Del libro: Diario de campaña de: Antonio Arzabe Reque // Tropas bolivianas.
“Hasta Asunción”... habían gritado las multitudes en las ciudades de La Paz,
Oruro, Cochabamba, y en todos los ámbitos de Bolivia. “Hay que pisar fuerte en
el Chaco...” había gritado un presidente energúmeno y tozudo del que se decía
ser un gran hombre, y los generales quedaron callados. No se escuchó ni una voz
en contra, nadie dijo lo que era una guerra, porque nadie la conocía sino desde
la butaca cómoda de una sala cinematográfica. Y las multitudes ávidas de
curiosidad, aceptaron lo que se les dijo. Muchachas y muchachos de todas las
edades gritaban en esos momentos eufóricos ¡¡A la guerra!! ¡¡Abajo el
Paraguay!! Pero esa curiosidad iba a costar muchas vidas y torrentes de sangre
generosa. Miles de campesinos, de obreros y de estudiantes llenaron los cuarteles
y se puso en marcha el carruaje bélico de Marte... ¡No para los señores y los
grandes caballeros! La guerra no se hizo para ellos. “Que vayan los tontos, los
crédulos del significado de la palabra Patria!
Es para éstos la guerra... Y es así cómo los contingentes se aprestaron a
marchar. Grandes columnas con los pechos adornados de reliquias y medallas.
Pasaron “los defensores de la Patria”, “los vencedores de cien batallas” y “los
héroes de la Patria”.
Pasada la euforia; al sentir los primeros aguijones de una marcha forzada o la
carencia de los vítores de los pueblos, o sentir la proximidad del Infierno
Verde, el entusiasmo se convierte en desaliento. Es entonces que los padrinos y
los parientes, van buscando puestos de retaguardia para los “ahijados”,
sobrinos y primos... Total, entraron a defender su Patria en un regimiento de
mil doscientos hombres y sólo llegaron a la línea, los indios, los cholos...
Los hijos de los “caballeros” quedaron a “defender su patria” en la
retaguardia, pelando papas o mandando partes y novedades desde un prostíbulo,
que para ellos es un campo de batalla... Estos serán los héroes auténticos de
la Campaña del Chaco. Estos tendrán el pecho cubierto de medallas... Mientras
tanto, en el verdadero frente de combate, aquí en el Chaco Boliviano, hay tan
sólo 2.700 soldados que se baten como leones... ¿Qué importa? ¡Que se destripen
por esa Patria que los cholos y los indios la defienden para los “caballeritos
de cuello duro”, para los “héroes” de retaguardia... ¡Ironía e injusticia de
este nuestro Destino!
¡Boquerón...! Boquerón, crisol de heroicidad de tus hijos. Aquí está el
verdadero amor a la Patria. Aquí están ellos frente al enemigo, fusil al brazo.
Defendiéndote a sangre y muerte. ¿Qué será ahora de ti? El Comando Supremo ya
sugiere que se te abandone. Que se te dé por desaparecido. Bolivianos de
Boquerón: seréis abandonados por vuestros hermanos de lucha.
Por vuestros comandos superiores... Por todos... Aún por la Patria a quien
defendéis y por la que derramáis vuestra última gota de sangre. Todos os
abandonan...
Más, no ha llegado aún la hora de tu designio. Tienes que perecer ante el
empuje superior del número de las armas paraguayas. Tienes que sucumbir ante
las imprevisiones de los generales y la tozudez del mandatario...
Como es costumbre de todos los días, Boquerón amanece con un fuerte tiroteo.
Los soldados del reducto ya no pueden sostenerse de pie. Les zumban los oídos y
a muchos les están sangrando. Los hombros donde apoyan los fusiles o las
ametralladoras son heridas sanguinolentas. Van a la sanidad a pedir un poco de
algodón para sus oídos y construyen almohadillas para sus hombros doloridos. La
sangre les fluye de la nariz y sus ya decrépitos cuerpos sufren el martirio de
la disentería que les atormenta.
