Por: Guillermo Mejillones Quispe / Parte de su tesis de investigación para
optar el título de Licenciatura en Historia. UMSA / Marzo de 2017. // Foto:
Guerra del Chaco, ametralladora ligera del ejército boliviano. (Foto de Kurt
Severin / ullstein bild a través de Getty Images).
Otro caso se presentó con el boliviano: Alberto Molina Mendieta quien sirvió al
Paraguay antes de la guerra del Chaco. En 1929, en los mismos días que
funcionaba en Washington el Tribunal de Investigación y Conciliación, el Cónsul
del Paraguay en Formosa, Ramón García, sobornaba a un barchilón del
Regimiento boliviano ‘Ayacucho’, Alberto Molina Mendieta, y lo enviaba a
Asunción, donde entregó planos de nuestros fortines y una clave del Estado
Mayor, al Ministro de la Guerra Manlio Schenonne, quien le pidió – dice el
proceso – ‘numerosos detalles respecto a la situación de los fortines
bolivianos, distancia entre ellos, fortificaciones, caminos de comunicación,
pistas de aterrizaje, número y moral de jefes, oficiales y tropa, ubicación de
puestos avanzados &’. Esos datos verbales fueron después consignados y
entregados por escrito. El informe respectivo fue preparado en casa del Cónsul
García y con la ayuda del hijo de este.
En consecuencia, el agente “Mendieta estuvo en Asunción cerca de un mes,
recibió fondos del gobierno guaraní, y de acuerdo con el regreso a Bolivia,
dispuesto a radicarse en el Chaco”. Este penetro a territorio enemigo sin
pasaporte y sin llevar las formalidades de tráfico internacional. En el sumario
organizado contra Alberto Molina Mendieta por el delito de alta traición a la
patria, confesó que proporcionó datos sobre el estado de nuestras tropas, vías
de comunicación y claves del Estado Mayor entre otros.
El primer caso descubierto a un boliviano haciendo espionaje para el Paraguay,
fue destapado en mayo de 1931, hecho por el ciudadano Alberto Molina Mendieta.
Este prestaba servicio como sanitario o ‘barchilón’ en los fortines del Chaco,
sector Pilcomayo, antes de la guerra con el Paraguay, y que para desempeñar sus
funciones se trasladaba frecuentemente a los diferentes fortines o puestos
militares supliendo muchas veces al médico de la guarnición, practicaba
pequeñas curaciones de urgencia llevando drogas, instrumentos etc. Su condición
de sanitario le favoreció para recabar información consignando cuanto dato le
era posible en pequeñas libretas o en minúsculos papeluchos que entregaba a los
paraguayos de fortines próximos, habiendo llegado algunas veces hasta la
capital Asunción para entregar el Ministerio de Guerra, planos reservados y
claves usadas por la comandancia de la guarnición.
Fue en estas circunstancias, cuando la esposa de Molina, la señora B.A. sumida
en celos pasionales tuvo la valentía de denunciar y descubrir los trajines de
su esposo acusándole como espía a favor del Paraguay. Molina fue apresado y
remitido de inmediato a la ciudad de La Paz para su juzgamiento. Luego de
varios y prolongados debates en el tribunal, el Consejo evidencia el delito de
traición a la Patria consumado por Molina Mendieta. El Tribunal falló por
unanimidad y fue sentenciando a Molina a sufrir la pena de muerte o
fusilamiento. Empero elevada la causa en revisión ante el Consejo Superior de
Guerra (Tribunal Supremo de Justicia Militar), este revocó la sentencia
condenado al reo a sufrir diez años de prisión en la cárcel pública, de La Paz.
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