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MASACRES MINERAS DEL SIGLO XX EN BOLIVIA

Por: Freddy Tarcaya Gallardo - Estudió Sociología en la UMSS. Tiene varias publicaciones de carácter histórico – social y comunicacional. yacartafreddy@hotmail.com

La masacre se consuma a través de una maquinaria debidamente concatenada y articulada, método coercitivo del Estado que se remonta a los orígenes de las clases sociales. Cumple la función preservadora de intereses económicos dominantes desde el Estado. En el caso boliviano, el ‘Súper’ Estado de los “Barones del estaño” (Patiño, Hochschild y Aramayo) puede haber definido en gran parte del siglo XX el rumbo político del país; el “Estado del 52” o bien el “Estado neoliberal”, esencialmente protegen el capital y/o administra la fuerza. De este modo muchas luchas mineras terminaron en masacres, que se prolongaron hasta fines del siglo XX, más allá del régimen minero feudal.

Masacres del ‘Super’ Estado Minero Feudal

Masacre de Uncía: junio 4 de 1923
Los sindicatos buscan el ejercicio democrático liberal de reivindicación obrera, pronto las demandas afectan el libre albedrío sobre la plusvalía; el capital y el trabajo destilan sangre, dolor y luto. En ese contexto el 1º de mayo de 1923 en Uncía, luego de una marcha, los mineros fundaron la Federación Obrera Central Uncía (F.O.C.U.) la misma que inmediatamente pugnó su reconocimiento y la reincorporación de los despedidos, de la “La Salvadora” y “Llallagua”. Las empresas negaron la demanda y el gobierno decretó Estado de Sitio. El 2 de junio se movilizaron hacia Uncía los regimientos Sucre, Ballivian, Camacho y el Batallón Técnico. Se abrían las puertas de la masacres.
El 4 de junio en la subprefectura apresaron a los dirigentes, los mineros rápidamente se concentraron en la Plazuela Alonzo de Ibañez, Gumercindo Rivera Vicepresidente de la FOCU, pidió que la multitud se disperse. La masacre cayó implacable sobre los trabajadores. Trifonio Delgado afirma: “La tropa disparó (…) contra la masa proletaria (…) una lluvia de plomo y fuego había talado la fila delantera del pueblo, el primero en caer fue Leiza, (…). Al cabo de unos instantes la plazuela (…) ofrecía un aspecto desolador, mucho más horrible que un campo donde se hubiese librado una gran batalla, de pronto entre el tendal de muertos y heridos apareció una mujer dando alaridos y que, echando un furibundo anatema, pugnaba por llevarse a su marido muerto. Fue acallada por la potente voz de los mausers y cayó herida. Era Aurelia Tapia de Leiza…” (Lora, 1969: 395). Murieron siete obreros y quedaron varios heridos, tras la matanza circuló la versión de que muchos cuerpos desaparecieron en los candentes hornos de Catavi.
Masacre de Catavi, diciembre 21 de 1942 1
El 30 de septiembre de 1942 el sindicato solicitó aumento salarial, en respuesta, el gobierno, ha pedido de la Patiño, el 13 de diciembre declaró Estado de Sitio y apresó dirigentes. Los trabajadores declararon huelga, manteniéndose incólume hasta el 21 de diciembre, ese día marcharon exigiendo atención a sus demandas. “El grueso de los manifestantes se descolgaba de Siglo XX. Los jefes militares ordenaron emplazar ametralladoras en la planicie (…) los soldados abrieron fuego sobre la multitud. Eran las diez de la mañana (…). Los trabajadores se desbandaron y buscaron refugio donde pudieron. Los disparos continuaron hasta las tres de la tarde. Siguiendo una vieja costumbre los manifestantes llevaban en las primeras filas a mujeres y niños, (…). ‘A la cabeza (…) estaba una anciana que llevaba la Bandera (…) recibió la primera descarga de metralla cayendo envuelta en los pliegues de la tricolor’…” (Lora, 1980: 377, 378). La planicie se conoce, como los Campos de María Barzola en honor a la acribillada. Los muertos ascendieron a veinte y fueron heridos cuarenta. 
Masacre de Potosí: enero 28 y 29 de 1947
Cuando gobernaba Enrique Hertzog, el Prefecto de Potosí Abelardo Villalpando, desató la “Masacre de Potosí” en la que decenas de mineros fueron acribillados, al considerarlos fascistas. El crimen fue consecuencia de un fallo de la Corte Suprema de Justicia, que negaba la indemnización a un trabajador por retiro voluntario. El país urbano se vio envuelto en protestas y detenciones. Al atardecer del 28 de enero el Sindicato de Metalurgistas de la empresa ‘Unificada’ de Mauricio Hochshild, marchó para pedir la liberación de sus dirigentes, la policía respondió disparando a los obreros. Al día siguiente “… los (…) mineros quemaron muchos cartuchos de dinamita, atemorizando a las autoridades (…), las que dispusieron que las fuerzas de policía disparasen sobre la multitud minera enfurecida, cayendo varias decenas de muertos y heridos,….” (Valencia, 1988: 2046). Las movilizaciones y la masacre, serían el preludió de otro crimen capitalista que anunciaba la eclosión revolucionaria del 52.

