Por: Luis Oporto Ordóñez / Director de la Biblioteca y
Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional Extracto de
revistasbolivianas.org.bo
I
La figura de Pablo Zárate, el "Temible" Willka, de
fuerte raigambre en el imaginario colectivo, se construyó en medio de una
notoria ambigüedad histórica y sociológica, pues un sector lo asimila como
"la misma encarnación del mal" y otro "veía a Zárate Willka y al
movimiento que éste encabezaba con honda simpatía no exenta de
admiración".
Esta situación fue dilucidada en la historia del Willka
Pablo Zárate y el movimiento rebelde, resultado de un minucioso estudio
histórico, que salió a la luz pública en una primera edición en 1964, y una
segunda, con nuevas revelaciones, en 1982. Recién, entonces, se pudo conocer
sobre su significado y proyección.
En febrero de 2003, los movimientos sociales interpelaron de
forma violenta el sistema de partidos, exigiendo cambios estructurales en la administración
del Estado. En octubre de ese año, forzaron la renuncia del presidente Gonzalo
Sánchez de Lozada, quien optó por el autoexilio en los Estados Unidos. Si bien
no lograron tomar el poder, impusieron una agenda que eclosionaría en la toma
del poder político, iniciando así un nuevo ciclo en la historia nacional.
En esa coyuntura, importantes sectores de la nueva
dirigencia aymara de la ciudad de El Alto, adoptaron la monumental obra de
Ramiro Condarco Morales (Oruro, 1927-La Paz, 2009), Zárate, El
"Temible" Willka. Historia de la rebelión indígena de 1899, publicada
en 1982. Las fotocopias pronto dieron paso a una edición pirata, cuya portada
reemplazó la histórica fotografía de la plana mayor del Willka Zárate por uno
de los guerreros del gas de la ciudad de El Alto, que tomaron por asalto la
sede de gobierno.
Lo notable es que los movimientos sociales dieron la pauta
sobre la innegable vigencia del ideario de Pablo Zárate para guiar las
reivindicaciones de los pueblos indígenas, en una época que nos sitúa en la
antesala misma de las grandes transformaciones políticas y sociales que
caracterizan a la llamada "Agenda de Octubre", que forzaron la
convocatoria a la Asamblea Constituyente, y con ello a un protagonismo
legitimado del mundo indígena en la conducción de un Estado que se erige bajo
el concepto Plurinacional.
II
A 47 años de la primera edición y 29 de la segunda no
existen ya ejemplares disponibles del "Temible" Willka, reivindicado
por el autor en una época en la que se reconquistaba la democracia luego de un
largo periodo de dictaduras, que se inició precisamente en 1964. Sin duda, la
lectura de Zárate, El "Temible" Willka, fue fundamental para
comprender la emergencia de los movimientos sociales.
La primera edición fue canalizada hacia el lector académico,
fundamentalmente universitario, que estudió la biografía de Zárate y la
historia del movimiento indígena en las carreras de ciencias sociales y
humanidades de varias universidades de Bolivia.
En la coyuntura del 2003, fue adoptada por amplios sectores
de los movimientos sociales, subyugados por la impresionante historia de la
rebelión indígena de 1899, que a partir de una alianza de clases, propugna la
construcción de un país regido por los indígenas.
Hoy, para beneplácito de la sociedad, Ramiro Duchén
Condarco, sobrino del autor, quien se ocupa desde hace mucho tiempo en una
bibliografía completa, en lo posible, del ilustre autor orureño, decidió lanzar
una nueva edición del Temible Willka, que mantiene íntegra la estructura
original de la obra, formada por tres partes:
I. La Época (Bolivia en la segunda mitad del siglo XIX,
Organización y luchas sociales, Querellas intestinas), II. El Caudillo y la
rebelión (De la fábula y la Historia, El Gobierno de Fernández Alonso,
Aparentes esfuerzos de concordia, El alzamiento de La Paza, La marcha del
ejército constitucional, El movimiento indígena), III. El Caudillo en la guerra
civil (Un ejército en marcha, La quincena trágica, Expansión del área rebelde,
Tendencias de emancipación social, Reacción de Pando, Hazañas de Zárate Willka,
Operaciones decisivas, Apogeo y ruina de la rebelión indígena, La hora de
sombra de Zárate Willka); culminando con las Conclusiones, los Testimonios la
Bibliografía, los utilísimos Indices y 30 láminas fotográficas, mejoradas en
gran medida respecto de la segunda edición.
