El movimiento golpista que llevó a Hugo Banzer al poder se
inició en Santa Cruz el 19 de agosto de 1971 y culminó en La Paz el día 21.
Cuarenta y cuatro años después vale la pena hacer un
recuento de la etapa que se inició en esta fecha, subrayando que los golpes de
Natusch en 1979 y de García Meza en 1980, fueron prolongaciones breves,
defectuosas y grotescas nacidas de la matriz banzerista.
“Paz, orden y trabajo”
El sacerdote católico y activista en pro de los Derechos
Humanos Federico Aguiló, en consonancia con las denuncias del propio Jaime Paz
Zamora ante el Tribunal Russell y las de la COB ante la ONU y la OIT, hizo
cálculos numéricos bastante bien documentados de lo que fue la represión
fascista en aquellos tiempos de poder dictatorial (“Nunca más para Bolivia”,
Cochabamba, 1993). Las cifras de los siete años de dictadura fascista son
escalofriantes y si bien pueden admitir más precisiones, jamás fueron
desmentidas:
Detenidos, 3.059 personas (15% mujeres y 85% varones).
Residenciados y confinados, 1259.
Exiliados forzosos, 663
Torturados, 125 (25 de los cuales no vivieron para contarlo)
Muertos y desaparecidos en enfrentamientos y masacres, 429.
(por lo menos 24 cayeron en la Universidad de Santa Cruz al segundo día de iniciado
el movimiento golpista).
En lo que se llamó la Masacre del Valle de 1974, figuran 78
personas.
Asesinatos políticos, 39.
Terrorismo de Estado
René Zavaleta Mercado afirmó que el modelo instaurado por
Banzer generalizaba el terror como un movimiento de reconstitución ideológica,
o sea que la función de la represión no se dirigía solamente a enfrentar a
quienes resistían al régimen, sino que también buscaba la implantación de
“horizontes de referencia”.
Inicialmente Banzer declaró vigente la Constitución de 1967,
“en todo aquello que no contradiga el espíritu y naturaleza del Gobierno
Nacionalista y sus realizaciones” (D.S. 09875, 7 de septiembre de 1971). Esto
le permitió manejar el país discrecionalmente con “decretos-leyes” pues el
parlamento ya no existía desde 1969. Se aprobaron normativas autoritarias como
la Ley de Seguridad del Estado, la Ley Fundamental de la Universidad Boliviana
(sin vestigios siquiera de autonomía) y decretos que autorizaban detenciones
políticas por “el tiempo que fuere necesario”.
La libertad de expresión de hecho fue suprimida y se
implantó una “prudente” autocensura en los medios. 104 periodistas, reporteros
y radialistas fueron víctimas de despidos, persecuciones y destierros. La cifra
representa un ato porcentaje de la planta profesional de los periodistas
bolivianos de aquella época.
Del mismo modo, los derechos de libre asociación fueron en
la práctica ignorados o pisoteados pues los dirigentes de las principales
organizaciones sindicales y profesionales fueron perseguidos, apresados,
confinados o exiliados.
Los únicos partidos políticos permitidos fueron, durante un
tiempo, los dos aliados del gobierno, el MNR y la FSB.
Violencia represión y fraude
El 9 de noviembre de 1974 Banzer lanzó una serie de nuevos
decretos instaurando un “Nuevo Orden” que prohibía formalmente toda actividad
política, disolvía los sindicatos y autorizaba la nominación directa de
“coordinadores” sindicales por el Ministerio de Trabajo.
Las cosas debían permanecer sin alteración hasta 1980, año
en el que la dictadura anunciaría medidas de institucionalización
constitucional.
Pero con Carter soplaban nuevos vientos desde Washington y
la resistencia popular que buscaba la reinstauración de la democracia había
horadado los cimientos de la dictadura. Una masiva huelga de hambre, iniciada
en La Paz a fines de 1977 por un grupo de mujeres mineras a favor de una
amnistía irrestricta y el retorno de todos los exiliados, le dobló la mano a
Banzer. De ahí en adelante su régimen se desmoronó sin remedio.
Para las elecciones adelantadas de 1978 organizó un inmenso
fraude destinado a favorecer a su candidato Juan Pereda, ex ministro de
Gobierno.
“El banzerismo había surgido con la violencia, se había
mantenido con la represión y quería perpetuarse con el fraude” sostuvo la
Asamblea Permanente de Derechos Humanos en una publicación que pone al desnudo
la manipulación de cómputos, ánforas y papeletas (“El Fraude Electoral”. La
Paz, 1979).
Fue tan burdo el atentado a la voluntad popular que la
propia Corte Electoral anuló el resultado de los comicios. A los pocos días el
ahijado se rebeló y derrocó al padrino. Dicen que Banzer se fue del Palacio
Quemado con lágrimas en los ojos.
Cuando Marcelo Quiroga Santa Cruz inició un juicio de
responsabilidades en el Congreso, recapitulando no solo los desmanes
represivos, sino el festinatorio manejo de los recursos del país que practicó
la dictadura fascista, los militares banzeristas lo condenaron a muerte. Garcia
Meza mandó ejecutar la sentencia el 17 de julio de 1980.
Pero, dos años después las Fuerzas Armadas se vieron
forzadas a entregar el poder, como una brasa caliente que les quemaba las
manos. Aquel memorable 10 de octubre de 1982 comenzó otra historia que muchos
hubiéramos querido vivir sin la vergüenza de la impunidad con la que Banzer se
cubrió, gracias a la complicidad de Paz Zamora y su partido.
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