Foto: El cuerpo de Luis Espinal Camps en la morgue el 22 de
marzo de 1980. / Por: Carlos Soria Galvarro / Extracto de su blog:
carlossoriag.wordpress.com
1. EL CONTEXTO DE UN CRIMEN ALEVOSO
Vivíamos las tensas visicitudes del proceso de recuperación
de la democracia. Fracasado el sangriento golpe de Todos Santos, encabezado por
Natush y las fracciones emenerristas, en vez de la restitución del gobierno
provisorio legítimo de Guevara Arze, el Congreso se dejó chantajear por los
militares golpistas y puso en la presidencia a
la entonces titular de la Cámara de Diputados.
El gobierno de Lidia Gueiler nació el con ese ominoso pecado
original el 16 de noviembre 1979. Y el hecho tuvo consecuencias trágicas, una
de ellas el alevoso asesinato de Luis Espinal.
¿Cómo es posible que en un régimen democrático, presidido
además por una mujer, se haya cometido tan horrendo crimen?
Lo que pasa es que el aparato represivo construido por las
dictaduras no había sido desmontado. Enquistado en la institución castrense
actuaba como un poder paralelo, tomaba sus propias determinaciones y cometía
toda suerte de desmanes, ante la impotente mirada del gobierno que no tenía ni
la fuerza ni la voluntad de ponerle freno.
Educados para la represión
Desde el golpe de estado de Barrientos (noviembre de 1964)
se había venido estructurando ese aparato estatal de represión política
que usaba a su arbitrio métodos de tortura, asesinatos, desapariciones,
masacres, atentados y provocaciones. Estaba asentado fundamentalmente en los
organismos de inteligencia del Ejército (sección II) aunque no dudaba en
utilizar también elementos civiles organizados en grupos paramilitares. La inspiración
y el entrenamiento provenía de la doctrina de “seguridad nacional” de los
Estados Unidos y de la influencia nazi-fascista inoculada por diversos
medios en las instancias castrenses.
Forjados y educados para reprimir al “enemigo interno” no
podían tolerar que el pueblo boliviano goce de las libertades que había
conquistado, arrinconando a la sanguinaria dictadura de los siete años de
Banzer.
Al llegar Guevara y después Gueiler al gobierno los
represores trasladaron su centro de operaciones desde la avenida Arce a
Miraflores.
Luis Arce Gómez, jefe de la sección II, a los seis días de
posesionada la presidenta tuvo la desfachatez de allanar el Ministerio del
Interior y llevarse al Gran Cuartel los archivos y demás implementos de la
represión política. Jorge Selum Vaca Diez, ministro del ramo recién
posesionado, nada pudo hacer. A los pocos días denunció otro hecho insólito:
agentes de su despacho habían sido capturados, interrogados y torturados por la
inteligencia militar.
Resultaba obvio, quien tenía el mando en esas esferas no era
precisamente el gobierno civil y democrático.
Espinal en sus garras
Luis Espinal les era particularmente incómodo por el
trabajo periodístico que desarrollaba. El semanario Aquí rompía los esquemas de
acomodaticia autocensura a la que se habían acostumbrado los medios durante la
dictadura banzerista. Publicaba revelaciones y denuncias que los otros
ocultaban. Exigía abiertamente el juzgamiento de los crímenes de Banzer.
Alertaba sin pausa sobre los preparativos golpistas que casi podría decirse
estaban a la luz del día y propugnaba sin cortapisas la unidad de la izquierda.
Era más de lo que podían tolerar. Decidieron suprimirlo y
sentar un escarmiento. Estaba en plena aplicación la llamada “estrategia
de la tensión” destinada a aumentar el clima de inseguridad, temor e
inestabilidad, propicio a la intervención militar para “acabar con el caos y la
anarquía” que ellos mismos creaban artificialmente.
El asesinato y martirio del sacerdote jesuita, cineasta y
periodista, era parte de esa campaña criminal. Como lo eran también frecuentes
detonaciones dinamiteras en cualquier esquina de la noche, algunas cobraban
víctimas inocentes como ocurrió en el concurrido restorán “Lido Grill” de La
Paz o en la explosión de una granada de guerra en el cierre de campaña de la
UDP
Primero buscaron impedir la realización de las elecciones y,
al no lograrlo, decidieren tomar el gobierno directamente el 17 de julio de
1980. Arce Gómez hizo el camino inverso de los archivos que había secuestrado:
de Miraflores se trasladó a la avenida Arce, convirtiéndose en el Ministro del
Interior del régimen atrabiliario de Luis García Meza. Cesaron los atentados
terroristas callejeros y comenzó la represión generalizada con las
consecuencias que todos conocemos.
