El enorme hormiguero que se operaba en las entrañas del
cerro “Espíritu Santo” en la extracción del estaño, materia prima que contribuye
a la economía nacional, innegablemente se atribuye a la pujanza e intereza de
un hombre, que al pasar de los años se convirtió en tradición y leyenda de la
tierra minera de Oruro. Para quien se escribieron artículos llenos de matices,
llevados muchos de ellos por la fantasía, el mito y hasta la fábula de sus
autores. Hablamos del que se le dio por llamar el “Barón del Estaño” don Simón
I. Patiño, quien durante sus experiencias mineras adquirió una renombrada
personalidad por ser bastante conocido en los círculos financieros e
industriales en escala mundial.
A decir de las personas que tuvieron relación con don Simón
I. Patiño, en los años de explotación de “La Salvadora” y demás yacimientos que
fueron revertidos al Estado, para algunos fue hondamente querido, para otros,
mirado con permanente rencor, mientras que los demás abrigaban para Simón I.
Patiño, un respeto mezclado con envidia, de donde resulta casi imposible verter
un concepto fehaciente de lo que en verdad fue este industrial boliviano.
Sus primeras experiencias las realizó en una concesión que
dio por llamarla “La Salvadora” propiedad en la que don Simón I. Patiño erigió
su residencia que resultó una verdadera fortaleza, la misma que al correr de
los años, fue objeto de innumerables excavaciones por la creencia de poseer en
pasajes secretos, ingentes tesoros y que muchos aseveran haber encontrado
monedas de oro y plata, que los sacaron de pobres.
A los pocos metros de su mansión se encontraba la bocamina
principal que daba acceso a los parajes estanníferos, los cuales contenían
vetas con el 20 y 50% de ley de cabeza, que permitían exportar directamente,
sin ser sometido a proceso alguno. En la actualidad la ley promedio de los
minerales que se explota en la Empresa Minera de Catavi, no llega al 050% ni en
los lugares de mayor producción.
El emprendedor minero boliviano introdujo en la tecnología
metalúrgica de la época, el primer Ingenio que fue instalado en Miraflores
importado directamente desde Alemania, en base a maquinarias de beneficio de
minerales de estaño. Ya en la prosperidad de “La Salvadora” Simón I. Patiño
tropezó con el problema de las vías carreteras, por lo que en sociedad con los
representantes don Pastor Sainz y don Juan B. Minchin suscribió un capital
proporcional para la apertura del camino que unió el asiento minero de Uncía
con la línea férrea de Antofagasta a Oruro. Fue por esta carretera que Simón I.
Patiño transportó los inmensos cajones que con-tenían las maquinarias
destinadas al Ingenio de Miraflores, único de su naturaleza existente en
Bolivia.
Viendo la necesidad de superar la industria minera de manera
que le permita redoblar sus ingentes ingresos económicos; en contactos con
grandes banqueros y firmas de fundiciones de Inglaterra, Alemania y Suiza,
perfeccionó el Ingenio de Miraflores y los métodos de explotación, logrando asimismo
agrandar sus intereses mineros.
El presente artículo no pretende calificar al magnate
boliviano, su comportamiento frente a la vida política, social y financiera del
país, más aún si tomamos en cuenta las enormes pérdidas ocasionadas al Esta-do,
por el dominio ejercitado con el poder del dinero a los gobiernos de entonces,
que permitieron la fuga de capitales a favor de países extraños y ajenos a la
Patria. No podemos negar que Bolivia también fue atendida por el industrial
minero, pese a que los capitales financieros fueron dirigidos a la inversión
comercial y la especulación desmedida, sin tomar intereses futuros a la
actividad minera.
El 20 de abril de 1947, desde Buenos Aires llegó la noticia
del fallecimiento de Simón I. Patiño, determinando que el Plaza Hotel,
residencia temporal del industrial, fuera escenario del encuentro de
representantes caracterizados en la industria y diplomacia argentina, para
testimoniar su pesar y adhesión con el dolor de la familia, a la par de
acompañar el funeral encabezado por su esposa y su hijo Antenor Patiño y los
inmediatos colaboradores del Embajador boliviano. Patiño había alcanzado los 86
años de edad.
Así transcurrió la agitada vida del ilustre boliviano para
quien se atribuyó toda una leyenda, que se trasuntará hasta las futuras
generaciones.
Archivo EL DIARIO. - EL Diario, 18 de Junio de 2013.
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