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IDENTIDADES TRANSITORIAS: 1809-1825 / EL TERRITORIO DE CHARCAS ES LLAMADO ALTO PERÚ

Fuente: De Charcas/Alto Perú a la República de Bolívar, Bolivia trayectorias de la identidad boliviana Mtra. Esther Aillón Soria / La Paz – Bolivia. Junio de 2006.

A partir de los movimientos juntistas de 1809, y el desarrollo de la guerra de independencia, las identidades comenzaron a volverse volátiles por los procesos de desmembración de los virreinatos. En el Alto Perú, se elaboraron identidades transitorias que se manifestaron en dos procesos más o menos paralelos. Por una parte, apareció la identidad de “emigrado de la guerra” que cobijó transitoriamente a todas las capas sociales que experimentaron el exilio político. Por otra, se produjo la diferenciación de identidad respecto de los rioplatenses y porteños, producto del proceso político-militar.

LOS “ARRIBEÑOS” O EMIGRADOS DE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

La dislocación política producida a partir de 1808 en Hispanoamérica, tuvo su correlato en la demografía de la región. Las persecuciones políticas a los movimientos juntistas dieron como resultado un inusitado movimiento poblacional con dirección, mayormente hacia el sur, hacia las Provincias Unidas del Río de La Plata o provincias “abajeñas”. Como consecuencia, se conformó un enorme grupo social denominado emigrados de la guerra.
Éstos eran emigrantes forzados por motivos políticos que experimentaban su permanencia en tierras extrañas como “apátridas” producto de su inviable y riesgosa permanencia en su tierra de origen o residencia. Permanecer en el Alto Perú significaba la posibilidad de ser reclutado forzosamente, encarcelado o ejecutado. Muchos emigrados alto-peruanos llegaron al territorio controlado por la Junta Revolucionaria de Buenos Aires, particularmente a Jujuy, Salta, Tucumán, Córdoba y Buenos Aires, y permanecieron en condiciones económicas limitadas. Manuel Aniceto Padilla, uno de los emigrados, caracterizó a este grupo así:
... eran los emigrados alto-peruanos, todos gente de calidad, honesta y letrada, que se habían visto obligados a huir de su tierra, envuelta entonces en llamas y anegada en sangre… Los porteños, los de alguna importancia, aun aquellos antiguos compañeros de aula que en Chuquisaca vivieron como en su casa y bebieron las aguas del ministerio, mirábanlos con emulación y ojeriza. Les molestaba la influencia que ejercían en las provincias. En su despecho, les llamaban “Peruleros”, así como a la los provincianos, “Gauchos”. Con todo, el ascendiente de los emigrados era incontestable.(1)
De acuerdo con otro contemporáneo, los emigrados de guerra alto-peruanos fueron, en su mayoría, letrados pero no cholos(2). La aclaración surgió a raíz de que en Buenos Aires también se llamaba cholos a todos los peruanos, atributo que fue fervientemente rechazado por ese observador aseverando que esto producía un “arrebato de indignación al ver que se insulta así a la desgracia de sus hijos”. Manifestaba:
Llamar cholos a todos los peruanos es lo mismo que llamar mulatos a todos los porteños, porque hay mulatos aquí como hay cholos en el Perú. Es verdad que los hay como hay indios y otras cosas pero hay también españoles americanos y de esta casta son todos o los más de los emigrados: algunos de ellos de casas muy distinguidas y opulentas, donde los porteños, y entre ellos el que escribe, han recibido auxilio, estimación y distinción.(3)
