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BUSCH, RETRATO DEL SER HUMANO COMPLETO MÁS ALLÁ DEL HÉROE

Liliana Carrillo V.  / La Paz / Pagina Siete, 28 de mayo de 2017.

 A lo largo de 17 años, el periodista e historiador Robert Brockmann investigó sin prisa y sin pausa la vida de Víctor Germán Busch Becerra, "una vida extraordinaria que equivale a siete vidas normales”. El resultado es una biografía, la más completa, del Camba patriota y valiente que  brilló en la Guerra del Chaco, fue presidente y se suicidó a los 36 años. 
El libro Dos disparos al amanecer: Vida y muerte de Germán Busch, editado por Plural, se presentará el próximo jueves, a las 19:00, en el paraninfo de la Universidad Católica San Pablo en la UCB.  "Sobre todo, no he pretendido adornar, suavizar ni ocultar nada. Allá donde Busch yerra, yerra en grande”, dice el biógrafo y así sigue la charla:
La historia oficial ha "inventado” una imagen de Germán Busch "conveniente” para la Revolución Nacional. ¿Qué aspectos nuevos devela esta biografía el presidente suicida?, ¿por qué la imagen que da del Camba "se parece más a la verdadera”?

La historia oficial que los bolivianos llevamos bajo la piel desde la década de 1950 es una interpretación interesada inventada sobre todo por dos personajes: Carlos Montenegro y Augusto Céspedes, con el fin de "crear nación” (nation bulding). Ellos crearon el canon y luego todo el resto los siguió: para ese canon era necesario tener héroes y villanos y que unos y otros fueran abanderados de ideales antagónicos: la patria y la antipatria. Esos héroes necesarios fueron, sobre todo, Busch y Villarroel. Ambos gobiernos ejercieron una violencia al menos comparable con las dictaduras de los años 70 y 80. Claro, también hicieron cosas buenas. La historia escrita a partir de la Revolución de 1952 resalta sólo lo bueno de estos personajes. Sus muertos se convierten en "muertos necesarios” en aras de la construcción de la idea de la patria. 
La imagen que surge de esta biografía es la de un ser humano completo, con sus virtudes y con sus vilezas. A veces entrañable, a veces ruin, con todo el espectro de actitudes entre ambos extremos. Pero la vida de Busch  ni su gobierno  tienen nada de ordinario. Es una vida extraordinaria, que equivale a siete vidas "normales”, mientras que su gobierno dejó un legado de hechos tangibles e intangibles cuyos efectos, difíciles de aquilatar, todavía los vivimos a casi 80 años de distancia.
El pueblerino  osado y bondadoso, que brilló en la  guerra, llegó a ser presidente de Bolivia y se suicidó a los 36 años…  Hay un halo de "destino trágico del héroe”. ¿Crees que hubo cierto sino en la vida de Busch? ¿Es parte de la mitología nacional?
Sin duda es parte de la mitología nacional. Toda nación necesita un mito como Busch. Y en una de sus cartas a Montenegro Busch dice que se siente elegido para "salvar a la patria una vez más”, refiriéndose a los derrocamientos de los presidentes Salamanca, Tejada Sorzano y Toro, que él protagonizó. Tan elegido se sentía  que creía que nadie lo podía matar y desafiaba las balas, tanto en el Chaco como en los avatares de la política. Ese desprecio por la muerte era, además, parte de su síndrome suicida. 
Contradictorio  se presenta el protagonista. ¿Cómo entiendes ahora la relación de Busch con el Tercer Reich y la política de abrir el país a la inmigración de refugiados judíos que huían de la persecución nazi? 
La única manera de explicar o de clasificar políticamente a Busch es colocándolo bajo el paraguas inmenso del antiliberalismo. Busch era, ante todo, un antiliberal. Igual que los miembros de Radepa y que los futuros fundadores del MNR, durante la guerra había llegado a la conclusión de que los casi 40 años de gobiernos liberales habían conducido a la patria al estado de pobreza y postración que desembocaron en la derrota militar en el Chaco. Claramente el "socialismo” puesto en práctica por su antecesor, David Toro, le causó algunas resistencias. En todo caso, los protagonistas del "socialismo militar” (Toro, Busch, Villarroel, o el propio Enrique Baldivieso) seguían una corriente de socialismo no marxista y aborrecían el comunismo, al que calificaban de "doctrina exótica”. Entonces, las formas de antiliberalismo, que era una forma de socialismo, pero  no marxista y además anticomunista, eran el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán. 
