Fuente: Minería boliviana: su realidad - Escrito por Jorge
Espinoza Morales.
El gobierno del presidente German Busch Becerra promulgo el
7 de junio de 1939 promulgo un decreto por el que dispuso que:
- Todas las empresas mineras debían entregar sus divisas al Banco Central, que se les devolvería la cantidad de moneda extranjera re querida para sus necesidades debidamente comprobadas y un máximo de 5 por ciento para el pago de dividendos a sus accionistas. El resto se les entregaría al cambio de 141 bolivianos por libra esterlina.
- Las empresas que tenían sus capitales de operación en el extranjero estaban obligadas a trasladarlos al Banco Central en un plazo de 120 días.
- Determino que el Banco Minero se constituyera en el único rescatador de minerales. Los rescatadores privados debían liquidar sus actividades en cuatro meses.
- Cualquier resistencia activa o pasiva al decreto sería considerada como delito de traición a la patria y juzgada y castigada como tal.
El gobierno de Carlos Quintanilla Quiroga dejo virtualmente
sin efecto el decreto anterior, lo que Hochschild celebro como una victoria
personal y se consideró por encima del cumplimiento de cualquier ley o disposición
que afecte sus intereses y limite sus colosales utilidades. En el gobierno de
Gualberto Villarroel López ante la necesidad de elevar el porcentaje de la
venta de divisas, el Ministro de Hacienda Víctor Paz Estenssoro preparo un
decreto cuidadosamente mantenido en secreto, que se dictó el de abril de 1945. El mismo dispuso el
incremento de la venta obligatoria de divisas del 42 al 60 por ciento, para los
exportadores de estaño de alta ley. El 21 de julio de 1946 Villarroel fue
derrocado por una turba, que lo asesino en el palacio de gobierno y colgó posteriormente
su cadáver en la Plaza Murillo.
Según Sergio Alamaraz “LA fugacidad de los gobiernos de
Busch y Villarroel la muerte trágica de ambos militares, traicionados por sus
camaradas, las contradicciones internas que los desgarraron, demuestran la
realidad de la otra faceta del poder minero: el ejército no obedecía la
voluntad del jefe de gobierno, Era una fuerza prestada, puesta ocasionalmente
al servicio del gobierno, tenía menos que ver con las fronteras y más con las
minas: era el poder desnudo de la oligarquía minera… Busch y Villarroel pagaron
con la vida el no haber sabido aceptar la realidad: creían que mandaban sobre
el ejército, se equivocaron, el ejército tenía otro amo: el estaño.”
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