Esto significa que muchos emigrados de la guerra eran criollos, se identificaban como españoles americanos buscaban mantener en el exilio, las ventajas de su posición en la sociedad colonial reivindicando su ascendencia europea en América. Afirmaban su identidad distanciándose de los indígenas y de las llamadas “castas coloniales”, que comprendía la gama de mestizos producida en la Colonia, como los cholos.
Pero varios de los emigrados no fueron españoles americanos ni tenían una posición acaudalada en el Alto Perú. Esa generación fue más bien heterogénea, estaba compuesta por universitarios, burócratas, comerciantes, indios de comunidades y haciendas, artesanos, mestizos, cholos, vecinos de los pueblos y las ciudades.(4)
Hacia 1812, cuando decenas de grupos guerrilleros ya actuaban en el territorio de la Audiencia de Charcas, el Diario del Tambor Vargas dio cuenta de que “pasaban” hacia el Río de la Plata gente de todas las clases sociales de la guerrilla de Ayopaya (La Paz), en busca de refugio, para reorganizarse en ese territorio y, a menudo, para reingresar al Alto Perú con una columna de los porteños. Además, muchos de los guerrilleros también provenían del Río de La Plata. Así describe el siguiente pasaje de 1814:
... Este su hijo Eusebio [Lira] emigró al ejército de la Patria a Salta y Tucumán, fue cabo segundo en una de las compañías y en un asalto que tuvieron en San Carlos, partido de Salta, se dispersó y vino a recalar por estos lugares. Se halló en compañía de éstos don Pedro Zerda, natural de Oruro, que asimismo fue emigrado a Salta y en el ejército era cabo primero en la compañía donde estaba el antecedente Lira en una misma escuadra; allí estaba Julián Tangara, indio natural del pueblo de Curahuara en Pacajes, que también fue emigrado [f. 39v] a Salta...; y don Ciprián Cartagena, natural y vecino de la doctrina de Morochata, partido de Hayopaya, emigrado al ejército de Salta”.(5)
Esto dibuja con claridad que la procedencia social de los emigrados era diversa y muestra, por otra parte, que la guerra desorganizó las pertenencias espaciales de los involucrados que correspondían a los diferentes grupos sociales y étnicos de la sociedad.
Ser emigrado de guerra fue una identidad momentánea que sirvió para identificar a esa generación, en ambos territorios: en el de emigración y en el de recepción. Por ejemplo, Felipe Antonio de Iriarte, nacido en Jujuy, cerca del territorio del Alto-Perú, se identificaba como emigrado de la guerra y como alto-peruano, no obstante ser rioplatense. Esta identidad sin embargo era inestable y conflictiva como se ve a continuación:
La verdad es que Iriarte tuvo patria a quien servir y no ha tenido compatriotas que le valgan sino para un profundo olvido; los bolivianos porque nació en Jujuy, los argentinos porque nunca omitió su título de “emigrado de Charcas en Tucumán.” Mas, qué importa si supo hacer en su persona dos conquistas muy valederas...(6)
Pese a esta conflictividad, convivían varios niveles de identidad. Varios alto peruanos permanecieron en el Río de La Plata y viceversa; lo que significa que el Virreinato del Río de la Plata, en plena desmembración, todavía proveía a sus habitantes identificaciones comunes o superpuestas: peruano y alto-peruano junto con vallegrandino, cochabambino o miembro de una comunidad indígena; y por otro lado, jujuyano o tucumano junto con rioplatense. Todos compartían la identidad americana. Es decir, se producía una identificación local, provincial, regional y continental.

