Este artículo fue publicado en el suplemento Cultural El Duende del periódico
La Patria el 10 de julio de 2011.
El historiador Roberto Querejazu Calvo (Sucre, 1913 – Cochabamba, 2006), ofrece
un perfil poco conocido del Dr. Daniel Salamanca Urey (Presidente de Bolivia, 1931
- 1934), a través de una correspondencia mantenida con su primo Fernando
Quiroga entre los años 1900 y 1933, tiempo en que se suscitaban los acontecimientos
bélicos del Chaco
El señor Fernando Galindo Quiroga tuvo la bondad de hacerme conocer algunas
cartas que el doctor Daniel Salamanca escribió a su abuelo, don Fernando
Quiroga Salamanca, que tienen el interés de mostrar a su autor en la intimidad
de una correspondencia con quien lo vinculaba no sólo un estrecho parentesco
(Daniel Salamanca y Fernando Quiroga eran primos hermanos) sino también una
íntima amistad.
Después de una juventud dedicada a la meditación y el estudio, de haberse
graduado como abogado en la Universidad de San Simón, de ser catedrático de
Economía Política en el mismo plantel y de haber contraído matrimonio con doña
Sara Ugarte, a invitación del general Juan Manuel Pando, vencedor de la guerra
civil que tuvo por uno de sus efectos el traslado de la sede de gobierno de
Sucre a La Paz, Salamanca se inició en la carrera política al ser elegido
diputado de su tierra natal, Cochabamba, al Congreso de 1900. Desde La Paz, el
22 de agosto de ese año, escribió a su primo: Querido Fernando: Vine solo y
estoy en ésta desde el 12 del mes corriente. Aún no se puede prever la actitud
que tomarán las Cámaras, y como soy nuevo y estoy además desorientado en estos
asuntos, no puedo hacer más que conjeturas. Creo, sin embargo, que los
pacíficos de que hablas constituirán la mayoría. Procuraré obtener las
publicaciones que me indicas, y de las cuales sólo he podido obtener hasta
ahora los proyectos de leyes de la Convención última. Saluda a tu señora y
recibe los recuerdos de tu primo Daniel.
Muy estudiadas y, por lo tanto, sesudas intervenciones en el parlamento, lo
fueron convirtiendo en una figura que sobresalía sobre el común de los demás
parlamentarios. Dice su biógrafo, don Daniel Alvéstegui: Todas las iniciativas
presentadas por el diputado Salamanca a consideración de la Cámara en los dos
períodos de 1900 y 1901, fueron de orden financiero y tuvieron por objeto
llevar el método y la regularidad a la administración de las rentas nacionales.
En 1903, el Presidente de la república, general José Manuel Pando, invitó a
Salamanca a ser su Ministro de Hacienda. Tenía entonces 36 años de edad.
Renunció a los pocos meses, entre otras razones por no estar de acuerdo con la
tendencia existente en el seno del gobierno liberal de llegar a un tratado de
paz con Chile, renunciando a la exigencia de un puerto soberano sobre el océano
Pacífico a cambio de una compensación pecuniaria destinada a hacer posible la
construcción de varios ferrocarriles en el interior del país. Años más tarde,
refiriéndose al Tratado de Paz celebrado don Chile en 1904, declaró: Si de algo
puedo arrepentirme es de no haber combatido (en el Parlamento) ese pacto más a
fondo y con más energía. El Tratado de Paz con Chile fue una obra del gobierno
de esa época, obra de inconsecuencia, consumada sobre un país que se hallaba
cansado de la lucha política y decepcionado de sus resultados estériles… Se
formó en el Congreso una viva resistencia contra él, que prolongó los debates
sin logar cosa alguna. Entonces, como ahora, los bastardos intereses de un
círculo político imponían su consigna para atropellar los intereses nacionales…
Y el presidente que firmó la definitiva renuncia de Bolivia a su litoral
marítimo, fue a Santiago en 1913 a pedir un puerto en el Pacífico. Esa petición
fue alegremente comentada por la prensa en los países vecinos. Salamanca
terminó este comentario haciendo notar que ese empeño del presidente Ismael
Montes fue la mejor prueba de que tanto él como el Partido Liberal habían
cometido un gravísimo error con el pacto de 1904.
