Fuente: El Presidente Colgado De: Augusto Céspedes / Sexta
edición - librería editorial “Juventud” La Paz - Bolivia 2001. // Más: Historias
de Bolivia. // Fotos: Mauricio Hochschild, Carlos Víctor Aramayo y Simón I.
Patiño.
En la tercera década del siglo vino a reforzar a Patiño y
Aramayo un semita llamado Mauricio Hochschild. La pericia extranjera prestó a
este tríptico devorador un sistema de exacción y robo adecuado a las nuevas
necesidades del país que, incubando nuevas ideas de soberanía, obligaban a la
Gran Minería a aplicar más ingeniosas iniciativas. Los mejores especialistas de
robo al Estado —abogados nativos y directores extranjeros— dirigían la política
minera de expoliación en períodos de auge como en los de depresión, en la paz
como en la guerra, con gobiernos adictos o con gobiernos un poco renuentes.
Nadie ha logrado penetral- en los secretos de esta cleptarquía, ni en el
complejo de recursos empleados por los Barones del Estaño para sus fullerías y
latrocinios internacionales. En Bolivia se ha logrado descubrir algo sólo por
el descaro impune de los métodos aplicados a un país atrasado y con clases
dirigentes que, si conocían algo del alfabeto, eran totalmente profanas en las
finanzas mineras, ciencia esotérica cuyo conocimiento estaba monopolizado por
los gerentes extranjeros. Los directores de New York o Londres ideaban las
martingalas que los empleados de Patiño, Aramayo o Hochschild hacían cumplir
con los ministros.
Los abogados de Patiño no eran nada extraordinario por su sapiencia jurídica.
Retozaban sobre una jurisprudencia arrancada de leyes que ellos mismos habían
impuesto al país, y si éstas mismas no habían previsto un nuevo fraude, usaban
el fácil recurso de modificarlas, con decretos fabricados en el día y
rubricados por los lacayos de la Presidencia y el gabinete. En 1943, Paz
Estenssoro, en conferencia de prensa en Washington relató que una disposición
sobre impuestos, obviamente redactada por los agentes nativos de la Gran
Minería, no gustó a sus mandantes. Entonces fue objetada de “poco clara” y, en
lugar de aclararla, el gobierno Peñaranda la dejó en suspenso, salvando a los
piratas de toda obligación. También Paz refirió públicamente que, cuando
trabajaba en la Patiño Mines, veía pasar cada mes al Canciller de la República
a recoger el chequecito mensual por sus servicios de informante.
La industria monopolista también monopolizaba la administración y la ciencia
minera. Los demócratas reprimían el pensamiento desde la Universidad, donde no
se enseñaba nada de las finanzas capitalistas, y desde la prensa que encubría
con sus respetables editoriales los robos de los Barones.
En 1952 —la revolución nacional en el poder— la Comisión de Nacionalización de
las grandes empresas mineras, en seis meses de trabajo únicamente pudo señalar
algunos casos clásicos del pillaje metódico de esas compañías, cuya
contabilidad estaba totalmente basada en el dolo y la falsificación. Dejando
una ración de hambre a Bolivia, algo así como la ley de bronce del salario aplicada
a toda una nación, los Barones del Estaño se volatilizan en el exterior.
Para el Fisco boliviano prácticamente no han existido los Patiño, Aramayo y
Hochschild. Aramayo en 1945 figura en la oficina de la renta pagando 938
bolivianos (22 dólares) por su renta personal. Antenor Patiño el año 1951
(altísima cotización del estaño) paga 3.913 bolivianos (cincuenta dólares). Es
cuando el senador yanqui Symington presidente de la R. F. C., declara que los
Estados Unidos no pueden sostener un precio que sólo favorece a tres
millonarios, mientras el gobierno Herzog — Urriolagoitia defiende furiosamente
a esos millonarios y hace matar gente para bajar los costos. Menos
desvergonzado —en este rubro— Hochschild no paga ni un centavo. Y desde 1945,
Aramayo no figura más en las listas de la renta (1).
Referencias:
(1) El decreto de Nacionalización de Minas que determinaba descontar de los
montos indemnizables los cargos deudores de los grandes mineros al Estado, no
se cumplió en este punto. El presidente Paz Estenssoro prometió al firmar el
decreto: “El Estado pagará por las minas su justo precio... pero éstas tienen
también el deber de pagar al Estado todo lo que le deben... Si hechas las
liquidaciones Patiño. Aramayo y Hochschild quedan en deuda con el Estado,
estamos dispuestos a cobrarles hasta el último centavo". No obstante ese
juramento Paz Estenssoro condonó lindamente los cargos de las empresas por
cincuenta años de fraudes y sustracciones. Se indemnizó a los barones del robo
con cerca de 22 millones de dólares, hiriendo en su raíz la economía de la
industria nacionalizada.
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Primera parte: LA CLEPTOCRACIA MINERA.
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Primera parte: LA CLEPTOCRACIA MINERA.
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