LA DIFERENCIACIÓN FRENTE A LOS RIOPLATENSES: PERUANOS, ALTO PERUANOS O “QUEREMOS EL BIEN DE NUESTRA NACIÓN” (1815)

La Audiencia de Charcas fue agregada al Virreinato del Río de La Plata desde 1776, de modo que, al producirse la revolución triunfante de 1810, en Buenos Aires, se conformó un gobierno que buscó anexar el Alto Perú al Río de La Plata, para lo que se realizaron cuatro expediciones militares de los ejércitos porteños, que fueron un fracaso.
La experiencia de las expediciones porteñas al Alto Perú fue negativa (en lo militar y social) y marcó una diferenciación colectiva en la identidad de los altoperuanos, moviéndolos hacia un imaginario de autonomía respecto de un Virreinato del Perú (realista) y de una presión porteña (patriota pero inefectiva).
Esta diferenciación es clara en una breve carta que el guerrillero Manuel Ascencio Padilla (1774-1815), (esposo de Juana Azurduy) dirigió al Gral. porteño Juan José Rondeau (1773-1844), jefe de la 3ª expedición militar porteña al Alto Perú (1814-1816). La historiografía de la guerra de independencia, considera que esta carta es un hito pues a partir de ella se comienza a considerar la posibilidad de crear una nación autónoma.
En esta carta de 1815, se señala con claridad que pese a los desmanes de los dos primeros ejércitos porteños, y no obstante sus fracasos militares, la adhesión de los altoperuanos continuaba viva, aunque los guerrilleros ya habían observado que los porteños los obligaban a retroceder hacia Salta y Jujuy eliminando la posibilidad de avanzar efectivamente sobre los realistas.
Los términos de la carta se mueven en un equilibrio frágil entre la conservación de la lealtad a los rioplatenses (porteños) y la ruptura con ellos. Se reivindica la identidad peruana y/o alto peruana, ubicando como la fuente de su incertidumbre a “porteños” y Buenos Aires. No obstante, se aprecian identidades compartidas pues se dialoga en base a una identidad americana compartida.
En partes sobresalientes de la carta, las palabras utilizadas para producir esta diferenciación son las siguientes:
En esta significativa carta, se puede apreciar claramente la mutación política que se produce en ese momento. La identificación se atrinchera en “lo peruano” o “altoperuano” (“nosotros”), opuesto a Buenos Aires y “los porteños”, respecto de quienes hay un distanciamiento evidente. La identificación mayor es: “América para los americanos”. Dentro de esta concepción americana, está la identidad regional como “habitantes de Los Andes”, equivalente en el texto a la identidad peruana. Finalmente, hay la identificación de un suelo, una patria como el lugar propio para desarrollar “nuestra Nación”, que se asocia con la pertenencia regional-local: “chuquisaqueños o vallegrandinos”. Esta jerarquía y superposición de identidades se presenta como transitoria, opuesta a lo español, por un lado; y por otro, manteniendo la posibilidad de un destino compartido con los porteños SI cambian de actitud respecto de los alto-peruanos.
Evidentemente, como señaló el guerrillero Padilla, las cosas no cambiaron entre porteños y alto peruanos. Buenos Aires decidió enfrentar a los realistas tomando otro camino. San Martín cruzó Los Andes, pasando a Chile y venciendo en Maipú y Chacabuco, posibilitando su ingreso a Lima. Por su parte, el Ejército Libertador de Simón Bolívar derrotó a los ejércitos realistas en Pichincha (6 de agosto de 1824) y Ayacucho (9 de diciembre de 1824), poniendo fin a la guerra en el Perú.
En el Alto Perú, el 7 de enero de 1825 se produjo el ingreso de la columna de los guerrilleros de Ayopaya que ocuparon La Paz. Este hecho sucedió casi simultáneamente al ingreso de las tropas bolivarianas de Antonio José de Sucre, a La Paz, quien promulgó el Decreto de 9 de febrero de 1825, llamando a una Asamblea Deliberante de representantes de las provincias del Alto Perú.
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Referencias:
1) CAMACHO, 1999, 158-159. Subrayado nuestro.
2) De acuerdo con Antonio Paredes Candia, en la sociedad colonial, cholo “fue la denominación dada al descendiente de «mestizo de segunda generación» (hijo de mestizo e india). Posteriormente, el término quedó ampliado: en el hombre, para referirse al Aymara o Quishwa avencidado en la ciudad (lo que se explica por las dimensiones modestas que ha tenido el mestizaje biológico); en la mujer, en cambio, equivalía a «mestiza» (hija de blanco e india), que caracterizaba a su capa social. Finalmente, todavía ha adquirido un sentido más laxo, designando al individuo de capa social popular y a su esposa o concubina; en realidad representando los primeros eslabones del proceso de aculturación que conduce desde la plena etnicidad andina hasta algún grado de adopción de rasgos culturales «blancos». En este sentido, y desde la perspectiva blanca, suele tener una connotación peyorativa (alevoso, desleal, aprovechado, protervo).” en: BARNADAS, dir., 2002, pp. 524- 525. Robert Jackson, coloca a los cholos y a las cholas, dentro de la amplia gama de mestizaje producida desde la colonia, fruto de las “uniones mixtas”. BARNADAS, dir., 2002, pp. 216-218.
3) cit. en RENÉ-MORENO, BB, I, p. 419, nota # 213. Subrayado nuestro.
4) Uno de los emigrados burócratas fue Manuel Molina, natural de Potosí, emigrado a la Argentina en 1815 y que “desempeñó muchos puestos en el Estado”. RENÉ-MORENO, BB, I, p. 11.
5) SANTOS VARGAS, 1982, p. 39. Subrayado nuestro.
6) Iriarte fue párroco en el Arzobispado de Charcas, emigró a Tucumán con Belgrano, fue diputado por Charcas al Congreso de Tucumán y, ante todo, “jujuyano de nacimiento [pero] por la radicación, altoperuano en la plenitud del ser y del sentir”; considerado como teórico y crítico del régimen colonial. Murió en Tucumán antes de Ayacucho, en 1821. RENÉ-MORENO, BB, I, pp. 440-442 y 445.

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