La única variante introducida por el editor, es el traslado
de las 1244 citas (notas) que aparecían originalmente al final de la obra
ordenadas por partes y capítulos, al pie de página en aras de hacer más
llevadera la consulta de las numerosas fuentes, para ayudar al lector en el
análisis de la impactante historia del Willka Zárate y su época.
III
Estamos pues ante un alarde de la heurística, que cultivó
con pasión Ramiro Condarco Morales durante su vida intelectual, y sobre todo,
en su condición de profesor universitario, método que desarrolló ampliamente en
su Protohistoria Andina, formidable texto de metodología de la investigación
histórica, que increíblemente no forma parte de la lectura sistemática en la
carrera de Historia de la UMSA, la principal y más antigua que forma
historiadores profesionales.
El autor, abogado de profesión, autodidacta en Historia,
dedicó su existencia a la investigación histórica y en segundo nivel a las
letras. Obras fundamentales, de sólida estructura historiográfica y heurística,
muchas de ellas pioneras en su género, aunque no fueron reconocidas a nivel
nacional, por razones inexplicables que rayan en el celo profesional que
despertó entre intelectuales de su generación. Entre las de carácter
historiográfico cito El escenario andino y el hombre: (ecología y
antropogeográfia de los Andes centrales) (1970), Protohistoria andina;
propedéutica (1967), Grandeza y soledad de Moreno: esbozo biobibliográfico del
príncipe de las letras bolivianas (1971), Orígenes de la Nación Boliviana:
interpretación histórico sociológica de la fundación de la república (1977),
Historia de la ciencia en Bolivia: historia del saber científico en Bolivia
(1978), Atlas histórico de América y Bolivia (1985), Franz Tamayo: el pensador
(1989), Historia del Ilustre Colegio de Abogados de La Paz (1993), y Aniceto
Arce: artífice de la extensión de la Revolución Industrial en Bolivia (2002).
Tuvo notable dominio de las fuentes primarias para la
historia y el método heurístico para abordarlas, con un rigor rayano en el
dogma, quizá como muy pocos en su época y en la actualidad. Su interés por los
archivos se debe precisamente a su interés por la investigación histórica. En
sus actuaciones se recuerda aquella que impulsó en su condición de Asesor del
Senado, en la época del gobierno del Dr. Luis Adolfo Siles Salinas, para tratar
de recuperar documentos históricos referentes a Bolivia. Tuvo un paso fugaz por
la dirección de la Carrera de Historia de la UMSA; durante la dictadura del
General Luis García Meza Tejada, desde donde impulsó, infructuosamente, la
creación de la Carrera de Antropología y Arqueología. Posteriormente dejó la
docencia universitaria.
En Zárate, El "Temible" Willka, apoya sus
afirmaciones en bases documentales de primera mano, que hace de esta obra
insuperada hasta hoy, aunque es importante reconocer que pocos ha profundizado
las diversas vetas que abre a lo largo de sus densas 593 páginas. Antes de
abordar la lectura de esta obra, el lector debe prestar atención a la
"Advertencia" y el epígrafe que lleva el título de
"Testimonios" (p. 483), en los que expone las claves para interpretar
adecuadamente los "resultados de nuevas investigaciones y
esclarecimientos" que convierten a la segunda edición en una obra
infaltable en la bibliografía de las Ciencias Sociales en general y de la
Historiografía en particular. Dice el autor en su "Advertencia":
Esta segunda edición (..) es el resultado de una revisión
cuidadosamente fundada en el corolario de nuevas investigaciones y
esclarecimientos.
