LA REVOLUCIÓN NACIONAL DE 1952 Y EL PAPEL DE LAS MUJERES

Por: Ana María Seoane de Capra / VISIONES DE FIN DE SIGLO.

INTRODUCCIÓN

A partir de la derrota boliviana en la Guerra del Chaco, hasta la revolución nacional de 1952, nuevos movimientos y actores sociales pugnaron por el acceso al poder con los ya caducos y debilitados sectores tradicionales, uno de esos nuevos factores fue la mujer.
En la presente exposición se contrastará el accionar de la mujer durante dos ciclos contradictorios, de resistencia e insurgencia consecutivos (flujos y reflujos). Ambos momentos, se constituyeron en trascendentales para la historia de Bolivia del siglo xx, marcando la agonía de un sistema y la cristalización de otro.

ANTECEDENTES

Un sector del ejército, identificado como la logia “Razón de Patria” (radepa) a la cabeza del coronel Gualberto Villarroel, y apoyado por el emergente partido político “Movimiento Nacionalista Revolucionario” (mnr), accedió al poder vía golpe militar, a fines de 1943.
Los postulados sociales a favor de las grandes mayorías, aunados a la recurrente denuncia sobre la marginalidad de los sectores subalternos, la innegable influencia de las corrientes políticas y reformas innovadoras de posguerra especialmente identificadas con los gobiernos del Socialismo Militar, junto a la influencia de las ideologías externas, estimuló a los nuevos actores en el poder para que aplicaran una serie de reformas, tendientes a cumplir con objetivos acordes con esos postulados y que se constituyeron en una seria amenaza para los intereses de los sectores políticos conservadores.
Esta identificación de los gobernantes con los sectores subalternos les atrajo casi desde el inicio de su gestión el temor de los poderosos empresarios mineros y de los sectores tradicionalmente dominantes de la sociedad quienes fueron y se sintieron acorralados y sojuzgados, por una nueva clase política a la que ellos temían y despreciaban.
Y sacando fuerzas del medio que les inspiraba la violenta represión gubernamental y tiempo a su cotidiana vida, entorpecida por estos hechos, empezaron a activar un plan tendiente a debilitar y derrocar al gobierno militar-movimientista. En este intento, uno de los actores principales, sin lugar a dudas, fue la mujer.

