La mañana del sábado 8 de febrero de 1975, Julia Zegada
Soliz trenzó con esmero sus cabellos oscuros, se puso su mejor blusa y su
pollera más elegante.
La ocasión no era para menos, los presidentes de facto de
Bolivia, Hugo Banzer, y de Chile, Augusto Pinochet, habían acordado verse en su
localidad: Charaña.
En el libro Historia de Bolivia, de Carlos Mesa, Teresa
Gisbert y José D. Mesa, este encuentro es considerado el acercamiento
binacional más importante para que Bolivia retorne al Pacífico con la cesión de
una franja marítima, a cambio de un canje territorial. Una cita difícil de
reconstruir con las piezas de rompecabezas escondidas en la memoria de los
charañeños.
Los pobladores antiguos de aquel terruño olvidaron muchos
detalles de lo que sucedió aquel sábado. Algunos confunden a Banzer con Víctor
Paz Estenssoro y otros dudan respecto al año de aquel gesto de amistad entre
dos militares. Lo que sí rememoran es que la comerciante Julia Zegada se robó
la escena. La mujer era conocida como la K’ochala.
Ninguno de los siete entrevistados por Informe La Razón
recuerda que aquella mañana una ligera llovizna cayó sobre su pueblo. Después
reinó el clima frío y seco, como casi siempre. Los lugareños desconocen que
Banzer emprendió, a las 05.30, el viaje en ferrocarril desde Viacha hasta
Charaña. Partió junto a un séquito de ministros y de periodistas.
Quien después se coló en la celebración fue la K’ochala. Su
carácter fuerte es una de las características que María Virgilia Avilés no
olvidará jamás. “Recuerdo bien su cara y su casa, no había nacido aquí, pero
era como si lo hubiera hecho, era muy conocida. Ella se hizo famosa porque
abrazó a Pinochet y salió con él en las fotografías”.
Un secreto guardado por décadas y que muchos le preguntaron
a la K’ochala, es la conversación que ella sostuvo con el Mandatario chileno.
Eso no le contó a nadie. Al menos no a sus vecinos.
Ricardo Alanoca ya pasó la barrera de los 70 años y evoca
algo: “Banzer llegó en un coche motor plomo. Ingresó a la junta de vecinos y
dicen que les dejó dinero. Se fue a la frontera con Visviri”. El hombre subió a
su bicicleta y pedaleó detrás del tren. Llegó tarde y no pudo ver casi nada
porque periodistas y autoridades no dejaban de apreciar el célebre “abrazo de
Charaña”. “¿Qué habrán dicho?”, se pregunta.
Lo que él no se enteró es que los presidentes se saludaron
con dos frases cortas y a la altura de sus cargos: El cruceño comentó: “Buenos
días general Pinochet. Reciba un saludo boliviano”; y éste le replicó:
“Presidente Banzer me alegra verlo de nuevo”. Aquel intercambio de palabras fue
a las 11.55. Después fueron a conversar en privado.
Los periódicos de la época capturaron imágenes de las
espaldas de los mandatarios sentados en un vagón. Tras la charla, fueron a
almorzar en el carruaje reservado boliviano R1. El menú, según los reportes
periodísticos, fue pollo deshuesado a la cacerola, chuleta de cerdo, roast
beef, con guarniciones y ensaladas. De postre, degustaron tortillas al ron.
Para beber tenían a disposición vino blanco Kholberg y vino rosado San Pedro,
ambos provenientes de bodegas bolivianas.
Tras la comida y la plática, a las 16.55 ya estaba listo el
acuerdo de Charaña y se despidieron. Cada uno se fue por su lado.
Aquel pacto indicaba que ambas naciones iban a trabajar para
solucionar el problema de la mediterraneidad de Bolivia. Es más, la reunión en
la comunidad fue una propuesta de Pinochet que hizo llegar al Gobierno
boliviano vía consulado. Él, además, manifestó que junto a Banzer iba a sellar
el acuerdo binacional.
Las crónicas narran que durante todo el encuentro los
generales estuvieron de buen humor. Lucieron sonrientes y no tuvieron ningún
reparo en ir a hablar con la gente que estaba cerca. Y, rompiendo con el
protocolo oficial de aquel día, la K’ochala fue a abrazarlos. Los charañeños no
recuerdan si la mujer llegó a “prenderse” de Banzer; lo que sí comentan es que
casi se colgó del cuello del militar chileno.
Tras apretujar a los jefes de Estado, volvió feliz a su
casa. El periódico El Diario publicó una página gráfica con las imágenes del
“abrazo de Charaña” y en dos imágenes se encuentra la chola de trenzas largas.
Hoy, sus detractores dicen que era una “barzola”, que hacía y deshacía las
cosas a su antojo; incluso que conocía a personas influyentes que le
permitieron acercarse a los mandatarios.
Poco antes de irse, Banzer prometió que volvería a Charaña.
No lo hizo. Eso sí, cumplió con la construcción de un colegio. Durante aquellos
años el poblado tenía varias necesidades; por ejemplo, no había energía
eléctrica ni agua potable.
Con el tiempo, los charañeños compraron máquinas para tener
electricidad. Cada hogar poseía sus pozos y así pudieron sobrevivir a la
necesidad del líquido vital. El paso del tren era una bendición para los
comerciantes. A pesar del frío y el olvido, salieron adelante. Quien partió fue
la K’ochala, que murió hace años y se llevó a la tumba lo que habló con
Pinochet.
Este artículo apareció publicado en el periódico La Razón el
31 de mayo de 2013.
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