Tres monumentos bastarían para inmortalizarlo en la memoria nacional: el de
Eduardo Abaroa, altamente simbólico por el dedo admonitorio que levanta, el de
Juana Azurduy de Padilla, por la curiosa pirueta del caballo que monta la
heroína y teje con ella una composición nueva y plena de plástica y movimiento,
y el Cristo Redentor, que se ha convertido en símbolo de la cruceñidad. Entre
los múltiples galardones que ganó merece destacarse el Cóndor de los Andes en
el grado de Caballero otorgado en 1952, la Medalla de la Fundación Eloy Alfaro,
del Ecuador, en 1961, y el Medallón de Bronce Alejandro Von Humboldt otorgado
por la República de Alemania en 1970.
Nació en Arani, Cochabamba, un 20 de julio, y murió en la Navidad de 1975, en
La Paz, según información transmitida por Luis Mérida Coimbra. Sus padres fuero
n Domingo Luján Céspedes y Clementina Sandoval Ugarte, y se casó con la maestra
sucrense Corina Melazini.
Estudió para maestro en la Escuela Normal de Paracaya, en la localidad de
Punata. Posteriormente en la Academia de Bellas Artes de Cochabamba el año
1932, donde fue abandera do, y en la Academia de la especialidad, en La Paz.
Fue reportero gráfico en el periódico El Imparcial, en esta ciudad. En 1947
trabajó seis ángeles para el Altar Mayor de la Iglesia de San Idelfonso, que se
exponen junto a la Virgen de Urcupiña; la imagen del Señor del Santo Sepulcro y
una estatua en bronce fundido de Monseñor Mencias, en el atrio de la Iglesia de
Quillacollo.
Siguió a un tiempo la carrera militar y la escultura. Interrumpió sus estudios
por el estallido de la Guerra del Chaco, y se alistó en su especialidad de
cartógrafo. Integró la Comisión Militar Demarcadora de Límites, fue miembro
fundador del Instituto Geográfico Militar, sirvió en el Servicio Geodésico
Interamericano, fue docente del Colegio Militar y de la Escuela Militar de
Ingenieros. En el período 1954-1956 estudió en la Academia Nacional de Roma,
con el maestro G. Ja rdini. Desde entonces se dedicó a la escultura y a su
genio se deben numerosos monumentos: al Soldado Desconocido, en Villamontes
(1942) y en el Cementerio de La Paz (1970); a Juana Azurduy de Padilla (1975),
bella y original re p resentación de la heroína chuquisaqueña en el Aeropuerto
de Sucre, que se sostiene sobre piedra comanche; a Eduardo Abaroa (1952) en la
histórica Plaza del mismo nombre, en La Paz; al Mariscal José Ballivián (1962)
en Viacha; a Tupak Katari (1970) en Ayo Ayo, al Cristo Redentor (1961) en Santa
Cruz de la Sierra, entre numerosas otras en el país y en Roma. Otras esculturas
suyas: al coronel Gualberto Villarroel en piedra basalto; a Germán Busch, en la
avenida del mismo nombre; al fundador del escultismo Baden Powell, al sabio
alemán Alexander Von Humboldt; estas últimas en La Paz. En Cochabamba, fue
autor del monumento a la Reforma Agraria en Ucureña.
Su obra escultórica comprende varias piezas esencialmente figura t i vas pero
con una técnica universal depurada por su percepción nacional y su conocimiento
de la cultura y el paisaje andinos. Trabajó en los materiales más diversos
adecuando la técnica a la naturaleza de los materiales; entre otros: granito,
alabastro, ónix, madera balsa, cedro, bronce y aluminio.
“Sus raíces estaban bien plantadas, tenía fuerte identidad y acumulación de
savias vegetales en sus entrañas. Re veló su tiempo, resucitó héroes, aportó al
vínculo de la soledad individual con la historia nacional, así lo declaran su
obras y numerosas consideraciones a su trabajo. Participó del movimiento
cultural de su época, fue admirado por su maestría y deja un legado importante
para el arte en Bolivia”, dice de él Luis Mérida Coimbra.
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