Por Carol Carlo Durán - Socióloga e investigadora radicada
en Cobija, Pando. / Este artículo fue publicado originalmente en el Periódico
Digital PIEB, el 12 de febrero de 2015 / http://www.pieb.com.bo/sipieb_nota.php?idn=9490
El carnaval constituye un acontecimiento central en la vida
de los cobijeños, es parte de la preocupación y el quehacer de comparseros,
instituciones, bailarines, y otros actores de la comunidad local. Al igual que
en diversas partes del oriente boliviano, especialmente, el carnaval de Cobija
es resultado de una sucesión de cambios en su modelo cultural y en el sentido
que se le otorga a esta fiesta. Por un lado se observa la expresión del
mestizaje cultural y por otro, la exposición de los grupos y clases sociales
diversos.
Esta fiesta tuvo diferentes periodos en términos de relevancia social,
centralidad en las políticas municipales y, sobre todo, en cuanto a su esencia.
Hubiera sido interesante contar con datos más aproximados sobre el carnaval de
las primeras décadas de Cobija como ciudad, lo que se sabe es que al ser el
centro económico de uno de los más importantes sistemas de producción que tuvo
Bolivia, el de la goma, ello marcó también el comportamiento social respecto a
esta fiesta del carnaval.
Durante las primeras décadas de creación de la ciudad de Cobija, las fiestas
carnavaleras “eran glamorosas” comenta Pepe Aguilar, constituían una expresión
de la riqueza que ostentaban quienes estaban vinculados a la extracción y comercialización
de goma. Las fiestas se realizaban en los salones de la época, donde los más
adinerados iban con los mejores disfraces de estilo europeo y los hombres
utilizando sombreros para evitar el talco.
Entre las décadas del 40 y el 60, numerosos grupos de la sociedad cobijeña,
algunos de ellos, conformados sólo por mujeres, bailaban por las diferentes
calles del centro de la pequeña ciudad. En esta época los rasgos
característicos de la fiesta carnavalera eran similares a las del Brasil,
especialmente en la música y la vestimenta. La banda de música que tuvo un
mayor protagonismo durante estos años era la de los hermanos Torrico: Carlos,
Walter y David Torrico, quienes guiados por su padre, don Florentino Torrico,
eran considerados los genios de la banda que acompañaban a las comparsas
carnavaleras.
Uno de los primeros salones en este periodo fue el "Salón Globo"
(cerca a la plaza Potosí) y el Bar Utama de don Francico Márquez (en lo que
ahora es el inicio de la Av. Internacional), después también en el Club social
(inaugurado en 1949) y posteriormente en el “Salón México” que era parte del
Hotel Pando –le pusieron ese nombre por una película mexicana, en la cual había
un salón con esa denominación. En esas fiestas se bailaba exclusivamente música
del carnaval brasileño, se jugaba con talco y lanza perfumes y era
característica la lectura de los bandos carnavaleros que eran críticas jocosas
del pueblo y para el pueblo, como dice la profesora Carmela Pinto, de las que
no se salvaban ni siquiera las autoridades.
Entre las comparsas más relevantes de fines de la década del 50 estaban “Los
Corsarios” y “Los Incansables” y poco después “Los Marineros”, que bailaban por
las calles de Cobija a partir de las tres a cuatro de la tarde acompañados de
bandas de música. Lo admirable del carnaval de esa época, comenta Ali Lutfi, es
que los comparseros compartían con el pueblo y el pueblo con los comparseros,
porque los que no bailaban salían de sus casas por lo menos a curiosear, lo que
manifiesta otra esencia de esta fiesta popular.
Otro elemento característico de este periodo en el carnaval era la nominación
que se hacía a padrinos o madrinas, personas o matrimonios entre los más
"pudientes" de la Cobija de ese entonces, quienes preparaban comidas
y bebidas para recibir a los comparseros y se constituía en el momento de
descanso y de confraternización, para después seguir bailando en el mismo lugar
u otra vez en las calles. Entre los padrinos figuraron don Nicolás George, don
Miguel Maradey y señora, don José Guillermo Pereira y doña Teodocia, don
Ernesto Nishikawa, en otros. Este hecho hacía sentir como una fiesta más
familiar, se integraba la sociedad, tanto los que bailaban como los que no
bailaban, eso era lo bonito refiere Ali Lutfi.
Un elemento adicional, y que se mantuvo vigente hasta la creación de la
asociación de comparsas, era que la reina del carnaval cobijeño se elegía de
entre las reinas de las diferentes comparsas y se lo hacía por medio de la
compra de votos, motivo este que llevó en muchas oportunidades a que los
comparseros se quedaran sin recursos para el resto del carnaval, por invertir
en la elección de su reina, pues el obtener este título era símbolo del
prestigio social del grupo.