Masacre de Siglo XX: mayo 28, 29 y 30 de 1949
El sindicato reclamó aumento salarial y el cumplimiento de un laudo arbitral, por el pago de desahucios e indemnizaciones a los despedidos. En la mañana del 28 de mayo la empresa “Patiño” convocó a la dirigencia a negociar, sin embargo, fueron detenidos y desterrados a Chile. Al medio día se declararon en huelga y la represalia obrera procedió a secuestrar funcionarios. Decían ellos: “Tenemos apresados treinta y tres gringos como rehenes y los tendremos hasta que regresen nuestros dirigentes, en caso contrario pagarán con sus vidas este nuevo abuso del gobierno...” (Lora, 1980: 647). Abalanzada la represión los mineros fusilaron a dos empleados norteamericanos y un boliviano.
A las 4:30 de la tarde “… los regimientos ‘Colorados’, ‘Andino’, ‘Camacho’ e ‘Ingavi’, dos de infantería, uno de caballería y otro de artillería, con más de un regimiento de carabineros con 1.500 soldados, atacaron el campamento (…). Los trabajadores (…) lograron contener el asalto de las tropas combinadas del ejército (…). Al día siguiente (…) –era domingo-, ya no hubo un nuevo asalto, sino que el ejército comenzó un bombardero sistemático del campamento de Siglo XX, causando muchas bajas entre mineros y demoliendo muchas casas -el lunes-(…) 30 de mayo, después del ‘ablandamiento’ de la artillería, se efectúo un nuevo asalto general (…) penetrando casa por casa en el campamento de los obreros.” (Valencia, 1988: 2090, 91). Se terminó masacrando “… doscientos o trescientos obreros (el gobierno reconoció que murieron 144 y fueron heridos 23)...” (Lora, 1980: 649). El hecho trajo críticas de la prensa a los “azuzadores” de la acción obrera, la mentalidad colonial de los “periodistas” al servicio de la patronal guardó silencio sepulcral por los mineros muertos.

Masacres del “Estado del 52”

La huelga de mayo de 1965: masacre en los campamentos
El 4 de noviembre de 1964 el vicepresidente René Barrientos derrocó al presidente Victor Paz Estenssoro. Frente al nuevo gobierno antiobrero, el 12 de mayo de 1965 los sindicatos pactaron luchar por conquistas sociales, tres días después Lechín fue desterrado al Paraguay, la COB desencadenó una huelga general. El 16 de mayo las minas se habían insurreccionado. La huelga ocasionó una dura represión “En La Paz fue acallada a morterazos la radio Fabril Continental; en el asalto al local de los constructores fue asesinado el dirigente Arce. Siglo XX soportó toda la furia de los regimientos que fueron enviados (…). Milluni fue previamente bombardeado por la aviación y luego las tropas regulares tuvieron que combatir contra los trabajadores que habían levantado trincheras en defensa propia (…) cayeron cientos de obreros. Kami fue (…) ocupada con la finalidad de decomisar el armamento que había acumulado el sindicato. En Siglo XX los soldados ingresaron a todas las viviendas, destriparon los colchones y requisaron los baúles y los techos en busca de armamento…”. (Lora, 1980: 46, 47).
La masacre alcanzó al Consejo Central Sud de la COMIBOL ubicada en la provincia Sud Chichas, que albergaba a Quechisla, Tatasi, Telamayu, Ánimas, Santa Ana y otros campamentos. Mientras el 23 de mayo la huelga caía en ocaso, Radio “23 de Octubre” de Telamayu informaba que, “… a Hrs. 7:45 había comenzado el ataque del Regimiento Loa (…). A las 10:15 se producía un combate encarnizado entre el ejército y los mineros (…) ya se estaba luchando en las cercanías del cementerio de Atocha ‘con otro grupo del mismo regimiento, una de cuyas fracciones se suponía avanzaba sobre Telamayu’. A las 10.18 se generalizó el ataque militar en todo el sector de la Cumbre, Chocaya y Atocha, (…). Esa emisora sostuvo que hasta ese momento habían ya siete obreros muertos, decenas de heridos y habían sido tomados presos dirigentes y obreros de base.” (op.cit.: 49,50).
El objetivo del gobierno implicaba acabar con los sindicatos, los cuales se diferenciaron del nacionalismo y recorrían su propio camino. Los intereses imperiales chocaban con los obreros organizados “Los norteamericanos utilizaron a los militares sin que por ello hubieran resuelto el problema del poder. Tuvieron que recurrir a la masacre, una vez, dos, tres veces. En Mayo se los ve intervenir claramente (…). El ejército nacional va asimilando así el papel de la legión romana. (…) ¡Y hasta toma los distintivos del ocupante! El uniforme de boina verde que Barrientos vistió (…) es más elocuente…” (Almaraz 2009: 495). En los acontecimientos de mayo se dictaron leyes antiobreras, militarizaron las minas, ilegalizaron sindicatos, despidieron dirigentes, rebajaron salarios hasta un 40%, los rebeldes fueron sometidos al régimen penal militar.

