Por: Benigno Carrasco.
El 28 de diciembre de 1864 –día de inocentes– el general
Mariano Melgarejo se apoderó en Cochabamba del escuadrón “Rifleros” que ocupaba
las instalaciones del Seminario situado en la calle Baptista, antes de Santa
Teresa.
Mientras el presidente de la república general José María
Achá quedó sitiado en el palacio de gobierno de la misma ciudad por las fuerzas
insurrectas, Melgarejo se trasladó al pueblo del Paso, donde rindió un cuerpo
de artillería acantonado allí.
Cuando Melgarejo regresaba de aquel poblado, el jefe de
dicho cuerpo, coronel Manuel Ballivián, le preguntó en el trayecto: mi general,
dígame usted, ¿para quién es ésta revolución? El aludido, le respondió lleno de
cólera: oiga so ca. . .nario (aquí la torpe y vulgar locución, ya que los ajos
y las cebollas eran su favorito plato picante), ¿cree usted que yo he de hacer
revoluciones para otros?
Y siguió a la palabra, la acción. El coronel Ballivián noble
y pundonoroso como sus esclarecidos antepasados, recibió una bofetada en la
cara, y sin que tuviera tiempo para reaccionar y castigar el ultraje, fue de
inmediato apresado.
El coronel Ballivián estaba comprometido en una conspiración
tramada a favor de su pariente don Adolfo Ballivián, y pensó naturalmente, que
éste movimiento se ha-cía para encumbrar a este ilustre personaje –más tarde
presidente de la república– que un año antes había escrito a Melgarejo
proponiéndole derrocar al gobierno de Achá, proposición que el audaz militar
rechazó airadamente.
Esta “inocentada” como unos llamaron el cuartelazo del 28 de
diciembre de 1864 y otros denominaron con acierto una “melgarejada”, hizo dueño
a Melgarejo del poder supremo de la nación, cuyas instituciones durante seis
años, estuvieron bajo la pisada de las botas del déspota.
Thajmara –pseudónimo del conocido publicista don Isaac
Tamayo– en su interesante libro “Habla Melgarejo”, hace un estudio sociológico
del país antes y durante la dominación de Melgarejo, mostrando en todas sus
facetas el ambiente servil y las ambiciones de los políticos y los militares,
siendo Melgarejo, sólo un producto morbo-so de ese medio embrionario. Escribe
ese distinguido hombre público haciendo ha-blar a Melgarejo en una sesión de
espiritismo: Quiero decir que yo no he hecho re-volución alguna; que yo me he
aprove- chado de la revolución que ustedes o los otros, que es lo mismo, tenían
preparada. Quiero decir que en aquel momento había dentro de los prisioneros,
un edecán y un capitán de guardia, acusados de haber mandado forjar una llave
falsa para dar acceso a los conspiradores, dentro el re-cinto presidencial.
Que la compañía que debía montar la guardia, al día
siguiente en palacio, estaba comprometida y que a denuncia de estos hechos y a
invitación del teniente Ávila, yo me presenté en el cuartel conquistado por los
conjurados, antes que de estos mismos.
La cuestión se redujo a quien llegaba primero; fui más listo
que ustedes o sus hombres, y he ahí todo.
Seis años soportó el país el más oprobio-so régimen de
gobierno, seis años de una serie ininterrumpida de “melgarejadas”, porque cada
acto del tirano, era una des-gracia para la patria como fueron los ominosos
tratados de límites suscritos con el Brasil y Chile, en virtud de los cuales
perdimos miles de kilómetros cuadrados de territorios pródigos en recursos
naturales, la desvalorización de nuestra moneda, el fusilamiento de ciudadanos
inocentes y en fin, la cancelación de los derechos y las garantías personales y
reales.
Del libro “Hechos e imágenes de nuestra historia” de Benigno
Carrasco.
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