Según relata Pepe Aguilar, otro elemento característico de este periodo es que
un día del carnaval las comparsas iban a bailar a la ciudad vecina de Brasiléia
y también grupos carnavaleros de la vecina ciudad venían a bailar a Cobija. Se
vivía no sólo una confraternización local, sino con los vecinos del otro lado del
río Acre.
Después, al finalizar la década del 60, se crearon otros salones como “El
Fantasio” y el “El Curichi” (después Tutumo) donde se bailaba hasta el amanecer
al son de músicas brasileñas y conjuntos locales. También en la época del 60
había el grupo denominado “Las Resedas”, conformado por las damas de la
sociedad cobijeña, entre ellas doña Elena de Nishikawa, doña Carmen viuda de
Farah, doña Demi de Maradey, grupo éste que después de su disolución da paso a
la comparsa “Las Negras”.
Como en ese tiempo Cobija todavía no estaba enladrillada se metía a la gente en
los charcos de agua que se formaban con la lluvia, o en su defecto en las
piletas de la plaza Germán Busch o de la plazuela Potosí.
Entre las décadas del 70 y 90 también se mantenía la tradición de bailar en las
calles al son de música brasileña, tocada por bandas de música, mas
popularmente denominados los chusos, que eran fragmentos de las bandas
militares de los batallones acantonados en Cobija. Entre las principales
comparsas de esta época estaban los Sirarios, los QTI’s, las Negras, así como
varios grupos de jóvenes que bailaban por las calles durante las tardes de
carnaval y de carnavalito, que duraban cinco días. Completaban la diversidad de
comparsas, agrupaciones de los más variados nombres que a veces suponía una
doble intención como “los Tira negra” (que bailaban con sus poleras o camisas
blancas y una tira negra colocada encima).
También eran parte de las fiestas de salón las tradicionales Mascaritas, cada
vez una más bonita que la otra; sacaban su patente en la Alcaldía municipal y
la gente las respetaba: nadie podía quitarle su máscara, porque hasta podía ir
preso. A su llegada causaban una gran expectativa entre los demás asistentes
pues como Cobija era pequeña y todos se conocían, la gente trataba de adivinar
quiénes eran. Vestían trajes de personajes diversos como payasos, pierrots,
bahianas y cambiaban de tono de voz para no ser reconocidas. Aunque había
también hombres, la mayoría eran mujeres que les hacían travesuras a los
hombres de la fiesta.
Para los jóvenes y adolescentes el carnaval era jugar con globos en una
verdadera guerra, también era costumbre embetunarse y pintarse con acrilex
(pintura acrílica) entre ellos, “después nos lavábamos tres días para que salga
y eso que en esa época sólo había jabón patria, eran pocos los que tenían
jaboncillo”, comenta Yerko Ojopi, actual presidente de la asociación de
comparsas.
Ya en la década del 80, las noches las fiestas eran en el famoso Pacahuara, el
Club social y también en el Tutumo, donde tocaban los grupos electrónicos “Los
Selváticos” y después “Los L4”. Otra particularidad de esta fiesta que subsiste
hasta ésta época es la despedida del carnaval que se hacía en el carnavalito,
más precisamente el domingo siguiente. El carnaval era personificado en un
muñeco al que lo llevaban las comparsas con gran llanto y alboroto para echarlo
al río Acre. Era tal la relevancia de esta práctica que hasta los brasileros
vecinos se ubicaban en la margen del rio a disfrutar el espectáculo.
EL CORSO COBIJEÑO, SUS MANIFESTACIONES ACTUALES
Durante las últimas dos décadas, el corso de Cobija ha tomado una nueva
significancia y modelo, se puede decir que deja de tener como elemento central
el referente del carnaval brasileño para adoptar de manera cada vez más fuerte,
por un lado, el modelo del carnaval cruceño, asumido por la cercanía a los
patrones culturales de la región oriental, pero también con una gran expresión
de la cultura de occidente, resultado del proceso migratorio hacia esta región.
Desde el año 2000, el corso de carnaval en Cobija está dividido en categorías y
dos entradas, en dos días diferentes; después del 2008 hasta el 2013, sólo
había una entrada, sin participación de las comparsas asociadas. El primer día
del corso participan sólo las comparsas asociadas, el segundo, las denominadas
categorías libres, folklóricas y militares. Estas categorías denotan también
una diferenciación cultural, económica y social.
Un rasgo importante del carnaval de este periodo es que adopta un carácter
competitivo, pues ganar el primer lugar es símbolo de orgullo entre los
comparseros, no sólo de las asociadas, sino también de las agrupaciones de
otras categorías, por ello no miden esfuerzos para realizar las mejores
presentaciones en cuanto a sus reinas, carros alegóricos y alegría.
