Fuente: La legación de Chile en Bolivia desde setiembre de
1867 hasta principios de 1870. De: Ramón Sotomayor Valdés. / Impr. Chilena,
1872.
Un parte oficial y cartas particulares llegadas hoy, dan la
noticia de haber fusilado en Tarata, a las 5 de la mañana del 8 del corriente,
el coronel Luis Lozada. Melgarejo no ha respetado ni su propia sangre. En esta ocasión,
como en tantas otras, no se han observado ni las formas más esenciales de la justicia, pues Lozada no
había sido procesado, ni convencido, ni siquiera interrogado acerca de la intención
revolucionaria que se le imputaba. (En septiembre de 1869 hicimos un viaje a
Tarata y nos alojamos en el convento de Colegio francisano de propaganda fide que
existe en aquel pueblo. Por el testimonio de varios sacerdotes de aquella
respetable corporación, compuesta en su totalidad de misioneros extranjeros,
supimos una anécdota bastante curiosa. En los primeros días de enero llego
Melgarejo a Tarata. La comunidad religiosa a complementarse y a ofrecerle y a
ofrecerle una misa de gracia. Melgarejo acepto, quedando en ir al convento tres
o cuatro días más tarde.
Llega la ceremonia de la purificación, y aquel humo le
embriaga. Y cuando al fin los acordes del órgano se confunden con las músicas militares,
posible es que se imagine que a competencia entonan su alabanza los coros del
cielo y los de la tierra.
Otras veces asiste a las procesiones. Su continente, su aire
su cortejo, todo indica que él es el santo de la procesión. De este género de
vanidad participan todos los empleados en su respectiva esfera. Añadiremos todavía
que el tipo original y más característico de la vanidad ceremoniosa y pueril,
autoritaria y ridícula, no es Melgarejo, es el indio boliviano.
Decíamos, pues, que Melgarejo quedo en ir a la misa solemne que
a su llegada, le ofrecieron los padres de Tarata. La víspera de esta ceremonia
se supo que el coronel Lozada acababa de llegar a aquel pueblo. Movida por la
caridad y por numerosos empeños, la comunidad religiosa se apresuró a interponer
sus oficios a favor del preso, y al efecto se acercaron a Melgarejo tres de los más respetables padres
del convento para pedirle, no la libertad, sino simplemente la vida del
coronel. Melgarejo no hizo mucha resistencia y acabo por prometerles que no haría
fusilar a Lozada. Los padres se retiraron contentos recordándole a Melgarejo a
Lozada. Los padres se retiraron contentos recordándole a Melgarejo que al día
siguiente debía tener lugar la isa prometida.
En efecto, al día siguiente a las ocho se presentó Melgarejo
con su larga comitiva en el templo, oyó la misa y luego fue invitado a
desayunarse en el mismo convento. Toda la comunidad le rodeo en la sala destinada
para este objeto. El general estaba alegre y charlador. De repente uno de los
sacerdotes que había intercedido por la vida
de Lozada, le pregunto a qué lugar pensaba destinar al coronel, en la
inteligencia de que Melgarejo penaba imponerle algún confinamiento. A lo que
con una gran sangre fría contesto Melgarejo: “ya lo despache esta mañana a las
5. -¿A dónde mi general?- Al otro mundo, padre”.
La comunidad guardo un profundo silencio por un momento. Se continuó
conversando sobre asuntos indiferentes, y cuando Melgarejo y su comitiva
acabaron de engullir con la mejor disposición el desayuno preparado, se
retiraron, dejando a la comunidad sumida en el estupor.
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