Por: Remy Solares / Este artículo fue publicado en el periódico
El Diario el 15 de Abril de 2015.
Los temibles campos de concentración en Bolivia eran
recintos destinados a enclaustrar a prisioneros políticos opositores al MNR. En
estas tenebrosas prisioneras se torturaba, sometía a trabajos esclavizantes,
horrendos e inhumanos y se llegaba a matar a quienes intentaban huir. Muchos
prisioneros fueron declarados desaparecidos, cuyo destino nunca se supo. Estos
campos de tortura fueron oficializados por DS 3.619 de 28 de enero de 1954 por
Víctor Paz Estenssoro. Antes de este decreto ya funcionaba el Campo de
Concentración de Coro Coro, desde junio de 1953. Los demás campos de
concentración, como los de Uncía, Catavi, Siglo XX y Curahuara de Carangas,
fueron habilitados porque los prisioneros ya sumaban miles.
Ante el repudio del pueblo y la heroica lucha de Falange
Socialista Boliviana (FSB), que con ideales y principios defendió la democracia
y la libertad, contra la represión y violencia política de los gobiernos del
MNR, esos campos fueron cerrados en junio de 1956.
Cuando el gobierno de Hernán Siles Zuazo se disponía a
reabrir estos campos de concentración, enviando 47 prisioneros falangistas en
septiembre de 1956, el avión que trasportaba a los presos desde Santa Cruz fue
secuestrado con valiente acción por los mismos prisioneros, en espectacular
fuga, desviando el avión a Salta-Argentina, donde se denunció la existencia de
tales campos en Bolivia. Siles Zuazo se vio obligado a no reabrirlos ante la
fuerte crítica internacional.
Entre algunos vejámenes y padecimientos sufridos se puede
citar: incomunicación completa; sólo se permitía satisfacer necesidades
biológicas una vez al día, a la intemperie, bajo vigilancia de guardias; los
alimentos generalmente estaban podridos, había días sin comida; con frecuencia
se sometía a trabajos de esclavitud, recogiendo leña sobre espaldas golpeadas
en distancias de 5 a 10 Km. Esta leña la vendían los milicianos del MNR en el
pueblo; muchos presos andaban descalzos y con andrajos; castigados eran dejados
a la intemperie en invierno; eran apaleados sin motivo.
En Curahuara de Carangas, el ex cuartel del Regimiento
Andino tenía capacidad para 300 personas, donde en ambientes reducidos se
hacinaban los prisioneros. Este campo de concentración se abrió por instrucción
de Paz Estenssoro, por sugerencia de José Fellman Velarde, para recibir presos
de otros campos de concentración. Los 300 prisioneros llevados a este siniestro
campo en 1954 fueron transportados en tren durante tres días sin agua ni
alimentos. En mayo de 1954 entraron otros 200 prisioneros .El 17 de junio del
mismo año llegaron 17 detenidos más.
Entre los gobernantes de este campo se encontraba Alberto
Blomfiel. A cualquier hora de la noche se pasaba lista y se torturaba con
cualquier pretexto. Sin atención médica las víctimas se atendían entre sí. El
frío congelaba en la noche. Los prisioneros que llegaban eran saqueados por los
milicianos y quedaban sin frazadas y enseres.
Una fuga frustrada de 15 falangistas hizo que todos
estuviesen varios días bajo tormentos, trabajos forzados, ejercicios
extenuantes y eran azotados.
Perversamente se fomentaba espionaje bajo promesa de pronta
libertad, a quienes se presionaba para que torturen a sus propios camaradas
amigos de infortunio.
Es justo reconocer que en estos campos de concentración no
sólo estaban prisioneros dirigentes y militantes de FSB, sino también
militares, universitarios, ciudadanos en general que no aceptaban la
arbitrariedad de los gobiernos de MNR. Ahí también fue prisionero don Demetrio
Canelas, el Dr. Fernando Beltrán Loayza, autor del libro “Campos de
concentración en Bolivia”, donde se relata muchos otros hechos increíbles por
la perversidad.
El campo de concentración Cuahuara de Carangas fue
convertido hace meses en un museo folclórico, cuando debía mantenerse como
testimonio de barbarie y sufrimiento, para que nunca se repitan los hechos
mencionados.
¿Por qué La Ley 2.640 de Resarcimiento económico a víctimas
de la violencia política ignora estos hechos? La historia juzgará algún día.
Recuerdo que Óscar Únzaga de la Vega, asesinado en la calle
Larecaja N. 84 de la ciudad de La Paz el 19 de abril de 1959, cuando también
fueron fusilados 23 jóvenes dirigentes de FSB en el Cuartel Sucre, dijo que “La
lucha por ideales y principios no tiene precio”.
Nunca hubo más barbarie ni crímenes a lo largo de la vida
política en Bolivia.
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