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FORTÍN BOQUERÓN, 21 DE SEPTIEMBRE DE 1932 ¡¡¡FUEGOOO!!!

Fuente: Boquerón: diario de campaña. De: Alberto Taborga T. // Foto: Daniel Salamanca.

“...Cansado, agotado, con varios días de ataque; el enemigo diezmado está siendo relevado con tropas recientes, llegadas al frente de combate. Estas muestran la algarabía de quienes no conocen lo que es una guerra. Pronto ya sentirán el silbido de un disparo y la carcajada de nuestras ametralladoras. El ruido de los camiones se siente en todo el frente que se encuentra al Noreste, Este y Sudeste. Se nota, asimismo, que tienen carros aguateros, de rancho y carros que proveen municiones hasta el mismo frente de batalla. ¡Qué diferente a nuestra situación. Ya van trece días de constante lucha, sin víveres, sin agua; ahora, sin municiones. No se puede concebir cómo se sostienen todavía nuestros soldados.. .!
Disparos aislados son dirigidos a nuestro fortín. Nadie contesta.
Nuevamente los disparos menudean en todo el frente. Pero las tropas bolivianas del reducto de Boquerón, no hacen caso porque saben que aquellos disparos son para darles a conocer a los bisoños la dirección de nuestras posiciones. La respuesta es siempre el silencio; ni un disparo. Esto sí que es disciplina de verdaderos soldados que se ven en el trance peligroso donde se juega el hilo de sus vidas. Ahora son ráfagas de ametralladoras que nos invitan a que se las conteste... Pero Boquerón permanece silencioso. Sólo allí, en Yucra, se escucha el tableteo de las ametralladoras. Para los paraguayos, el reducto se ha convertido en un cementerio; por su silencio, nada da a comprender que haya defensores.
Seguramente intrigadas las tropas paraguayas por lo que pudo pasar, se preparan a ejecutar un ataque haciendo pequeños saltos. Estas componen más o menos una compañía. El mayor Ocampo, por cuyo sector se presenta esta tropa enemiga, sigue silenciosa. Los soldados del reducto ven cómo los paraguayos se van aproximando. Cada uno empuña su fusil y la mirada es como la del gato que acecha a un pobre ratón. Ahora los bolivianos hacen las veces del felino y allí en el pajonal están los ratones. Nada turba la mirada vigilante de los defensores de Boquerón. Ni rabia, ni odio... indiferencia, sí... Esta es la palabra. Indiferencia absoluta. No hay peligro que les arredre, están acostumbrados a codearse con la Muerte.
Los paraguayos han progresado en su avance. Disparan sus armas como si vieran a nuestros soldados. Mas los nuestros son el silencio de la muerte... El enemigo observa que no hay contestación y se hacen más optimistas. Los cadáveres diseminados allí en la pampa por donde pasan, les da a entender que están en la zona de peligro; pero este no se hace notar, no se presenta, ni da a conocerse. Tan sólo ven aquellos cadáveres de sus compañeros, en estado de descomposición, muchos devorados por los buitres, y otros destrozados por las dentelladas de los zorros. Al pasar ante estos despojos, se estremecen seguramente, ya que las miradas se dirigen hacia ellos en forma disimulada.
El avance es muy lento; pero vislumbran ya las formas oscuras de las trincheras, puesto que los primeros, los adelantados, permanecen tendidos dentro del pajonal, mientras los rezagados van colocándose a la misma altura. Están a ciento cincuenta metros. Es decir, en la zona de mayor peligro; porque está tan bien medida y calculada, que cada soldado tiene su sector para batirlo en caso de ataque. Se escucha una orden en voz baja:
—¡Apunten...! ¡Listos...!
Las tropas paraguayas siguen observando la inmovilidad del monte. Están desconcertadas. No saben si permanecer o es que debían seguir avanzando. De improviso, la voz del jefe de sector se escucha sonora:
—¡¡¡FUEGOOO!!!
Al mismo tiempo, una descarga cerrada de la fusilería de cuarenta bocas de fuego rasgó el silencio, lanzando sobre los atacantes incautos y bisoños, una lluvia de plomo y fuego. Esto es un “bautismo en estado de muerte”. Cuarenta cuerpos yacen inmóviles en el campo. Mientras los restantes, fueron cayendo uno a uno.
Quince minutos de duración. Mil cartuchos de guerra disparados. Heridos que gritan por causa de los impactos. Cientos de cadáveres en el pajonal. Entre los nuestros, dos heridos... ¿Verdad que el saldo es halagador...? ¡Aritmética guerrera…
¡Aritmética de sangre y desolación...! Caras risueñas, caras que sonríen ante el artífice de la guerra... ¡Estrategia! Ciencia militar que enseña el arte de asesinar con delectación insana de bárbaros...! Ciencia que enseña la habilidad para desplegar y mover el carro de la guerra sobre el campo enemigo...!