ACCIÓN Y REACCIÓN POLÍTICA. LAS OLIGARCAS SALEN A LAS CALLES

Gran parte de la clase urbana paceña se identificó con aquellos que condenaban la violencia de Estado, lograron esa condenatoria masiva gracias principalmente al efectivo trabajo de denuncia que realizaron, no sólo a través de los medios de comunicación, sino especialmente por la eficaz campaña de corrida del rumor a cargo preferentemente de la mujer. Rumores que pasaban de boca en boca comentando, agrandando y especulando sobre las temibles actividades represivas provenientes del poder político, idenficándolas públicamente con la que realizaban los gobiernos nazifascistas alemán e italiano, e ignorando obviamente los logros del gobierno.
Varias señoras provenientes de la clase alta recorrían las calles de la ciudad de La Paz solicitando casa por casa “una firmita por favor, para el Frente Democrático Antifascista”, la respuesta del otro bando no se dejaba esperar e inmediatamente esa actividad era contrarrestada y ridiculizada por “La Calle”, periódico afín al partido gobernante. Empero, la estrategia política de desprestigio y agitación ciudadana contra el gobierno de Villarroel tuvo resultados positivos y fue in crescendo. Utilizaron recursos imaginativos muchos referidos a las víctimas, reales o ficticias, de la violencia. Al respecto, se tejían macabros relatos tendientes a exacerbar aún más el morbo psíquico de la gente.
El Alcalde la ciudad de La Paz Juan Luis Gutiérrez Granier, bajo cuya responsabilidad estaba la defensa de la ciudad, describió algunos de esos ingeniosos métodos dirigidos a captar adeptos para la subversión, de esta manera: “Plañideras de luto y niños vestidos de negro eran organizados en grupos y se los enviaba a barrios pobres para llorar el asesinato de sus esposos, de sus padres y hermanos por el gobierno”. Usando ese tipo de estrategias sentimentales supieron captar el apoyo y la indignación ciudadana, insuflando un antimilitarismo dirigido hacia los oficiales de la radepa, y muy especialmente contra los movimientistas. A su vez, los partidarios del gobierno se sentían cada vez más débiles y amedrentados.
La maestra señorita María Teresa Solari, presidenta del grupo “Unión Cívica Femenina”, prima hermana del Rector de la Universidad Mayor de San Andrés, gozaba de prestigio e influencia y sus opiniones eran favorablemente acogidas por la prensa. Estas versaban desde las duras críticas que hacía al gobierno revolucinario y sus actores hasta sobre problemas familiares, como lo hizo con la familia de un patricio paceño, don José Salmón, señalando por un lado su intachable trayectoria política y su reconocida honorabilidad manchada con la desgracia de tener un hijo y dos yernos movimientistas, sobre la necesidad de constitucionalizar el país, oponiéndose a la prórroga planteada por algunos sectores de la sociedad, o sobre la otorgación del derecho al voto para la mujer. Al respecto, decía: “personalmente, íntimamente soy contraria a los derechos políticos de la mujer”, afirmando luego que jamás haría uso de esos derechos para lanzarse a candidaturas o trajines políticos porque: “la admiración que he recogido del pueblo boliviano, inmerecida por cierto, la voy a guardar como aliento de mi civismo”.
En su discurso invocaba constantemente a la ciudadanía a dar pautas de civismo y patriotismo, mezclando, como vimos anteriormente, lo personal con lo colectivo y lo moral con lo político y lo religioso.
Sin embargo de ejercitar esa prolífica actividad periodística, no descuidaba la acción política directa de subversión contra el gobierno, por ejemplo, en las horas en que la mayoría de los paceños salían de sus oficinas y las calles se llenaban de transeúntes se paraba en una de las esquinas para perorar y convencer a la gente del grave peligro que se cernía sobre todos los bolivianos, invitándolos a la acción conjunta de resistencia, porque ya era la hora de cortarle el camino al “nazi fascismo”. Otra de la “damas de alcurnia” que se atrevió a dejar sus cómodas actividades a cambio de la nada apropiada y además peligrosa lucha política callejera, fue la hija de una de las víctimas de la matanza de Chuspipata Ana María Calvo. Una de sus actividades subversivas, al margen también de las peroratas callejeras, consistía en llegar a diferentes puntos de los barrios marginales de la ciudad de La Paz repartiendo comida que transportaba en grandes ollas e incitando a los beneficiados con el almuerzo, a la rebelión contra el gobierno.
Por su parte, las mujeres identificadas con el gobierno revolucionario hacían los suyo para paliar o contrarrestar la intensa campaña opositora, calificándolas de oligarcas y culpables del hambre que sufría el pueblo, afirmando que si el pueblo apoyaba a Villarroel vendrían días de dicha y prosperidad. Pero ante el efectivo trabajo de las mujeres de la Rosca se sentían y se oían poco convincentes.
Otra de las actividades que se incrementaron en los últimos meses del gobierno de Villarroel fueron las movilizaciones populares, grandes sectores de la ciudadanía provenientes de los diferentes barrios de La Paz, azuzados por estas decididas activistas opositoras y sus homólogos varones, universitarios, y un gran sector del magisterio desembocaban en lugares céntricos de la ciudad con sendas y frecuentes marchas de protesta, como una especie de precalentamiento hacia el asalto final.
Los días previos al 21 de julio de 1946 los agitadores movilizaron al populacho, las recoberas de los mercados Camacho y Lanza salieron de sus puestos para construir barricadas en las calles y terminar, luego, en una exaltada manifestación. Paralelamente, la radio El Cóndor simuló haber sido tomada por unos estudiantes y perifoneaba: “Pueblo sal a ayudarnos, Madres vengan a proteger a vuestros hijos barridos por la metralla asesina del gobierno... Salgan Madres, Hermanas, Novias...Ay, Ay mamita, te digo Adiós...! ”. La utilización de este tipo de estrategias afectivas generalmente tan sensibles para la mujer, hizo que éstas se sintieran convocadas, necesitadas para “salvar a la Patria” por lo que esa campaña tuvo respuesta positiva de parte de gran cantidad de aquéllas, que luego tomarían parte en las diferentes movilizaciones callejeras u otras actividades opositoras.
