Lugentes Campi, Campos de dolor.
Las innecesarias crueldades de los soldados unitarios
también provocaron en respuesta una terrible masacre en la iglesia de Ayo Ayo,
donde el escuadrón constitucional Sucre fue muerto en manos de los indígenas.
La muerte de lo más selecto de la juventud sucrense en Ayo Ayo fue un golpe
difícil de olvidar para los chuquisaqueños. Indignado por estos acontecimientos
Mariano Baptista escribió uno de los artículos más racistas contra la población
aimara titulado “Lugentes Campi”, campos del dolor.
LA MASACRE
Después de la batalla del primer crucero del 24 de enero de
1899, las derrotadas fuerzas alonsistas se retiraron a descasar y curar sus
heridas en el pueblo de Ayo Ayo. La selecta juventud chuquisaqueña no sabían el
final trágico que les esperaba en ese sitio.
El doctor Antonio Dubravcic Luksic en su artículo “LA GUERRA
FEDERAL” – MASACRE DE COSMINI Y AYO AYO- publicado en http://www.geograficasucre.8m.net
escribe de la siguiente manera:
“…Los heridos en el combate de Cosmini se quedaron en Ayo
Ayo. Al atardecer, más de un centenar de comunaríos rodearon el pueblo, tomaron
la plaza principal y el hostigamiento a los heridos que se encontraron
refugiados en el templo.
Ayo Ayo, en una aparente tranquilidad, se notaba que algo terrible fuera a
ocurrir, se dice que un manto plomizo cubría el cielo, se escuchaba el ulular
de los chiflones del viento, haciendo mover los pajonales del altiplano.
El Templo de Ayo Ayo, servía de asilo y hospital a los heridos, donde los curas
franciscanos, trataban de mitigar el dolor de los heridos, lavándoles con
trapos empapados de agua, afuera, los vecinos se preparan asegurando sus
puertas, para no ser agredidos.
Don Camilo Blacut, chuquisaqueño, pero vecino de esa localidad, decide
protegerse en el Templo, junto a sus dos pequeños hijos, mientras en las
cercanías del lugar, expectantes, agazapadas, las hordas de Zárate Willca,
esperan la orden de ataque.
De pronto, rompiendo el silencio pesado, se escucha gritos salvajes,
confundidos con el sonido de miles de pututus, los brutos saltan de sus
posiciones, rostros cobrizos atizados por el sol, cubiertos con “wayrurus” y
sombreros rústicos, invaden las calles de Ayo Ayo, atacan las casas, arrojando
antorchas a los tejados de paja, los vecinos, aterrados les abren las puertas
para ofrecerles alcohol, con la creencia de no ser dañados.
La indiada, ingresa a las casas atropellando, se apodera de las botellas, para
luego beber como si fuera agua, se embriagan más de lo que estaban, en ese
estado, se acercan al Templo Sagrado, gritos y saltos demoníacos se nota en
estas hordas, al estilo de los “Hunos” de Atila, comienzan a destrozar la
puerta, adentro, el padre Jesuita Juan F.de Córdova, capellán de la tropa, reza
el “Padre Nuestro”, los soldados ven azorados a la indiada beligerante. Una vez
abiertas las puertas del Templo, se abalanzan sobre don Camilo y sus dos hijos,
son arrastrados al centro de la plaza, allí, sobre una roca, lo tienden como
para hacer un sacrificio humano, le arrancan la lengua, le vacían los ojos, le
cae golpes de “makanas”, don Camilo, muere horrendamente en medio de un charco
de sangre, y ante los gritos desesperados de sus pequeños.
No satisfechos con este horrendo acto, se dirigen al Templo en busca de más
víctimas, el padre Fernández de Córdova, sale al atrio portando en las manos un
crucifico, lleno de terror y mostrándoles la cruz, exclama: “Háganlo por él, no
nos maten, todos somos hermanos”. ¡Dios los castigará! Todo fue en vano.
El padre Fernández de Córdova, es levantado, luego conducido al centro de la
plaza, con golpes de hacha le cercenan los pies, con un tajo de cuchillo le
abren su pecho, para arrancarle el corazón, que palpitante aun, desaparece
entre los dientes de un caníbal del altiplano.
Los curas franciscanos, son apresados mientras rezaban en el altar, los
malditos se abalanzan sobre ellos, y de inmediato les cae golpes de hachas.
Finalmente son degollados, sus cabezas, son arrojadas de un lado a otro,
haciendo un juego macabro, con gritos salvajes de los beodos.
El Coronel José de Ávila, se esconde en el sepulcro destinado a la imagen de
Cristo, los malditos no respetan el lugar, le sacan, de inmediato recibe
puñaladas, dándose fin a su vida, en medio de la algarabía, de estos “Atilas”
del altiplano.
Melitón Sanjinez, herido en una pierna, recibe en pleno rostro el impacto de la
punta de una picota, crujen sus huesos de su cara, muere instantáneamente, el
pico, quedó clavado en su rostro.
Félix Morales está siendo mutilado, desaparecen sus pies y manos, luego lo
rematan degollándolo.
Víctor Betancour, Ismael Roncal, Eladio Fiengo y Eulogio Selvas, son colgados
desnudos boca abajo en las vigas, con cortes de cuchillo son vaciados sus
intestinos, quedan como animales faenados.