Efectivamente, el autor nos abre las puertas de un sólido
corpus documental, conformado por el Archivo del mismísimo General José Manuel
Pando, lo que hace de El "Temible" Willka, una obra fundamental para
comprender la Bolivia de ayer y de hoy, y junto a él, documentos de archivos
desconocidos en su época, que se mantienen la mayor parte, sin consultar aún en
la actualidad, como el Archivo Parroquial de la Iglesia de Sicasica, el Archivo
de la Sociedad Geográfica e Histórica de Sucre, el Archivo Judicial de Oruro y
el Archivo particular de Carlos Torres, a los que hay que sumar testimonios
orales que le proporcionaron generosamente personajes y personalidades de
Umala, Machacamarca y Eucaliptus, a lo largo de la morosa labor de
investigación.
Con esos documentos, amplia bibliografía y una envidiable
hemerografía, escribió capítulos esenciales de la segunda edición, como es la
biografía de Zárate desde su origen, infancia, formación y liderazgo en 1896, y
una valoración de su trascendencia histórica:
Pablo Zárate Willka y la rebelión que acaudilló tienen una
doble importancia histórica: contribuyeron grandemente al triunfo de las armas
liberales, primero y representaron, después, un frustrado intento de
liberación, obsecuente y enérgicamente emprendido por la población indígena
boliviana.
Por otra parte, ese magnífico corpus documental le permite
reconstruir las características del movimiento indígena, la estrategia militar
de Zárate, sus triunfos, el temor que despierta entre los políticos y la oligarquía,
y sus proyectos históricos, plasmados en el Bando (Proclama) de Caracollo, lo
que le otorga alta credibilidad ante las poblaciones cuyo vecindario
"reconocía la autoridad de Pablo Zárate como indiscutido poder
jurisdiccional nacido de su condición de conductor supremo por nadie emulado en
el seno de ella" (p. 320).
La Proclama, es un documento esclarecedor para analizar el
alcance de la rebelión, concebida por Zárate y su plana mayor como un proyecto
interétnico, que buscaba la convivencia pacífica y el respeto entre indígenas y
blancos:
Publíquese por bando solemne a todos los propietarios por lo
Federación i por la Libertad que deseamos hallar la Regeneración de /../
Bolivia, como todos los indígenas i los blancos nos lebantaremos a defender nuestra
República de Bolivia, porque quieren apoderarse el traidor asqueroso Saco
Alonsismo bendiendonos a los chilenos (...). 2. Con grande centimiento ordeno a
todos los indijinas para que guarden el respeto con los besinos i no agan
tropelias (ni crismes) porque todos los indígenas /han/ de lebantarse para el
conbate i no para estropear a los besinos/;/ tan lo mismo deben respetar los
blancos o besinos alos indijinas porque somos de una /misma/ sangre e hijos de
Bolivia i deben quererse como entre hermanos i con indianos (p. 322).
La célebre proclama fue promulgada por los líderes indígenas
Pablo Zárate y el segundo General Manuel Mita, en Caracollo, el 28 de marzo de
1899, enviada a la Capital de Corocoro, Cantón Hayoayo, Cantón Calamarca,
Provincia de Viacha y Cantón Pucarani, las principales ciudades de la época,
dominadas por "besinos" blancos y mestizos, "directamente
controladas por el ejército federal.
Piezas fundamentales que explican la estrategia íntima del
movimiento rebelde indígena, pues muestra el poder que detentaba y al mismo
tiempo "se abstiene (con sabia prudencia pachacutiana, sostiene el autor)
de formular de manera expresa ningún postulado de reivindicación de la tierra
comunaria".