Un comentario periodístico rememorando aquellos días señalaba:
“Hemos visto a la mujer de la revolución a la cabeza de las manifestaciones populares Rosa Ugarte la iniciadora de la grandiosa del jueves 19 de julio, conjuntamente con Carmela de Valdivieso, Concepción de Viscarra... agruparon a cuantas estuvieron decididas a reclamar el derecho a la vida, la restitución de las garantías... El himno nacional fue entonado con hondo fervor... centenares de obreras de las fábricas arrebatadas por un odio quemante se alzaron contra los defensores del nazismo... en lo más intenso de la lucha, las mujeres comunicaban a todos su exaltación cívica, profundamente religiosa”.
Este profundo sentimiento religioso y cívico se esgrimirá constantemente para justificar la participación política de las subvertoras.
Los acontecimientos fueron precipitándose minuto a minuto, los tiroteos ya no impresionaban a nadie. El 20 de julio la muchedumbre enardecida, entre ésta un sector guiado por la corpulenta maestra Solari, vestida con un abrigo de piel, agarrando la bandera nacional en una mano y una negra en la otra, encabezaba una multitudinaria manifestación. Junto a ellas se encontraban varias de sus amigas y compañeras de la Unión Cívica Femenina, entre ellas Virginia Estenssoro, Leticia Antezana de Alberdi, Elena Crespo Gutiérrez, Ana María Calvo de Soux, y muchas otras, todas ellas pertenecientes a influyentes familias de la sociedad boliviana, algunas con reconocida trayectoria intelectual, junto a vociferantes mujeres del pueblo, gritaban y adjetivaban contra el gobierno.
La organización encabezada por la señorita Solari llegó a tener tanto peso político, que días antes del asesinato del presidente, el coronel Pinto, ministro de Defensa del gobierno, se apersonó a la casa de la maestra Solari, considerada el verdadero cuartel de operaciones subversivas, para sostener una entrevista con la directiva de la agrupación y otras mujeres representantes de los diferentes grupos femeninos. Después de una larga charla recibió un memorial suscrito por dichas damas, en el que solicitaban la salida del partido cogobernante MNR del poder y la organización de un gabinete de concertación nacional, pedido que fue remitido al señor presidente, el que optó por acatar la propuesta de las señoras.
La sumatoria y el climax de esta serie de hechos explotaron el 21 de julio de 1946, las masas enardecidas en una especie de histeria colectiva, ya no pudieron ser controladas dándose paso al desborde de las pasiones. Un escritor español “sin corbata”, Priegue Romero decía:
“Y fue porque la chusma también puede componerse por personas que pertenezcan a las clases distinguidas o a la Universidad... Y del barrio residencial de La Paz salieron las primeras columnas hacia el Palacio Quemado. Las organizadoras ¡mujeres! ¡las primeras mujeres!, las ¡más valientes mujeres! Su ejemplo ha sido desconcertante para algunos, aleccionador para otros y emotivo para todos y hemos visto a las “chicas de la rosca” gritar su protesta frente a los mismos asesinos”.
La esposa del edecán del presidente de la República, doña Virginia Aguirre de Ballivián, desde otra perspectiva comentaba sobre las contradicciones internas de los enemigos del gobierno revolucionario:
“Lo extraordinario fue que aquéllos que pactaron la alianza... fueron las fuerzas antagónicas que jamás hubiéramos pensado, en primer lugar la Rosca (potentados mineros y feudales, también extrañamente confundidos con la clase alta boliviana, que sin lugar a dudas, se distinguió más por su distinción que por su dinero), también se confabularon en aquel espectáculo macabro el PIR, formado por resentidos burgueses y amargados sociales, que nunca pudieron subir un peldaño, ni en la política ni en ninguna otra esfera, a estos se les unieron los masones (el azote de todos los tiempos) y por último superamalgama estremecedora, las señores de la acción católica y otras señoras más” (Aguirre de Ballivián Virginia. Waldo Ballivián. Legendaria figura de lealtad Cochabamba 1973.)
El fatídico 21 de julio la turba enloquecida, muchos embriagados por el alcohol, y acompañados por los alaridos de las radios, cometieron una serie de actos vandálicos e ingresaron al al palacio, con saldo de vidas truncadas, entre estos el edecán Waldo Balli-vián y el propio presidente de la República. Sus cuerpos fueron lanzados desde el balcón del palacio a la calle, arrastrados como en una procesión macabra, para luego ser colgados en los postes de la Plaza Murillo.
La señora Ballivián recordando la dolorosa escena, se interrogaba
“Cuántas de vosotras mujeres subisteis una cuesta empinada, en busca del hombre amado para encontrarlo colgado y torturado? esa esquina por la que comúnmente transita gente, estaba poblada de hienas y de lobos que olían a sangre... Levanté mi mirada hacia el farol y... lo ví..lo ví...quise abrirme paso por la gente, fueron rodeándome todos aquellos que asistían a la grotesca algarada...gritaban: Déjenla, que lo vea... que lo vea, acabando en carcajadas diabólicas, no me engañaba eran voces femeninas, no soñaba, ellas eran gran parte integrantes de este festín diabólico”. A su vez, un intelectual de reconocida trayectoria, don Fabián Vaca Chávez, reflexionaba sobre los acontecimientos de julio, de esta manera: “... En el alzamiento de La Paz que no tiene acaso paralelo en América... han aparecido dos nuevos elementos de lucha: La mujer y el niño” (La Razón 4/8/46.)
Luego de la muerte del presidente sobrevino una tensa calma, las riendas del poder volvieron a las manos de la clase política tradicional, iniciándose la etapa conocida con el nombre de “el sexenio” (1946-1952).
La búsqueda con allanamientos de domicilios para atrapar a los jefes y seguidores del régimen caído, será algo cotidiano durante mucho tiempo. Será la etapa de resistencia, pero esa vez contra el poder oligárquico que desembocará finalmente en la insurgencia popular de abril de 1952.
A partir de entonces, y casi a todo lo largo del sexenio, aquellos actos de resistencia e insurgencia protagonizados y liderizados por las mujeres de la oligarquía contra el poder revolucionario, serían exaltados como el ejemplo de valentía y decisión en la lucha contra el nazifascismo, el movimientismo y sobre todo por el civismo y la preservación de la Patria.