Masacres durante El Régimen de René Barrientos Ortuño

Masacre de Siglo XX y Catavi: septiembre 19, 21 y 22 de 1965
Los mineros articularon “sindicatos clandestinos” y mientras se preparaba una huelga de 48 horas por la reposición salarial, Isaac Camacho que “… vivía al margen de la población de Llallagua, a orillas del río Chaquimayu, se fue directamente a su casa (…). Pudo ver a su compañera Pilar, su hija y su anciana madre…” (Escobar, 1984: 64). Había pasado dos meses en la mina sin ver el sol, dejó su refugio el 19 de septiembre. Fue detenido y trasladado a Oruro, enterados los mineros marcharon por su libertad, la policía dio muerte a tres obreros, el día domingo 20 pasó sin acontecimientos.
“El lunes los trabajadores ingresaron (…) a interior mina. (…), pero tal era el estado de ánimo (…), que una vez que abandonaron las jaulas (…). Se produjo un asalto a los polvorines de la mina. (…), salieron por la bocamina principal de Cancañiri. Toda la primera punta bajó en manifestación hacia el local sindical. Se habían transformado en un ejército. (…), al pasar por las secciones del exterior, (…) los trabajadores se plegaban a la marcha (…), y conminaron a los militantes de la Tendencia obrera a desenterrar las armas que habían comprado César e Isaac2. Cerca de mil cartuchos y 85 carabinas M-1 eran distribuidas….” (op. cit.: 65).
Incendiaron la policía y las sombras de la oscuridad cubrieron los campamentos, una tregua no acordada se estableció; la noche sirvió para que el ejército reciba pertrechos y refuerzos, al amanecer del martes 22 septiembre, “… llegó el regimiento Manchego de (…) Santa Cruz (…), la fuerza aérea hizo una incursión sobre los campamentos mineros: durante horas vomitaron sus ametralladoras punto 50 para proteger el avance de sus tropas. Se libraron combates en todos los frentes (…). El ejército retomó los distritos (…) después del medio día (…). Los mineros perdieron 30 de sus camaradas, 200 heridos, entre ellos muchísimos niños y amas de casa, como producto del fuego de los aviones.” (op. cit.: 66,67). Luego de la masacre 600 familias quedaron huérfanas de sustento. Diría Almaraz “Si las masacres de mayo y septiembre hubieran resuelto algo, no asociarían la estupidez al crimen.” (2009: 523). Los “boinas verdes” de Barrientos coronaron su victoria.
Masacre de San Juan: junio 23 de 1967
Al contexto se asoció el Ejército de Liberación Nacional, el 23 de marzo de 1967 emergía la presencia del “CHE”. Los mineros batallaban por la reposición salarial y las conquistas sociales conculcadas en mayo. Barrientos tenía el objetivo de acabar con el “comunismo internacional”.
El 6 de junio una asamblea minera declaró “territorio libre” a Huanuni. Para el 24 la Federación de Mineros determinó la realización de un ampliado, en las vísperas llegaron delegaciones de universitarios y fabriles. Fogatas encendidas y libaciones reunían a los trabajadores, el regimiento Rangers y la policía ocupaban Siglo XX, Catavi. Al amanecer “Se escucharon disparos de fusiles, ametralladoras y explosiones de dinamita, -las hordas represivas- descendieron por las faldas del cerro San Miguel, con intermitentes disparos, que continuaron hasta las 6 y 30 horas (…). Al aclarar el día se pudo observar que la mayoría de muertos y heridos eran moradores del campamento ‘La Salvadora’ que se dirigían a cumplir la primera punta. (…). Las sirenas de las ambulancias hacían estremecer el ambiente y los centenares de heridos y decenas de muertos eran recogidos y llevados a Catavi. (Lora, 1980: 75-77). El 25 enterraron a los caídos, 30.000 voces repudiaron la masacre. Se impuso la purga y persecución, Barrientos justificó la matanza argumentando que las minas eran el foco de subversión.

