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EL TRIUNFO DE MELGAREJO EN LA BATALLA DE LA CANTERIA (POTOSI)

Fuente: La legación de Chile en Bolivia desde setiembre de 1867 hasta principios de 1870 principios de 1870. De Ramón Sotomayor Valdés, Chile Legación (Bolivia).

Después del asesinato de Manuel Isidoro Belzu en marzo de 1965, Melgarejo tuvo que enfrentar una gran cantidad de levantamientos en todo el país, El chileno Sotomayor Valdés describe estos acontecimientos de la siguiente manera: “…Pocos días permaneció melgarejo en La Paz, pues nuevos pronunciamientos de los pueblos del Sur lo obligaron a evacuar la ciudad, que apenas libre, alzo el grito el 25 de mayo, proclamando venganza y constitución. Esta vez la revolución abarco todas las clases sociales. Para organizarse, reconoció por jefe al coronel don Casto Arguedas, a quien algunos días más tarde, proclamo presidente de la Republica.
A esta nueva revolución de La Paz hizo eco la ciudad de Oruro, pronunciándose el 1º de junio. Siguiéndose el pronunciamiento de Cochabamba  el 11 de mismo mes. De todos los pueblos y cantones inmediatos a La Paz, despréndianse columnas de voluntarios para engrosar las filas de la revolución en esta ciudad.
Melgarejo contra-marcha de los departamentos de Sucre y Potosí, con dirección a Cochabamba, a la que piensa castigar en primer término por su nueva rebelión. Pero las fuerzas revolucionarias habían emigrado a tiempo, replegándose sobre La Paz,  casi todo el vecindario se había esparcido por los campos. Melgarejo encontró la ciudad escueta y solitaria, permaneció en ella hasta fines de julio, en que la abandono con dirección a Oruro, que a su vez había mantenido a la ciudad de La Paz todos las fuerzas con que contaba.
Aún no había llegado el general Melgarejo a Oruro, cuando recibió la noticia de una nueva revolución en Cochabamba  (Agosto 3), que puso al frente del gobierno político y militar del departamento, a los ciudadanos don José M. Santivañez y general don don Idelfonso Sanjines, y alisto en sus filas armadas lo más granado de la juventud decente y lo más sano del pueblo trabajador.
La conflagración se ha hecho universal, pues hasta el remoto departamento de Santa Cruz, hasta el inmenso y semi-barbaro departamento del Beni, han levantado el estandarte de la Constitución. Melgarejo en medio de este torbellino revolucionario, se siente confundido y desorientado. No sabe a quién hade atacar primero. Pero se decide al fin por contramarchar a Cochabamba, que abandonada a la más completa imprevisión, ni siquiera ha sospechado la aproximación del tirano.
Hallábase ya esté en el villorio de quillacollo, a dos leguas de Cochabamba, cuando la ciudad fue sorprendida con la noticia de la proximidad del enemigo. Llega melgarejo a los extramuros de la ciudad (8 de agosto), acariciando la idea de sorprenderla y exterminarla. En alta noche y en medio de un silencio profundo, se recurre cautelosamente con algunas columnas de soldados de pie a pie, hasta penetrar, sin ser sentido, en la misma laza de la ciudad; y desplegando su línea como para romper sus fuegos sobre el palacio, que cree ocupado por los enemigos, sabe entonces que estos han dejado la ciudad algunas horas antes. Viendo de esta manera frustrado su plan, exclama en el delirio de la cólera ” no habría dejado piedra sobre piedra en ese palacio  y no habría perdonado una sola vida.”
Acuartelo esa noche sus fueras para que  descansaran, y al rayar el alba, emprendió la marcha en persecución de la pequeña división que había salido de Cochabamba, camino de Sucre (Esta división constaba de dos batallones de a 200 artesanos cada uno, y un regimiento de 300 rifleros compuesto de la flor de la población).