Un relato estremecedor
“Mientras en la ciudad de Cochabamba, en la Escuela Superior
de Guerra, bajo la supervisión de asesores del ejército argentino, se
estudiaban uno por uno, todos los detalles para la toma del poder y una
eventual guerra civil, un grupo de agentes civiles del Servicio d Inteligencia
Militar, a órdenes del mayor JAVIER HINOJOSA, está dando los primeros pasos
para cometer uno de los crímenes más horrendos de nuestra historia”
Así comienza un macabro relato del asesinato de Espinal,
aparecido en el suplemento “Facetas” del periódico “Los tiempos” el 23 de marzo
de 1986. El periódico aclara que los nombres tanto el redactor como el informante
que proporcionó los detalles del hecho, se mantienen en reserva por obvias
razones de seguridad. Se trata de una narración que asume una forma ficcional,
literaria, pero se apoya en los datos que brinda un participante y testigo
presencial del acontecimiento.
Los esbirros habían capturado a Espinal en la calle para
trasladarlo al matadero de Achachicala donde lo torturaron salvajemente,
pretendiendo arrancarle los nombre de las personas que hacían llegar al
semanario Aquí información sobre los preparativos golpistas y las andanzas de
oficiales militares en el negocio del narcotráfico.
Pero existía la orden expresa de eliminarlo. “Hechos y no
palabras. Quiero que cante su última misa” habría dicho Arce Gómez a “Lince”
Hinojosa, responsable del operativo.
Parte culminante del relato es la siguiente:
“El jeep se detuvo al borde de la polvorienta carretera.
Torres y Moscoso sacaron el cuerpo agonizante y lo arrojaron a la cuneta,
Ramírez informó:
Está todavía vivo mi mayor.
Mátelo rápido carajo.
Tommy, verifique si ya está tieso ese cura.
Muerto jefe.
Por si acaso métele dos o tres tiros de gracia.
Listo jefe
Súbanlo, yo conozco bien estos cerros, vamos a botarlo más
arriba”.
A lo largo del texto se proporcionan algunos nombres de los
integrantes del grupo: Moscoso, Ramírez, Melquíades Torres, Tito Montaño… De
estos, que sepamos, solo el último figura entre los sentenciados del juicio de
responsabilidades y por delitos más bien genéricos cometidos después del 17 de
julio.
No a la impunidad
Treinta y seis años después es casi imposible lograr
que los juicios puedan reabrirse para sancionar a los autores materiales de
este delito, aunque queda el consuelo de que los autores intelectuales están ya
tras las rejas. Sin embargo, una reconstrucción fiel de los hechos permitiría
por lo menos una implacable condena moral a todos y cada de los ejecutores de
este crimen. Una razón más para que se abran los archivos y se busquen todos
los indicios probatorios.
2. VÍCTIMA DE UNA MENTALIDAD NAZIFASCISTA
¿Qué tuvo que ver el criminal de guerra nazi Klaus Barbie en
el brutal asesinato de Luis Espinal?
A falta de evidencias que muy bien podría proporcionar Luis
Arce Gómez desde Chonchocoro, van a continuación lo que podría considerarse
indicios reveladores.
Barbie llegó a Bolivia en 1951 protegido por los servicios
de inteligencia de Estados Unidos. Años después confesó sus manifiestas
simpatías por Falange Socialista Boliviana, cuando contempló emocionado un
desfile de “camisas blancas” haciendo “nuestro saludo fascista” a poco de su
llegada a La Paz.
Su presencia comenzó a hacerse notoria desde que los
militares tomaron el poder, en noviembre de 1964. Se presentó como “experto en
asuntos navales” y se involucró en la campaña de “un barco para Bolivia” que culminó
con la formación de la empresa mixta Transmarítima Ltda., en la cual ocupó el
cargo de gerente.
También por estas fechas se produjo la petición de los
servicios de inteligencia del Ejército de los Estados Unidos para que la CIA
contacte y “reactive” a Barbie en previsión de los movimientos guerrilleros en
gestación.
Información recogida por una red de agentes nazis en
varios países de América Latina era entregada por Barbie a la CIA a través de
Ernesto León, funcionario del Ministerio del Interior de Bolivia. “La CIA sabía
que la información venía de Barbie, verificaba su validez y pedía más”,
dijo un informante anónimo al periodista Peter Mc Farren, versión que corrobora
la investigación encomendada a Alan Ryan del Departamento de Justicia de EE.UU.