Masacre durante el Golpe de Estado del Cnl. Hugo Bánzer Suárez

Era el tiempo de una franca situación revolucionaria que apuntaba a la expropiación de las minas, así fue que mientras la Asamblea Popular preparaba el decreto de nacionalización de los medios de producción, devino el golpe contrarrevolucionario y fascista del entonces Coronel Hugo Banzer Suárez, el 21 de agosto de 19713.
El sábado 21 los mineros de Siglo XX y Huanuni decidieron partir hacia Oruro a fin de concurrir a una marcha convocaba por la Federación de Mineros, enterados de que un tren cargado de armas con el regimiento Loa se movilizaba desde Uyuni a Oruro para pertrechar al golpe, una parte de los trabajadores se lanzó al asalto para armarse.
“… a horas 9, (…) en las proximidades de la estación de Machacamarca se libró una batalla desigual. Ciento cincuenta soldados armados hasta los dientes resguardaban el convoy y los obreros sólo contaban con cinco fusiles y veinticinco proyectiles. La Operación sorpresa fracasó y el choque arrojó cuatro muertos (fue identificado rápidamente el joven porista Ramón Troncoso) y varios heridos.”(Lora, 1980: 280, 281).
El 22 la ciudad de Oruro fue ocupada por las fuerzas golpistas, en las cercenáis de Vinto un “… enfrentamiento de trabajadores mineros con las fuerzas del ejército del día domingo 22, a horas 17, dejó por lo menos 8 muertos y 27 heridos (…), a seis kilómetros de esa ciudad, (…)’. En el choque, (…) participaron unos 1.500 mineros venidos de Siglo XX y Huanuni, en cerca de cuarenta camiones, contra el Rangers (Challapata) y “el Batallón Divisionario y del Centro de Instrucción de Operaciones en la Selva, llegaron fuertemente armados de Riberalta...” (op.cit.: 273).
Banzer, que fue Ministro de Educación de Barrientos, expresaba de mejor manera la vocación fascista de la derecha militar, diría él: “Si encuentran un comunista, tráiganmelo, yo me encargaré personalmente de ese agitador”. Fiel al mandato norteamericano reprimió selectivamente a los opositores de izquierda, en siete años de dictadura la generación revolucionaria de los 70, acabó en la tumba, el destierro, la tortura y la desaparición. Consumó también la masacre del Valle alto cochabambino en 1974.