LAS OFICIALISTAS Y EL TRIUNFO

La oligarquía triunfante pensó que había derrotado definitivamente los intentos revolucionarios populares de una manera ejemplarizadora, satanizando a los caídos y endiosando a las artífices de la victoria, paralelamente la represión política fue en constante aumento y por lo tanto la acción política opositora tuvo que buscar nuevos e imaginativos métodos de lucha.
A su vez, la conducción del gobierno fue confiada a una Junta en la que estaban representados, todos los partidos políticos, excepto el mnr. El mandato para el nuevo gobierno consistía en poner en vigencia la Constitución Política del Estado y convocar a elecciones libres, iniciar proceso a los miembros de la Logia radepa y a los movimientistas por los crímenes cometidos.
El rechazo y el temor femenino hacia los partidos de izquierda, aunque uno de ellos fuese aliado de los oficialistas era permanente, sobre todo expresado en un recalcitrante anticomunismo. En diciembre de 1946, María Teresa Solari publicó una réplica contra el PIR, que decía
“el corazón de la mujer boliviana, de la mujer católica está frente al PIR. Si luchar por la Patria es algo tan grande y tan hondo, de tan íntima satisfacción espiritual, luchar por la religión de Cristo, por la moral y por el derecho de las fuerzas sensibles al honor y al decoro católico, es aún algo más enorme... Porque la religión y el civismo son los pedestales... en los que se defienden el nombre de Bolivia” (El Diario 18/12/46.)
Para reforzar la legitimidad del nuevo gobierno los recordatorios sobre la actuación de los diferentes sectores de la sociedad en la revolución se incrementaban y buscaban dar énfasis a la evidente participación de toda la sociedad paceña, especialmente la de la mujer, en la sangrienta revolución, tal vez con la intención de aportar con mayores elementos justificativos de los hechos.
En este esfuerzo propagandístico, la epopeya realizada por las mujeres en julio superaba incluso, a la de las mujeres cochabambinas en la coronilla durante la Guerra de la Independencia. También se hizo una serie de homenajes a la actuación de la chola, uno de estos decía así: “...la chola boliviana, la mujer del pueblo, merece el más fervoroso agradecimiento de toda la nación, ella con su profunda e intuitiva comprensión del verdadero civismo y con su maravilloso sentido de clase ha defendido hasta la muerte la revolución popular”. A su vez, en Cochabamba, surgió la iniciativa de levantar un monumento que perpetúe la brillante actuación de la mujer paceña. El Partido Socialista de Cochabamba le hizo un homenaje, con este encabezamiento: “a la heroína de La Paz, María Teresa Solari”. Las mujeres universitarias de La Paz le entregaron un diploma. “Los Amigos de la Ciudad” una medalla de reconocimiento y, la “chola paceña”, una carta firmada por centenares de mujeres de pueblo (La Razón 22/7/46.)
Las múltiples demostraciones de admiración, tuvieron un efecto en el ego de las líderes de la oligarquía y, entre ellas, especialmente en María Teresa Solari, quien desarrolló un estilo de vanidoso protagonismo, con derecho inclusive de arrogarse funciones de juez, o como ella misma afirmara: “dicen cada loco con su tema, quién sabe el mío ha sido apasionadamente, este, el de salvar a la Patria”, y “humildemente” pedía sobriedad en los elogios, exaltando a la vez su pobreza y desinterés en acceder a puestos de poder. A su vez, la vicepresidenta de su asociación, ucf, no pensaba lo mismo pues asumió la subsecretaría de la Junta de Gobierno, la señorita Hortensia Taboada, a quién la prensa chilena la llama la “Juan de Arco Boliviana” y la argentina “La Pasionaria” (El Diario 1/11/46.)
Consciente la señorita Solari de su poder y a pesar de las declaraciones arriba señaladas, se apresuró a plantear a los nuevos gobernantes caminos de recuperación económica, como aquella de que los parlamentarios debían prestar sus servicios ad-honorem, o dirigiéndose a la juventud universitaria, les invocó a nombre de la agrupación dirigida por ella, caballerosidad nobleza e hidalguía... porque Bolivia los necesitaba heroicos y abnegados, debido a que de las aulas universitarias y de los cadetes tenía que surgir la Patria Nueva, posiciones que serán repetidas todas las veces en que anunciará la emergencia de la Patria Nueva.
Y mientras la prensa y muchas mujeres creían que tras la notable participación de género en el debilitamiento y caída del régimen Villarroel el espacio ganado se ampliaría y profundizaría, un editorial en homenaje al día de la mujer en América, juzgaba la actuación de la mujer como irracional y precipitada:
“toma los acontecimientos por los resultados inmediatos, sin profundizar el contenido de los mismos... sin llegar a meditar en el desarrollo ulteior de los hechos. Es por eso que se considera el juicio femenino poco profundo, especialmente en cuanto concierne a problemas de contenido político” (La Razón 2/7/46.)

