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UN EPISODIO DE TRAICIÓN A LA PATRIA DE BOLIVIANOS EN EL FORTÍN SAAVEDRA

Por: Guillermo Mejillones Quispe / Parte de su tesis de investigación para optar el título de Licenciatura en Historia. UMSA / Marzo de 2017. // Foto: Soldados bolivianos en Villamontes (Foto por Kurt Severin / ullstein bild a través de Getty Images).

El 18 de marzo de 1932, se organizó un Tribunal Militar para juzgar el delito de traición a la patria y espionaje cometidos por los bolivianos: José Tejerina, Emeterio Orellana, Fausto Barba y José Ugarte. El tribunal fue presidio por el Mayor Oscar Moscoso y los oficiales Muños, Salinas, Crespo, Arce, y otros, las audiencias públicas se realizaron en Saavedra (Chaco).
Según las indagatorias, el 5 de febrero de 1931 desde Cuatro Vientos, el teniente Santa Cruz, Fausto Barba, y los asistentes Piedras y Valerio salieron en expedición. Anoticiados de haberse descubierto un pahuichi. Y como se presumía que algunas mulas desaparecidos días antes hubiesen sido llevadas por los indígenas del lugar, el Teniente Santa Cruz se puso de acuerdo con Fausto Barba para salir en expedición a sorprender a los presuntos ladrones.
Barba iba adelante y a poco de haber recorrido el camino, el Teniente Santa Cruz noto algo sospechoso. A más de haber descubierto ciertas huellas en la yerba, observó que mientras los asistentes Piedras y Valerio llevaban sus carabinas en banderola, lo que no podía llamar mayormente la atención por tratarse de un recorrido en fortín situado a retaguardia, a donde no alcanzaba las incursiones francas de las tropas paraguayas, Fausto Barba llevaba su fusil en apronte listo a hacer fuego.
Recorrieron algo más de 11 kilómetros a paso rápido de sus caballerías, cuando Barba se volvió contra el Teniente Santa Cruz y le intimó a rendirse. Santa Cruz en reacción se precipito contra Barba, y se produjo una breve lucha y un rápido y cambio de palabras. “Ud. me está engañando! Grito Santa Cruz mientras luchaba por quitarle el arma y Barba se resistía violentamente, continuo empeñosamente la lucha mientras gritaba ¡No me quite mi teniente! A este punto acudieron los asistentes, y pudieron desarmarlo”. No se llegó a mayores. Pero, ese incidente fue la causa para iniciar las indagatorias que más adelante revelarían, que un grupo compatriotas estaban a servicio del enemigo en trajines de espionaje y habían planeado victimar a oficiales.
En efecto, se debía victimar al Mayor Méndez, Comandante de un fortín en el sudeste; la celada consistía en que uno de los soldados, fingiendo cansancio debía quedarse en el caminon con más la fuerza paraguaya emboscada, mientras el otro iría hasta Agua Rica a pedir socorro para recogerlo y si como era probable acudía allí el Comandante y seria victimado. Méndez, contra toda previsión del adversario, no fue solo, sino con alguno infante armado, ante cuya presencia el enemigo desistió de su cobarde plan66. En esas forma alevosa se trató de victimar al mayor Méndez y al entonces Tte. Santa Cruz, Comandante de los Fortines Agua Rica y Cuatro Vientos, respectivamente. Los paraguayos habían pensado aplastar a la 4ª. División, sucesivamente hacer volar el depósito de municiones y asesinar a meritorios oficiales.
Según las investigaciones se concluyó que el 20 de noviembre de 1931, dos mozos carreros: José Tejerina y Emeterio Orellana, salieron de Cuatro Vientos con dirección a Nanawa, llevando un paquete de planos, fotografías y otros datos de carácter militar, enviados por un comerciante de nombre José Ugarte con destino al Capitán paraguayo Ortigoza, entregado el paquete dijo Ugarte en su declaración que debían ir a Formosa a recoger dinero con José Tejerina. Asimismo, se supo que el 28 de enero de 1932, José Tejerina llevó otro paquete de Ugarte al fortín ‘Mariscal López’, donde se encontraba el Capitán paraguayo Ortigoza.
Después de entregarle todos los datos que el nombrado Capitán solicitó, y haber conducido hasta los fortines bolivianos ‘Cuatro Vientos’ al oficial y seis soldados de esa misma nacionalidad. Los paraguayos habían planificado victimar a los oficiales bolivianos que felizmente resulto frustrado.
Luego del extenso interrogatorio consiguió obtener de él la develación de que Tejerina, Orellana, Barba, asistían con frecuencia al fortín Nanawa, donde los oficiales paraguayos y especialmente el Capitán Ortigoza, les ofrecían víveres y les dio dinero a cambio de ciertos servicios. De las declaraciones se concluye que Ugarte enviaba fotografías de los fortines y de los jefes y oficiales bolivianos al Capitán Ortigoza. Envió también algunos planos dibujados rutinariamente con lápices rojo y verde.
Comprobada la culpabilidad de los procesados, el 12 de junio de 1932, fue dictada la sentencia del tribunal y se procedió a notificar a los reos: José Tejerina, Emeterio Orellana, con el dictamen de pena de muerte. Y para Fausto Barda y Justo Ugarte D., a quien se le conmuta la pena de muerte con la de diez años de presidio dictado por el Consejo Supremo de Guerra, y el cúmplase del Sr. Presidente Constitucional Dr. Daniel Salamanca.
En el fortín Saavedra, el 13 de junio de 1932 a horas 7:35, en cumplimiento a lo prescrito por el Art. 345 del Código Penal de Justicia Militar, en su inciso 1° se procedió al traslado de los reos al lugar designado por la Orden de División N°13-32 para la ejecución de la sentencia con el fusilamiento, pronunciamiento por el Consejo Supremo de Guerra y el cúmplase del Ejecutivo, los sentenciados fueron conducidos en camión cerrado y escoltado por un piquete del Regimiento Ayacucho.
Una vez en el lugar los sentenciados, fueron vendados y sentados en el patíbulo, en presencia de toda la tropa de la guarnición y la enviada por los distintos regimientos de otros fortines cercanos. Se colocó a dos Escuadras del Regimiento Ayacucho a órdenes del Sbbte. Román Urdininea, para el fusilamiento, antes se les facilitó los auxilios religiosos que solicitaron.
Previamente a ser vendado: “(...) el reo Tejerina, expresó lo siguiente: ‘Lo único que deseo es que Ugarte sea puesto en libertad porque lo he calumniado, es inocente y quiero morir con la conciencia tranquila. Asimismo, el pobre hombre Zdvihal, es también inocente y lo he calumniado’”. Tejerina se mostró sereno hasta el último momento, flaqueando solo en breves instantes. Orellana mostro un caso patético de temor ante la muerte, y la ejecución se analizó con el sencillo e imponente ceremonial militar.
Acto continuo, el Juez Instructor Tte. Gabriel Arze ordenó la ejecución de los sentenciados a muerte, la que se llevó a cabo llenado los requisitos de ley. Hecha la descarga del pelotón de fusilamiento a indicación del Juez se practicó la verificación de los fusilados por el cirujano Ricardo Morales el reconocimiento médico, habiéndose constatado la muerte instantánea de José Tejerina, siendo necesario ultimar a Orellana con el tiro de gracia. Se había fusilado a los sentenciados en el mismo lugar donde estos habían mostrado al enemigo la ubicación de dormitorios, parques, almacenes, domicilio de oficiales, etc. Las tropas presentes desfilaron ante los dos cadáveres procediendo finalmente a la inhumanación de ellos, por disposición del Sr. Juez.

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