Y Boquerón hoy ha estado magnífico porque enseñó lo que es un “bautismo de guerra en estado de muerte”... ¿Qué es lo que induce a las huestes de Boquerón hacia la estrategia peligrosa que emplean? Es la carencia de dotación. Nos falta munición. Ya no la tenemos. Pero, ahora, o mejor dicho, esta noche tendremos lo suficiente para resistir uno o varios empellones más de los paraguayos. Esta noche todos saldrán hasta donde se encuentran los cadáveres y ellos les suministrarán lo que estaba destinado para matar a los defensores. Tendremos agua, galletas. Allí está nuestra salvación; tendremos banquete en nuestro reducto. Estaremos bien proveídos por nuestros queridos “pilitas” que esperan allí en el pajonal, boca arriba. Seguramente habrá heridos; pero no los podemos recoger. En el bosque hay cientos de bocas de fuego que nos observan y vigilan nuestro más pequeño movimiento. Al fin, morirán desangrados o se arrastrarán hasta poder llegar a sus posiciones...
Son las doce del día; el sol se ha elevado casi perpendicularmente sobre el fortín. Los rayos solares semejan agujas candentes que caen sobre las espaldas desnudas de los defensores del reducto. Tal es el calor, que la transpiración aumentará nuestra debilidad.
Los soldados se quitan las camisas, las cuelgan en las ramas de los árboles y empiezan a examinar su “contenido”. Ha progresado el “ganado”. Cientos de piojos se hallan en el campo liso de la camisa o en sus pliegues, ¡hay que matar a éstos!, y la prensa dura de los pulgares empieza a funcionar. Uno, dos, diez, veinte; los demás se libran por ser los más
pequeños y más numerosos. No hay tiempo que perder en ellos; ya les llegará el turno cuando crezcan o cuando molesten demasiado. ¡Uff, y qué calor...! 48 grados bajo sombra... Poco falta para asarse! Digo ¿asarse...? Si ya no hay en nuestro cuerpo algo blando que pueda servir de asado. Talvez la capa de mugre que tenemos encima; pero ésta no tiene un poco de grasa. Triste destino de los defensores de Boquerón.
Hoy es 21 de Septiembre y ¡oh! me olvidaba; para hoy estaba fijada en la ciudad de La Paz un gran baile de gala, donde bellísimas muchachas de todos los Departamentos, tendrán que mostrar al público sus esculturales cuerpos y en medio de ellas, se moverá su majestad la reina de belleza, la más afortunada económicamente, la que regalará sonrisas a montones y... no sé que otras cosas, que yo no quiero citar... No importa que ella sea una... en fin. ¡Pobre Bolivia!, disimula Patria mía tus desgracias, con la ficción de la algazara... ¡No es posible dar a conocer nuestras miserias. 
Hay que ocultarlas! Las causadas por la guerra debemos cubrirlas, para que el enemigo no se alegre de nuestras aflicciones... Pero, veamos algunos despachos enviados desde la zona de operaciones. Ellos dicen:
Telefonema de la Cuarta División.- Arce.- 21-IX-32.- C1CE Muñoz.- Horas 15.- Para su conocimiento transcribo el siguiente parte recibido en quechua del puesto Comando Destacamento Peñaranda.- Yucra 21-IX-32.- Horas 14.33. Cuarta Div. Arce.-
La fracción del coronel Montalvo que salió de Boquerón informa que en dicho fortín tienen víveres para hoy y mañana más; que ayer se vieron obligados a matar un mulo para comer. Difícil es sacar agua del pozo que se halla bajo el fuego enemigo.
Fdo. Peñaranda.— Mayores detalles sobre tropas que han logrado salir, aún no se sabe. Los primeros que han salido, dicen que han tenido que entablar tenaz lucha para poder abrirse paso. Fdo.- Coronel Peña”.
Mientras en el Chaco ronda la Muerte; allí en La Paz, la vida lujuriante...!
En este mismo día, uno de los coroneles de la guarnición del Chaco enviaba un parte que en párrafo más saliente decía: “El día 21 dan cuenta de que en Boquerón se ha derribado el último mulo para proveer de carne a la tropa y que el pozo de agua se hallaba controlado por el fuego de las ametralladoras pesadas y el de los morteros. . .“ Otro decía: “Que Boquerón no podía sostenerse dos días más” y en un acápite ya se va anunciando una posible caída del Fortín Boquerón. Al estudiar la forma y condiciones en que quedaría Yucra si Boquerón cayese, y la crítica situación de los soldados mellados en su moral combativa, pues se les dijo que vendrían refuerzos, tropas de relevo. Y estos nunca llegaron.
