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LA CAPTURA DE DOCUMENTOS AL BANDOLERO PLÁCIDO JARA TAMBIÉN DEVELAN LA PARTICIPACIÓN MILITAR ARGENTINA EN LA CAMPAÑA DEL CHACO


Por Diego Martínez Estévez.

Ostentando el grado de teniente coronel, el peruano Julio Guerrero, invitado por el gobierno boliviano como observador de la campaña del Chaco, a mediados de noviembre de 1933 terminó de escribir su libro titulado “EL CHACO. La guerra boliviana – paraguaya”. 
A continuación, transcribo las páginas 126, 127 y 128, donde hace referencia a las acciones desplegadas contra las huestes del bandolero paraguayo Plácido Jara:
….”Son innumerables las narraciones en que figuran estos bandidos auxiliares del ejército paraguayo en la campaña del Chaco. Venían a ser como ramificaciones de la tropa regular: gentes sin ningún escrúpulo, de tendencias primitivas. Grandes conocedores de la región, se filtraban por cualquier parte e hicieron muchos daños a los bolivianos, sobre todo en esta etapa de desorientación y de retirada (Se refiere a la retirada de las fuerzas bolivianas después de la caída de Boquerón. N. del A.). Los Macheteros de la muerte como se llamaban, no eran a modo de franco tiradores o guerrilleros, sino gente sin disciplina alguna y sólo con la misión de dar rienda suelta a sus instintos semi salvajes, aprovechando de toda ocasión. Así, hostigaban a los fugitivos, fusilaban a los caídos, remataban a los heridos y no se daban punto de reposo, siempre que se hallaban a buena distancia de la tropa organizada”.
“Estos ejemplares, ajenos por completo a los elementos que deben integrar una fuerza armada en la guerra moderna, penetraron hasta Saavedra, cometiendo todo género de fechorías”.
“Puso punto final a su carrera un sistemático plan de exterminio que se llevó a cabo por un destacamento especialmente organizado y dirigido por el Capitán Santa Cruz (René Santa Cruz. N. del A.), tan conocedor como ellos, de los secretos de la selva chaqueña.
“Es interesante saber algo de las actividades de estos facinerosos”.
“En Tifunque tuvo lugar un ataque de esta partida que, en fuerte número llegó allí pensando que sería fácil tarea para su arrojo apoderarse del fuerte”.
“Este fortín se halla ubicado en uno de los sitios más pintorescos, enclavado en medio de la selva y a escasa distancia del río Pilcomayo”.
“Una mañana antes de aclarar la aurora, fueron llegando en grupos numerosos, a cuyo frente iba el célebre jefe de ellos, un bandolero llamado Jara. Agazapados avanzaron entre la maleza y a una señal dada, un grito estridente que rompió el silencio del bosque, se lanzaron al ataque del fuerte que no tenía sino ocho defensores sorprendidos en aquella gazapera. La fortuna de éstos fue el de haber podido comunicarse antes de que los macheteros cortaran el hilo telefónico, con el fortín Muñoz”.
“Inicióse pues, el ataque; machete en mano avanzaron resueltamente, siendo recibidos por los ocho valientes con una rociada de plomo. Viendo que había resistencia, volvieron al asalto con armas de fuero, disparando una lluvia de balas. Resistieron bien dentro del fortín; les alentaba la esperanza de que de un momento a otro aparecería algún destacamento enviado en su auxilio”.
“Los macheteros pugnaban por apoderarse cuanto antes de su presa”.
“De Muñoz, donde se hallaba el mando, salió en el acto, en camiones un destacamento que se acercó rápidamente al fortín atacado. Cuan do los macheteros pensaban haber conseguido ya su objetivo, pues, del fondo de la construcción fortificada apenas salían algunos disparos, tronó a sus espaldas el fuego de las ametralladoras, un fuego vivísimo y concentrado que los puso en desordenada fuga”.
…”eran inocuos ante una fuerza regular, como se probó en Tifunque, pero ante la desorganización de una derrota, eran elementos sumamente peligrosos”.
“Una de aquellas tardes tórridas y untosas del Chaco, conversaba yo con el capitán Santa Cruz sbore su campaña contra los macheteros. El joven capitán los conoce muy de cerca¸su especialidad fue perseguirlos, darles caza incesante”.
“¿Plácido Jara?.... era un hombre primitivo, mezcla de cavernario y jefe de harca dedicado al bandalaje; su valor era innegable, su arrojo propio de quien fiaba por completo de su acometividad para salir de cualquier mal paso..”. 
-¿Cuál fue capitán, el caso más impresionante de su persecución contra estos malhechores, incluidos ya como elemento auxiliar de los paraguayos?”.
“- Fue la caza intensa que les dimos en Puerto Moreno, sobre el Pilcomayo. Una persecución cinematográfica, un truco posible sin descanso y sin ceder un punto. Tratábase de gente que conocía el terreno palmo a palmo; que conocía las gazaperas y los vericuetos y esguinces de este laberinto del Chaco. Pero acosados infatigablemente tuvieron que ceder. En aquella ocasión nos apoderamos de una maleta repleta de documentos”.
“-¿Documentos?”.
“-Sí y admírese usted., mi comandante, esos documentos casi todos, se relacionan con pruebas convincentes de que la Argentina ayudaba de un modo sobrado eficaz y descarado al Paraguay”.
“-Capitán…”.
“-Es indudable. Aquellos documentos anunciaban que los heridos paraguayos de Tifunque fueron entregados a un oficial, un tal Enrique Zaa. Desprendíase claramente que jara se comunicaba por medio de los telégrafos paraguayos con la Argentina. Allí había listas de enrolados argentinos en filas paraguayas; órdenes del Estado Mayor paraguayo para exterminar a los ribereños del Pilcomayo; órdenes de ataque al fortín Muñoz; órdenes de avance de tropas. No faltaban planos, croquis, itinerarios, fotografías, diarios de campaña, etc., etc.”.
“Después del combate de puerto Moreno, los Macheteros se han esfumado, por lo menos no actúan en la forma que lo hacían antes. Muchos de ellos se han retirado a la Argentina, otros se ido al Uruguay”.

HASTA AQUÍ LA TRANSCRIPCIÓN.

Estos bandoleros, utilizaban territorio argentino como base de partida, desde donde cruzaban el río Pilcomayo para tambièn asesinar a soldados bolivianos que transitaban a muchos kilometros de distancia de la línea de combate.
En otras ocasiones y vistiendo uniforme militar, se paseaban como perro por su casa por territorio argentino, buscando fugitivos bolivianos evadidos de los campos de prisioneros de guerra del Paraguay. Por supuesto, ese trajín no sólo de éstos, sino, de cualquier otra unidad regular paraguaya, era permitido por las autoridades argentinas, cuyo gobierno, no obstante y ante la comunidad internacional, se había declarado como "país neutral". . 
El coronel Jorge Antezana Villagrán, que en el grado de subteniente operó en Agua Rica, situado a no más de 20 kilómetros de Tifunque, en su libro titulado LA GUERRA DEL CHACO, nombra al capitán René Santa Cruz y al teniente Luís Reyes Peñaranda, quienes, al mando de sus no más de 30 jinetes dieron caza incansable a los forajidos, hasta que Reyes Peñaranda los acorraló contra el río Pilcomayo, obligándolos a cruzar para refugiarse en territorio argentino.

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