El prestigio de Salamanca siguió in crescendo en 30 años de consagración a la
causa pública como jefe del recién formado Partido Republicano y como elocuente
crítico de los errores y abusos de los gobiernos liberales de Ismael Montes,
Eliodoro Villazón y José Gutiérrez Guerra, así como de los de Bautista Saavedra
y Hernando Siles. Dijo de él el diario republicano La Razón: La prócer figura
del gran tribuno se agiganta a medida que pasa el tiempo y al través de las
perturbaciones y de las agitaciones de nuestra política, adquiere contornos
inconfundibles de pureza, de austeridad y de sin par talento.
Un consenso al que llegaron las tres fuerzas políticas existentes entonces en
la república (liberales, republicanos y saavedristas), proclamaron a don Daniel
Salamanca candidato único a la presidencia para las elecciones generales de
enero de 1930. Aceptó la proclamación y la elección resultante como un
sacrificio que debía cumplir por su patria. Exclamó cuando su proclamación como
candidato se hizo inevitable: ¡Dios mío!, ¿qué gran pecado he cometido yo para
merecer tan terrible castigo?
Dice don David Alvéstegui en el tercer tomo de su monumental biografía: Ingresó
Salamanca al edificio de la presidencia no con el altivo ánimo de quien ha de
mandar a una nación, sino con la resignada actitud del cautivo que va a
cumplir, encerrado en un penal, un período de trabajos forzados. Cuatro meses
le faltaban para cumplir 63 años de edad, y 30 habían transcurrido ya desde que
fue sacado de la torre de marfil en que le tuvieron recluido sus insaciables
ambiciones de superación espiritual. La presidencia que iba a ejercer era el
término de ese lapso de tres décadas consecutivas de servidumbre sin reproche a
la nación, en el ruedo gladiatorio de la política… El trabajo presidencial es
de gabinete y a él se consagra Salamanca con el esmero y la puntualidad que
fueron las normas permanentes de su severidad en el cumplimiento del deber. No
confía al amanuense ni la menuda correspondencia sin significación. Lee todas las
cartas que se le envían y en cada una pone de su puño el sentido que debe darse
a la respuesta. Sorprende al investigador de hoy esa escrupulosa minucia.
Las cartas que dirigió a su primo y amigo Fernando Quiroga Salamanca, muestran
facetas de su enigmática personalidad. Un mes antes de tomar posesión del mando
de la república, le escribió:
La Paz, febrero 1 de 1931.
Mi querido Fernando: Encuentro exactas tus reflexiones y harto justificados tus
temores… No es que tema los cargos que puedan abrirse sobre los compromisos
contraídos, pues no he contraído ninguno que comprometa mi voluntad en un
sentido u otro. Con suficiente claridad me he explicado en ocasiones públicas
sobre los alcances de la coalición, reducidos a mantener la paz durante el
retorno a la vida constitucional. No me he comprometido a entregarme a los unos
ni a aborrecer a los otros. Así que en este orden mantengo la libertad de mi
criterio y no me hallo esclavizado a compromiso alguno. Lo que viene a echar la
incertidumbre sobre la situación del gobierno próximo es el resultado
paradójico de las elecciones. Me han elegido presidente casi por aclamación y
me han preparado una enorme oposición de doctrinarios… Las fuerzas
parlamentarias se hallan tan próximas al equilibrio que hasta los poquísimos
independientes que existen, pueden jugar en su caso el mismo papel de árbitros,
cotizando su apoyo a precios imposibles o vedados…
Otras cartas dirigidas al mismo destinatario son ya del período de la Guerra
del Chaco y rezan así en sus párrafos principales:
La Paz, 4 de noviembre de 1932.
No hay necesidad de demostrarte la enorme dificultad de hacer sentir en todos
los detalles de la campaña del Chaco, la influencia eficaz del gobierno. Aquel
es casi un mundo aparte y alejadísimo del nuestro. Nuestras comunicaciones con
él se reducen a dos o tres radiogramas diarios casi siempre brevísimos y los
más de ellos portadores de malas noticias, que por lo general se trata de
disimular ante el gobierno… Lo que yo observo es que, a causa de los imperdonables
errores del período de Boquerón, la tropa ha quedado desmoralizada,
acentuándose por esto las quejas y recriminaciones. Bastaría decirte que en la
acción de Arce, cuatro regimientos abandonaron sus posiciones, sin dar un tiro,
convirtiéndose en espantosa derrota una victoria casi segura. Estos dos
desastres han causado nuestra ruina en el Chaco y han desmoralizado al
ejército, no solo allí sino en todo el país. Harto difícil es contrarrestar
este desaliento y enderezar el ánimo abatido. De aquí el clamor para llamar a
Kundt, que ya ha sido llamado. Vamos pasando a causa de los mismos desastres
una furiosa tormenta de villanías políticas y aún no sabemos a qué ribera o a
qué abismo llegaremos.