Ahora, Yucra guarda un silencio de muerte. Se han ido sus fuerzas a otro
sector? ¿Nos abandonan también los muchachos que luchaban por nuestra
liberación? No importa... La suerte fatídica de los defensores de Boquerón es
LUCHAR HASTA QUE MUERA EL ULTIMO HOMBRE..., ya se va cumpliendo, de seiscientos
cuarenta combatientes en las trincheras, sólo quedan trescientos veinte
hombres, desnutridos, cadavéricos, escuálidos, sin esperanzas hacia la vida...
Boquerón: tu muerte se aproxima, y nadie... nadie, tiene piedad por tu
sacrificio en aras de la Patria!...
Un viento suave trae las emanaciones de los cadáveres. Olor nauseabundo a carne
podrida, a muerte, a cementerio...
Nuestros mismos muertos hieden y ese miasma atrae millones de moscas que se van
posando sobre las heridas de los nuestros. Triste fin de aquellos desdichados
muchachos...!
Son las doce del día, no se escucha ni un solo disparo. Parece que el enemigo,
después de la cruenta lucha de ayer, estuviera restañando sus heridas recibidas
en el combate. ¡Pobres paraguayos! También ellos tienen derecho a una voz de compasión...
Han sufrido, quien sabe, más que nosotros... Porque ellos han llevado la peor
parte en las batallas que se libran en los alrededores de Boquerón. Sus fuerzas
diezmadas, con más de cinco a siete mil bajas; regimientos íntegros deshechos.
Cuerpos de mando incompletos... Han muerto muchos de sus oficiales... Varios de
ellos están a nuestras vistas, convertidos en masa pútrida. Hasta parece que
los buitres están hartos, con tanta asquerosidad. Pero, continuará la matanza,
continuará el sacrificio en aras de la Patria... Hasta que las energías
sucumban y sólo queden espectros entre las sombras de las tétricas trincheras
de Boquerón.
Dos de la tarde; nueva andanada de shrapnells cae sobre Boquerón. Se va a
iniciar un nuevo combate. Las ametralladoras se confunden con los disparos de
la fusilería. Los asaltos se suceden uno tras otro; pero, sin resultados
positivos para los paraguayos... Boquerón sigue su agonía; pero sigue
peleando...
Las tropas paraguayas se estrellan contra las posiciones bolivianas en su
desesperación. No les dejamos acercarse a nuestras trincheras, aunque sus
oficiales, que vienen detrás, les arengan en guaraní. Otros, les insultan y les
amenazan con disparos de pistolas. Estos son los blancos de nuestros fusileros
“caza pilas”, se los busca más, son los preferidos de nuestros disparos, a
ellos porque son los conductores de esta carnicería.
Mientras los atacantes van sufriendo otro revés, por décima vez, en el cielo se
presenta otro enemigo, es la aviación paraguaya. Los defensores de Boquerón
tienen que habérselas con enemigos del aire y de la tierra. Los primeros no nos
importa nada; los más riesgosos son los que tenemos al frente. Estos, tienen
cuchillos que brillan siniestramente a los rayos del sol de la tarde.
En terrible combate han muerto al suboficial Primitivo Miranda y al sargento
orureño Alberto Camacho. Este último, poco más o menos a las ocho, charlando
con un teniente, le decía “—Mi teniente, ahora más que nunca soy un verdadero
cristiano, ¿sabe por qué? Esta noche, cuando me encontraba en mi posición,
sentí como en un susurro la venida de la Muerte, y, de un momento a otro,
siento en el pecho el latigazo de una bala. ¡Qué golpe, mi teniente! La bala
tropezó en una medallita de la Virgen de Copacabana que me regaló mi madiecita
cuando yo partía al Chaco. ¿Quiere verla?— Y Camacho se descubrió el pecho y
allí estaba la medalla totalmente doblada. El proyectil casi la había partido
en dos... ¿Y ahora?
