo, Vol. I, 2da. ed. La Paz, 1918; 116, en nota).
Su informe hacendario, presentado al Congreso de 1877, es
por demás interesante, y en él declara que «sin faltar a la modestia», puede
suponer que el caudal de conocimientos necesarios no le «sea extraño, como
fruto de la observación y del estudio atento y perseverante de una inteligencia
aleccionada por una larga práctica en los negocios públicos, guiada por la fe
en el bien y exenta de las sombras de la vanidad y de las preocupaciones de
empirismo, o de la moda».
Terminaba su memoria haciendo un cuadro de las dificultades
enormes a vencer y del valor y fuerza que para ello se necesitaba, agregando:
«Sin jactancia, me asistían ese valor y esa fuerza. Con ellos y valido de mi
experiencia en la casi universalidad de los negocios cuya clara luz desde el
retiro de mi domicilio me había guiado en el estudio patogenésico del mal, he
tenido la fortuna de acertar en los medios de combatirlos; y me cabe la
satisfacción de anunciaros que se ha conseguido este objeto. La crisis ha
pasado; se resolvió de una manera saludable. El país se halla libre del mal;
convalece y va en rápido paso a su completo restablecimiento. Vais a ver cómo
se ha operado esta transformación».
Posiblemente es el único Ministro de Hacienda que en la historia
de Bolivia y con tanta seguridad anuncia, que debido a sus luces y talentos, se
ha resuelto toda una crisis, cuyo cuadro trágico tan bien retrató Alberdi.
(Estudios Económicos, Buenos Aires 1916; 58, 60, 151,etc.).
De la obra del doctor Casto Rojas, de la cual se toman estos
textos, copio el comentario: «Apenas habrá otro Ministro que se expida en tales
términos y se presente al Congreso con la grata noticia de haber curado a esa
eterna enferma que se llama hacienda pública. El Dr. Salvatierra había
terminado la lectura de su memoria en medio del aplauso frenético de los
diputados, que sobre tablas patentizaron su entusiasmo aprobando la siguiente
ley: 'Artículo único. - Atento al mérito que se revela en la Memoria que acaba
de leer el H. Ministro de Hacienda e Industria, Dr. Manuel Ignacio Salvatierra,
se le acuerda un voto de honor y confianza'». Este entusiasmo tuvo curiosas
repercusiones que preciso es consignar aquí, continuando con la transcripción.
«Pero no es esto sólo, agrega un cronista de la época, el
señor Salvatierra después de haber recibido el más alto galardón a que puede
aspirar un hombre en carrera pública, fue el objeto de los más entusiastas
brindis en el banquete con que, en el mismo día, obsequió el Jefe Supremo del
Estado a los representantes del pueblo».
Allí se escuchó, entre las expansiones del más vivo
entusiasmo y perfecta cordialidad, el acento del eminente bardo paceño, D.
Ricardo Bustamante, en el soneto improvisado que tenemos la complacencia de dar
a la estampa, con el brindis que precedió a su lectura. Helos aquí:
«Dejadme olvidar señores, por breves instantes, el serio
carácter que inviste mi persona, no de primer diputado por cierto sino de
último entre los que esta ciudad eligió para la Asamblea. Tal excusa solicito
porque llevado de mi flaqueza conocida (de coplero el más viejo de La Paz)
suelo confiar a la rima, la expresión de mis entusiasmos. Hoy día experimenté
uno muy vivo, cuando terminó la lectura pública de su memoria ministerial el
digno señor Salvatierra. De regreso a mi alojamiento tracé a la ligera un
soneto que voy a leeros y cuyo primero concepto arranca de los últimos
contenidos en aquel documento importante, por cuyo tenor sabemos que Bolivia,
sumida bajo el peso de una deuda inmensa, cuenta ya con que su obligación al
crédito extranjero, se halla reducida a no más de dos millones, caso
venturosísimo para la patria, debido al honrado Ministro a quién dedico mis
rimados renglones, incorrectos sin duda por haber sido, como veis,
improvisados».
«Homenaje de admiración al Ministro de Hacienda, Sr. Dr.
Manuel Ignacio Salvatierra».
SONETO
Sí; comenzamos una nueva vida
Tras Larga serie de infecundos años,
En que torpe ambición con sus amaños
Abrió en la patria muy profunda herida.
Hoy vuestra voz al porvenir convida
con la esperanza de cesar los daños
Y que, en pos de tan recios desengaños,
Ya cobre el pueblo su salud perdida.
A vos se os debe con verdad tal obra,
Hábil Ministro, honrado ciudadano;
Por vos la patria su esplendor recobra.
Que su crédito alzáis con diestra mano;
Pues de ver acabamos que en vos sobra
La virtud del patriota y del cristiano.
La Paz, Noviembre 20 de 1877.
R. Bustamante.
(Prólogo de la Memoria de Hacienda, 1877, citada por Casto
Rojas).
«Estos entusiasmos se debieron principalmente a la
liquidación del desgraciado empréstito Church, y a la depreciación de la moneda
de Melgarejo y a varias medidas de buena administración con que había logrado
reducir el monto de algunos servicios onerosos».
La labor financiera del Ministro laureado con orden a la
conversión de la moneda feble se redujo a revivir el decreto de Melgarejo, de
12 de noviembre, de 1866, que depreció en un 25% los pesos de 8 dineros de ley
reintegrando con vales la diferencia».
«En 1877 se procedió de idéntica manera: los tostones y
tomines 'Melgarejo' quedaron de súbito reducidos en su valor a las tres cuartas
partes, es decir, a treinta y quince centavos, respectivamente. El quebranto de
25% se pagaría como en 1866, con vales del crédito público a cuyo fin, el
cuarto día del decreto de depreciación debían presentarse los interesados a
entregar la moneda 'Melgarejo’ que tuvieran, ante las comisiones creadas en las
capitales de departamento y provincias. Dichas comisiones funcionarían un sólo
día, desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde, anotando y devolviendo
la moneda presentada».
«Los vales de la depreciación servirían para pagar la quinta
parte de los derechos de aduana en Cobija y los de exportación de metales del
interior en la misma proporción».
«Fueron comprendidos en la depreciación los billetes del
Banco Nacional que representaban el valor de la moneda feble». (Casto Rojas,
Historia Financiera de Bolivia, La Paz, 1917; 370-375).
Este sistema de alterar la moneda, no era nuevo ni mucho
menos; en la época del General Santa Cruz, de Melgarejo ni aún en la del
Ministro Salvatierra. El fraccionamiento de Europa en pequeñas monarquías
feudales, trajo como casi endémica consecuencia, esta alteración de las monedas
a la cual acudían los señores en sus apuros. La crisis del reino francés al
finalizar el Siglo XIII, obligó a Felipe el Bello a falsificar su propia
moneda, y no contento con ésto, a trazar y ejecutar en complicidad con el Papa
un vasto y tenebroso plan que dio fin con la Orden de los Templarios, de cuyos
cuantiosos bienes se apoderó. (H. Finke. Papstum und Untergang des Templerordens, Münster in
Westfalien, 1907, 2 vol.). Más de una entidad colectiva exigía a
sus soberanos la promesa formal de respetar la moneda.
Estas frecuentes alteraciones del circulante trajeron como
consecuencia lógica las crisis económicas del medioevo. (Inama- Sternegg.
Deutsche Wirtschaftsgeschichte des Mittelalters, Berlin, vol.III). Las
diferentes valorizaciones, dentro del complejo de la vida de entonces, traían
algunas complicaciones, motivando incluso demandas, como la de los famosos
florines de plata de la Universidad de Marburgo que resolvió en el Siglo XIX el
Tribunal de Apelación de Kassel. Ya desde antiguo se pueden encontrar estos
casos que tienen como origen, moneda alterada o depreciada. (Johann Wolfgang Hiller: Resolution und
Bedenken der Verordneten Vizehofrichters und Beysitzer des Hofgerichts, auch
Dechants, Seniors und Anderer Doktorum der Juristenfakultät Hoher Schule
Wittenberg, Augsburg, 1623). Las inflaciones de las monedas europeas
como emergencia de la gran guerra, trajeron interesante jurisprudencia al
respecto, alguna de la cual resolvía los problemas desde el punto de vista
metalista. (Véase el acuerdo del Tribunal de Casación de Constantinopla de 24
de junio de 1921, interpretando confusamente el artículo 130 del Código Civil
Otomano. (Cfr. Arthur
Nussbaum. Das Geld in Theorie und Praxis des Deutscher und Ausländischen
Rechts, Tübingen 1925).
De ahí que este vicio inveterado de las economías enfermas
volvía nuevamente con el hacendista Salvatierra a presentarse en Bolivia, con
los resultados que eran de esperar, y que no hicieron sino agravar la
situación. Pero no es de pasar por alto, que en el momento el hábil Ministro
supo dar un golpe de efecto, que se tradujo en votos y manifestaciones de
aplausos. Con todo, sus demás reformas fueron provechosas y acreditan su
competencia en el ramo.
Todo esto, cuan largo es, se ha copiado y anotado, para
demostrar que el Ministro Salvatierra era todo un hacendista, y no un simple
transeunte en ese portafolio de Estado; creo que con ello he reivindicado su
memoria, olvidada como había sido, en este género de sus aptitudes y
capacidades.
Salvatierra editó el siguiente libro: Lecciones de Derecho
Administrativo,dadas en el Ateneo Mejicano por su socio de número el C. Lic.
Teodosi Fares, Miembro del Senado e individuo de varias academias científicas y
literarias. Obra adoptada por el Consejo Universitario de Sucre, para la
enseñanza en el cuarto año de la Facultad de Derecho. Reimpresa. Imp. de López,
1857 (N.0 2023 de René-Moreno, Biblioteca Boliviana, 1879).
Juan Francisco Velarde. «Se le encomendó una comisión del
Ministro a Estados Unidos para ajustar el contrato preliminar Church. Se le
encomendó una gestión financiera en Londres. Agente de la Compañía de
Navegación Boliviana. Encargado especial para entenderse con Mr. Meiggs sobre
el empréstito y compra del huano de Mejillones y cuyos arreglos fueron
aprobados por la Asamblea de 1871». (Los Convencionales de 1880, La Paz, 1880;
67).
Sobre su actuación en la empresa Church; ver las piezas 1376
y 1656 de René-Moreno, Biblioteca Boliviana, 1879. Mayores detalles pueden
encontrarse en Casto Rojas Historia Financiera de Bolivia, La Paz, 1917.
Tuvo actuación de negociador en el contrato que se llamó
Velarde-Meiggs (Jenaro Sanjinés, Apuntes para la historia de Bolivia bajo la
administración del General D. Agustín Morales, La Paz, 1898; 73).
Sobre la empresa Church, el señor Velarde actuó
parlamentariamente en noviembre de 1873. Jenaro Sanjinés, Apuntes para la
historia de Bolivia bajo las administraciones de don Adolfo Ballivián y don
Tomás Frías, Sucre, 1902; 191 y sig.). La bibliografía de la empresa Church es
profusa y ocuparía muchas páginas.
Angel Mariano Zambrana. Demostró versación en materia
hacendaria, cuando desempeñé el cargo de Director General de Contribuciones del
Departamento de Santa Cruz, cual consta del informe respectivo. (Pieza 3732 de
René-Moreno, Primer Suplemento a la Biblioteca Boliviana, Santiago 1900).
Manuel José Jiménez Aponte. Gerente de Banco, comerciante e
industrial.
Lucas Saucedo. Gerente de Banco y casa comercial.
EXPLORADORES Y COLONIZADORES.
Francisco Javier Velasco. En 1820 hizo explorar el río San
Miguel.
(Fr. José Cardús, Las misiones franciscanas entre los
infieles de Bolivia, Barcelona, 1886; 94).
Tristán Roca. Lo acredita como tal su interesante propuesta
para construir una carretera al río Paraguay, discutida ampliamente en el
Parlamento de 1864, y muy citada por los expositores bolivianos en el litigio
con el Paraguay. (Redactor de 1864).
Pedro Suárez Arana. Compañero de su hermano Miguel en sus
empresas de colonización, mereciendo en premio de sus trabajos, una extensa
concesión de tierras, habiéndose publicado los títulos ejecutoriales
respectivos en los diarios de Santa Cruz.
Francisco Velasco. Empresario de la navegación de Bahía
Negra hasta las inmediaciones de Santiago de Chiquitos. (Anuario de Leyes de
1871; 85. R.S. de 20 de septiembre).
Manuel María Velarde. Proyectó el establecimiento de un
puerto sobre la margen occidental de la laguna Gaiba y un camino carretero de
San José de Chiquitos, pasando por Santo Corazón y San Juan. (Oficio del Dr.
Angel Aguirre, Prefecto de Santa Cruz, de 16 de noviembre de 1874, al Ministro
de Hacienda en el Archivo Nacional de Bolivia. Legajo 4; 282).
Miguel María Velarde. «Por la apertura de un camino entre
Santa Cruz y Trinidad, la resolución de 28 de abril de 1894, otorga a Miguel
María Velarde cuatro leguas cuadradas de terrenos baldíos en el lugar 'La
Estrella'. Asimismo la resolución del 13 de agosto de ese año, le acuerda otras
concesiones idénticas de terrenos en el Río Grande, con la obligación de que
radique allí veinticinco familias, en el término de cuatro años». José
Lavadenz. La colonización en Bolivia durante la primera centuria de su
independencia, La Paz, 1925; 15).
Wenceslao Añez. «La ley de 5 de noviembre de 1895, otorga
quince leguas cuadradas de tierras a los herederos de Wenceslao Añez, por sus
exploraciones en el río Verde». (José Lavadenz. Op. cit. 15).
J. M. Velarde. Presentó una propuesta para la construcción
de un camino de Santa Cruz a Bahía Negra. (Oficio del Prefecto de Santa Cruz,
J. M. Suárez, de 11 de noviembre de 1858, en Archivo Nacional de Bolivia,
Legajo 4; 169).
Sebastián Ramos. El Coronel que entregó Chiquitos a los
brasileños en 1825, y en 1832 pedía su indulto, aparece como gobernador de
dicha provincia en 1846. «Recibió comisión especial para explorar el Otuquis que
desagua en el Paraguay, y mientras tenía lugar esta operación, se abrió un
camino que condujese directamente por el Isoro a la Provincia de Chiquitos».
(José María Santiváñez. Biografía del General José Ballivián, Nueva York, 1891;
146). Presentó una propuesta para la construcción de un camino carril de Santa
Cruz a Bahía Negra. (Oficio del Prefecto de Santa Cruz, J. M. Suárez, de 11 de
noviembre de 1858, en Archivo Nacional de Bolivia, Legajo 4; 169).
Angel Mariano Zambrana. De tales actividades da muestra su
suelto: Exploración al Isoro. Gran folio, dos páginas a cuatro columnas, Santa
Cruz, Daza, Octubre 12 de 1875; con documentos sobre lo hecho hasta aquí.
(René-Moreno, Biblioteca Boliviana. Pliegos Sueltos. Inédito).
Amador Antelo. Proyectó la población de la margen occidental
del río Paraguay, mediante el establecimiento de estancias. Solicité para ello
la concesión de tierras frente a Fuerte Olimpo. (Petición fechada en Santa Cruz
el 11 de marzo de 1883, en Archivo Nacional de Bolivia, Legajo 2, 153 y 155).
Juan Francisco Velarde. «Publicó folletos importantes para
la historia y la geografía, y como conocedor de los territorios del Oriente y
del norte de la República, que había explorado en varias ocasiones, fue el
primero en llamar la atención sobre ellos dando conferencias en el exterior,
sobre todo en Buenos Aires y Río de Janeiro». (Bolivia en el primer centenario
de su independencia, 1925; 415).
Crisanto Roca. En 1887 trabajó intensamente por obtener la
aprobación de una propuesta para la construcción de una carretera de La Gaiba a
Santa Cruz. (Pieza 5924 de René- Moreno. Segundo suplemento a la Biblioteca
Boliviana, Santiago, 1908).
Adolfo Flores Velasco. Representante del sindicato «Fomento
del Oriente Boliviano». (R.S. de 21 de octubre de 1905, en el Boletín de la
Sociedad Geográfica e Histórica de Santa Cruz, t. II, No 5; 128).
Benigno Lara. Son conocidas sus empresas de navegación en el
río Paraguay como las de exploraciones y colonizaciones.
Adolfo Guardia Berdecio. Socio del señor Benigno Lara en sus
empresas de navegación y colonización en el río Paraguay.
OTROS EXPLORADORES Y COLONIZADORES.
La historia de las exploraciones y colonizaciones en el
Departamento del Beni y la extensa región del Acre, es la historia de la pujanza
cruceña, ya que fueron de esa tierra los principales y más esforzados
luchadores en esas empresas arduas en busca de lo desconocido. Entre esos y
olvidando tanto nombre cuyo recuerdo se ha perdido, podemos citar los
siguientes: Sebastián Melgar, Idelfonso Roca, Angel Arteaga, Calixto Roca,
Manuel Vázquez, Juan de Dios Limpias, Isaías Franco, Domingo Méndez, José
Manuel Vázquez, Fabián Roca Franco, Francisco Landívar, Querubín Vázquez,
Antonio Gil, Isaías Landívar, Patricio Giles, Isidoro Roca, Nicasio Egüez,
Pablo Román, Carmelo Mercado, Abel Taborga, Manuel María Chávez, Napoleón
Suárez, Ovidio Suárez, Francisco Suárez, José Manuel Vaca, Juan Pastor Guardia,
Angel Vázquez, Joaquín Cuéllar, Angel Cortés, Manuel J. Vázquez, Jesús
Mansilla, Jesús Roca, Gonzalo Moreno, Simón Moreno, Angel Roca, Augusto Roca,
etc., etc. (Medardo Chávez S. Eldorado Boliviano, La Paz, 1926).
VIAJEROS A EUROPA Y EE.UU. DE NORTE AMÉRICA.
Miguel Rivas. En 1869 se hallaba en Londres en compañía de
don Adolfo Ballivián. (Alcides Arguedas, Los Caudillos Bárbaros, Barcelona
1929; 203).
Manuel Ignacio Salvatierra. Viajó a España a pleitear un
mayorazgo y de allí se trajo una selecta biblioteca. Quien conoció tal
colección de libros, Dr. Angel Mariano Zambrana, así lo refería a José
Vázquez-Machicado.
Marcelino Marañón. Viajó juntamente con don Viador Moreno.
Pontieno Rojas. Muchas veces le oí decir a este mi verboso y
grandilocuente tío que había estado en Arkansas y Baltimore, y aquí en La Paz,
su sobrino Federico Cueto Rojas, me asegura haber visto en la propiedad de D.
Pontieno Rojas, llamada «El Paraíso», las cuentas de su estadía en París.
Otros viajeros a Europa. Carmelo Bejarano, Domingo Leigue,
Angel Costas, Antonio Perez, Leoncio Soria Galvarro, Angel Vázquez-Machicado,
Dagoberto Antelo, Rómulo Saldaña León; Antonio Velasco, Antonio Santisteban,
Antonio Antelo, Luisa Antelo de Barriga, Pedro Suárez Saravia, Cnl. Antonio
Vicente Peña, Zoilo Landívar, Federico Rocha, Rodolfo Araúz, Manuela Terceros,
Conrado Flores, Miguel Suárez Arana, Hormando Vaca Díez, Amelia Toledo v. de
Antelo, Gumercindo Landívar, Laura Roca de Elsner, Gumercindo Jiménez Roca,
Alicia Gasser Roca, Manuel Marcó hijo, Nicanor Gonzalo Salvatierra, Lastenia
Franco v. de Vaca Díez, Adolfo Vaca Díez, Jerónimo Mercado, Abelardo Zabala,
Natalia Bowles de Gasser, Rómulo Suárez, Josefina Aliaga de Bánzer, Ignacio
Becerra, Antonio Avila, Celia Rojas de Marcó, Manuel Suárez, Virginia Rojas de
Suárez, Luis Sansuste, Guillermo Torres, Guido Vega (siempre que hubiera nacido
en Santa Cruz), etc., etc.
Esta lista está muy lejos de ser completa, ya que en los
tiempos del auge de la goma del Beni, mucha gente viajaba a Europa.
GEÓGRAFOS Y CARTÓGRAFOS.
Ignacio Terán. Comisario delimitador con la República
Argentina; autor de un estudio sobre el Chaco Boliviano. (Boletín de la
Sociedad Geográfica Sucre, vol. I y II, Nos. 7-15).
Manuel José Jiménez Aponte. Fue demarcador de límites con el
Brasil en 1877 y 78.
Pedro Suárez Saravia. Era ingeniero y publicó un estudio
titulado Fronteras de Bolivia en el Departamento del Beni, Santa Cruz, 1892.
(«Adiciones» de Emilio Finot, en el Boletín de la Sociedad Geográfica Sucre,
Nos. 155-57).
José Benjamín Burela. Su texto de geografía, en el cual yo
he estudiado no sería razón suficiente para considerarlo geógrafo pero abonan
en su favor mayores trabajos que dan mérito a ello, tales como el referente a
los límites del Beni, su informe de la expedición al río Ichilo en 1904 y su
crítica a el novísimo mapa del Perú. (Boletín de la Sociedad Geográfica e
Histórica de Santa Cruz, números de agosto de 1913 y septiembre de 1922).
Guillermo Velasco. Cuenta en su haber muchos trabajos que
cursan en lo irregular de la publicación del Boletín de la Sociedad Geográfica
e Histórica de Santa Cruz. Además consultar su folleto el Oriente boliviano o
sea su descripción a grandes líneas, Buenos Aires, Díaz Vila y Cía. (No 6018 de
René-Moreno. Segundo suplemento de la Biblioteca Boliviana, Santiago, 1908).
Cristián Suárez Arana. Autor de un mapa sobre el Oriente
Boliviano y de numerosos estudios, tales como las zonas gomales del
departamento de Santa Cruz; La provincia de Velasco, Bosquejo geográfico e
histórico sobre el Chaco Boliviano. (Boletín de la Sociedad Geográfica e
Histórica de Santa Cruz, Nos. 1 y 18, respectivamente). Véase también de
Cristián Suárez Arana Exploraciones en el Oriente Boliviano, La Paz, 1919; 96
p.
Luciano Justiniano. Autor de un plano de la ciudad de Santa
Cruz. (Boletín de la Sociedad Geográfica e Histórica de Santa Cruz, No 7, enero
de 1906; 197), constando en dicha crónica que el doctor Justiniano es
«caballero entusiasta para esta clase de trabajos», añadiendo que el H. Concejo
Municipal «le tributó por la dedicación y labor empleada en formarlo, un voto
de aplauso y agradecimiento».
CABALLEROS DE INTENSA VIDA SOCIAL.
Nicomedes Antelo. Cualquier persona que siquiera una vez y
de ligero haya leído la biografía que escribió René-Moreno, pondría a Nicomedes
Antelo como el primero en la lista de caballeros de intensa vida social. Las
descripciones sobre las habilidades simpáticas de Antelo y su predicamento en
la vida social de entonces, dan de sobra margen para ello. (René-Moreno,
Bolivia y Argentina. Notas biográficas y bibliográficas, Santiago, 1901; 120).
Tan precioso es este pasaje, e inolvidable para quien lo haya leído una vez
sola, que ha merecido los honores de la selección. (Emilio Finot. Antología
boliviana para escuelas y colegios, La Paz, 1913, Vol. II, 21).
Vale la pena copiar aquí el párrafo pertinente:
¿Por qué no decirlo? Antes de topar tarde con él por los
caminos del mundo, en Buenos Aires, lejísimo de la tierra natal, Antelo había
vivido treinta años en lo más caro y ameno de mis recuerdos infantiles. Puedo
decir que su imagen reinaba en mi memoria con todos los prestigios de una
fantasmagoría. Veíalo raudo perderse valsando entre bullicioso torbellino de
damas y caballeros en los salones de mi abuela materna en Santa Cruz. Dos
estrados había, uno para los de mayor consideración y otro para los jóvenes. El
estaba como el coloso de Rodas, con un pie en el primero y con el otro en el
segundo. Era el héroe incomparable del clave, del violín, de la quena, de la
guitarra, del canto, de la danza, de los chistes y del donaire juvenil.
Luego también, y esto es lo mas importante, Nicomedes
remedaba a maravilla con la voz o con la mímica a cada pájaro y a todos los
cuadrúpedos de aquella zona intertropical; presentaba a sus amigas ramilletes
de disecadas mariposas relucientes con los más peregrinos matices; echaba a
cantar y danzar al son de su violín una compañía de seis tordos, dos maticos y
un cardenal; hacía fumar cigarrillos a los murciélagos y caminar en procesión
legiones de cucarachas con candelillas clavadas en la parte posterior; traía
los bolsillos llenos de culebritas multicolores y asomaban algunas por la
pechera y se deslizaban otras por el cuello de la camisa; una noche cantando,
al volcar la foja musical de una canción de Rosquellas, pobló la sala de
picaflores, luciérnagas y moscardones.
En una palabra: Nicomedes Antelo era entonces para mí el hombre
más extraordinario de la tierra. Qué no hubiera dado yo por obrar uno solo de
sus prodigios! ¡Con cuántas veras envidiaba sus habilidades egregias! ¡Cómo la
admiración de su persona me hacía pensar en la gloria de igualarle algún día!
Salir de esta niñez torpe en sus remedos de genio, para ser cuanto antes un
joven tan original y brillante y aplaudido como Nicomedes, era la más vehemente
aspiración de mi alma hasta la edad de trece años.
Hé aquí que a la vuelta de tanto tiempo podía volver a ver
al semidios. En cuanto puse el pie en Buenos Aires le busqué. ¿A qué pintar la
ansiedad con que aguardé el momento fijado para la entrevista? Lo cierto es,
que aquella noción tan experimental y de sentido común sobre la caducidad de
las cosas humanas, se mostró esta vez insuficiente para desbaratar en mi
fantasía la radiosa figura que allí descollaba. Por eso la dureza de la
realidad me quebró despiadadamente los ojos.
Encontréme con un vejete calvo, altiseco, barbas
blanquizcas, a lo cabrón desde las mejillas, un poco descuidado en el traje,
dos troneras que algo husmeaban abiertas desde una nariz corta y algo colorada,
ningún vestigio agradable de la prodigiosa juventud; pero también, y es de
justicia apuntarlo, ojos picarescos, caucásica fisonomía espectadora, ademanes
francos, la ágil y enhiesta persona doblándose con negligencia a impulsos de la
urbanidad, como hacia la época de las moliendas se cimbran sin ruido, a la
brisa, las maduras, cañas en jugo y de tallo despojado y seco penacho. La
modestia agraciada del garbo era lo único lozano que le quedaba.