En Yucra se ha desarrollado hoy otro ataque contra los paraguayos que tienen sus trincheras alrededor del pajonal que impide la entrada a Boquerón. Fuertes puestos de ametralladoras, líneas de tiradores con livianas se han apostado frente a Yucra. Cualquier intento de nuestros compatriotas de querer romper la línea es rechazada con grandes pérdidas para nuestros comandos, y hasta la fecha los famosos refuerzos se han hecho humo en el trayecto. Se dice que hay tropas escalonadas en Entre Ríos, Tarija, Villa Montes, Villazón, Tupiza, Uyuni,.. en el cielo…
Pero éstas no se mueven, están paralizadas... ¿Por falta de qué? ¿Movilidad? ¿Falta de oficialidad? ¿Falta de puestos de abastecimiento? ¿Qué es lo que ha inmovilizado a nuestras tropas que venían al Chaco?
La indecisión en la conducción de la guerra. Todos creían que el Paraguay, ante los primeros reveses, iba a capitular, a ceder en las exigencias de los ya famosos diplomáticos bolivianos. No se dieron cuenta de que el Paraguay tenía la máquina de guerra lista para lanzarla en el Sudeste para el que tanto había pedido Salamanca “pisar fuerte en el Chaco”. Y ahora?...
¿Se ha conseguido? Al pretender pisar fuerte en Boquerón, trastabilla el otro pie en Yucra, resbalará en Arce y caerá en Saavedra, en Tinfunqué y Nanawa; perecerá en este último. Pero... “Pisaremos fuerte en el Chaco” había dicho Salamanca...  Para ese “pisar” ¿existen caminos? ¿Puestos de abastecimientos? ¿Siquiera drogas, munición o víveres en Boquerón, donde primero se ha querido pisar fuerte? ¡Qué contraste más grande se nota en el comportamiento de los gobernantes paraguayos. Ellos traen desde la Argentina hombres especializados para abrir 170 pozos de agua. Cañería, en suficiente cantidad y, por qué no decirlo, por demás para el entubamiento de pozos artesianos. Camiones aguateros, carros de sanidad, víveres por toneladas, depositados en forma escalonada desde Asunción hasta la misma línea de fuego, con su respectivo personal que se mueve como una máquina sincronizada. No hay problemas en el frente paraguayo; sus jefes y oficiales no tienen el incentivo del sueldo ni de ninguna clase de paga. Ellos prestan servicio a su patria y este es suficiente motivo para que todos se encuentren aglutinados al fervor cívico que debería caracterizarse en estas circunstancias.
Y aquí, en nuestra Patria, todos pelean. No hay tal fervor cívico. Grandes cantidades de soldados descansando entre la molicie de los pueblitos del trayecto y del cual, nos traerán otro enemigo más a nuestra resistencia en este Infierno Verde: la blenorragia. Factor que se debe exclusivamente a la imprevisión de nuestras autoridades sanitarias en campaña. ¡Qué triste
es decir esto! Y todo, todo lo acaecido, es debido a esa falta de preparación para la guerra a la cual nos hemos visto arrastrados por una mentalidad ficticia en sabiduría... Salamanca y sus ministros fueron engañados o ellos fueron los verdaderos culpables. 
Ya es tiempo de que volvamos a aquel reducto donde el soldado boliviano pone a prueba su espíritu combativo lleno de sacrificio y de valor. Boquerón y Yucra son los jalones de las glorias de un pueblo humilde, donde ofrenda sus caros anhelos en aras de su patria; mientras otros malos hijos, perversos, hacen escarnio de sus propios hermanos. Ya pronto la Historia examinará las responsabilidades. Tú, Boquerón, próximo estás a tu fin. ¡Caerás...! Pero, como lo hacen los valientes. Nadie dirá de ti que tus soldados hicieron traición a la expectativa de los pueblos bolivianos. Cumpliste con tu deber hasta el sacrificio. Nadie te señalará a ti y a tus defensores con el signo de la ignominia. Nadie... Y si así lo hicieran, sería la injusticia de lesa humanidad. Boquerón, tu fin se acerca... Has mostrado a los pueblos lo que puede un soldado boliviano, cuando está imbuido del sacro deber que la Patria le ha señalado. ¡Y qué distinto hubiese sido si la comodidad y las ventajas hubiesen estado contigo! Boquerón: crisol de heroísmo y de amor a la Patria, sigue defendiendo el honor de tu bandera; aún contra todas las adversidades del Destino. ¡Sigue Boquerón, labrando la aureola que tú mismo ya te has impuesto o ya has ganado en el corazón de todos los bolivianos, y... si sucumbes, sea con la gloria de los grandes hechos.

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