La Paz, a 19 de abril de 1933.
En Sevilla, ha más de un año que se encuentra José Vásquez Machicado, que ha
estado remitiendo copias y que en estos días pasados nos ha hecho llegar un
informe general de sus trabajos. Al hermano Humberto del mismo Vásquez lo hemos
tenido en Roma sin fruto alguno. Hemos constituido también aquí en Bolivia
comisiones de búsqueda. Poco a poco, aquí y allá vamos acopiando documentos de
prueba. En reserva puedo comunicarte que hemos encontrado al fin una copia
testimoniada de la Cédula Real de 1620. A justo título puedo envanecerme de este
hallazgo, que se debe a las órdenes insistentes que he dado para buscarla.
Nuestros mejores chacólogos creían que tal cédula no existía… La cédula se ha
encontrado en Santiago, donde no se podía sospechar su existencia… Juzgo que
con este hallazgo hemos dado un gran paso hacia la victoria de nuestro derecho.
Entre tanto, el problema de la paz se presenta casi insoluble. Las operaciones
militares son lentas y sangrientas y en el Ejército se dibujan peligros futuros
e inquietantes.
La Paz, a 15 de mayo de 1933
Estos días han sido para mí peores que los malos que de ordinario vivo. Me
sorprendió la muerte de José, al mismo tiempo que se complicaron nuestros
negocios diplomáticos, sin dar tampoco un resultado las operaciones militares
en el Chaco. He juzgado lo mismo que tú en el asunto de Ricardo Jaimes Freyre,
que según me dicen fue un buen poeta, pero que no es boliviano. Hay algo de
ridículo en traer sus restos oficialmente, tal como hemos traído un general
alemán para dirigir la guerra… Olvidaba decirte que se está despintando el
hallazgo de la cédula de 1620, pues de Santiago nos dicen que la encontrada
sólo trata de diezmos.
La Paz, a 30 de mayo de 1933.
Nuestro horizonte internacional se va cerrando nuevamente. Hemos caído en la
Liga de las Naciones que no se da cuenta de nuestra cuestión del Chaco y donde
no tienen por nosotros ni la pequeña consideración que merecemos en América. En
cambio, allí la Argentina tiene vara alta aun sin pertenecer a esa corporación.
Nuestros asuntos militares igualmente inciertos e inquietantes. En el Chaco no
sólo luchamos con el enemigo sino también con peligros de ambiciones que van
tomando cuerpo. Allí se dibuja un nuevo Daza.
La Paz, a 17 de junio de 1933.
Nos hemos llevado grande chasco con la cédula de 1620 hallada en Santiago.
Venidas aquí las copias, hemos visto que ella se refiere a disposiciones
internas del Obispado de Baires sin conexión alguna con el Paraguay. Es
indudable que hemos sido víctimas de una estafa… No cabe duda de que engañaron
a nuestro ministro Sánchez… En cuanto a lo demás, estamos en mala hora y veo el
porvenir oscuro.
-----------------------
- CANCHAS BLANCAS LA BATALLA QUE BOLIVIA LE GANO A CHILE EN LA GUERRA DEL PACIFICO
- EL FAMOSO DOCUMENTO DEL ACTA DE POSESIÓN DEL CERRO RICO
- CHILENOS EN LA GUERRA DEL CHACO
-----------------------
- CANCHAS BLANCAS LA BATALLA QUE BOLIVIA LE GANO A CHILE EN LA GUERRA DEL PACIFICO
- EL FAMOSO DOCUMENTO DEL ACTA DE POSESIÓN DEL CERRO RICO
- CHILENOS EN LA GUERRA DEL CHACO
No hay comentarios:
Publicar un comentario