Estábamos en el vestíbulo de mi posada, Hotel de París,
entre muchos desconocidos. Me desenredé con emoción de sus brazos. Para
disimular mi sorpresa corté en lo sano y te pregunté, si no había olvidado
aquella sublime trova al sueño que él cantaba a dúo con Idegunda, la sobrina de
la Marquesa Toledo. Su respuesta instantánea fue ponerse a cantar con voz
atenorada:
Cuando todos en su lecho logran
olvidar en el sueño sus males,
en el mío dolores mortales
para siempre tengo que sufrir,
que sufrir, que sufrir, que sufrir.
Sorpresa y risa de los circunstantes. Antelo, siempre como
si estuviéramos solos, añadió gravemente:
La canción se ha puesto un poco fea con el tiempo; pero en
aquel entonces era lindísima.
Esto fue dicho con un candor infinito. Después, ¿sobre quién
estarían fijas las curiosas y risueñas miradas del vestíbulo? Antelo seguía
ignorando completamente lo que pasaba. Con acento de credulidad, llevado a la
perfección, me dijo entonces:
Los gustos ¿no? Cuentan los historiadores, que no era
precisamente muy melodioso aquel enorme cuerno guerrero con cuyos ronquidos se
estremecían las montañas suizas, y se lanzaban a pelear y morir por la patria
hasta los niños y los ancianos. Ese trombón fue sublime durante algunos siglos.
la canción de Santa Cruz tuvo sus días en que era bella apenas.
Al llegar a la parte sobre los ronquidos del cuerpo, por un
movimiento leve de cabeza, Antelo quedó en conversación directa con todos los
desconocidos del vestíbulo. Enseguida, volviéndose hacía mí y sin darle tiempo
para invitarle a seguirme, habló con efusión y delicadeza de sí, de mí, de los
suyos, de nuestra ciudad natal. En ese momento ya todos nos rodeaban terciando
con interés en la conversación, como si fuesen nuestros viejos amigos.
(René-Moreno, Bolivia y Argentina. Notas biográficas y bibliográficas,
Santiago, 1901, 120, 124).
Tales maravillas de actuación en la sociedad de la infancia
de René-Moreno, ¿acaso no son prueba sobrada de las cualidades de Nicomedes
Antelo como caballero de intensa vida social? ¿Y ese don de gente para saber
actuar en medio del maremagnurn del vestíbulo de un hotel de Buenos Aires? Todo
ello es de sobra para comprobar estas condiciones de Nicomedes Antelo.
Miguel Suárez Arana. La figura más representativa en los
círculos sociales no sólo de Santa Cruz sino de Bolivia toda; su actuación
distinguida tanto en Sucre, como La Paz, Asunción, Buenos Aires, etc., dan
margen de sobra para considerarlo así.
Se recuerda en la familia de este hidalgo generoso, aquella
ocasión en que admitido a una audiencia ante el Emperador del Brasil, don Pedro
II, quedó éste tan bien impresionado del porte distinguido y señorial, así como
de las maneras y trato de don Miguel, que violando las estrictas reglas del
protocolo de la corte imperial, le invitó a almorzar en su palacio.
El Teniente de Navío argentino, Federico W. Fernández,
describe así a don Miguel Suárez Arana: «Tenía palabra fácil y atrayente y
animando su relato con la expresión acentuada de su fisonomía, concluía por
convencer. De elevada estatura, de líneas finas y elegantes, desenvoltura en
sus movimientos, sin afectación ninguna y de maneras distinguidas, era
agradable sin violencia y hacía fácil el trato con él».
«Nacido en un país, donde pocos se han podido librar de la
cruza con el indio, Suárez Arana tenía el tipo de español de principios del
siglo; de nariz aguileña, y sus ojos pequeños pero iluminados, daban enérgica
expresión a su semblante, en el cual vagaba por momentos una sonrisa
volteriana. El fuego de sus ojos y miradas en ciertos momentos, revelaba la
astucia, pero en el trato familiar era franco, simpático y en él se traslucían
nobles rasgos de carácter».
«Era un talento natural, que en un escenario más vasto que
el de su país, se hubiera destacado atrayendo la atención pública sobre su
persona. Generoso y desprendido siempre, lo era hasta el colmo cuando algún
afecto tierno del alma se mezclaba a los vaivenes de la vida. Fue lástima que
en lugar de empresario sin recursos, no hubiera venido a la República Argentina
trayendo una credencial de Ministro Plenipotenciario... hubiera hecho más que
todos sus predecesores». (Empresa de exploración en el Alto Paraguay. Relación
hecha por el Teniente de Navío Federico W. Fernández», publicado en el Boletín
del Instituto Geográfico Argentino, Tomo XII; Cuaderno IX y X; Buenos Aires,
Imprenta de Martín Biedma, 1891).
Preciso es haber sabido la calidad de carácter que tenía don
Aniceto Arce, para imaginarse cómo don Miguel Suárez Arana llegó a ser de sus
íntimos; el autor de un fragmento biográfico acerca de él, dice así: «Le
seducía el trato de don Miguel Suárez Arana que era hombre lleno de ingenio, de
buen humor y de una verbosidad inagotable». (Alberto Gutiérrez, Hombres y cosas
de ayer, La Paz, 1918; 115).
Varios. En este párrafo se ha olvidado a crecido número de
distinguidos caballeros que por su actuación destacada en los salones, por la
galantería de sus maneras, tienen perfecto derecho a figurar como de «Intensa
vida social».
Sin pretender que mi lista sea completa, apunto algunos al
azar de los recuerdos: Pontieno Rojas, Adolfo Flores Velasco, Aurelio Jiménez,
Ricardo Chávez, José Manuel Aponte, Hormando Vaca Díez, José León Justiniano,
Dr. Manuel José Castro, Lucas Saucedo, Fabián Chávez Franco, Elías Antelo, Gil
Antonio Peña, Horacio Ríos, Rómulo Herrera Aponte, José Félix Camacho, Tomás
Antonio Suárez, Víctor Manuel Gutiérrez, etc.
FILÁNTROPOS.
Mgr. José Andrés Salvatierra. «Consagró su existencia,
su fortuna y sus sacrificios tocando en la heroicidad -o con los caracteres de
un héroe-, a la emancipación de su patria y de la América en general; al
ejercicio de la beneficencia; a la práctica de la caridad pública y privada y al
establecimiento y sostén del mejor culto de Dios». («Apuntes biográficos por
Pablo E. Roca». Boletín de la Sociedad Geográfica e Histórica de Santa Cruz,
Nos. 13 a 15, 1906; 396).
Patrocinó la construcción de las iglesias de San Roque en
1843 y San Andrés, que fue concluida en 1849. (Adrián Melgar Montaño, El
Archivo, Nro. 8; Santa Cruz de la Sierra, 1937).
Algo más sobre este virtuoso sacerdote y abnegado
filántropo. «Otro deán que alcanzó en el oficio hasta 1853, don José Andrés
Salvatierra, tenía su casa llena de estudiantes venidos de Santa Cruz.
Primeramente los escogía entre las antiguas familias patricias; los últimos
años se dedicó a los plebeyos y desamparados. Su ataúd fue en Santa Cruz al
sepulcro en hombros de cuatro caballeros respetables de ese vecindario que
habían sido en Chuquisaca sus protegidos». (René-Moreno, Bolivia y Perú. Nuevas
notas históricas y bibliográficas. Santiago, 1907; 308).
Deán Pedro Toledo Pimentel. Reedificó la Capilla del Colegio
Seminario y contribuyó a la expedición contra los chiriguanos. («Información
episcopal fechada en Santa Cruz el 12 de marzo de 1803», en Archivo General de
Indias de Sevilla, Charcas 726).
Arcediano José Joaquín Velasco. Sacrificóse en trabajos y
dineros por la conversión de los indios guarayos. (Fr. José Cardús. Las
misiones franciscanas entre los infieles de Bolivia, Barcelona 1886; 89 y sig.)
Consta además en un discurso parlamentario de don Antonio Zarco, cuando se
discutían las jurisdicciones con el Beni. Redactor de la Cámara de
Representantes del año 1846, La Paz, 1927; 267).
José Vicente Solis y Ramos. Fundó el pueblo de La Guardia.
(Adrián Melgar Montaño: El Archivo, Nro. 7, Santa Cruz, 1936).
Pbtro. Andrés Zeballos y Hurtado de Mendoza. Fundó la
Iglesia de Jesús Nazareno. (A. Melgar Montaño, El Archivo, Nro. 7).
Pbtro. José Ramón Hurtado. Fundó la parroquia de «La
Víbora». (Ob. cit., Nro. 7).
Pbtro. Eusebio Roque Languidey. Fundador del pueblo de San
Juan del Rosario. Era «literato y novelista» (Ob. cit., Nro. 7). No constándome
personalmente ni conociendo alguna otra referencia al respecto, se ha omitido
incluirlo en otros epígrafes hasta obtener mayores datos.
Canónigo José Vicente Durán y Durán. Fundador del pueblo de
Terebinto. (Ob. cit., Nro. 7).
José Teodoro Sánchez de Bustamante. Reedificó el templo de
San Roque. (Ob. cit., Nro. 7). Consta la perpetuación recordatoria. (Ver la
pared a la izquierda de la entrada en el referido templo, donde existe una
leyenda y hasta creo que reposan sus restos).
Fidel Oliva. Dejó numerosos legados testamentarios a las
instituciones de beneficiencia: Municipalidad, Colegio Seminario, etc., de
Santa Cruz.
Micaela Coello v. de Rodríguez. Hizo donación desde Buenos
Aires de un valioso material científico destinado al gabinete de física del
Colegio Seminario.
Salustiano Justiniano. Trató de hacer construir un hospital,
que no pasó de los cimientos, a consecuencia de su muerte, aún quedan en los
alrededores de Santa Cruz, en el lugar conocido con el nombre de «El Hospital
Nuevo». Además edificó a su costa una de las alas exteriores del templo de
Jesús Nazareno. (Consultar la recordación del caso en las paredes de dicho
templo).
Froilán Arana. Ha dejado una casa en la plaza de Vallegrande
para un internado de mujeres. Dato proporcionado por el señor Santiago Jordán
Sandóval. Además fue fundador de la iglesia «La Capilla» y de la del «Angel Custodio»
en la provincia de Vallegrande. (Ob. cit., 1937, Nro. 8).
Daniel Soliz y hermanos. Reconstruyeron la capilla del
pueblo de La Guardia. (Ob. cit., 1937, Nro. 8).
Ignacia Zeballos, alias «La Tabaco». Enfermera en la guerra
con Chile. «En atención a los perseverantes servicios de doña Ignacia Zeballos
al ejército en campaña, se le asigna el sueldo vitalicio de Bs. 40.- mensuales.
Además una medalla de plata con la siguiente inscripción: Anverso: ‘La
Convención Nacional de 1880’.- Reverso: ‘A los servicios humanitarios de
doña Ignacia Zeballos al ejército en campaña'». (Anuario de Leyes de 1880, 144,
Ley de 7 de septiembre).
José Belisario Santisteban. De sobra conocida es la obra
filantrópica de este sabio y santo varón. Toda su inmensa fortuna la consumió
en sus dos colegios; el Seminario y Santa Ana, que constituyen el monumento más
grandioso de su obra. A esto hay que agregar la caridad diaria que ejercía con
los nobles contornos de un apostolado; era grande el número de pobres
vergonzantes que vivían de la secreta y cotidiana caridad del ilustre prelado.
Es extrañable su ausencia entre los filántropos.
MECENAS.
Deán Pedro Toledo Pimentel. Contribuyó a la edición de la
obra «Flores Americanas». (Informe episcopal fechado en Santa Cruz el 12 de
marzo de 1803 en Archivo General de Indias, Sevilla, Charcas 726).
Juan Aponte. Costeó la edición de La Razón Universal del Dr.
Mamerto Oyola Cuéllar, obra filosófica.
Antonio Franco. Contribuyó a la edición de la obra de Brocha
Gorda sobre Potosí. (Julio Lucas Jaimes, La Villa Imperial de Potosí, Buenos
Aires, 1905).
PRELADOS Y SACERDOTES ILUSTRES.
José Manuel Seoane y Robledo. Doctor en Teología por la
Universidad de San Francisco Xavier; fue catedrático en ramas eclesiásticas;
Canónigo y Gobernador de la diócesis. (A. Melgar Montaño, El Archivo, Nro. 8,
Santa Cruz, 1937). El hecho de haber dejado descendencia, no le quita méritos;
en igual caso está el Prebendado Federico Rodríguez a quien Ud. cita, y alguno
más que yo incluyo aquí. Fue diputado in- partibus al Congreso de Tucumán,
habiendo recibido para su viaje, el cual no realizó sino hasta Cochabamba, 680
pesos, como consta de la Provisión Real para que se reemplace al Presbítero
Juan José Justiniano de Promotor Fiscal en el «Expediente que remitió el Señor
General en Jefe del Ejército Real del Perú sobre la competencia del Cabildo
Secular, de esta ciudad (la Plata) con el Reverendo Obispo sobre conocer contra
el Canonigo Doctor José Manuel Seoane acerca de la devolución de seiscientos
ochenta pesos que recibió en tiempos de la insurgencia como Diputado de la
Junta de Buenos Aires, etc., etc. » (Papeles y Memoriales del doctor don José
María Bozo; AGI. Sevilla, Lima 1018 B.).
Pedro Toledo Pimentel. En 1800 tenía los siguientes títulos:
Examinador Sinodal, Comisario Apostólico, Subdelegado General de la Cruzada,
Juez Subcolector de Medias Anatas y Mesadas Eclesiásticas, Dignidad Deán de la
Catedral de Santa Cruz, Provisor y Vicario General de la Catedral de Santa
Cruz, su Distrito y de las Provincias de Mojos y Chiquitos. La certificación
episcopal de 12 de diciembre de 1802, dice que desde 1779 «está sirviendo sucesivamente
en esta Catedral los empleos de Racionero, Canónigo Lectoral, Arcediano, Deán,
Examinador, etc., etc. » En el informe complementario de 12 de marzo de 1803,
se afirma que en esa fecha llevaba 19 años de Deanato. (AGI. Sevilla, Charcas,
726). (También dejó descendencia el ilustre señor Deán).
Miguel Pastor Salvatierra. Abona bastante en favor de este
presbítero, acreditando su desinterés, el haber servido sin congrua la Capilla
del Patrocinio en San Roque desde 1843 hasta 1849. (El Archivo, Nro. 7; Santa
Cruz, 1936).
Gregorio Salvatierra. Merece todo elogio y recordación este
abnegado sacerdote, quien se sacrificó en la conversión de los indios
guarayos. (Fr. José Cardús. Las misiones franciscanas entre los
infieles de Bolivia, Barcelona, 1886).
José Rafael Salvatierra. Hermano de José Andrés. La
circunstancia de haber sido un empedernido realista, lo ha hecho permanecer
siempre en la sombra y que todos se olviden de él y de su valer muy superior al
de Monseñor, que es el único a quién recuerdan. El cura José Rafael
Salvatierra, acreditó sus méritos en torneos de elocuencia y dialéctica latina
en el Seminario de Santa Cruz, en oposiciones a dignidades del Coro, y en todas
esas actuaciones dejó estela de ciencia, estudio y galanura en el lenguaje. Fue
profesor de ramas teológicas y ocupó situaciones destacadas. En 1819 era Cura
Rector del Sagrario y Examinador Sinodal. (AGI., Charcas 729).
POLÍTICOS.
José Miguel de Velasco. Ocupó eminentes cargos políticos y
toda su vida, aún la de militar, fue consagrada a tales actividades;
Parlamentario, Ministro de Estado, cuatro veces Presidente de la República.
Semblanzas interesantes sobre su carácter constan en el estudio titulado La
restauración de 1839, por René-Moreno, inédito.
Lorenzo Moreno. El célebre latinista charlador en la lengua
de Lacio con el Arzobispo Moxó, era componente del Cabildo de 1825. (Juan
Martín Leguizamón. Límites con Bolivia, Salta, 1872; 47). Fue representante
nacional en 1832 y en la Constituyente de 1834. (Manuel Ordóñez López. La
Constitución Política de Bolivia, La Paz, 1917, vol. II, 345). Miembro de la
Comisión revisora de la Constitución. (Unos Bolivianos. Los cinco primeros
capítulos del Manifiesto de Santa Cruz de 24 de octubre de 1840, Sucre 1843;
283). Suficientes títulos para considerarlo como un político, aunque su
actuación no haya dejado huella muy conocida.
Monseñor José Andrés Salvatierra. «En su larga carrera
pública desempeñó altas comisiones políticas y administrativas, como las de
Diputado Nacional, Senador y Consejero de Estado». Véase su nota biográfica
escrita por el Dr. Pablo E. Roca en Boletín de la Sociedad Geográfica e
Histórica de Santa Cruz, Santa Cruz, Nos. 13-15; 1906;395.
José Rafael Salvatierra. Furente realista a quién su
condición de tal no puede ser óbice para que se le niegue un sitio entre las
actividades cruceñas; era el nervio intelectual de la acción realista en Santa
Cruz y hombre de abolengo, de saber y de fortuna, tenía forzosamente que tener
grande influencia política. Aún bajo el régimen republicano, no desmayó de
aquellos ideales que creía verdaderos, y firme en su credo dio pruebas
palpables y violentas de su actividad.
«A los dos años de establecida la República, estalla en
Vallegrande un movimiento subversivo en favor de la República Argentina,
encabezado por el cura de almas de dicha ciudad Dr. José Rafael Salvatierra con
dos ciudadanos más, acaecida el 19 de marzo de 1827 formando un grupo de gente
que se apoderó de la persona del gobernador, dando vivas a ‘la patria de Buenos
Aires’ y vociferando contra los fundadores de nuestra República. Procesados
criminalmente fueron condenados a muerte no llevándose a cabo la ejecución, por
estar amparados por el Decreto de amnistía con que inauguré su Gobierno el
General Santa Cruz, según consta de la documentación inédita que obra en mi
poder». (José Vázquez-Machicado. La nacionalidad boliviana, tesis presentada
para optar el grado de Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas y Sociales;
Santa Cruz 1918, inédito).
Lo de «la patria de Buenos Aires» no era sino un burdo
disfraz tras el cual ocultar la índole netamente realista del movimiento. El
General Aguilera que allí mismo, en Vallegrande, se sublevó, tuvo más coraje y
no proclamé otra autoridad que la del Rey.
Antonio Vicente Seoane. Su acción en la independencia de
Bolivia, ya le da, por sí sola, suficiente carácter de político. Fue
parlamentario en 1825, 26 y 43. (Manuel Ordoñez L. La Constitución Política de
Bolivia, La Paz, 1917, Vol. II, 302-376). Fue Prefecto de Santa Cruz en dos
ocasiones; la primera de 1828 a 1830 y la segunda de 1849 a 1850. (Luis
Lavadenz Reyes. Almanaque guía del Departamento de Santa Cruz, 1903; 81).
Manuel José Justiniano. Parlamentario en 1826 y 1843.
(Ordoñez L. Ob. cit., 302-376).
Miguel Anselmo López. Parlamentario en 1826 y 1843. (Manuel
Ordóñez L. Ob. cit., 302-376).
Manuel José Castro. Parlamentario en 1831, 1832 y 1839.
(Ordóñez L. Ob. cit., 321-363). Fue Prefecto en Santa Cruz desde el 10 de marzo
de 1862 hasta el 28 de enero de 1863. (Luis Lavadenz R. Almanaque Guía del
Departamento, 1903; 82).
Los tres volúmenes del Redactor del Congreso Nacional de
1839, La Paz, 1920-21, están llenos de la actuación parlamentaria del doctor
Castro, con subido tinte político.
En 1832 fue elegido Consejero de Estado Suplente (Redactor
del Congreso de 1832, La Paz, 1919; 28).
Francisco León de Aguirre. Fue parlamentario en 1834.
(Ordóñez L. Ob. cit., 345). Miembro de la comisión de revisión de la
Constitución. (Unos Bolivianos. Los cinco primeros capítulos del Manifiesto de
Santa Cruz de 24 de octubre de 1840, Sucre, 1843; 283).
Fue designado Obispo de La Paz, donde tuvo serios incidentes
por razón de la monja quiteña que lo acompañaba; fue trasladado a Santa Cruz, y
traído de ésta a La Paz, el Obispo Fernández de Córdova. (Francisco Javier
Hernáez. Colecciones de bulas, breves y otros documentos relativos a la iglesia
de América y Filipinas, Bruselas, 1879, vol. II, 288). Las fechas de Hernáez,
que deben ser las de los registros vaticanos, traen retraso de algunos años, a
las realidades bolivianas.
Al irse de mala gana a su mitrada deportación, se reunió en
Cochabamba con la monja y «ambos empezaron a soplar la tea de la discordia por
todas partes, favorecidos por su carácter y por las relaciones de familia.
Lograron comprometer a su primo el General Velasco, a pesar de su moderación, y
sus instancias importunas al fin le decidieron a hacer la revolución más
criminal y peligrosa que ha destruido con mi autoridad el orden de aquella
República». («Carta del General Andrés de Santa Cruz a Monseñor Baluffi, Nuncio
en Nueva Granada, acerca del Obispo de Santa Cruz de la Sierra, Francisco León
de Aguirre», Quito, 23 de noviembre de 1839. Archivo Segreto
Vaticano-Segretaria di Stato, 251, Nunziatura nel Brasile, Leg. 1838-1840;
Anexo a la nota 706 de 4 de julio de 1840).
¡Hasta instigador de una revolución fue el discutido
prelado! Suficiente para considerarlo como político. Falleció en Chile, en
difícil y amarga situación. (René-Moreno. «Fúnebres», Revista Sud América,
Santiago, t, II; 121, 141).
Miguel María de Aguirre Velasco. La actividad del señor
Aguirre como político es demasiado notable. Era representante nacional el año
1826, suscribiendo la constitución vitalicia. (Manuel Ordóñez L. La
Constitución Política de Bolivia, La Paz, 1917, Vol. II, 302). Era conocida su
influencia sobre su primo el General Velasco, y ello consta en nuestros libros
de historia. (Agustín Iturricha. Historia de Bolivia bajo la administración del
Mariscal Andrés Santa Cruz, Vol. I, Sucre 1920; 363). Don Agustín Gamarra decía
de él en carta al General Santa Cruz, fechada en Piura el 23 de mayo de 1829;
«Velasco no es sino un tejedor; el primo Aguirre era un vitalicio que dominaba
a Velasco». (José Vázquez-Machicado. Correspondencia secreta de la diplomacia
boliviana), inédito.
Era Ministro General del General Sucre (Sabino Pinilla, La
creación de Bolivia, Madrid, 1917; 348) y «cuando el General Gamarra invadió el
territorio boliviano en 1828, don Miguel María de Aguirre abrió, a nombre del
Consejo Accidental de Gobierno, las negociaciones que dieron por resultado los
tratados de Piquiza, que muchos calificaron como una vergonzosa transacción con
el invasor y como un acto de singular ingratitud para con el vencedor de
Ayacucho. Aguirre continuó figurando en la escena política como Prefecto de
Cochabamba, como diputado a los distintos congresos de la época del General
Santa Cruz, y como Plenipotenciario en 1831 para celebrar el tratado de Tiquina
con el Perú. En 1835, dejó la Prefectura de Cochabamba para marchar al Perú en
calidad de Intendente del Ejército interventor. En 1837 representa de nuevo a
Bolivia en calidad de Plenipotenciario para ajustar el pacto de la
Confederación entre esta República y las secciones o estados del sur y norte en
que había sido dividido el Perú. En el Gobierno de la restauración, el General
Velasco le encargó la Cartera de Hacienda (1839), la misma que volvió a
desempeñar bajo el gobierno de Ballivián, desde 1844 hasta 1847. En este año
fue acreditado por Plenipotenciario cerca del Gobierno del Perú, con el cual
celebró el tratado de Arequipa (1847). Durante la administración del General
Belzu se interrumpió la larga vida pública de don Miguel María de Aguirre. Pero
bajo el régimen tolerante de Córdova le vemos aparecer de nuevo en la escena política
como miembro del Senado y Ministro de Hacienda. Con el carácter intransigente y
severo del Dictador Linares, la estrella de Aguirre experimentó un eclipse
transitorio, que se prolongó aún durante los primeros tiempos de la
administración Achá». (Ramón Sotomayor Valdéz, Estudio histórico de Bolivia,
Santiago, 1874; 368).
Este cuadro, así largo y cinematográfico como es, ¿no está
gritando la demostración de que don Miguel María de Aguirre era todo un
político? Esta variedad de cargos y funciones; ¿esta veleidad con los
gobiernos, denigrando hoy al que ayer se sirviera, no es característica de
nuestra política? Oportuno quizá sea el detallar un poco.
Fue servidor del General Santa Cruz, como ya se ha dicho, y
se comprometió a fondo en sus miras ambiciosas, lo cual no fue impedimento para
volverle la espalda, en lo que no le fueron en zaga ninguno de sus
contemporáneos, ni siquiera su primo el General Velasco. (René-Moreno. La
restauración de 1839, inédito). Conste que en la legislatura de 1831, cuando se
proponía un proyecto de autorización al Ejecutivo «para hacer salir a las
personas que minasen, el orden constitucional o tratasen de promover desórdenes
interiores», Olañeta y Aguirre defendieron el punto de vista del Gobierno.
(Alcides Arguedas. Los caudillos letrados, Barcelona, 1923; 88). Ambos, Olañeta
y Aguirre renegaron después de Santa Cruz.
Interesante por los equilibrios parlamentarios, son los tres
volúmenes que contienen las actas de la legislatura de 1839; allí Aguirre
aparece como enemigo de Santa Cruz, pero enemigo tibio, moderado, haciendo
cabriolas para no desdecirse de lo mismo que apoyé y aún suscribió.
En la 18va. sesión del 12 de julio de 1839, se leyó una
carta dirigida a Aguirre por el peruano General San Román, carta que Aguirre
calificó como perteneciente a una burda y cobarde intriga para hacerlo aparecer
en combinación con los peruanos y entregarles la patria. (Redactor del Congreso
Nacional de año 1839, La Paz, 1921, vol. I, 192).
Acto continuo, votaba una ley en contra del General
Ballivián y suscribía dos proclamas que contenían violentos denuestos y
calificativos contra éste, por su motín de 7 de julio en La Paz.
En 1843, el Gobierno Ballivián lo deportaba al Perú por
haber comprobado sus manejos subversivos en Cochabamba (José María Santiváñez,
Biografía del General José Ballivián, Nueva York, 1891; 184). Después merecía
la confianza del vencedor de Ingaví, quién lo hizo su Ministro de Hacienda.