LAS MOVIMIENTISTAS

La oposición contra el Estado oligárquico estuvo liderizada por el mnr, partido que supo captar entre sus filas a sectores de la clase media, obreros, campesinos y mujeres, intersectando a todas esas clases. El discurso del Nacionalismo Revolucionario tuvo la capacidad de plantear la prioridad nacional por encima de la de clases y género, con resultados positivos. Denunció la farsa democrática del gobierno oligárquico rosquero, y la hipocresía pirista. Afirmaba que con el Nacionalismo Revolucionario se alcanzaría la liberación económica y la soberanía. Interpeló a la oligarquía y planteó consignas, antes enunciadas por otros partidos de izquierda como aquelllas de “tierras al indio” “voto universal” o “minas al Estado”. “Lo nacional y lo popular pasaron a ser sinónimos de un mismo proceso, en la búsqueda del derrocamiento de la oligarquía y la construcción de una nueva sociedad”. La cuestión nacional remontó lo particular de género, porque, pensaban ellas, lo segundo estaba implícito en lo primero.
Muchas mujeres se sintieron y fueron convocadas para ser partícipes de la lucha contra la oligarquía. Creyeron y apostaron por el proyecto popular munidas de una fuerte dosis de mística y voluntarismo, a sabiendas de que habría detractores que las atacarían frontalmente o que otros tratarían de minar su confianza en los beneficios de la revolución a través de una campaña de miedo a lo desconocido. Lo que nos demuestra un importante cambio de mentalidad y un compromiso con la sociedad más allá del personal. El cambio pasaba inexorablemente por la destrucción de las barreras impuestas por el sistema.
El gobierno prooligárquico percibió la paulatina fuerza que el mnr iba sumando y la represión estuvo dirigida especialmente contra esa militancia. Los dirigentes y activistas que no pudieron ser apresados se refugiaron en el exilio o la clandestinidad. El trabajo político activo, entonces, quedó en manos de los cuadros intermedios y de las mujeres. Estas fueron convocadas inicialmente por su condición de madres, hermanas, esposas o hijas de los inmolados y damnificados el 21 de julio. Las afectadas se sintieron acompañadas y apoyadas comprometiendo varias de ellas su tiempo y su trabajo por la causa del Nacionalismo Revolucionario. (La Calle 28/9/46.)
En 1949, los diputados movimientistas y la brigada parlamentaria obrera fueron despojados de sus fueros y enviados al exilio o a campos de concentración. Ante este atropello, el mnr auspició un levantamiento armado, llamado “guerra civil” El intento revolucionario fracasó y la represión se incrementó diezmando al partido y al movimiento obrero, es el momento en que las mujeres ante la ausencia de los militantes asumirán cada vez más responsabilidades.
Los comandos femeninos que emergieron en ese período, resultaron ser la participación organizada del movimiento. A la cabeza de estos se hallaba un grupo selecto de mujeres de vanguardia que empezaron a actuar abiertamente en política, entre ellas Rosa de Barrenechea, quien tomará el mando de la Alcaldía de Potosí al ser arrestado su esposo, el alcalde.
Pendía sobre el partido un reto de sobrevivencia, las elecciones convocadas para mayo de 1951, que por lo mismo revistieron singular importancia. La ausencia forzada de muchos de los dirigentes, al margen del drama humano, debilitada de manera contundente la acción. Ante este hecho, 27 movimientistas, madres, esposas e hijas de los presos y confinados, ingresaron en huelga de hambre en el Palacio de Justicia, exigiendo amnistía política. Entre las huelguistas estaban Ema de Bedregal y Lidia Gueiler. La noticia de la huelga cundió por el interior y exterior del país. Se organizaron varias marchas de apoyo, mientras las movimientistas difundían, entre la gente del pueblo, los detalles sobre el estado de salud y otros de las valientes huelguistas. Desde Buenos Aires Eva Perón se pronunció a favor de la causa de las huelguistas, Eleanor Roosvelt desde Washington, y también la esposa del jefe del MNR, Carmela Cerruto de Paz Eatenssoro, quien les mandó una carta de aliento. El periódico Los Tiempos de Cochabamba decía: “El gobierno está ahora moralmente vencido”.( Lidia Gueiler.La Mujer en la Revolución p. 51.)
Tras 8 días de huelga, el gobierno tuvo que ceder, los presos y confinados volvieron a sus hogares, mientras las huelguistas eran sacadas en hombros de los trabajadores.
El triunfo de las mujeres le dio al partido un importante impulso, sobre todo en vistas a las elecciones de mayo de 1951. El mnr salió triunfante en las urnas, pero el gobierno anuló las elecciones.
La dirigencia se dio cuenta que si no tomaban el poder con las armas, este no podría ser alcanzado. Y la actividad de todos los comandos se centró en ello.
A su vez, el jefe en ejercicio del partido organizó los llamados “Grupos de Honor” que eran grupos entrenados militarmente, uno de los miembros de mayor jerarquía era Lidia Gueiler. La consigna era encender la chispa de la insurrección. Las condiciones para la insurrección estaban dadas, el momento decisivo se acercaba.
Para complementar la visión sobre el trabajo de resistencia c insurgencia realizado por las movimientistas durante el sexenio, se recabó testimonios de cuatro protagonistas (Isabel Bedregal, Isela López Villamil de Paravicini, Hilda Pacheco y Leonor Calvimontes.). Una de las constataciones a que se llegó es que tanto la gestión como la forma en que concluyó el mandato de Villarroel, tuvo trascendentales consecuencias en la toma de conciencia y decisión de muchas mujeres para ingresar a la lucha política.
Una de nuestras entrevistadas, Isabel Bedregal, recordaba: “mi papá era amigo personal de Villarroel, él no era movimientista ni político hasta ese entonces, solamente muy amigo del Presidente. El 20 de julio de 1946, nosotros estábamos en el palacio y el presidente temiendo por la seguridad de su familia le encargó a mi padre que velara por su esposa e hijos. La policía ametralló, saqueó y allanó nuestro domicilio, yo estuve como seis años enferma de la impresión que me causó este atropello. A partir de entonces es que mi mamá resultó mucho más política que mi papá, tanto así que fue la primera diputada elegida y su suplente era la expresidenta de la República Lidia Gueiler. La verdad es que a mi mamá se le encendió la lamparita de la política y de paso claro a mí”.
