Altagracia de Orituco - Venezuela,
26 de febrero de 2018. // Imagen: Recolección de caucho.
"Derecho de pernada" se refiere a un presunto derecho que otorgaba
a los señores feudales la potestad de mantener relaciones sexuales con
cualquier doncella, sierva de su feudo, que fuera a contraer matrimonio
con uno de sus siervos, todo ello en la Europa occidental de la Edad Media.
En América Latina también se llegó a dar este abuso. Se llegó
a llamar "derecho de pernada"
a las diversas prácticas de abuso y servidumbre sexual, ejercidas por una autoridad
(hacendado, administrador de hacienda, jefe político o empleador) en contra de
mujeres en condición de dependencia u obediencia, la mayoría de ellas indígenas,
campesinas y trabajadoras humildes y de la clase social más baja.
En Bolivia existen varios ejemplos y registros de estos
abusos cometidos por los curas y “Patrones”
tanto en el Altiplano, valles y llanos. Por ejemplo el "derecho de pernada" era ejercido
por parte de los curas durante la Colonia; quienes alojaban a las novias
indígenas durante algunas noches bajo el eufemismo de que debían iniciarlas en
los misterios de la religión, para así tener la ocasión de violarlas.
A continuación transcribimos un fragmento de libro “Capitalismo,
modernización y resistencia popular 1825-1952, De Gustavo Rodríguez Ostria”
donde narra algunos abusos de los “barones o patrones de la goma” en el noreste
boliviano. Empecemos:
En 1894, Román Paz, que visito, por encargo gubernamental,
la zona del rió de Madre de Dios anoto en su informe:
Desde ha pocos años emprendido los industriales del Madre de
Dios y del Ortón la conquista de las tribus salvajes del Noreste, empleando, no
todos, medios más o menos lícitos.
Pudo constatar que la “conquista”
–es el término que utilizo- que realizo el gomero Ruperto Gonzales, oriundo de
Ixiamas, radicado en el rio Madre de Dios, Paz lo presento como “intrépido montaraz, y entendido en dialectos
barbaros” y de haber “tomado a su cargo una empresa de este género, costeada
por dos o tres jefes de barracas”. (1895: 8-9).
Paz concluye que:
Los industriales en goma, están operando la reducción paulatina
de aquellos, apropiándolos con éxito a sus labores y al servicio doméstico, en
todo lo cual demuestran cualidades de inteligencia y delicadeza asombrosas.
(Paz, Román. De Riberalta al Inambari.(…) La Paz: Ministerio de Gobierno y Colonización.
Imprenta de El Comercio, 1895.)
Las mujeres, como trofeos de guerra, fueron entregadas en
calidad de esposas a los trabajadores de los gomales. Paz apunto que esta era
una práctica corriente con mujeres traídas de Santa Cruz y Moxos, seguramente indígenas
o mestizas pobres. Muchas trabajaban luego en la recolección de la goma como “picadoras”
sin recibir remuneración y solamente colaborando a la entrega de los varones.
Los niños y niñas también podían ser objeto de apropiación para
entrenarlos como criados o para otros fines; en ocasiones, consientes que en
sus condiciones determinadas podían garantizarles la vida, las familias indígenas
entregaban sus hijos e hijas a criollos y mestizos. No era tampoco poco
frecuente que los “Patrones de la Goma” se apropiaran por l fuerza de las
mujeres indígenas para conformar su propio harem y satisfacer sus apetitos
sexuales. Ciro Bayo, narra por ejemplo el caso del sesentón y viudo Nicanor G.
Salvatierra, uno de los más importantes barraqueros que poseía unas seis
mujeres indígenas y que además se arrojaba
otros derechos feudales: “Toda niña
araona núbil y hermosa, pertenecía, por derecho de pernada, al señor de la
barraca” (1927: 301). Bayo estableció que existía una distinción étnica para
el abuso; Salvatierra no tocaba a las hijas de los trabajadores cruceños,
blancos o mestizos, y se concentraba únicamente en las indígenas, con seguridad
porque no le concedía ningún derecho a su cuerpo.
Percy Facett, explorador inglés, que visito la zona gomera
en 1907, narra la historia de un alemán de apellido Winkelmann (Hugo) residente
en Riberalta que adquirio una joven salvaje, la educo en Alemania y se casó con
ella. La a-culturizo al punto que el viajero ingles la considero de “muy buenos
modales”, hablaba cuatro idiomas (Fawcett, 1955:88).
Fuente: Capitalismo, modernización y resistencia popular 1825-1952
- De Gustavo Rodríguez Ostria.
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