Foto: El 10 de octubre de 1982 comenzó la etapa democrática
más larga de la historia de Bolivia y que dura hasta nuestros días. // Por:
Mario Espinoza / Publicado en el periódico La Razón, el 10 de octubre de 2012.
Los hechos tienen su base, generalmente, en decisiones
económicas y políticas, aunque algún clásico aseguró que la política no es otra
cosa que economía concentrada.
Lo que ocurrió en Bolivia a partir del 10 de octubre de 1982
tiene en estos dos elementos el sustento clave para entender los siguientes 30
años de la historia de Bolivia. Todo ello sumado, obviamente, a la
circunstancia y al momento que vivíamos en el mundo, con Estados Unidos
gobernado por Jimmy Carter, pero siempre basados en la política y la economía.
En lo político, las dictaduras habían tocado fondo, no sólo
en Bolivia, sino en el resto de los países de la región. Los gobiernos
militares en América Latina habían agotado sus excusas y la sociedad estaba
cansada de casi dos décadas de esos regímenes y esperaba ansiosa la apertura
total de la democracia.
Con la caída del gobierno de facto de Hugo Banzer Suárez, el
21 de julio de 1978, y hasta la recuperación de la democracia ese 10 de octubre
de 1982, se abrió el periodo de mayor inestabilidad política de la historia de
Bolivia. En esos cuatro años, el país tuvo nueve gobiernos, ocho presidentes y
una junta militar, de los que siete fueron militares y sólo dos constitucionales,
los de Lydia Gueiler Tejada, la primera y única mujer presidenta de nuestra
historia, y de Wálter Guevara Arze. Cuatro de esos gobiernos se cuentan entre
los diez más breves de toda nuestra historia. Eso implica un promedio de un
gobierno cada cinco meses y medio.
Nunca antes Bolivia había sido sacudida por tal índice de
inestabilidad.
En lo económico, el modelo de Estado instaurado en 1952
mantuvo todavía por muchos años su vigor, y el capitalismo de Estado había sido
seguido al pie de la letra por los militares. Y en ese contexto, durante su
dictadura, probablemente Banzer fue el presidente que más empresas estatales
creó desde las históricas medidas de 1952, merced a la “plata dulce” que
llegaba a Bolivia producto de los altos precios de las materias primas, como el
estaño, y la entonces recién inaugurada venta de gas a la Argentina. Fue un
momento de “estabilidad” económica gracias al “orden, paz y progreso” impuesto
por el régimen, en el que ese progreso se medía en el número de edificios que
se construían en el eje central. El endeudamiento del país creció y la crisis
comenzó a sentirse al principio de los años 80. Fue el principio del final de
una época crítica en el país, comandada por militares y acompañada por algunos
políticos que, a su vez, formaron parte del sistema democrático.
Entre 1978 y 1980 se convocó a tres elecciones generales. La
primera fue anulada tras el escandaloso fraude cometido por el candidato
oficialista, el general Juan Pereda Asbún. En 1979, las elecciones dieron casi
un empate entre la Unidad Democrática y Popular (UDP), con el 35,99% de los
votos, y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), con el 35,89%. Dicha
situación obligó al Congreso Nacional a elegir como mandatario constitucional,
aunque ilegítimo, al presidente de la Cámara de Senadores, Wálter Guevara Arze,
llamado entonces a constituir un gobierno de transición. Entre la noche del 31
de octubre, cuando en La Paz había terminado la Asamblea General de la
Organización de Estados Americanos (OEA), y el 1 de noviembre de ese año, vino
el golpe de Alberto Natusch Busch, secundado por políticos como Guillermo
Bedregal (éste lo admitió años después), que suspendió el gobierno político con
la llamada Masacre de Todos Santos.