Alcides Arguedas lo considera como «de los amigos probados» de Ballivián, (La
plebe en acción, Barcelona 1924; 145 y 273). Como tal, como del círculo de
confianza, de los proscritos por culpa del caudillo, aparece aprobando el
proyecto de Frías de 2 de enero de 1851 sobre acción y proyectos políticos.
Un solo folleto de Aguirre, y citado por René-Moreno,
bastaría para considerarlo como político: A mis compatriotas, Tacna, 1851,
impreso por Andrés Freire. Suscrito a 1ro. de febrero por Miguel María de
Aguirre, defendiéndose contra cargos dirigidos por los EE. de La Epoca, de La
Paz, señaladamente contra el inconsecuente en política; explica sus pasos de
negociador en el ajuste del tratado de Arequipa, y refiere algunas
circunstancias originarias del levantamiento de 1847 contra Ballivián
encabezado en el norte por Belzu». (Biblioteca Boliviana, Santiago, 1879; Nro.
139).
Actuó también en forma violenta en favor de Ballivián; lo
prueba su revolución en Cochabamba, el 11 de marzo de 1849. «El Coronel Juan
Lafaye, José Ugarte, Agustín Morales, Ildefonso Sanjinés, Miguel y Joaquín Aguirre,
puestos de acuerdo realizaron la revolución. El cuartel en que se hallaba el
escuadrón Coraceros, fue entregado por su Jefe Coronel Desiderio Lara, llegando
a tomar el mando el comandante Francisco López, el que auxiliado por el
Sargento Mayor, Marcó asaltó el cuartel de inválidos, cuyos soldados fueron
aprisionados. El Coronel Andrés Soto, se dejó engañar con el Prefecto, pero
maquinó sordamente por la reacción. Los revolucionarios proclamaron a Ballivián
desconociendo la autoridad de Belzu. José Ugarte convocó el comicio de
costumbre, ante el que depuso la autoridad que le había confiado el Presidente
de la Nación. Nombraron una comisión compuesta de Miguel María de Aguirre,
Lucas Mendoza de la Tapia y Luis M. Guzmán, para la redacción del acta de la
revolución. El General Gonzalo Lanza, en compañía de otro Jefe se hallaba preso
en el mismo cuartel. La faye, jefe de las fuerzas de la plaza, supo que se
tramaba una contra revolución; esto le participó su hermano político, a quién
le comunicó un sargento, que el escuadrón estaba dispuesto a una reacción; La
Faye que se hallaba en su casa, a la primera noticia voló al cuartel, pero
tiradores apostados en la esquina de la plaza, le disparaban fuego a
quemarropa, cayendo muerto con tres tiros y una lanzada. Una parte de la tropa
saqueó la casa de Morales, de La Faye, de Lorenzo Maldonado, varias tiendas y
pulperías». (Nicanor Aranzáes. Las revoluciones de Bolivia, La Paz, 1918, 108).
Fue Presidente del Congreso Constitucional de 1855, aquel de
la «trasmisión legal» habiendo pronunciado un discurso lleno de elogios para
Belzu. (Véase el Redactor respectivo, 477 y sig.).
Perteneció a la mayoría parlamentaria de 1861 y tomó parte
en los debates del famoso proyecto de «bien de la patria» a los triunviros traidores,
e «indignidad», para el severo Dictador caído. Poco después figuraba en listas
públicas para Consejo de estado. (R. Sotomayor Valdés, Estudio histórico de
Bolivia, Santiago, 1874; 161 y 319). El Presidente Achá lo llamó algún tiempo
más tarde a la cartera de Hacienda.
Son interesantes ciertas rivalidades surgidas en el seno del
Gabinete Achá: El General Agreda por un lado, Bustillo por otro, Aguirre por el
suyo. Conste que Aguirre había sido actuante en contra del traidor del 14 de
enero del 61. Sotomayor Valdés dice: «Cuando el decreto de la apelación al
pueblo (noviembre de 1862), Aguirre fue uno de los que encabezaron en
Cochabamba el movimiento de alarma que tanto contribuyó a su abrogación. Estaba
a punto de tomar una actitud resuelta en las filas de la oposición cuando el
Presidente Achá le llamó para encargarle el Ministerio de Hacienda». (Estudio
histórico de Bolivia, Santiago, 1874; 368).
Precisamente la Patria de Cochabamba, recordaba esa
incongruencia del gabinete, pues en él figuraba Agreda, firmante del decreto de
apelación al pueblo, y Aguirre, cuyo nombre también figuraba pero en los
manifiestos en contra de tal decreto. Ese gabinete andaba anarquizado por
rivalidades y discordias. «El Ministro Aguirre no consentía en la Administración
de la hacienda pública influencia alguna de parte de Bustillo, quien
acostumbrado a extender su exuberante actividad a todos los ramos de la
administración y convencido de ser más competente que nadie en materia de
hacienda, se sentía mortificado con la exclusiva dirección que Aguirre se
reservaba».
Tan político era don Miguel de Aguirre que hasta en la
Presidencia pensó; al respecto continúa Sotomayor Valdés: «Por último, la
perspectiva de la Presidencia de la República que Bustillo y Agreda
ambicionaban, no podía menos que acarrearles desacuerdos y contrariedades
mutuas aún en los hechos de menor entidad. (Estudio histórico de Bolivia,
Santiago, 1874; 393).
Arguedas dice: «Muchos eran los pretendientes. Se contaban
cuatro generales, don Mariano Melgarejo, don Lorenzo Velasco Flor, don
Sebastián Agreda y don Celedonio Avila, y dos civiles, ambos Ministros de
Estado, don Rafael Bustillo y don Miguel María de Aguirre». Ante el temor de la
preponderancia de los «rojos» por un lado y de los belcistas» por otra,«se
decidió favorecer las maniobras del Ministro Aguirre, que desde la retirada de
Bustillo era el miembro más preponderante del gabinete y el que también hubo de
renunciar la cartera en la víspera de los acontecimientos que echaron por
tierra ese período de anarquía y desorganización».
«Aguirre reunió en casa de Santivañez a las personalidades
más salientes del partido 'rojo' dando a entender que se proponía encarar el
problema de una sola candidatura presidencial de transacción. Concurrieron al
acto don Tomás Frías, Adolfo Ballivián, Mariano Baptista, Natalio Irigoyen,
Ricardo y Mariano Terrazas y muchos más vecinos de Cochabamba».
«El Ministro Aguirre alabó la labor honrada del partido
dentro y fuera del parlamento y en nombre suyo y del Gobierno indicó la
necesidad de que tanto la oposición como el partido oficialista señalasen un
solo candidato presidencial con objeto de impedir una lucha estéril cuya sola
consecuencia seria ahondar más los odios regionales y el evidente malestar
económico del país».
«Algunos concurrentes indicaron el nombre del Jefe del
partido 'rojo'; pero Ballivián adujo modestamente que su edad no le consentiría
ese puesto según los preceptos de la carta y más bien quiso conocer en detalle
las opiniones del Ministro representante del Ejecutivo. Aguirre excusó
manifestarse alegando de su parte igual deseo y la impresión de todos los
concurrentes; y su actitud de reserva prudente o calculada desconfianza puso en
guardia a los demás, que evitaron plegarse completamente a la indicación de don
Tomás Frías proponiendo el nombre del propio Aguirre».
«Este, al ver que no podría obtener ninguna declaración
categórica y aunque halagado por la iniciativa de Frías, abandonó la reunión
para entrevistarse con el Presidente». (La dictadura y la anarquía, Barcelona,
1926; 315). El resultado ya es conocido: el motín de Melgarejo de 28 de
diciembre de ese mismo año.
Preciso es ver que alguien atacó a Aguirre en 1839, como
violento, y violento como político. Ya constan sus manejos revolucionarios;
preciso es ver cómo era en el poder: «Entró el señor Urcullu en el
Ministerio, se proclamó el olvido. A nadie se molestó y habían esperanzas de
orden, armonía, conciliación. Fue nombrado Aguirre Ministro de Hacienda sin más
servicios que ser primo del Presidente. ¡Cuánta fue la sorpresa de todos al ver
la diferencia!¡Destituciones, destierros, persecuciones y
opresión!» (Fermín Eyzaguirre, Apelación al pueblo boliviano, La Paz,
1839).
Sotomayor Valdés dice de Aguirre que «los largos servicios,
la experiencia de los años, la posesión de una regular fortuna, la profesión de
unos principios liberales, aunque descoloridos y no muy bien acreditados en el
manejo del poder público; aquel tipo particular para aprovechar las
oportunidades y contingencias en la vida borrascosa de los partidos y que suele
ser el gran patrimonio de los políticos afortunados, habían hecho de Aguirre un
personaje eminente en el campo de la política. Afable y bien amanerado de
ordinario, Aguirre desplegaba sin embargo, cierta aspereza y altivez, una vez
en posesión del poder, olvidando las alternativas de su misma vida pública y lo
precario de los altos destinos de Bolivia». (Estudio histórico de Bolivia,
Santiago, 1874; 368).
Algo más: Hasta su casa en Cochabamba, tenía una ubicación
topográfica de índole política. Cuando la revolución que a Linares encumbró al
poder, las tropas gubernistas asaltantes, llegaron por trabajos de zapa «hasta
cerca de la esquina del Comercio, casa del señor Miguel Aguirre, que fue
rechazada por la defensa que allí había». (Eliodoro Camacho. Tratado sumario
del arte militar; seguido de una reseña crítica de la historia militar de
Bolivia, La Paz, 1897; 289).
¿Qué más puede pedirse? ¿Acaso no son todas estas
actuaciones políticas? ¿Tantos manejos y enredos de índole política o afín con
la política, no son suficientes títulos para considerar como político al señor
Aguirre?.
Gil Antonio Toledo. Fue político y de no obscura figuración.
Perteneció al Parlamento de 1839. (Manuel Ordóñez L. La Constitución Política
de Bolivia, La Paz, 1917, Vol. II, 362). Su actuación en este Congreso,
eminentemente político, fue contra Ballivián, con quién después hizo muy buenas
migas, obteniendo de él comisiones de índole político-diplomática, sumamente
delicadas y que revelan la gran confianza que merecía. Fue Secretario de la
Prefectura de La Paz, por el cuarenta y tantos.
En la sesión de 12 de Julio de 1839, al saberse el motín del
7 en La Paz, Toledo obtuvo que en la proclama del Congreso, la
palabra «general» conque se nombraba a Ballivián, sea cambiada por la de
«traidor». (Redactor del Congreso Nacional de 1839, La Paz, 1920, Vol. I,199).
Esto no fue obstáculo para después ser un ballivianista de línea; con ello
demuestra Toledo que era político y de legítima cepa.
En tiempos de Belzu, La Epoca, comentaba así el destierro
del General Agreda que acababa de cumplir una misión diplomática en Lima,
diciendo que allí «sólo ha servido para darle ocasión de acordar con Manuel
Guerra, Gil Toledo, Frías, y otros muchos paniaguados de Ballivián, los planes
sediciosos que se debieran desarrollar en Bolivia», etc. (Alcides Arguedas, La
plebe en acción, Barcelona, 1924; 171).
José Joaquín de Aguirre. Parlamentario en 1839. (Manuel
Ordóñez L. La Constitución Política de Bolivia, La Paz, 1917, Vol. II, 362),
dejando en sus actas huellas de su actividad política; fue de los que
juntamente con Gil Antonio Toledo y otros, el 26 de junio de 1839, suscribía el
proyecto de ley de «abrir juicio nacional» contra el «ex-Presidente Andrés
Santa Cruz y los demás criminales comprendidos en él Art. 38 de la pasada
Constitución por delitos de lesa Patria».. (Redactor del Congreso Nacional de
1839, La Paz, 1920, Vol. I, 63).
Los tres volúmenes de esta publicación oficial, están llenos
de exposiciones y actuaciones que revelan al político.
El 11 de marzo de 1849 se revolucionaba en Cochabamba en
favor de Ballivián, juntamente con su hermano Miguel María y otros. (Las
revoluciones de Bolivia, La Paz, 1918; 108). Precisamente en favor de
Ballivián, a quién declarara traidor diez años antes.
Belzu, el enemigo, feroz de Ballivián, lo hizo su Ministro
del Interior.
En calidad de tal presentaba su memoria al Congreso
extraordinario reunido en Oruro el 18 de febrero de 1855. En ella decía que las
revueltas entrababan a los gobiernos «para atender exclusivamente a la
mejora y adelantamiento del país. El egoísmo, agregaba, es otra de las plagas
sociales, que desvían el país de su ventura y le aproximan hacia los males que
le roen y destrozan. Los mismos hombres llamados a servir al Gobierno de brazos
auxiliares, son las más veces los que, si no permanecen con estoica
indiferencia ante los males de la Patria, vuelven sus armas contra el Gobierno
y las instituciones que debieran sostener. Así hemos visto a los generales del
ejército, paladión del orden público y legítimos sostenedores del régimen legal
y de la paz, empuñar los primeros la bandera de la rebelión y constituirse en
jefes públicos de partidos, autoridades departamentales, personas
eclesiásticas, párrocos y funcionarios públicos, abjurar el augusto ministerio
que les impusiera la ley, para hacerse agitadores de la revolución, y sembrar
por todas partes la desconfianza y desmoralización, y fomentar la anarquía, so
pretexto de partidos u opiniones políticas lacerando así las entrañas de la Patria
con tan enormes excesos». (Alcides Arguedas, La plebe en acción, Barcelona
,1924; 253).
Tanto vuelque y revuelque, y este su estilo declamatorio
sobre las desgracias de «la patria», por obra de «las facciones»,
acreditan a don José Joaquín de Aguirre como político y de los buenos.
Napoleón Gómez. Sus actividades de político se hallan
probadas con su folleto, Breve exposición ante el Jefe del Estado y la opinión
pública, Santa Cruz, Imprenta de Chávez y Hermanos 1877; 4to de 11 p. (Ricardo
Ugarte. Datos para la bibliografía boliviana, La Paz, 1878; 5).
Gabriel José Moreno. Parlamentario en 1834 y en 1861. (M.
Ordóñez L. La Constitución Política de Bolivia. La Paz, 1917, Vol. II, 341 y
402). Fue Prefecto de Santa Cruz, de julio a septiembre de 1841. (Luis Lavadenz
R. Almanaque guía del Departamento de Santa Cruz; 1903; 81). Fue Prefecto del
Beni. En 1857 ejerció las funciones de Prefecto del Departamento Litoral, en
Cobija.
Acerca de esta su actuación copiaremos lo que dice un
escritor: «El 3 de junio de 1841, estalló una revolución en Santa Cruz, en
favor del Protector de la Confederación encabezada por muchos militares allí
desterrados por el gobierno de la Restauración. Inmediatamente se dio parte al
General Agreda que encabezaba el movimiento crucista llamado de la
Regeneración. El General Agreda con la actividad que le era característica
envió de Prefecto a Gabriel Moreno, que desconociendo los méritos de los jefes
que hicieron la revolución, los mantuvo presos, negándose a concederles la
libertad de volver a sus hogares lo que irritó a todos los proscritos que
fraguaron otra revolución en favor de Ballivián. Poco después, el 29 de Julio
se sublevaban de nuevo encabezados por el General Pérez y apresaron al Prefecto
don Gabriel José Moreno». (Nicanor Aranzáes, Las revoluciones de Bolivia, La
Paz, 1918; 35 y 41).
Basilio de Cuéllar. Fue alumno fundador del Colegio
Seminario de Santa Cruz. (AGI. Charcas 502). «Su carrera política
principió en 1832, en que fue nombrado diputado, lo mismo que en 1833.
Desempeñó el cargo de Senador en 1837, 38, 39,1844,1846 y el de Consejero de
Estado desde el año 1843 hasta 1846. En 1847 fue nombrado Prefecto de
Chuquisaca. El 17 de agosto de 1855 fue nombrado Ministro del Interior y del
Culto». (Félix Reyes Ortiz. Anuario de 1855, La Paz, Imprenta de Eugenio
Alarcón, 167, de la parte de «Crónica»).
Manuel José Ribera. Figura en los Parlamentos de 1854 y
1855; Presidente del Congreso de 1868. Fue posteriormente Ministro de Estado.
(Alcides Arguedas. Los caudillos bárbaros, Barcelona, 1929; 153).
Francisco Ibañez. Diputado en 1834 y 1839. (M. Ordóñez L. La
Constitución Política de Bolivia, La Paz, 1917, Vol. II, 34 y 362). Político de
gran predicamento en Santa Cruz, teniendo en favor suyo su noble abolengo y su
inmensa fortuna. Tan cierto es, que su hijo Andrés, se aprovechaba del
ascendiente de su padre, cual lo atestigua un número de El Eventual que dirigía
en Santa Cruz don Victorino Rivero en 1877. En el artículo «Rasgos de la
dominación de D. Andrés Ibáñez o de los igualitarios en Santa Cruz», se lee lo
siguiente: «2do. la influencia que mediante los prestigios de su padre en las
masas, a quien prestaban distinguidas consideraciones pudo ejercer Ibáñez sobre
ellas, con más algunos halagos que les prodigaba, etc.» (Pedro Kramer, El
General Carlos de Villegas, La Paz, 1898).
Fue seis veces Prefecto de Santa Cruz; de 9 de diciembre de
1839 hasta fines de julio de 1841; de 8 de enero de 1848 hasta abril del mismo
año; de 1850 hasta 7 de julio de 1853; de 2 de julio de 1866 hasta 17 de abril
de 1867; de 4 de diciembre de 1870 hasta el 4 de abril de 1871 y del 28 de
diciembre de 1872 hasta el 5 de mayo de 1873. (L. Lavadenz R. Almanaque guía
del Departamento de Santa Cruz, 1903; 81).
A esta su última prefectura se refieren las siguientes
piezas de la bibliografía boliviana: «Al Pueblo. Invitación», una página a
cuatro columnas, Santa Cruz, marzo 27 de 1873; Imprenta Chávez, Suscrito por
Antonio Vaca Díez. «Para que el Prefecto Francisco Ibañez no retenga el
gobierno cuando el Presidente de la República le tiene ordenado que lo resigne
en otro ciudadano. Este caso fue muy curioso» (René-Moreno. Biblioteca
Boliviana. Pliegos sueltos, Inédito).
«Mi defensa ante la opinión, Santa Cruz, Junio 30 de 1873;
Imprenta de Cayetano R. Daza. 4to; 16. Suscrito por Francisco Ibáñez el día 22.
Es una exposición de los motivos que lo obligaron a retener la Prefectura y
Comandancia General de Santa Cruz contra la orden suprema que lo destituía
nombrando en su lugar a Angel María Aguirre. Estos motivos son tres: 1ro.)
creer que el gobierno estaba mal informado; 2do.) ser destituido sin forma
legal y con causa injusta; y 3ro.) considerarse autorizado por el código penal
para obrar así. Acompaña algunos justificativos de su conducta administrativa.
Sobremanera curioso, señaladamente en la parte sobre la buena conducta».
(René-Moreno Biblioteca Boliviana) Santiago, 1879, No 2418).
Juan Lorenzo Campero. Fue político militante en su juventud,
con referencia a su actividad de setembrista, consultar las piezas 2855 y 2888
de René-Moreno, Biblioteca Boliviana, Santiago, 1879.
Esta su actuación no quedó sola y aislada. El 14 de enero de
1861, había caído el partido setembrista con el llamado «golpe de estado» de
los triunviros Achá, Fernández y Sánchez, contra el dictador Linares. Pronto
aclaróse la situación reuniendo en un solo haz las ambiciones presidenciales
del General Achá, una vez que el principal contendor Fernández, se descartara a
sí mismo con sus fallidos golpes y su consiguiente fuga.
Presentóse pues, la candidatura oficial del General José
María de Achá para la Presidencia de la República. Mientras tanto el
setembrismo, que cobijaba en su seno a los más destacados elementos de juventud
y de cerebro, aprestábase a la lucha, haciendo vanagloria de fidelidad al
dictador caído. Lanzó la candidatura presidencial del doctor Tomás Frías. Pero
ocurrieron algunas incidencias, que narra así un historiador.
«Comprendiendo Frías que no tenía la suficiente popularidad
y menos los elementos materiales para asegurar su triunfo, y deseando al mismo
tiempo impedir la elección del General Achá, puso los ojos en el General Pérez,
a quién se dirigió por las prensa, acogiendo su candidatura y proponiéndole
poner al servicio de ella el círculo de sus amigos y su propio trabajo
personal. Al mismo tiempo le insinuó algunos principios de política y
administración, como si al reconocer al General por candidato a la Presidencia
de la República, hubiese querido recomendarlo a la Nación como su alumno en
política. El General Pérez aceptó con reconocimiento la adhesión y el programa
de Frías». (R. Sotomayor Valdés. Estudio Histórico de Bolivia, 251).
Es con este doble motivo que vemos dos sueltos del doctor
Juan Lorenzo Campero. Justo reclamo, Sucre, Beeche, abril 18 de 1862; «una
página a tres columnas; contra la presión ejercida sobre ciertos electores para
que se adhieran a la candidatura palaciega de Achá», y Adición al artículo
honrosa candidatura del ilustre General Gregorio Pérez, Sucre, Beeche, 25 de
abril de 1862 «Una página a tres columnas». (René-Moreno. Biblioteca boliviana,
Pliegos sueltos, inédito).
Era el «rojo», que fiel a la disciplina de su partido,
atacaba la candidatura de Achá y apoyaba la del General Pérez; viriles
actuaciones en la política militante de ese tan interesante período de nuestra
historia.
Corrieron los años; El General Agustín Morales había muerto,
y se hizo cargo de la Presidencia, por prescripción constitucional, el viejo y
noble patricio doctor Tomás Frías. Escrúpulos legalistas que escocían en su
puntilloso carácter, no le permitieron completar el período para el cual estaba
elegido Morales, y contra toda ley, por puro desprendimiento convocó a
elecciones generales para presidente de la República, elecciones en las cuales
fue ungido por el voto popular el jefe del partido rojo, don Adolfo Ballivián.
Fueron inútiles los ruegos y las reflexiones: el viejo
Catón, no quiso, ni siquiera a título de inconstitucionalidad, revocar su
resolución de abandonar el poder. Uno de los tantos brotes del pueblo, para que
de acuerdo a la ley, continúe en el mando, fue un suelto del doctor Campero
titulado: Señor Presidente Constitucional de la República, Sucre, Progreso,
febrero 14 de 1873; «una página a tres columnas; sobre que siendo legítima la
investidura suprema del Presidente Tomás Frías, pide usando el derecho
constitucional de petición, la derogatoria de los decretos de aquel que
convocan a elecciones presidenciales y a la Asamblea». (René-Moreno, Biblioteca
Boliviana. Pliegos sueltos, inédito).
Una vez más el político militante, el «Rojo». combativo
actuando en las lides de nuestra accidentada vida institucional. Digna figuración
en el seno del «rojismo» que espera a un Lamartine criollo que escriba la
historia de esos nuevos Girondinos de Bolivia. El doctor Juan Lorenzo Campero
entre ellos.
Santos María Justiniano. Jefe del partido de Casimiro Corral
en Santa Cruz.
Manuel Maria Caballero. Diputado por la capital de la
República en 1855 y 57; en el último Congreso fue uno de los seis únicos que
votaron por la acusación contra el Poder Ejecutivo. En 1859, comisionado para
ir en compañía del Dr. D. Félix Valdivieso, a felicitar en Potosí al Presidente
Dr. Linares. Diputado por la provincia de Vallegrande a la Constituyente de
1861, en que hizo parte de la comisión de Constitución, declarándose por el
golpe de Estado y abolición de la Dictadura; Secretario en el último mes. Su
país natal le honró con sus sufragios para el Congreso ordinario de 1863 en el
que fue Vicepresidente e individuo de varias comisiones, y al igual que el de
1864 reunido en Cochabamba; en éste estuvo contra el voto de censura que quería
infligirse al Ejecutivo. No pudo ser elegido Consejero de Estado por no haberse
reunido los dos tercios de votos de la Cámara según lo requería la ley. No
omitiré que en los Congresos de 1855 y 57 estuvo por el proyecto de ley que se
proponía facultar las extraordinarias concedidas al Ejecutivo por la
Constitución entonces vigente. En 1861 por la elección directa, cuestión que
sostuvo de acuerdo con el Dr. D. Evaristo Valle, y por la independencia de las
municipalidades provinciales; ganó a pesar de la mucha oposición que encontró
en el seno de la Asamblea». (Samuel Velasco Flor, vidas de bolivianos célebres;
Potosí, 1871; 71).
Esteban Rosas. Era político y de templado carácter, haciendo
honor a la representación parlamentaria de Santa Cruz. Lástima que no pueda
glosar un boceto biográfico de Esteban Rosas escrito por mi padre y publicado
en Santa Cruz, pues se halla, juntamente con libros y papeles en viaje de
Europa a Bolivia. Indiquemos aquí únicamente su actuación pública valiente en
la época belcista, y que por sí sola basta para considerarlo como político.
Producido el atentado de Morales, se invistió al Consejo de
Ministros, de la suma del poder público «para velar por la conservación del
orden». Son de sobra conocidos los abusos del Tribunal de Sangre aquel, que presidido
por José Gabriel Téllez aterrorizó el país. Entonces, el 24 de
septiembre, «algunos valerosos representantes tuvieron la osadía de
presentar un proyecto derogando la ley de 7 de ese mes. El proyecto estaba
firmado por don Lucas Mendoza de la Tapia, vicepresidente de la Cámara Alta y
ya señalado por las plebes como al enemigo capital y encubierto del gobernante;
por don Evaristo Valle, Presidente de la Cámara de Diputados hombre íntegro y
animoso, y por los señores Calixto Clavijo, Aniceto Arce, Esteban Rosas,
Nicolás Burgoa y José Matías Castaños». (Arguedas. La plebe en acción,
Barcelona, 1924; 117). Rosas leyó el proyecto, en medio del silencio embarazoso
y amenazador del Parlamento. Pocos momentos después los representantes del
pueblo eran dispersados por la plebe enfurecida en su fanatismo por Belzu, y
por fuerzas armadas.
Marcelino Marañón. Diputado en 1873. Además ha publicado un
folleto de índole esencialmente política: Reseña del mes de mayo último en el
Departamento del Beni, Santa Cruz, febrero de 1890, Imp. de la Estrella del
Oriente. (Nro. 94 de las «Adiciones» de Emilio Finot en Boletín de la
Sociedad Geográfica Sucre, Nos. 155-157).