Otra de las entrevistadas, Isela López Villamil, recordaba que nadie de su familia había actuado en política hasta que doña Isabel Zuazo tomó en alquiler una habitación en su casa y les pidió permiso para ocultar en ella a su hijo Hernán, el líder de la resistencia. A partir de entonces, toda la familia se movilizó políticamente, “especialmente mi madre y nosotras dos, yo y mi hermana, porque las mujeres no despertábamos sospechas. Siles hacía constantes reuniones políticas en mi casa (Casa ubicada en la Av. Pando, frente a la Volcán), iban don Augusto Cuadros Sánchez, Lucho Peláez, Alvaro Pérez del Castillo, etc. Así conocimos a todo el Comité Ejecutivo del partido y eramos sus mensajeras”
Las entrevistadas coincidieron con que en realidad era mal visto que una mujer tuviera actividad política, pero:
“a nosotras no nos importaba, desde el 21 de julio actuamos decididamente porque teníamos que ayudar y porque nos daba mucha rabia las injusticias que se cometían, claro que muchas de nuestras amistadas se alejaron y sabemos que nos criticaban, pero también nosotras no queríamos continuar frecuentando algunas de las antiguas amistades”. Cómo muchas de nosotras teníamos buena posición social y económica, teníamos servidumbre y llevábamos a todas nuestras empleadas a las manifestaciones y con la ayuda de éstas fuimos ganando cancha dentro del pueblo, porque ellas a su vez invitaban a sus parientes y conocidos”. No era fácil que las mujeres decidieran tomar parte en las marchas porque hasta entonces la mujer estaba marginada, “podía ser uno de la familia más encumbrada, la mujer no tenía ni voz ni voto, el que mandaba era el marido, ella sólo era una figura de decoración, que servía para organizar reuniones y fiestas sociales. Pero claro existían excepciones, entre las más luchadoras por los derechos de los sectores marginados estaba María Luisa Sánchez Bustamente”
“Como el partido era pobre y no teníamos medios para hacer campaña, para las elecciones de mayo de 1951, entonces, nosotras íbamos a la casa de campaña del candidato de la oligarquía Guillermo Gutiérrez Vea Murgía y pedíamos material como si quisiéramos trabajar para ellos y nos daban gran cantidad de afiches, enormes papeles con la foto de Gutiérrez Vea Murgía, en la parte de atrás de estos afiches, nosotras pusimos mnr Víctor Paz Estenssoro-Presidente, Hernán Siles Zuazo-Vicepresidente. En las noches salíamos a pegarlos y la ciudad amanecía llena de nuestra propaganda. El mismo candidato de la oligarquía distribuía dinero para su campaña, varias de nosotras íbamos a pedir dinero como si fuese para trabajar por ellos, lo recibíamos y corríamos a entregarlo a nuestro comando”
“La colecta de fondos era vital para la vigencia del partido, nos asignaron por eso la tarea de recaudadoras: íbamos grupos de chicas a todas las fábricas sin miedo a nada, para recolectar dinero de los fabriles, esperábamos la salida de los diferentes turnos y les pedíamos su aporte, nos daban dinero, confiaban en nosotras porque los dirigentes estaban comprometidos con la dirigencia movimientista. Recolectábamos días enteros los aportes de esta gente, que era pobre, pero que sin embargo nos daba para que la campaña y el partido pudiera salir adelante”
Isela recuerda que las intervenciones represivas del gobierno en los centros mineros dejaron como un saldo gran cantidad de presos. Muchas de las esposas, madres o hijas siguieron a sus familiares hasta La Paz: “venían a mi casa un montón de mujeres mineras. Con la ayuda de algunas de ellas cocinábamos en ollas enormes, no había problema con los víveres porque nosotros teníamos la finca por Chua y mi madre hacía traer chuño, papas, tunta, corderos y otras familias colaboraban con otros ingredientes, todos los días llevábamos ropa, los curábamos”
“Lo curioso es que mi madre resultó mucho más política que mi padre y arriesgó muchas cosas por colaborar con la revolución. Ella salía de la casa para trabajar en política y mi padre se quedaba tranquilo en la casa”.
Hilda Pacheco en cambio, durante el sexenio era samaritana de la Cruz Roja, esa actividad le permitió ver muchas desigualdades e injusticias, sin embargo no ingresó a la política sino hasta 1952. Nos contó que siempre le había gustado la actividad radial y por eso visitaba constantemente Radio Illimani y de paso a sus amigos radialistas, “allí trabajaba gente de mucho peso, estaba Hugo Peláez Rioja, Mario Castro, María Elba Gutiérrez, todos simpatizantes de la revolución” Un día, como lo hacía con frecuencia, pasó por la radio para visitar y ayudar a su amigos en sus tareas. De pronto escuchó que Peláez perifoneaba con su hermosa y potente voz: “¡la revolución está bajando de Villa Victoria, está pasando por la Plaza Pérez Velasco, estamos en San Francisco, tenemos armamento, munición, el pueblo se ha levantado, el pueblo se ha levantado!”
“Qué pues pasaría en mi?, nos dice, que lo miró hablando con tanto énfasis, con tanta convicción que me emocionó y le quitó el micrófono y con toda mi alma arengo ¡Pueblo de Bolivia, la revolución ha triunfado, hemos ganado! y repito lo mismo varias veces, ¡mentira no se sabía todavía, pero yo ya no podía seguir espectando tanto muerto de pueblo. Yo sabía que cuando la mujer escuchara y tuviera la certeza de que la revolución triunfaba se iba a animar a colaborar con nuestra revolución”.
Luego nos describió otro episodio de su vida, aquel que la impulsaría a ingresar y trabajar políticamente.
“Una vez que el mnr asumió el gobierno, salió en la prensa una convocatoria para tomar secretarias, yo estaba recién egresada de la Gregg, y junto a mis amigas nos presentamos al concurso, di el examen y salí elegida para trabajar en el Palacio (de gobierno), allí nos dijeron que si queríamos el trabajo debíamos al partido porque sino, con mucha razón las militantes reclamarían su derecho, y como además siempre me gustó ese partido ingresé y trabajé junto a siete compañeras. Aprendí tanto trabajando junto al Dr. Paz, nunca conocí una persona que trabajara con tanta dedicación, todas lo admirábamos y de esta manera fuimos adentrándonos en la política y participando en una serie de actividades fuera de trabajo”.