Las relaciones de Barbie con el régimen de García Meza, al
parecer fueron mucho más fluidas y menos clandestinas.
De ese tiempo data la Credencial que lo acredita como
Teniente Coronel “Ad Honorem” con su fotografía luciendo el uniforme militar
boliviano y el “acta de lealtad” firmada entre Luis Arce Gómez y Klaus Altmann
en la que, entre otros acuerdos Barbie dice: “me comprometo a participar
directamente en planeamiento y operaciones que requiera el Ejército de Bolivia
y donde se requiera mi participación activa”.
Poco más de un mes después de la firma de este documento se
producía el martirio de Luis Espinal.
Ascendido de Jefe del Departamento II del Ejército al
Ministerio del Interior una vez consumado el golpe del 17 de julio de 1980,
Arce Gómez dijo públicamente que los opositores debían caminar con el
testamento bajo el brazo.
Las acciones que realizó desde la Seción II y en su corta
permanencia en el ministerio, corroboran esa fatídica declaración.
ACTA DE LEALTAD
En la ciudad de La Paz y en las oficinas del Depto. II EMGE,
a los 12 días del mes de febrero de 1980, se hicieron presentes los sres. CNL.
DAEN. LUIS ARCE GÓMEZ, Jefe del Depto II EMGE. y el Sr. KLAUS ALTMANN HANSEN a
objeto de celebrar el compromiso de lealtad que a continuación se detalla:
I.- Yo, KLAUS ALTMANN HANSEN me comprometo prestar servicios
de orden incondicional con el Ejército de Bolivia dentro de la especialidad de
Inteligencia.
II.- Asimismo, me comprometo a participar directamente en
planeamiento y operaciones que requiera el Ejército de Bolivia y donde se
requiera mi participación activa.
III.- Me comprometo a guardar la reserva de todo cuanto se
realice, exista, conozca o participe poniendo como garantía mi vida.
IV.- Yo, CNL. DAEN. Luis Arce Gómez a nombre del Ejército
Nacional y con las atribuciones que me compiten, otorgo con la venia de la
Superioridad, el grado de Tcnl. Honorífico al Sr. KLAUS ALTMANN HANSEN.
V.- Asimismo, el Ejército Boliviano garantiza su actividad
dentro del país y de acuerdo al grado que se le ha asignado el Comando General
del Ejército procederá a reconocer su jerarquía.
En prueba recíproca de lealtad y para los fines
consiguientes firman ambos el presente documento.
La Paz, 12 de febrero de 1980
Cnl. DAEN Luis Arce Gómez
Sr. Klaus Altmann Hansen
JEFE DEPARTAMENTO II
EMGE
TCNL. AD HONOREM
3. PARA UN PRONTUARIO DE ARCE GÓMEZ
Cuando una inmensa multitud acongojada acompañaba al
Cementerio General los restos de Luis Espinal, en marzo de 1980, surgió de pronto
una palabra muy rápidamente convertida en coro generalizado:
¡Arcesino, arcesino, arcesino!
Era la inventiva popular que con certeza incuestionable
señalaba al autor intelectual del secuestro, tortura y asesinato del sacerdote,
cineasta y periodista que había llevado hasta el final su compromiso con
los pobres de este país.
Luís Arce Gómez era entonces el jefe de la sección segunda
(inteligencia) del ejército nacional y desde sus oficinas en la ciudadela
militar de Miraflores planificaba y ejecutaba, con total impunidad, un plan de
sistemático desgaste del precario sistema democrático que asomaba en el
horizonte boliviano.
Todos sabían, sin duda ninguna, que era él quien andaba
detrás de este y otros hechos similares, pero era tal la debilidad del gobierno
y de los otros poderes del Estado, que nadie hacía absolutamente nada para
frenarlo.
Prolegómenos
Había fracasado el escandaloso fraude electoral que montó
Banzer en 1978. Se empantanó la designación presidencial en el Congreso por una
suerte de empate entre Siles Zuazo y Paz Estensoro en las elecciones de 1979.
La solución transitoria que significó Guevara Arze, como presidente del Senado,
se desmoronó a los tres meses con el golpe sangriento de Natusch y Bedregal
(Todos Santos, 1979). Caído a las dos semanas el espurio gobierno militar-civil
erigido sobre cientos de muertos y heridos en La Paz, el Congreso puso en el
mando del país a la presidenta de la Cámara de Diputados, Lidia Gueiler, con la
misión de volver a convocar a elecciones en 1980.
La estructura de la cúpula militar golpista y masacradora,
que venía desde los tiempos de la dictadura de Banzer, había quedado intacta.