Antonio Paniagua. «También fue patriota; luchó contra
Melgarejo en la Cantería, salvando su vida del fusilamiento sobre el campo de
batalla, gracias a su altivez al no querer arrodillarse para que le tiren; acto
de valor que impresionó a Melgarejo». (Julio A. Gutiérrez, Historia de la
universidad de Santa Cruz; La Paz, 1925; 44).
Manuel Angel Castedo. El célebremente lúbrico Deán, muerto
en plena satiriasis, fue un caudillo que mandó en Santa Cruz, durante algunos
lustros. Sus enemigos, aludiendo a la manera a la vez impositiva y de
ofrecimiento de que se valía para obtener cuotas para fiestas y actuaciones
políticas, le sacaron el siguiente verso que aprendí de boca de mi padre:
Con este papel me manda
su amigo el señor Deán
Y dice que si se acuota
lo puede hacer sacristán.
Fue diputado en 1868. (M. Ordóñez L. La Constitución
Política de Bolivia, La Paz, 1917, vol. II, 415).
Manuel Ignacio Salvatierra. Representante nacional en 1854 y
1855 constando sus exposiciones en los redactores respectivos, publicados en
1925. Existe la siguiente pieza sobre él: «Invitación. Candidatura fusionista
de diputados y municipio por el distrito electoral de Chuquisaca. Una página a
una columna, Sucre, boliviana, Proponen al Arzobispo Pedro Puch, Mariano Reyes
Cardona, Manuel Ignacio Salvatierra y Mariano Baptista. 1871». (René
Moreno. «Biblioteca boliviana, Pliegos Sueltos», Inédito).
Juan Francisco Velarde. Político de diversas actividades;
Prefecto de Santa Cruz, Beni y Cochabamba, constando sus informes de tal.
(Piezas 4260, 4377 y 4410 de René-Moreno. Primer Suplemento a la Biblioteca
boliviana, Santiago,1900). Secretario de la Municipalidad de Sucre, Secretario
de la Prefectura de Santa Cruz. Munícipe en Cochabamba. Diputado por Santa Cruz
a la Asamblea Costitucional de 1874. (Los Convencionales de 1880, La Paz, 1880;
67).
En 1875 Pedro M. Silva, en Santa Cruz, sacaba un suelto de
una página a tres columnas, en la imprenta de Daza, con el título de «Candidato
popular para Diputado doctor Juan Francisco Velarde». (René-Moreno. «Biblioteca
boliviana, Pliegos sueltos», inédito).
Rafael Pinto. De larga y destacada actuación en las filas
del liberalismo cruceño; miembro de la Junta de Gobierno de Santa Cruz en 1899.
(L. Lavadenz R. Almanaque guía... 1903; 83). Munícipe y Senador por Santa Cruz.
Su muerte prematura le impidió adquirir mayor relieve político.
Federico Rodriguez de larga actuación en el liberalismo,
caudillo durante algunos años; a pesar de su carácter sacerdotal, tomó el
cuartel en 1899; fue Senador por Santa Cruz.
Mamerto Oyola. Munícipe y presidente del Concejo en Santa
Cruz. «Fue elegido Diputado cinco veces y sólo ha concurrido a las
Asambleas de 1871, 1878 y a la actual Convención». (Los Convencionales de 1880,
La Paz, 1880; 51). Senador por Santa Cruz y Prefecto del Beni.
Angel Mariano Zambrana. Ocupó cargos de índole política y
dada la categoría y agallas del personaje no fue sólo un simple funcionario.
Secretario de la Prefectura en 1859, Concejal en 1864, Convencional del 80.
(Los Convencionales de 1880, citado). Prefecto del Departamento desde 10 de
mayo de 1895 hasta el 3 de diciembre de 1898. (L. Lavadenz R. Almanaque
guía...). Su informe prefectural consta publicado. (Pieza 4515 de René-Moreno,
Primer suplemento a la Biblioteca boliviana, Santiago, 1900).
Horacio Ríos. Corifeo del liberalismo. Prefecto del
Departamento del 2 de abril de 1890 hasta el 20 de abril de 1891. (L. Lavadenz
R. Almanaque, citado). «Parlamentario en repetidas legislaturas, Ministro de
Justicia, Prefecto, vocal de la Corte Superior, Presidente Municipal, ha dejado
en todos los cargos una estela de integridad e ilustración que honran su nombre
y demuestran las calidades selectas de su espíritu». (Julio A. Gutiérrez,
Historia de la Universidad de Santa Cruz).
Felipe Leonor Ribera. «Ribera ha sido también político de
primera fila, parlamentario y abogado de alto prestigio» (J. A. Gutiérrez.
Historia de la Universidad...). Cuando se discutía el reintegro de los 21
diputados que deportaron el 5 de agosto de 1892, el doctor Ribera, fundamentó
su voto, en el sentido que una vez levantado el estado de sitio, se llame a
aquellos diputados. (Debate sobre la reincorporación de candidatos y diputados
que por distintas causas perdieron sus títulos. La Paz, 1893; 86).
Antonio Moreno «Nació en Santa Cruz, el 13 de junio de 1833.
Sólo se recibió de abogado en 1862 por haber tomado parte activa en la
revolución popular de septiembre de 1857. Desempeñó los cargos siguientes:
Oficial Auxiliar del Ministerio de Instrucción Pública (1857-1859); y Adjunto a
la Legación Santivañez cerca del Gobierno de Chile (1859-1861). Decepcionado
con el inmoral golpe de estado que derrocó la administración Linares, se retiró
a la vida privada protestando no ingerirse en contiendas políticas. Su programa
lo ha cumplido renunciando los cargos rentados que en distintas ocasiones le
han ofrecido los gobiernos y sólo ha desempeñado los concejiles de Munícipe,
Conjuez, Jurado de Imprenta y otros». (Los Convencionales de 1880; 46).
Hormando Vaca Díez. Caudillo político de Santa Cruz; sus
elecciones de Senador fueron todo un sacudimiento general de la vida social y
política de la tierra.
Angel Menacho P. Presidente del Concejo Municipal y Senador.
Sus elecciones, en oposición al Dr. Hormando Vaca Díez, sacudieron
fundamentalmente la sociedad cruceña.
José Félix Camacho. Destacado liberal; miembro de la Junta
de Gobierno de 1899; Prefecto desde el 2 de agosto de 1899 hasta el 12 de enero
de 1901. Senador Nacional. (L. Lavadenz R. Almanaque...).
Antonio Vicente Barba. Miembro de la Junta de Gobierno de
1899 y posteriormente Prefecto del Departamento. (L. Lavadenz R. Almanaque...;
83).
Adolfo Flores Velasco. Político destacado de los últimos
tiempos. Ministro de Fomento y Comunicaciones y de Gobierno del Dr. Bautista
Saavedra; estaba a punto de ser Presidente de la República mediante un golpe
militar, cuando fue enviado al Brasil de E. E. y M. P., disimulando así una
verdadera deportación política.
Rafael Peña. Intencionadamente he dejado de último a este
ilustre personaje, para discutir con amplitud lo relativo a su calidad de
político. Yo le observé el olvido de este señor y usted me respondió
textualmente lo que sigue: «Don Rafael Peña padre, jamás fue político y sólo
accidentalmente actuó, y tan es así que cuando era candidato a la
VicePresidencia de la República, era la tacha decisiva que le oponían don Aniceto
Arce y don Luis Paz, correligionarios suyos, expresando que más bien debía ser
Magistrado del Poder Judicial, por su carácter suave y tranquilo, como que
llegó a ser Fiscal General y Vocal de la Excma. Corte Suprema de Justicia de la
Nación».
Estoy en completo desacuerdo con lo que usted afirma.
Consultado el caso con mi distinguido y culto amigo, doctor Angel Sandoval, me
dice lo que copió aquí:
«Don Rafael Peña, en los primeros dos tercios de su vida en
Santa Cruz, fue político activo sin duda, de lo que da fe el desempeño de los
cargos de Diputado, creo también de Senador y de Prefecto del Departamento
Oriental. Formaba en las filas del Partido Rojo, en contraposición de los
'igualitarios' de Ibáñez, quién, según el doctor Plácido Molina, les endilgó a
los Rojos este estribillo: 'ricos sin dinero, nobles sin escudero'. La
proscripción de don Rafael Peña, de don Tristán Roca y otros más al Paraguay,
obedeció a las sañudas persecuciones de Melgarejo. Cuando en el último tercio
de su vida, se vino don Rafael a esta capital, atemperó sin duda sus
actividades de político. Sus amigos, los Rojos, denominados ya
'constitucionales' lo arrancaron para su figuración y elección de
Vice-Presidente de la República en el año 1896».
Fue «rojo», de ese partido tan noble y tan lleno de errores
por pura ideología. En el Congreso de 1862, era uno de los diez feroces
enemigos del régimen y que actuaban con tanta valentía; peleaba en esas lides
al lado de Adolfo Ballivián, Tomás Frías, Miguel Rivas, etc. (Sotomayor Valdés,
Estudio histórico de Bolivia, 256 en nota).
La única biografía del doctor Rafael Peña que tengo a la
vista dice así: «Hecho Prefecto de Santa Cruz-en un comicio popular, cuando la
gran conflagración de la Republica contra Melgarejo, hubo de salir fugitivo
tras la derrota de aquella revolución en las Letanías y aprovechando de la
senda abierta a Santo Corazón, fue a dar a Asunción, donde estuvo a punto de
ser víctima de las sospechas del monstruoso y receloso régimen entronizado en
aquel país por el Mariscal López, y en el que perecieron sus paisanos Benigno
Gutiérrez y Tristán Roca». (Plácido Molina Mostajo: Conferencia pronunciada en
la confirmación del nombre de Rafael Peña a la Escuela Fiscal de Varones, Nro.
1, Santa Cruz, 21 de septiembre de 1926; en copia en poder del autor, remitida
por el propio doctor Molina).
Considero que cuando se hace una revolución y el comido
popular designa a la primera autoridad, es porque ella responde a la ideología
política en cuyo nombre se ha hecho ese levantamiento en armas. Y si aún dicha
designación es reiterada, mayor razón aún para calificar a dicho hombre de
político. No fue ésta la sola vez que le cupo al Dr. Rafael Peña el desempeño
de la primera autoridad por delegación directa del pueblo. El 25 de octubre de
1865, el 1ro. de enero de 1869 y el 8 de noviembre de 1870, se alzó en armas
Santa Cruz de la Sierra en contra del oprobioso régimen de Melgarejo y las tres
veces el Prefecto nombrado por el pueblo fue el doctor Rafael Peña: ¿se quiere
aún mayor actuación de político? (Nicanor Aranzáes. Las revoluciones de
Bolivia, La Paz, 1918; 259, 269 y 276).
Fue diputado por Chiquitos en 1857. Diputado y Senador en
1882; en 1875 publicaba un suelto en Santa Cruz titulado Rectificación,
suscrito en junio 8 de folio menor a tres columnas y en la imprenta de Daza. Se
refiere a enredos y perversidades en las elecciones por Chiquitos. En la
imprenta de Daza también, pero fechado en Concepción el 31 de agosto de 1875,
publica su contrasuelto J. Nicolás T. Ramos, con el título de Rectificación,
también en folio menor y de dos páginas a tres columnas. (René-Moreno,
«Biblioteca Boliviana Pliegos Sueltos», inédito).
Además de lo que aquí consta, fue Prefecto de Santa Cruz del
4 de abril de 1871 al 28 de diciembre de 1872 y del 21 de febrero al 15 de
Julio de 1880.
DIPLOMÁTICOS.
Es este un aspecto de las actividades del genio cruceño,
cuyo enfoque no ha sido hecho hasta hoy; tiene pasta para las misiones en el
extranjero; su natural inteligente y su conocimiento intuitivo de los hombres,
les da aptitudes propias que hacen de ellos hombres capaces de manejar los
difíciles hilos de la diplomacia.
Preciso es decir que los principales actos diplomáticos de
Bolivia, en los primeros tiempos, corrieron a cargo de cruceños; el pacto de la
Confederación; los tratados emergentes a su disolución y a la suene del General
Santa Cruz, etc.
La diplomacia hispano-americana no apareció así como así,
por obra y gracia de la proclamación de la libertad; al igual que el espíritu y
la ciencia de la administración, fuéronse forjando a la par que el desarrollo
de los acontecimientos que a la postre dieron fin con el poderío español en América.
Las misiones diplomáticas en general no fueron creadas con
carácter permanente, sino que las necesidades del servicio en la convivencia de
las naciones, las fue convirtiendo en tales. (A. Piper, Zur
Entstehungsgeschichte der ständigen Nuntiaturen, Preiburg in Breisgau,
1894). Un investigador afirma que los estados de Europa tomaron ese modelo
de la Serenísima República de Venecia, que ya tenía sus embajadas permanentes a
mediados del siglo XV. (Henry Biaudet; Les nonciatures apostoliques
permanentes Jusqu'a 1648, Helsinski 1910).
«Los orígenes de la diplomacia hispano-americana tienen su
punto de partida en Caracas», dice Carlos A. Villanueva. (La monarquía en
América, Vol. III; Fernando VII y los nuevos estados, París, Ollendorff, 1).
Fue con tal motivo acreditada la misión Orea en Washington. (Carlos A.
Villanueva: Historia y diplomacia. Napoleón y la independencia de América,
París, Garnier, 281 y sig.).
Coadyuvando esta contribución venezolana tenemos el caso de
Bolívar de quien dice un escritor boliviano: «El llamado Derecho Internacional
Americano -que no es a nuestro juicio, sino la contribución de América al
derecho de gentes universal por medio de principios, doctrinas y usos derivados
de las peculiares condiciones y necesidades de este hemisferio-, recibió de
Bolívar, a principios del pasado siglo, un aporte cuya importancia se va
descubriendo cada día con mejor conocimiento de la documentación de aquella
época.. (Enrique Finot. Bolívar pacifista, New York, 1936; 156).
El primer agente diplomático enviado por el Río de la Plata
fue el teniente de navío Matías de Irigoyen, quién fue considerado meritorio
para tal cargo por su buena presencia, aristocráticas maneras y conocimiento
del idioma francés. (Daniel Antokoletz, Histoire de la diplomatie
argentine, París, 1914, vol. I,117).
La primera misión diplomática acreditada por Bolivia como
tal, entidad independiente ya, fue la legación propuesta por Mendizábal en la
sesión del 4 de agosto de 1825 ante el Libertador Simón Bolívar, la cual el día
8 fue constituida mediante la elección de los señores José María Mendizábal y
Casimiro Olañeta; las instrucciones fueron dadas en la sesión del 15 de agosto.
(Libro menor de sesiones secretas de los señores diputados que componen la
Asamblea General del Alto Perú Instalada el 10 de julio de 1825 y de las
sesiones secretas del Congreso General Constituyente instaladas el 25 de mayo
de 1826, La Paz, edición oficial s/f., 5 y sig.). Las notas que dirigió esta
Legación al Libertador corren publicadas, aunque no se conozca hasta hoy el
detalle oficial de las entrevistas. (Vicente Lecuna. Documentos referentes a la
creación de Bolivia, Caracas, 1924, Vol. 1, 325).
Pero ésta era una Legación hasta cierto punto de orden
interno, y si bien sus proyecciones eran internacionales, sería difícil
encasillarla en los cuadros de los tratadistas. Las primeras misiones ya de
carácter público, fueron las acreditadas ante los gobiernos del Plata, el Perú
y el Congreso de Panamá, mediante la ley de 3 de octubre de 1825, Decreto Nro.
2. (Libro mayor de sesiones de la Asamblea de Representantes del Alto Perú
instalada el 10 de julio de 1825, La Paz, 1926; 87 y sig.).
Ante la Santa Sede, la primera vez que aparece Bolivia
haciendo valer su personalidad republicana como entidad independiente, es
mediante la nota de 13 de abril de 1827 de don Ignacio Texada, que era
Plenipotenciario de Nueva Granada. (Archivio Segreto Vaticano. Segretaria di
Stato. 281. Affari eclesiasticí, Congregazione America. Legajo 1823-1850; Reg.
28466).
Estos fueron los comienzos de la diplomacia boliviana;
veamos qué cruceños han actuado en ella.
Gil Antonio Toledo. Mereció la confianza de Ballivián para
difíciles misiones emergentes de la Confederación Perú-Boliviana, y con
referencia concreta al Mariscal de Zepita. El 29 de noviembre de 1843,
Ballivián comunicaba a la Junta de Gobierno del Perú, el envío de don Gil
Antonio Toledo, Cónsul de Bolivia en Puno «en el carácter de Enviado
Confidencial, para tratar del destino de la persona del ex-Protector y de otros
arreglos de mutua conveniencia. El 24 de noviembre fue reconocido en su
carácter público, y suscribió a un tratado en el que estaba estipulado que los
poderes contratantes mandarían a Santa Cruz a un país de ultramar, lejos del
continente americano». (Ricardo Montaner Bello, Negociaciones diplomáticas
entre Chile y el Perú. Primer período, 1839-1846, Santiago de Chile, 1904;
209).
Con posterioridad a esto y siempre sobre lo mismo, el 20 de
junio de 1845 se le encomendaba una misión en Chile, con plenos poderes para
tratar de la suerte de la persona del General Andrés Santa Cruz. (José
Vázquez-Machicado: Documentos para la historia diplomática de Bolivia, volúmen
VI, inédito). El correspondiente tratado sobre el General Santa Cruz, fue
firmado por don Joaquín Aguirre el 7 de octubre de 1845 en Santiago. (Ricardo
Aranda. República del Perú. Colección de tratados, etc., Vol. III, Lima, 1890).
(José Salinas, Recopilación de tratados, convenciones y actos diplomáticos
celebrados por la República de Bolivia, La Paz, 1904. Vol. II, 169-171).
Tristán Roca. Secretario del Canciller don Rafael Bustillo,
cuando en Oruro discutía con el Ministro del Brasil el tratado de límites de
1863, habiendo actuado en la Conferencia Protocolizada de 17 de Julio de 1863.
(Memoria de Relaciones Exteriores de 1863).
Rodolfo Araúz. Secretario de don Pedro Suárez Saravia en su
misión en España al matrimonio de Alfonso XIII. Fue largos años Cónsul General
en Belem do Pará.
Luis Sansuste. «Diplomático Secretario de la Legación de
Bolivia en Buenos Aires. En 1921 asistió al Congreso Postal Panamericano
reunido en Buenos Aires, con el carácter de Delegado de Bolivia. Este Congreso
aprobó la moción del doctor Sansuste tendente a unificar la legislación
postal». (Bolivia en el primer centenario de su independencia, 1925; 410).
MINISTROS DE ESTADO.
Joaquín de Aguirre. Fue Ministro del Interior y del Culto
del General Belzu. Su Memoria consta publicada. (René-Moreno, Biblioteca
boliviana, Santiago, 1879, No 2290). Detalles sobre ella trae Arguedas. (La
plebe en acción, Barcelona, 1924; 253).
Basilio de Cuéllar. Por decreto de 17 de agosto de 1855, el
General Córdova nombró el gabinete en el cual formaba parte el doctor Basilio
de Cuéllar como Ministro del Interior y del Culto. (Félix Reyes Ortiz, Anuario
de 1855, Paz de Ayacucho, Imp. de Eugenio Alarcón; 34). Existe su memoria
publicada. (René-Moreno, Biblioteca boliviana, Santiago, 1879, Nro. 2279).
Manuel José Ribera. Ministro de Justicia e Instrucción
Pública de Melgarejo, habiendo tenido también a su cargo la cartera de Gobierno
y Relaciones Exteriores. Existe la Memoria del caso, publicada. (René-Moreno.
Biblioteca, citada Nro. 2261).
El Ministro Ribera aparece autorizando la aprobación del
tratado de amistad, comercio y navegación, celebrado con la república Argentina
el 9 de julio de 1869, y en actual vigencia. (Anexos a la Memoria de Relaciones
Exteriores de 1913, de Alfredo Ascarrunz), asimismo (Eduardo Diez de Medina,
Tratados vigentes, anexos a la Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores y
Culto, La Paz, 1925, Vol. 1, 35). El arreglo postal con el Perú de 12 de
octubre de 1869 fue también aprobado por el Ministro Ribera. (José Salinas.
Recopilación de tratados, convenciones y actos diplomáticos celebrados por la
República de Bolivia, La Paz, 1904, Vol. II, 373).
MÚSICOS.
Sofía Isidora Vázquez-Machicado de Méndez. Eximia pianista
muerta a los 25 años de edad el año 1927. Era hermana mía.
Florencio Landívar. Culto y eximio violinista. Uno de los
más entusiastas cultivadores del arte musical en su juventud.
José Peredo Antelo. Violinista y de gran técnica; muchas
veces le oí tocar en mi casa, con el acompañamiento de mi hermana. Aún recuerdo
que el 24 de enero de 1918, en las bodas de ésta, se hizo acompañar por ella,
de traje de novia, en dos preciosas piezas de salón, propias para violín y
piano: Czardas de Monti, y Mes Adieux a Varsovie de Hauser.
Emilio Molina. Inferior en técnica a José Peredo, pero
superior en interpretación; la ejecución de Molina era irregular, caprichosa y
muy personal, pero de una intensa emotividad y sin desprenderse del alma misma
del compositor cuyas creaciones ejecutaba.
Ricardo Aguilera. Guitarrista y trovero; le oí muchas veces
ejecutar trozos de selección de óperas y otras composiciones difíciles y que se
apartaban del repertorio común del género en Santa Cruz.
Felipe Medina. Guitarrista y trovero; su memoria está unida
a la vida de bohemia de un cuarto de siglo; tenía mucho sentimiento en la
ejecución de su música; por ello y por su gran corazón, merece el que se
conserve su recuerdo en este párrafo de las actividades espirituales de Santa
Cruz.
Pedro Prisco Camacho. Maestro de banda y compositor; en el
género muy superior a Ignacio Egüez. Con pleno derecho debe figurar entre los
músicos.
Federico de la Peña. Autor de varias composiciones
musicales, corrientes en Santa Cruz en el siglo pasado. Era conocido como
músico y poeta. Su nieta, la señora Paz Ríos de Amelunge, tocaba muchas de sus
composiciones. (Dato comunicado por el Dr. Angel Sandoval).
ARTISTAS DE TEATRO.
Rómulo Arano Peredo, Emiliano Téllez y Francisco
Salvatierra. Tanto a mi padre, como a mi tío político don Moisés
Zambrano y otros, he oído ponderar la habilidad artística de estos jóvenes de
la mejor sociedad de Santa Cruz, quienes llevaron a las tablas con bastante
éxito los dramas de Bretón de los Herreros y los versos del Don Juan Tenorio de
José de Zorrilla.
PINTORES Y DIBUJANTES.
Manuel Lascano. Era el redactor gráfico y artístico de El
Cosmopolita ilustrado. (Pieza 35 de las «Adiciones» de Emilio Finot en el
Botetín de la Sociedad Geográfica Sucre Nros. 155-157), quien agrega: «los
trabajos litográficos, llevados a cabo con ejemplar paciencia, corrían a cargo
de don Manuel Lascano». La colección de tal revista, única que cuenta con
interesante material gráfica sobre la vida cruceña del pasado siglo, se halla
en la biblioteca Angel Vázquez, hoy propiedad del Municipio de Santa Cruz.
Malek-Adel Martínez. Este militar vallegrandino, ha dejado
algunos cuadros de valor; su acervo artístico se encuentra en su tierra natal;
pueden citarse un retrato de Bolívar y un escudo de Vallegrande. (Datos
proporcionados por el señor Santiago Jordán Sandóval).
Pacífico Roca. Su obra principal es un retrato de Bolívar
existente en la testera del salón de actos de la Universidad de Santa Cruz.
Además tiene un notable retrato de la señora madre del Dr. Plácido Molina
Mostajo, en cuyo poder se halla.
PERIODISTAS.
Esta es una actividad que merece especial estudio y mención
por todo su alto significado en la vida cultural. El periodismo comienza con la
imprenta en Santa Cruz o sea desde 1864. (René-Moreno, Biblioteca boliviana,
Santiago 1879; 690). Se desarrolla tímidamente y aún hoy sigue como planta
tísica que brota y se sostiene artificialmente en el campo de nuestra vida
intelectual. Es por esto mismo que hay que admirar a esos hombres que se
sacrificaron por ese periodismo efímero y a él dieron tanto de sí, de su
talento y hasta de su propio peculio, interpretando la prensa como «l'organe le
plus souple et le plus actif de l'opinion de chacun sur les affaires de
tous». (Guillaume Guizot, Ménandre, Etude historique et litteraire sur la
comedie et la societé grecques, París 1866; 147). Muchos fracasaron, pero
que conste la nobleza del esfuerzo que preciso es reconozcan agradecidas las
generaciones que sucedieron a esos abnegados periodistas. No fueron cumbres
destacadas en el cielo de América, pero dentro de nuestra pequeñez provinciana,
algo representaron, mucho más si se tiene en cuenta que vivimos en nuestro
continente, algo por hacer aún, al decir de Hegel, quién afirma que «para
América quedaría el principio de lo inacabado y del no acabar». (Filosofía de
la Historia Universal, Madrid, Calpe, 1928, Vol. I, 188). Es por todo ello que
debemos homenaje de recordación a tales periodistas de nuestra incipiente
cultura de los cuales son muchos los olvidados en su lista.
Nicomedes Antelo. «¿Las reliquias de su ingenio? Fueron al
viento aflojadas esas producciones sin paternal piedad. Pero no todas no, se
han perdido todavía; viven algunas en la memoria de los que de cerca le
trataron. ¡Quién hubiera podido obligarle a escribir algunas de esas cosas!
Otras están sepultadas vivas bajo la mole de la prensa bonaerense ya difunta».
(René-Moreno, Bolivia y Argentina. Notas Biográficas y Bibliográficas,
Santiago, 1901; 124). (Alejo Peyret, Discurso pronunciado por el redactor de
«El libre pensamiento» en la tumba de Nicomedes Antelo, en copia).
No todo se perdió. He visto dos gruesos volúmenes que
contienen recortes de prensa de artículos publicados por Antelo, casi todo
sobre materias científicas y educacionales. «Antelo, conocido como escritor y
periodista». (José Abel Palacios, Nicomedes Antelo, artículo publicado en la
Prensa de Buenos Aires, 11 de Julio de 1883).
Suficiente todo esto para considerarlo como periodista.
Miguel María de Aguirre. Su actividad de periodista queda
acreditada por haber sido redactor de la Revista de Cochabamba. (René-Moreno.
«Biografía de Néstor Galindo», La Revista de Buenos Aires, vol. XVII, Buenos
Aires, 1868).