En cambio, Leonor Calvimontes recuerda que lo que la movió a participar en política fue que tenía un tío movimientista, Adrián Barrenechea:
“él era una persona con una fuerte convicción nacionalista, con mucha personalidad y todos en la familia lo observábamos y en el fondo lo admirábamos, luego yo quise seguir sus pasos”.
Mucha gente de la clase media dejó la comodidad de su vida, por el ideal del nacionalismo y por el mnr, coinciden todas. También comentaron que muchas familias apostaron al cambio de manera tan comprometida que arriesgaron su situación económica holgada, como lo hicieron los Bedregal y López Villamil, las fincas y casas que tenían las pusieron al servicio de la revolución. Isabel nos comentaba: “mi madre hizo quebrar el negocio de mi padre porque todo lo descuidó para dedicarse, con nuestra ayuda, a la política” y eso era muy significativo, por el papel tradicional que cumplían las mujeres. Pero claro, existían excepciones, “entre las más luchadoras por los derechos de los sectores marginados, estaba María Luisa Sánchez Bustamente”... Ella decía que la injusticia ejercitada con el campesino, con el obrero, con la mujer, no podía continuar.
Por su parte, Leonor Calvimontes recuerda que la señora Sánchez Bustamente era una mujer muy lista e inteligente que ingresó al sector de izquierda del mnr después que se dividió el pir en el Partido Comunista Boliviano (pcb) y el Partido Comunista Marxista Leninista (pcml). A su vez, Isabel Bedregal nos contó que ella daba charlas sobre la importancia de que la mujer ejerciera sus derechos cívicos y políticos, y que ella la escuchaba con gran atención y luego comentaba con las amigas. En tanto que Hilda recordó que por entonces la señora Sánchez Bustamente viajó a Buenos Aires para hablar con el jefe del partido Paz Estenssoro que estaba exilado, y lo comprometió a que en caso que llegara su partido al poder promulgaría el voto universal. (En 1950, el Ateneo Femenino presidido por María Luisa Sánchez Bustamante envió un memorial al Congreso de la Nación solicitando la aprobación de los derechos políticos de la mujer, en partes sobresalientes rezaba: “largo sería enumerar las razones y los antecedentes que fundamentan con solidez irrebatible el derecho de la mujer a intervenir en la vida política, como electoras o elegidas y como elementos constitutivos de los altos poderes del Estado, ya sea en elevadas funciones judiciales o administrativas. Más no bastará citar la reciente experiencia recogida, en todo el país, respecto a la intervención electoral de la mujer boliviana. Nadie esperaba que el número de sufragios femeninos en las dos últimas elecciones municipales alcanzara el elevado índice que marcó en toda la República, tampoco se pensó que la mujer pudiera actuar con la sagacidad que lo está haciendo en varias alcaldías municipales. Todos los partidos políticos cuentan a la fecha con numerosos grupos femeninos, que van a la lucha dando un ejemplo de amplia tolerancia y respeto por la opinión ajena, cosa que no se esperaba., ya es hora de consagrar los derechos cívicos y políticos de la mujer, borrando la discriminación de sexos...no pecamos de ilusas al predecir una disminución notable del analfabetismo femenino...las mujeres del mañana no querrán permanecer rezagadas en el montón y el interés por tomar parte en los asuntos de la colectividad,...mujeres cuyas perspectivas para el futuro, eran y son hasta el presente, poco alentadoras”. Ultima Hora 22/8/50.)
Luego, entre las mujeres más sobresalientes de la lucha contra la oligarquía recordaron a Lidia Gueiler, quién comenzaría su trayectoria política desde las trincheras del sindicato bancario, en la lucha por la defensa de sus puestos de trabajo. Posteriormente, en enero de 1948, ingresaría al mnrcomo militante desde donde realizaría una febril actividad empezando por transportar y repartir armamento y la atención de los presos políticos y sus familiares, siguiendo fielmente las instrucciones del partido.
Gladys Echegaray fue otra de las activas militantes que nuestras entrevistadas destacaron debido a que trabajaba como enlace en el interior del país. También a doña Zoila Viganó de Antezana, era llena de vida, bien arreglada y le gustaba mucho hablar y aplaudir. A Ela Campero, una bonita tarijeña muy ingeniosa, que en el primer aniversario de la muerte de Villarroel cuando asistieron a la misa conmemorativa en la Catedral, se armó de un montón de pimienta que les tiraba en la cara a los policías represores. A otra militante destacada que recuerdan es a Martha Mendoza, la infatigable luchadora por la causa de los desprotegidos. (Durán y Seoane El Complejo Mundo de la Mujer Durante la Guerra del Chaco.)
Lo interesante es que tanto sus madres como ellas, las de la nueva generación, cambiaron y empezaron a actuar de manera no convencional. Algunas de sus antiguas amistades, como era de suponer, se alejaron, pero también entablaron c iniciaron nuevas relaciones.
La casa de la avenida Pando de los López Villamil fue rematada, mientras que la de los Bedregal fue casi destruida porque decían que había armas ocultas, y levantaron hasta los pisos.
Nuestras invitadas afirmaron que sin la participación de la mujer hubiese sido mucho más difícil realizar los trabajos que la revolución requería, porque el concurso de ella en ese momento era imprescindible. La mujer había demostrado en los hechos que era digna de confianza, que tenía un marcado sentido de responsabilidad y de compromiso y que además le gustaba ser tomada en cuenta. Trabajaban por lo que creían, muchas hasta descuidaron sus casas, pero tenían su recompensa porque a cambio, como dijo una de ellas “se conoce a tanta gente, se vuelve una más humana, metiéndonos a fondo vimos de cerca el sufrimiento de la gente pobre de nuestro país”.