La Asociación de Comparsas juega un papel importante a partir de su creación,
pues ha ayudado al gobierno municipal de la capital en la organización de esta
fiesta, con su visión de engrandecer el carnaval cobijeño. Las comparsas más
antiguas de este nuevo periodo son los “Crema Camba”, “Los Palmerazos” y “Los
Tabos”, durante este periodo otras comparsas se constituyeron y desaparecieron,
como los Chiqui Chiqui’s; ya en la actualidad aglutina a 7 comparsas. Se puede
afirmar que estas corresponden a los grupos sociales medios y más acomodados de
la sociedad cobijeña.
Según comenta Yerko Ojopi, actual presidente, se busca por un lado desarrollar
una identidad propia, pero es difícil hacerlo sin considerar las influencias
que ha tenido esta región, de esta manera explica que el modelo de carnaval
esté adoptando la referencia del carnaval cruceño, del cual se tiene influencia
sobre todo el estilo de presentación de las reinas del carnaval, las
vestimentas como casacas y hasta la música; el carnavalito y la chobena han
desplazado en gran parte a la marchiña brasilera, al menos entre este grupo de
comparsas.
Lo que sí propone la asociación es la temática diversa que adopta el corso de
las comparsas asociadas, que difieren desde elementos culturales y naturales de
la región, como temáticas de la historia y cultura universal. Para este año,
por ejemplo, el tema es “Flora y fauna, animales en extinción”, lo cual
motivará una labor de investigación y recreación de las especies naturales del
departamento que se encuentran amenazadas, sostiene Ojopi. Considerando que
ello también redundará en un elemento educativo y concientizador que se le
quiere asignar al corso.
Por su parte, las comparsas no asociadas están conformadas por grupos de
jóvenes de colegios o de la universidad, pero principalmente personas jóvenes y
adultas de los diferentes barrios de la ciudad, quienes con pocos recursos pero
con gran entusiasmo, disfrutan de la fiesta carnavalera.
También se hacen presentes las comparsas de los militares (casi siempre de los
tres batallones que tienen presencia en Cobija) conformadas por las clases y
oficiales quienes junto a sus conscriptos presentan danzas sobretodo del
occidente, muchas veces caricaturizadas. Puede decirse que los militares fueron
los primeros en presentar danzas andinas en el carnaval cobijeño, por el mismo
hecho de ser en su mayoría migrantes del occidente del país.
También un componente importante del corso de comparsas no asociadas son las
denominadas comparsas folklóricas que representan diversos grupos,
principalmente de comerciantes minoristas asociados a los diferentes sindicatos
que se tienen en la ciudad. Estos se han incorporado ya inclusive desde
mediados de la década del 90, pero adquieren mayor presencia durante estas
últimas décadas, circunstancia en la que presentan danzas típicas del altiplano
y valles de Bolivia como la tarqueada, la morenada, tobas, moseñada, diablada,
entre otras. Según doña Teresa Huaraya, del Sindicato de comerciantes minoristas
del mercado Abasto, gastan harto dinero, porque se alquilan los trajes desde La
Paz, pagan el transporte, la música, porque a veces traen bandas desde Oruro,
lo cual les significan grandes gastos para los participantes. Estas
agrupaciones responden a sus sindicatos y éstos a la Federación de
Gremialistas, que articula la convocatoria con el gobierno municipal y la
asociación de comparsas.
Llama la atención la integración de los migrantes en esta fiesta. Mientras los
migrantes benianos y cruceños se adhieren fácilmente a las comparsas asociadas,
los migrantes de occidente marcan una diferencia y se aglutinan en torno a las
comparsas o agrupaciones folklóricas expresando sus rasgos culturales propios y
un cierto distanciamiento cultural.
EL CARNAVAL EN LOS MERCADOS
Como se sabe los mercados de Cobija están ocupados por migrantes especialmente
de occidente del país, son migrantes e hijos de migrantes llegados
principalmente de La Paz, Oruro y Cochabamba. Para ellos, el carnaval
constituye una oportunidad de rememorar sus costumbres y tradiciones, de ahí
que la ch’alla tradicional de la cultura andina realizada el martes de carnaval
es compartida en todos los mercados de Cobija, circunstancia en la que realizan
la quema de ofrendas, comparten comidas y bebidas, bailan al son de la música
de occidente con bandas de Cobija, o a veces traídas de sus lugares de origen.
También se visten con disfraces de pepinos u otros personajes del carnaval
andino y comparten todo el día y hasta en la noche.
En estas fechas también es ahora común la comercialización de productos para la
ch’alla, como ofrendas, adornos, confites, que se ponen a disposición de la
población cobijeña y que no sólo los compran los migrantes andinos, sino
también los lugareños, pues es parte de la simbiosis cultural que se vive en
esta ciudad y la región.