Luis Arce Gómez se movía a sus anchas. Una de las primeras fechorías que
cometió en el gobierno de la mujer-presidenta fue secuestrar, mediante una
operación comando por él mismo, los archivos de la represión política. Se los
llevó del ministerio de Gobierno al gran cuartel de Miraflores, ante la
impotencia y el asombro del ministro Jorge Selum Vaca Diez, recién posesionado
en el cargo.
Quienes estuvimos en las garras de la represión consumado el
golpe el 17 de julio de 1980 pudimos comprobar, además, que Arce Gómez no sólo
se llevó los papeles, sino también la “mano de obra calificada”. Agentes
especializados, torturadores y soplones con vasta experiencia adquirida en
tiempos de Banzer, pasaron a figurar en las planillas de la sección segunda. De
ese modo es que se formaron algunos de los grupos paramilitares que actuaron en
ese período.
Estrategia de la tensión
Después vino una cadena de atentados dinamiteros sin
finalidad aparente, pero que en realidad buscaban crear un clima de
tensión favorable al golpe de Estado que casi a la luz del día se preparaba en
los cuarteles. Pocos días después de realizadas las elecciones de 1980, en una
reunión de la dirección de la Unidad Democrática y Popular (UDP), en presencia
del virtual presidente electo Hernán Siles Zuazo, el general ya retirado
Alfredo Ovando Candia, informó que los preparativos golpistas contaban con el
asesoramiento directo de oficiales argentinos enviados por la dictadura de
Rafael Videla. Como trabajo de aula y en pizarra se diseñaba el golpe en la
escuela de Estado Mayor de Cochabamba.
Las actuaciones más impactantes de Arce Gomez en esa etapa,
anterior al golpe, fueron sin duda el ya mencionado asesinato de Luís Espinal y
el atentado a la marcha de cierre de campaña de la UDP en La Paz. Fue una
granada de guerra la que se arrojó sobre la multitud en la avenida 16 de julio,
a la altura del Hotel Plaza, el 26 de junio de 1980. Dos muertos y más de 50
heridos, muchos de ellos horriblemente mutilados, fueron el resultado de esta
acción desalmada y alevosa que quedó en la más completa impunidad. Sus autores
se convirtieron en gobernantes de facto pocas semanas después y sepultaron para
siempre la investigación.
Asesoramiento nazi
Lo que no todos saben es que en febrero de ese año Arce
Gómez había firmado una curiosa “acta de lealtad” con Klaus Barbie, escondido
en Bolivia con el nombre falso de Klaus Altmann. El criminal de guerra nazi se
comprometía a realizar todo tipo de asesoramiento y servicios y a cambio
recibía el grado de teniente-coronel “ad honoren” de nuestras Fuerzas Armadas.
El carnet en el que aparece la fotografía de Barbie con uniforme militar
boliviano, junto al facsímile del acta, se conocieron recién en 1983.
Uno de los amanuenses de García Meza en un curioso como
voluminoso libro, confesó después que el asalto a la sede de los mineros donde
funcionaba la COB, se planificó como la “Operación Avispón”. La dirección
sindical y popular, así como los periodistas, fuimos atraídos a una
ratonera con el señuelo de un pronunciamiento militar efectuado a tempranas
horas en la capital beniana.
En este asalto, la iniciación sangrienta del golpe, fueron
asesinados Marcelo Quiroga Santa Cruz, Carlos Flores Bedregal y Gualberto Vega
Yapura. Luego se tomaron el Palacio de Gobierno y varios medios de
comunicación. Cargaron con dirigentes, ministros y periodistas, todos en
ambulancias, hacia el gran cuartel de Miraflores, desde donde comandaba los
operativos Luis Arce Gomez.
La patria bajo semejante tutela
Se entronizó así un régimen atrabiliario que masacró a
mineros en Caracoles, instauró el toque de queda, la cadena radial obligatoria,
detuvo, torturó, confinó y exilió a cientos de ciudadanos, liquidó a la
dirección clandestina del MIR el 15 de enero de 1981 y se involucró en el
negocio del narcotráfico.
Los contornos de este gobierno desnudaron una mentalidad que
pretendió convertir a la patria en alguien necesitada de su tutela. Pero el
intento no era nuevo, representaba la conjunción de la doctrina estadounidense
del enemigo interno, las fronteras ideológicas y la seguridad nacional, los
resabios nazis y la presencia de militares sin principios, inescrupulosos y
ávidos de poder. En otras palabras, García Meza y Arce Gómez eran la
continuación agónica del modelo banzerista que asoló el país entre 1971 y 1978.
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