Por: Norma Quintana - Directora del Taller Experimental de
Danza de la Universidad Católica Boliviana "San Pablo". Nacida en
Argentina, vive en La Paz desde 1973. // Foto: Néstor Portocarrero Vargas
Hijo de Doña Genoveva Portocarrero Ponce de León y del
jurisconsulto y diputado potosino Luis Serrudo Vargas, el niño Néstor nació el
26 de febrero de 1906 en la ciudad de La Paz.
Julio Crespo publica en una nota donde intenta reflejar la
vida del artista, en Presencia escribe lo siguiente:
En verdad, en su vida había tenido solo a su madre, que
había sido su protección y consuelo... Toda la vida le había faltado el apoyo
de su padre. Creció en soledad y olvido. El mundo cruel no le dio la normalidad
de una niñez con buenos recuerdos. Y desde muy niño, su mente y su corazón
pugnaban "por disipar esa tristeza y una nueva vida hacer".
Por circunstancias familiares, y siendo un niño, ingresó
como alumno interno en un colegio de los jesuitas, en La Paz, "... donde
creció sin amores, sin complacencias ni ternuras..." La vida en el
internado y la ausencia de su madre hicieron de él un niño triste y enfermizo.
Finalmente dejó el internado y lo llevaron a vivir en una piecita independiente
en la casa de una tía. Continuó sus estudios en el colegio
"Ayacucho", un colegio fiscal de varones mucho más liberal que el
anterior y en donde se relacionó con muchachos adolescentes como él, con los
que compartía los mismos gustos por la música y la vida: "... las grandes
noches de farras corridas que la juventud paceña del 'Centenario' armaba
en los barrios de Chijini, en la casa de "Rosina"y la
"Buscovik", con su enjambre de chilenas de rompe y raja".
Portocarrero se volvió habitué de una de esas casas y allí
comenzó a tocar la batería. Terminado el secundario, ingresó en la Escuela
Militar de Música; al concluir los estudios, viajó a Buenos Aires, donde
trabajó como baterista en conjuntos porteños. No deja de llamar la atención que
un baterista boliviano hubiera sido contratado en una orquesta típica tanguera,
pero, por la documentación que conserva la familia, se sabe que integró la
orquesta Basilio-Giudice. Esta orquesta llevó el tango por varios países de
Sudamérica, culminando esa gira en Potosí y Sucre, donde acompañó musicalmente
las películas de cine mudo.
En 1925, año de celebración del Centenario de Bolivia, se
constituyó una orquesta oficial para los festejos, conformada, curiosamente,
por músicos argentinos dirigidos por el pianista Enrique di Lorenzo. El joven
Portocarrero fue invitado a tocar en esta orquesta encargada de amenizar
los conciertos oficiales que se realizaron en el Palacio de Gobierno y otros
festejos. Con la misma orquesta realizó giras en el Perú, entre 1925 y 19261.
... En 1925 con los festejos del Primer Centenario de la
Fundación de Bolivia, llegaron a La Paz acreditadas orquestas internacionales,
argentinas sobre todo, compañías y revistas del género "bataclán". En
el cabaret "Centenario", centro de atracciones de la Feria
Internacional, noches tras noches las jugosas tonadas del tango porteño se
dejaban escuchar con sus lamentos y versos donde desfilaban "minas",
"compadritos" y "farolitos de pálida luz" (Crespo)
Portocarrero aprendió a tocar el piano con uno de los
músicos argentinos que había llegado para el Centenario, el maestro José
Ciardi, que se quedó en Bolivia y le dio oportunidades para desarrollar y
demostrar su talento:
... (Ciardi) formaría toda una generación de músicos de
orquesta jovial y jaranera y era invalorable intérprete de tangos y chacareras.
Con él Néstor Portocarrero aprendió a tocar el piano y muchas veces suplía al
maestro (Crespo).
A partir de estas experiencias, el joven músico se volvió
muy popular y vivió momentos de éxito:
... Se convirtió en un elemento de la farándula nocturna
paxceña, y para su espíritu todas las noches "tenían un perfume sin
igual"... en su interior el demonio de la música lo seguía poseyendo.. y
sobre todo el tango...