A MODO DE CONCLUSIONES

Contrastando los dos ciclos se puede apreciar que en ambos el trabajo de resistencia requirió de la efectiva y activa presencia de la mujer, acciones que culminaron en insurgencia también caracterizada por una fuerte presencia de género.
La participación política de algunas mujeres fue posible gracias a la ausencia masculina, la que por diferentes circunstancias se dio en esa determinada coyuntura, esta oportunidad sirvió para demostrar y ampliar la capacidad participativa de la mujer.
La estrategia de captar adeptos a través de la difusión radial y de rumores sobredi-mensionando y exaltando determinados hechos con estrategias que tocaban la fibra más sensible de la mujer madre, esposa e hija, se constituyó en eficaz instrumento de promoción dirigido especialmente a la sensibilidad femenina. Esta estrategia fue utilizada en los dos momentos.
En el caso de la resistencia de las oligarcas al gobierno de Villarroel, se puede apreciar un fuerte y coyuntural liderazgo femenino, con iniciativa, convocatoria y fuerza propia debido principalmente a que la oposición al gobierno no contaba con liderazgo masculino visible. El discurso de las líderes es una mezcla de los personal, moral, cívico y religioso con lo político.
Ante el éxito alcanzado y la posibilidad de intervenir directamente en la estructura de poder las mujeres se retiran arguyendo que sus intereses son meramente cívicos y patriotas, a su vez demuestran debilidad y soberbia ante el halago.
Las oligarcas asumieron acciones impensadas para su clase, como aquella de perorar en las calles, distribuir alimentos en los barrios marginales, convocar y movilizar grandes manifestaciones e insuflar un odio irracional hacia el enemigo político.
La sociedad boliviana es muy sensible hacia los lazos familiares cuyo eje es la mujer, estos sentimientos fueron utilizados premeditada y arteramente para conseguir el apoyo popular que el sistema decadente necesitaba para restablecerse.
En el segundo caso, el de la resistencia de las movimientistas contra el poder oligárquico, existe un proyecto con liderazgo masculino definido, en el que se convoca a la participación de la mujer, debido, entre otros, a la urgente necesidad de su aporte en el trabajo de resistencia e insurgencia, primordialmente por la ausencia de los varones en el terreno de la lucha política. Ellas participaron esencialmente como activas militantes de base.
El proyecto nacional planteado por el MNR, comulgaba lo nacional con lo popular creando en la mujer mística y compromiso de lucha más allá del interés familiar y personal, lo que impulsó a un relativo cambio de mentalidad y actitudes.
Las estrategias de lucha se basan en la utilización de ingeniosos métodos de sobrevivencia política, como aquel de utilizar los afiches de contrincante para su propia campaña. Y la más importante, recurrir a medidas extremas, como la huelga de hambre para alcanzar la libertad de sus seres queridos en primera instancia y, en segunda, para poder proseguir la lucha con sus líderes liberados.
Finalmente, nuestras entrevistadas concluyeron:
“tuvimos graves momentos de decepción, pero tengo la camiseta rosada pegada a mi cuerpo” nos dijo Isela. Hilda, en cambio opinaba que ya no actuaría de igual manera, ahora le pondría precio a su trabajo, aunque reconoce que “la política es como el cáncer se mete a tu cuerpo y ya no lo puedes sacar, pero la verdad es que ¡no hemos sabido pedir! He perdido mis mejores años, ahora tendría más vocación de poder, porque una puede tener ideas fabulosas, pero sino tienes poder, no ponen en práctica tus ideas o la ponen con otro nombre. Pero tal vez no es que no hemos sabido pedir, sino que aunque hubiéramos pedido no nos hubieran dado nuestro lugar. Y finalmente una vez conseguido el triunfo no nos replegamos, nos replegaron”.

FUENTES

Hemeroteca
La Razón 1946-1951
La Noche 1948
El Diario 1946-1952
Testimonios orales
Señoras: Rosalía Flores de Seoane (+), Isabel Bedregal Gutiérrez, Isela López Villamil de Paravicini, Hilda Pacheco, Leonor Calvimontes.
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