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FORTÍN BOQUERÓN, 9 DE SEPTIEMBRE 1932, LOS PARAGUAYOS ATACAN AL GRITO DE: “AÑAMEMBUÍ... AÑA-RA-COPEGUARÉ... BOLÍS... ¡VIVA EL PARAGUAY!...

Fuente: BOQUERON, Diario de Campaña de Antonio Arzabe. // Foto: Sucre 1931, combatientes rumbo al Chaco. (Tomada del grupo: APRENDIENDO DE LA GUERRA DEL CHACO (1932-1935))

Las cuatro de la madrugada. Ante la presión de las avanzadas enemigas se han replegado nuestros puestos adelantados.
Estamos listos. Va despejándose la niebla. Nuestros dientes castañetean y es imposible domeñar el temblor de las piernas...
Las cinco de la mañana. La artillería rompe el fuego, le acompañan los morteros, iniciando así la lucha... Se oye un griterío feroz, los “pilas” se esfuerzan en amedrentarnos, quieren aparentar con sus alaridos mayor número del que realmente deben contar. 
Suenan las bandas de música “Campamento” y “Cerro Corá”, son las polcas épicas paraguayas las que más les enardecen. Los proyectiles 105 vienen con un ruido peculiar, como si estuvieran envueltos en papel de seda. Las explosiones son desmoralizadoras. Dan la impresión de oír un piano que cae sobre un tablado.
“Las ocho. Se inicia el ataque frontal. De la orilla del monte que queda a mi frente surgen tropas a caballo. En el flanco izquierdo ya se ha comprometido el combate. Observo: dos escuadrones que progresan por el ancho pajonal, sin precaución alguna, sin intervalos, marchando al trote. Con gritos y hurras, nos desafían. Sus risotadas nos son claramente perceptibles.
Se acercan. Tenemos orden de vigilar estrictamente el empleo de la munición. No debe dispararse sino a distancias mínimas. Nuestros soldados contemplan absortos, más con curiosidad que con temor las maniobras de la caballería enemiga. A los seiscientos metros inician los escuadrones su asalto al galope. Chillan como vaqueros que arrean ganado.
Minutos anhelantes... “Añamembuí... Aña-ra-copeguaré... bolís... ¡Viva el Paraguay!... — oímos por primera vez el grito de guerra”.
“Faltan contados segundos para que rebasen los cuatrocientos metros que tenemos marcados en el terreno. Los dedos se aferran nerviosamente a la garganta de los fusiles y ametralladoras... ¡Ya! Doy la señal con un pitazo... Vomitan las pesadas. Se sacuden las livianas. No cesa la fusilería. Hierve por fin el caldero de la guerra. ¡Espesa humareda se levanta al frente... Se despeja. Diez minutos ha durado el primer amago. El R.C.2 “Coronel Toledo” ha sido desbaratado en su primer intento. 
Sólo quedan caballos sin jinetes galopando por el campo, sus relinchos parecen pedir “alto el fuego”. El rechazo ha sido fulminante. Ayes, lamentos y clamor de heridos...
“Dura y aleccionadora experiencia para la caballería enemiga. Ha sido obligada a desmontar sin voz de mando.
“Al fragor sigue la apacible calma. Nos abrazamos frenéticamente con alegría criminal... Nuestros soldados salen de sus madrigueras para recoger municiones, equipos y bolsas de víveres de los muertos paraguayos. Probamos el gusto desabrido de la clásica galleta paraguaya. Fumamos “charutos” de tabaco fuerte. Nos aprovisionamos de yerba mate.
“A mi izquierda, Dávila, Guzmán e Inofuentes, tienen aferrado al enemigo, en la parte de nuestras trincheras que los paraguayos han bautizado con el nombre de “Punta Brava”. Ellos han sufrido muchas bajas. Yo apenas cuento cuatro heridos. Frente a la “Punta Brava” han caído en el primer asalto los mayores paraguayos Rivas Ortellado y Melgarejo, Comandantes de Batallón de los Regimientos “Corrales” y “Curupaytí”, respectivamente.
“A las quince horas, se reinicia el ataque. La preparación de la artillería ha durado dos horas y media. Entra en pleno la 1ª División paraguaya comandada por el mayor Carlos G. Fernández. Está integrada por los regimientos “Mongelós”, “Corrales”, “Curupaytí” y “Coronel Toledo”. Atacan por oleadas. Parecen estar decididos a la acción final. Se oye “¡calar yataganes!”.