Entonces, ¿Busch era nazi? No. Hasta el momento de la muerte de Busch, el Tercer Reich no había cometidos las dos principales tropelías por las que ingresaría a la historia: la guerra y el holocausto. El Tercer Reich al que se aproxima Busch todavía es relativamente higiénico. Por otra parte, Busch rechaza tácitamente la idea fundamental del nazismo, que es la exclusión racial absoluta. Busch -a instancias de Hochschild- no sólo abre las puertas de Bolivia a miles de refugiados judíos, sino que impone el cese de la existencia del racista Partido Orientalista, so pena de muerte. 
En última instancia, lo que estaba buscando Busch y sólo encuentra las últimas 11 semanas de su vida y de su gobierno no es el socialismo, sino el nacionalismo. Él da con el nacionalismo y después Radepa y el MNR siguen ese camino.
¿Cómo se explica que un hombre tan lleno de vida haya tenido tanta relación con la muerte? (Su primer intento de suicidio fue cuando era alumno del Colegio Militar).
Esto se explica por la bipolaridad de su psiquis. Es lo que se solía llamar -quizás se llame aún- un maniaco-depresivo. Pasaba de la euforia a las depresiones en minutos. Pero además su perfil suicida encaja perfectamente con las categorías de Emile Durkheim, el primer sociólogo que estudió seriamente el fenómeno del suicidio. Igual, los feligreses de la versión del asesinato no cambiarán de opinión ni con toda la evidencia. 
Busch tiene una vida "biografiable” de menos de una década -como dice Pablo Stefanoni-. Muchos pasajes de su infancia y juventud, por ejemplo, son indocumentables. ¿Qué papel jugó, en estos y otros casos, la ficción en la obra? 
Aunque parezcan indocumentables, no lo son. No he inventado nada, salvo la escena con que inicia el libro -el abuelo Ferdinand que coloca la carta en el bolsillo de su saco- y la escena del nacimiento de Germán. Pero ambas están basadas en testimonios. He convertido en narración datos existentes. Busch narró su niñez y su adolescencia temprana a su amigo Carlos Montenegro. 
Montenegro las transcribió en multitud de borradores muy desordenados, a los que tengo acceso (y que pondré a disposición de los lectores, online, el día de la presentación del libro, el próximo jueves); por otra parte, el historiador beniano Arnaldo Lijerón recogió testimonios de los sobrevivientes muy ancianos que conocieron a Germán de niño. Yo mismo recogí algunos recuerdos que perduran en el folklore familiar de los Ávila, emparentados con Germán por el matrimonio de su hermana Bertha. Muchos de estos testimonios tienen tres versiones, unas menos creíbles que otras. Yo las expongo todas, pero señalo la que considero más plausible. 
Llama la atención el médico alemán Paul Busch. ¿Marcó a Germán la extraña no-relación que tuvo con su padre?
El abandono de Paul privó a Germán de cualquier influencia cultural germana. Germán creció camba puro, salvo por su genética, con la fuerza y la agilidad privilegiadas que también poseía Paul. El súbito -e interesado- reingreso de Paul a su vida, en el ápice de la fama, creó gran recelo en Matilde Carmona. Los descendientes de Germán sostienen que el lado Busch de la familia sólo estuvo presente durante la presidencia y que esos familiares después no sólo desaparecieron, sino que fueron los abanderados de la teoría del asesinato, que le endilgaron al lado Carmona de la familia. 
La obra "atrapa”, en mi opinión, por su estructura: historia documentada sí, pero presentada como una novela  donde se equilibran narración y análisis  ¿Cómo pensaste la estructura del libro?
