Foto: Rufino Salcedo / HÉROE DE LA GUERRA DEL CHACO
Por: Mariela Laura / Publicado en el periódico La
Prensa el 4 de marzo de 2012.
Se enroló en el Ejército cuando tenía 16 años. Es uno de los
defensores de la patria.
Tiene 97 años, pero don Rufino Salcedo no olvida una
travesura que casi le costó la vida. En 1932, cuando comenzaba la Guerra del
Chaco, envalentonado por el apoyo de sus amigos, se enlistó en las filas del
Ejército para acudir en defensa del territorio nacional y enfrentar a los
soldados paraguayos.
Con mucha dificultad para caminar y con el rostro cansado
por el paso del tiempo, toma asiento en una de las oficinas de la Federación de
Excombatientes de la Guerra del Chaco.
Sus ojos nunca dejan de mirar hacia el frente y sonríe. “De
aquí bien valiente he salido, pero cuando llegamos al Chaco, temblamos de
miedo”.
El infierno verde. Durante tres años, bolivianos y
paraguayos mezclaron valor y ferocidad en una lucha que tenía mucho de bizarro,
combinado con la tecnología bélica de las primeras décadas del siglo XX.
El héroe cuenta que los bolivianos morían por el clima, ya
que en esa región la temperatura es de 45 grados a mediodía.
La insolación fue otro adversario para muchos compatriotas
que no pudieron vencer y murieron en los campos de batalla. “Los paceños eran
los que más morían dentro de ese infierno verde, del que ni siquiera se podía
escapar”.
Explica que, entonces, los bolivianos preferían morir a
balazos antes que caer por la insolación o la falta de agua. “Sacábamos fuerzas
de donde no había para seguir combatiendo hasta derramar la última gota de
sangre de nuestros cuerpos desnutridos”.
No había agua ni comida, los valientes soldados tenían que
ingeniárselas para llevarse algo a la boca. “Cuando no había rancho,
masticábamos todo tipo de ramas, sólo cuando traían las provisiones podíamos
respirar con alivio”.
A pesar de esa situación, los soldados jamás bajaron los
brazos ni guardaron sus fusiles; por el contrario, miraban al cielo, recordaban
a sus familiares, pensaban en algún día regresar a su terruño. El corazón les
latía con más fuerza y seguían en la batalla.
“Hasta el orín escaseaba, sólo nos mirábamos entre
nosotros”.
El fin de la guerra. El 14 de junio de 1935 llegó el cese de
hostilidades, la guerra se había terminado por el agotamiento del combustible
humano que alimentaba la hoguera bélica.
Sin pensarlo dos veces, don Rufino, por primera vez, dejó su
fusil al cuidado de uno de sus camaradas. Con cautela se dirigió a la base
enemiga, pero los paraguayos lo descubrieron en su intento de atravesar el
umbral.
Los soldados le preguntaron: “¿Qué haces aquí, qué
quieres?”, y respondió: “He venido a llevarme un abrazo de ustedes, acaso ¿no
puedo?, además ya ha terminado la guerra”. Ante la intrépida respuesta, los
paraguayos lanzaron una carcajada, lo abrazaron e invitaron a tomar unos
tragos.
“Los paraguayos estaban en las últimas, seguro que si había
una vuelta más, no nos aguantaban”.
El corazón de Rufino Salcedo aún se agita cuando observa con
cariño una de las condecoraciones al valor de las que se hizo acreedor por su
intrepidez en las trincheras del sudeste.
3 héroes de la Guerra del Chaco; Manuel Monje, Luis
Bustillos y Rufino Salcedo son parte del directorio de la Federación.
“Me siento cansado, pero siempre con el mismo entusiasmo de
seguir luchando por mi querida Bolivia. Volvería a ir a la guerra una y otra
vez por amor a mi patria”.
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