Aquél fue un intento democrático interrumpido con un
centenar de fallecidos, otros tantos desparecidos y 204 heridos. Luego
sucedieron la heroica resistencia del pueblo boliviano, la elección en el mando
del país de Lydia Gueiler Tejada (entonces presidenta de la Cámara de Diputados),
las elecciones de 1980 en las que volvió a ganar Hernán Siles Zuazo con la UDP
y el golpe de Luis García Meza del 17 de julio de 1980, que volvió al país a la
dictadura. La resistencia dentro de las Fuerzas Armadas a García Meza obligaron
a éste a renunciar y luego de un mes de una Junta Militar, conformada por Celso
Torrelio, Waldo Bernal y Óscar Pammo, las Fuerzas Armadas “eligieron” a Celso
Torrelio Villa como presidente.
Pero la elección era el problema menor comparado a la crisis
económica que se avecinaba. Sólo el gobierno de Torrelio trató de enfrentar
tímidamente el problema.
Por eso, no extrañó a nadie que la salida a la crisis
económica tenga una respuesta política, y a fines de septiembre —a propuesta de
la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), algunos partidos
políticos y el vespertino Última Hora— el Gobierno decidió convocar al Congreso
Nacional elegido en 1980 y que no pudo asumir funciones por el golpe de García
Meza. Desde el punto de vista de la UDP, partido ganador de las elecciones de
1980 con un buen margen sobre el MNR y Acción Democrática Nacionalista (ADN),
la situación era paradójica, pues si por una parte era evidente que el Congreso
Nacional elegiría a Siles Zuazo, por otra no era menos cierto que una eventual
elección en ese momento le podía dar una cómoda mayoría absoluta legislativa
que no tenía y con la posibilidad de que el MNR-I (Izquierda) vaya sólo a las
elecciones, deshaciéndose de sus aliados, el Movimiento de la Izquierda
Revolucionaria (MIR) y el Partido Comunista de Bolivia (PCB).
El presidente de facto Guido Vildoso Calderón, que al jurar
al mando el 21 de julio de 1982 había dicho que en un año se convocarían a
elecciones generales, tuvo que retroceder ante la presión de los sectores
políticos y sociales, pero sobre todo con el informe de la situación económica
del país y un aparato militar desgastado. Por eso, la convocatoria al Congreso
Nacional de 1980 fue cuestión de tiempo, y en menos de dos meses de gestión
instruyó a su ministro de Gobierno, el coronel Édgar Rojas, a llamar a los
representantes de los partidos políticos para que sean ellos los que decidan
sobre el futuro democrático del país. Pero no todo era tan idílico. Había
dentro de las Fuerzas Armadas una corriente que se negaba a abandonar el poder
a tal punto de que hubo intentos no sólo de continuar ejerciéndolo, sino de
hacerlo a cualquier costo.
Finalmente, el 5 de octubre de 1982, los legisladores
eligieron a Siles Zuazo por mayoría absoluta, con 113 votos de 146. Fue elegido
como vicepresidente Jaime Paz Zamora, que obtuvo 118 votos. Inmediatamente,
fijaron la fecha para el juramento de los nuevos mandatarios: el 10 de octubre
de 1982. No fue fácil, porque, ante cualquier propuesta, ya se vislumbraban dos
bandos que en definitiva serían en el futuro gobierno el oficialismo y la
oposición: por un lado, la UDP conformada por el MNR-I (de Siles Zuazo), el MIR
(de Paz Zamora) y el PCB (de Jorge Kolle), y, por otro, el MNR histórico (de
Víctor Paz Estenssoro) y ADN (de Banzer). El Partido Socialista se mantuvo en
una línea curiosa, al margen de la oposición y oficialismo, y los otros
partidos aportaron con pocos parlamentarios en ambos bandos.
Así, ese 10 de octubre de 1982 terminaba una de las etapas
más turbulentas de la historia republicana y se encaminaba a Bolivia hacia una
ruta totalmente nueva, la práctica de una democracia universal regida por la
Constitución, que apenas si tenía precedentes.
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