Creo que no lo pensé. Se dio así. En los cinco años que tardé en escribirlo lo abandoné otras tantas veces, una de ellas al menos por un año. Escribía una parte y no sabía cómo empalmarla con la siguiente (o con la anterior), no tenía "puentes” entre una parte y la otra. Al final, para presionarme a mí mismo, nombré lectores a tres de mis amigos más conocedores y exigentes de modo que, mientras ellos leían y evaluaban lo escrito, yo iba construyendo esos puentes y los capítulos que faltaban. Al final fue una carrera contra ellos. Fue la única manera de terminar. Y esa era la única estructura posible.
Diecisiete años de trabajo crean inevitablemente nexos de un autor con el sujeto de su investigación. A estas alturas ¿qué opinas tú, personalmente, de Germán Busch?
Todavía me cuesta disociar al ser humano del personaje histórico. Me da la impresión de que, como me pasó con Kundt, lo conozco íntimamente. Nunca he escuchado su voz, pero podría reconocerla por su manera de hablar. Uno convive tanto que llega a dialogar con el personaje. O, al menos, cree que lo hace. Lloré al menos un par de veces. Por Germán y por Rudolf Lawner. Con sacudones y todo. Búscalo en el libro. Así de hondo se involucra uno.
Si hubiéramos llegado a ser amigos, nuestra amistad hubiera sido parecida a la que tuvo con el Chueco: descarnada y crítica. Más de una vez se me hubiera salido un "¡Pero no seas bárbaro, pues!” Claro, ese soy yo desde mis valores del siglo XXI. Pero si yo hubiera sido un personaje del primer tercio del siglo XX, las probabilidades de haber sido   antiliberal y antidemocrático son altas. 
"Novela verdadera" del presidente suicida
La medianoche del lunes 23 de agosto de 1999, Robert Brockmann caminó hasta la que fue casa de Germán Busch -que ya era el Instituto Nacional de Psiquatría de la calle Villobos-. Se apostó al frente y, apoyado en un poste, se quedó mirándola por una hora, imaginando que todo volvía a ocurrir: una fiesta, los intentos de persuasión y  los dos disparos que exactamente 60 años antes  habían segado, de su propia mano, la vida del presidente de Bolivia. Tal era ya su pasión por desentrañar la vida de un hombre fundamental para la historia del país: Germán Busch.
Los siguientes 17 años, el periodista e historiador recogió testimonios, revisó documentos en Bolivia, EEUU y Alemania y escribió la biografía más completa del presidente suicida (1903-1939), que pese a su fama siempre fue un desconocido, mitificado por la historia oficial.
La obra reconstruye toda la vida de Busch desde la historia de sus padres y abuelos. Despeja dudas sobre el lugar de su nacimiento (El Carmen de Iténez , Beni), devela sus logros como expedicionario y descubridor  de una misión jesuita perdida en el Chaco,  da luces sobre su   participación en la Revolución Constitucionalista de   1930, su escalada militar a punta de heroísmo en la guerra, su rol en dos golpes de estado y su llegada a la Presidencia con sólo 36 años.
Explica las pugnas políticas que determinaron no sólo la derrota en el Chaco, sino el nacimiento del socialismo militar y del MNR. Todo bajo la luz, muy humana, del protagonista y los grandes personajes que lo rodean como: David Toro, Ovidio  Quiroga, Alcides Arguedas, Carlos Montenegro y Augusto Céspedes (Fiero y Chueco, para más referencias).
Dos disparos al amanecer... hace gala de gran pluma y sensibilidad, que no se resignan ante la rigurosidad de la fuente, para reconstruir la vida de un hombre excepcional, patriota y valiente como pocos, pero también falible y contradictorio, como todos. 

En  360 páginas, la narración y el ensayo se fusionan en "una novela verdadera de Germán Busch Becerra” -como define Pablo Stefanoni en el prólogo del libro. No hay razón para que la historia sea aburrida. Esta es la prueba. (LCV).

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