Florencio Landívar Periodista de pluma galana, según
referencias personales de mi padre, que fue su contemporáneo.
Miguel Rivas. Es conocida su actuación de periodista
constando ella en René-Moreno. Refiriéndose a El Progreso de Tacna dice:
«Periódico trisemanal era éste muy peruano en verdad, pero de cuya dirección y
redacción no eran ajenos algunos bolivianos distinguidos como ser don Adolfo
Ballivián, don Miguel Rivas y don Zoilo Flores. La imprenta era de Rivas;
después de 1871 pasó a ser de propiedad de don Juan de Mata Melgarejo» (Bolivia
y Argentina. Notas biográficas y bibliográficas, Santiago, 1901; 464).
Manuel María Caballero. «Presidente, fundador y colaborador
de la Sociedad Literaria de Sucre (1863-64); redactor de La Aurora Literaria,
en la que ha ensayado la novela, tomando un asunto cuyos incidentes se
desarrollan en el país. En la misma Revista publicó un notable trabajo:
‘Algunas ideas sobre la literatura de Bolivia’. También escribió en 1847 en El
Eco de los Pueblos una 'Salutación a Bolivia' y algunos artículos en favor del
divorcio considerado como disolución del vínculo conyugal. En La Nueva Era
escribió sobre la abolición de la pena de muerte, cuyo proyecto de ley había
presentado en la Legislatura ordinaria de 1855, y conseguido hacerla triunfar
con un voto en la Cámara de Representantes. Era redactor de La Juventud en
1859, cuando escribió contra la dictadura que se hallaba en todo su vigor. En
1861 se manifestó partidario de un régimen legal en El Centinela de la
Revolución de Septiembre. La belleza y elegancia en el estilo, rotundidad y
armonía en las frases, siempre concepto profundo en los pensamientos, son los
caracteres distintivos en las obras del señor Caballero». (Samuel Velasco Flor.
Vidas de bolivianos célebres, Potosí, 1871; 73).
Felipe Leonor Rivera. «'Todos los órganos de prensa,
desde que hubo imprenta en esta ciudad (Santa Cruz), han recibido su ilustrada
colaboración; los problemas nacionales han interesado su patriotismo». (Julio
A. Gutiérrez. Historia de la Universidad de Santa Cruz).
Julián Eladio Justiniano Chávez; y su hijo Adrián.
Periodistas de intensa labor en muchos órganos de prensa de Santa Cruz;
redactaban El Cosmopolita ilustrado, la «primera revista que en Bolivia
apareciera con grabados y con cierta regularidad». (Pieza 35 de las
«Adiciones» de E. Finot en Boletín de la Sociedad Geográfica, Sucre, Nros.
155-157).
Manuel María Durán Soleto. Ejerció el periodismo en Santa
Cruz; en Magdalena fundó El Porvenir.
Carmelo Ortiz Taborga. Redactor de El 15 de Abril, El Correo
del Beni, El Vapor, etc., en Trinidad. (Adrián Melgar Montaño, El Archivo, Nro.
8, Santa Cruz, 1937).
Neptalí Sandoval. «En el periodismo fue colaborador asiduo.
Fundó El Album Literario en 1887, La Idea en 1901. Redactó la Revista
Científica Literaria, y ha colaborado en todos los periódicos locales». (Julio
A. Gutiérrez. Historia de la Universidad de Santa Cruz).
Pedro Arístides Sejas. Periodista de larga y conocida
actuación; fundó La Esperanza en Santa Cruz, cuya colección puede consultarse
en la biblioteca Angel Vázquez, hoy propiedad del Concejo Municipal.
Abelardo Zabala. Director de El 18 de Noviembre, La Patria,
en Trinidad, y La Prensa en Riberalta. (A. Melgar M. El Archivo, Santa Cruz,
Nro. 8,1937).
Antonio Egüez Bazán. Periodista de variada labor y a quien
no por ese defecto puede dejarse en el olvido; colaboró en muchos periódicos, y
tuvo su órgano propio de publicidad que aunque eventual, tuvo larga vida: El
Ciudadano. (Pieza 36 de las «Adiciones» de Emilio Finot en Boletín de la
Sociedad Geográfica de Sucre, Nros. 155-157). «Periodista y laborioso Maestro».
(J. A. Gutiérrez, Historia de la Universidad de Santa Cruz).
Pacifico Roca. Colaboró en casi todos los diarios de Santa
Cruz y el Beni; en 1921, escribía cotidianamente bajo el seudónimo «Argos» en
El Diario Popular, que dirigía Angel Vázquez-Machicado, en Santa Cruz.
Lisandro Guzmán Rosell. Director y redactor de El Melero,
pasquín lleno de maldad y de veneno. Escribió en El 18 de Noviembre y dirigió
La Patria de Trinidad». (A. Melgar M. El Archivo, Nro. 8, Santa Cruz, 1937).
Adolfo Flores Velasco. Activa labor en el periodismo,
escribió en El Correo del Plata, El País, etc. Dirigió La Ley en 1920.
Antonio Marcó. Propietario y redactor de El Caplina de Tacna
en 1885 y 1886. (Nro. 1347 de René-Moreno. Ensayo de una bibliografía general
de los periódicos de Bolivia, Santiago, 1905; 328).
José Peredo Antelo. Ha escrito en casi todos los periódicos
de Santa Cruz, en La Abeja y en El Bien Social, ha publicado mucho; en El País,
bajo el seudónimo de «Erlando» sostuvo una polémica con el Dr. Adolfo Flores
sobre el socialismo.
Angel Vázquez. Colaboró en la Revista Ciéntifico Literaria;
muy activamente, en La Estrella del Oriente y en La Ley en la época de Aurelio
Jiménez; fundó El Faro de corta vida.
Mariano Terrazas. Sostén de El Estandare Liberal y El
Trabajo en Santa Cruz; ha escrito mucho en el periodismo beniano.
Saúl Serrate. Colaboró en muchos órganos de prensa; escribía
Armando K. Morra, La Propaganda, El Carácter y La Ley en 1920.
Casto Quezada Palma. Periodista agudo. Su seudónimo «El
Licenciado Vidriera» fue muy popular en Oruro y La Paz; murió valientemente en
la Guerra del Chaco, en el ataque a Nanawa.
POETAS.
Federico de la Peña. Autor de varias composiciones poéticas
a las cuales ponía música él mismo. Compuso igualmente un himno cuando soplaban
los vientos confederativos con el Perú, en la época de la Guerra del Pacífico.
Rómulo Gómez. Traté mucho a Rómulo Gómez, con quien me ligó
muy estrecha amistad en nuestros años en Santa Cruz. Le vi hacer infinidad de
poesías, en mi presencia y con una facilidad asombrosa, y el resultado eran
versos lindos, muy lindos. No paralelos a los de Rubén Darío ni Amado Nervo,
pero muy buenos, y en mi concepto superiores a los publicados por muchos
poetas. Quizá el que no hayan tenido difusión suficiente, quizá que la época en
que le tocó actuar no era propicia a las labores del numen, o por lo que sea, Gómez
aún no ha sido apreciado en todo su alto valer; vuelvo a repetir, que para mí,
es una de nuestras más legítimas glorias y de las que más nos podemos
enorgullecer todos y muy en especial las jóvenes generaciones.
Lisandro Guzmán Rosel. Poeta superior a muchos de fama en
nuestra tierra. Sus versos andan perdidos en las gacetas del primer decenio del
siglo.
A título de simple referencia, cito aquí que en el acto
literario de la Universidad, el día 6 de agosto de 1905, a horas 14, Manuel
Limpias, alumno del Colegio Seminario, recitaba la poesía «Libertad» de
Lisandro Guzmán Rosel. (Boletín de la Sociedad Geográfica e Histórica de Santa
Cruz Nro. 3; 36).
Pedro Rivas. Bajo el seudónimo de «Achipompo Topatolendro»
dedicados a doña Pangracia y fechados en los Aguaíses el 20 de marzo de 1901,
ha escrito unos versos muy famosos y que ya han «trasmontado la muralla
andina»; son los conocidos con el nombre de «Amor de un campestre», llenos de
palabras del lenguaje popular cruceño, tomados del guaraní y chiquitano. Es
toda una pieza folklórica, se transcribe a continuación:
Amor de un campestre
A Dona Pangracia
Por decirte que te quiero
I cantarte mis letrillas,
De mi paraje he venido
Con el barro á la rodilla.
No me llames majadero,
Mi amamanto, mi paloma,
Si repito que te quiero
Ambaibito de la loma.
No es fuego de motacú
Lo que siente el corazón,
Es grueso jenecherú,
Es cañal en quemazón.
El amor que me taladra,
Necesita jetapú:
Viviremos si te cuadra
Cual bibosi en motacú.
Eres linda y arrogante
Como altivo sumuqué,
Que yo te seria constante
Aunque fueras jasayé.
Yo te adoro vida mía
Desde que te ví pajona,
Y seguiré con mi porfía
Aunque llegues á jamona.
Déjate de hacer gambeta,
Supumó y ñamurucú,
Que toda mujer coqueta
Se me antoja baquitú.
Dí siquiera una palabra
Que sirva de jisunú
Y adorrmece mi paciencia,
Porque al fin no soy tacú.
Si mis versos por sin sal
Te parecen pichiró,
Será porque estas muy mal,
Causa del locro hecoró.
No te pongas pechecó
Ni me mires tavavé,
Oh! prenda mía plequecó,
Creo te falta tacucé.
De esperanza un jetapú
Dame pues en conclusión
Que sostenga el panacú
Que tengo en el corazón.
Si tú no me das el si,
En este momento, ahoringa,
Me cuelgo en el cupesí
Aunque me lleve mandinga.
Achipompo Topatolendro
Aguaíses, marzo 20 de 1901.
(Transcrito del libro de Luis Lavadenz R. Almanaque-Guía del
Departamento de Santa Cruz... 1903; 55).
Antonio Pérez. «Periodista y poeta, fundador del periodismo
en Riberalta, sus composiciones poéticas se han hecho populares en el Oriente
de la República». (Bolivia en el primer centenario de su independencia, 1925;
401).
José Parada Egüez. Sus numerosas composiciones se cantaban
en todo el Oriente de Bolivia, de Cordillera al Acre; la mayor parte de ellas
fueron escritas ocasionalmente, en un arranque de improvisación, templando la
guitarra ante una ventana, en un salón aristocrático, o en ruedo familiar en el
campo.
Pedro Arias. Con su anagrama «Darío Persa», publicó muchos
versos, la mayor parte de los cuales fueron compuestos para ser acompañados con
guitarra.
Marceliano Montero Villa. Ha dejado muchas poesías de
carácter folklórico. Muy interesante es su libro Paquito de la salves, basado
en la poesía popular de Santa Cruz. (Citamos la segunda edición, La Paz, 1946,
con prólogo de Julio Antelo).
DRAMATURGOS.
Antonio Vaca Díez. Publicó sus ensayos del género dramático.
(René-Moreno, Biblioteca Boliviana, Santiago, 1879, Nro. 1233).
Pacífico Roca. Autor de un drama titulado «Los héroes del Pacífico»,
según dato de mi padre que asistió a su representación allá por el ochenta y
tantos, y me refería de las lágrimas que había provocado en el público.
Existe otro drama suyo, cuyo título aproximado es «El
Cacique Maraza o el alzamiento de Mojos», dato éste proporcionado por el doctor
Plácido Molina Mostajo. Dicha pieza dramática fue puesta en escena en el Beni,
ha más de treinta años, existiendo acerca de él el siguiente comentario: «El
drama representado en honor de la Delegación, debido al señor Roca, era una
viva referencia a las luchas de los aborígenes contra el dominio español,
manifestando en sus escenas la historia de una raza víctima de los atropellos
del fuerte, pero altiva en la adversidad». (José Aguirre Achá. De los Andes al
Amazonas, 2da. ed., La Paz, 1927; 127).
Marceliano Montero Villa. Compuso varios dramas sobre el
ambiente de Santa Cruz. El más importante es el que trata sobre los
«reenganchados» para llevar trabajadores o «picadores» para la explotación de
la goma o siringa a los gomales del Beni. Quedó inédito. El autor murió en
Sucre, donde fue con el objeto de editar sus obras.
NOVELISTAS.
Manuel María Caballero. Ensayó con su novela «La isla»,
publicada primeramente en La Aurora Literaria de Sucre (1863-1864) y que
después apareció con una introducción de René-Moreno en la Revista Chilena,
Santiago 1875, Vol. VI, 364.
Victorino Rivero. Autor de una novela que consta en sus
Ejercicios Literarios de 1871 (René-Moreno Biblioteca Boliviana, Santiago,
1879, Nro. 1346).
Adolfo Flores Velasco. Se dedicó en la juventud al ensayo
novelesco, habiendo publicado una producción con el título de Cuasi Perdidos.
(Volumen respectivo existente en la biblioteca Angel Vázquez, hoy en poder del
Municipio de Santa Cruz).
José Manuel Aponte. Autor de una novela llamada «Sofía», en
la cual el motivo principal fueron sus amores con una persona de ese nombre. Me
consta por haber tenido el legajo en mi poder, no sabiendo si hasta la fecha se
haya publicado.
LITERATOS Y CRÍTICOS LITERARIOS.
Manuel María Caballero. Fuera de su valer de novelista, debe
figurar aquí. Sus artículos «Algunas ideas sobre la literatura boliviana»,
publicados en La Aurora Literaria, su «Salutación a Bolivia», son suficiente
fundamento para esto. (Samuel Velasco Flor. Vidas de bolivianos célebres,
Potosí, 1871; 73).
Antonio Vaca Díez. Fuera de ser dramaturgo, era literato,
conforme lo prueba en sus Ensayos Literarios, publicados en La Paz. (René
Moreno, Biblioteca boliviana, Santiago 1879, Nro. 1404).
Victorino Rivero. «Las letras le contaron entre sus
cultores». (J. A. Gutiérrez. Historia de la Universidad de Santa
Cruz; La Paz, 1925, 43). Conteniendo una novela y un poema histórico publicó en
1871 unos Ejercicios Literarios, editados en Santa Cruz. (René-Moreno.
Biblioteca boliviana, Santiago, 1879, Nro. 1346).
Nicomedes Antelo. Larga labor de crítica y polémica, y aún
sólo literatura, consta en los dos gruesos volúmenes que contienen su labor
periodística cuidadosamente conservada en recortes. Además, baste citar su
contestación al artículo bibliográfico del General Lucio V. Mansilla sobre la
Historia de Rosas de Manuel Bilbao. (Revista de Buenos Aires, dirigida por
Vicente G. Quesada y Miguel Navarro Viola; vol. XIX, 149-160; 305-320, Buenos
Aires, 1869). De esta revista el año 1910, Ernesto Quesada mandó hacer una
reedición paleográfica a plana y renglón, siendo esta colección la más conocida
por los del gremio y es la que se cita.
Ignacio Terán. Era un eximio crítico y lo prueba su trabajo
«A cuenta vieja baraja nueva o sea la Real Academia Española con sus reglas de
acentuación y otras pequeñeces», que se publicó en La Revista Ilustrada de
Nueva York, en 1891. En mi casa había esa colección que perteneció al Padre
Pedro Arístides Sejas y después fue cedida juntamente con la biblioteca Angel
Vázquez a la Municipalidad de Santa Cruz.(«Adiciones» de E. Finot en el Boletín
de la Sociedad Geográfica Sucre, Nro. 95; 155-57).
Neptalí Sandóval. Muy agudo e irónico y de grandes
conocimientos gramaticales; tenía fama de gracioso e incisivo en el escribir;
se lo sindicó de ser el «Bachiller K. Rasco» quién deshizo la composición de
Eduardo Peña Landívar, premiada en los Juegos Florales de 1921; después se
descubrió que el verdadero crítico fue Rubén Terrazas.
El doctor Neptalí Sandóval ha producido bastante. En El
Album Literario de Santa Cruz, en su primera época, se pueden hallar estudios
poéticos y críticos, muchos de ellos firmados con su anagrama «Pantaleon
Dasilva». Trabajos semejantes se encuentran en la Revista del Centro de
Estudios, de Santa Cruz. Composiciones jocosas que revelan un ágil espíritu y
profundo conocimiento del léxico, podrán hallarse en el periódico El Correo del
Plata, a raíz de una discusión acerca de las bondades y excelencias del guaraná
y el café, quienes se hallaban en pleito de rivalidades meritorias, motivando
nutrido número de opiniones y juicios muy interesantes y en diverso género
literario. (Consultar la colección de El Correo del Plata, existente en la
Biblioteca Municipal de Santa Cruz, obsequiada por el Cura Manuel Jesús Lara).
José Benjamín Burela. Para acreditarlo como tal, consultar
El Album Literario, primera época, y El Correo del Plata.
Emilio Finot. De un exquisito gusto literario y gran
espíritu crítico, publicó muchos juicios analíticos y sobre todo su labor de
selección lo acredita como tal. (Editó: Antología boliviana para escuelas y
colegios. La Paz, 1913, 2 vol.). Además publicó otra antología de poetas en
colaboración con el Dr. Plácido Molina. (Poetas Bolivianos, París, Ollendorff,
1908).
Angel Vázquez. Observé a usted que no debía hacerse figurar
a mi padre entre los críticos literarios, pues no le conocí como notable esta
faz de sus actividades culturales. Me responde usted con tal género de razones
que más que en la realidad, se fundan en su afecto nacido al calor de la charla
diaria e íntima en el seno de mi hogar, en el cual tuvo usted siempre sitial de
preferencia cariñosa. Todo eso me compromete a no replicarle en este punto,
respetando su criterio aunque no sea el mío. Insisto sí en que mi padre debe
figurar como educacionista y como periodista, en vista de las razones que en
los lugares respectivos se dan como fundamento. Pudiera haberlo colocado
también entre los jurisconsultos, recordando un elogio que le hizo una vez el
hombre más parco en alabanzas que había en Santa Cruz: el doctor Horacio Ríos.
Cierta vez le dijo: «Doctor Vázquez, sus sentencias, parecen autos supremos».
Después abonando esa capacidad reconocida, van treinta años de servicios en la
Judicatura, habiendo ocupado los cargos de Agente Fiscal, Juez Instructor;
Fiscal y Juez de Partido, Juez de Apelaciones Catastrales, etc., etc. Pero he
preferido dejarlo como educacionista y periodista tan sólo.
BIBLIÓFILOS.
Emilio Finot Franco. Con muchos más méritos en la
bibliofilia, que mi padre y don Federico Rocha, únicos por usted citados.
Compláceme su conformidad con este dato y que ya usted lo haya clasificado como
tal en la ampliación que prepara de su artículo a cuyo margen se hacen estas
modestas adiciones. Su trabajo bibliográfico del Boletín de la Sociedad
Geográfica Sucre, 1913, Nros. 155-57 y el «A Propósito de un Libro», en el
Boletín de la Sociedad Geográfica e Histórica de Santa Cruz, 1906 Nros. 8-9;
342, son de sobra pruebas públicas de su bibliofilia, a más de la valiosa
colección que logró reunir.
Pablo E. Roca. Más que «parlamentario o polemista», como
usted lo hace, el doctor Roca es un bibliófilo, pues sé que posee una muy
interesante colección de folletos y papeles bolivianos, que ha logrado Salvar
de la destrucción que el tiempo, el clima y la incuria hubieran hecho.
JURISCONSULTOS.
Pedro José Toledo Pimentel. El año 1812, ya pide los honores
de Ministro togado de la Audiencia de Charcas o cualquiera otra de América.
Recibido de Bachiller en Leyes y Cánones, se graduó de abogado y doctor en la
Universidad de San Francisco Xavier. En ese año 12, ya declara treinta años de
ejercicio de la profesión, tanto en La Plata como en Santa Cruz de la Sierra.
(AGI., Charcas 426). Falleció en Santa Cruz el 2 de septiembre de 1821 (AGI.,
Charcas 587). Se graduó de Abogado en Chuquisaca en 1780, y figura bajo el
número 82 de la Matrícula de Velasco Flor. (Luis Paz, La Universidad Mayor Real
y Pontificia de San Francisco Xavier de la Capital de los Charcas, Sucre, 1914;
391).
José María Bozo. Era profesor de Derecho Civil en La Paz.
(José Rosendo Gutiérrez, Diógenes, La Paz, 1880).
Actúa como abogado suscribiendo memoriales jurídicos. (Pieza
2329 de René-Moreno: Biblioteca Boliviana, Santiago, 1879). Se graduó en
Chuquisaca en 1806, el mismo año que figura la inscripción de Pedro Domingo
Murillo (L. Paz, La universidad de San Francisco Xavier, Sucre, 1914; 395).
Manuel Maria Caballero. Juez de Letras en la Provincia de
Cinti (1856-58); Vocal Fundador del Tribunal de Partido de Sucre (1858-60)
profesor de 2do. año de Derecho en la Universidad (1859-65) y del 4to. de la
misma (1865-66). (Samuel Velasco Flor, Vidas de bolivianos célebres, Potosí,
1871; 71). Graduado en Charcas en 1848. (L. Paz, La Universidad de San
Francisco Xavier; Sucre 1914; 405).
Manuel Ascencio Escalante. Vallegrandino, habiendo sido en
su ciudad natal Juez de Letras aún antes de ser Abogado. «En 1850, en consorcio
con los señores Luis P. Rosquellas, Luis Ponce y Luis Velasco, fundó la primera
Sociedad de abogados en la capital Sucre». (Los Convencionales de 1880, La Paz,
1880; 31).
Manuel Eusebio de Velarde. Ha encanecido en el estudio del Derecho
y fue probo y sobresaliente magistrado. En 1837 era Fiscal y Ayudante Mayor de
la Guardia Nacional. (Adrián Melgar Montaño. El Archivo, Nro. 8; Santa Cruz,
1937). Vocal de la Corte Superior del Distrito en 1864. (Diego Monroy. Memoria
que el Ministro de Estado en el despacho de Justicia e Instrucción Pública
presenta a la Asamblea Legislativa de 1864, Cochabamba, agosto 6 de 1864; XVI).
Graduado en Charcas en 1832. (L. Paz, La Universidad de San Francisco Xavier).
Carlos Berdecio. Gran abogado y probo magistrado; fue
Ministro de la Corte Superior de Sucre; tronco de respetabilísima familia en la
capital de la República. Graduado en Charcas en 1847. (L. Paz. La
Universidad..., 405).
Aquino Rodríguez. Leía en su calidad de profesor del primer
año de Derecho un discurso que se publicó en 1867. (Pieza 3219 de René Moreno,
Biblioteca Boliviana). Fue abogado descollante. Graduado en Charcas en 1858.
(L. Paz, La Universidad..., 407).
Miguel María de Aguirre. Consecuente con mi concepto de que
la versación en límites acredita condiciones de historiador y de jurisconsulto,
solicito plaza en este párrafo para el señor Aguirre. Su folleto: Límites
orientales y australes de la República boliviana, Cochabamba, 1872, lo
acreditan como tal; este estudio, con sus errores, incluso, me ha servido de
mucho para la redacción de mi obra que aún está inédita: La diplomacia
argentina en la creación de Bolivia. Tal folleto está citado por René-Moreno; Biblioteca
Boliviana, Nro. 2115.
Zoilo Flores. Las piezas 345, 925 y 2108 de la indicada
Biblioteca, acreditan a don Zoilo Flores como jurisconsulto; algo más; se ha
ganado la vida en la proscripción con sus conocimientos de letrado; hasta su
muerte en Santiago, hacen más o menos veinte años vivía como abogado, sobre
todo, de las estacas salitreras en pleito con Chile.
Miguel Rivas. Tiene publicado un estudio acerca de las
estacas sailtreras. (Pieza 334 de René-Moreno. Biblioteca Boliviana).
Angel Mariano Zambrana. Sólo su requerimiento como Fiscal al
Obispo Rodríguez, llamándolo al cumplimiento de sus deberes morales y
materiales, bastaría para acreditarlo como jurisconsulto. Esa su actitud
mereció comentario de René-Moreno. (Pieza 3167 de su Biblioteca Boliviana,
Santiago, 1879).
«Ha desempeñado los cargos de Juez de Comercio (1860); Juez
de Partido (1873-1877). (Los Convencionales de 1880; 71). Fue nombrado Ministro
de la Corte Suprema de Justicia, cargo que no aceptó. Graduado en Charcas en
1858. (L. Paz, La Universidad..., Sucre, 1914; 407).
Juan de la Cruz Montero. Aparece suscribiendo memoriales
jurídicos en pleno ejercicio de la profesión, y mereciendo los honores de que
sean publicados. (Pieza 1418 de René-Moreno, Biblioteca). Graduado en Charcas
en 1862. (L. Paz, La Universidad..., 409).
Ricardo Arias. Primer Secretario de Cámara al fundarse la
Corte Superior de Santa Cruz, era abogado de prestigio.
José León Justiniano. Largos años magistrado, con
notable fama por su versación jurídica. Era Presidente de la corte Superior de
Justicia en Santa Cruz en 1864.
Diego Monroy: Memoria que el Ministro de Estado en el
despacho de Justicia e Instrucción Pública presentó a la Asamblea Legislativa
de 1864. Cochabamba, 1864; XVI. Graduado en Charcas en 1840; (L. Paz, La
Universidad de San Francisco Xavier; Sucre, 1914; 403).
Victorino Rivero. Sus publicaciones sobre límites entre
Santa Cruz y Chuquisaca lo acreditan como tal. (Piezas 954 y 3750 de
René-Moreno, Biblioteca Boliviana, 1879, y Primer suplemento a la Biblioteca
Boliviana, Santiago, 1900, respectivamente). «Se graduó de abogado y desempeño
una Vocalía de la Corte Superior». (J. A. Gutiérrez, Historia de la Universidad
de Santa Cruz, La Paz, 1925; 44).
Camilo Mercado. Llegó en Buenos Aires hasta Secretario de
Juzgado, cargo alto para un extranjero. Sobre todo, su tesis de doctorado sobre
la propiedad en las orillas de los ríos navegables, es de sobra conocida, y
tanto que es citada con mucha frecuencia por las Cortes de Casación a orillas
del Plata. Dicha tesis dedicada «A la memoria de mi tío Nicomedes Antelo».
se hallaba en la Biblioteca Angel Vázquez, hoy propiedad del Municipio de Santa
Cruz.
Pedro Ignacio Cortés. Su folleto sobre la cuestión Cuevo e
Ibo lo habilita para figurar como jurisconsulto, fuera de largos años de
honrado ejercicio de la profesión. (Pieza 43 de las «Adiciones» de E.
Finot en el Boletín de la Sociedad Geográfica Sucre, Nros. 155-156 y 157).