El autor se anima a plantear, a partir de este documento,
originalmente resguardado con celo por el Coronel Pando (ascendido a General
por su victoria), que Pablo Zárate busca: echar las bases reales de un
entendimiento nacional, y, con él, manifestaba concebir la nacionalidad y la
nación de un modo más auténtico del que creían ver a las mismas, los más
encumbrados "gerentes" de la revolución liberal y "federal"
de La Paz". Magistralmente concluye que "en el terreno de la política
práctica, dicho enunciado era, al mismo tiempo, que un reproche, un verdadero
principio de táctica política (p. 326)
IV
Las 1244 notas (esta vez a pie de página) forman otra
lectura de la época, quizá mucho más densa, por la cantidad verdaderamente
asombrosa de referencias que inserta el autor para dotar de certidumbre histórica
a su investigación, pero al mismo tiempo, de forma esclarecedora para
comprender una época tan extensa que se extiende desde el régimen de Mariano
Melgarejo hasta los primeros años del siglo XX (1904), caracterizada por los
intentos sistemáticos de usurpación de tierras de comunidad, que motivaron la
organización de expediciones punitivas en 1869 y 1870, que provocará la
insurrección indígena y la arremetida formal del Estado con la ley de ex
vinculación de 1874 profundizada en 1895, que dará lugar a la rebelión de 1898,
en el contexto de la guerra civil, en la que el movimiento indígena diseña
metas propias, enarbolando la bandera de la guerra india, luego del fracaso de
la alianza estratégica interétnica con el Coronel Pando. Detrás subyace el otro
brazo de la estrategia indígena, plasmada en el papel de los caciques
apoderados, que fueron estudiados por varios autores, entre ellos Roberto
Choque y Esteban Tiicona Alejo. La propuesta política de Pablo Zárate,
expresada en la Proclama de Caracollo, buscaba fundamentar, a decir del autor,
"el precepto del respeto recíproco entre vecinos e indígenas",
fundamento sobre el cual debía "erigirse la comunidad nacional
republicana". En otras palabras, Condarco -a partir de este documento- plantea:
el primer recurso lógico para exigir, en su momento, de los
patrones liberales y constitucionalistas paceños (alonsistas que se pasaron al
bando "federal") que fraternizaban detrás del común estandarte
simbólico de la federación el debido respeto al indígena no sólo como persona
sino también como sujeto de derecho a la dignidad, a la vida, al progreso
material y a la tierra; el debido respeto a sus ancestrales prerrogativas de
tenencia de la propiedad territorial; a sus costumbres, a su cultura, a su
legado, y al pleno goce de sus derechos ciudadanos. (p. 327).
Se puede afirmar que El "Temible" Zárate, logra en
Condarco, un intérprete de los alcances del ideario rebelde de 1899, pues el
autor muestra la importancia de la Proclama, que exhuma desde el archivo
reservado en el que se encontraba:
Por los valores morales a que apela el precepto que
involucra la propala de Caracollo para la convivencia de "indianos" y
"vecinos", no sin implícitas connotaciones materiales y espirituales,
pocos deben ser los documentos que se le parecen en la historia de las
revoluciones populares. (p. 329).
V
Esta obra de impactante actualidad, devela la intimidad de
la guerra civil de 1899, en la que se juegan los intereses de una nueva
oligarquía boliviana, gestada esta vez en el Norte, para defender
"exclusivismos regionalistas", para cuyo fin se alían dos sectores
opuestos, como son los Constitucionalistas y los Liberales de La Paz. Los
primeros, "poco antes del 12 de diciembre de 1898 constituían fracción
departamental del partido gobernante", que luego a tiempo de renunciar a
su lealtad al partido conservador, se suman a la revolución planteada por los
liberales, quienes buscaban "satisfacer ambiciones de poder largamente
acariciados por el partido de la oposición". Ambos abrazan, aunque por
distintos motivos, la bandera de la federalización.