Aunque esforzada y llena de entusiasmo esa división no tenía suficiente disciplina, ni bastantes recursos para hacer una retirada a marchas forzadas, y evitar que el ejército de Melgarejo picase su retaguardia. A consecuencia de esto perdió  en la travesía gran parte de su gente, llegando reducida a la mitad a la capital Sucre, en donde se incorporó a las fuerzas constitucionales organizadas por los coroneles Flores y Balza. El primero, declarado general en un comicio popular, tomo  el mando en jefe de todas estas fuerzas reunidas, y se dirigió a Potosí, abandonando la capital indefensa a las tropas de Melgarejo, que llegaron tres días más tarde. Pero Melgarejo se detuvo apenas en la capital y continuo a marchas forzadas detrás de los constitucionales, que a la aproximación del enemigo, dejaron también la ciudad de Potosí, y fueron a situarse en el pueblo de Puna, a pocas leguas de aquella ciudad.
Melgarejo se detuvo en Potosí, desde donde llamo en su auxilio una fuerte sección del ejército que había dejado en Oruro;  y se propuso entre tanto espectar los movimientos revolucionarios, confiando en que la falta de recursos, las disidencias entre los jefes revolucionarios, y la indisciplina misma de unas tropas improvisadas, anularían por completo la división acantonada en Puna.
Inmensa era, en verdad, la fatiga de esa división, grande la escasez de sus recursos indecisa su posición con la desinteligencia de sus principales jefes. Pero la inminencia del peligro se sobrepuso a todo, y habiendo llegado a Puna la noticia de que Melgarejo esperaba un refuerzo considerable, se tomo la resolución de levantar el campo para atacar al tirano en la misma ciudad de Potosí.
Entre tanto el refuerzo esperado por Melgarejo, después de salir de Oruro al mando del general Olañeta y de son Jorge Oblitas, se había detenido en Cochabamba, en donde los jefes mencionados , desplegaron un apolítica de terror, impusieron al vecindario acuotaciones forzosas, y con el objeto de arrancarlas vejaron a respetables matronas, a sacerdotes ancianos y hasta amenazaron con el patíbulo, le dieron todavía el espectáculo de la ejecución capital de tres reos políticos condenados por ellos mismos.

Pero volvamos a Potosí, adonde acaba de llegar (5 de septiembre) la división constitucional del general Flores, que trepando el cerro de la Canteria (Es una continuación del célebre cerro de Potosí, en cuyas faldas se encuentra la ciudad del mismo nombre), se presenta desplegada sobre sus crestas en actitud de batalla. Dos horas espero en esta actitud, hasta que el ejército del general Melgarejo, reducido entonces a 700 hombres solamente, anuncio la hora del combate con un cañonazo disparado en la plaza, yendo a formar su línea sobre las faldas del mismo cerro.
A poco de avistarse ambas fuerzas, rompen sus fuegos con actividad. El pueblo de Potosí desde los techos y las azoteas de la ciudad, contempla con angustia aquel combate en que se juegan los destinos de la Nación. Por algunos momentos  sonríe de placer y atruena el aire con aclamaciones, al ver la bravura con que el centro de la división constitucional, compuesto de la juventud ilustrada de Cochabamba, hace retroceder el batallón de su frente. Pero el ala derecha, formada de un batallón de artesanos voluntarios, se desbanda en aquellos mismos momentos. El ala izquierda de la misma división, compuesta por otro batallón igual, comandado por el coronel Balza, carga con heroísmo a bayoneta calada; pero en tanto que avanza, es diezmada por los fuegos certeros del enemigo.
La juventud de Cochabamba gana terreno con la más prudencia, y abre claros en las filas de Melgarejo. Ambos ejércitos se han aproximado hasta el punto de apostrofarse individualmente los combatientes. En esos momentos supremos carga por retaguardia sobre la división constitucional un a escuadrón de coraceros al mando de coronel Badani. La división constitucional rodea da por todas partes, comprende que está perdida; mas, todavía se defiende con denuedo, derriba, entre otros, al jefe de los coraceros; pero al fin queda rendida.
Y ¿que había sido de Melgarejo durante las dos horas que duro este combate? Resguardado en los extramuros de la ciudad, había permanecido contemplando con un anteojo el teatro de la lucha. Cuando vio asegurada la victoria, se lanzó al campo a caballo y pistola en mano, como el genio de la venganza. Al subir la Canteria, ve a la distancia al simpático Cortes Caballero, que mal herido va huyendo a caballo; y no bien le reconoce, manda que los rifleros le den caza, hasta derribarle muerto. Avanza más, y recorriendo los diversos grupos de prisioneros, comenzó a reconocerlos para elegir sus víctimas. Descubre al joven Emilio Moyano, que está herido de muerte y, sin embargo, lo ultima. Más allá encuentra a don Mariano Vila, y lo hace fusilar. Divisa luego al poeta cochabambino don Néstor Galindo, y se precipita sobre él, diciéndole: “Hínquese, bandido.” Galindo le contesta con el acento de la dignidad: “No soy bandido, mi general” pero se pone de rodillas, para recibir religiosamente la muerte, pronunciando el nombre de Dios y el de su madre. Igual suerte cupo al joven prisionero don N. Moscoso.

Ni siquiera se permitió que los cadáveres de estas personas fuesen enterrados con la solemnidad que reclamaba su descendencia.

El desastre de la Canteria desarmo a los pueblos del sur, pero no les arrebato la esperanza del triunfo de la causa constitucional, puesto que en el norte la revolución había tomado ya en este tempo un aspecto formidable, En la Paz había un verdadero Gobierno provisorio presidido por don Evaristo Valle. Un ejército regular de unos dos mil hombres estaban en disposición de combate, y el vecindario continuaba armándose y recibiendo el contingente de pequeños refuerzos que iban aun de las más remotas provincias. Muchos de los prófugos de la Canteria fueron también a ocupar un lugar en el ejército de La Paz…”
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