Mamerto Oyola Cuéllar. Vocal de la Corte Superior del
Distrito de Santa Cruz; Juez Unipersonal del Departamento del Beni. (A. Melgar
M. El Archivo, Nro. 8, Santa Cruz, 1937, donde consta su larga hoja de servidos
en la magistratura).
Rafael Pinto. Notable abogado, de mucha fuerza jurídica en
sus alegatos. Fue contratado por la Casa Suárez Hermanos.
Fabián Chávez Franco. Ministro de la Corte Superior y Fiscal
del Distrito. (J. A. Gutiérrez, Historia de la Universidad de Santa Cruz, La
Paz, 1925; 48).
Aurelio Jiménez. Notable abogado, mereciendo ser contratado
por la firma Suárez Hermanos. (J. A. Gutierrez, Ob. cit., 48).
Lucas de Justiniano Soverón. Admirable por la contracción
que puso en el estudio del derecho, llegando a distinguirse con rasgos
inconfundibles dentro del foro; son luminosos sus requerimientos como Fiscal
del Distrito y sus exposiciones jurídicas. Famoso por el uso y abuso que hacía
de citas de la Gaceta Judicial.
Santiago Aguilera. Tanto en el ejercicio de la profesión
como en la Magistratura, se distinguió notablemente. J. A.
Gutierrez. Ob. cit., 48).
Antonio Vicente Barba. Conocido letrado, con justa fama por
la fuerza de sus argumentaciones. V. A. Gutiérrez, Ob. cit., 48). Graduado en
Charcas en 1865. (L. Paz, La Universidad..., 410).
Fabriciano jordán. Tuvo uno de los bufetes más ocupados en
su tiempo. Refiriéndose a su capacidad jurídica, el doctor Neptalí Sandoval
decía que demanda que planteaba, la hacía con tan sólidos fundamentos, que era
inamovible hasta en la Suprema. Graduado en Charcas en 1883. (L. Paz, Ob. cit.,
417).
Serafín Castedo. Muy larga actuación de jurista, sobre todo
en el Beni. Fue preconizado para Ministro de la Corte Suprema de Justicia; con
el ejercicio de su profesión llegó a reunir una fortuna. Graduado en Charcas.
(L. Paz, Ob. cit., 419).
Angel Rodríguez Mercado. Muy consagrado al ejercicio de su
profesión; lo que más abona en su haber es la dedicación que puso al servicio
de los infelices reos pobres de la cárcel. Los defendió con tal ahinco y
pasión, que parecía un letrado con pingües sueldos; los menesterosos tienen
mucho que agradecerle. Publicó una defensa del autor de la muerte de Emilio
Aguilera.
Antonio Zabala. Ganó una fortuna con su profesión; ha
publicado una defensa al señor Cándido Balcázar.
PEDAGOGOS Y EDUCACIONISTAS.
Este es un párrafo muy interesante de la actividad cruceña,
No hemos tenido verdaderos profesionales, en el sentido que se da a esta
palabra en otros países, pero podemos contar en nuestro haber con verdaderos y
abnegados mentores, que dentro de nuestras deficiencias, han hecho obra
educacional positiva y han fijado orientaciones que si no eran novedosas ni
menos geniales, significaron mejoramiento y, sobre todo, mayor comprensión
entre maestros y discípulos en la común tarea de instruirse.
Un escritor dice: «¿Qué mejores dones podemos apetecer de la
educación que una estrella polar del ideal que, a través de las tormentas, nos
señale directa o indirectamente, el rumbo hacia los puertos?» (Carlos: Octavio
Bunge. Tratado General de Pedagogía, Vol. II. La Educación contemporánea,
Buenos Aires, 1920; 17). Si esto es un ideal educativo, esos hombres en su
modesta y callada labor, supieron influir en sus jóvenes alumnos, ansias y
deseos de superación y de estudio, y en el peor de los casos, la instrucción
que les habilita para hacer de Santa Cruz el menos analfabeto de los
departamentos de Bolivia.
José Rafael Salvatierra. El 3 de abril de 1800 certificaba
el Canónigo José Lorenzo Gutiérrez, que José Rafael Salvatierra, había
defendido en el Seminario tres actos literales, uno de Teología y dos de
Filosofía y otras tantas réplicas. En 1801 fue nombrado Ministro del Colegio
Seminario de Santa Cruz y casi inmediatamente profesor de Teología eclesiástica
en el mismo Colegio; un año más tarde se lo designaba Vice-Rector y poco tiempo
después Catedrático de Filosofía en el referido instituto educacional. (AGI.,
Charcas 729).
Juan de la Cruz Montero. Fue profesor de Nicomedes Antelo y
«enseñaba con gran ciencia la lengua del Lacio por los métodos modernos».
(René-Moreno, Bolivia y Argentina. Notas biográficas y bibliográficas,
Santiago, 1901; 130). «Antiguo Rector del Colegio Nacional cuya ciencia
recuerdan hoy sus viejos discípulos. Por las reminiscencias que de él se hacen,
se nos aparece como lejano atalaya de nuestra instrucción, eminencia de tiempos
remotos que ha transmitido a la posteridad las reverberaciones de su ingenio».
(J. A. Gutierrez; Ob. cit., 50).
Santiago Vaca Guzmán. Grave error es hacerlo figurar en la
categoría de los diplomáticos, cosa que jamás ha sido. Ello indica una
confunsión con su hijo Santiago Vaca Guzmán Moyano quien usaba el mismo nombre
y apellido de su padre y que fue diplomático, escritor, etc. Pero este su hijo
era nacido en Sucre. En cambio el viejo Santiago Vaca Guzmán, fue un notable
educacionista con largos años de trabajo fecundo y numeroso haber de publicaciones
didácticas. (Piezas 240, 250, 549, 680, 681, 710,1592,1594, 2021, 2409, 2550 y
3285 de René-Moreno. Biblioteca Boliviana, Santiago 1879).
Manuel Ignacio Salvatierra. Autor de textos escolares y de
un estudio sobre oraciones gramaticales para uso de los alumnos del Seminario
de Sucre. (Pieza 904 de René-Moreno. Biblioteca, citada).
Miguel Rivas. Autor de textos gramaticales, así como de otro
sobre la doctrina cristiana que sin nombre de autor se le atribuye
fundadamente; también hizo polémica sobre escándalos escolares. (Piezas 1357,
1417, 2027, y 2491 de René-Moreno. Biblioteca, citada). «El 4 de junio de
1857. Es aprehendido y sumido en la cárcel el escritor y profesor D. Miguel
Rivas; El Cóndor de Cochabamba». (René-Moreno, Notas Sueltas, inédito).
Manuel María Caballero. «A las 24 horas de su abogacía,
empezó a desempeñar el profesorado del tercer año de la Facultad de Derecho;
hasta diciembre, fue profesor de francés de los colegios Junín y Seminario
(1848 y 49); interino de literatura y fundamentos de religión en las clases
1ra. y 2ra. del Junín (1849-51). Consejero de la Universidad en (1850-1852);
reelecto hasta 1856 y nuevamente en (1859 y 1860). Censor 2do. de la Academia
de Práctica Forense de 1849 y Celador Fiscal de la misma en 1851. Miembro
Secretario de la Facultad Suplementaria de Humanidades de Sucre (1850 y 1856);
Profesor de 2do. año de la Facultad de Derecho (1859-1865); del 4to. de la
misma (1865-1866); Cancelario Accidental (1862-1863)». (S. Velasco Flor, Vidas
de bolivianos célebres, Potosí, 1871; 71).
Manuel Ascencio Escalante. «Nacido en Vallegrande el 16
de mayo de 1817. Profesor en diferentes clases de instrucción secundaria.
Rector del Colegio Junín de Sucre. Vice-Cancelario de la Universidad de la
Capital de la República». (Los Convencionales de 1880, La Paz, 1880; 31).
Juan Lorenzo Campero. Profesor muchos años, contándose de él
muchas anécdotas que lo muestran como hombre de gran sencillez e ingenuidad
bondadosa; muy querido de sus discípulos, entre los cuales se contó mi padre a
quién le oí muchos recuerdos Aparece como editor responsable del Boletín de
Instrucción Pública de Santa Cruz que se publicó de 1879 a 1884. (Emilio
Finot. «A propósito de un libro», en Boletín de la Sociedad Geográfica e
Histórica de Santa Cruz, 342).
«La instrucción primaria tuvo un brillante paladín en don
Juan Lorenzo Campero. Inspector de Instrucción Primaria del Departamento, cargo
del que se posesionó en 17 de septiembre de 1875 y lo dirigió con suma
diligencia haciendo un apostolado de su misión. Fue autor de varios textos de
enseñanza; Cartilla de Lectura, Escritura y Doctrina cristiana. Compendio de
Historia Sagrada, Aritmética y Gramática Castellana. El año 79 obsequió para su
distribución en las escuelas municipales 200 ejemplares de Economía Industrial,
60 del Catecismo de Higiene y 100 de Exposición de la Doctrina Cristiana.
Campero acompañaba su filantropía a la vocación profesional. Hizo el censo de
la población escolar. Redactó el Boletín de Instrucción Pública. Fue su labor
avanzada para esos tiempos, siendo de los propulsores esforzados de la
instrucción primaria. Desempeño cátedras de instrucción secundaria en Sucre y
en esta ciudad; pero su predilección era por la primaria. Sus textos de
enseñanza los compuso en vista de la escasez de libros para escuelas y los
proporcionaba a precios módicos para los pobres y gratis para los indigentes.
Constituye Campero una de las figuras meritorias de instrucción por sus
múltiples iniciativas y por su trabajo constante». (J. A. Gutiérrez. Historia
de la Universidad..., 42).
Antonio Paniagua. Mi padre, discípulo suyo, hablaba muy
largo del alto valer del doctor Paniagua y de sus dotes y condiciones de
educador. Tuvo destacada actuación como tal en Cochabamba, mereciendo su
informe los honores de la publicación. (Pieza 1906 de René-Moreno. Biblioteca
Boliviana, Santiago 1879). «Profesor de Derecho y de instrucción
secundaria por años, en los ramos de filosofía general, filosofía del derecho y
derecho político y constitucional». (J. A. Gutiérrez. Historia...,
44).
Victorino Rivero. («Profesor por muchos años de matemáticas;
era su especialidad. Autor de varios textos para la enseñanza de la Aritmética,
Geometría y Trigonometría, así como de un compendio de Historia Natural». (J.
A. Gutiérrez. Historia..., 43). Secretario del Consejo de Instrucción
garantizando la publicación del Boletín de Instrucción Pública de Santa Cruz,
que apareció de 1879 a 1884. (Emilio Finot. «A propósito de un libro»,
Boletín de la Sociedad Geográfica e histórica de Santa Cruz, 342.
Ramón Hurtado. Largos años profesor de secundaria y de la
Facultad de Derecho, falleció en La Paz, donde ha dejado familia.
Rafael Peña. «Profesor, político, escritor y jurisconsulto.
Peña es de las grandes mentalidades que han honrado el país. Cuando se fundó la
Universidad era ya aquí profesor de derecho». (J. A. Gutierrez. Historia...,
44).
Manuel José Parada. Fue Rector de la Universidad de Santa
Cruz de 1885 a 1890. Llamábanle «el señor Pedagogía», por el exceso de
referencias que a tal disciplina intelectual hacía.
Mi padre contaba un incidente que tuvo con el Dr. Angel
Chávez Gutiérrez, quién llegó retrasado a unos exámenes, mereciendo una
filípica del Rector, y hasta la iniciativa a que abandone su cargo. Al día
siguiente, José Benjamín Burda, con su gran humorismo, publicaba la referencia
del incidente en los siguientes versos:
Yo no transijo, Señor,
Si al deber quiere faltar;
Bien puede renunciar
El puesto de Profesor.
(Esto dizque le decía
Al Señor de las Caponas
El Señor Pedagogía).
Mamerto Oyola Cuéllar. «Profesor de los colegios de
Cochabamba desde 1861 a 1864; Rector del Colegio Nacional de Santa Cruz desde
1869 a 1879». (Los Convencionales de 1880. La Paz, 1880; 51). «Profesor de
filosofía, profesor de derecho y orador de palabra florida, de elocuencia
cautivante. Oyola fue maestro muy respetado de la juventud, de frase siempre
elocuente, de giro irónico». (J. A. Gutierrez. Historia..., 15 y 47).
«En la Universidad de San Simón de Cochabamba, Bachiller en
Humanidades y Filosofía, el 29 de diciembre de 1861; en Ciencias, Matemáticas y
Físicas el 29 de diciembre de 1864; en Derecho y Ciencias Políticas el 15 de
diciembre de 1863; Licenciado en Ciencias Matemáticas y Físicas, el 12
septiembre de 1864; en Derecho y Ciencias Políticas, el 30 de diciembre de
1864. Doctor en Ciencias el 19 de agosto de 1865; Auxiliar del Asilo el 8 de
febrero de 1863; Profesor de las clases 6ta. y 5ta. del Colegio Sucre, el 26 de
mayo de 1866. En Santa Cruz: Profesor de Historia Universal de las clases 1 y 2
del Colegio de Ciencias, el 27 de julio de 1866, Rector y Profesor de las
clases de dicho colegio, el 17 de agosto de 1873; 11 de enero 69 (sic); Rector
y Profesor de Filosofía e Historia de las clases 1 y 2 el 26 de noviembre de
1880. Vocal del Consejo Universitario el 1ro. de febrero de 1886; titular del
mismo Consejo, el 4 de marzo de 1887». (A. Melgar M. El Archivo, Nro. 8; Santa
Cruz, 1937; 300).
Pacífico Roca. Muchos años profesor del Colegio Nacional de
Santa Cruz y de un Liceo fundado en la misma ciudad.
Francisco María Salvatierra. «Maestro de instrucción
primaria hasta obtener su jubilación, fue como Campero infatigable en su apego
a la niñez y paciente en su labor». (J. A. Gutiérrez; Historia..., 50).
Ignacio Terán. Profesor muchos años en Santa Cruz y en
Sucre. El doctor Angel Vázquez fue discípulo suyo. En 1904, fue designado
Cancelario de la Universidad Mayor de San Francisco Xavier. (Boletín de la
Sociedad Geográfica e Histórica de Santa Cruz, Nro. 2; 36). Es autor de un
«Método concéntrico».
P. Plácido Lino. Educó muchas generaciones en los largos
años que dedicó a la enseñanza en la provincia de Vallegrande. (Dato
proporcionado por el señor Santiago Jordán Sandoval).
Srta. Carmen Mercado. Fue durante muchos años directora de
una escuela particular, la única en su tiempo y donde se educaba la
aristocracia de Santa Cruz. Mi madre fue discípula suya.
Srta. Isabel Villegas. Jubilada en el ramo de instrucción;
fue también profesora de mi madre.
Srta. Benjamina Ribera. Largos años dedicada a la enseñanza
de la instrucción primaria en su escuela particular; falleció en pleno
ejercicio de sus labores.
Srta. Angela Ortega. Dedicada a la enseñanza toda su vida;
muchas generaciones aprendieron de ella las primeras letras; falleció jubilada.
Srta. Florinda Buceta. De ilustre abolengo, prestó muchos
servicios a la instrucción pública, hasta merecer la jubilación.
José Benjamín Burela. Profesor muchísimos años y Rector de
la universidad de Santa Cruz del 27 de marzo de 1911 al 3 de enero de
1915. (J. A. Gutiérrez. Historia..., 29). Autor de un texto de
geografía.
Lisandro Guzmán Rosell. Tiene publicado un texto de
Aritmética; profesor varios años en el Colegio Seminario. (Boletín de la
Sociedad Geográfica e Histórica de Santa Cruz; Nro. 3; 36).
Felipe Leonor Ribera. «Profesor tradicional de derecho civil
y canónico; maestro de historia, filosofía y literatura. Muchas generaciones
han recibido de sus labios la enseñanza en que luce su competencia que fluye
exornada con las galas del lenguaje. Perito en el decir y conocedor de los
escritores clásicos; ha sido profesor inspirado de bellas letras» (J. A.
Gutiérrez. Historia..., 47). Era Rector interino de la Universidad en 1905;
habiéndolo sido en propiedad en 1920 y 21, siendo jubilado como tal. En 1921 ó
22, proclamado «Maestro de la Juventud».
Horacio Ríos. «Pertenece a esa generación de maestros de la
ciencia de Justiniano, que al fundarse la Universidad pusieron su talento a su
servicio para enaltecer los estudios y guiar a la juventud.. (J. A.
Gutiérrez. Historia..., 48).
Luis Medina. De humilde origen, tiene el mérito singular de
haberse dedicado a la enseñanza de la gente del pueblo, allá por el «Tambo
Encaramado», y vestir siempre la clásica «chaqueta» corta, distintivo del
menestral en Santa Cruz; fue jubilado por servicios en la instrucción.
Gustavo Parada. «Respetable profesor de historia en el
Colegio Nacional, hombre de estudio y escritor». (J. A. Gutiérrez. Historia...,
90). Los que fueron sus discípulos tanto en el Colegio Nacional, como en la
Facultad de Derecho, contándome yo entre estos últimos, lo recordamos con todo
el cariño que supo inspirar, muy a pesar de sus nervios y violencias, las
cuales nunca fueron evocadas con odio, sino con risueña nostalgia afectuosa.
Fue proclamado Maestro de la Juventud, no recordando con precisión el año.
Falleció jubilado.
José Peredo Antelo. Alternó las tareas del periodismo con
las de la enseñanza; ha sido profesor de varias cátedras en Santa Cruz. En
Sucre dió examen de competencia para regentar la de Filosofía, con gran éxito y
brillantez. Separado de sus funciones por sus ideas anticatólicas, inició un proceso
bullado. (Consultar sus folletos Estudios Psicológicos, Sucre, Imp. Bolívar,
1910; 39 y algún otro más en que detalla sus luchas en Sucre).
Antonio Egüez Bazán. Según confesión propia, desde los 18
años había prestado ininterrumpidamente sus servicios en el ramo de
instrucción; falleció alrededor de los 60, en pleno ejercicio de sus funciones.
Su expediente de jubilación con algo así como 30 años de servicios acreditados
con los documentos originales, al ser presentado en 1915 al Rectorado de la Universidad
para la tramitación respectiva, fue entrepapelado definitivamente por unos
ex-discípulos suyos que le guardaban antiguos agravios. «Profesor de latín
e idioma nacional, periodista y laborioso maestro». (J. A.
Gutiérrez. Ob. cit., 51).
Manuel Angel del Prado. Largos años dedicados a la enseñanza
primaria; jubilado por servicios en el ramo.
Teodoro Limpias Pinto. Profesor muchos años de la Facultad
de Derecho; ha publicado unas Nociones de Derecho Civil.
José Gregorio Algarañaz. «Catedrático de latín y
religión». (J. A. Gutiérrez. Ob. cit., 51). Ha sido profesor muchos
años, y magüer sus defectos, ha sido muy querido de sus discípulos, entre los
cuales me cuento.
Manuel José Vaca. Profesor de Física; en el desempeño, de su
cátedra implantó nuevos sistemas educativos y más racionales métodos
pedagógicos. (Dato proporcionado por el doctor José Callaú).
Angel Vázquez. Muchos años dedicados a la enseñanza,
habiendo educado muchas generaciones Profesor y Director Interino del Colegio
Seminario. Autor de un texto de Química. Figura como colaborador del texto de
geografía de don José Benjamín Burela. Profesor de Derecho y de un Liceo que
existió en Santa Cruz. Secretario General de la Universidad. (El Oriente, Santa
Cruz, julio 1935, donde consta un artículo del doctor Plácido Molina Mostajo,
con algunos datos biográficos).
Adolfo Guardia Berdecio. Desempeñaba con lucimiento una
cátedra en el Colegio Nacional de Santa Cruz, y de allí fue invitado a ocupar
el cargo de profesor de Filosofía en Sucre. Tiene publicadas unas Nociones de
Antropología.
Adolfo Flores Velasco. En su múltiple labor también dedicó
sus actividades a la enseñanza; autor de un texto didáctico de Química,
publicado en La Paz, 1889 y que tengo a la vista.
Emilio Molina, padre e hijo. Largos años dedicados a la
enseñanza; el hijo era normalista de Sucre y falleció en pleno ejercicio de sus
funciones.
Emilio Finot. Toda su vida se ocupó de la enseñanza y
compuso una Antología de carácter didáctico, editada en 1913 en dos volúmenes.
Profesor muchos años, murió en pleno ejercicio de sus funciones.
Saúl Serrate. Profesor varios años del Colegio Seminario,
actuó con brillo y merece él que como tal se lo recuerde entre los
educacionistas.
HUMANISTAS.
Juan Lorenzo Campero. Sus títulos como humanista constan en
publicaciones varias. (Piezas 394, 1123, 2006, 2888 de René-Moreno, Biblioteca
Boliviana, Santiago, 1879).
José Mariano Durán Canelas. Su trabajo de 1869, siendo
estudiante del tercer año de Derecho, sobre Conciliación del interés
personal..., lo acreditan como tal. (Pieza 728 de René-Moreno, Biblioteca...,
Santiago, 1879). Tercer sobresaliente en el 3er. año de derecho de 1869.
(Manuel José Ribera, Memoria presentada por el Ministro de Justicia, Instrucción
Pública y Culto a las Cámaras Legislativas de 1870, La Paz, Imp. de la Unión
Americana; 13 de los anexos de Instrucción Pública).
Antonio Paniagua. Perteneció a esa generación de humanistas
de cultura sólida que floreció en la mitad del siglo pasado. Mi padre que fue
su discípulo, me lo retrataba como tal. Latinista y erudito. Hombre modesto, su
vida la pasó entre los libros, nutriendo su cerebro con paciencia benedictina;
representaba a esos viejos maestros que todo lo sabían, a cuyo paso se destocaba
la juventud con veneración como ante los portentos del Renacimiento que
dominaban la ciencia conocida». (J. A. Gutiérrez. Historia..., 44).
Prudencio Vidal de Claudio. Notable humanista, muy erudito
en cánones y latines; intervino en las famosas polémicas del cisma religioso
cruceño de mediados del siglo pasado. (Piezas 463, 464, y 466 de René-Moreno,
Biblioteca, Santiago, 1879).
Para más datos sobre Prudencio Vidal de Claudio: A. Melgar
Montaño, El Archivo, Nro. 8, Santa Cruz, 1937.
Nicéforo Guardia. Este cura era relacionado de mi padre, y
por ello me es conocida la enorme cultura humanística del autor del Calendario
religioso y de hechos históricos de América..., Lisboa s/f.
Manuel María Caballero. Introductor del materialismo en
Bolivia, junto con don Angel Menacho. (Consultar la introducción de René-Moreno
a su novela «la Isla» Revista Chilena, Tomo VI; 374).
Angel Menacho. Introductor del materialismo en Bolivia,
junto con Manuel María Caballero. Véase nombre anterior.
Ignacio Terán. Posiblemente el último humanista cruceño de
esa época a que antes me he referido. A mi padre, que fue su discípulo le oí
mucho sobre la enorme cultura de Terán, y existen pruebas en testimonio público
de día. (El Cruzado periódico de Sucre, donde aparece su estudio sobre El
Diluvio Universal y Tiahuanacu. Este volumen se hallaba en la Biblioteca Angel
Vázquez, hoy propiedad del Municipio de Santa Cruz). Consultar su ensayo.
«Estudios fonológicos sobre el alfabeto quechua», en Boletín de la Sociedad
Geográfica Sucre; Vol. IV, Nro. 37.
Nicomedes Antelo. «La manifestación característica de su
genio fue la reforma y la propaganda. Ha sido un apóstol del progreso humano en
todas las cuestiones que la filosofía y las ciencias han abordado en los
últimos veinte años. Sabio a la antigua, su cátedra estaba abierta donde
hubiese uno solo que lo escuchara». (José Abel Palacios. «Nicomedes Antelo»
artículo publicado en La Prensa de Buenos Aires, 11 de julio de 1883). «Era un
sacerdote de la religión del porvenir, un pontífice del libre pensamiento, un
heraldo de la humanidad». (Alejo Peyret. Discurso pronunciado por el redactor
principal de El Libre Pensamiento en la tumba de Nicomedes Antelo). Sus
numerosos folletos y escritos periodísticos así lo acreditan. Sobre todo, su
ensayo de polémica titulado El poeta y el fraile, con dos ediciones de 1865, en
Salta y Buenos Aires. (Nro. 3567 de René-Moreno, Primer Suplemento a la
Biblioteca Boliviana, Santiago, 1908).
José Peredo Antelo. Sus numerosos folletos, conferencias y
artículos de índole filosófica, religiosa y social, lo acreditan como
humanista.
Adolfo Flores Velasco. Dentro de lo relativo de nuestro
medio, este hombre múltiple fue también un humanista. Sabía de Derecho, era
médico, de cultura inmensa en literatura, erudito en cuestiones sociales y
filosóficas; todo lo dominaba con gran conocimiento. Por ello solicito un sitio
en esta catalogación de humanistas, aunque no haya dejado ninguna obra al
respecto publicada.
FILÓSOFOS.
Nicomedes Antelo. «La manifestación característica de su
genio fue la reforma y la propaganda. Ha sido un apóstol del progreso humano en
todas las cuestiones que la filosofía y las ciencias han abordado y resuelto en
los últimos veinte años». (José Abel Palacios. «Nicomedes Antelo»; artículo
publicado en La Prensa de Buenos Aires, 11 de Julio de 1883). Largos párrafos
hay en la biografía escrita por René-Moreno que lo indican como filósofo
(dentro de lo relativo de nuestro medio). Su producción en folletos de la
índole como El poeta y el fraile (Salta y Buenos Aires, 1865) que tengo a la
vista, así como sus artículos periodísticos, confirman esta opinión.
José Peredo Antelo. Sus conferencias pronunciadas en el seno
de la «Sociedad Católico Literaria» y publicadas en El Bien Social así como sus
«Ensayos psicológicos» presentados como tesis para regentar una cátedra en
Sucre, son suficientes documentos para acreditarlo como tal; enseñó mucho
tiempo esa asignatura y en Sucre la obtuvo por examen bulladísimo de
competencia. Hay un folleto de él mismo donde cuenta todo esto, folleto
existente en la Biblioteca Angel Vázquez, hoy propiedad del Municipio de Santa
Cruz.
ORADORES.
No pretendo ni mucho menos que cada uno de los por mí
citados fue un Demóstenes o un Mirabeau. No; pero dentro de lo relativo fueron
oradores lo suficientemente valiosos, como para que nosotros los recordemos
como tales. La característica de esta oratoria era precisamente la verbosidad
fácil y brillante, influida por la misma naturaleza tropical, pero no aplicada
a ella, sino a temas humanos.