Esta curiosa "alianza" -con mucho de oportunismo,
como los que se dieron a lo largo de nuestra historia- no "despierta gran
simpatía en el resto de la República", encontrándose por ello en inminente
riesgo de ser debelada por la fuerza militar del ejército constitucional, lo
que motivará a Pando acudir al auxilio de la población indígena, la que se
moviliza en grandes multitudes al mando del Willka Pablo Zárate, incorporado
con el título de comandante de división del ejército federal.
Está claro que el triunfo de las fuerzas liberales no podría
lograr éxito en su campaña contra el ejército constitucionalista sin el apoyo
militante de Zárate y sus huestes, como demuestra Ramiro Condarco a lo largo de
su obra, incluso en el polémico asunto de la denominada "Batalla del
Segundo Crucero", sobre todo cuando desde el Boletín Oficial del Estado
Federal de 11 de abril de 1899, se propala la noticia que "los indios no
han tomado parte en la acción" (p. 360), aunque el gran Willka afirma lo
contrario, al declarar en el proceso de Peñas: estuve en compañía del General
José Manuel Pando, como uno de los principales auxiliares del ejército liberal,
al frente de las fuerzas constitucionales (p. 354).
¿Cuál, entonces, la razón para que consolidado el triunfo,
el otrora aliado se deshaga del líder indígena y su ejército?
En esta obra, analiza el papel del ejército indígena en la
guerra civil, expresando su importancia en dos aspectos fundamentales:
1. El eficaz servicio de inteligencia desplegado por los
indígenas a los jefes revolucionarios, lo que los proporcionó un conocimiento
crucial del campo de batalla. Cientos de miles de indígenas desplegados en las
comunidades del extenso altiplano, fueron los artífices de ese servicio.
2. La presencia del ejército indígena, asemejando una
"espesa muralla" sirvió como formidable defensivo que permitió a las
tropas federales de Pando, moverse con libertad en el escenario de guerra en la
decisiva Batalla del Crucero de Paria.
Condarco cierra su valoración afirmando que:
La acción empeñada en los campos del Crucero de paria tiene
todas las características de una sorpresa. (...) y es debido a la inesperada
aparición de las fuerzas rebeldes frente al ejército constitucional que éste se
vio en la imposibilidad de imponerse sobre sus adversarios (p. 361).
VI
A pesar de la desmovilización decretada por Pando, la
rebelión india se extendió como reguero de pólvora por la zona andina, llegando
a los valles de Chayanta, aleccionada por el Willka Luciano, uno de los
generales de Zárate. Surgen con fuerza los nombres de líderes locales como Juan
Lero, que se incorpora a su Estado Mayor. Las fuerzas indígenas desplegadas en
las provincias de Inquisivi y Sicasica (La Paz), Paria y Carangas (Oruro),
Chayanta y Charcas (Potosí), continuaban movilizadas. Condarco aclara que
"la guerra civil había terminado, pero la rebelión indígena continuaba su
curso". El rumor del asalto de las ciudades de la Paz y Oruro, eran
persistentes. Uno a uno los líderes indígenas fueron apresados, incluyendo el
propio Zárate y Manuel Mita (22 o 23 de abril de 1899).
El Villca de Caracollo dijo días después la prensa paceñay
sesenta de sus principales auxiliares que han estado agitando la sublevación de
las indiadas de Inquisivi, se encuentran presos en Oruro (p. 392).
La relación de Condarco, reconstruida en base a periódicos
de la época como El Comercio, Los Debates, El Imparcial y el Eco del Sur,
muestra el desenlace fatal de la rebelión indígena, sumándose a las voces que
exigían el castigo: "Por dura que sea esta medida -comentó El Comercio- ni
dudamos que ella se imponía, para reprimir los abusos y pretensiones de esa
raza".
Las "ostentaciones de cruel impiedad -señala Condarco-
pertenecían a la prensa revolucionaria, es decir: eran parte integrante de las
filas de quienes habían sido los únicos favorecidos con la sublevación indígena
y con la actividad subversiva de sus caudillos".