.. y en el ánimo de Néstor Portocarrero la teoría
sentimental fue tomando cuerpo. Si escribía algún día un tango, un gran tango,
sería tal vez su "canto de cisne". No moriría sin haber dejado
impreso un motivo tanguístico, donde pondría algo de su fallida niñez, de su
adolescencia desesperada, un hondo sollozo donde vertería música y canción en
la pena de "aquellos quince abriles que soñaba con volver a tener"
(Crespo)
Pasó sus días en ese mundo de bohemia y fiestas
desenfrenadas en lo de "Norma", en el barrio de Sopocachi, o en lo de
la "Helénica", en el barrio de Miraflores, experiencias sentimentales
que quedaron por siempre en su corazón: "Sopocachi era un sueño,
Miraflores un refugio y los locales regazos donde siempre había que
volver".
Con la orquesta de Ciardi también participó de giras por
Chile y tal vez también por Buenos Aires. Lo que es importante señalar es que
en esos viajes adquirió gran experiencia y oficio como músico profesional.
Cuando se hizo el llamamiento para la Guerra del Chaco,
Portocarrero, junto con unos amigos, se presentó como voluntario, pues su clase
aún no había sido convocada. Por la riqueza del texto y por el recorrido que
hace hacia el frente de batalla, recurro a lo escrito y firmado por un amigo
suyo y compañero de armas, Luis Llanos Aparicio:
El grupo de movilizados reservistas del arma de artillería,
en el cual se había enrolado el artista, salió de La Paz el 19 de octubre de
1932 para su acuartelamiento en Viacha... Fue un momento emocionante, mezcla de
lágrimas y de bandas militares con aires nativos, despedidas de madres, novias
y familia de los que iban a cumplir el respetable deber2.
En esta escena, donde se despedía a los futuros combatientes
que se embarcaban hacia el Chaco, podemos ubicar, musicalmente, algunos de los
boleros de caballería que se compusieron en la época y también algunas cuecas
de Adrián Patiño:
... Por las noches, en el descanso de fatigosos
entrenamientos, nos repartíamos en grupos, ya sea de amigos o de quienes
acabábamos de conocernos en filas, desde diversos puntos, toda clase de
elementos que habían prestado el servicio militar, comprendidos en aquella
reserva. Se escuchaban cantos diversos en el patio del cuartel, cuecas,
huayños, etc., ecos de tierra adentro. Mientras los muchachos de la ciudad a su
vez sabían la música de moda en los nigths clubs y cabarets de aquel tiempo, de
aquella feliz edad: tangos, charlestón, foxtrots, pasodobles.
Sin embargo, Portocarrero no usaría las melodías ni
convenciones de la música nombrada más arriba, como lo veremos muy pronto.
Las despedidas, si bien eran dramáticas y tristes, no
carecían del toque de entusiasmo por la novedad y la juventud que rebosaban
estos conscriptos. Continúa Llanos Aparicio:
... Con el estreno de prendas militares y repartos de
vituallas, estábamos equipados, listos para salir al frente... Fue la última
oportunidad de ver a nuestras familias. Se habían constituido en la víspera. A
las seis horas, obligábamos a nuestras adoradas viejitas a retirarse a
descansar, dejándolas alojadas en hoteles, alojamientos... Mientras, en la
noche teníamos que divertirnos. En el local del famoso "Quintalito"
se preparaba un sonado baile bufo llamado de "máscaras", con muchas
"amiguitas", pibas de andanzas juveniles y tardes de recuerdos de los
campos de Miraflores que, tiempo después, evocaría Portocarrero en sus
estrofas. Vinieron ellas para el adiós.
Fue una larga espera compartiendo con otros destacamentos e
inevitables nuevas escapadas de la guardia, música y camaradería. Hasta esta
etapa, la guerra semejaba más un campamento de colegio que una acción bélica:
... entre las horas de esperar nuestro destino en la máquina
de guerra, y en las gratas reuniones, recordábamos la lejana ciudad
altiplánica, La Paz, el mencionar su nombre daba un fuerte golpeteo en el
corazón.
Las imágenes de su paisaje parecía reflejarse con mágico
espejismo en la mente, con sus montañas y lagos; nuestro Illimani soberbio;
el lago Titicaca de hermosas leyendas; nido de cóndores y reducto
kolla del ancestro, nuestros valles de frescas primaveras.
Quizás en esos momentos evocativos el artista ya iba
gestando su música de querencia, dedicándole sus apasionadas estrofas.