Por supuesto que tales oradores, estuvieron muy lejos de ser
modelos universales, una vez que según la opinión de un francés «el arte de la
elocuencia es el primero y más difícil de todos, el que exige toda una vida de
hombre para ser practicado con perfección» (Gastón Boissier. El fin del
paganismo, Madrid, 1908, Vol. I, 163). Tampoco hicieron ninguna labor de técnica
ni de perfeccionamiento, pues jamás tuvieron en cuenta que la oratoria «es una
disciplina extremadamente delicada y compleja, que domina al orador, por
decirlo así desde la cuna y que continúa imponiéndose hasta cuando ha salido
del período de formación». (Alberto Grenier. El genio romano en la religión en
el pensamiento y en el arte, Barcelona, 1927; 264).
Pero en la vida política, social y cultural de Santa Cruz,
fueron alguna luz, pequeña y débil, pero luz ya. Justo es el recordarlos,
Incluyéndose entre ellos a los parlamentarios y polemistas.
Gil Antonio Toledo, Sobre su oratoria, no tengo más datos
que su actuación, muy brillante por cierto, en el Parlamento de 1839, cuyos
tres volúmenes son suficiente testimonio para acreditar sus condiciones de tal.
Conste que es muy posible el que diarios de ese entonces traigan mayores
informaciones, que yo no he podido verificar, ateniéndome únicamente a los
escasos medios de que puedo disponer.
No es ocasión detallar aquí en toda su amplitud la labor de
Toledo como parlamentario, sino simplemente, dejar constancia de tal y nada
más. Era violento en sus juicios, cortos, rápidos, y centelleantes y puede que
hasta agresivos; replicaba inmediatamente, sin dilaciones y en lenguaje
cortante y con dejos de insolencia orgullosa. Como simple aporte y comprobación
de estos asertos, copiaré aquí algunas escenas de ese parlamento citado en
cuyas discusiones tanta intervención existe de parte de Toledo en asuntos de
diversa índole. Vayan aquí algunos de carácter político.
Ballivián acababa de sublevarse en La Paz, el 7 de julio de
1839. (René-Moreno. La restauración de 1839, inédito). la noticia llegó a Sucre
el 12 de julio, cuando los congresales se hallaban en la 18a. sesión, Entre
tantos discursos y proclamas, el representante por Chuquisaca don Mariano Reyes
Cardona, propuso que se declare traidor al diputado que abandone el Congreso en
esos momentos de prueba o que no concurra a sesión. El Diputado don Gil Antonio
Toledo, pidió la palabra para manifestar lo siguiente:
«Que si llegara el triste e inesperado caso de que cualquier
diputado abandonase su asiento, más claro, que desertase de las banderas de la
Representación Nacional, sería el primero, no sólo en declararlo fuera de la
ley, sino en condenarlo hasta al último suplicio con la mayor serenidad; pero
que el suponerlo sólo le parecía una ofensa, un agravio al patriotismo de los
Representantes del pueblo y que por tanto se oponía a la adición del articulo
propuesto por el H. señor Reyes». (Redactor del Congreso Nacional de 1839, La
Paz, 1920, Vol. I, 189).
La Cámara resolvió lanzar unas proclamas contra el motín
ballivianista, y al discutirse en detalle el primer acápite, el diputado Toledo
pidió y obtuvo que la palabra «General», con que se nombraba al después
vencedor de Ingavi, sea sustituida con la de «traidor». En el segundo acápite
se hablaba de que Ballivián entregaba a la Patria «dejándola vendida al
Ejército extranjero que pretendía invadirías. Se modificó con «cualquier
ejército», a moción del H. Toledo, quién siguió haciendo uso de la palabra en
forma violenta y respondiendo por si a todas las observaciones.
La rebelión del norte había declarado faccioso al Congreso y
amenazaba su seguridad; ante esta emergencia, el 15 de julio, el diputado por
Chuquisaca, Manuel Escóbar, propuso que el Congreso delegue sus poderes a una
comisión de cinco miembros, para así quedar en mayor libertad de defensa;
inmediatamente hizo uso de la palabra el H. Toledo para manifestar lo que
sigue: «La energía es uno de los diques contra la tiranía y la fuerza. Pero si
el Congreso manteniéndose firme esperase a su enemigo y sucumbiese bajo sus
golpes, le habría proporcionado el mejor triunfo y asegurado la victoria del
rebelde que trata de esclavizar su patria. Recuérdese para esto señores el
hecho glorioso que salvó la España de la muy terrible invasión. Huyendo las
Cortes y vagando de un punto a otro, concentraban la opinión, inflamaban el
patriotismo, incendiaban los pueblos con el fuego santo de la libertad, cuya
conveniencia afianzó la dignidad e independencia de la Nación. Por estas y
otras razones, apoyo la indicación del H. señor Escobar». (Redactor del
Congreso Nacional de 1839, citado, 235).
Sería demasiado largo el estar citando y citando los
discursos del diputado por Santa Cruz don Gil Antonio Toledo. Conste sí que en
ellos puede juzgarse bastante enjundia y armonía de dicción, al mismo tiempo
que fuerza y teniendo en cuenta que apenas se hacían resúmenes de los
discursos, es posible imaginarse lo que serían en todo su contenido. Suficiente
para comprobar a Toledo como orador parlamentario.
José Joaquín de Aguirre. En los tres volúmenes del Redactor
del Congreso Nacional de 1839, constan los actuados de Aguirre como
parlamentario; a título de simple información y completamente al azar, se citan
aquí el lugar donde se hallan algunas alocuciones. (Páginas 598 del I. Vol.;
51, 327 del II. Vol. 362 y 685 del III. Vol.).
Más que elocuencia, se nota en él gran versación en los
negocios parlamentarios y su manejo en el curso de las discusiones.
Manuel José Castro. Extenso sería el detallar aquí su
actuación en el Congreso de 1839; un estudio prolijo de sus actas revelarían
grandes sorpresas sobre el valer de este representante por Santa Cruz.
(Redactor citado).
Manuel María Caballero. Nacido en Vallegrande en 1819,
fallecido en 1866. Tan famoso, que el eco de su verba renombrada ha llegado
hasta mí; le llamaban «Pico de oro» y bien podríamos nosotros apodarlo en
griego «Crisóstomo», como el San Juan epónimo. (Alejandro Vicuña, Crisóstomo,
Santiago de Chile, 1936). En Sucre y aún en La Paz, he oído el recuerdo de la
fama oratoria de este ilustre orador y así consta en los apuntes sobre él
escritos. (Samuel Velasco Flor. Vidas de bolivianos célebres; Potosí, 1871;
72). Sin incurrir en hipérbole, podría aplicarse a Caballero el juicio de la
posteridad con referencia al estadista brasileño José Thomas Nabuco de Araujo:
«Os seus discursos, nao eram conferencias literarias; eram acontecimientos
parlamentares, tiravam a vida do momento em que eram proferidos; eram, se me posso
exprimir assim, partos de situaçoes políticas. Elle nao falava senao sobre
assumptos de que estivesse possuido, em que sentisse vivamente, dahí a
seriedade de tudo que diz; nem un vestigio de leveza, de familiaridade com a
assemblea; a questao que trata e sempre grave para elle. O que anima suas
phrases e a confiança na sancçao moral, a despeito de indriferença exterior.
Nao ha nelle feminidade literaria, nem scepticismo critico; ha un quasi fervor
religioso; na forma, e em parte un Jurisconsulto romano, em parte un doutor de
Igreja». (Joaquim Nabuco Um estadista do Imperio, Río de Janeiro, 1936, Vol.
II, 399).
Miguel María de Aguirrre. Orador y polemista parlamentario.
En 1828, sesionando en los momentos difíciles de la invasión de
Gamarra, «El diputado que más se distinguió por su energía y por su
elocuente discurso en aquel acto patriótico, fue don Miguel María
Aguirre». (Manuel José Cortés. Ensayo sobre la historia de Bolivia,
Sucre 1861; 119). En las discusiones de agregación definitiva de Tarija, como
provincia o como Departamento pronunció discursos vehementes. (Agustín
Iturricha. Historia de Bolivia bajo la administración del Mariscal Andrés Santa
cruz, Sucre, 1920, Vol.I, 304). Los tres volúmenes del Redactor del Congreso
Nacional de 1839, (La Paz, 1920-21) están llenos de sus discursos.
Francisco María del Granado. No fue sólo un ilustre prelado,
sino también notable orador sagrado. vale la pena consignar aquí lo que consta
en un libro nacional: «Del Granado es uno de estos escogidos, que a la pureza
de costumbres individuales, reúne las dotes de orador ilustrado, discreto y
elocuente». (Santiago Vaca Guzmán. Literatura Boliviana, Buenos Aires, 1883;
65). La oratoria del Obispo Granado consta en publicaciones (Piezas 1209,1243,
3268, 3270 y 3271 de René-Moreno. Biblioteca..., Santiago, 1879). Una nota
biográfica dice: «Obispo, orador y filántropo. Estudió en los colegios de Santa
Cruz y en la Universidad de San Simón, donde se doctoró en teología. Sus altas
virtudes cristianas, su innato sentimiento de beneficencia, corrían pareja con
sus maravillosas dotes oratorias; 'Granado -dice uno de sus biógrafos- en los
arrebatos de su elocuencia se remontaba hasta llegar a los límites de la
transfiguración: se divinizaba'. Sus poesías, sus cartas pastorales y las
oraciones que ha dejado, son modelo de amor cristiano y de elocuencia. El
pueblo de Cochabamba le erigió, en septiembre de 1921, un monumento que expresa
la intensa veneración con que se guarda la memoria del excepcional sacerdote».
(Bolivia en el primer centenario de su independencia, 1925; 385).
Esteban Rosas. Muy afamado por sus discursos parlamentarios
ello consta de referencias oídas en el hogar y de cartas del Dr. Angel
Sandoval.
Miguel Suárez Arana. Famosos han quedado en los anales
parlamentarios los discursos de este eminente hombre de empresa. Sobre todo en
el Senado de 1886, cuando interpeló al Ministro de Colonias Juan Crisóstomo
Carrillo, y al tratarse del proyecto de división administrativa y de la
cuestión Cuevo e Ibo.
José Belisario Santisteban. Indiscutiblemente, el orador
filosófico mejor que yo haya escuchado en Santa Cruz; jamás leía alocución
alguna y ya sea en el salón de estudios de su Seminario, como donde fuera preciso,
era maravilloso en la elegancia de su lenguaje, arquitectura de dicción, así
como en la sonoridad de la frase y profundidad de los conceptos.
Jerónimo Otazo. Hombre dotado de gran poder de dominio sobre
las masas. Su figura severa e imponente, cuando sacudía su larga y blanca
melena, adquiría una aureola rara y fascinante, trayendo involuntariamente a la
memoria la evocación de los revolucionarios franceses o los rusos de hoy.
Cuando se inauguraba la estatua de Warnes, en 1920, el viejo Otazo, perdido
allí y anónimo entre la muchedumbre, se inspiró y subido en un banco pronunció
un discurso completamente fuera de programa y de protocolo; brillante, emotivo
y corto; yo fui uno de los que con más entusiasmo le aplaudió.
José Manuel Aponte. Niño, he tenido ocasión de escuchar
muchos discursos en banquetes y otras fiestas a mi tío don José Manuel Aponte,
y puedo afirmar que merece el figurar entre los oradores; recuerdo una comida
de los argentinos residentes en Santa Cruz, celebrando el centenario de la
proclamación de la independencia (9 de julio de 1916); allí, a ruego de algunos
concurrentes, y completamente improvisado, pronunció Aponte un discurso
maravilloso. Muchas de sus piezas oratorias, fueron publicadas en la prensa de
Santa Cruz y ello consta en las colecciones de la Biblioteca Angel Vázquez, hoy
en poder del Municipio de Santa Cruz.
Federico Rodríguez. A mi padre he oído ponderar la oratoria
sagrada del político prebendado; oírle recitar largos párrafos de un sermón
pronunciado acerca de la suprema virtud de perdonar, y eran de gran belleza;
agregaba mi padre como comentario, que posiblemente nadie sabría menos de
perdonar, que aquél que lo predicaba con tanta unción.
Pastor Vargas. Le conocí mucho; siendo adolescente; le
escuché sus discursos políticos en los clubes liberales.
HISTORIADORES.
Miguel Maria de Aguirre. Autor de un «Bosquejo
histórico de Bolivia», Revista de Cochabamba, 1852, no publicado en su
totalidad existiendo referencias sobre él y hasta transcripciones valiosas.
«El Bosquejo del Sr. D. Miguel María de Aguirre, que no se
ha publicado sino en parte, contiene en corto espacio muchas noticias acerca de
la conquista del Nuevo Mundo. El autor quería que una reseña general de la
historia de América, sirviese de introducción a la historia de Bolivia». (Manuel
José Cortés. Ensayo sobre la historia de Bolivia, Sucre, 1861; 262).
Miguel Rivas. Autor de una apasionada Dictadura Linares.
Reseña Histórica, Tacna, 1873 (Pieza 339 de René-Moreno. Biblioteca...,
Santiago, 1879) (1).
Zoilo Flores. Autor de un libro muy interesante: Efemérides
Americanas. Precedidas de un bosquejo histórico sobre el descubrimiento, la
conquista y la guerra de la independencia de la América Española, Tacna, Imp.
de «El Progreso», 1869. Servía en la redacción de El País de Santa Cruz en
1921, para la composición de una especie de día histórico. Un ejemplar de este
libro existe en la biblioteca de Angel Vázquez, hoy propiedad del Municipio de
Santa Cruz. René-Moreno lo trae en su catálogo, con el siguiente
comentario: «Una de las publicaciones más extensas en la materia».
(Biblioteca..., Santiago, 1879, pieza 1344). Además la pieza 345, de igual
libro, al tratar de límites, reafirma su condición de historiador.
Nicéforo Guardia. Autor de unas Efemérides que lo acreditan
como historiador.
Victorino Rivero. Todo estudio de límites por su propia índole
requiere versación histórica y jurídica a la vez, por tanto los que de ello se
han ocupado, merecen figurar en ambas actividades. Caso concreto el de don
Victorino Rivero. (Piezas 454 y 3750 de René-Moreno. Biblioteca Boliviana,
Santiago, 1879 y Primer suplemento a la Biblioteca boliviana, Santiago, 1900,
respectivamente). «Rivero era dueño de un archivo importante de documentos
relacionados con nuestra historia departamental y a él debemos muchas
apuntaciones y observaciones de los tiempos pasados». (J. A.
Gutiérrez. Historia..., 43).
Artículos sobre historia cruceña publicó en El Eventual y
sobre el cisma religioso en El Correo del Plata. (A. Melgar Montaño: El
Archivo, Nro. 8, Santa Cruz, 1937). Tenía unos apuntes sobre lista cronológica
de los Prefectos de Santa Cruz, que he utilizado mucho en este trabajo. (L.
Lavadenz Reyes. Almanaque guía del Departamento de Santa Cruz, 1903). (2).
Pedro Ignacio Cortés. Como escritor sobre limites
cruceño-chuquisaqueños, merece ser considerado como historiador y como jurista.
(Pieza 43 de las «Adiciones» de E. Finot en Boletín de la Sociedad
Geográfica de Sucre, Nos. 155-157).
Emilio Flnot. Acreditó en numerosas producciones sus
condiciones de historiador; escribió un ensayo bibliográfico sobre René-Moreno,
publicado en 1910, y un estudio titulado Últimos días coloniales en Santa Cruz
de la Sierra, del cual apenas conozco un fragmento publicado. Plácido Molina
Mostajo: Guía del oriente boliviano. Santa Cruz, 1912, I, IV).
NATURALISTAS.
Nicomedes Antelo. El ensayo de René-Moreno sobre Nicomedes
Antelo, corre publicado en su libro Bolivia y Argentina. Notas biográficas y
bibliográficas, Santiago, 1901. Allí existen referencias concretas y claras,
por sí solas suficientes para calificar a Antelo como naturalista. Fuera de
estas alusiones incidentales pueden constatarse afirmaciones categóricas,
rotundas e incontrovertibles, tales como «veíalo Antelo como naturalista, y
como naturalista creía, etc. » (Pág. 161); o bien, «esas primeras
convicciones del naturalista de Santa Cruz de la Sierra», (Pág. 174). Pero el
asunto es más claro aún y merece el extenderse un poco sobre él, copiando más
párrafos.
«Sus preferencias durante los cursos se manifestaron en
favor de la historia natural y una circunstancia favoreció en él esta afición
aún antes que el ramo figurase en la enseñanza del Colegio de Ciencias».
Prosigue en sus referencias sobre la personalidad de D'Orbigny: «Sus
libros botánicos y zoológicos de [D'Orbigny] y sus manuales de disector y
dibujante naturalista quedaron en Santa Cruz el año 1832. Algunos jóvenes
cruceños se apoderaron de ellos con ardimiento. Bajo su dictado [se entiende
que de los libros y papeles] se entregaron a estudios prácticos de primera mano
en ambos reinos de la naturaleza, y ¡qué naturaleza la de Santa Cruz! tuvieron
séquito y formaron escuela o si decimos un grupo de estudiosos muy entusiastas,
que leían pacientes en la noche y observaban curiosos en el día».
«Antelo entre ellos. De aquí un dicho suyo: 'La zoología de
1831 era una gran zoología, una narración descriptiva muy bien documentada, si
bien dejaba mucho por analizar o para meditar más tarde. Los que temprano nos
abrazamos con ella a campo raso, no hemos hecho después antesala para asistir,
bajo techo, a las bodas actuales del microscopio con la fisiología. De un
tranco hemos entrado en el palacio anatómico de la vivisección, palacio unido
hoy al de la disección, como unidas están las Tullerías al Louvre’».
«Ya no pensó, salido del Colegio, sino en la flora y fauna
de aquellas selvas y praderas, alumbradas por las llamas del sol, cobijadas por
los torrentes de las nubes. Perdíase de la ciudad meses y también años
persiguiendo pájaros, cuadrúpedos y reptiles, rebuscando plantas y flores
peregrinas. Hízose disector y dibujante. Acompañábale su cuñado Félix San
martín, argentino. Recorrieron de Norte a Sur y de Este a Oeste el Oriente
boliviano. Ellos formaron juntos la colección cruceña que hoy se admira en el
museo de Buenos Aires». (p. 131 y 132).
Creo que mayor demostración de que Antelo era naturalista no
puede caber ya. La pieza bibliográfica que René-Moreno cita al comenzar su
estudio sobre Antelo, contiene un trabajo que lo acredita como naturalista.
Tengo a la vista aquí, el Álbum Patriótico de 1882, y de la página 71 a 123
corre «Productos Bolivianos. Disertación del señor D. Nicomedes Antelo», del
cual apenas leyó una ligera introducción que termina en la página 75,
continuando con «Bolivia. Sus productos naturales», con la siguiente
dedicatoria: «A mi patria, en el día de su Independencia».
Busco en toda la biografía de Antelo donde consta haber sido
acompañante de D'Orbigny, como usted lo afirma y no puedo encontrar el dato. Es
lógico, pues no existe, ya que René-Moreno mal podía afirmar tamaño
anacronismo. Nicomedes Antelo nació en Santa Cruz el 9 de septiembre de 1829.
(Libros de Bautismos correspondientes al año 1829 de la Parroquia del Sagrario
de Santa Cruz de la Sierra). Alcide D'Orbigny, que llegó a Santa Cruz por
primera vez el 17 de noviembre de 1830 y se ausentó el 23 de junio de
1831. (Alcide D’Orbigny. Voyage dans l’Amerique Meridionale, París,
1839-1843, Vol. II; 523 y 579).
SATÍRICOS.
Felipe Leonor Ribera; Gil Antonio Peña; Pedro Ignacio Cortés
y Vicente Herrera. Comentando su artículo, en mi carta del 5 de agosto, en el
párrafo omisiones y con referencia a escritores humoristas decía: «La
Lechuza es todo un monumento de sátira; el verso viejo dice:
Los lechuceros son tres
Ribera, Peña y Cortés
aludiendo a don Felipe Leonor, a don Gil Antonio y a don
Pedro Ignacio, a los cuales olvida Ud. en su clasificación. Asimismo Vicente
Herrera, que aunque obsceno, es interesante como característica modalidad. Su
Almanaque de Cotoca y su Cuyabo, son bastante interesantes».
A estas observaciones usted respondióme: «Los escritores de
La Lechuza no han dejado absolutamente nada de personal y sobresaliente en
primera línea, sino chistes de barrio y de cierta oportunidad, que pasada la
ocasión decrece su importancia y significación. He creído pues, que la
actuación de los ‘lechuceros’, estaba en la prensa, en la política o en la
poesía. Si esto le digo de los señores Peña, Ribera (quién niega y ha negado
siempre ser ‘lechucero’) y Cortés, con mayor razón me afirmo en mi criterio, en
lo referente a Vicente Herrera, que no valió nada como ingenio, ni como gusto,
ni como ironía. Era un simple chistoso, vulgar y ramplón y con dejo a rústico,
que en cuanto a mí no le concedo ni los honores del folklore. No puede pasar a
la Historia, porque en esta forma, tendríamos que hacerlo ingresar también al
insigne mentiroso de Rafael Rivero, de festiva recordación para nuestros
padres».
Permítame usted, que analice y considere este asunto, con la
debida extensión.
El caso de los «lechuceros» y de Vicente Herrera, no es
el primero ni ha de ser el último en los anales de las letras; satíricos y
obscenos han pasado a la historia como tales y aún continúan en sus altos
sitiales de valer. Permítame el citar algunos.
Al azar puedo hacer mención de Aristófanes, en el clasicismo
griego de quién dice un comentarista: «Alegrías agrestes, palabrerías de
mujeres, querellas domésticas, riñas de mercado, interiores de cocina, escenas
de tribunales, tumultos de plaza pública, todo lo ha pintado Aristófanes con
mano maestra». (El Intelecto helénico por Pompeyo Gener, Barcelona, 162).
Sigamos con los latinos; hay por ahí un libro de Ernesto
Quesada que estudia estos aspectos. (La sociedad romana en el primer siglo de
nuestra era. Estudio crítico sobre Persio y Juvenal. Buenos Aires, 1878), y en
el cual analiza toda la cruda y obscena sátira de estos famosos libelistas.
Respecto de Juvenal, un autor dice; «Sus pinturas son de un realismo tan
crudo, que hoy apenas serian tolerables en esos librejos pornográficos ocultos
en la papelera de los colegiales, que los leen a hurtadillas, para estimular
con la desnudez de sus láminas y las procacidades de su estilo, una sangre
pronta a alborotarse a la menor provocación. (Los satíricos latinos, por Germán
Salinas, Valencia, Sempere, Vol. II, 183). Cuando se estudia a la literatura
histórica de esa época, se tropieza a cada paso con referencias sobre esa
licencia en los escritos coetáneos. (H. Peter Die Geschichtliche Literatur
Ueber die Roemische Kaiserzeit, Berlín, 1897, 2 Vol.). ¿Quién más crudo que
Petronio? Esa crudeza de los cuadros de El Satiricón han sido y son materia de
especial estudio de los que investigan tal época y tales aspectos. (Petronio y
su tiempo, por Fernando de Azevedo, Buenos Aires; 49). Que no haya estado en la
intención de Petronio el hacer cátedra ni de moralidad ni de escándalo,
consiento; sus descripciones son muy naturales, pero rayanas en la obscenidad.
(Alfredo Gudemann. Historia de la literatura latina, Barcelona, 1926; 241).
Dejando a los latinos, vamos a Rabelais. Sobre lo que fue y
lo que valió en el renacimiento francés. Su Gargantúa y Pantagruel son de una
socarronería chispeante, de una gran ironía que hace desternillar de risa, pero
es obsceno y bien obsceno. Un francés, al historiar la época, entre tantas
cualidades de Rabelais, dice que deben reunirse muchas cosas y entre las cuales
cuenta «...las comilonas aldeanas, la torpe alegría de los vientres
hartos de la Italia burlona, lo verde de sus cuentos; de los faibleaux, las
hediondas catástrofes, de la medicina la crudeza de los términos; del derecho
la técnica misteriosa; de Teniers el sensualismo de sus brutos repletos de
hipocrás'... Agrega muchas cosas más, buenas y malas, recomendando su mezcla, y
así «se tendrá una idea de lo que fue la inspiración de Rabelais». (Leo
Claretie. Historia de la literatura francesa, París, 1908, Vol. I, 250).
Ahí tiene Ud. algunos ejemplos tomados al azar sobre grandes
cumbres de la literatura universal y que fueron satíricos y obscenos, sin que
esto les desmerezca en el concepto de la posteridad que juzga tales obras con
criterio amplio.
El historiador, o el cronista si usted quiere, no puede en
ningún caso dejar de lado ese precioso material de documentación que significa
un órgano periodístico del género de La Lechuza que nos da la crónica
escandalosa y pornográfica de toda una época. Si según Guizot, la comedia
antigua representa lo que hoy para nosotros la prensa, (Menandre. Etude
historique et litteraire sur la comedie et la societe grecques, París, 1866;
146), ese periódico mordaz y envenenado, nos da la clave de muchas cosas de la
época.
Al respecto y con relación al valor del documento para la
información histórica, un escritor relativamente reciente, dice: «Los
documentos literarios: cuentos, proverbios, leyendas, romances, representan uno
de los medios mejores de reconstruir la estructura mental de un pueblo. Su
testimonio enseña cómo se comporta una nación en las diversas circunstancias de
su vida y cual es la escala de sus valores. Sin duda, el carácter de un pueblo
se revela a través de todas sus producciones; pero donde hay que buscar
principalmente este carácter es en sus obras literarias». (Gustave Le
Bon. Bases científicas de una filosofía de la historia, Madrid, 1931;
108).
Ello confirma mi aserto y mi defensa de La Lechuza y sus
redactores. No es posible encastillarse en un concepto estrecho y desde él
pontificar acerca de ningún valor y trascendencia de toda una larga labor de
prensa, que dañina y perversa significó un estado social típico de nuestro
medio; no es posible escoger sólo ciertos aspectos del pasado y dejar los demás
en la sombra por mero capricho. Tampoco se puede dejar de lado a esos hombres,
por el solo hecho de que no son de nuestras simpatías; el hombre es la
raigambre más fuerte de los hechos históricos. «Mais, j'ai, compris
depuis, que l'histoire n'est pas un simple jeu d'abstractions, que les hommes y
son plus que les doctrines». (Ernest Renan. Vie de Jesus, 73e. edition, París,
1928, Introduction, page C). Antes que condenar con violencia, preferible
es tratar de comprender a esos hombres, interpretar sus intenciones y lo que
fueron y valieron en su género, y dentro de un relativismo amplio, ya que es
preciso no olvidar que «écrire l'histoire, c'est donc traduire et transposer
presque continuellement». (Paul Sabatier, Vie de S. Francois D'Assise,
París, 1926, 46e. ed.; 218).
