Por: Guillermo Mejillones Quispe – Parte de su investigación de Tesis de grado
para optar al título de Licenciatura en Historia. / UMSA / marzo de 2017. // Foto:
La célebre Rosa Aponte Moreno, cruceña de 20 años.
El Estado Mayor de Bolivia, estaba más convencido de que se debía seguir
operando con más agresividad contra el espionaje enemigo, y dar duros golpes al
Servicio Secreto guaraní. Para esta operación se trabajó con un grupo nuevo y
numeroso entre civiles y militares (y se incluyó a mujeres).
Antes de la misión, por la urgencia y el carácter que tenía este trabajo se
decide capacitar fugazmente al nuevo personal y “luego vino un intenso período
de entrenamiento”(Ana María Seoane, “La Secreta ‘Operación Rosita’”, En: La
Razón, Domingo, 3 de octubre de 2010). Las experiencias de la pasada Gran
guerra en Europa (primera guerra Mundial) habían traído muchas experiencias en
el tema de inteligencia y servicios secretos de las cuales también se verían en
la guerra del Chaco. Pese, al tiempo que era el peor enemigo, se había vuelto
una obligación impulsar el contraespionaje. “Todo el [nuevo] grupo, [estaba]
conformado íntegramente por voluntarios, es entrenado por el alemán Karl
Heming”( De acuerdo a Jorge Quispe, “Karl había combatido en la primera Guerra
Mundial y formaba parte de una colonia alemana que se identificó desde el
primer momento con la causa boliviana”. Por su parte, el General José Sánchez
señala que el alemán llegado a Bolivia junto Kundt, Kerl Hemanig; especialistas
en inteligencia militar, formado en el abwher del desaparecido ejército
imperial”, 2009), especialista en inteligencia militar. Asistieron civiles y
militares, algunos recién llegados del campo de acción, en suma eran 48
invitados. Estos fueron entrenados, y luego hicieron un juramento ante la
patria y dios:
“La solemnidad de la ceremonia efectuada para su ingreso fue sobrecogedora. El
Alto Mando, ubicado en aquella época en la avenida 16 de julio, fue el lugar
escogido para el ritual del juramento. El gran salón donde se realizó el acto
estaba adornado con diez flores de rosas rojas unidas por la bandera Nacional y
en la mesa se encontraba la Biblia, en la pared un gran crucifijo y las
imágenes de los Libertadores, el escenario era impresionante. Ante la presencia
de un sacerdote que oraba y los altos jefes militares, [los Agentes Secretos
nuevos juraron] servir a Dios y la Patria hasta la muerte y guardar secreto
absoluto sobre el carácter de su misión” (Florencia Duran Jordán y Ana María
Seoane Flores, El Complejo Mundo de la Mujer durante la Guerra del Chaco, la
Paz Ministerio de Desarrollo Humano, 1997, p.105.).
Hecho el juramento, se organizó al nuevo contingente asignándoles a los
diferentes sectores del Servicio Reservado en tareas de espionaje y
contraespionaje. Por otro lado, se encomendaría al patricio Gastón Velasco
Carrasco “al mando del Tcnl. Fernando Garrón Paravicini”, para una misión
específica con fines de contraespionaje en el norte argentino. Los agentes del
Servicio Reservado tramitaron documentación, donde se les asignaba una nueva
identidad, esta documentación fue gestionada por el Ministerio de Relaciones
Exteriores. Los agentes para la operación figurarían como ciudadanos peruanos,
y se les distribuyó los documentos para la misión ya con otra identidad. Luego
se comisiono para la operación al Sr. Carlos Ackeman de origen peruano, un
experto perito en cajas fuertes, chapas y candados representante de fabricantes
europeos de caja fuertes para los pocos bancos que trabajaban en La Paz y
Oruro223. Los otros factores para transporte y demás cuestiones se encargaron
la comisión especial adjunta a la operación.