Había llegado el día de despedirnos del inolvidable y gran
amigo. El 24 de diciembre de 1932 se leyó la orden de destinos y movilización
inmediata al frente de combate (...) debíamos separarnos con Néstor y otros
buenos amigos, sin réplica, en el más breve instante, cual cumple un militar
subordinado a toda orden.
Llanos refiere después el destino de estos conscriptos en su
sacrificada marcha hacia Tarija:
Caminatas de sol a sol y de luna a luna (...) cuesta arriba
y cuesta abajo, ríos, caminos pedregosos, espinosos, interminables para los
comodones que paseábamos la calle Comercio en La Paz o dando vueltitas por
las retretas domingueras, aquellas jornadas fueron duras, ya que utilizábamos
el lento y vetusto tranvía para llegar al Prado, nos fue penoso trotar como en
los tiempos de los musculosos "chasquis" de los Incas.
Aquí termina el relato de don Luis, justo en las puertas del
combate de la guerra más cruenta que vivió Bolivia.
La contienda duró hasta el 24 de junio de 1935, y
Portocarrero peleó en los combates de Alihuatá (septiembre de 1933) y Fortín
Ballivian (1934). Por la conversación sostenida con su nieto, Carlos
Portocarrero, sabemos que al terminar la guerra el músico regresó muy enfermo.
Su salud, frágil de por sí y bastante maltratada por las noches de bohemia, se
agravó con la terrible experiencia de la guerra. Dicen que regresó
transformado, se volvió amargado, decepcionado y quizás lo que más contribuiría
a este estado de desánimo fue la artritis, que le deformaría las manos y le
impediría volver a tocar el piano.
Se había casado con María Luisa Bueno, con quien tuvo tres
hijos, y para agravar su angustia, sufrió una situación económica muy precaria,
puesto que como músico no ganaba lo suficiente para mantener a su familia.
Trabajó en la oficina de Correos de La Paz, y al decir de Don José Pastor
Vidango, su vecino en la zona de Santa Bárbara, "no sólo por su honestidad
y seriedad en el trabajo sino porque poseía un sidecar que era el
adminículo donde llevaba la correspondencia que debía distribuir con
frecuencia". En algún momento logró comprar un auto y se ayudaba
económicamente alquilándolo, y muchas veces él mismo hacía de chofer.
Sin embargo, y pese a todo, no dejó la música. Fue
integrante de diversas orquestas, entre ellas la de los hermanos Molina, y él
mismo tuvo dos importantes: la orquesta Rotsen y la orquesta estable del Hotel
Cochabamba, en Cochabamba, junto a los músicos Tomás Guzmán, Carlos Barrón y
Ezequiel Catacora, y los cantantes Néstor Hugo Vidaurre, Gastón Peñaloza Vila y
la cancionista argentina Rosita Quintana.
Los últimos años de Néstor Portocarrero fueron de dolor,
pobreza y enfermedad. Murió a los 42 años, el 3 de noviembre de 1948, y fue
enterrado en el pabellón de notables del Cementerio General de La Paz.
Recuerdan los que acompañaron el entierro que se oía, como un último homenaje,
a lo lejos, desde el barrio de Miraflores, la melodía del tango Illimani, interpretado
por una banda militar. Raúl Salmón (el famoso escribidor que inspiró a Vargas
Llosa) dijo en la oración fúnebre dedicada al artista:
... ¿por qué te hiciste artista? ¿No hubieras estado mejor
siendo un materialista?... ¡tu sangre toda era arte!... Y tu obra queda
perenne... Nuestros borrachitos alegres, nuestras cholitas, el pueblo cantando
tu "Illimani y esa será la mejor
ofrenda a tu labor3.
Referencias:
1) Entrevista realizada en noviembre de 2016 a Carlos
Portocarrero, nieto del compositor.
2) Luis Llanos Aparicio, "Néstor Portocarrero en la
Guerra del Chaco" (manuscrito escrito y firmado en 1974).
3) Raúl Salmón, Oración fúnebre pronunciada en los funerales
del compositor (4 de noviembre de 1942).
Buenas.
ResponderEliminarMe gustaría saber si está muy difícil a estas alturas preguntarle los nombres de los hijos de Néstor al descendiente del mismo.
Saludos.
Los Hijos de Néstor Portocarrero son:
EliminarMario (+), Carlos y Juan (+) Portocarrero Bueno
Nestor Portocarrero tenia dos hijos Carlos y Juan además de Mario, hijo adoptivo.
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