Podráse decir que no era nada noble ni nada digno el papel
desempeñado por los redactores del odiado pasquín, pero preciso es no olvidar
que tales sátiras formaron conciencia y por sí solas constituyeron un hecho
histórico perfectamente definido. Es un francés miembro de la Academia, quien
dice: «Las pasiones, en cuanto son la causa de acontecimientos, son la
substancia misma de la historia». (Hipólito Taine. Tito Livio, Madrid; 196).
Confírmase esta opinión con lo que sostiene un teórico de la
historia: «Para ser histórico un hecho, es decir para servir de base a la
evolución, debe extenderse a un grupo más o menos considerable de individuos.
Nunca podría un hecho puramente individual dar materia para la historia. Para
que el que sea individual por su origen pueda tener valor histórico, es preciso
que influya en las masas más o menos hondas de la humanidad, o que represente con
apariencias individuales intereses o hechos generales. Así por ejemplo, nos
interesa como documento histórico la lista del banquete dado el primero de mayo
en un colegio rumano de Dacia. Representa una costumbre general que nuestros
antepasados seguían en tal fecha, costumbre que se conserva entre los rumanos
de hoy». (A. D. Xenopol. Teoría de la historia, Madrid 1911; 434).
Precisamente La Lechuza y sus redactores, influyeron en la
opinión pública de Santa Cruz, y por tanto tienen toda la característica del
hecho histórico, ya que «sean obra de pocos, o sean obra de muchos, los
fenómenos sociales afectan comunmente por su naturaleza a la sociedad entera».
(Valentín Letelier. La evolución de la historia, Santiago, 1900, Vol. II, 457).
Por supuesto que los móviles eran bajos, rastreros, llenos
de maldad y de inquina, pero podríamos referirlos en un sentido general a la
«necesidad», no material, sino espiritual de esos hombres de entretener sus
ocios con esas maldades. «Todo proceso histórico, sin excepción ninguna puede
ser referido a necesidades, es decir en último resorte a sentimientos de
desagrado; estos sentimientos tienen por objeto la conservación de la vida y no
se comprenden sin la hipótesis de un instinto vital, de un deseo inherente a
todo lo que vive de afirmarse contra la destrucción y la
desaparición». (Max Nordau. El sentido de la historia, Madrid, 1911; 393).
Dentro de lo que fue nuestra sociedad de 1882 y 1883, La
Lechuza cabía perfectamente, y representó una modalidad propia, ya que «la
obra de arte está determinada por un conjunto formado por el estado general del
espíritu y por las costumbres que le rodean». (Hipólito Taine. Filosofía del
arte, Madrid; 76).
Podría objetarse que si bien La Lechuza merece el
considerarse, no así sus traviesos redactores y que por tanto no caben dentro
de la clasificación que contempla su artículo. Pero esto significaría un grave
error, pues precisamente es el factor «hombre» el que fisonomiza a
todo hecho, conforme se ha dicho antes. Recuerde que un pensador muy leído,
pretende reformar la historia de la estética con «la sostituzione de la
storia individualizante alla storia per concetti generale dei romantici e dei
vecchi idealisti». (Benedelto Croce. Nuovi saggi di estetica, Bari, 1920;177).
Es por todo ello que el historiador no puede nunca desdeñar
esos datos importantísimos sobre una época y su estado social, máxime si
entendemos por historiador, aquel a quién Macaulay define
así: «Historiador, tal y como debe serlo, es en nuestro concepto, aquel
que no produce en miniatura en las páginas de sus libros el carácter y el
espíritu de una época, y que no consigna un hecho ni atribuye a sus personajes
la menor palabra que no comprueba antes, y que sabe desechar y elegir y
combinar tan discretamente que dé a la verdad el encanto que usurpó la ficción.
En sus narraciones se observan las reglas de la perspectiva:unos sucesos están
en primer término y otros en segundo, pero cambiando, la escala, según la cual
los representa, no según la dignidad de los personajes que figuran en ellos,
sino según la cantidad de luz que arrojan sobre la condición de la sociedad y
la naturaleza humana. Y al propio tiempo que nos muestra la corte, los
campamentos, el Senado, nos muestra la nación. No habrá detalle característico
de las costumbres, ni anécdota ni frase familiar que le parezcan
insignificantes si son eficaces a ilustrar la acción de las leyes, de la
doctrina religiosa y de la enseñanza, y a indicar algún progreso del humano
espíritu. Ese historiador no descubrirá solamente a los hombres, sino que los
hará conocer en su vida interior. Los cambios que se verifiquen, así en las
costumbres como en el modo de ser de los pueblos, los indicará también, no con
algunas frases o citas de documentos estadísticos, sino por medio de imágenes
apropiadas al asunto y que habrá de poner delante de nuestros ojos a cada línea
que vaya escribiendo». (Lord Macaulay, Vidas de políticos ingleses, Madrid,
1911; 372).
Adolescente aún, yo leía y releía curioso las páginas de
pequeño formato del «periódico nocturno», como se llamaba a sí mismo. Mi tío
político, don Moisés Zambrano, contemporáneo de la época a que se refería La
Lechuza, me asesoraba, explicándome el oculto sentido de las alusiones y
poniendo ante mi vista todo el panorama social de entonces.
Yo me he leído esas páginas y allí en medio de tanta maldad
y ponzoña, encontré mucha gracia, mucha ironía, condimentados con sal y
pimienta de la tierra; muy propio y muy cruceño todo.
Tan muy nuestro es, que en mi concepto representa una
característica de la herencia española. Esa maldad, ese chiste barato a costa
de los demás, y esa maledicencia sañuda son muy típicas del temperamento
hispánico. Hágase constar aquí a este propósito la opinión de un gran pensador
muerto há poco.
«En la vida común y en el comercio corriente de las gentes,
la extrema pobreza de ideas nos lleva a rellenar la conversación como de ripio,
de palabrotas torpes, disfrazando así la tartamudez mental, hija de aquella
pobreza; y la tosquedad de ingenio, ayuno de sustancioso nutrimento, llévanos
de la mano a recrearnos en el chiste tabernario y bajamente obsceno. Persiste
la propensión a la basta ordinariez que señalé cual carácter de nuestro viejo
realismo castizo». (Miguel de Unamuno. En tomo al casticismo, Madrid, 1916;
208).
Un ensayista de nuestra historia literaria, ya observaba
este fenómeno en la tierra cruceña, cuando al referirse a las diversas
modalidades de las comarcas de Bolivia, decía: «Secciones existen, como Santa
Cruz de la Sierra, cuyos moradores tienen toda la vivacidad, accidentes y
espíritu del andaluz. El epigrama habitual en el lenguaje familiar, es un
instrumento indispensable en el debate; es una salsa necesaria para hacer
apetitosa la lectura; la victoria pertenece a aquel que más ha divertido a
costa del desventurado adversario. Esta disposición natural se traduce hasta en
las coplas populares destinadas a acompañar los bailecitos, las cuales abrazan
en pocos versos conceptos picantes. agudos e ingeniosos». (Santiago Vaca
Guzmán. La literatura boliviana. Buenos Aires, 1883; 32).
Rara me parece la negativa del doctor Felipe Leonor Ribera,
de haber sido uno de los «lechuceros», ¿vergüenza de los insultos que prodigó?
¿Arrepentimiento tardío de pasados errores? No sé. El ya referido don Moisés
Zambrano fue compañero de mesa y hasta de alguna que otra aventura donjuanesca
de don Gil Antonio Peña y por él mismo tuvo la confirmación que el verso
popular no se engañaba en sindicar a los principales autores; agregaba que
tenían bastantes colaboradores espontáneos, y que muchas veces había sobra de
material a seleccionarse, enviado por anónimos corresponsales. El doctor Pedro
Ignacio Cortés, frecuentó mucho la amistad de mi casa, a la cual se sentía
ligado por lazos de parentesco (Mi abuela materna era Cortés Aponte), y allí mi
hermano José más de una vez le hizo recuerdo de la época aquella, y en el seno
de la confianza y sobre todo a la distancia de tanto tiempo de La Lechuza,
declaró exactamente igual a lo antes dicho por don Gil Antonio Peña. Indicó las
fuentes de referencia concreta, con la confesión de dos sobre tres de los
principales redactores del pasquín famoso para que conste la verdad.
Antes de la llegada de la imprenta a Santa Cruz, o sea en la
época anterior a 1864, (René-Moreno Biblioteca Boliviana, Santiago, 1879; 690),
este género de diatriba se cultivaba por medio de las famosas «ensaladillas»,
que no eran otra cosa que la manifestación rimada y popularizada de las
ponzoñas que sudaban los famosos «vocabularios» y «caramillos» de que nos habla
René-Moreno (Últimos días coloniales en el Alto Perú, Santiago, 1896, Vol.
I,121).
Estas famosas «ensaladillas», que aún he oído a alguna
vieja, con la imprenta se transformó de maledicencia rimada verbal, en
maledicencia en prosa o verso pero en letras de molde. De cuando en cuando, en
Santa Cruz se presentan ese tipo de periódicos con diversos fines y muy
diferentes capacidades mentales y morales; El Melero, que redactaba Lisandro
Guzmán Rossel, estaba muy bien escrito, pero tenía demasiada perversidad;
aquello, más que burla o sátira era insulto procaz y directo. En 1910 u 11, no
estoy muy seguro, aparecieron una serie de estos periódicos, de diverso valor;
recuerdo los nombres de algunos: Armando K. Morra; Pica-Pica; Pepito R.; Cañoto
Manco Kapaj; etc. Fue el postrer brote de tal género, pues los posteriores, no
han tenido tanta agudeza. Haciendo nuestros los versos de Lucía, prodríamos
decir que sus redactores fueron:
L'ultimo avanzo
d'una stirpe infelice
Por lo que respecta a Vicente Herrera, insisto en que debe
ser colocado entre los satíricos. Estoy absolutamente de acuerdo con usted en
que fue procaz, pero fue algo de valer en el género obsceno que cultivó y aún
fuera de él. El famoso autor de La sonata de Kreutzer, dice que «arte hay si un
hombre siente o cree sentir emociones de alegría, de tristeza, desesperación,
valor o abatimiento, así como la transmisión de una de esas emociones a otros,
si expresa todo esto por medio de sonidos que permitan a otros sentir lo que
sintió». (León Tolstoy, ¿Qué es el arte? Buenos Aires, p. 33). Vicente Herrera,
fue todo un talento.
Escribía muy bien, y aún dentro de sus chocarrerías, se
notaba la pluma ágil y el entendimiento agudo. Dice un escritor moderno
que «la cultura, o sea el conocimiento menor o mayor de una clase con
respecto a tal o cual fenómeno o cuestión, acentúa y determina las
características del sentido de la belleza». (Elías Castelnuovo. El arte y las
masas, Buenos Aires; 162). Precisamente esa falta general de cultura en Santa
Cruz era la que daba margen y relieve a tal literatura y a que tenga su valer
en relación al medio.
Precisamente en esas formas rudas, rústicas y groseras de la
gente en campaña, el más grande literato brasileño, sabe encontrar mérito y
belleza; dice así: «Os rudes poetas, rimando-lhe os devarios em cuadras
incolores, sem a espontaneidade forte dos improvisos sertanejos, deixaram dem
vivos documentos nos versos disparatados, que deletreamos pensando, como Renan,
que ha, rude e eloquente, a segunda Biblia do genero humano nesse gaguejar de
povo». (Euclydes da Cunha. Os sertoes, Rio de Janerior, 1936; 206).
Creo que basta ya de referirme a las obscenidades de Vicente
Herrera, recordemos lo que decía uno de los «ases» de la escuela positiva
italiana: «El Arte ha dado ya hartas glorificaciones radiantes a los criminales
y su misión de ahora es dirigir sus luces a la multitud de los dolientes».
(Enrique Ferri. Los delincuentes en el arte, Madrid, 1899; 330).
Dejando este aspecto, permítame decirle que su juicio tan
duro para Herrera, se debe a que usted no ha conocido de él sino las groserías
de El Cuyabo, o los chistes torpes de El Almanaque de Cotoca. Permítame decirle
que existen brotes algo mejores que esos. Hubo en Santa Cruz un periódico
llamado El Guapay (René-Moreno. Ensayo de una bibliografía general de los
periódicos de Bolivia, Santiago 1905; 217). El referido periódico en su Nro. 4,
año II, correspondiente al 2 de octubre de 1891, transcribía el editorial Nro.
30 de El Cuyabo, cuyo director, redactor, administrador, tipógrafo y prensista
era Vicente Herrera, tal editorial se titulaba «El charlatanismo en
medicina», y es rebosante de gracia y elegancia de estilo, así como de profunda
ironía en sus sátiras, y todo con gran finura. Y ésta no fue su sola producción
en el género.
Por otro lado, quizá sea preciso interpretar su actitud de
repulsa como una consecuencia de la muy mala impresión que ha hecho en usted y
en muchos también, entre los cuales me cuento, el pornográfico empleo que a su
talento dio Vicente Herrera, empleo grosero, que lo hace desmerecer tanto.
Rafael Rivero. En cuanto a este «insigne» y pobre
mentiroso», como usted lo califica, pido para él la recordación merecida. Fue
tan embustero y de tal calibre, que precisamente por eso vive en el recuerdo de
generaciones que como la nuestra está demasiado alejada de él en el tiempo y en
la ideología. ¿Acaso no cree usted que vale la pena de con signar en el acervo
cruceño el nombre de don Rafael Rivero, como el prototipo de la mentira
hiperbólica? Dentro de su género, la mentira, es todo un coloso, y es preciso
consignarlo aquí.
Con referencias a estos valores un poco descuidados por sí
mismos, no hay que extremar el tamiz de los calificativos y
apreciaciones. Ya usted sabe aquello de «l'injustice énorme qui souvent
régit le choses de ce monde préside a l'histoire comme a tout le reste» (Ernest
Renan. Saint Paul; 26e. ed. París, 1923; 121). Esta ingratitud, que de
suyo trae la historia, no la aumentemos conscientemente y procuremos darle toda
la amplitud necesaria, mucho más dentro del criterio con que encaramos las
cosas de Santa Cruz. No pretendemos hacer la historia grande la legendaria, con
sólo las cumbres más altas de nuestro haber. Nó; conforme usted dice, y yo
sigo, tratamos de sacar del olvido a los que fueron «algo» en nuestro
medio. Viene a propósito aquí la protesta del más grande literato brasileño
quien dice: «Affeiçoara se a ver a physionomia temerosa dos povos na
rumana magestosa das cidades vastas na em ponencia soberana dos colyseus
cyclopicos nas glonosas chacinas das batalhas classicas e na selvatiqueza epica
das grandes invasoes», nada tiene que ver con los heroísmos sublimes que se
quedan perdidos en las selvas y en los olvidados anales. (Euclydes da Cunha. Os
Senoes; 13 ed. Río de Janerio, 1936; 570). Juzguemos a esos hombres tal cual
fueron y coloquémoslos en el sitial que les corresponde; humilde o soberbio, no
importa, pero en el puesto que les corresponde.
No concluiré este párrafo sin hacer hincapié en el doctor
Felipe Leonor Ribera pues considero que su puesto mejor, el más meritorio, para
el que tiene mayores y más legítimos títulos es el de satírico, y más aún de
panfletario. Su Abate Potidori, es el más grande monumento del panfleto
versificado que exista en la literatura boliviana. Francamente yo no conozco
nada parecido a no ser el Apóstrofe de Almafuerte al Kaiser Guillermo II,
cuando la guerra mundial. Es digna tal composición de ser estudiada, analizada,
glosada y anotada, para que se perpetúe como merece.
*-----------
(1) René-Moreno, al comentar este escrito dice en el libro
citado: «...uno de los bolivianos más respetables por la integridad de su
carácter y la nobleza de su corazón [...] al leer un escrito anónimo suyo,
cualquiera saltaba al punto diciendo: Rivas!» (G.O.).
(2) La obra de Victorino Rivero Egüez, Historia de Santa
Cruz durante la 2da. mitad del siglo XIX, se editó por la Fundación Cultural
Ramón Darío Gutiérrez, Cochabamba, Ed. Serrano, 1978; 185 (G.O.)
COLABORACIÓN DE JOSÉ VÁZQUEZ-MACHICADO.
Cumplo con un deber de gratitud y de honestidad al consignar
aquí que mi hermano José me ha prestado una valiosa colaboración para este
trabajo. Aunque la casi total verificación de los datos me ha correspondido, no
puedo menos que dejar escrito que un veinte por ciento más o menos de los
nombres que se citan son debidos a él, quién me indicó además, las fuentes
donde podía documentarme respecto a ellos.
No sin cierta emoción cierro esta carta, viendo en los
anaqueles de mi modesto escritorio, cual centinelas silenciosos, los volúmenes
de mi biblioteca, que presurosos y complacientes me han proporcionado los datos
que aquí constan, y esparcidos sobre mi mesa de trabajo donde pase tantas
veladas, las innumerables notas que me han servido para redactar este ensayo.
Todo ello y la figura de don Gabriel René-Moreno que ennoblece «de mi puerta el
cabezal», para usar términos de Poe, me incitan a seguir en el camino
emprendido, y a perseverar en estas arduas tareas de suyo ingratas e
improductivas.
Todo este mi trabajo y mi esfuerzo, lo considero como el
homenaje más respetuoso que pudiera rendir a la sagrada memoria de mis padres.
El uno, ejemplar ciudadano sin tacha y magistrado incorruptible, y mi santa
madre, con sus virtudes de matrona romana, no me dejaron bienes de fortuna,
pero sí un limpio historial de familia, un apellido sin mácula y una educación
que muchos envidiarían.
Ambos me enseñaron el amor al estudio y el cariño a las
cosas de nuestra tierra juntamente con el ansia insatisfecha de todo lo que sea
cultura. De ellos, de mis padres, aprendí que tales inquietudes son el mejor
complemento de quién vive con honradez y dignidad, siguiendo los dictados de su
propia conciencia.
Es por ello que si bien ésto no es historia, son materiales
para escribirla, y por tanto, preciso era que cada afirmación mía vaya
convenientemente documentada con su comprobación bibliográfica al lado. Cuando
no conste así, es porque se fundamenta en datos de evidencia absoluta en Santa
Cruz, en referencias personales, recuerdos familiares, etc., etc., pero estos
son los casos más raros, habiéndose documentado todo lo que ha sido posible.
Este trabajo no es un ensayo histórico, para que en él haya
aplicado las reglas del método, aquello que llaman los técnicos
«crítica» sea ella interna o externa. (C. V. Langlois y Ch. Seignobos.
Introducción a los estudios históricos, Madrid, 1913; 75 y sig., 153 y sig.).
Por ello no he hecho otra cosa que acumular materiales, para que yo mismo más
tarde o algún otro, los utilice en forma concienzuda haciendo verdadera labor
de historiógrafo. Hoy por hoy, no he querido hacer sino una enumeración con las
fuentes de razón y de consulta en cada caso. Después se juzgará hasta dónde
valió cada uno de aquellos hombres, en la actividad en que se los cataloga; por
ahora baste con el simple enunciado.
De allí que no haya hecho otra cosa que enlazar las notas
entre sí, cuando en realidad están sueltas. Sirven de fundamento y de
indicación de fuentes para la comprobación y ampliación de los datos. En una
palabra, hojas sueltas.
Algo más, con respecto a la redacción de este trabajo. Yo no
sé gramática, y escribo como puedo, dándome por muy feliz con que me entiendan,
más que no haga el empleo correcto y preciso de las palabras, según las reglas
académicas. Esta confesión propia y salvedad hecha, me libra de responder a
todas las críticas gramaticales que se me pudieran hacer, las cuales las doy
por descontadas, aceptadas y agradecidas. Que conste.
Es muy probable que le llame la atención el desaliño e
irregularidad de mi trabajo, y que muchas veces no lleve orden cronológico en
la citación de nombres; muy justo y legítimo todo, pero no he tenido tiempo
para una revisión minuciosa; eso es todo, También hay irregularidad en la
distribución de lo que a cada uno se ha dedicado; mientras para alguno se dan
páginas y más páginas, tocando temas de toda clase a su actividad relacionados,
para otros apenas, la referencia de una línea.
Si acaso ésta demasiado larga comunicación mereciera atenta
lectura de parte suya, le quedaría muy grato me haga saber sus puntos de vista
y observaciones. Ojalá que sea corregido y ampliado este trabajo, cual
corresponde al tema; yo personalmente quedaría muy reconocido por todo ello,
teniendo en cuenta lo que duo Nietzsche y que, modestia apane, pido me sea
aplicado ene ste caso: «Ein guter Autor; der Wirklich das Herz Jür seine Sache
hat, wünscht das jemmand komme und ihr selter dadurch vernichte, das es
dieselbe Sache deutlicher darstelle und die in ihr enhaltenen Fragen ohne Rest
beanworte». (Menschliche Allzumenschliche», Alfred Körner Verlag, Leipzig,
1922, Seite 78).
Como quiera que no me ha guiado más móvil que la búsqueda de
la verdad, puesta al servicio de mi intenso amor al terruño, no tengo miedo al
juicio público, pues sé haber procedido conforme a conciencia, y si D'Annunzio
dedicó su obra All tempo e alta Speranza yo me acojo impertérrito a la
sentencia shakespeariana:
Come what come may
Time and the hour runs through the roughest day.
Macbeth Act. I, Esc. 3
Como última palabra hago un pedido a toda la juventud de
Santa Cruz. Aquí tiene todo un inventario de valores grandes o pequeños que han
actuado con méritos o sin ellos, pero han actuado en la vida cruceña y que mal
o bien le han dado algún relieve. Ojalá que este estudio sea complementado con
el aporte que todos y cada uno debemos poner a la obra común de hacer la
historia de lo que fuimos, para ver lo que podremos ser.
Este trabajo debe estar lleno de lagunas y deficiencias, y
merece que sea ampliado y corregido. No disponiendo de una gran biblioteca, no
me ha sido posible verificar muchos detalles, que dejo para una revisión
posterior o para otros mejor documentados. Por ejemplo, la consulta de los anuarios,
memorias ministeriales y redactores, daría mucho material; yo no lo he podido
hacer sino en determinados casos.
No sería extraño que esos jóvenes, al leer estas páginas
consideren como raros y exóticos muchos juicios y opiniones, que no son los corrientes
y que incluso quizá hasta en contra el sentir del procomún se hallan. No me
asombraría, y sólo me permitirla rogarles traducir los versos del genial padre
de Zarathustra:
Kein Entschuld' gen! Kein Verzeihen!
Sönnt ihr Frohen, Herzen-Freien
Diesem unvernünft' gen Buche
Ohr und Herz und Unterkunft!
Glauht mir, Freunde, nicht rum Fluche
Ward mir meine Unvernunft!
Was ich finde, was ich suche-,
Stand das le in einem Buche?
Ehrt in mir die Narren-Zunft!
Lernt aus diesem Narrenhuche,
Wie Vernunft Kommt - «zur Vernunft».
Also, Freunde, soll’s geschehn?-
Amen! Und auf wiedersehn!
Ese pedido a la juventud de mi tierra, de complementación y
corrección a este trabajo, me permito hacerlo por intermedio de usted, doctor
Salmón, que como Maestro indiscutido de ella, tiene la autoridad suficiente.
Quisiera sí, que se le indicare como condición de trabajo, el que antes de
emprender nada de estas tareas de investigación y de estudio, preciso es,
absolutamente, QUE LEAN PRIMERO, que se documenten, que se instruyan, para no
desbarrar en forma poco airosa. Estamos acostumbrados a las improvisaciones y a
que cualquiera se crea con los arrestos y preparación para tratar temas sobre
los cuales no se tiene la competencia suficiente.
Créame, hoy y siempre su amigo y servidor.
[Fdo.] Humberto Vázquez-Machicado.
INDICE DE MATERIAS
1.- Extranjeros en Santa Cruz
2.- Viajeros ilustres
3.- Ingenieros
4.- Militares
5.- Médicos
6.- Dentistas
7.- Físicos
8.- Industriales y comerciantes
9.- Economistas y hacendistas
10.- Exploradores y colonizadores
11.- Viajeros a Europa y EE.UU. de Norte América
12.- Geógrafos y cartógrafos
13.- Caballeros de intensa vida social
14.- Filántropos
15.- Mecenas
16.- Prelados y sacerdotes ilustres
17.- Políticos
18.- Diplomáticos
19.- Ministros de Estado
20.- Músicos
21.- Artistas de teatro
22.- Pintores y dibujantes
23.- Periodistas
24.- Poetas
25.- Dramaturgos
26.- Novelistas
27.- Literatos y críticos literarios
28.- Bibliófilos
29.- Jurisconsultos
30.- Pedagogos y educacionistas
31.- Humanistas
32.- Filósofos
33.- Oradores
34.- Historiadores
35.- Naturalistas
36.- Satíricos
37.- Colaboración de José Vázquez-Machicado
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(*) Mantenía con Humberto Vázquez Machicado una respetuosa
amistad ya que el Dr. Salmón había sido su profesor en la Facultad de Derecho
de Santa Cruz. Cambiaban cartas con cierta frecuencia. Fue así que en mayo de
1937 el Dr. Salmón envió a HVM a La Paz, su interesante artículo que una vez
estudiado, HVM escribió al autor enviándole adiciones en la forma del trabajo
que ahora se publica junto con el del Dr. Salmón. Es, en realidad un principio
de diccionario biográfico de la ciudad oriental que podría servir para otro
actualizado hasta el presente.
En agosto de 1950 el Dr. Julio Salmón fue proclamado
«Maestro de la Juventud Boliviana» por su importante labor, cuando desempeñaba
el rectorado de la Universidad Gabriel René-Moreno de Santa Cruz. En el acto
académico del caso, HVM fue comisionado para hacerle un homenaje en un discurso
que también se publica en estas páginas y que salió en el periódico de Santa
Cruz, La Universidad en 1950, agosto, 24 y está suscrito en La Paz 1950,
agosto, 11.
Fue muy difícil conseguir fotografías de los personajes
citados en el trabajo. En algunos casos, a falta de éstas hemos puesto algunas
de sus publicaciones. Al final se inserta un índice onomástico.
Omision casi inperdonable de Angel Sandoval Peña
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