De acuerdo a los informes del Servicio Secreto se había identificado en el
norte argentino toda una red de espionaje enemigo que trabajaba en pequeñas
células en las diferentes poblaciones del norte de Argentina, camuflado en el
comercio y algunos encubiertos desde el Consulado Paraguayo en La Quiaca. Esta
tarea se realizó todo el mes de febrero de 1934. El primer paso del plan fue,
asentarse en la región adyacente: “cuatro fueron las personas que alquilaron un
departamento amoblado muy cerca al Consulado Paraguayo”.
Los agentes que operaron en esta misión fueron: Gastón Velasco Carrazco, Carlos
Ackerman, Rosa Aponte, Adela Bello, Elsa Aguilera, Chabela Reyes, Zoraida
Alcoreza, Cristina Velasco y Liz Morales, seguidamente de una comisión especial
compuesta por militares y civiles. Para la misión escogieron a la joven cruceña
Rosa Aponte Moreno quien reunía todos los requisitos para ser una espía al
estilo de “Mata Hari”, era joven, delgada, muy hermosa e inteligente, como en
las guerras europeas se usó a mujeres como anzuelo para atraer a los agente del
enemigo. Para la operación “Rosita figuraba como comerciante arequipeña, lo que
le permitió transitar sin despertar sospechas por el norte argentino y el sur
paraguayo. Poco a poco se hizo conocer en el mundo del comercio y trabajo
aparentemente comprando y vendiendo”.
Las poblaciones del norte de Argentina a causa de la guerra entre Bolivia y
Paraguay habían generado un fuerte comercio entre poblaciones fronterizas.
“Rosa, Adela Bello y la artista de teatro Elvira Llosa, se encargaron de
dispersar en la ciudad el rumor que como folklorista peruanas deseaban conocer
la música del norte argentino, promoviendo y divulgando su actividad a través
de la prensa y la radio de la localidad, y haciéndose pasar por investigadoras
del folklore”. Rosita y su amiga desplegaban sonrisas y encantos, flirteando
abiertamente con los jóvenes quiaqueños. Las supuestas peruanitas no pasaron
desapercibidas para los galantes militares paraguayos, que pronto empezaron a
frecuentarles invitándolas al ‘biógrafo’ y a tomar té con galletas y nata a las
cinco de la tarde. Ellas con la más insinuante de las sonrisas, agradecieron a
sus dos admiradores por sus atenciones anunciándoles que retribuirían finezas
invitándoles a una cena con comida peruana para la una noche. Los donjuanes no
dudaron un solo instante y aceptaron encantados. La belleza de Rosita había
tocado en hondo el corazón de los paraguayos y estos se sentían muy atraídos
por la joven peruana.
Acudieron a la cita un sábado por la noche perfumados con Atkinson y peinados a
la gomina con Glostora, los dos galanes llegaron puntuales. Ya la vitrola
dejaba escuchar aquello de “Tomó y Obligó” y los caballeros fueron invitados
con un estimulante brebaje con brandy.
Se logró entusiasmar a los paraguayos entre risas y coqueteos lo suficiente
como para que descuiden sus delicadas misiones.
Mientras se encontraban compartiendo las damas bolivianas con los agentes
paraguayos del consulado dos figuras se deslizaban furtivamente por las calles
desiertas de La Quiaca. Gastón Velasco y Carlos Ackerman llegaron a la puerta
de la residencia. Para Ackerman no hubo chapa que se le resistiera. Entró como
Pedro por su casa – recuerda don Gastón Velasco – sin violencia, sin ruido,
trabajando como un cirujano, se fue abriendo paso por entre candados.
Picaportes y chapas. Era un genio de pulso delicado y firme y el único ruido
que se escuchaba en la noche fría era el tenue chirriar de los goznes. Abrieron
varias puertas previas antes de llegar al corazón del centro de pesias. Había
un radio transmisor y receptor, los cascos, papeles y en un rincón, oronda y
sólida, una enorme caja fuerte.