“Nuestros tiradores no se dan tregua. Matan hombre por hombre. Los paraguayos casi no atinan con el blanco. Son tropas bisoñas. Sus proyectiles pasan muy alto. Carnicería feroz aniquila sus filas...“ (Del libro “Boquerón” del My. Taborga)
Si bien ha cesado el fuego de ambas partes, no así la artillería. Cada dos minutos cae una granada. Imposible descansar. Nuestros oídos nos zumban, y nuestros nervios están destrozados después de cinco horas de continuo batallar. Han caído nueve muertos y más de veintitrés heridos. Da horror ver los destrozos que ha ocasionado la metralla. Cráneos destrozados, vísceras vaciadas, piernas y brazos hechos añicos, montón de carne y huesos sanguinolentos, sin forma humana posible.
La curación de los heridos si bien ha sido inmediata, muchos de ellos presentan serios cuidados por su estado. Los lamentos de los heridos pueden ocasionar que la artillería dirija sus disparos con mayor precisión hacia el puesto de sanidad que se
tiene instalado y protegido con adobes; por esta razón se tapan las bocas con trapos para que sus gritos no llamen la atención.
Hoy han aumentado nuestros efectivos. Han llegado como refuerzos 120 soldados comandados por el capitán Tomás Manchego. Las oscuras sombras de los soldados se mueven dentro del monte del fortín como fantasmas.
Ahora parece que las tropas paraguayas se desplazan hacia nuestra retaguardia... La tenaza de la Muerte ha empezado a cerrarse... No pudieron contra nuestras armas y buscan cortar nuestro sector de aprovisionamiento.
Es aproximadamente la media noche. No hay comunicación telefónica. Las patrullas paraguayas han rebasado nuestra retaguardia destruyendo la línea telefónica que nos unía con Yucra y Ramírez. Estamos aislados... El coronel Marzana envía patrullas de contacto hacia los puestos de retaguardia. Ellos no vuelven y esto hace ver que las tropas paraguayas ya están detrás de nuestras líneas.
En toda la noche no han cesado los disparos de la artillería y los morteros. Los árboles del fortín han ido cayendo uno a uno o desgajándose sus ramas. Parece que una manada de elefantes hubiese pasado por el bosque dejando árboles tronchados.
Hay decenas de hoyos dejados por las explosiones de los proyectiles 105.
El puesto sanitario ha trabajado constantemente toda la noche. Los cirujanos Alberto Torrico y Eduardo Brito hacen proezas para poder salvar la vida de los heridos; pero las drogas, vendas, algodón y gasa van escaseando. Se recurre a los paquetes individuales de los soldados.
Mientras tanto, en el puesto de comando, Marzana da órdenes y más órdenes según las circunstancias. A las once de la noche han llevado hasta las trincheras algo de comer. Mote mal cocido, es ya algo que llenará el estómago...
Los heridos piden agua, y se tiene que enviar a los camilleros hasta el pozo de donde se tiene que sacarla con piolas.
Parece que el enemigo quiere cortarnos este elemento; pues, los disparos de morteros son dirigidos a este lugar, lo que hace casi imposible abastecernos.
El tráfico de camiones en el sector paraguayo ha ido en aumento. Parece que reciben más refuerzos. Mientras, los nuestros rendidos por el cansancio y el continuo martillar de los morteros y el fuego de artillería, no pueden conciliar el sueño.
Algunos soldados han salido de sus posiciones a proveerse de algo que comer. Muchos han tenido suerte, pues regresaron con galletas, carne en conserva, cigarros y agua en hermosas caramañolas; es que los “pilas” están bien provistos.
El campo donde se ha librado el combate durante el día, está prácticamente sembrado de cadáveres paraguayos. .. ¡Hoy les fue muy mal...! 

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