EL CARNAVAL "CAMPESINO"
El más sobresaliente es el de Villa Busch, localidad ubicada a 8 kilómetros de
Cobija, donde, según recuerda Lindert García, el carnaval es una fiesta
importante que se festeja hace más de 50 años. Organizado en sus inicios por su
abuela doña Raimunda Rosas, costurera que además de costurar los trajes para
todos o la mayoría de los componentes, se encargaba de ponerle el entusiasmo y
algarabía al grupo. En ese tiempo todos se alegraban y bailaban en las calles e
iban casa por casa donde los esperaban con chicha y agua fresca de la
chiquitaya (fuente de agua natural) que ponían en cántaros de barro, enterrados
en arena para que se mantenga fresca.
En el 2001 se crea la comparsa “Los Incansables”, esta vez de Villa Busch, que
por años participa en el corso de Cobija, en la categoría libres y ha logrado
obtener 10 títulos en 14 años de presentación, consideran ellos que por la
alegría que transbordan y el esmero en la confección de sus trajes. A propósito
comentan que las mujeres comienzan meses antes de la fiesta a comprar y
confeccionar sus trajes. Tiene entre 40 a 60 integrantes.
Es el 2005 que se crea el corso campesino en Villa Busch en el que participan
grupos carnavaleros de las comunidades aledañas como Sujal, Abaroa, Alto Bahía
y de la misma localidad como la agrupación “Raimunda Rosas”. En estas
presentaciones es posible advertir las vestimentas, aunque menos elaboradas,
que presentan simbolismos y elementos regionales como la castaña, el patujú,
semillas de diferentes especies maderables, entre otros. Aunque por un lado se
concibe como una forma de ampliar las oportunidades de disfrute de las
personas, también reconocen que el corso al ser competitivo, le resta la
espontaneidad que tenía antes el carnaval de Villa Busch. La tradicional
ch’alla andina tiene otro significado para los carnavaleros de esta localidad,
pues el martes de ch’alla significa para ellos el día del churrasco de
confraternización, en el que comparten entre todos los miembros de la comparsa.
LAS EXPRESIONES MANIFIESTAS Y LATENTES
En lo que antecede se trató de realizar un acercamiento a la fiesta más situado
a su ubicación temporal, aunque por el corto tiempo dado a esta tarea, con
seguridad muchos elementos han quedado afuera. Queda aquí pendiente la labor de
complementar y profundizar en una línea de investigación que puede decir mucho
más de la sociedad cobijeña, de sus interacciones, sus transformaciones, sus
percepciones y sus sentimientos. También considero que hablar del carnaval
pandino es una tarea mayor, y aún más tratar de argumentar y explicar un
supuesto carnaval amazónico, peor queriendo equiparlo al carnaval andino.
Una aproximación al carnaval que se vivió y vive en Cobija, lleva a identificar
algunos elementos interesantes para reflexionar:
• Como toda sociedad en proceso de transformación, sus pautas culturales
también se transforman; en este caso la fiesta del carnaval nos muestra cómo se
han manifestado dichos cambios. De la ciudad pequeña que era Cobija en las
décadas del 40, 50 (1.782 habitantes según el Censo de 1950), se evidencian
interacciones sociales con mayor nivel de intensidad, familiaridad y
simplicidad, aunque ello no implique la inexistencia de una diferenciación
social entre los distintos grupos de la sociedad de la época.
• Actualmente, el crecimiento poblacional y la diversidad cultural han generado
cambios en las pautas de interacción y convivencia social que se expresan en el
carnaval. También ahora es posible observar las diferencias sociales que se
exponen entre grupos de mayor y menor institucionalidad, con mayor o menor
nivel económico, con mayor o menor prestigio o reconocimiento social, pero con
las mismas disposiciones para compartir una fiesta popular.
• De la misma manera se muestra la transformación de una cultura local, que
mantiene elementos de la cultura brasilera (mucho más fuertes por la situación
de frontera), la cultura oriental y la cultura andina de nuestro país resultado
de las migraciones y la mayor vinculación de Pando con el contexto nacional. El
carnaval de Cobija es una fiel expresión de ese transcurso que está siguiendo
la región en la transformación de su identidad, considerando que la cultura al
igual que la sociedad cambia de manera permanente, corresponde delinear (aunque
a veces no es posible) los elementos que se deben fortalecer de esta identidad
cultural, de esta manera el carnaval puede asumir otra función social.
Quedan interrogantes al respecto: ¿hasta dónde llega la simbiosis cultural y en
qué elementos se manifiestan más?, ¿quién tendrá mayor impacto en la cultura
del otro?, ¿y de qué manera será influido? Puesto que la sociedad es una unidad
de interacciones que impactan al individuo, al grupo y a la sociedad, y
viceversa.
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