Fuente: Lydia - Escrito por Alfonso Crespo
Se llamaba Lydia Gueiler Tejada, hoja legitima de Moisés
Gueiler, nacido en Alemania, y de doña Raquel Tejada Albornoz, dama
cochabambina. Lydia declara haber nacido en la ciudad del Tunari el 28 de
agosto de 1921. No tuvo hermanos.
Moises Gueiler, de quien se poseen escasos antecedentes, murió
al poco tiempo del nacimiento de Lydia, dejando a su familia en situación económica
precaria, lo cual obligo a doña Raquel a tejer prendas para niños de corta edad
y sub-alquilar habitaciones en un apartamento situado en el centro de la
ciudad.
Lydia era una linda niña y de ojos verdes, cuya infancia transcurrió
apaciblemente, como la de otras muchachas de su edad y de la clase burguesa.
En la vida de Lydia hay amores entrañables: doña Raquel, su
madre, y María Teresa, su hija, así como sus nietos.
Cuando Lydia cumplió seis años de edad, su madre la inscribió
en el Instituto Americano, uno de los más acreditados establecimientos educacionales
existentes en esa época en Cochabamba; tenía la singularidad de ser mixto, esquema
poco difundido en aquellos años en Bolivia.
A fines de los años veinte, doña Raquel subalquilo dos
habitaciones del departamento que ocupaba a un joven subteniente cruceño llamada
German Busch, de la guarnición de Cochabamba, casada con doña Matilde Carmona y
en espera de su primer hijo, quien nació en dicha casa y fue bautizado con el
nombre de su padre.
“Desde un principio –recuerda Lydia- surgió una simpatía mutua
con mi madre y conmigo. Sencillo y de ojos profundos, Busch llamaba “madrecita”
a mi madre y a mi “su hermana menor”. Matilde, más conocida como Matty, era una
mujer inteligente y cautelosa en su manera de conversar. De estatura más bien
baja, en contraste con German, bastante alto, ambos formaban una pareja
adorable y feliz. German me tenía muchas veces y no habría podido imaginar que recibía
los mimos del fututo héroe del Chaco”.
Esa amistad con doña Matilde se estrechó cuando advino la
Guerra y German partió al frente de operaciones, en cita con la gloria. Un
repicar de campanas anunciaba alguna
noticia sobre la guerra y la gente acudía a la Plaza 14 de Septiembre para
informarse, gracias a un pizarrón ubicado en la puerta de la Catedral.
Acompañada de Lydia, doña Matty iba de las primeras, inquietas por la suerte de
su marido a quien, ella lo sabía, eran asignadas las misiones de mayor riesgo y
cuyas hazañas ya le habían ganado renombre. A fines de 19 Busch, en uso de una
corta licencia, visito a su familia y la multitud le acogió con un recibimiento
caluroso. Él tuvo que dirigir la palabra desde uno de los balcones del
apartamento de doña Raquel. A su vera estaban doña Matilde y sus hijos German y
Orlando, así como doña Raquel y Lydia. Fue la primera vez que, desde un sitio
privilegiado, esta supo lo que era ver a un pueblo emocionado; no podía vislumbrar
que un día lejano seria ella quien se encontraría en trance idéntico.
Al término de la guerra, la familia Busch se trasladó a La
Paz y Lydia no volvió saber de ella hasta que se enteró del aquel oficial que
un día la tuviera sobre sus rodillas, era ahora Presidente de Bolivia; poco tiempo más tarde supo con
tristeza que su héroe se había suicidado con un tiro de revolver.
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