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BAUTIZO DE FUEGO EN LA GUERRA DEL CHACO

Fuente: Masamaclay: historia política, diplomática y militar de la Guerra del Chaco / De: Roberto Querejazu Calvo. // Foto: Sgto. Andrés Carrasco Burgulla. Andrés Carrasco se las ingenió para llegar hasta el frente con el RI-14 de Infantería siendo aún menor de edad, aunque no participo directamente en la batalla por Boquerón, quedo con los bagajes del RC-5. Fue devuelto a Oruro por minoridad tras km.7, y regreso al frente ya en edad militar. (Rodrigo Rosa)

Reza un relato: "Durante dos meses y medio nos hicieron caminar más de cien leguas, en pleno invierno, desde nuestra ciudad natal, por las heladas planicies de la altipampa, pasando por Puna, Cotagaita, Vitiche, Tupiza, Iscayachi, etc. Al llegar a Tarija, nos embarcaron como leños en varios camiones y fuimos metidos al horno del Chaco, en un ininterrumpido y frenético viaje que duró cuatro días. Creimos que tanto apuro era para lanzarnos a la hoguera de primera línea, pero nos dejaron ocho días en fortín Murguía. Allí llegó el regimiento Campos. Nos hicieron formar en dos hileras, frente a frente. Los soldados del Campos, héroes de cien combates, parecían viejos, cargando sobre sus espaldas una eternidad de sufrimientos. Con las ropas destrozadas, las caras curtidas por la intemperie, con la mirada indefinible, como indiferente al mundo que los rodeaba. Frente a ellos, nosotros les reclutas del destacamento, parecíamos niños acicalados en nuestros uniformes nuevos. Limpios e imberbes, con los ojos abiertos a todas las sorpresas. Avergonzados de nuestra timidez, nuestra limpieza y nuestra inexperiencia. Y fuimos mezclados con los veteranos, rellenando los claros de la gloriosa unidad.
"El día menos pensado, subimos a otros camiones y nos llevaron al camino de Alihuatá a Arce. Bajamos de los vehículos. Luego de avanzar cautelosamente por el camino, al sentir los disparos que recibía la patrulla que había sido enviada como vanguardia, nos ordenaron desplegarnos en el bosque. Nos instaron a seguir avanzando en medio de los árboles. Súbitamente la selva se llenó de disparos, como latigazos de fuego que buscaban a sus víctimas. Quisimos tendernos, pero los oficiales gritaron: "Al asalto, ¿Viva Bolivia!" Corrimos disparando. Algunos caían en posturas grotescas, igual que muñecos a los que se les ha terminado la cuerda. Otros lloraban. Otros se ocultaban tras los árboles. Tan repentinamente como comenzó, cesó la lucha. Nos dijeron que los paraguayos habían retrocedido. No ví ninguno, ni vivo ni muerto.
"Esa noche fui al puesto de socorro en busca de Julio, que había sido herido. No estaba allí. Ya lo habían evacuado al hospital de Alihuatá. Quedaban otros heridos que no pudieron ser transportados, sin duda por alguna falla mecánica del camión. Una fogata alumbraba la escena. Un veterano del Campos tenía la cabeza íntegramente envuelta en vendas. Apoyado de pie en un árbol, silencioso, parecía un fantasma de la noche. A otro un disparo le había perforado las dos mejillas y su rostro estaba hinchado, dándole la apariencia de un monstruo. Estaba sentado sobre un cajón y no apartaba la vista de las llamas. El indiecito Quispe había recibido una carcaza de estoque en el estómago. Estaba tendido de espaldas sobre una camilla y gemía lastimosamente llamando a su madre: "¿Mamay, mamitay!" Benjamín Castro había enloquecido de terror. No tenía ningún rasguño, pero su cerebro estaba hecho trizas por las impresiones del día. Caminaba sin sosiego, alrededor de la fogata, creyendo alejarse, pero sin apartarse de la luz…".

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