Masacres durante El Golpe del Gral. Luís García Meza Tejada 

El 17 de julio de 1980 Luis García Meza y Arce Gómez instauraron un régimen dictatorial narcotraficante. Los sinónimos políticos de este proceso: apresamientos y asesinatos. El golpe centró la represión en las minas, se sostenía la huelga general e indefinida, los mineros eran el bastión de la Central Obrera Boliviana y el Consejo Nacional de Defensa de la Democracia CONADE.
Consejo Central Sur y Huanuni
La cadena de radios mineras coordinaba el desacato a la dictadura. En Tupiza “La noche anterior en cumplimiento de un plan, se enviaron más de dos escuadrones (…) al mando del My. Luís Cossio Viruez, (…), hacia Atocha desde donde se dirigirían las acciones para controlar a los mineros del IV de la COMIBOL…” (Lanza, 1995: 21). Instalada la guarnición “El 19 de julio a horas 15:30 (…) empezó el combate (…) en proximidades de Animas. La emisora ‘Animas’ hacía insistentes llamados a la unidad, mientras su transmisión tenía el fondo (…) de los nutridos disparos (…) ingresaron (…) a la emisora destruyéndola (…) una mujer en estado de gravidez les salió al frente (…) con una bandera nacional (…), la mataron…” (ASOFAMD, 1997: 141). Hubo detenciones muchos murieron torturados, se contabilizaron cinco muertos entre ellos una niña acribillada, se reportó heridos, secuestraron cuerpos y hubo desaparecidos. “Los militares – decía Emilio Lanza -estábamos convencidos de que había llegado la hora de poner verdadero orden en el país a pesar de aquellos elementos del P.O.P. (Partido de Oposición Permanente)…” (Lanza, 1995: 22). El entonces comandante del Regimiento Chichas revelaba una quijotesca paranoia ideológica.
El 20 de julio un violento ataque con tanques de guerra y metralla acalló radio Huanuni: “En esta incursión (…) que perpetraron los militares sin el menor respeto ni consideración para con las mujeres y niños, ni siquiera por la enseña nacional, perdieron la vida – ocho pobladores – resultando heridos varios…” (ASOFAMD, 1997: 122). Después de los hechos hubo detenciones y abusos.
Caracoles, Viloco y Siglo XX
Después de 17 días de huelga Caracoles resistía la presencia uniformada. “El enfrentamiento comenzó el 3 de agosto a las 10 de la mañana (…) –posteriormente- se anunciaba dos muertos por bando en un combate que duró 4 horas. Al día siguiente (…), a las 5 de la madrugada el Regimiento ‘Max Toledo’ de Viacha, el Tarapacá de La Paz y el Camacho de Oruro, apoyados por la aviación atacaron el distrito (…). Muchos perdieron la vida, no se sabe el número exacto aunque se dio los nombres de 11 muertos, 17 heridos y 14 desaparecidos. (…). Saquearon viviendas, golpearon a los niños, violaron a mujeres y a niñas (…) se fueron cargando a muertos y heridos en tres caimanes…” (op.cit.: 104, 105).
El ejército desplegado a Viloco chocó con un bloqueo en Atoroma de “…14 ‘caimanes’, tanques y artillería –incluso pesada– empezaron a masacrar (…) cayeron víctimas de la bala asesina muchos compañeros (…) Santiago Huanca Quispe y Rigoberto Calle Jimenez (…) previamente fueron torturados (…) tenían hundidas las cabezas (…) fueron baleados para disimular…” (op.cit.: 115,116). El objetivo de acallar la radio minera se hizo realidad tras una penosa represión.
Siglo XX y Catavi: los militares tenían en Catavi una guarnición enclavada en “territorio minero”. Fue atacada en la noche y murió un soldado, los militares se escabulleron hacia Uncía donde se pertrechó el ejército. La comandancia “…ordenó el avance, a plena luz del día, sobre el campamento de Miraflores. Los soldados disparaban contra puertas y ventanas de las casas. Allí murieron (…) ocho personas, ninguna de ellas en combate…” (op.cit.: 130). Así acabó la resistencia minera.
Masacre durante el ‘Estado Neoliberal’

