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RECUERDOS DE SOLDADOS BOLIVIANOS CAPTURADOS EN COMBATE

Por: Airton Laureano Chambi Ocaña. // Foto: Prisioneros de guerra bolivianos, 1934 / Ullstein bild / ullstein bild a través de Getty Images. 

La captura en combate era algo real y cotidiano en el campo de batalla, debido a que en estos momentos, el soldado que se hallaba en batalla se preocupa de su propia sobrevivencia así como defender o atacar el sector al que fue asignado, por consiguiente, pocas veces era consciente de la realidad de otros sectores, es durante el transcurso del combate, que puede ser rodeado y capturado por el enemigo con quien se halla luchando, quienes pueden superarlo en número o estrategia de combate.
El combate en sí mismo implica una gran confusión durante la cual los soldados que resultan prisioneros son sorprendidos al verse rodeados por soldados enemigos que les apuntan y amenazan. Esto lo vivió el sargento Alberto Saavedra Peláez, del regimiento 14 de infantería durante el último día del cerco de Boquerón, el 29 de septiembre de 1932, quien relata: “… súbitamente entraron en todos los sectores, nos vimos invadidos por soldados paraguayos del regimiento Curupayty antes de que intentemos hacer una reacción.” (Saavedra Pelaez, 1990, pág. 53)
Así como el subteniente Alberto Taborga quien narra lo sucedido en ese día: “En estos instantes se desata un nutrido tiroteo en todo el contorno de nuestras posiciones. Las tropas enemigas (…). Irrumpen en masa hacia el centro del fortín. En mi sector somos prisioneros de guerra del mayor Brito, comandante de batallón del regimiento “Itororó. 2° de infantería.” (Taborga, 1970, pág. 106).
Estas acciones bélicas, contaban con una gran cantidad de hombres y material, que debían actuar de manera conjunta y organizada, pero cuanto estos aspectos no eran cuidados ni atendidos de la manera correcta, debido a que el comando central se concentraba en un solo sector y dejan descuidados otros, donde también existen fuerzas de hombres que combaten. Los hombres que se hallan en estos sectores siguen las órdenes primarias, pero sin una continua comunicación, ni contar con un panorama completo de la realidad de la batalla, lo que los hace más vulnerables.
Esto sucedió con Taborga, varios soldados que combatían en la defensa así como en el ataque en las distintas batallas de la guerra, disparando desde sus posiciones, veían cómo sus flancos eran capturados por los paraguayos y, al intentar retomarlas o en pleno cambio de posiciones, se veían sorprendidos o atacados de manera sorpresiva por uno o varios soldados paraguayos que le intimaban rendición. Ante esta realidad muchos soldados bolivianos no tuvieron oportunidad de defenderse, viéndose superados por el armamento así como por el número de individuos enemigos.
Varios son los testimonios de esta realidad vivida por combatientes bolivianos. Una evidencia de ello es la situación vivida por el soldado Daniel Espinar Rada, combatiente de la primera compañía del regimiento “Junín” 19 de Infantería; él junto con sus camaradas sobrevivientes de la batalla, fueron tomados prisioneros tras la defensa del fortín “27 de noviembre”, el 11 de diciembre de 1934:
“Yo estaba combatiendo, escuché disparos a mi izquierda y fui a ver qué estaba pasando, estaba corriendo por los agujeros mirando el suelo y agarrando mi piripipi2 , cuando miro arriba, de entre los arboles sale un pila que me grita: ¡ríndase boli! A mí me sorprende y me quedo quieto, de repente llegan más pilas que me apuntan con sus armas, no me queda otra que rendirme.” (Espinar, 2014). 
Por su parte el soldado José Martínez Flores del regimiento “Loa” 4 de Infantería narra cómo fue capturado durante un repliegue de una acción bélica: “Yo caí prisionero en pleno combate cuando la mayoría de mis compañeros cayeron muertos. Entramos al monte y las patrullas paraguayas entraron a buscarnos, nos encontraron y nos tomaron como prisioneros de guerra.”(LA PATRIA, 2010, pág. 4). A su vez, el soldado Carlos Pozo Trigo, del regimiento “Colorados” 1° de infantería cayó cautivo en un desesperado intento de salir del cerco de Campo Vía, en diciembre de 1933, siendo capturado en dicha acción al momento que ayudaba a su comandante Sinforiano Bilbao Rioja:
“Se nos habían acabado las balas y sacamos el cuchillo bayoneta al grito de: ¡Viva Bolivia! nos cercenaron a balazos. Poco pudimos hacer. Vi a mi comandante con la pistola en el ataque caer herido en el pulmón y la pierna. Lo levanté apoyándolo en mi hombro buscando ayuda. De las trincheras salió una montonera de paraguayos que nos rodearon con sus cuchillos bayonetas y nos tomaron presos. La sangre de mi jefe me bañaba. Creyeron que yo era el herido.” (Periodico La Razón, 2002, pág. 6).
De la misma forma fue capturado el Capitán beniano Nemesio Justiniano, de quien su camarada y coterráneo Carmelo Cuellar, escribe:
“…Era un viejo jubilado que vivía sobre el río Mamoré. Se alistó como voluntario en un destacamento de Santa Cruz a donde viajó por su propia cuenta, para pedir su incorporación a la guerra. En el Frente de Gondra cayó acribillado a balazos, pese a eso sobrevivió, llevando en su cuerpo más de una veintena de balas. Y los paraguayos se lo llevaron a Asunción, como prisionero. Fue un viejo meritorio chapado a la antigua, pero que supo cumplir con su deber honrando al Beni con su actuación.” (Lijeron Casanovas, 2014, pág. 76)
Por su parte el soldado Miguel Mamani, del regimiento 41 de infantería recuerda su captura en un choque de patrullas durante el combate del Condado en 1934: 
“…Salí en patrulla en compañía de 9 hombres en el sector Ballivian cerca a Condado fuimos sorprendidos por una fuerte fracción enemiga que nos recibió con un nutrido fuego de ametralladoras (…) recibí en los pies una ráfaga de ametralladoras, los gritos que di alertaron a tres soldados paraguayos que vinieron donde mi apuntándome con sus armas (…) me pusieron en una camilla y me llevaron a un puesto (…) las heridas de mis pies se agusanaban. Atribuyo a un milagro – prosigue Mamani – el haber salvado la vida de ese estado. ” (Especial, 1935, pág. 5)
Las heridas recibidas en combate eran un aliciente que representaba una posible captura del herido, ello fue vivido por el soldado Gumercindo Loayza, quien rememora:
“Gumercindo Loayza de Sucre, salió en el destacamento 111 cayó prisionero en Nanawa, junto a 300 hombres, del regimiento 18 (…) fui herido en mi brazo y en mi espalda, los paraguayos felices nos conducen a Puerto Florida y de ahí a Puerto Casado donde me han amputado mi brazo.” (Especial, 1935, pág. 5)
Situación que también vivió el soldado Pascual Ortiz, quien a su retorno a Bolivia relato como fue herido y capturado en combate:
“…hacíamos patrulla – afirma – en el sector santa fe y una ametralladora nos hizo fuego, hiriéndome a mí y a otros compañeros que pudieron escapar (…) no me quedo otra que quemar el último cartucho y cerrar los ojos (…) en medio del charco de sangre en que me encontraba me dijeron: “si te rindes boli no te mataremos” yo que no tenía el menor aliento para responder espere a que se acercaran, cosa que hicieron (…) llegue finalmente a Asunción con poca atención de mis heridas. ” (Especial, 1935, pág. 5)
Todos estos testimonios dan cuenta de la realidad que existía en una batalla en el Chaco Boreal, donde queda demostrado que la captura en pleno cruce de fuego y movimiento de tropas, creaba un entorno hostil así como confuso para los soldados, especialmente para los bolivianos, quienes se veían sorprendidos y rodeados de un momento a otro para luego ser capturados. De la misma forma, es durante las acciones bélicas que se daba la situación de que uno o varios soldados se hallaran aislados en medio de un avance o de una retirada. Al estar en solitario muchos eran capturados; estos soldados y grupos aislados, en su intento de reagruparse con sus camaradas, se encuentran en un contexto de total confusión, soledad e improvisación. Es en situaciones que muchos basaron sus decisiones en suposiciones que los podían poner en peligro de ser emboscados.

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