A Ricardo Alba, Belisario Lora, Miguel González, Jorge Campero, y Mariano
Matienzo, ya muertos, con los brazos colgantes, están siendo arrastrados,
atados sus pies con cables de telégrafo a los caballos, para luego ser
arrojados a las hogueras.
A Calixto Risco, lo están degollando, luego su cabeza es mostrada, por un
janigua embrutecido.
Abel Benavides, trata de huir, un certero hachazo en la nuca lo deja en seco. A
Pastor Castro, Zacarías Urizar, Claudio Sucre y Adrián Pacheco, “les están
arrancado sus lenguas”, los borbotones de sangre no los deja respirar, con
picos y hachas dan fin a sus vidas, para luego ser clavados en los muros.
Dos muchachos esperan su turno con terror, bien abrazados en un rincón, a
Andrés Loza, en poco tiempo lo rematan a machetazos. Su hermanito Belisario, de
12 años, que se quedó a cuidarlo… ¿y de ese niño?… en breves minutos, ¡sólo
quedan sus huesos!... ¿Y la carne?... ¡¡Horror!!.
¡¡Lugentes Campi!! ¡¡Campos de dolor!!
La iglesia con las puertas abiertas de par en par, se inunda con la sangre de
estos infortunados. El altar se convirtió en piedra de suplicio, ya muertos los
victimados, siguen recibiendo golpes, que se sienten sordamente en el ambiente
Todo ha terminado; ahora, solo se siente el hedor de los alientos, el
hacinamiento de la indiada, los caníbales del altiplano, brindan con alcohol su
macabra tarea, se escucha sonidos guturales, de sus belfos babosos.
Los lobos humanos abandonan el templo, el silencio invade el lugar, sólo se
escucha el gemido del viento, como si fuera un llanto aterrador, las vigas de
madera, crujen con el peso de los cuerpos colgados, que se balancean en un
vaivén, lento y macabro.
Brazos, piernas, cabezas, cuerpos descuartizados, revolcados en charcos de
sangre, esparcidos por todo el atrio, que hace días, servía para elevar una
oración, ahora, se convirtió en un matadero baldío, lúgubre, tétrico y
espeluznante, un escenario dantesco, sembrado de cadáveres mutilados, junto a
imágenes religiosas, manchadas de sangre, mudos testigos del dolor y el horror…”
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Links relacionados:
- LA VISIÓN SOBRE LOS AYMARAS DESPUÉS DE LA “GUERRA FEDERAL”
- MASACRE
DE COSMINI Y AYO AYO
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Links relacionados:
- LA VISIÓN SOBRE LOS AYMARAS DESPUÉS DE LA “GUERRA FEDERAL”
Que horror
ResponderEliminarZarate willca fue el instugador de todo este macabro crimen
ResponderEliminarSegún lo investigado. Pando y sus secuaces hambrientos de poder manipularon a los ignorantes indígenas; que tenían como líder a Pablo Zárate Willca...
EliminarAhora su imagen es puesta en los nuevos billetes de 50 bolivianos como para recordar este macabro crimen.
ResponderEliminarVa chau
ResponderEliminarConfirmó mi estimado
EliminarLuis y alvaro son gays
ResponderEliminarAlexánder Saucedo y su tío duermen juntos
ResponderEliminarAun sigo sin entender la causa por la cual se dio la masacre
ResponderEliminarAMBICIÓN DE PODER...(y los HDPs continúan...)
EliminarEse tipo de conducta violenta, de odio irracional, racista y/o salvajismo, en este caso, de los indígenas aimaras ya se ha visto muchas veces en la historia, incluso recientemente con la salida del poder del criminal -presidente en ese entonces- Evo Morales, cuando fuimos testigos oculares del ciego vandalismo que cometían las hordas masistas (hoy por hoy autoconsiderados "víctimas") llevando en mano su wiphala al grito de "ahora sí guerra civil", robando, destruyendo, incendiando y amenazando a los vecinos con quemar sus casas, siendo lo peor de todo esto el hecho de que acometían contra una población indefensa y por un ideal de retorno del sujeto que tanto daño hizo a Bolivia, cuya expulsión fue obra no de políticos ni de cívicos, sino precisamente de los millones de bolivianos conscientes que se manifestaron en contra de la dictadura. Bárbaro, esta división y fanatismo debería acabar de una vez, pero al parecer se mantedrá quién sabe por cuántas generaciones más, ya que el indigenismo/indianismo se ha convertido en algo intocable e incuestionable, el problema de todo esto es que no se puede señalar defectos y hablar de ellos con la verdad sin caer en críticas prejuiciosas e infundadas por parte de sectores defensores.
ResponderEliminarMorales fue defendido por quechuas , obreros , universitarios.no solo por aimaras
EliminarLos aymaras raza maldita
ResponderEliminarUstedes también todos unos racistas solo leyeron esta parte, no saben la historia completa ni siquiera lo que les hacían a los aymaras después de todo muchos de nosotros tenemos la sangre aymara quechua, no los defiendo pero ustedes ni siquiera saben la razón de todo eso y se atreven a criticar, informe se de toda la historia para opinar y criticar
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