Ackeman se acercó, la midió, puso el oído mientras le propinaba golpes secos y
mediados, la olfateo y empezó a manipularla. Pasaron largos 25 minutos y, por
fin, la mole verduzca acariciada por los dedos insinuantes del experto, susurro
el “clik” definitivo, señal de que había dado su consentimiento al hábil
manipulador de esa carne de acero. Adentro “!oh!”, exclamaron los dos
violadores – estaba todo: las claves, las frecuencias de radio las listas de su
personal de apoyo, los nombres de sus agentes secretos, sus códigos, mensajes,
enlaces en Bolivia, simpatizantes del Paraguay, amigos confiables y bolivianos
desafectos a Bolivia.. Lo sacaron todo en una gran maleta. Antes de partir,
dejaron un mensaje – ¡Viva Bolivia carajo! – que horas después torturaría la
vesícula de los dos paraguayos que en ese momento, con cuatro cocteles entre
pecho y espalda, bailaban despreocupados con el Zorzal Criollo. La comisión
especial, los estaba esperando con auto para trasladarse y salir de la
población de Argentina.
Los bolivianos pasaron la frontera, Velasco volvió hasta la casa donde Rosita
entretenía a sus invitados. Ante una seña imperceptible, las dos amigas
inventaron un repentino malestar y deshaciéndose en disculpas y renovadas
promesas para continuar otra noche lo inevitablemente interrumpido, despidieron
a sus galanes a quienes no volverían a ver nunca más. Las peruanas y la
sirvienta arequipeña salieron como viento, traspusieron la frontera una vez más
y no pararon hasta Tupiza, donde recién se dieron de abrazos y descorcharon
para festejar su gran golpe. La operación había sido un éxito.
“En otras misiones y continuando en su calidad de ‘comerciante’, Rosita llegó
hasta la misma capital del Paraguay, donde vendió conservas al ejército
guaraní. Allí también consigue valiosa información que hizo llegar al Alto
Mando, no sin antes correr muchísimo riesgo, labor que realizó durante dos años
más, cuando se enteró que estaban tras su pista y tuvo que regresar”. Gran
parte del grupo que operó en esta misión, retornó a la ciudad de La Paz.
La joven Rosa Aponte a su retornó a La Paz, siguió con sus tareas de
contraespionaje. Cualquier persona de reciente estadía en la ciudad o que
tuviera ciertas actitudes raras era víctima de la sospecha policial y
vecinal233. Según, Jorge Quispe: Rosa abre un prostíbulo por la plaza Riosinho.
Dos chilenos llegan al lugar y pasan la noche con dos damas. Al día siguiente,
ya en el domicilio de uno de ellos, por las calles Colombia y México, ingresa
un desfile militar. Los trasandinos asoman sus cabezas y junto a ellos las dos
mujeres. Desde abajo, agentes les toman fotos con las que luego son
chantajeados para dar a conocer los nombres de otros informantes. Las casas de
diversión, por ser asiduamente visitadas por oficiales y soldados, se
constituían también en fuente importante de información (Florencia Durán Jordán
y Ana María Seoane Flores, El Complejo Mundo de la Mujer durante la Guerra del
Chaco, 1997, p.110).
En la primera guerra mundial, algunos jefes en las fronteras conformaron redes
de espionaje con mujeres, aprovechando los prostíbulos donde acudían los
uniformados. Estos decían que en los prostíbulos sacaban la información en la
almohada. Era muy común que los oficiales acudan a estos prostíbulos, las
daifas aprovechan este contacto para arrancarles secretos. El personal del
servicio informaba todo cuanto podía servir al Comando Superior en los dos
frentes.
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- EN
REALIDAD, ¿CUÁNTOS MILES DE CIUDADANOS ARGENTINOS FUERON RECLUTADOS PARA EL
EJÉRCITO PARAGUAYO?
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