Alberto Camacho, el convencido cristiano, joven estudiante de uno de los
colegios de Oruro, estaba tendido boca arriba entre los sepulcros, esperando el
turno para ser enterrado. Camacho: ¿Qué te trajo aquí, a este lugar que más
tarde le llamarán el “INFIERNO VERDE”? ¿Acaso, el acendrado patriotismo que
engendraron las juventudes al grito estentóreo de ¡Guerra!?
¿Cuáles fueron tus ideales al llevar el fusil a la bandolera y marchar a los
sones de las marchas patrióticas? ¿Querías ser un héroe, sin sentir el hálito de
la muerte? O creías que en medio del combate te iban a condecorar con la cruz
del héroe, para después lucirlo en les desfiles? ¡Ingenuo...! ¡Idealista!
¡Iluso!... La Patria necesita muertos, heridos, mutilados... que vivan para ser
los muestrarios de las guerras para las nuevas generaciones, y mantener así, el
fuego del civismo que alienta a los pueblos hacia la civilización... ¡Pobre
compañero! Estabas designado por el Destino para servir de holocausto a la
Patria...
Ahora, descansa, mientras nosotros tus camaradas de armas, continuaremos con
este sacrificio, sabe Dios hasta cuándo...
Mientras tanto sigue la Muerte su ronda alrededor nosotros... Acaso pronto, muy
pronto te seguiremos...
El coronel Peña envía un informe de las operaciones que se desarrollan en el
frente de combate, dice así: “Por el desarrollo de las operaciones a partir de
esta noche, se presenta una nueva fase, es la GUERRA DE DESGASTE, por
fracciones paraguayas móviles que oponen resistencia en cada posición, con la
única mira de evitarnos comunicación y aprovisionamiento con Boquerón. Debemos
confesar que para esta clase de guerra, NO ESTAMOS PREPARADOS... que seguiremos
luchando hasta agotar nuestras últimas energías; pero, que no debemos perder de
vista que el Destacamento Marzana no puede tener una larga permanencia, si
sigue prolongándose...” Y concluye: “La captura de los últimos prisioneros, nos
demuestran que no están muriendo de hambre y sed los paraguayos...“
Más tarde continúa su comentario: “Así se cree que el desgaste perjudicará en
mayor grado al enemigo, a pesar de ser diez veces más numeroso; hay que
obligarlo a retirarse a su base, Isla Poí, y en fin, simultáneamente, que si la
desproporción numérica impide el contraataque, deben los destacamentos
atrincherados en sus sectores, contener al enemigo; pero si se deja el contraataque,
que mantiene el contacto, y se atina apenas a contener al enemigo, guardándose
en casa, queda por fuerza ABANDONADO BOQUERÓN, cuyo sostén motiva precisamente
la obstinación del Comando…
Una escuadrilla de aviones paraguayos revuela por los aires de Boquerón. No
disparan; parecen vuelos de reconocimiento y de patrullaje. No ha pasado ni dos
minutos, cuando uno se desplaza hacia Yucra y el otro va descargando sus bombas
dentro del fortín. Uno de ellos ha caído en forma certera a un depósito de
arreos de las piezas de ametralladoras pesadas, aunque no ha causado víctimas.
Una vez que ha terminado su bombardeo, también se dirige hacia Yucra, mientras
el otro comienza a lanzar sus bombas. Estas no caen dentro; pero las
explosiones son tan tremendas, que destrozan el sistema nervioso de los
soldados. Al poco momento están de regreso y se dirigen a su base de Isla
Poí.
Probablemente llegan más contingentes de refuerzo para las tropas paraguayas.
Se escucha a lo lejos un gran ruido de motores de camiones. ¿Estarán relevando
a los que se encuentran cansados? ¿O habrán tropas frescas para una lucha
nueva? ¿Qué es lo que se pretende? Sólo Dios sabe lo que será de nosotros...
Pero Boquerón seguirá defendiéndose como lo ha hecho hasta este momento...
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