Masacre de Navidad 19, 20 y 21 de diciembre de 1996

La compra de Amayapampa a Raúl Garafulic y Capasirca a Fabián Yacsic por la compañía Dacapo, luego Vista Gold (4), generó amenazada de despidos. El 30 de julio los mineros de Capasirca ocuparon la mina y resolvieron explotarla, la transnacional requirió a la policía el 14 de noviembre para restituir la propiedad, pero fue repelida por los obreros. En la mañana del 17 de diciembre, el ampliado de Ayllus y mineros en Amayapampa, también expulsó a la empresa. El 19, policías y militares se abalanzaron sobre la mina. Sánchez de Lozada no toleraría la osadía.
De Uncía a Lagunillas, los uniformados marcharon sin inconveniente hasta la serranía que conduce a Amayapampa. Luego se enfrentaron a los mineros hasta las cercanías de la mina donde hubo tregua. A las 2 a.m. empezó el estruendo de disparos, gases y dinamitas, murieron Santos Ossio, Miguel Choque y el dirigente de la Federación de Mineros Galo Luna, quien se encontraba en la comisión que estableció la tregua con el Comandante Willy Arriaza; recibió dos balazos. Los heridos quedaban desparramados, indígenas y mineros que escapaban de los disparos observaban la forma en que sus compañeros caídos en desgracia eran maltratados. También caía asesinado por una patrulla militar Marcial Calle de 25 años, un proyectil le atravesó el omoplato y le destrozó el corazón, cumplía labores agrícolas. Murieron asimismo Marcelino Calle y Froilán Ramírez, Gregorio Carlo, herido de bala, falleció el 24 de diciembre hospitalizado.
El 20, en Llallagua, un ampliado de la COB declaró una débil huelga general. A las 10: 20 por órdenes del Gral. Arriaza, una fracción del G.E.S. de La Paz, Potosí y miembros del ejército, retornaban de Amayamapa a Uncía, para proceder al asalto de Capasirca. La caravana fue interceptada por pobladores a la altura del cerro Kellu K’asa, en el enfrentamiento murió el Cnl. Eduardo Rivas.
En Llallagua, el regimiento Braun pretendía penetrar a la población (5) “… alrededor de las siete, (…). En la zona había un ambiente tenso (…), el cual fue roto, por la detonación de gases lacrimógenos y explosiones de dinamita, (…) de pronto (…) un coro marcial y estruendoso de balas anunciaba la muerte, (…) cayó Wilmer González, (…) de 15 años de edad, (…), su intrepidez le costó la vida, una bala atravesó su frágil cuerpo. José Espinoza de 42 años (…) murió alcanzado por las balas. (…) Heridos quedaron Sandro Negreti de 19 años, Hilarión Martínez de 30, René Quispe de 33, Eusebio Salvatierra de 36 y Andrés Choque de 37 años,….” (Tarcaya, 2001: 116,117).
El día 21, cerca de Amayapampa, los pobladores habían pasado dos noches en la intemperie, entumecidos y hambrientos. Al amanecer les sorprendieron con disparos, fueron heridos Froilán Ramírez de 22 años, Felix Chuca de 45, Rosendo Osorio, Víctor Torres, también fue herida Ercilia López, enfermera cooperativista que falleció desangrada. El 22 cuando los uniformados se aprestaban a asaltar Capasirca, la COB, pese a la negativa obrera, firmó un acta de entendimiento con el gobierno.
Las masacres mineras del siglo XX se desarrollaron en el espacio y tiempo inherente al proceso histórico de cada coyuntura donde el Estado fue el protagonista principal. La concatenación de las causas, antecedentes y fenómenos, que desencadenaron los fatales hechos del siglo pasado, se constituyen en elementos que manifiestan la pugna de clases, donde los subyugados recogieron y enterraron sus muertos en sucesos luctuosos. Así, las colectividades sociales protagonizan el fuego vivo e indeleble de la historia social.

Notas
En memoria de la masacre del 21 de diciembre se instituyó el día del minero boliviano en homenaje a los caidos y como testimonio histórico de la lucha de los trabajadores.
Cesar Lora e Isaac Camacho, militantes del POR, organizaron sindicatos clandestinos en su labor; el primero fue asesinado el 29 de julio de 1967, Isaac presenció su muerte. Camacho, como emergencia de la Masacre de San Juan, ocupó el cargo de Secretario General de la FSTMB, detenido el 1º de agosto del 67, fue desaparecido. Cesar Lora, “después de las provocaciones de mayo, propuso a la FSTMB colocar a miles de guerrilleros en la cordillera, como única forma de neutralizar la capacidad de fuego del ejército armado y organizado por los yanquis.” (Saenz, 1969:34).
El régimen “Cívico Militar” instaurado tuvo como método de gobierno, el asesinato selectivo de los opositores, asevera Gallardo: “... Bánzer y sus hombres aplicaron (...) un sistema represivo intensivo y extenso, que copó toda o casi toda la actividad nacional, y solamente los grupos afines al régimen se salvaron de la procacidad violenta ejercitada en forma sistemática al conjuro de la doctrina de la seguridad nacional norteamericana impuesta en todos los países del cono sur. De acuerdo con estas teorías, se practicó un sistema por el cual el enemigo político izquierdista tenía estas opciones: el silencio absoluto, la cárcel, el destierro o la muerte.” (1984: 487)
Los Yaksic vendieron Capasirca a medio millón de $us. La transacción se realizó en Cochabamba en marzo de 1996 ante la Notaría de Hacienda y Minas. La DACAPO también compró de Garafulic Amayapampa en 1’200.000.00 de $us., sobre el precio final, se especuló evasión impositiva.
Gonzalo Trigoso sobre el intento de asalto a Llallagua dice: “Es que Llallagua era un objetivo militar de primera importancia para el gobierno. Desde allí se organizaba la defensa por parte de los dirigentes, desde allí salían vituallas y alimentos para los combatientes, allí se concentraban y formaban contingentes del pueblo y cooperativistas que salían a la zona de conflicto, y de allí se remitía el material necesario para la defensa y también estaban los hospitales y la medicina, así como las ambulancias. Tomar Llallagua hubiera sido aislar a los defensores de Amayapampa…” (1998: 21).
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