Pando pacifica el país e ingresa triunfal a La Paz,
"bajo la delirante ovación del pueblo". Tras esta cortina de humo, el
otrora "Temible" Zárate era sometido a dos procesos, el primero
denominado Proceso Mohoza (iniciado en Inquisivi, trasladado a Oruro y radicado
definitivamente en La Paz), y el Proceso Peñas, tramitado en los juzgados de
Paria y Oruro.
El autor hace gala, nuevamente, de su dominio de las fuentes
empleadas en su investigación, llegando a establecer la "doble moral"
de los "gerentes de la revolución", quienes "afirmaban
públicamente que los indígenas habían actuado sponte sua, y que su intervención
en la guerra civil no tenía ninguna importancia, no vacilaron en reconocer y
confesar, en notas confidenciales, que fueron las fuerzas indígenas el más
importante factor de éxito para la victoria de las fuerzas rebeldes" (p.
397).
La intelligentsia liberal había decidido arrebatarle al
Temible Zárate y su ejército el protagonismo en el campo de batalla,
sometiéndolo a juicio y prisión, como una constatación de que nada tuvo que ver
con las fuerzas del coronel Pando.
VII
La paz impuesta radicó únicamente en las ciudades del país,
que recuperaron su dinamismo y continuaron su desarrollo. El panorama en el
área rural era muy distinto. El estado de sublevación no había cesado, no
obstante la prisión de los Willkas, sino que se había extendido desde la
comunidad de Peñas, incendiando el horizonte andino, alzándose los indígenas de
Carasi, San Pedro, Charcas, Salitre, Sococha, Mondragón (Potosí), extendiéndose
incluso a Huañoma (Chuquisaca).
El autor fue uno de los primeros en revisar el expediente
del proceso Mohoza, con el que reconstruye el vía crucis que soportaron los
líderes indígenas en prisión, donde sucumbió la humanidad de Juan Lero, el 12
de enero de 1901. Zárate fue declarado inocente, pero sin recuperar la libertad
sino hasta 1903, cuando logró fugar de prisión, aprovechando la revuelta de un
grupo de trabajadores mineros en la ciudad de Oruro el 10 de mayo, que
asaltaron la cárcel y forzaron la fuga del prefecto. Desde esta fecha no se
conocen más datos documentados sobre el Willka Zárate.
Ante la falta de fuentes, el autor acude a las fuentes
orales, identificando a los sobrevivientes de aquella época o a sus
descendientes y en otros casos a los custodios de la memoria colectiva que se
transmitía de generación en generación por la tradición oral. La leyenda de los
últimos días del Willka Zárate muestra rasgos inverosímiles, pero arraigados en
la memoria popular, tanto de origen urbano como indígena o rural.
Precisamente en base a fuentes orales recogidas por
investigadores del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado, logra
reconstruir los últimos días de Zárate, quien había estado vagando por las
comunidades de Imilla Imilla, Eucpaliptus o Q"ellqata, cuyos pobladores
afirman haber visto a Zárate portando un fusil, depositado en manos de su nieto
Marcelino, y con el que tal vez logró tener a raya a sus persecutores.
La muerte del Willka Zárate, asesinado por sus captores,
aplicando la ley de fuga, surge también de la historia oral de Imilla Imilla.
A fines del 2010, los descendientes del Willka Pablo Zárate,
acudieron a la Vicepresidencia del Estado para entregar antiguas armas y
blasones que ostentaba el líder indígena, solicitando una investigación que
esclarezca aspectos oscuros de la biografía del gran Willka.
Con ello se pretende reivindicar la obra de Pablo Zárata
"El Temible" Willka, en la senda abierta hace ya varias décadas por
Ramiro Condarco Morales, quien dejó un preciado legado a las generaciones del
presente, que supieron descubrir en su obra, una guía simbólica, para orientar
sus reivindicaciones históricas, en un país en el que el referente indígena no
puede ser excluido.
La Paz, julio de 2011.
Bueno me ayudo..un poco a comprender y me ayudo en mi tarea
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